Hooola mis princesas!
Espero que hayáis terminado la semana bien, y que aprovechéis el finde para descanar ;)
Bien; vamos a ver como andan las cosas entre estos dos. Me parece a mi que están hechos un auténtico lío, tanto Bella como Edward; pero a veces las cosas necesitan su tiempo...
Espero que disfrutéis con el capi... especialmente dedicado a una colega laboral, más o menos... SaraArwenCullen, espero lo disfrutes ;)
Al resto, espero que os guste... nos leemos abajo ;)
DISCLAIMER: Los personajes son propiedad de la estimada señora Meyer, yo solo juego con ellos. Personajes que no pertenecen a la saga, cosecha propia. Expecto Forks, lugares y localizaciones reales.
Canción del capítulo: Blaze of glory de Bon Jovi
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Capítulo 8: Chicas guerreras
Resoplando de manera audible y frustrada, Edward posó la guitarra en el suelo, incapaz de seguir tocando. Las yemas de sus dedos estaban rojas y escocían, señal de que debía tomarse un descanso.
Con lentitud apagó la luz de su estudio, que no era otra cosa que un cuarto lleno de papeles, su piano de cola y varias guitarras, unido a un amplio sofá de cuero marrón oscuro y a una mesa baja de roble. Carmen se desesperaba cada vez que intentaba entrar allí para poner un poco de orden, pero respetaba su petición y tan sólo barría el suelo y limpiaba el polvo.
Hacía tres días que habían regresado a casa, y todos habían llegado al acuerdo de que no pisarían su cuartel general en un par de días o tres... las giras era lo que tenían, y todos necesitaban descansar. En cuatro días partían hacia la primera parada ubicada en el país vecino, Montreal.
Había sido un mes de agosto agotador, pero tanto el resto de la banda como él estaban exultantes; el comienzo de gira no podía haber sido mejor, y el nuevo álbum era todo un éxito. Los seguidores del grupo seguían cantando a pleno pulmón todos sus éxitos anteriores, al igual que los nuevos temas. Aro estaba que no cabía en sí de gozo, aunque esa alegría estuviera basada, en su mayoría, en el tema económico.
Se dirigió hacia la espaciosa y luminosa cocina, y abriendo el frigorífico, sopesó por unos segundo que tomar, hasta que decidió que lo mejor sería un café; él era un absoluto desastre en los temas culinarios, pero menos mal que Carmen, su fiel ama de llaves que llevaba con él desde que Amy nació, se encargaba de dejarle la nevera repleta de comida cada vez que regresaba de viaje. Aunque la buena mujer, casi en los cincuenta, a veces lo regañara como si fuera un niño pequeño, se llevaban muy bien.
Una vez se sirvió el café, salió a sentarse en la espaciosa terraza que conectaba con el inmenso salón; la brisa suave y el olor salino del Océano Pacífico, que se extendía más allá de lo que sus ojos podían abarcar, le recibió. Se acomodó en la tumbona, cerrando los ojos con un suspiro, y escuchó como Baxter, su Bulldog francés, se acomodaba a su lado.
La casa estaba sumida en el silencio, y en el exterior de la terraza también imperaba, solo interrumpido por el susurro casi imperceptible de la naturaleza. Al día siguiente de regresar a casa, se había despedido de su hija, que había vuelto con su ex mujer, y la semana que entraba empezaba las clases; dado lo peculiar de sus trabajos, en los cuales viajar era un parte obligada, ambos consiguieron llegar a un acuerdo; tenían la custodia compartida, y ellos se turnaban según su agenda de trabajo.
Cuando coincidían que ambos estaban fuera de la ciudad, si la niña no tenía colegio, se iba con alguno de ellos; durante el curso escolar, si eso pasaba, tanto la madre de Tanya como sus padres se hacían cargo o incluso a veces, Carmen. Su ex esposa y su asistenta jamás se soportaron, así que cuando se divorciaron, ella siguió trabajando para él.
A veces se le hacía difícil creer que hubo un tiempo en el que Tanya y él se amaron; se conocieron muy jóvenes; a Edward y al resto les acababa de explotar en la cara su primer éxito, mientras que Tanya luchaba por abrirse paso en el mundo del cine. Después de dos años y medio de tortuoso noviazgo, se casaron en Las Vegas, después de una noche de juerga desenfrenada, en la que él le debió pedir matrimonio, cosa de la que no se acordaba debido a la tremenda borrachera que pillaron.
A pesar de que en su matrimonio hubo buenas épocas y momentos, y por supuesto, el nacimiento de su hija, su relación continuaba siendo tortuosa. Demasiadas fiestas... demasiado alcohol... pasar de ser un joven que luchaba, junto con sus amigos del alma, a triunfar, a ser una fulgurante estrella del panorama musical, rodeado de vicios y mujeres, minaron por completo su relación.
No se justificaba, y admitía que tanto él como Tanya cometieron errores, y la situación comenzó a ser insostenible. Escándalos todos los días, debidamente aireados por la prensa, rumores de infidelidad por ambas partes, a veces ciertas y otras no... todo eso hizo que abrieran los ojos, viendo que su matrimonio estaba roto desde hace mucho tiempo.
Desde entonces, había salido con mujeres, no podía negarlo... algunas fueron más importantes que otras, pero hasta el momento no se había vuelto a plantear cuestiones como el matrimonio, ni muchos menos convivir. Gianna entró en su vida hace unos meses, y por más que le hubiera explicado por activa y por pasiva que no quería compromisos serios, tuvo que cortar por lo sano al ver como trataba a su hija; dos veces había visto Gianna a la pequeña, y con esas palabras que soltó por su boca en casa de Jake, supo que no la vería nunca más, y a él tampoco.
Las mujeres no se le resistían, la fama y el dinero eran como un imán para cierto tipo de féminas... pero ninguna mujer en su vida, ni siquiera Tanya, le descolocaba tanto como lo hacía Isabella Swan. Todavía no podía evitar sonreír al recordar el día que empezó a trabajar, y el tremendo batacazo que se dio. Tenía un aspecto que parecía tímido, y se sonrojaba a menudo... pero esas perlas que a veces soltaba por su boca le dejaban patidifuso.
No era como el resto de mujeres que había conocido; admitía que muchas veces le tomaba el pelo, solo por ver por donde iba a salir. Tenía carácter, y muy buen gusto musical, no podía negarlo; al principio no le pareció nada del otro mundo, físicamente hablando, y no era el saco de huesos que eran Tanya, Gianna o la mayoría de las mujeres con la que había salido. Pero su rostro y sus ojos le llamaron la atención desde el principio, no sabía por que. Al principio intentó ignorar esa rara atracción... pero en el primer concierto en Ciudad del Cabo... en que hora se le ocurrió enseñarle a tocar la guitarra.
Su cuerpo era cálido, y se sentía bien contra el suyo, cosa que comprobó el día que Bella se quedó dormida, y la atrajo hacia sus brazos, hecho para el que no encontraba explicación alguna. Pero lo hizo, y de mientras el coche seguía su camino al aeropuerto, pudo estudiarla con mayor atención. Su rostro tenía una forma bonita, terminando en un esbelto cuello, y su piel era pálida, pero suave a la vez. Cuando le pidió su beso de buena suerte la primera vez, pensó que se lo daría, al igual que se lo dio a Jake, en plan broma... pero la singular chica huía de él, como si lo hiciera de la peste.
Intentaba ignorarla por todos los medios habidos y por haber, pero le resultaba prácticamente imposible, viéndola todos los días, y estaba el hecho de que Amy había hecho muy buenas migas con ella. Eso no le importaba en absoluto... pero sus esfuerzos por pasar de ella se derrumbaban de manera alarmante, y mientras cantaba era imposible no fijarse en ella, en como sonreía, la forma en la que disfrutaba...
El sonido de su teléfono móvil le sacó de sus cavilaciones; al ver el nombre reflejado en la pantalla no pudo evitar rodar los ojos.
-Hola mamá.
-Que entusiasmo, hijo- replicó esta, con deje sarcástico -llevas tres días en Los Ángeles, y si no te llamo te vuelves a ir sin dar señales de vida.
-No es eso- se intentó disculpar -necesitaba descansar, y a veces me lío a componer.
-Está bien- suspiró Esme con paciencia; conocía a su hijo, y no quería molestarlo -¿te veremos antes de que marches?
-Mañana tengo el día libre, me pasaré por la tienda- le prometió.
Charlaron durante unos minutos más, hablando sobre todo del viaje y de como estaba Amy. Cuando por fin colgó, vio que tenía una llamada en espera... era Sam.
-¿Qué pasa, tío?- le saludó, a la vez que con la otra mano posaba su café en el suelo y después buscaba su paquete de tabaco.
-Te llamaba por si querías salir a tomar algo- habló el bajista.
-¿Emily ya te ha echado de casa?- replicó burlón.
-Está inaguantable- resopló su amigo -no hace más que hacerme preguntas...- dejó la frase sin acabar.
-Podemos encontrarnos en el Roxy en una hora- le ofreció, consultando su reloj; el Roxy Theatre era un famoso local de Los Ángeles, donde ponían buena música rock. Conocían al dueño desde hace años.
-¿Necesitamos una noche de chicas?- protestó Sam entre dientes, haciendo reír a su amigo.
-Por tu parte, lo parece- respondió este, antes de colgar.
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Afortunadamente, el Roxy estaba muy tranquilo; los viernes y sábados eran otro cantar, pero hoy era una de esas noches en las que la gente podía sentarse en los cómodos sillones, tomar una cerveza y hablar de cualquier cosa. De modo que cantante y bajista, después de saludar al dueño y acomodarse en su habitual rincón, cervezas en mano, empezó la charla.
-¿Has vuelto a discutir con Emily?- interrogó Edward.
-No es discutir- corrigió Sam -pero no hace más que actuar como si fuera un policía de interrogatorios- resopló, frustrado.
-¿Y qué te esperabas?- el moreno miró a su amigo con una ceja arqueada.
-Edward, no eres el mejor para dar consejos sobre la fidelidad- objetó.
-Lo sé... pero tienes que comprender a Emily- le explicó -Leah viaja con nosotros, y es normal que no se fíe.
-Pero cuando superamos esa crisis, y me perdonó...- negó con la cabeza, frustrado -pensaba que las cosas volverían a ser como antes.
-Una cosa es perdonar, y otra olvidar- le recordó -¿te has preguntado por qué dejaste que las cosas con Leah llegaran tan lejos?
-Me gusta- admitió -es divertida y graciosa... pero esa noche las cosas se me fueron de las manos- murmuró, frotándose los ojos -pero por más que le dije que fue un error, y que no volvería a repetirse... no me deja en paz.
-Eso se ve- añadió Edward, ya que había sido testigo de como Leah se acercaba a su amigo con cualquier excusa -pero Sam; cuando se tiene una pareja, y se buscan las cosas que ella no te da en otra persona...- negó con la cabeza -míranos a Tanya y a mi; al final éramos como dos desconocidos atrapados en un matrimonio.
-Los dos cometisteis errores- se encogió de hombros -érais muy jóvenes.
-Tanya quería un hombre que no cuestionara sus decisiones y su trabajo, y que todo el día le besara los pies... y no quería más hijos- le contó -siempre he querido darle un hermano o hermana a Amy... pero...- se encogió de hombros.
-Nunca he oído que cuestionaras su carrera en el cine.
-Y no lo he hecho... pero la forma en la que a veces conseguía los papeles...- Sam sonrió con malicia -y no me malinterpretes; quiere a Amy... pero muchas veces antepone su carrera.
-¿Cuándo te diste cuenta de que la cosa no funcionaba?
-Llegó un momento en el que no me importara que se acostara con James o cualquiera, y a ella tampoco le importaba lo que yo hacía- le explicó, jugando con la etiqueta del botellín de cerveza -no solo en ese aspecto, sino en todos; poder sentarte junto a tu pareja al final del día, y hablar de lo que has hecho, de tu trabajo... ver una peli juntos, pasear... todo lo que se supone que haces con la persona que compartes tu vida, pasó a ser inexistente- Edward paró, al ver la sonrisa pícara en el rostro de su amigo -yo lo veo así- se encogió de hombros.
-¿Por eso vas de flor en flor?
-Quizá Tanya haya encontrado todo eso con James, pero yo no- le explicó mordaz -no niego que me gustan las mujeres.
-En especial, una- los ojos de Edward se entrecerraron -vamos Edward- le animó a hablar.
-¿Qué?- siseó, después de encenderse un cigarrillo.
-¿Vas a contarme qué te traes con Bella?- le preguntó sin más rodeos.
-Nada- fue la cortante respuesta -pensaba que la velada consistía en escucharte a ti.
-Soy un buen amigo- se cruzó de hombros, satisfecho -y creo que necesitas hablar.
-Entonces, compadécete de mi y deja el tema- le espetó -además, no es mi tipo- añadió.
-Eso es cierto- musitó pensativo Sam -debo confesar que es sorprendente- Edward lo miró sin entender -no es el tipo de chica en el que sueles fijarte- el cobrizo arqueó una ceja -te recuerdo que en Nueva York la llamaste gorda.
-Y ya pedí disculpas por eso- le recordó.
-¿Sabes que no está así porque come en exceso? -este lo miró sin entender -tiene una cosa rara, una enfermedad.
-¿Una enfermedad?- repitió, arrugando el ceño.
-Algo en el tiroides; Jake nos lo contó un día, pero creo que tú no estabas; después ella misma lo comentó- la mente del joven ató cabos, y recordó que Jake mencionó algo acerca de una pastilla o algo así.
-¿Y es grave?- no pudo evitar preguntar, haciendo que Sam sonriera para sus adentros.
-Por lo que ella misma contó, no- respondió.
Edward se quedó callado por un largo minuto, cosa que hizo que su amigo sonriera de manera burlona; para el bajista, estaba más claro que el agua que Bella no le era muy indiferente a su amigo, pero prefirió disfrutar de ver a este debatiéndose.
-¿Qué ocurrió en el coche, camino del aeropuerto de Sydney?- insistió, al ver que el silencio se adueñaba del ambiente.
-Ya te lo he dicho, nada- espetó, resoplando y sacando el humo por la nariz.
-Eso no fue lo que yo vi- contraatacó.
-¿Y qué viste?- preguntó, un poco molesto; la había liberado de su abrazo justo antes de llegar al aeropuerto.
-Te vi mirándola de una manera extraña, antes de que bajarais del coche; y añado, que después del concierto fuiste de coche en coche, hasta que por arte de magia, te colaste en el que iba ella- Edward maldijo para sus adentros... ¿por qué tenía unos amigos tan observadores?. Al ver que no podía rebatir a Sam, se volvió a quedar callado, cosa que su amigo aprovechó -Edward- lo llamó, haciendo que le mirara -si te gusta, invítala a salir... aunque te advierto que como esto sea un capricho, como Jane y las otras que le precedieron, Alice y varias personas más te arrancan los ojos.
-¿Ahora tengo que pedir permiso para salir con alguien?- Sam sonrió triunfante -y no quiere decir que quiera salir con ella- el moreno rodó los ojos.
-Ella no es como esas mujeres.
-Dímelo a mi- replicó con una mueca.
-Alice, Rose y Emily se han hecho muy amigas de ella; y tienes que reconocer que el resto la adora, me incluyo en eso- Edward lo miró, frunciendo los ojos -es divertida, ingeniosa, hace muy bien su trabajo- enumeró.
-Ya lo sé- murmuró, frotándose los ojos -¿podemos dejar el tema, por favor?- le rogó a su amigo, ya en serio.
Sam decidió hacerle caso, al menos por ahora. No creía que llegaría el día en el que a Edward Cullen le gustara una chica de verdad... presentía que estos próximos meses serían muy interesantes.
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-Por fin- suspiró Bella, cerrando la puerta de la suite que el hotel les había proporcionado para que la cadena de televisión canadiense CTV Television Network, el principal canal del país llevara a cabo la entrevista para un famoso programa musical; la mañana había sido un completo caos, con todo el lío de cámaras, cables, técnicos de imagen y sonido de un lado a otro... y una imbécil y muy rubia presentadora de televisión, que no hizo otra cosa que exigir tropecientos caprichos y dirigir miradas insinuantes a Edward Cullen.
No entendía por que le molestaba eso, al fin y al cabo, este coqueteaba con todas las mujeres que se ponían a tiro... pero aunque le costara reconocerlo, cada vez que en los conciertos la miraba así, algo en ella se removía.
Alice y el resto seguían en el improvisado plató que se habilitó en la suite, junto con Rose, que se había unido a ellos hacía apenas unos días; tenía tres semanas de vacaciones antes de su próximo desfile, por lo que su visita trajo los improvisados momentos de chicas, que ella y Alice disfrutaban. Apenas eran las doce del mediodía, y dado que ya se había acabado la prensa por hoy y sólo debían dirigirse a media tarde al Air Canada Center, donde el grupo tocaría esta noche, decidió escabullirse a la terraza y llamar a su amiga.
Marcó su número, pero Ángela no contestaba; decidió colgar, ya que quizá estaría ocupada con el niño, pero justo cuando se retiraba el aparato de la oreja, contestó.
-¡Bella!- chilló alborozada -ya era hora; empiezo a pensar que me tienes abandonada- bromeó.
-Muy graciosa- rodó los ojos -te recuerdo que te llamaría más veces a la semana, pero trabajas... así que me tengo que esperar a que sea fin de semana.
-¿Dónde estás ahora?- le preguntó.
-En Toronto- le informó -empezamos la semana en Montreal, después fuimos a Winnipeg y ahora aquí- le contó -próximas paradas Calgary, Edmonton y Vancouver- enumeró.
-¿En serio no puedes hacerme un hueco en tu equipaje?- refunfuñó su amiga -¿Alice no necesita una secretaria?; haré incluso de mesita auxiliar para el portátil- Bella rió, negando con la cabeza.
-No te veo de mueble, Ang- le dijo.
-¿Has visitado algo de la ciudad?- indagó, curiosa.
-Ayer por la tarde, con Rose y Alice- siempre se acordaba de mandarle fotos a su amiga de todos los lugares que visitaban -hemos subido a la torre CN, hemos paseado por las inmediaciones del Nathan Phillips Square- le explicó, aludiendo a las famosas fuentes que estaban ubicadas frente al Ayuntamiento, cenamos en un pequeño restaurante en Chinatown- rodó los ojos... Alice y su fanatismo por todo lo asiático -los chicos se nos unieron para la cena y terminamos tomando una copa en un local chill out, a orillas del Lago Ontario.
-Wow- exclamó su amiga -¿te he dicho que podríamos intercambiar vidas?
-Unas mil veces- contestó, sonriendo -¿cómo está Ben, y mi pequeño favorito?- cambió de tema.
-Kyle está muy bien, lo tengo a mi lado, sentado en su trona y rebuscando algo en su puré- suspiró con fastidio -y mi marido, desde que recibimos los pases para el concierto de Seattle, está permanentemente en su burbuja del mundo fan- se burló, cosa que hizo reír a Bella a carcajadas.
-Yo no soy parte de los Slave Heart, así que no me culpes- consiguió decir.
-Muchas gracias, Bella- habló ahora Ángela, más tranquila -no puedo esperar a conocerlos... aunque no sé si Ben sobrevivirá- musitó, pensativa.
-No es para tanto- se encogió Bella de hombros.
-Te recuerdo que tú te caíste de la impresión.
-Eso no es cierto- respondió, con un fingido enojo -simplemente me tropecé.
-Habría pagado por verlo...- Bella iba a replicar -¿y qué tal las cosas con el divo? -indagó ahora, haciendo que Bella rodara los ojos.
-Insoportable, como siempre- siseó hastiada -hoy les han entrevistado para el programa ese famoso, el de la televisión canadiense...- le empezó a relatar.
-¿El que presenta la rubia esa, que según Ben está buenísima?
-Marla Jones, la misma- le confirmó -tráeme un café, llama a mi estilista... no me apuntes con el foco...- imitó la voz chirriante de Marla -aparte de que se ha pasado media entrevista lanzándole miraditas a Edward.
-¿Y él coqueteaba con ella durante la entrevista?- preguntó Ángela.
-Solo alguna que otra sonrisa, pero ha mantenido el tipo durante la entrevista.
-¿Sabes que suenas un poquito celosa?- Bella abrió los ojos, como si hubiese recibido un insulto.
-¿Celosa?
-Vamos, Bella... ¿hacé cuánto que nos conocemos?
-Hum...- meditó unos segundos -si contamos la primera vez que nuestros ojos se cruzaron en la guardería...- Ang resopló por la línea -veintitrés años- resolvió.
-Muy graciosa, Bella; pero eso hace que, problamente, yo sea una de las mejores personas que te conozcan... y a ti ese tío te gusta- afirmó, pagada de sí misma.
-No me gusta- le contradijo -te recuerdo que no lo soporto... y el sentimiento creo que es recíproco.
-Pues por todo lo que me llevas relatando desde que os conocistéis...- Ángela dejó la frase inconclusa -no es ningún pecado que te atraiga, Bella... ¿no te parece guapo?; dios Bella... no he visto tío al que le queden mejor los pendientes.
-Ang, por favor- suspiró, cansada.
-¿Qué?; es la verdad- Bella miró hacia atrás, asegurándose de que estaba completamente sola, antes de responder.
-Sabes que sí, siempre me ha parecido guapísimo- habló en voz baja -pero eso deja de tener importancia cuando se le conoce realmente.
-¿Y tú le conoces realmente?- la pregunta dejó fuera de combate a Bella -por lo que me has contado, es divertido, y...- la castaña la cortó.
-Muy pocas veces es divertido.
-Es divertido, por lo que me has contado es muy buen padre, y buen amigo de sus amigos- enumeró, ignorando la interrumpió anterior de esta -eso dista mucho de la imagen de chico rebelde que tiene.
-Y mujeriego- añadió.
-Puede que no haya encontrado a una mujer que le complemente, o simplemente, que le guste de verdad- rebatió.
-La conoció, y se divorciaron.
-No sabemos que pasó exactamente en su matrimonio, Bella... pasa con muchas parejas, por muy consolidadas que estén; nunca sabes que puede ocurrir.
-En serio, Ang- habló, ya cansada del tema -para empezar, te recuerdo que me llamó gorda, así que dudo mucho que yo le pueda gustar.
-Tienes más personalidad y cerebro que muchas de esas barbies de silicona- Bella sonrió.
-Eso ya lo sé, respondió, con una pequeña sonrisa -pero Ang... ¿sabes que muchas veces que salen de fiesta, él consume?- su amiga se quedó callada, al otro lado de la línea -¿crees que después del infierno que viví en mi casa, podría soportar algo así de nuevo?- musitó, con tristeza.
-No sé que decirte, Bella... supongo que en ese punto, llevas razón- meditó, al cabo de unos minutos -¿ellos saben qué pasó con Riley?
-Jake sí lo sabe, al igual que la situación en mi casa; me escuchó hablar un día con mi madre- le explicó -bastante compasión he tenido ya, y no quiero más.
Por suerte para Bella, Ángela tuvo que colgar, ya que su pequeño la reclamaba. Quedó en que ella misma llamaría a Bella en unos días, ya que su cumpleaños estaba cerca. Se quedó unos minutos en silencio, apoyada en la barandilla de la terraza, meditando la conversación con su amiga.
Claro que era guapísimo, eso ya lo sabía de antes de conocerle; incluso la manera en la que dirigía a ella muchas veces la dejaba descolocada... esas miradas, esos acercamientos...
-¿Qué haces aquí?- la voz de Jake la sacó de sus cavilaciones; él y Sam se acercaron, admirando las vistas de la ciudad.
-Hablaba con mi amiga- se encogió de hombros.
-¿Todo bien?- preguntó Sam, con una pequeña sonrisa y encendiéndose un cigarro. Bella afirmó con la cabeza.
-Vamos a bajar al restaurante a comer- le informó Jake; justo en ese momento se unieron a ellos Rosalie y Alice.
-Yo... no tengo mucha hambre- se excusó.
-¿Te encuentras mal?- interrogó Rose, con el ceño fruncido.
-Me duele la cabeza, se excusó -bajad vosotros.
-¿Seguro que estás bien?- insistió Jake.
-Solo quiero tumbarme un rato, antes del concierto- les tranquilizó.
-Claro- aprobó Alice -Rose y yo te esperaremos; los chicos irán antes.
-No es necesario.
-Nos quedaremos más tranquilas- la mirada amable de Rose hizo que asintiera. Justo en ese momento Jasper, Emmett y Edward se reunieron con ellos, chaquetas en mano.
-Estoy hambriento- anunció el batería, acercándose a su chica.
-Como siempre- replicó Jasper en tono burlón -¿vamos?- señaló hacia la puerta.
Bella miró de reojo hacia la puerta acristalada de la terraza, observando como Edward estaba apoyado en el marco, con las manos en los bolsillos y mirándola con disimulo. Los pantalones vaqueros que llevaba se pegaban a sus piernas, y la camisa de cuadros estaba abierta, dejando ver la camiseta negra de cuello de pico que estaba usando.
Bella murmuró de nuevo su disculpa, dejando allí al resto; al pasar al lado de Edward vio que este iba a abrir la boca, pero apresuró un poco el paso, alejándose. Después de la conversación con su amiga, mejor sería evitarle, para no discutir y caer en sus provocaciones.
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Por suerte para Bella, pudo descansar y ordenar un poco su mente, y a eso de las siete de la tarde, dos horas antes del concierto, aparecieron las tres en el Air Canada Center. Como ya era rutina, los operarios de luces y sonido daban los últimos retoques, y el camerino estaba lleno de gente.
El ajetreo era inmenso, como siempre, pero nada más pusieron un pie allí, Emmett y Jake se acercaron a ellas.
-Hola chicas- saludó Emmett en general, para después dejar un beso en los labios de su novia.
-¿Estás mejor?- le preguntó Jake, que se quedó con Bella mientras Alice se acercaba a su marido, y Rose y Emmett se acercaban a saludar a un grupo de personas.
-Sí... no te preocupes- fue la contestación de Bella -te preocupas demasiado por mi.
-Me preocupo de que mi amiga esté bien- la joven sonrió, agradecida -y ya ves que por aquí, todo está bajo control.
-Ya sabes- Bella consultó su reloj -en menos de media hora tengo que empezar a echar a todo el mundo fuera- Jake rió -soy una especialista en eso.
-Cierto- aprobó el moreno. Bella estaba frente suyo, y en unos segundos que levantó la vista, pudo ver la cara de Edward, mirándoles fijamente... y lo más sorprendente, ignorando por completo a Marla Jones, que por supuesto asistía a presenciar el concierto, y a intentar ligarse a alguien.
-Increíble- murmuró en voz muy baja, alucinado... jamás habría imaginado que Sam era tan observador.
-¿Qué es increíble?- salió de su ensoñación, ya que había olvidado que estaba frente a Bella.
-Nada- hizo un movimiento con la cabeza.
-¿Nervioso?- alzó una ceja Bella.
-Lo normal; ¿un último café, antes de que empiece el show?- le ofreció.
-Claro- aceptó esta, para luego acercase ambos a la mesa del catering.
Por fin, la hora de que la gente se fuera llegó; el camerino se quedó tranquilo, quedando la banda y las chicas. Las puertas del recinto se habían abierto hacía escasamente media hora, y el familiar jaleo de volces y gritos empezaba a dejarse oír en el ambiente.
Rose dio un beso a Emmett, gesto que imitó Alice con su marido. Sam y ellos dos chocaron graciosamente la mano de Bella, antes de que Jake parara frente a ella, con una de sus guitarras debidamente ya colgada al cuello.
-Suerte- le guiñó un ojo esta, dejando su acostumbrado beso en la mejilla.
-Gracias- fue la contestación de este, antes de tomar aire de manera profunda y salir hacia el escenario. Bella miró a su alrededor, buscando a Edward, y suspiró aliviada cuando no le vio pululando por ahí, por lo que dedujo que ya estaba preparado para salir; por si las moscas, se quedó en una esquina, casi cubierta por un amplificador, que era prácticamente igual de alto que ella.
-¿Jugando al escondite?- su corazón sufrió una sacudida al escuchar a esa voz detrás de ella. Con una mueca cansada, se giró, para quedar frente a él. Como siempre le pasaba, sus ojos tomaron vida propia, recorriendo los pantalones vaqueros negros que vestía, y una camisa negra con los primeros botones desabrochados.
-¿No deberías estar preparado para salir?- ignoró por completo la pregunta del escondite.
-No puedo salir ahí sin pedirte mi beso- le reveló, con una divertida mueca de pena; sus labios se fruncieron, y Bella no pudo evitar posar su vista ahí unos segundos.
-Y yo te repito, por enésima vez- enfatizó -que no voy a darte nada- dios... tenía que reconocer que estaba muy guapo, pero no iba a caer, no podía hacerlo.
-Me hieres, calabacita- Bella se cruzó de brazos -¿no puedo pedirle un beso a una chica guapa?- las palabras salieron de los labios de Edward, que la miraba fijamente.
-¿Perdona?- le reclamó, con una ceja alzada; por unos mínimos segundos, no pudo negar que se sintió halagada por el cumplido -¿olvidas que se lo pides a la chica que llamaste gorda?
-Fue una broma- se excusó él -en verdad me arrepiento.
-Se me hace difícil creerlo- rebatió esta -y si quieres un beso, seguro que hay miles de candidatas al puesto; Marla, por ejemplo- su pudo evitar el sarcasmo al mencionar el nombre de la estrella de televisión local. Edward sonrió para sus adentros.
-¿Celosa, calabacita?
-Ni un ápice- contestó resuelta; la batería de Emmett ya empezaba a entonar la primera canción, y se le agotaba el tiempo -tienes que salir- le indicó, dándose la vuelta y volviendo con Alice y Rose.
Edward resopló cuando la vio alejarse, frustrado consigo mismo; aunque fuera difícil de creer, la conversación con Sam hace dos semanas le dio que pensar... ¿tan complicado era que quisiera conocerla, conocerla de verdad?
Tuvo que dejar sus cavilaciones para más tarde, ya que le tocaba salir; tomó aire, echando a trotar hacia el escenario, arrancando los gritos de la multitud.
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El concierto se desarrollaba sin incidentes, y Rose, Alice y ella, espectadoras privilegiadas, disfrutaban como solían hacerlo. La castaña estaba tan metida en ello, escuchando la canción que cantaba Edward, con su guitarra acústica de color negro al cuello, escoltado a ambos lados por Jake y Sam...
"Estoy bajando en una llamarada de gloria
tómame ahora... pero sabrás la verdad..."
Según iba avanzando la canción, tuvo que apartar la vista, completamente azorada; los ojos de Edward no la perdían de vista, y de nuevo estaba nerviosa, muy nerviosa... hasta que una voz hizo que se congelara en su sitio.
-¿Vas a contarme por qué Edward no deja de mirar hacia aquí?- los ojos azules de Rosalie, enmarcados en unas modernas gafas de pasta negras, la miraban con verdadera curiosidad, y una chispa maliciosa.
Gracias mis chicas, por acompañarme de nuevo en esta divertida aventura; a las que presionáis el botón de alertas y favoritos, a las lectoras silenciosas... a las que dejáis vuestras impresiones y opiniones:
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Ana2, Heather, Noe, Ana1, Vale, Alexa, Ame, Eri, Anndie, mis dos paisanicas Marta y Nere... gracias perpetúas por vuestros consejos, risas, ánimos, charlas, opiniones, amistad... se os quiere, de verdad.
Cristina, Sara... os adoro, y lo sabéis.
A los reviews anónimos, miles de gracias también. Animaros y dejadme vuestros correos, para poder contestaros y saludaros.
Un besazo enorme, y nos vemos la próxima semana ;)
