La pareja comenzó a compartir caricias y besos sin ninguna restricción. A Steven le agradaba la confianza que tenía Lía sobre no ser descubiertos, pero se aseguró verificando discretamente si había alguna cámara de seguridad en la tienda.

Mientras tanto, ella se había puesto de cuclillas y comenzaba a desabrochar rápidamente el cinturón de su compañero.

– Vigila si sucede algo… mientras tanto, te hare pasar un buen rato.

Una pareja de bañistas se acercaba caminando por la playa, aunque estos no tenían intención de dirigirse al puesto y solo se quedaron contemplando el mar.

– Bon apetite. – Dijo Lía, antes de comenzar a saborear el sexo de su compañero.

Ella recordó la primera vez que hicieron esto juntos, en aquel gimnasio donde él trabaja. Aunque solo Lía es capaz de recordar esta experiencia pues ni Steven, ni aquella otra chica involucrada, tienen idea alguna de lo que les había sucedido esa tarde.

– El tiempo nos gana… creo que ya es mi turno de pasarla bien.

Lía se levanta y apoya su pecho contra el cristal principal, moviendo el trasero juguetonamente.

– Vamos, vaquero. ¿Crees que puedes domar a esta fiera antes que te atrapen?

Sin perder el tiempo él comienza a penetrarla, escuchando un tierno gemido de parte de Lía. Esta vez es ella la que observa todo lo que sucede afuera con una sonrisa de placer en su rostro.

De pronto, un grupo grande de turistas se acercan al puesto. Había personas de todo tipo y algunas de ellas se sintieron atraídas por la tienda. Esto ocurría porque, pese a estar cerrado, algunos recuerdos todavía estaban afuera.

– No... no te detengas... – Dijo Lía, sin darle mayor importancia a las demás personas – Traen música a alto volumen, no podrán escucharnos.

La pareja estaba tan concentrada en sus asuntos que continuaron sin detenerse, aumentando la velocidad de sus movimientos. Lía no hacía más que gemir, manteniendo una respiración agitada en todo momento.

– Todos... nos están mirando. – Decía ella, como parte de su fantasía. – ¿No es… maravilloso?

Gardevoir estaba extasiada por esta experiencia, pero un deseo compartido entre ambos hizo que se subiera aún más la apuesta. Sabiendo que estaban cerca del clímax, Steven comienza a estimular el clítoris de su compañera, sin llegar a perder la intensidad de sus movimientos.

– ¿Qué-e? ¿Qué estas…? – Dijo Lía, no viendo venir aquel temerario acto.

La cantidad de placer que experimentaba Lía estaba por llegar a su límite. En este punto no podría contenerse en el volumen de sus gemidos, ni estar preparada para actuar ante cualquier eventual contratiempo. En ese instante, para ella, los únicos que existían en todo el mundo eran ellos dos.

– Harás... que pierda… la cabeza... de nuevo. – Dijo ella, con la voz afectada por su respiración.

Con un último movimiento ambos alcanzaron el placer máximo que se obtiene luego de una intensa sesión amatoria. Lía soltó un último gran gemido que se pudo oír en el exterior de la tienda.

– ¿Oyeron eso? – Dijo uno de los turistas afuera.

– ¿De qué hablas? Lo único que oigo es a mi estómago ¡Ya vamos a comer algo! – Le respondió otra persona.

Finalmente, el tumulto se fue apartando del lugar. Los amantes estaban intentando recuperar el aliento y las fuerzas para estar listos en cuanto regrese la vendedora.

– Eso fue… extraordinario. – Dijo con dulzura Lía. – Gracias, amor mío.

Algunos minutos más tarde llego la vendedora, disculpándose por tardar más de lo acordado. Había encontrado el puesto en orden, así que les regalo un gran peluche de Pelipper por su tiempo.

– Muchas gracias, chicos. Aquí tienen los vales que la recepcionista les había prometido.

La pareja fue rápidamente a tomar su ferry pues ya había arribado y solo tenían un breve lapso de tiempo hasta que volviera a zarpar.

La joven vendedora regresa a sus labores, no encontrando nada fuera de lugar en su puesto de trabajo… Salvo unas marcas en la luna que no notaria hasta tiempo más tarde.

Antes de subir al ferry, Lia se despide de su compañero pues necesita volver a la pokeball debido a su problema con los mareos. Lía le pide un amoroso beso a la persona que ama, al cual Steven no duda en proporcionar.

En frente de los presentes, y a los recuerdos vividos en esta isla, la pareja se da un cálido beso de despedida.

No volverían a la Isla Prima, pues al terminar su recorrido regresarían directamente al puerto de Ciudad Carmín. Tampoco volvería a rondar la posibilidad de encontrarse con Melissa y hacer realidad esa terrible visión. Lía descansaría tranquilamente en su ball hasta que lleguen a su siguiente destino.

Estaba segura de que, aunque existen dificultades por superar, la confianza que habían creado ellos dos sería suficiente para enfrentar el futuro.