A penas lo conozco y ya quiero ahorcarlo, a ver si se calla.


—Los poderes de los hijos del Inframundo toman mucha energía de sus cuerpos, los viajes de sombras no es sencillamente una forma sencilla y divertida de viajar de un lugar a otro, no es un túnel al que puedes pasar sin problema, las sombras no se adaptan a ti, Anna, tú te adaptas a ellas, tu cuerpo cambia, te acercas a esa parte de ti, esa oscuridad que es parte de cada uno de nosotros pero que los hijos del Inframundo controlan mejor. Cuanto más viajas a través de las sombras, más te acercas a esa oscuridad, tienes más probabilidades de que te consuma, que te quedes atrapada. Tienes la edad de tu lado, eso nadie te lo va a negar. Hasta ahora todos los hijos de Hades que hemos conocido descubrieron quienes eran demasiado temprano, se acercaron a las sombras demasiado temprano, y las condiciones de su vida tampoco ayudaron a que los desarrollaran correctamente, pero tú eres mayor, tienes un cuerpo sano y una mente aún no afectada por la dislexia y el TDAH propias de cualquier semidiós.

Suspiro pesadamente y tiro de mi cabello hacia hacia atrás cuando finalmente Rapunzel se da un pequeña pausa.

Ah, sí, hola otra vez colega. A ver, rápido resumen. Me desmayé —menuda sorpresa— luego de que esa lechuza me vomitara un anillo encima, me llevaron a la enfermería, me dieron algo de néctar para que recuperara un poco las fuerzas porque, no lo había notado hasta ahora, realmente estaba agotada. Ahora Rapunzel estaba ahí, usando todo lo que sabía de aquella vez que los hijos de Apolo de antiguas generaciones se pusieron estudiar a mis hermanastros, explicándome por qué debería de dejar hacer todo esto si no quería morir de la peor manera posible, yo todavía no me atrevía a decirle que no lo hacía a propósito, que no sabía cómo funcionaban para mí los viajes a través de las sombras y por lo tanto no sabía cómo podría lograr detenerlos por completo.

En definitiva, que estaba completamente perdida con todo lo referente a mantenerme alejada de ese mundo sombrío del que debería apartarme. No era mi culpa que la tierra o las paredes me tragaran cada vez que intentaba alejarme del peligro. Era completamente involuntario y creo firmemente que solo mis hermanastros serían capaces de enseñarme.

Las dagas negras que reposaban en la mesita al lado del camastro de la enfermería vuelven a llamar mi atención. Resulta, pasa y acontece que el anillo negro una lechuza majísima me vomitó encima en verdad se convierte en armas cuando le pulsas un diminuto botoncito que está en una de las cuencas oculares del cráneo del ciervo. No solo eran dagas, el anillo también se había convertido en una espada, en una lanza, y en una puñetera guadaña, la cosa más cliché que podrías imaginarte para una hija del Inframundo.

Tócate las narices, colega.

Intento hacer otra vez mi coleta, porque Rapunzel la deshizo cuando me trajeron aquí.

Tiemblo cuando siento una de sus manos deteniendo las mías. —Te queda bien el cabello suelto —me comenta mirándome fijamente a los ojos, sonrojándome por completo.

No puedo evitarlo, le devuelvo lo mismo que me dijo antes. —¿Realmente te parece este un buen momento para intentar coquetearme?

Lo que recibo es un vistazo de sus mejillas completamente enrojecidas y un rápido golpe en la cara con la almohada que antes estaba en el camastro de al lado. Me da tan fuerte que termino tumbada en la cama otra vez, y no puedo evitar soltar fuertes carcajadas.

—¡Eres idiota! —me chilla mientras me quito la almohada de la cara y puedo verla tapándose la cara para que no note como se le enrojecían cada vez más las mejillas, como si ahora mismo no tuviera las orejas rojas—. Dioses, me gustaría ser hija de Atenea, tal vez así podría meter algo de neuronas en tu estúpida cabeza.

—A mí me parece que me quieres meter otra cosa, pero venga va, si tú lo di— ¡AH! ¡Era broma, era broma! —repito mil vece mientras Rapunzel me golpea una y otra vez con la almohada. Seguramente no se cree mis disculpas totalmente falsas porque sigo riéndome a mandíbula tendida, aunque estoy completamente segura que podría estar rogando honestamente por su clemencia y eso no me ayudaría en nada a detenerla.

Intento detenerle las manos en algún punto, porque ya me está doliendo un poco la cara, pero Rapunzel es demasiado rápida, como he visto que todos los semidioses que llevan años entrenando lo son. Supongo que ese es el nivel al que tendré que llegar algún día, y cuanto antes lo haga mejor, después de todo tengo que salvar el mundo.

En algún punto ella se arrodilla en el camastro, facilitando aún más para ella golpearme. Pero también facilita que pueda probar a ver si tiene cosquillas.

Suelta un chillido y deja caer la almohada sobre mi pecho, intenta librarse de mí pero antes de que tan siquiera alguna de las dos nos podamos mover, alguien la llama.

—¡Rapunzel! —suena la voz chillona, pero exagerada, de un muchacho pelirrojo que de alguna forma lograba que la camisa ridícula del campamento le quedara de fabula—. Necesito tu ayuda, deja de tontear con la chica nueva.

Ella se baja de inmediato del camastro y yo me apresuro a sentarme en el borde, acomodando mi cabello, regañándome mentalmente de inmediato cuando me doy cuenta de que eso no da una buena imagen a la situación en la que estábamos.

El chico me ignora, así que simplemente me levanto del camastro mientras Rapunzel lo atiende. Miro de un lado a otro, buscando algo con lo distraerme.

Las dagas parecen brillar en mi dirección a pesar de que son completamente negras, a un nivel impresionante, a un nivel que mucho ansiarían llegar. ¿Sabes del vantablack? No es como tal un pigmento, es una vaina científica que ya te podrás imaginar que no entiendo, pero la cosa es que puedes usarlo como pintura, y todo lo que pintas con vantablack obtiene un tono tan oscuro que absorbe toda la luz que recibe, convirtiéndolo casi por completo en literalmente la sombra de lo que antes era, es sencillamente impresionante ver el mismo objeto antes y después del uso del vantablack. Las dagas de lo que me dijeron eran hierro estigio eran incluso más oscuras que el vantablack, incluso parecían tomar algo de la luz de aquello que las rodeaba.

Un agujero negro que lo consumía todo, que incluso podría consumirme a mí.

Oye lo que una aprende solo por tener una curiosidad enfermiza por esas imágenes de esculturas en las que se usó ese pigmento no pigmento.

Tomo ambas dagas y junto las hojas mientras presiono aquel diminuto botón. Toma a penas un segundo para que las dagas vuelvan a ser un anillo del cráneo de un ciervo. Es un anillo tremendamente cargado de detalles y bastante grande, pero cuando lo coloco en mi dedo no pesa nada y sencillamente se ajusta a la perfección, dejándome en claro que no se piensa mover, ni mucho menos caer por accidente. Si no fuera por los pantalones poco agraciados que llevo conmigo y la camisa naranja fosforescente, el anillo definitivamente sería lo más notorio de toda mi persona, aunque incluso con sus horribles acompañantes, el anillo sabía presentarse orgullosamente con una elegancia envidiable.

Me cuesta no voltearme en dirección de ellos cuando escucho unos cuantos cuchicheos más altos que los otros.

No escucho lo primero, así que lo que dice él suena algo así. —¿... a ella en el funeral? A mí me daría mal rollo, chica.

—Sé amable, Hans —Rapunzel lo regaña con firmeza.

—Digo, una hija de Hades...

Escucho el bufido de Rapunzel mientras jugueteo con mi anillo. —Es la hija de Perséfone, Hans, que lo acaban de anunciar.

—Bah, misma cosa, una niña del Inframundo al fin de cuentas. Ya me dirás tú qué podrá hacer la hija de la esposa de Hades para salvarnos de ese sujeto.

Me está cayendo un poco mal el idiota este, no sé qué pensarás tú, colega.

Tomo aire y me encamino hacia ellos. No te angusties, no lo voy a encarar, no valdría la pena hacerlo, son solo comentarios de un idiota que no me conoce, y que tan poco están tan desviados. No tengo ni la más remota idea de cómo voy ayudar yo a todo el mundo en este campamento, no tengo ni idea de cómo lograré detener a ese sujeto ¿rodearlo con miles de plantas muertas ayudará en algo? ¿podría eso funcionar?

—Yo ya me voy, Rapunzel —le aviso con algo de brusquedad, sin mirar al idiota ese—. Gracias por...

—No, no, no —se apresura a detenerme, escucho un siseo de dolor y me doy cuenta ahora que Rapunzel le estaba atendiendo unos raspones y heridas abiertas algo preocupantes—. Tienes que quedarte a seguir descansado.

—Ya estoy bien, no te preocupes tanto.

Eso parece ofenderla gravemente. —Quédate a descansar.

—Órdenes de la doctora —me dice ahora el pelirrojo—. Si te han tenido que traer hasta aquí no tienes nada que reclamar, niña del Inframundo.

—Me llamo Anna —gruño, apretando los puños.

—¿Y qué? ¿Quieres un premio por eso, niña del Inframundo?

Quiero abalanzarme a ahorcarlo, pero Rapunzel me sujeta de los hombros para retenerme.

Mientras sus dedos me aprieta con fuerza, ella se gira en dirección de ese idiota. —Hans, te he dicho que seas amable con ella —lo regaña como si fuera un niño pequeño, él responde como si en verdad fuera así, cruzándose de hombros y rodando los ojos. Rapunzel suspira pesadamente ante aquella reacción—. Perdona por eso, Anna, los hijos de Afrodita suelen ser así de idiotas la mayoría del tiempo, y Hans es el mayor ejemplo de eso.

Hans abre la boca con indignación mientras coloca una de sus manos sobre su pecho. —Ya te gustaría a ti tener la mitad de mi encanto, rubia.

—Lo que tú digas, principito —le responde rodando los ojos—. Anna, vuelve a recostarte en lo que yo atiendo a este niño consentido.

No puedo evitar hacer una mueca mientras me aparto un poco de ella, disimuladamente, para que no me detenga, realmente quiero salir ya de aquí. —Te estoy diciendo que ya estoy bien, no me voy a desmayar y no me voy a sumergir en la terrible oscuridad.

—Pero...

—De verdad que estoy bien, no te tienes que seguir angustiando por-

—¡Oh por Safo bendita! —chilla Hans, llamando nuestra atención—. ¡Rapunzel quiere que te quedes a hacerle compañía, idiota! De verdad, no me gusta fortalecer a los estereotipos, pero es que sois la máxima representación de "lesbianas inútiles" que he visto ¡y yo he sido de los vio a Heather y Astrid antes de que fueran pareja!

Siento mis mejillas arder levemente mientras que veo que nuevamente a Rapunzel llenarse de rojo hasta las orejas. Mascullando por lo bajo, la hija de Apolo se limita a regresar a su trato con las heridas que traía el idiota ese.

Tengo que admitir algo que seguramente ya te lo imaginabas. Rapunzel es mucho mejor persona que yo, porque si yo hubiera sido la encargada de estar atendiéndole las heridas a un subnormal que me estaba poniendo en mis límites, o lo echaría a patadas para que se les apañara él mismo, o sería tremendamente brusca si es que me viera a tener que atenderle sí o sí. Pero Rapunzel no, Rapunzel seguía mascullando con rabia en voz baja, seguía sonrojada hasta las mejillas, y seguía enfurruñada con ese tal Hans, pero le atendía con tanto cuidado, con tanto respeto y cariño... era enternecedor, era sumamente admirable.

Para cuando finalmente puedo dejar de mirar a Rapunzel, me doy cuenta de que Hans me está susurrando algo. Mueve los labios sin soltar sonido alguno y la verdad es que me cuesta muy poco entenderle.

—Lesbiana inútil —me repite en silencio.

—Que te den —le respondo de la misma manera.

Él se aguanta una risa para luego rodar los ojos con gracia. Vuelve a su propios pensamientos y doy por hecho que ya no piensa prestarme más atención.

Bufo derrotada, sabiendo que Rapunzel se ofendería si decidía irme a escondidas. Regreso al camastro de antes, me tumbo sobre el colchón, completamente aburrida, dándome cuenta de golpe que estaba tremendamente agotada.

Vale, puede que Rapunzel tuviera razón cuando dijo que tenía que seguir descansando.