La vida sigue
Disclaimer: Todo pertenece a George R. R. Martin.
Esta historia participa en el reto Las flechas de Cupido del foro Alas negras, palabras negras.
()()()()()()()()()()()()()
Sus aposentos están en absoluto silencio. Los criados se han marchado y los mellizos duermen plácidamente. A Elaena le encanta estar rodeada de gente, pero también disfruta de tener espacio para ella sola. Después de haber estado prisionera en la Bóveda de las Doncellas hay dos cosas que ha aprendido a valorar más que nada en el mundo: su libertad y su intimidad.
De todos modos no estará sola mucho tiempo más. Ya casi es la hora de su cita con el gran maestre, que, como cada noche desde hace un año, acudirá a sus habitaciones para informarle en persona de que todavía no tienen noticias de su prometido.
Elaena le ha cogido mucho cariño al hombre en ese tiempo. Para empezar le agradece que se tome la molestia de hablar con ella él mismo en lugar de delegar la tarea en algún criado. Además, tras comunicarle las noticias, o más bien la falta de ellas, suele permanecer un rato en su compañía. A Elaena le agradan mucho las conversaciones que ambos mantienen sobre diversos temas y está convencida de que a él le ocurre lo mismo. A veces Elaena piensa que podría haberle ido bien como maestre si a las mujeres se les permitiera estudiar en la Ciudadela, pero normalmente no le da vueltas al tema. Es una tontería pensar en algo que nunca va a pasar.
Elaena sabe que la imagen que tienen de ella en la corte es la de una mujer romántica, que para todos es la joven que espera a que vuelva su prometido a pesar de que hace mucho que nadie sabe nada de él. Sin embargo, Elaena es ante todo una persona práctica. Amó a su prometido, Alin Velaryon, todavía lo ama y sabe que una parte de ella lo seguirá amando siempre, pero no va a esperar por él toda la vida.
Ese día finaliza el plazo que ella misma se impuso. Hace un año que Alin partió y desde entonces nadie ha sabido nada de él. Elaena conservó la esperanza durante las primeras seis lunas, luego se dijo que si en otras seis no había señales de él lo dejaría atrás. Ha perdido demasiados años encerrada como para seguir perdiendo más.
Llaman a la puerta y con el permiso de la princesa el gran maestre entra en sus estancias. Elaena hace la pregunta de rigor. Hace meses que no espera una respuesta que no sea negativa y a pesar de todo esa noche se sorprende a sí misma deseando que algo haya cambiado; anhelando escuchar que alguien ha visto en alguna parte el barco en el que su prometido se marchó.
Es una esperanza valdía. Sigue sin haber noticias. Elaena asiente. Le duele, pero ya lo tenía asumido. Alin nunca volverá y es hora de que ella siga su camino. Es el riesgo de haberse enamorado de un hombre de mar, que el mar puede reclamarlo para sí en cualquier momento.
Elaena lo sabía cuando empezó a verse con él, pero le dio igual. Acababa de ser liberada y solo quería empaparse de todos esos placeres que durante tanto tiempo se le habían negado. Alin la ayudó a descubrirlos y ella se acabó enamorando aunque esa no había sido su primera intención. A él le había ocurrido lo mismo y habían hablado de casarse a la vuelta de su viaje, pero el viaje de Alin ha terminado antes de lo que él pensaba. Sin embargo, el de Elaena continúa. Esa noche el gran maestre no se queda a conversar, sino que se marcha para informar al rey de que su sobrina finalmente ha decidido buscar marido. Su compañero de charlas nocturnas se alegra por ella. La propia Elaena no está exactamente feliz, pero ya ha pasado mucho tiempo triste y espera poder volver pronto a conocer lo que es la felicidad.
