Hola a todas!. Espero que hayáis tenido una buena semana

Lo prometido es deuda, aquí estoy de nuevo. Gracias de nuevo, por los comentarios y los privados que muchas me mandáis. Se agradece tanto cariño, de verdad.

Lamento venir con retraso esta semana, pero he estado algo malita estos días, así que el capítulo ha tenido que esperar un poco. Ahora que la gripe me da, por fin, una pequeña tregua, vamos al lío.

Bueno, sé que el capítulo de la semana pasada fue duro y complicado. Pero había que ponerse en situación de lo que va a ser la vida de Amy a partir de ahora, aparte del asunto de su "madre". Esto no es ir al médico y te dan insulina, y punto. Supone mucho, mucho más… y mas en la diabetes infantil.

Cómo no he tenido tiempo de responder los reviews (la semana que viene será otra semana), agradeceros vuestra preocupación. Aclaro que yo soy diabética, pero tengo la tipo II, la de adultos. Yo llevo un medidor de glucosa en el brazo, muy parecido a lo que lleva Amy, pero no llevo bomba. Lo mío son inyecciones, y sólo me la pongo antes de las comidas; es distinto.

Vamos a ver cómo van digiriendo la noticia, y cómo está la pequeña. Aparte de cierta gala que había pendiente por ahí… capítulo romántico, que los pobres ya se lo merecían ;)

Ginger, Mackie, Macedonia 2014, Bere, Verónica… gracias por vuestros comentarios. Al menos, agradecéroslo de alguna manera, aunque sea por aquí.

Mackie, espero que lo disfrutes; for you;)

Al resto, obviamente, espero que también lo disfrutéis… nos leemos abajo.

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DISCLAIMER: los personajes son propiedad de la estimada señora Meyer, yo sólo juego con ellos. Personajes que no pertenecen a la saga, cosecha propia.

Excepto Forks, lugares y localizaciones reales.

Canción del capítulo: "Perfect" de Ed Sheeran.

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Capítulo 39: Perfect

—No puedo creerlo— negaba Carlisle con la cabeza, tomando de la mano a su esposa, que hacía inútiles esfuerzos por retener, de nuevo, las lágrimas. El matrimonio estaba sentado en la mesa de la cocina de la casa del cantante y de Bella, y después de que ambos les pusieran al corriente de todo lo acontecido el día de ayer, tanto en la consulta como en casa de Tanya, seguían sin poder articular palabra alguna.

—Esa es la situación— les dijo Edward —aunque el diagnóstico ha sido un mazazo, personalmente, por una parte respiro tranquilo, por tener a la niña con nosotros.

—Eso desde luego— habló ahora Esme, seria —dudo mucho que mi querida exnuera se molestara en algo que no fuera ella misma.

—Ya no hay que pensar en eso— negó la castaña con la cabeza, y con la mano de su novio unida permanentemente a la de ella —ahora lo importante es Amy, y que se pueda estabilizar.

Aunque Edward y Bella habían conseguido descansar algo, y pasar una noche relativamente tranquila, al igual que la pequeña, el cansancio mental seguía ahí. Y a pesar de que Amy estaba encantada con la idea de vivir con ellos, la castaña tenía miedo por cómo la niña encararía, con el paso de los días y la cabeza fría, el abandono de su madre, por decirlo de alguna manera, aparte de su enfermedad.

—Tu madre y yo estuvimos hablando, después de tu llamada— tomó de nuevo la palabra Carlisle, aludiendo al día de ayer, cuando el cantante les llamó desde la casa de su exmujer —esperamos que la niña se quede con nosotros, mientras que vosotros retomáis la gira. Vamos a contratar a alguien, de manera temporal, para que ella pueda estar pendiente de Amy y no tenga que ir a la tienda, y yo me tomaré las tardes libres.

—¿Haríais eso?— les preguntó su hijo.

—Por supuesto; las fechas de los conciertos llevan meses cerradas; no es lo mismo posponer un concierto o dos, que treinta o cuarenta— Bella y el cobrizo asintieron, en silencio; en verdad que la situación les había pillado en una época mala, por decirlo de alguna manera, de trabajo.

—Estamos casi en abril— tomó la palabra Esme —apenas quedan dos meses para que acabe el curso escolar— les recordó —podremos organizarnos.

—En cuanto le den las vacaciones de verano, vendrá con nosotros— les dijo Edward —en julio ya encaramos la parte final de la gira, y los conciertos son dentro de país.

—Y en agosto tenemos vacaciones, por lo que no hay conciertos— añadió Bella.

—¿Vais a quedaros aquí?— siguió hablando Esme.

—No íbamos a hacer ningún viaje largo, con la gira de por medio— le explicó su hijo —Bella y yo esperamos que, para ese tiempo, la medicación ya esté ajustada. Como mucho, nos iremos a Forks, a ver a sus padres, y a descansar— Esme asintió en silencio.

—La gira termina el 3 de octubre— siguió Bella —apenas habrá empezado el colegio, por lo que ya estaremos de manera permanente en casa, a excepción de algún viaje muy puntual.

—Hablando de viajes puntuales— tomó la palabra Carlisle —si os parece bien; queremos acompañaros a Nueva York y Chicago, la semana que viene— los ojos de la pareja se abrieron, sorprendidos; Edward había hablado con Alice, explicándole la situación, y sopesando seriamente posponer la entrevista que tenían en una emisora de Nueva York, y no acudir a la gala de Chicago, a pesar de que la doctora Walker les había recomendado que se la llevaran con ellos —podríamos quedarnos con la niña, mientras vosotros vais a la gala, y ayudaros con ella.

—Además, tenéis que actuar— le recordó Esme.

—No sé qué decir— negó Edward con la cabeza; no se esperaba ese gesto por parte de sus padres.

—Hijo; sé que tu madre y yo cometimos muchos errores, y eso no se puede cambiar— aludió a las ausencias durante su infancia —pero créeme que aprendimos la lección— suspiró, recordando los complicados años de adolescencia, y la todavía difícil relación, a veces, con Edward.

—Dejad que os ayudemos— habló ahora Esme —no sólo la niña necesita apoyo, también vosotros— la castaña sonrió, emocionada. Justo en ese momento entró Amy en la cocina, acercándose a ellos.

—¿De qué habláis?— inquirió, acercándose a su padre. Ya había saludado antes a sus abuelos, pero había preferido tumbarse en el sofá a ver un poco la televisión.

—Eres una pequeña curiosa— bromeó Carlisle con ella.

—Estábamos hablando con los abuelos acerca de ti— le explicó su padre —sabes que Bella y yo tenemos que trabajar— la pequeña afirmó enérgica con la cabeza —hasta que acabe el curso, te quedarás con ellos, mientras nosotros viajamos; y los días que estemos en casa, con nosotros— su hija los miraba en silencio, escuchando atenta.

—¿Y el año que viene, también?— indagó, inquieta.

—No, cielo— la tranquilizó Bella —la gira de papá y el grupo acaba a principios de octubre; a partir de entonces, estaremos en casa.

—¿Estás de acuerdo con eso?— le preguntó su padre.

—Haremos muchas cosas juntas— le prometió su abuela —mientras papá y Bella están de viaje— Amy sonrió y afirmó con la cabeza.

—Y los días que estés con nosotros, también haremos muchas cosas— le prometió la castaña. La pequeña se acercó a ella, todavía sonriendo.

—¿Estás contenta, por venir a vivir con papá y Bella?— le preguntó su abuela; el cantante estudió con cuidado la reacción de su hija.

—Mucho— contestó, con una sonrisa —ya no estaré sola— musitó, en voz algo más baja.

Edward y su calabacita se miraron un segundo, a la vez que el cantante resoplaba en voz baja. Aunque era consciente del poco instinto maternal de su exmujer, nunca podría haber imaginado que las cosas llegarían a ese extremo. Vio que Bella desbloqueaba su móvil, pasándolo por el sensor; miró la hora en el suyo, y vio que era el momento de que Amy comiera algo.

—233— le dijo —está más baja que ayer. Edward asintió, era buena señal —hora del almuerzo, cielo— le recordó —¿qué te apetece?

—Galletas no puedo tomar, ¿verdad?— preguntó, con un mohín.

—Tengo que hablar con Carmen, para que te compre galletas y cereales sin azúcares— le explicó —pero mira— se levantó hacia la nevera, seguida de la niña —tenemos pavo, jamón cocido en lonchas, queso, yogur natural desnatado…— enumeró.

Finalmente, la niña se decidió por un poco de pavo, con una rebanada de pan, y un poco de queso. Distraída mientras Bella le daba conversación, su padre le puso la insulina. La niña cerró ligeramente los ojos, pero al menos, consiguió retener las lágrimas.

—Eso es; ya está, cariño— le dijo su padre, mirándola con una sonrisa, intentando animarla.

—¿Puedo comerme el almuerzo en el salón?— se dirigió ahora a Bella. La castaña le puso la comida en un plato, que la propia Amy cogió, junto con un botellín de agua. Una vez salió de la cocina, la pareja vio que era observada con interés por Esme y Carlisle.

—¿Tenéis que pincharle muchas veces al día?— interrogó Esme. Aunque les habían explicado que ellos no tendrían que hacer eso, porque el lunes le pondrían la bomba, la madre del cantante no podía esconder su curiosidad.

—Cuatro dosis de insulina rápida, y de seis a diez de insulina de acción prolongada, espaciadas en veinticuatro horas, depende cómo esté la glucosa— le explicó el cantante —son pequeñas dosis, y están más o menos repartidas igual que las que le va a administrar la bomba.

—Son muchas— musitó Carlisle.

—Una vez que la glucosa se pueda mantener en valores máximos de 180, las dosis de insulina se ajustarán. Ahora su cuerpo necesita acostumbrarse a ella. No es pincharle y automáticamente baja. Así evitamos la hiperglucemia.

—Ese es el primer objetivo— tomó la palabra la castaña —con el tiempo, la insulina hará que los valores sean prácticamente iguales que los nuestros.

—Os voy a descargar el programa del medidor en el móvil. Aunque se encargará la bomba, así vosotros podréis hacerlo en cualquier momento.

Una vez Edward se entretuvo con los teléfonos de sus padres, y mostrándoles el manejo, decidió salir al jardín, acompañado de Carlisle. Esme y Bella, junto a Carmen, que se les unió, se quedaron en la cocina, estudiando el manual referente a la alimentación y las comidas, y de paso, haciendo la lista de la compra.

—¿Estás bien, hijo?— le preguntó en cuanto estuvieron fuera. Edward se encendió un cigarrillo, permaneciendo un largo minuto en silencio.

—Estoy muerto de miedo— le confesó —sorprendido, cabreado…— calló un momento —no sé desde cuándo sabe Amy los planes de su madre, de querer marcharse a Londres, ni el tiempo que lleva sufriendo por eso.

—Tanya y su cabeza de chorlito— siseó Carlisle —espero que el asunto de la custodia se solucione cuanto antes.

—Ya he hablado con mi abogado— aludió a Jenks —al ser una cesión voluntaria, no debería haber ningún problema; simplemente, el día que nos indiquen, iremos a juzgado, al firmarla en presencia del juez, y listo.

—Esperemos que así sea, y no surjan problemas.

—Cuando Jenks reciba los papeles, me llamará, y repasaremos de arriba abajo el documento, añadiendo lo que él o yo consideremos oportuno— le explicó —y ya le dejé claro ayer que jueguecitos, ninguno. Lo que menos necesita Amy es ver que nos metemos en una batalla a cuenta del tema; lo único que queremos Bella y yo es que esté tranquila.

—Por supuesto— le dio la razón su padre.

—Aún así, la situación me parece triste. Amy prácticamente, no quiere saber nada de Tanya, ni ir a visitarla… nada.

—Es lógico— los ojos de Edward se posaron en su padre— se ha sentido tan abandonada por ella; y ha visto que Bella, siendo tu pareja, se comportaba como una madre, y le daba todo eso que la niña necesitaba…— se encogió de hombros —creo que los niños son muy inteligentes, y los adultos subestimamos ese aspecto de ellos. Su madre ha sido así siempre, puede que tuviera épocas mejores o peores— se explicó —pero ya no es una niña pequeña. Tiene casi diez años, y es plenamente consciente de lo que ocurre a su alrededor.

—Es posible— musitó, a la vez que sacaba el humo por la nariz —de todas formas, es un tema que comentaremos con la doctora Lewis, el día que vaya a su consulta— aludió a la psicoterapeuta.

—Eso estaría bien— aprobó Carlisle —¿y Bella, cómo lo lleva?

—Está preocupada, al igual que yo— le explicó —y en parte, asustada. Es consciente de que, en pocos meses, prácticamente se ha convertido en una madre para ella.

—Ella ha estado en una situación incómoda— añadió su padre —por un lado, sabe que su madre es Tanya, y sabía que había un límite para entrometerse en ciertos asuntos; pero, por otro lado, no ha podido evitar preocuparse por ella, ni de brindarle ese cariño que sólo una madre sabe dar.

—Lo sé— suspiró —ambas se quieren mucho— sonrió, pensando en su novia y en su hija.

—En ese aspecto, tu madre y yo estamos tranquilos— Edward lo miró, con cara de interrogante —ayer, cuando hablamos tu teléfono, no pude evitar pensar que situación habría ahora mismo aquí, si no estuviera Bella contigo— conocía de sobra el carácter de su hijo, y desde que la castaña y él estaban juntos, Edward estaba muy cambiado. Puede que para el gran público, no; pero para los que convivían con él, en la intimidad, sí.

—Estaría más aterrado de lo que estoy, y perdido— le confesó.

—Al menos, sois el apoyo el uno del otro, y eso es lo importante— el cobrizo asintió, en silencio —por eso te digo que tu madre y yo, en ese aspecto, estamos tranquilos. No hay que ser muy observador para ver lo enamorados que estáis el uno del otro. Sois un pack indivisible, junto con la niña.

—En eso llevas razón— afirmó, de manera rotunda.

—¿Cuándo es la boda?— medio bromeó Carlisle con su hijo, intentando que se relajara y sacarle una sonrisa, cosa que consiguió. Iba a responderle, pero justo en ese momento, la aludida se acercaba a ellos. Su padre se disculpó y los dejó a solas, aludiendo que iba a ver cómo estaba Amy.

—¿Todo bien?— preguntó la castaña a su novio, a la vez que éste apagaba el cigarrillo y la atraía hacia sus brazos.

—Sí, todo está bien— la tranquilizó; Bella respiró aliviada, acomodando la cabeza en su pecho.

—Nosotras hemos estado echando un vistazo al manual de alimentación. Carmen irá al mediodía a hacer la compra, y traerá cosas que Amy pueda comer— el cantante la escuchaba en silencio —es muy amable por su parte, que nos acompañen al viaje la semana que viene— cambió de tema, aludiendo al ofrecimiento de Esme y Carlisle.

—Eso no me lo esperaba— admitió éste, acariciando su espalda —al menos, podremos cumplir con los compromisos; en realidad, sólo tendrían que quedarse con ella la noche de la subasta; para la entrevista en la emisora se podía haber quedado contigo.

—Eso es cierto— afirmó ella —podremos dar un paseo por Central Park— meditó en voz alta, ante la sonrisa de su novio —en parte, me siento aliviada por poder llevarla con nosotros esos dos días.

—Yo tampoco quiero perderla de vista; bastante duro será el ocho de abril— aludió a la gira —pero, si al menos la tenemos con nosotros estos diez días, estaremos más tranquilos.

—He llamado a Alice, para que reserve billetes de avión para tus padres, y una habitación para ellos— le dijo —me ha preguntado si ella y Jasper pueden venir esta tarde, con Akane— su novio la escuchaba con atención —van a traerle los deberes a Amy, y creo que sería bueno para la niña, que venga su amiga.

—¿Y qué le has dicho?— inquirió, curioso.

—Que te lo consultaría— respondió ella, frunciendo el ceño.

—No necesitas mi aprobación para eso— le contradijo, negando con la cabeza —además, yo también creo que Amy se distraerá un poco, con Akane aquí— le sacó de dudas —sé que si tuvieras la certeza de que la niña iba a estar incómoda, serías la primera en sugerir que no vinieran, de momento.

—Eso por descontado.

—Me fío plenamente de ti, y de las decisiones que tomes o que tomemos ambos en lo referente a Amy, a partir de ahora— le recordó, besando su pequeña y respingona nariz —puede que no seas su madre biológica… pero en todos los demás aspectos, lo eres— le recordó.

—Lo sé, y me asusta, y a la vez, me emociona— le explicó.

—Te has ganado ese reconocimiento por parte de Amy— le explicó, perdiéndose en sus ojos marrones —tú, con tu paciencia y cariño— le repitió las mismas palabras que le dijo ayer —al igual que fuiste paciente con mi lado divo— intentó bromear, consiguiendo que su calabacita sonriera.

—¿Aunque siga pensando que al principio, eras insoportable?— le devolvió ella la broma.

—Tú eras un poquito irritante— contestó él, pagado de sí mismo, y a la vez observándola con diversión.

—Serás…— la queja de Bella fue cortada por los labios de su novio, que la besó de manera tierna, y a la vez desesperada, deleitándose cómo su labio inferior era acariciado sutilmente, mandando ráfagas de placer a lo largo de toda su espina dorsal y haciendo que cada poro de su piel se estremeciera por momentos.

Eso pasaba cuando se besaban de esa manera, y hacía que Bella se dejara llevar a un mundo paralelo, dónde solo existían Edward y ella; mundo en el cual podía dejar de lado los problemas y preocupaciones, aunque fueran unos míseros segundos, y sintiéndose amada y protegida, cómo siempre que estaba entre sus brazos.

Poco a poco el cantante fue deshaciendo el beso de forma tortuosamente lenta, para apoyar su frente contra la de ella, disfrutando de esa preciosa mujer que hacía que su corazón latiera sosegado y feliz.

—¿Soy…?— le preguntó de nuevo, con su frente apoyada en la de ella todavía, y sin molestarse en abrir los ojos.

—Aparte del hombre más increíble del mundo…¿un divo encantador?— sondeó ella, intentando disimular una sonrisa.

—Tu divo— corrigió Edward, haciendo que sonriera —al igual que tú eres mi calabacita— añadió.

La pareja permaneció de pie en el jardín, abrazada durante unos minutos, compartiendo risas y confidencias, y a la vez, intentado disfrutar el uno del otro y evadirse unos minutos de la situación que, de la noche a la mañana, se había convertido en lo primordial en sus vidas.

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Después de compartir la hora de la comida con Esme y Carlisle, éstos se despidieron de la pareja y de Amy, quedando en verse el lunes en el hospital. Irían los cuatro, junto con Carmen, para aprender el funcionamiento de la bomba. Mientras esperaban al matrimonio Whitlock y a su hija, los tres se sentaron en el sofá, relajándose y viendo un poco la televisión.

—Podrías cotillear la programación, y ver si podemos hacer algún maratón de pelis o series este fin de semana— le sugirió Bella a su novio.

—¿Podemos ver Harry Potter?— saltó la pequeña, incorporándose; estaba recostada en su padre, y con sus piernas encima del regazo de Bella.

—¿Otra vez?— rodó los ojos Edward —nos las sabemos de memoria.

—Todavía nos queda pendiente alguna de Piratas del Caribe— habló ahora Bella —podríamos empezar de nuevo y verlas seguidas.

—Nada de Johnny Deep— resopló, acordándose de la carpeta del instituto de su calabacita, y de la foto gigante del actor —sigo sin entender que fijación tienes con él— le reprochó, medio en bromas, medio en serio.

—Celoso— le sacó la lengua de vuelta, haciendo que la niña los mirara divertida.

—¿Algo de Marvel?— propuso el cantante —por cambiar un poco— se encogió de hombros.

—Podría ser— suspiró Bella, pensativa —¿por qué no vemos el Señor de los Anillos?— aludió a una de sus sagas favoritas.

—¿De qué va?— inquirió Amy, curiosa.

—Está basada en los libros de Tolkien— le empezó a explicar —cuenta la aventura de la Comunidad del Anillo por llevar el anillo único a Orodruin para que sea destruido. El tema principal es la lucha del bien contra el mal, y los personajes están basados en la mitología nórdica— les resumió, sino no acababa.

—Parece interesante— musitó la niña. La castaña miró a su chico, esperando una respuesta.

—Tengo cierta curiosidad— admitió, recordando el tatuaje que llevaba su novia, en la parte posterior del cuello, y que era una inscripción en élfico.

—Las películas son muy largas; cada una dura más tres horas— Bella no pudo contener la sonrisa al ver la mueca del cantante.

—Podríamos votar— les propuso, pagado de sí mismo, ya que dudaba que Amy aguantara tanto tiempo de película —votos para el Señor de los Anillos— rodó los ojos al ver no sólo la mano de su novia levantada, sino también la de su hija. Ambas no pudieron contener la carcajada, al ver su cara —conspiradoras— se burló, con una sonrisa —¿queréis algo de la cocina?; voy a prepararme un café.

—Agua— pidió la niña.

—También un café— le pidió su novia, mirándole con una sonrisa angelical. El cantante se acercó a ella, susurrándole en voz baja.

—Me debes una— le advirtió.

—Pueden pasar dos cosas; que te conviertas en un friki de la saga, como yo, o que te duermas— se encogió inocentemente de hombros.

—¿Qué te apuestas a que no me duermo?— le devolvió la pregunta, mirándola divertido.

—Pensaremos que nos apostamos, ¿verdad, cielo?— la niña asintió enérgica con la cabeza, encondiendo una sonrisa. Negando divertido con la cabeza, se fue a la cocina, seguido de Báxter.

—Bien hecho, mamá— la frase de Amy, dicha de forma inocente y espontánea, dejó a la castaña fuera de juego unos ínfimos segundos.

Pero la niña se dio cuenta al momento de lo que había dicho, y su expresión se tornó confusa, pero a la vez triste. Quería a Bella, con todo su corazón y su inocencia infantil. Y desde que le explicaron que era la novia de su padre, y empezó a pasar tiempo con ambos, la niña vio lo que era tener un padre y una madre a la vez, que se preocupaban por ella y les gustaba hacer cosas que la incluían a ella. Y aunque James siempre se portó muy bien con ella, viajaba demasiado a rodar fuera de casa.

—Se me ha escapado; perdona, Bella— se explicó de manera torpe, posando su vista en sus manos. Justo en ese momento volvía Edward, cargado con una pequeña bandeja. El corazón de la castaña se constriñó de pena al ver así a Amy, y lo mucho que anhelaba y necesitaba el cariño maternal.

—El pedido de mis chicas— exclamó, pero su ceño se frunció al encontrarse caras serias y de tristeza —¿qué pasa?

—Nada— se apresuró a contestar Amy —¿no te has enfadado, verdad Bella?— sus ojos azules, indecisos, se posaron en ella.

—Claro que no, cielo— lo que menos quería la castaña es que se pusiera nerviosa, y le diera una subida de azúcar —sé que se te ha escapado; no pasa absolutamente nada— la intentó tranquilizar.

—¿Me vais a contar qué ha pasado?— Edward tomó asiento al lado de Bella, que se recargó contra él.

—Es que… sin querer, la he llamado mamá; per.. pero te prometo que ha sido sin querer— se apresuró a disculparse, casi de manera torpe. El cantante suspiró, asintiendo con la cabeza, y entendiendo perfectamente a su pequeña. Fijó un momento la vista en su calabacita, observándola detenidamente.

—Cielo— tomó aire Bella —me siento halagada, de verdad— la pequeña se sentó en su regazo, apoyándose en ella, y posando las piernas encima de las de su padre —y no me he enfadado.

—Para mí, eres mi mamá— susurró en voz muy baja —¿no te vas a ir, verdad?— los ojos azules de la niña miraban a la pareja, vidriosos.

—¿A dónde se va a ir?— habló ahora el cantante, con tono casual, intentando aligerar la conversación, aunque por dentro se lo estuvieran llevando los demonios. La culpa de todo ese miedo no era de otra persona que de su exmujer.

—No sé— se encogió de hombros —a cualquier parte, lejos— les dijo.

—Amy— ahora la que habló fue Bella —no vamos a irnos a ningún sitio, de no ser que papá y yo tengamos que trabajar— le aseguró —yo también os quiero mucho, a tu padre y a ti— la niña esbozó una diminuta sonrisa —no tienes que preocuparte por nada de eso. Yo voy a estar aquí siempre, al igual que papá, los abuelos…— enumeró —a mí no me importa que me llames mamá; pero aunque yo sea la novia de tu padre, tienes que entender que eso, a tu madre, le puede molestar.

—Eso es cierto— admitió el cantante, acariciando con suavidad la melena castaña de su chica. En su fuero interno, entendía perfectamente los sentimientos de su hija hacia Bella, pero la realidad es que la madre de Amy era Tanya —pero puedes pensar otra forma para llamarla— le propuso. La niña escuchaba la conversación, atenta y con el ceño fruncido.

—¿No te importa?— le preguntó Amy —¿qué te llame de otra manera que no sea Bella?

—Puedes llamarme cómo tú quieras — le dijo —yo también te quiero, como si fueras mi hija— le susurró en voz muy baja, haciendo que la niña se apretara más contra ella, y de que la castaña dejara pequeños besos en su pelo. Se le encogía el corazón de verla tan asustada y sobrepasada por todo —pero Tanya siempre será tu mamá, y debemos respetar eso.

Sintió un beso en su mejilla, junto con el roce del pendiente; sin mirar atrás, su cara se inclinó hacia ese delicado toque; el cantante le agradeció con ese pequeño gesto la forma con la que había lidiado con la situación. Si por el fuera, la niña podía llamar a su novia como quisiera, pero sólo faltaba que se escapara alguna vez en presencia de su exmujer, y liara un follón. Aunque la única que se había ganado ese privilegio, y el corazón su hija, fuera Bella.

—¿Y si te llamo mami?— le preguntó la pequeña, mirándola con atención —se parece a mamá, pero no sería lo mismo— se explicó lo mejor que pudo —yo nunca he llamado mami a mamá.

—Puede ser una opción— meditó el cantante en voz alta, mirando a su novia de reojo, y empezando a cocer mil apodos en su cabeza, pero ninguno le convencía.

—¿Sabes que papá, a veces me llama calabacita?— le reveló, haciendo que la niña riera divertida.

—Lo he escuchado alguna vez— afirmó ella, para sorpresa de la castaña.

—Pero ese es mío— el cantante fingió un ligero enojo —tienes que buscarte otro; ese ya está pillado— se encogió inocentemente de hombros. Su novia le miró arqueando una ceja.

—En verdad, quiero llamarte mami— le volvió a pedir la niña. En su fuero interno, Edward estaba más que feliz por eso, pero decidió callar, y que su novia lo sopesara. Los ojos azules de la niña miraban a la castaña, esperando algún tipo de reacción.

La mente de Bella procesaba la información; era consciente de que la pequeña necesitaba un referente maternal, y de que ella se había convertido en eso. Comprendía a la perfección los miedos y reservas de la niña, y ella y su novio iban a intentar borrarlos a toda costa; pero si llamándola así se quedaba más tranquila, que así fuera. Y por otra parte, no podía negar que la palabra le llenaba el corazón de orgullo y de ilusión.

—Mami… está bien— la reacción de la niña no fue otra que abrazar su cuello, llenado su mejilla de besos.

—No puedo esperar a contárselo a Akane— la pareja sonrió, divertida, mientras veía cómo Amy se levantaba y se ponía de pie, estirándose. Se le subió un poco la camiseta, dejando a la vista el medidor de glucosa, cubierto con esparadrapo azul. La niña lo tocó un segundo con su dedo, mirándolo fijamente —¿tengo que contarle… lo de la diabetes?— preguntó a la pareja.

—¿Tú quieres contárselo?— le devolvió la pregunta su padre, estudiando su reacción, al igual que Bella.

—No sé— la niña se encogió de hombros —¿se lo habéis dicho a sus padres?

—Sí, cielo— contestó ahora la castaña —los tíos ya están al corriente, todos— aludió a la manera con la que Amy se refería a los miembros del grupo —deben saberlo, por si alguna vez te pasa algo— Edward se lo contó a Alice y Jasper por teléfono, y éstos, con su debido permiso, se lo habían explicado al resto del grupo. Rosalie ya había hablado con Bella, al igual que Nessie y Jake, y Sam con el cantante. Pero querían darles espacio, y no agobiarles con visitas y jaleo de gente en casa.

—Comes y meriendas muchas veces en casa de Akane— le recordó ahora Edward —o si alguna tarde te quedas a jugar, o te lleva la tía Alice a algún cumpleaños…— le siguió explicando.

—¿Creéis que pondrá cara rara?— siguió interrogando, con su mente infantil dando vueltas.

—No tienes que avergonzarte de nada, cielo— le dijo ahora Bella, tomándole de las manos —tienes un pequeño contratiempo de salud, y si todo va bien, apenas se notará. No hay nada de malo en hablarlo con tus amigos, o la gente que te quiere.

—La bomba irá cubierta con la ropa, por lo que, si no la enseñas tú, no se va a ver— habló ahora su padre.

—Y ya te he enseñado esta mañana los cinturones especiales que hay para llevarla; se puede enconder incluso el catéter— eran semejantes a unas pequeñas riñoneras, con un bolsillo para la bomba, y trabillas para esconder el fino catéter; había elegido tres modelos estampados, divertidos y alegres. La niña asintió lentamente.

—Tus amigos no van a burlarse de ti, Amy— le aclaró su padre, negando con la cabeza —y si lo hacen, es que quizá, no sean tan amigos cómo tu pensabas; ¿crees que Akane se burlaría?

—No— dijo la pequeña —ni Sally, ni Beth…—aludió a su grupo más cercano de amigas.

—¿Lo ves?— inquirió Bella, intentando animarla —estoy segura de que Akane te va a apoyar, y no va a decir nada, ni hacer ninguna broma— la pequeña asintió con la cabeza, mucho más tranquila —¿quieres preparar algún juego para cuando lleguen?, ¿o le escribo a la tía Alice, y que le traiga el bañador?— los ojos de la niña se iluminaron.

—Hace un día estupendo para darse un baño—afirmó su padre.

—¿Van a venir Hachiko y Kyo?

—Creo que no, cielo; tenían un cumpleaños, de un compañero de clase.

—Entonces voy ya a ponerme el bañador— les dijo, saliendo escaleras arriba, con pasos presurosos.

—¡Baja también una toalla, y las chanclas!— le recordó Bella, sonriendo.

—¡Vale, mami!

Edward y Bella se quedaron en silencio, viendo cómo la niña se dirigía rauda a su habitación; Bella cogió su olvidada taza de café, aunque todavía estaba caliente, ante la atenta mirada de su novio.

—¿Sabes que eres maravillosa con ella?— le dijo, atrayéndola a sus brazos. Bella subió las piernas a su regazo, acercándose más a su cuerpo.

—No sé si soy maravillosa o no— musitó, azorada —simplemente…— fue cortada por Edward.

—Eres su mami— mencionó el apodo al que se iba a tener que acostumbrar, a partir de ahora —¿cómo te sientes, con respecto a eso?— le preguntó, tomándola de la mano.

—Me infunde respeto— le reveló —educar a un niño no es fácil.

—En eso te doy la razón— sonrió su chico, cómplice.

—No sé si soy merecedora de tanta confianza— negó ella con la cabeza —me parece increíble la falta de cariño maternal que tiene.

—Creo que deberíamos comentarle ese tema a la doctora Lewis, cuando pase visita con ella— le indicó el cantante, jugando con sus dedos.

—Me parece bien— le dio la razón —pero estoy dispuesta a asumir ese rol, por así decirlo— se empezó a explicar —es lo que ella necesita, y yo quiero dárselo.

—Lo ha necesitado siempre— corrigió el cantante —me he desvivido por ella todos estos años; ahora podremos compartir eso también.

—Y lo has hecho muy bien— le animó.

—Pero hay cosas que son exclusivas de la relación madre e hija; ahora estoy tranquilo, porque vas a estar ahí para ella…mami.

—Siempre— le aseguró —al igual que contigo.

—De eso puedes estar segura— esbozó su sonrisa torcida, ante la cara interesada de Bella —papá y mami tendrán que casarse, algún día…— canturreó, divertido. Los ojos de su calabacita se abrieron, debido a la sorpresa… pero su corazón empezó a latir de forma irregular, presa de los nervios. Tuvo que recomponerse un poco, ante la diversión de su novio.

—Pero para que eso ocurra, papá me lo tendrá que proponer.

—Eso déjamelo a mí… a su tiempo— la guiñó un ojo, y sin dejar que replicara nada, la besó con todo lo que tenía. Bella no pudo hacer otra cosa de abandonarse a ese beso, acariciando con cuidado su nuca, y jugueteando con su pendiente.

No supo el rato que estuvieron perdidos en ese beso, pero la mente del cantante ya empezaba a maquinar la forma de pedirle a su calabacita que estuvieran juntos, de manera oficial, para siempre…y se aproximaban unos meses muy interesantes.

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—¿Entonces se marcha, sin más?— preguntó un incrédulo Jasper, mirando a su compañero de hito en hito.

—Se ha enamorado, o vete a saber qué, de un productor, que le ha ofrecido continuar con la serie; se divorcia de James y sí, se va sin mirar atrás— contestó Edward, apoyándose en sus codos —así de simple.

—Viniendo de ella, no me sorprende— negó Alice con la cabeza, acomodada en el sofá del jardín, y con una mano acariciando su vientre. Los cuatro adultos charlaban en torno a la mesita baja del jardín, disfrutando de un tentempié y mirando de reojo a la piscina, dónde las niñas estaban disfrutando de un baño. Amy, finalmente, se relajó cuando llegó el matrimonio Whitlock con su hija y amiga, y estaba pasándoselo muy bien.

—No entiendo su actitud— seguía murmurando Jasper —y más, con la noticia que os han dado los médicos.

—A mí, no— le contradijo su mujer, tomando su taza y dando un sorbo a su infusión —nunca le ha preocupado otra cosa que no fuera su ombligo.

—En eso tienes razón— contestó el cantante, fumando tranquilamente —cómo les he dicho esta mañana a mis padres, estoy aliviado de que la niña vaya a estar con nosotros de manera permanente.

—Ya no es sólo que en casa no la haga caso; los controles, la medicación…— enumeró ahora Bella, sentada al lado de su jefa.

—No nos fiamos de ella— acabó la frase su novio.

—No me extraña— musitó Jasper. Cuando hablaron esta mañana con ellos, la noticia de la enfermedad de la niña les había dejado sin saber cómo reaccionar. Estaban sorprendidos, y preocupados.

—Que se vaya a Londres, y que lleve la vida que siempre quiso— se encogió de hombros Edward —Amy tiene mucha gente alrededor que se preocupa por ella, y que la quiere.

—Al menos, tendrá una estabilidad; y un hogar tranquilo y feliz— habló ahora Bella —serán meses complicados, y muy ajetreados para nosotros.

—¿Estarás bien, para cantar?— Jasper miraba a su compañero y amigo con preocupación.

—En principio, sí— le dijo —si la situación no empeora— le explicó —quiero decir, es algo que va a estar ahí siempre.

—Amy tiene que ver, en parte, que la vida va a seguir prácticamente igual— habló ahora Bella —tiene asumido desde muy pequeña el trabajo de su padre, y que eso implica viajar.

—Le hemos explicado que ella se quedará con mis padres las semanas que estamos fuera; y el resto con nosotros. En cuanto les den las vacaciones, nos la llevaremos, a todos los viajes— le previno a Alice.

—Me lo imaginaba— afirmó Jasper —Akane vendrá a alguno, también. Depende de lo que se quiera separar de su nuevo hermanito— Bella asintió, sonriendo comprensiva.

—¿Creéis que lo llevará bien?— preguntó Alice —no lo digo por la enfermedad, sino por todo lo que ha ocurrido con su madre.

—Creo que, en parte, eso tenemos que demostrárselo— habló ahora Bella —como nos dijo la doctora Lewis, no se trata de cambiar las rutinas, sino de poder convivir con la diabetes, alterando la vida lo menos posible.

—Ella va a seguir rodeada de su familia, amigos, en su colegio…— enumeró el cantante —y va a ver que Bella y yo regresaremos a ella cada vez que terminemos una etapa del viaje. No es una enfermedad oncológica, ni nada que requiera una intervención, ni un tratamiento agresivo; y la vida tiene que seguir, por así decirlo. Eso nos aconsejaron.

—Aún así, mientras dan con el ajuste de insulina, es complicado. Y siempre está el riesgo de hiperglucemias, hipoglucemias…— les contó la castaña.

—Eso desde luego; hay que estar con mil ojos— le dio la razón Alice.

—¿No pregunta nada por su madre?— preguntó Jasper a Edward.

—Nada; ni siquiera quiere verla, ni se plantea ir a visitarla en el futuro; al menos, por ahora— le dijo —lo ha pasado muy mal estos últimos meses.

—Está todo muy reciente; necesita tiempo— continuó Bella.

—¿Tendrá un régimen de visitas?— indagó Alice.

—Cuándo Jenks reciba el documento, él y yo lo estudiaremos, y añadiremos las cláusulas que consideremos oportunas. Hay que tener en cuenta que no sólo me cede la custodia, sino también la patria potestad.

—¿Qué diferencia hay?— preguntó su compañero, con curiosidad —nunca he sabido exactamente lo que implica cada una.

—La patria potestad, o custodia legal, es el conjunto de deberes que los padres tienen para con los hijos mientras son menores; es decir, representación legal, toma de decisiones médicas, cambios de domicilio, decidir acerca de su educación, administrar bienes…— les explicó —la custodia en sí, es la convivencia y el cuidado diario de los hijos.

—Es decir, con quién vive— musitó Jasper.

—Eso es— afirmó Edward, apagando el cigarrillo en el cenicero —antes todo eso era compartido por Tanya y yo mismo. Se le explicó al juez lo inusual de nuestros trabajos, y no hubo ningún problema.

—Aún así, Edward dejará claro en el documento con quién se quedará la niña mientras él y yo trabajemos; y también constaré yo, como la pareja estable de Edward, porque conviviré con ella también— tomó ahora la palabra Bella —y en cuanto al régimen de visitas, el juez puede establecerlo, si los padres no llegan a un punto de acuerdo.

—Viviendo ella en Londres, durante el curso escolar será complicado; pero con el tiempo, y cuando Amy esté más tranquila y quiera verla, ella podrá ir a visitarla en vacaciones, o cuando Tanya venga aquí… si viene— terminó de explicar, rodando los ojos —ya me espero cualquier cosa.

—También está su abuela materna; no la vamos a privar de que vea a la niña— Edward asintió a la frase de su novia.

—Maggie es una mujer encantadora— afirmó Alice con la cabeza —desde que enviudó, está muy sola.

—Sé que quizá, es muy mayor para comprender todo lo que conlleva la diabetes de Amy— musitó el cantante —pero tanto Bella o yo, incluso mis padres, pueden acercarla a dónde sea, y que pase tiempo con ella. O si hay alguna celebración en su familia y quieren que la niña vaya… lo que sea.

—Vaya, vaya…— canturreó la pequeña duende, mirando a Bella con una sonrisa cómplice— bienvenida al club, mamá…

—Mami— corrigió Bella, sonriendo —Tanya siempre será mamá, y yo seré mami— le explicó —ella así lo ha querido.

—Te lo has ganado, y con creces— asintió Jasper.

—¿Qué dicen tus padres, has hablado con ellos?— preguntó Alice.

—Están muy sorprendidos, y preocupados— les contó, ya que también les había puesto al corriente —aparte de la charla que me dio mi madre, con sus mil y un consejos sobre la maternidad— les relató —en cuanto a Amy, ella se los ganó en las vacaciones. Está deseando que llegue el verano, para ir al pescar con el abuelito Charlie— el resto rio suavemente —el conocer a la niña, creo que fue un revulsivo para ellos, después de todo lo que hemos pasado— el matrimonio asintió, comprensivo.

—Ahora sí que sois, casi de manera oficial, la familia Cullen Swan— exclamó Jasper, bromeando. Pudo atisbar una sonrisa en la cara de su compañero.

Justo en ese momento, las niñas se acercaron a ellos, cubiertas con las toallas y chorreando agua. Bella observó que Amy se había puesto un bañador de cuerpo entero, como si quisiera tapar el medidor de glucosa.

—Mami, tenemos hambre— le dijo, acercándose a ella. El cantante miró la hora en su móvil.

—Hora de la merienda— confirmó —tenemos que llevar franjas de horarios más o menos estables, porque cada vez que come, hay que pincharle insulina— les explicó, en voz baja. Alice y Jasper asintieron, y observaron cómo el cobrizo pasaba el móvil por delante de Amy, a la altura de su abdomen —232, igual que esta mañana— le dijo.

—¿Qué es eso?— Akane puso una mueca de interrogante en su cara.

—Es un medidor de glucosa— le dijo la propia Amy, mordiéndose el labio inferior, y mirando a Bella, que le dio una sonrisa de ánimo; se bajó el bañador, quedando a la vista el sensor.

—¿Y para qué es eso?

—Akane— llamó su padre la atención —creo que Amy tiene que contarte una cosa— le previno, para que escuchara. La niña esperó, mientras esperaba una explicación.

—Tengo una enfermedad, se llama diabetes— los ojos color avellana de Akane se abrieron, debido a la sorpresa —significa que tengo mucho azúcar en mi sangre, porque no tengo una… ¿cómo se llama, mami?— se giró hacia Bella, ya que el cantante había ido a buscar la medicación.

—Hormona— le aclaró.

—Eso— afirmó con la cabeza —no tengo una hormona que se llama insulina, y que necesito— se explicó, lo mejor que pudo.

—¿Y eso, cómo se cura?— los ojos de Akane volaron hacia su padre, que la acercó a él, para secarle un poco con la toalla.

—Hija, Amy lo va a tener siempre— le reveló —pero controlando lo que come, y con medicación, ella va a estar bien.

—No puedo comer cosas que lleven azúcar— protestó, con una mueca.

—¿Ni chuches, ni helados?— exclamó Akane, sorprendida.

—No— le confirmó —aunque los médicos nos dijeron que ahora hay muchas de esas cosas sin azúcar.

—Eso es— afirmó Alice, con una sonrisa —tendremos que probarlas, todos— le guiñó un ojo, de manera cómplice.

—¿Y tomas ese jarabe rosa, que nos dan cuándo estamos enfermos?— Amy permaneció en silencio, a la vez que se sentaba en las rodillas de Bella, por lo que Jasper tomó de nuevo la palabra.

—No, hija; lo que Amy tiene que tomar… tienen que ponerle inyecciones— una mueca miedosa se dibujó en el rostro de la niña.

—¿Todos los días?

—Sí, hija— le confirmó. Justo en ese momento, apareció Edward; Amy giró la cara hacia otro lado; Bella la abrazó contra ella, ya que no llevaba bien el tema de los pinchazos, y se ponía muy nerviosa.

—Akane, ven— la animó la castaña; la niña se acercó a su amiga, tomándole la mano, gesto que sorprendió a los adultos allí presentes —háblale— la animó en voz baja —le ayuda a distraerse.

—¿Sabes que Laura Gills hoy ha llevado su teléfono móvil a clase?— la cara de Amy giró como un resorte, enfocando a su amiga.

—¿Sus padres le dejan llevarlo a clase?— preguntó, alucinada.

—Eso parece; hoy se lo ha estado enseñando a Beth y Sally.

—Qué suerte— rezongó, con una graciosa mueca.

—Sois muy pequeñas para eso— negó el cantante, poniéndole la inyección; su pequeña le miró, ya que le había cogido de sorpresa; pero al menos, las lágrimas ya no aparecían —y creo que ya tuvimos esta conversación, señorita— le recordó a su hija.

—Nosotros hace dos días— rodó los ojos Jasper —¿a quién se le ocurre, comprarle un teléfono a una niña de diez años?

—¿Ya está?— le preguntó Amy a su padre —casi no me he enterado.

—¿Ves que bien?— la animó su padre —ahora a merendar; luego podéis daros otro baño— les sugirió a las niñas.

—Y mientras merendáis en la cocina— Alice sacó unos bocetos —nos vamos a sentar las cuatro, para que veáis los posibles modelos de vestidos.

—¿Para qué?— frunció el ceño Akane.

—El tío Emmett y la tía Rose se casan en dos meses. Junto con tus hermanos, sois el cortejo— les explicó; las niñas se miraron asombradas, y tardaron medio segundo en ponerse a dar grititos de emoción, y pequeños saltitos.

—¡Yo quiero un vestido largo, de princesa!— empezó a exclamar Akane.

—Yo quiero llevar el pelo suelto, con una corona de flores— dijo Amy. Sin dejar de hablar entre ellas, se adentraron en el interior de la casa, seguidas de cerca por una paciente Alice. Bella se giró, encarando a Edward, que todavía permanecía de pie, y a Jasper.

—Creo que la negociación va a ser complicada— disimuló una sonrisa, aunque sin mucho éxito. El cantante le dio la razón a su compañero, asintiendo con la cabeza.

—Os dejamos opinar— les ofreció Bella, con una sonrisa divertida

—Eso es cosa tuya… mami— susurró el cantante en voz baja, dejando un pequeño beso en su boca. Cogiendo con cuidado la jeringuilla, se adentró en la cocina, dejando a los chicos a solas. Jasper palmeó el hombro de Edward, una vez estuvo sentado a su lado.

—¿Es duro, verdad?— aludió al momento en el que le puso la inyección, ya que se había dado cuenta del semblante triste del cantante.

—Mucho— le confirmó; pasándose una mano por el pelo, resolviéndolo.

—Estamos con vosotros, el grupo entero— le recordó.

Edward agradeció las palabras de su amigo, devolviéndole el apretón en el hombro, y enfrascándose en una conversación acerca de temas de trabajo.

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El fin de semana pasó tranquilo para la pequeña familia. La visita de Akane le hizo mucho bien a Amy, cosa que agradecieron para sus adentros el cantante y su calabacita. Pasaron el sábado y el domingo tranquilos, saliendo sólo a dar paseos a Báxter por las mañanas, y por las tardes, adueñándose del sofá, y empezando con el Señor de los Anillos.

Bella y Amy no pudieron contener la carcajada cuando vieron que el cantante, a los tres cuartos de hora de empezar la película, ya roncaba ligeramente en el sofá. Definitivamente, Bella no iba a conseguir enganchar a su novio a la trilogía… ni a la pequeña tampoco, porque le dijo que le parecía aburrida.

El lunes pasaron una buena parte de la mañana en la consulta. Sául les dio una clase magistral acerca del funcionamiento de la bomba de insulina, y de cómo recargar los cartuchos con la hormona, cambiarle las baterías y de colocar la cánula con el catéter, y vieron que era prácticamente el mismo sistema que con el medidor. Para la pequeña fue un alivio, ya que había pasado un fin de semana inquieto, y nerviosa, debido a los continuos pinchazos. Una vez que, junto con la doctora Walker, programaron las cantidades de dosis basales y los bolos de acción rápida, la bomba quedó perfectamente conectada al abdomen de la niña, al lado opuesto al medidor de glucosa.

Esta vez, todos tuvieron que practicar con un maniquí de pruebas que tenían allí, para asegurarse de colocar bien la cánula y comprobar que el catéter no se doblaba por ningún sitio o que hacía burbujas, ya que eso impediría el suministro de insulina. Carlisle, Esme y Carmen estaban asombrados de que la niña pudiera librarse de los pinchazos continuos, y alabaron el pequeño aparato, similar a un teléfono móvil.

Por suerte para el cantante y su novia, hasta el jueves, día que volaban hacia Nueva York, no tenían ningún compromiso a la vista, por lo que apenas salieron de la urbanización, más que para salir a pasear tranquilos. La niña, poco a poco, iba asimilando su nueva situación, y todos los cambios que empezaban a producirse en ella. La difusión continua de insulina hacía que, según que horas, se encontrara menos cansada de lo que se había acostumbrado a sentirse, y el realizar cinco comidas al día y respetar las franjas horarias hizo que esa ansia de comer a todas horas fuera desapareciendo poco a poco; y aunque la glucosa siguiera alta, los valores empezaron a descender, llegando un día, incluso, a bajar de 200.

Aunque les advirtieron que no debían emocionarse demasiado, ya que efectivamente, al día siguiente volvía a estar por encima, iban celebrado esos pequeños pasitos hacía delante. La introducción de la bomba supuso un alivio para la niña, ya que pasaba muchos días sin que tuvieran que pincharle, por lo que pudo relajarse.

El jueves a la mañana, la pequeña fue recibida en el aeropuerto por todo el grupo, que se deshizo en abrazos y palabras de ánimo hacia ella. La pequeña incluso, se subió la camiseta, enseñándoles el cinturón azul que llevaba, en el que iba la bomba colocada. Fue la propia Amy la que les enseñó, más o menos, el funcionamiento, ante la atenta mirada de Edward y Bella y de sus abuelos.

La visita a Nueva York, aunque fue rápida, y sin apenas tiempo para nada, más que para dar un pequeño paseo por Central Park, pasó sin contratiempo alguno, y alterada en menor medida por la aparición estelar, en ciertos momentos, de la prensa. La entrevista en la emisora de radio pasó sin novedad alguna, y enseguida llegó el momento de tomar de nuevo un avión, poniendo rumbo hacia Chicago, dónde ya les esperaban Demetri y Rosalie.

Llegaron el viernes al mediodía, y en el aeropuerto se organizó un tremendo revuelo. Nada más pusieron un pie en la terminal, ya que llegaron en un vuelo comercial, las cámaras de fotografía y televisión por poco los engullen, haciendo que fuera imposible casi, responder a los periodistas. Bella y Edward, agarrados fuertemente de la mano, seguidos de Esme y Carlisle con Amy en medio de ellos, tardaron lo que pareció un siglo en recorrer la escasa distancia hasta dónde les estaban esperando los coches. Por suerte para todos, no hubo incidentes de ningún tipo, y la pequeña no sufrió daño alguno, ni se agobió.

Después de comer, los chicos y Esme y Carlisle se fueron a descansar un rato antes de empezar a prepararse. Tenían que estar listos para salir a las siete en punto de la tarde, ya que tenían prevista la llegada al inmenso salón de convenciones del hotel Waldorf Astoria a las siete y media.

La niña, curiosa cómo la que más, quiso quedarse al lado de Bella durante toda la tarde, para ver qué le hacían en el pelo y cómo la maquillaban. Tres de las cuatro chicas de los Slave Heart, como Demetri las había apodado de manera graciosa, esperaban a que el hermano de la modelo apareciera, con el equipo de maquillaje y peluquería que había contratado para la ocasión. Alice había ido a tumbarse un rato, y la llamarían cuando llegaran los estilistas.

—¿Creéis que tardarán mucho?— les preguntó Nessie, acomodada en el sofá del salón que conectaban las suites, cómo siempre solían reservar.

—Espero que no— contestó Bella, con Amy acurrucada a su lado, enfrascada en un juego de su Nintendo Switch; la niña apenas se separaba de ella y de Edward, más que en Nueva York, que se fue de compras con Esme y Carlisle por los alrededores de la emisora dónde dieron la entrevista.

—Son las tres y media de la tarde— les sacó de dudas Rosalie —vienen tres peluqueros y dos maquilladores, aparte de dos chicas para la manicura— les contó— hasta las cuatro, vamos bastante bien de tiempo.

—¿Puedo pintarme las uñas yo también?— saltó Amy, cosa que hizo reír a Nessie y Rose.

—Depende qué color— negó Bella, sonriendo —y antes de volver al colegio, tienes que prometerme que la abuela te lo quitará— le advirtió.

—Prometido, mami— juró, de forma solemne, para luego volver a su juego. Bella acarició con cuidado su largo pelo, recogido en una coleta alta, cuando sintió un sonido en su móvil. Tanto la pareja, como Esme y Carlisle y Carmen, llevaban a partir de ahora la aplicación de la bomba en el teléfono, por lo que aparte de proporcionarles la medición de glucosa, les informaba tanto de bajadas como de subidas, y de la acción correctiva de la bomba para las dosis basales. Los dispositivos se conectaban cuando estaban cerca de forma automática, por medio de bluetooth.

—¿Le ocurre algo?— Rose se acercó a Bella, mirando el aparato.

—La glucosa estaba más alta de lo normal, por lo que el aparato acaba de ajustarle la dosis basal, proporcionándole una extra— le explicó, señalándole los parámetros y las cantidades que se reflejaban —en unos minutos, bajará.

—No se oye nada cuando dispensa la insulina— habló ahora Nessie —pensaba que se escucharía algún click, o algo así.

—Es completamente silenciosa— le sacó de dudas Bella —la bomba sólo pita cuándo hay algún fallo, o hay que cambiar la pila o recargar el reservorio de insulina. Y eso también lo podemos ver por la aplicación.

—Es increíble— siguió hablando Nessie —es decir, les mejora muchísimo la calidad de vida.

—Para los pacientes con diabetes tipo I, y que necesitan tantos pinchazos, desde luego. Sobre todo, para los niños— le dio la razón Bella, levantándole la camiseta y dejando que vieran el dispositivo, sacándolo del cinturón —con este botón, le administramos las dosis de bolo rápidas, para las comidas—les contó, a la vez que les mostraba el sensor y la cánula, cubiertos con esparadrapo azul.

—Cómo dijo Emmett, es un páncreas artificial, o se asemeja— murmuró Rose.

—Muy semejante. Lo único que les falta por implantar es que pueda suministrar los bolos de acción rápida de manera automática.

—¿Es siempre el mismo?

—Depende los carbohidratos que ingiera— les explicó —para almuerzos y meriendas la cantidad es menor, y debemos introducir los carbohidratos de cada comida de manera manual; y la bomba calcula la cantidad que necesita. Pero si no apretamos el botón, no lo suministra.

—¿Vosotros podéis modificar la cantidad?— preguntó Rose, tomando asiento al lado de la niña y poniendo sus piernas encima de su regazo; Amy seguía sin inmutarse, sumida en el videojuego.

—Las dosis tienen un máximo y un mínimo establecido; la bomba las regula, pero dentro de esos topes, incluso metiendo nosotros la cantidad de carbohidratos de las comidas— les explicó lo mejor que pudo —pero ese mínimo y ese máximo lo calcula y lo programa la unidad de diabetes del hospital, y lo establecen ellos; nosotros no podemos alterarlo. Por eso lleva un tiempo, hasta que se encuentra el ajuste para cada persona.

—O sea, que más o menos, están probando— tomó ahora la palabra la pelirroja.

—Algo así— les explicó, a la vez que encendía de nuevo la aplicación, y les mostraba las pantalla —¿veis?, hace diez minutos la glucosa estaba en 223; ahora, con la dosis extra que le ha suministrado, está en 197; eso es que ha funcionado.

—Todavía la tiene muy alta— observó la modelo.

—Es un progreso paulatino, los médicos no saben el tiempo que lleva con valores tan altos; pero si le bajan de repente, puede ser perjudicial para ella. y dado que, milagrosamente, no le ha dado ninguna hiperglucemia, es mejor hacerlo de forma pausada, dejando que su cuerpo se vaya acostumbrando. Llegará un día que serán como los nuestros.

—Todavía no puedo creerlo— negó Rosalie con la cabeza —y la otra, en su mundo fantástico de unicornios— siseó —dios da pan a quien no tiene hambre— ella, que anhelaba con todas sus fuerzas ser madre, tenía que recurrir a medios alternativos; y otras personas, como Tanya, desaprovechaban ese regalo que les daba la vida.

—Llegará un día el que se arrepentirá, y será tarde— añadió Nessie —no la conozco en persona— hablaban con cautela, sin dar nombres propios, pero la niña no prestaba mucha atención —pero por lo que he visto, tirando de hemeroteca, y por lo que habéis contado alguna vez Edward y tú…— negó con la cabeza.

—Eso creo yo también— suspiró Bella, mirando a su pequeña con una sonrisa —no se lo merece— susurró, en voz muy baja. Pero Rosalie y Nessie la escucharon perfectamente.

—Te tiene a ti— Rose la tomó de la mano, ya que los ojos de la castaña empezaban a cristalizarse levemente —y créeme, menos mal que estás aquí, tanto por ella como por...— dejó la frase inconclusa, aludiendo al cantante —te aseguro que se hubiera hundido, y más, conociendo su carácter— Nessie afirmó con un gesto de cabeza, de manera silenciosa.

—Lo sé— musitó, mirando a la niña —eso le dijo su padre.

Justo en ese momento, la puerta del salón se abrió, entrando Demetri, seguido de sus dos ayudantes, que portaban las fundas con los vestidos, y con Alice y el equipo de estilistas. Todas volvieron sus ojos hacia ellos.

—Chicas, tenemos mucho que hacer— exclamó, frotándose las manos —dos de vosotras, a manicura, y otras dos, a peluquería— les ordenó.

—¿Pueden pintarle las uñas a ella también?— le preguntó Bella a su particular estilista, ante la mirada expectante de la niña.

—Por supuesto; hay tres peluqueras; por lo tanto, cambio de planes— ordenó, dando los graciosas palmadas —Alice, Nessie y mi hermanita, a peluquería; Bella y la pequeña princesa, a pintarse las unas— exclamó, divertido, tomando a la niña de la mano, que se fue con él sonriendo.

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—Pues sí que tardan— masculló Emmett, luchando con el nudo de su pajarita, intentando no ahogarse.

—Así lo vas a deshacer— resopló Jasper, alisando la chaqueta negra de su esmoquin —y tu cuñado te ahorcará.

—Debería haber imitado a Edward y Sam, y llevar traje con corbata— seguía protestando.

—Te lo advertimos— se encogió de hombros el cantante; vestía un traje negro, de Armani, junto con una corbata color burdeos y una camisa blanca; recién duchado y afeitado, su pelo lucía sorprendente bien, aunque estuviera revuelto. Justo en ese momento, entraron sus padres con Amy. Su hija había estado casi toda la tarde con Bella y las chicas, observando lo que les hacían, hasta que Esme fue a buscarla, para darle la merienda.

—¡Papá!— la niña se acercó a él, dando saltitos —no te has puesto pajarita— protestó de forma graciosa, cruzando sus brazos.

—Es que no me gustan mucho— le explicó él, agachándose a su altura.

—Tampoco te has quitado los pendientes— le dijo, tocando uno con su pequeño dedo.

—Es que a mami le gustan— sonrió divertido.

—Ya tiene la excusa perfecta para no quitárselos— se carcajeó Sam, también con traje y corbata, al igual que él.

—¿Pero a que estoy bien?— se volvió a poner de pie, dejando que su pequeña le revisara de arriba abajo.

—Muy guapo— contestó.

—¿Y resto, qué?— se acercó Jake a ellos, pasándose un dedo por el cuello de su camisa —porquería de lazo— siseó hastiado; también llevaba esmoquin y pajarita, al igual que Jasper y Emmett.

—Estáis todos muy elegantes, tío Jake— masculló la pequeña —pero yo quiero ver los vestidos— les aclaró, impaciente.

Justo en ese momento se abrió una puerta, emergiendo en primer lugar Nessie, al lado de Rose. La boca del guitarrista se abrió, admirando las curvas que acentuaban ese vestido verde oliva que llevaba la publicista. Su largo pelo pelirrojo estaba suelto, y caía en una suave cascada por su hombro derecho, terminando en unos sutiles bucles. El maquillaje resaltaba sus ojos, y llevaba unas altísimas sandalias con plataforma, y un bolso de mano, en tonos dorados. Una pulsera era la única joya con la que se adornaba.

—Te van a entrar moscas— le dijo ella, suspirando con paciencia, ante las risas contenidas del resto.

—Me encanta— alabó Esme —con el efecto de la capa, pareces una actriz de la edad dorada de Hollywood.

—De eso se trataba— exclamó Demetri, entrando presuroso en la sala, siendo el único personaje masculino que llevaba un esmoquin con chaqueta blanca.

—Estás espectacular— habló ahora Jake, después de recorrer con sus ojos el cuerpo de Nessie; la pelirroja le pilló desprevenido, tomando la mano que le ofrecía. Edward sonrió, al igual que el resto, ya que era la primera vez que veían una muestra de cariño de pareja entre ellos. Y que por supuesto, no pasó desapercibida para Amy.

—Qué pasada de vestido— exclamó la niña, acercándose a ellos —¿eres la novia del tío Jake?

—Más o menos— se explicó Jake, de manera torpe —quiero decir… sólo hemos salido dos veces, y…— fue cortada por la propia Nessie.

—Sí; se podría decir que soy su novia— le aclaró a la pequeña guiñándole un ojo, para después volverse al guitarrista —creo que, para ella, la explicación es más fácil— le murmuró, rodando ligeramente los ojos.

—Absolutamente— habló ahora Rosalie, con un brazo de Emmett alrededor de su cintura. Llevaba el pelo recogido, dejando protagonismo al escote palabra de honor, recubierto con plumas, que la niña se acercó a tocar.

—Me gusta mucho esto— le dijo, señalando el escote —y los pendientes me encantan, tía Rose— aludió a los pendientes de rubíes que llevaba, algo grandes, y que combinaban a la perfección con el conjunto. Al igual que Nessie, llevaba complementos dorados, aunque los suyos eran zapatos de salón, altísimos.

—Gracias, cielo— se agachó, permitiendo que la niña la abrazara con suavidad.

—¿Y mi mujer y Bella?— la voz de Jasper hizo que Demetri se girara hacia él, que miró ansioso su caro reloj de muñeca.

—Aquí— les sacó de dudas su mujer, con su etéreo traje morado de gasa, que realzaba su vientre de embarazada, y con su melena perfectamente peinada y recta, sin las puntas disparadas.

—Preciosa— alabó su marido, acercándose a ella y tomándola de la mano.

Justo detrás de ella apareció la castaña; el corazón de Edward casi colapsa al enfocar su imagen, al igual que Amy, que la miraba con la boca abierta.

—Voilá— exclamó Demetri —está increíble.

—Ya lo creo— le dio la razón Carlisle, mirando en dirección a su hijo, que no podía apartar sus ojos de ella. Bella, con pequeños pasos, se acercó a su posición, muerta de la vergüenza, y mordiéndose el labio inferior.

—Estás muy guapa, mami— la niña la abrazó por la cintura, gesto que ella devolvió, acariciándole los hombros.

—Gracias, cielo— agradeció sus palabras

—Me encanta el vestido; pareces una princesa— murmuraba la niña, dando vueltas a su alrededor. Los ojos de Bella se volvieron, para enforcar, por fin, a su novio, impresionada, cómo siempre que le veía con traje.

Edward estudiaba con detenimiento el fabuloso vestido que había elegido; discreto y a la par, elegante y sofisticado, aunque no fuera con escote y llevara manga larga. Le quedaba como un guante, y resaltaba su cintura de forma increíble. Y el color contrastaba de maravilla con su pálida piel.

Pero la atención del cobrizo estaba enfocada en su rostro en forma de corazón, y en el sutil y discreto maquillaje que llevaba, del cual solo resaltaban los ojos, y el bonito moño bajo, tipo bailarina de ballet, que llevaba, con algunos mechones sueltos, haciendo que el vestido luciera en todo su esplendor; cómo joyas, llevaba unos pequeños pendientes de diamantes, en forma de lágrima, préstamo de una conocida marca de joyería de lujo.

—Eddie se ha quedado mudo— exclamó Emmett, mirando a su compañero con una mueca burlona; el mote hizo que la mirada verde del cantante girara en su dirección.

—¿Verdad que está guapa?— preguntó Demetri, acercándose a la pareja y a la niña.

—Está preciosa— logró susurrar, mirándola embelesado, a la vez que tomó su mano, haciendo que girara lentamente.

—Gracias— sonrió su novia, muerta de vergüenza —es la primera vez que me pongo un traje de noche— le confesó, con timidez.

—Pues espero que no sea la última— murmuró de vuelta.

—Estás guapísima, hija— se acercó Esme a la pareja.

—Gracias— contestó, con una pequeña sonrisa.

—Chicos, tenemos que empezar a bajar— tomó la palabra Alice, rompiendo la burbuja —los coches ya esperan.

El grupo entero se adelantó, dejando a Edward y Bella a solas, despidiéndose de la niña y de sus abuelos.

—Te veremos mañana por la mañana— Bella la abrazó, dejando un pequeño beso en su mejilla, gesto que fue imitado por Edward —pórtate bien con los abuelos.

—¿Mañana me contaréis cosas de la fiesta?— indagó curiosa Amy.

—Mañana mami nos pondrá al corriente de todo— le aseguró su abuela, tomándole de la mano.

—Si algo ocurre, escribidnos o llamadnos cuanto antes— les pidió el cantante —tanto Bella como yo estaremos pendientes de los teléfonos.

—Marchaos tranquilos— les tranquilizó Carlisle.

—Y disfrutad un poco esta noche— añadió Esme —lleváis unos días agotadores.

—Os vendrá bien distraeros unas horas— terminó el padre del cantante. Al cabo de unos minutos, Amy y sus abuelos se dirigieron hacia la suite del matrimonio, para prepararse y bajar a cenar al restaurante del hotel. La pareja se quedó a solas, mientras Bella se aseguraba de llevar su teléfono en el bolso de mano que portaba.

—Estás increíble— la voz de Edward hizo que de nuevo girara su vista.

—Espero que dentro de unos días, no encuentre mi nombre en un ránking de mejor o peor vestidas, en una revista— bromeó ella, acercándose a él —también estás muy guapo— le piropeó, con una risa nerviosa —aunque al final no hayas transigido con el tema pajarita.

—Para eso, se tiene que caer el mundo— bromeó el cobrizo, posando las manos en su cintura —¿preparada para bailar conmigo toda la noche?

—Más o menos— suspiró —menos mal que Demetri está en todo, y lleva zapatos planos para que luego me pueda cambiar —¿vas a cantar "Bed of roses"?

—Tengo que hacerlo— le aclaró —y en parte, me fastidia, porque si estoy en el escenario, no podré bailarla contigo— aludió a su canción.

—Eso es cierto— suspiró ella —tendrás que encontrar una fórmula, para poder cantármela y bailar a la vez, en un futuro.

—Eso es cosa mía; encontraré el modo— refutó, con una sonrisa —pero luego voy a disfrutar de ti toda la noche; no vas a abandonar mis brazos— le advirtió, acariciando con delicadeza su cintura.

—Tampoco quiero hacerlo— contestó ella en voz muy baja, alzando su cabeza y agarrando su nuca, atrayéndole hacia sus labios, gesto que fue entendido por su novio, fundiéndose ambos en un beso.

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El trayecto hasta el Waldorf Astoria fue corto, y los nervios de Bella empezaron a agitar su estómago incluso antes de que el coche parara, a la entrada. Iban acompañados de Sam, y tanto él cómo su novio la intentaron tranquilizar, recordándole la lección acerca del photocall que le habían dado Alice y Nessie por la mañana. Rezaba para sus adentros que fuese igual que cuando posaron en los Grammy.

Una vez bajaron del coche Sam y el cantante, tomó la mano que Edward le ofrecía; la noche ya se había cernido sobre la ciudad, fría y con el característico viento que solía soplar en Chicago. Nada más poner un pie en la alfombra, ráfagas de flashes y el sonido de las cámaras de fotos los recibieron, aparte de los gritos de la gente de a pie, arremolinados en torno a los cordones de seguridad.

—Tranquila— su mano permanecía agarrada fuertemente a la de su novio, y flanqueada por Sam al otro lado, accedieron al enorme hall del hotel, decorado con centros de flores blancas, e iluminado por cientos de luces. Allí se había montado el photocall, en un elegante azul marino, con el nombre del Instituto de Música de Chicago en elegantes letras doradas. El resto del grupo ya esperaba su turno para posar, por lo que se unieron a ellos.

—Hay mucha gente este año— les dijo Alice a las chicas, a la vez que el grupo se adelantaba, y posaban pacientemente para las fotos. Justo en ese momento, Demetri se unió a ellas.

—Las actuaciones este año son muy atractivas— les informó el joven estilista —los chicos, Ed Sheeran, Lana del Rey…— enumeró —y luego, DJ para mover el esqueleto— se frotó las manos.

—Me extraña que no sepas al dedillo la lista de invitados— musitó Rosalie, mirando a su hermano con paciencia.

—Sólo sé que Ryan Reynolds no ha venido— exclamó, fastidiado.

—Tú y tu obsesión por todo hombre que se llame Ryan— masculló la modelo, a la vez que Alice rodaba los ojos.

—Mira— habló ahora Bella, señalándole con la cabeza —ahí está Matt Bomer— la cabeza de Demetri giró rauda, comiéndose al actor con los ojos.

—Acompañado de su esposo— terminó la frase Alice, conteniendo una risa. En ese momento se acercaron los chicos y Nessie, que como siempre, dirigía la situación.

—Sam, Jake; vuestro turno— llamó su atención. Jake y ella misma preferían no posar juntos, al menos, de momento —después Alice y Jasper; Rosalie y Emmett, y cerráis vosotros— se dirigió al cantante y a su novia —Edward; ahí están Irina y Laurent— le señaló a los periodistas, en una hilera, con el resto de prensa acreditada —deberías parar al menos, con ellos— le indicó —los chicos se encargarán del resto de la prensa; creo que para Bells será mejor con ellos— aludió a la castaña, que miraba seria a los reporteros.

—Está bien— asintió con la cabeza —¿estás cómoda con eso?— llamó la atención de su calabacita, tomándola de la cintura, aunque Bella había prestado atención.

—Lo que vosotros consideréis que es mejor— les respondió; suspiró para sus adentros… nunca se acostumbraría del todo a este trajín. El cantante vio su cara pensativa, y con cuidado dejó un pequeño beso en su frente.

—Sé que es complicado para ti, cariño— susurró en voz baja —y más después de lo que ocurrió; seré yo quien conteste, en su mayoría. Sólo sonríe, para que vean lo preciosa que estás— la castaña agradeció sus palabras, apoyándose contra él.

—No habrá preguntas incómodas, te lo aseguro— la intentó reconfortar la pelirroja —ni pueden traspasar el cordón de seguridad— le recordó.

—Lo sé— afirmó lentamente con la cabeza; aunque su mente no dejaba de recrear el día del altercado, se intentaba dar valor para sí misma, en silencio. Después de la pareja de primos, posaron Alice y Jasper, seguidos de Emmett y Rose. Por fin, les llegó el turno.

—¡Edward, Bella!— gritó un periodista.

—¡Mirad a la cámara, por favor!— una vez se posicionaron, el cantante la tomó de nuevo por la cintura, acercándola él.

—Tranquila, calabacita; sonríe— murmuró en su oído. Bella lo hizo, esbozando una tímida sonrisa.

—¡Así, perfecto!— gritó uno de los fotógrafos.

—¡Ponte un poco girada, para que se pueda apreciar la cola del vestido!— pidió otra chica, con la cámara en la mano. Raudo y veloz, Demetri apareció de la nada, ayudándola con la mínima cola —¡perfecto!

Después de unos tres minutos, por fin, Nessie les indicó que podían avanzar. Bella suspiró aliviada, y sintiendo la mano de su novio agarrar la suya, ambos se encaminaron hacia la pareja de periodistas, que ya les esperaban con una sonrisa.

—Buenas noches Edward, Bella— saludó Laurent —gracias por atendernos— el foco que estaba detrás del cámara de televisión hacía que la pedrería del vestido de Bella brillara por cada esquina —¿cómo estáis?

—Muy bien, encantados de estar aquí, y de poder contribuir por una buena causa— contestó, por una vez, sin ese tono seco y tenso.

—¿Preparados para afrontar el segundo tramo de la gira?— preguntó ahora Irina.

—En una semana volvemos al trabajo— le confirmó, con una pequeña sonrisa.

—¿Cómo estás, Bella?— de nuevo preguntó Laurent; acercándole el micro, aunque mantuvo una distancia prudencial, y dándole una pequeña sonrisa de ánimo.

—Muy bien, encantada de estar aquí esta noche, también— el cantante sonrió, orgulloso de ella, y del aplomo que demostraba con todo esto. Sintió que ella entrelazaba sus dedos con los suyos.

—Estás fantástica— alabó Irina —¿nos puedes decir el diseñador del vestido?

Jenny Packham— le aclaró.

—Muy royal— le guiñó un ojo Laurent —espectacular.

—Muchas gracias— contestó de vuelta, con las mejillas sonrosadas. Edward se dio cuenta de que Nessie les hacía un gesto con la mano.

—Tenemos que entrar— les dijo a los periodistas —gracias, chicos.

—A vosotros, por dedicarnos un momento— se despidió Irina.

La pareja de periodistas se despidió de ellos, para alivio de ambos. Se acercaron a donde el resto del grupo ya esperaba, preparados para entrar al comedor, pero llamaron la atención del cantante, que se acercó a saludar a un conocido productor musical y a la que debía ser su esposa. Bella se quedó con Demetri y Rosalie, regazados un poco del resto.

—Ha ido muy bien— la animó la modelo.

—Eso parece— contestó Bella, que echó una mirada rápida a su teléfono; vio que el resto del grupo entraba al comedor, pero ellas se quedaron a esperar a sus respectivas parejas, ya que el batería también estaba charlando con alguien. Por suerte, todo el grupo y el estilista estaba en la misma mesa, sin más compañía,

—Esto es impresionante— alabó Bella, mirando la exquisita decoración de flores y luces, y vislumbrando a lo lejos las elegantes mesas redondas.

—Hay que admitir que este tipo de saraos son lo más— exclamó Demetri, jovial —aquí sí que hay que sacar la elegancia a la enésima potencia— los tres charlaban animados, cuando una voz aguda y chirriante penetró por sus oídos.

—Pero si es la gran Rosalie Lilian Hale— Bella rodó los ojos, a la vez que se giraban y veían como Gianna Sommers se acercaba a ellos, sonriendo con suficiencia —¿cómo van los preparativos de la boda?

—¿Pero qué lleva puesto?— se preguntó Demetri en voz baja, llevándose una mano a su frente, de manera cómica.

—Qué sorpresa encontrarte aquí, Gianna— habló Rosalie, envarándose —me sorprende que, a este tipo de actos, dejen entrar a cualquiera— canturreó, de manera inocente, y sin molestarse en contestar a esa alusión a la entrevista de Emily.

—Es lo que tiene; te podrías aplicar el cuento— refutó, pagada de sí misma —¡Bella!— exclamó, con fingido entusiasmo —¿cómo tienes la cara, después del tortazo?— sonrió maliciosa —¿te hiciste mucho daño?

—¿Cómo puedes ser tan zorra?— siseó la modelo, pero Bella le hizo un gesto con la mano.

—Pues estoy muy bien— contestó, tranquilamente —muy recuperada— sonrió de manera angelical.

—Quién te ha visto y quién te ve— exclamó Gianna, con ligera teatralidad —bonito vestido, aunque vayas tapada como una monja.

—Cuando hay clase, no hace falta enseñar, sino saber lucir— ahora el que habló fue Demetri —interesante modelo, querida.

—Es lo que tiene vestir de Armani Haute Couture— replicó —pasando su mano por la falda negra que llevaban, junto con un imposible corpiño también negro, con mucha pedrería, y guantes negros hasta los codos.

—¿Armani Haute Couture?— enarcó las cejas Demetri —no creo, querida— sonrió, malicioso. Rose y Bella aguataban la carcajada.

—¿Por qué dices eso?— arrugó el ceño Gianna.

—Porque Armani no trabaja en poliéster— negó con la cabeza —aunque admito que la imitación es fantástica— se encogió de hombros. El rostro de la interpelada se puso rojo, como la grana.

—Pobrecita— musitó Bella, sonriendo.

—No te burles tanto, querida Bella— se dirigió a ella, taladrándola con la mirada —deberías vigilar a tu novio— señaló a Edward, que estaba hablando con una mujer de mediana edad.

—La vicepresidenta del Instituto— le sacó de dudas Emmett, que se había acercado a ellos —¿entramos, Rosie?— la pareja se alejó unos pasos. Justo en ese momento el cantante rodeó la cintura de su novia.

—¿Todo bien, cariño?— la mirada de Gianna tornó a una rabiosa, al ver la forma con la que el cantante agarraba a su chica.

—Todo estupendo— sonrió ella —saludando a viejas amigas —¿entramos?

—Por supuesto— Edward ni siquiera saludó a la tediosa modelo; pero antes de que pudieran alejarse, de nuevo la voz Gianna hizo que frenaran en seco.

—Llámame, Edward— saltó, de forma maliciosa —cuándo te canses de fingir ser el perfecto novio que eres— los ojos del cobrizo emanaban furia, pero la castaña se adelantó a responder.

—Para mí, es el novio perfecto— se encogió de hombros, de forma despreocupada.

—¿Nunca te has preguntado qué hace mientras está desaparecido en combate? —la pareja la miraba, sin entender nada —mientras tú estás en tu agujero de apartamento, y él en su casa, haciendo lo que sea… o con quién sea— canturreó, maliciosa. Los ojos verdes de Edward rodaron hastiados, pero Gianna no sabía que su calabacita y él convivían bajo el mismo techo, por lo que la situación se tornaba muy divertida… aunque no pudo evitar replicar ante esa provocación.

—Eres una furcia barata— masculló, con sus ojos verdes emanando dagas de furia, pero Bella apoyó una mano en su pecho, instándole a que se tranquilizara.

—Seré una furcia… pero te encantaba lo que te hacía en la cama— fue a pasar un dedo por su pecho, pero Edward retrocedió, al igual que su novia, ya que iban de la mano —aunque cuándo necesites ayuda con ciertos menesteres, siempre podrías llamarme— la castaña miró de reojo a su novio, ya que la vena del cuello le iba a explotar, y decidió intervenir.

—No tienes que molestarte, Gianna— le guiñó un ojo, de forma cómica —de eso de encargo yo; y te aseguro que está muy satisfecho— Demetri no pudo evitar la carcajada: Edward se quedó un segundo estupefacto, pero apenas podía disimular la sonrisa maliciosa que asomó en su cara —aunque… ya que estás tan parlanchina, quizá puedas explicarnos cómo sabes que vivía en un agujero de apartamento— la mente de Edward empezó a atar cabos, y su cabeza giró como un resorte hacia la modelo… ¿y si esa zorra tenía algo que ver con el incidente de su calabacita y los periodistas?

—Yo sol… sólo lo suponía, por la zona que mostraban las imágenes— se excusó, de manera apresurada.

—Es curioso, dado que justo enfrente hay un bloque de apartamentos nuevos— seguía hablando la castaña —puede que la policía necesite tener una charla contigo.

—Y te refresco, para esa memoria tuya de pez— ahora el que habló fue el cantante, con el archiconocido tono divo en todo su esplendor —que hay una denuncia de por medio, acerca de ese asunto —la cara de Gianna estaba roja como la grana, casi tonándose de un raro morado, a la vez que la pareja se miraba satisfecha, y se alejaba lentamente.

—Supéralo, querida— añadió Demetri, alejándose con un gracioso movimiento de cadera —Armani…— negó cómicamente con la cabeza, llevándose una mano al pecho.

—¿Estás bien?— le preguntó el cantante a su novia, mirándola inquieto. Por suerte, debido al jaleo de gente, nadie había prestado atención a la rocambolesca conversación.

—Muy bien, y muy tranquila— se encogió de hombros —sobre todo, cuándo preguntan dónde hemos estado metidos, y resulta que ambos— recalcó la palabra —estábamos tan tranquilos, en nuestra casa— le guiñó un ojo.

—Muy cierto— rio entre dientes, dejando un beso en su mejilla —mi calabacita mordaz y deslenguada ha resurgido, en todo su esplendor.

—A veces es necesario, al igual que tu lado divo; vamos a tener que patentarlo— Edward no pudo evitar una carcajada.

—Concuerdo con eso— le dio la razón —y no tienes que dejar que nadie te humille, nunca— le recordó, ya poniéndose serio —eres mil veces más mujer que ella, y que muchas otras personas. Y pondré en alerta a Jenks, que indague ese comentario misterioso acerca de tu apartamento. Si ha sido ella la del chivatazo, se puede ir preparando.

—Lo sé— asintió suavemente, con la cabeza —¿sabes?; recuerdo una frase que Alice me dijo al principio de nuestra relación; habladurías y chismes siempre habrá; pero sólo tú yo sabemos la verdad.

—Exacto— contestó rotundo, el cantante —y no le importa a nadie, más que a nosotros.

—Tú y yo— musitó ella, con una pequeña sonrisa, mientras Edward miraba su teléfono —¿todo bien?

—Sin mensajes de mis padres— le mostró el móvil.

—Mejor— respiró aliviada —vamos a sentarnos, se estarán preguntando dónde estamos.

—Puede que Jake haya empezado ya a cenar— rodó los ojos, ante la risa de su novia, dejando que el cantante la guiara a su mesa.

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Dejado atrás el incómodo, y a la vez cómico encontronazo con Gianna, que el propio estilista relató en petit comité a toda la banda, la cena transcurrió divertida, a la par que deliciosa. El exclusivo menú degustación, compuesto por cinco platos más el postre, hizo las delicias de todos, aunque los chicos se quejaron por el tamaño de las raciones, aludiendo que luego tendrían que recenar algo.

Una vez terminaron el postre, y con los cafés en la mesa, la subasta empezó. Estaban en juego diez becas íntegras, más otras subvenciones para distintos posgrados y másteres en artes escénicas. Los chicos se animaron de lo lindo, pujando por varias de ellas, hasta conseguir alzarse con una. Su beca había alcanzado un valor de veinticinco mil dólares, que todos pagarían a partes iguales. Durante ese rato, y mientras se empezaba a ver ajetreo alrededor del escenario, señal de que las actuaciones iban a empezar, Bella tuvo la oportunidad de conocer, de la mano de su novio, a muchos compañeros de profesión y del mundillo de la música.

Charló unos minutos con la mismísima Lana del Rey, que también actuaba; estrechó la mano de Ed Sheeran y de Bono, líder del grupo irlandés U2, que acudió con su esposa, y fue presentada a varios productores y peces gordos de la industria. La pista de baile fue enfocada en todo su esplendor, rodeada de guirnaldas de flores blancas, que colgaban de manera increíble del techo, y se encendieron cientos de velas.

Con el presentador James Corden al frente, Bella y las chicas fijaron la vista en el escenario, mientras los chicos se preparaban para la actuación; después de Lana de Rey y de Blake Shelton, famoso cantante country, llegó el turno de los chicos.

—Y ahora, vamos a ponernos románticos— exclamó el presentador, con una mirada soñadora —llega uno de los grupos de rock del momento; su canción "Bed of roses" está arrasando en las listas de todo el mundo— la gente vitoreó y aplaudió —con ustedes, los flamantes triunfadores de los premios Grammy… ¡Slave Heart!

Las notas del piano empezaron a flotar en la sala, mientras que muchas parejas se animaban a salir a la pista de baile; la sonrisa de Bella estaba permanentemente tatuada en su cara, emocionada mientras escuchaba su canción, a la vez que los ojos de su chico la enfocaban muchas veces, ya que su mesa estaba muy cerca del escenario.

—Te estás emocionando— le susurró Rose, sentada a su lado y pasándole un pañuelo de papel.

—Cómo para no— habló ahora Nessie, con los codos apoyados encima de la mesa, y siguiendo los movimientos de Jake. Una vez terminó la actuación del grupo, los chicos se reunieron con ellas, ya más relajados y con las corbatas y pajaritas fuera de sus cuellos.

—¿Y bien?— Edward se acercó a su chica, sonriendo —¿qué te ha parecido?

—No la había escuchado en directo desde el día de la grabación, en el estudio— le recordó —se me pone la piel de gallina, pensando cómo sonará en directo, en los conciertos.

—Ya lo verás— le guiñó un ojo el cantante, atrayéndola a sus brazos —¿todo bien?— Bella afirmó con la cabeza, tendiéndole su teléfono móvil, que ella había custodiado toda la actuación.

—Me ha escrito tu madre; le han dispensado la insulina rápida, y ha cenado muy bien; hace un rato que ya está dormida— le informó. Su novio suspiró tranquilo, besando su frente.

—Y ahora, a disfrutar y a bailar— llamó su atención el batería, frotándose las manos. Sam, Jake y Nessie se acercaron a la barra de bar que habían instalado, para pedirse una copa, a la vez que Emmett sacaba a bailar a Rose, gesto que imitó Jasper con su mujer. Las notas de "Perfect" de Ed Sheeran, resonaron en el ambiente.

—¿Preparada para bailar?— sondeó su novio —¿te has cambiado los zapatos?— la castaña afirmó enérgica con la cabeza, levantándose el vestido y dejando ver sus bailarinas plateadas. De la mano se adentraron en la pista, y apoyando sus manos unidas en el pecho del cantante, sintió la mano que tenía libre rodear su cintura. Ed Sheeran, con la guitarra al cuello, empezó a cantar...

"Encontré un amor para mí.

Oh querida, solo sumérgete en él

y sigue mi ejemplo…"

Lentamente Edward mecía a su calabacita entre sus brazos, apretándola contra él, mientras la oía tararear la canción en voz muy baja; cuando sus ojos la enfocaron, se dio cuenta de que sus ojos marrones estaban cerrados…

"Bueno, encontré una chica

hermosa y dulce.

Oh, nunca pensé que eras ese alguien

esperando por mí…"

Estaba tan bonita esa noche que dolía; verla con ese vestido la había dejado completamente fuera de juego. Y después de los complicados días que habían vivido, bien se merecían una ínfima tregua, disfrutando, y haciendo para el cantante que el resto de los problemas se quedaran en un pequeño paréntesis, al igual que para ella…

"Pero querida, sólo bésame lento,

tu corazón es todo lo que tengo.

Y en tus ojos guardas los míos.

Cariño, estoy bailando contigo

en la oscuridad, contigo

entre mis brazos…"

En un segundo que Bella levantó la vista, se encontró con esos ojos verdes que tanto amaba, y que la miraban de una forma que no podría describir con palabras, con miles de sentimientos contenidos en su interior...

"Ella comparte mis sueños.

Espero algún día que

yo comparta su hogar.

Encontré un amor,

para llevar más

que solo mis secretos.

Para llevar amor,

para llevar a nuestros hijos…"

Porque eso, era exactamente era lo que quería con ella, y en parte, lo había conseguido. La anhelada familia que tanto había añorado formar ahora, con ella, tenía una razón de ser. Ellos dos, junto con Amy, como bien le dijo su padre, un pack indivisible, para siempre…

"Querida, sostén mi mano.

Sé mi chica, y yo seré tu hombre.

Veo mi futuro en tus ojos.

Cariño, estoy bailando contigo

en la oscuridad

Contigo entre mis brazos,

descalzo en la hierba,

escuchando nuestra canción favorita…"

Los ojos de Bella le devolvieron la mirada, sonriéndole y diciéndole mil y una cosas en silencio; todavía incrédula por ese capricho del destino, y sólo esperando que los años pasaran lo más despacio que fuera posible, para seguir a su lado…

"Cuando te vi en ese vestido,

luciendo tan hermosa.

No merezco esto, querida…

te ves perfecta esta noche…"

—Eso es muy cierto— susurró para ella, besando el tope de su cabeza —te ves perfecta esta noche…— repitió la línea de la canción.

—En parte, tú haces que sea así— negó ella con la cabeza —quién me lo iba a decir…— rio con suavidad. El cantante no dijo nada, simplemente juntó su frente a la de ella, abrazándola aún más si era posible, disfrutando de la noche, de la melodía... y de su chica.

XxXxXxXxXxX

Gracias a todas las chicas que seguís en este maravilloso mundo que es Fanfiction; a las que retomáis la historia, a las que os sumáis a ella, a las que leen, a las que habéis opinado y las que opináis ahora…

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