Lia no se muestra temerosa pues solo se limita a aceptar, con una sonrisa en su rostro, sus últimos momentos al lado de la persona que ama. Cuando ella dirige su mirada a Steven, este no parece tener ni el más mínimo temor hacia lo que tiene en frente.
- Ahora esto... - Dice el humano, con una voz algo desganada, mientras se levanta del sofá y deja sola a Lia.
Esta se sorprende bastante por la actitud de su novio, simplemente no puede creerlo. Lo único que la hacía mantener la calma en ese momento acaba de irse, mientras se pregunta si acaso él le está guardando algún tipo de rencor por el resiente resurgir de sus memorias.
Steven toma un repelente en aerosol de uno de los cajones y comienza a agitarlo.
- Ehh... Steven... No creo que algo así funcione... - Dice Lia, con la voz temblorosa. – Él es un ser más allá de nuestro entendimiento. Un simple repelente no podría...
Entonces, el humano rocía con el aerosol directamente al Rey Unown, lo cual hace que este emita un gruñido desgarrador. Lentamente, la imagen del gran terrorífico ser comienza a desaparecer, dejando en el lugar a un grupo de Gastlys retorciéndose a causa del repelente.
- ¡Maldito! ¡Cómo te atreves! – Dice uno los fantasmas afectados. - ¡Y justo en los ojos!
Lia mira, extrañada, como su mayor miedo era, en realidad, una ilusión producida por estos pokemons.
- Esto ya comienza a ser muy molesto. – Habla Steven, dirigiéndose a los Gastlys. – Sobretodo hoy, que tengo una invitada muy especial...
Steven mira con una sonrisa a Gardevoir, de la forma en que ella lo tenía en su memoria. Era el mismo que había conocido en su anterior vida, y ahora, finalmente, había regresado.
- No, no vamos a terminar... - Dice uno de los Gastlys. – No hasta que ese Spoink nos devuelva la perla que nos robó.
Entonces, Lia lo recuerda.
Estos son los pokemons que perseguían al Spoink que ella ayudo en su momento. Solo que, al no encontrarse en la casa de Steven, fue él quien lo hizo.
- Creo que tengo una solución... – Dice Lia, mientras busca en su bolso.
Lia saca una estatuilla rara y se la entrega a los Gastlys.
- Es un objeto muy valioso y único, proveniente de la región de Alola. Está tallado en madera y tiene un rubí y un zafiro en sus ojos.
Los fantasmas miran el objeto y también a Lia, bastante extrañados por la forma en que les entrego algo tan valioso.
- Ustedes nos son extraños para mí, ya que conozco a Gengar. – Dice Lia, muy segura de sus palabras. - Estoy segura que él estará más que de acuerdo con este intercambio.
- Bien... - Dicen los fantasmas, extrañados pero conformes con la transacción. – Se lo informaremos al jefe.
Es así como los fantasmas se retirar del departamento, dejándolos solos.
Steven se acerca a Lia y ambos se dan un fuerte abrazo. Ella no puede evitar soltar algunas lágrimas y dejar salir todas las emociones que se había estado guardando durante estos veinticinco años lejos de él.
Luego de rato, y ya más calmados, continúan hablando sobre lo extraño que se había tornado su mundo en su antigua realidad.
- Es aterrador pensar que un ser como ese siquiera exista. – Dice Lia, mientras toma una taza de café que su pareja le había preparado. – Incluso, en los últimos segundos de su enfrentamiento con Jirachi, ese monstruo buscaba la forma de borrar cualquier elemento que pudiera frustrar sus planes.
Lia mira con alivio el rostro de Steven, porque sabe que todo termino con los mejores resultados que el propio Jirachi había pronosticado.
- Ahora que lo mencionas, debo admitir que es muy extraño recordar como termine en esa línea temporal. – Dice Steven, mientras abre un paquete de muffins para ofrecérselos a Gardevoir. - Me da algo de escalofríos recordar la sensación de caer en la oscuridad... y luego morir.
Hay un breve silencio en el ambiente, hasta que es Lia la que reacciona.
- ¡Soy una estúpida! - Exclama Lia, llevándose la palma de su mano a la frente. – No debí mostrarte eso, no me puse a pensar en que podía afectarte negativamente.
- No te culpes, no es algo tan grave. Tampoco me estaba quejando, solo quería hacer ese comentario.
El reloj en la sala marcaba las doce con un breve sonido.
Lia esta con las manos juntas y mirando al piso, parece que alguna duda dentro de ella la está incomodando.
- ¿Qué es lo que pasara ahora con nosotros? – Pregunta Gardevoir, inquieta por saber la respuesta a su pregunta.
Antes que Steven pudiera responder, ella continua.
- Tal vez quisieras vivir esta nueva realidad alejado de alguien como yo... tener una vida normal, como la tenías antes de conocerme. O tal vez, no puedas olvidar las cosas malas que te hice... no te culparía si ese fuera el caso. Sin mencionar, que allí afuera esta Melissa, dispuesta a hacer lo que sea por ganarse tu amor...
Steven se acerca hasta Lia y, de cuclillas, toma sus manos.
- Creo que por mucho que hayas salvado al mundo, debes dejarme tomar mis propias decisiones. – Dice Steven, bastante seguro de sus sentimientos hacia ella. – Antes te había dicho que deseaba estar a tu lado siempre, y créeme, no he cambiado de idea en lo absoluto.
El Heart Piece en el pecho de Lia comienza a iluminarse intermitentemente, tal como lo hizo en su momento, cuando el enlace entre ambos era lo suficientemente fuerte.
Con una gran sonrisa de felicidad, Lia llena de besos a su gran amor, teniendo una larga noche por delante para ponerse al corriente por todo el tiempo en el que ambos estuvieron separados el uno del otro.
Steven se despierta por el sonido de golpes en su puerta.
A su lado, su amada Lia todavía permanecía durmiendo. No tenía el corazón para moverse sin cuidado y despertarla, ya que ella más que nadie merecía seguir descansado. No solo había librado una de sus más feroces batallas antes de llegar con él, sino que tampoco es que ambos durmieran mucho esa noche, después de no verse en tanto tiempo.
- Espero que sea algo importante... - Dice somnoliento Steven, mientras se fija la hora en su celular.
Eran la una y media de la tarde.
Al acercarse a la puerta, ve por la mirilla que al otro lado se encontraba una mujer de rojos cabellos que nunca había visto antes.
- ¿Si? ¿Puedo ayudarla? – Dice Steven, abriendo solo una parte de la puerta.
La chica lo mira y sonríe amablemente.
- Tu debes ser Steven... Lia me ha hablado mucho de ti. – Dice la pelirroja, bastante entusiasmada. – Sé que no debería importunarlos ahora, pero... ¿Crees que será posible que pueda hablar contigo un momento?
Steven imagina de quien puede tratarse, teniendo cuidado en escoger sus palabras.
- Lo siento, pero no sé quién eres.
- Perdona mi torpeza. Yo soy Samanta, la entrenadora de Lia.
Él le explica que ella está descansando y que podrían hablar afuera.
- Si no te molesta, me gustaría dar una vuelta contigo. – Dice Samanta, esperando una respuesta positiva de Steven.
A él no le queda otra que aceptar acompañarla, dejándole un mensaje en el celular de Lia, en caso despertara y no lo encuentre. Samanta compra unas bebidas en la máquina expendedora del primer piso y le ofrece la otra a Steven, antes de partir a caminan por los alrededores del pueblo.
- Tenía mucha curiosidad en saber quién era aquel que despertaba tantas emociones en Lia. – Dice Samanta, comentándolo como alguien que evoca recuerdos bonitos de su compañera. – A veces la escuchaba hablar dormida, decir cosas muy tiernas... o incluso llorar. Pero siempre que esto pasaba, tu nombre estaba presente.
Un grupo de Butterflys vuelan cerca de ellos, posándose en las flores presentes en el campo.
- Esto era muy diferente a como me recordaba a mí. – Dice la pelirroja, con un tono más triste. - No fue hasta algunos años después que me di cuenta que ella estaba tratando de superar las cosas que le había hecho en su línea de tiempo original. No podía creer que pudiera haber tratado así a alguien a quien ahora quiero tanto.
La voz de la chica se entrecorta, haciendo una pausa hasta que se recupera de ello.
- Lia me guio desde que tengo uso de razón. Me motivo a dedicarme a las batallas y especializarme en ellos con todas mis fuerzas. Solo de esa forma, pude alejarme de las cosas malas que habían en mi vida.
Samanta saca una pokeball de su bolso y se la entrega a Steven en las manos.
- Por favor, hazla muy feliz. – Dice la entrenadora, con los ojos al borde de las lágrimas.
