Hola a todas!. Espero que hayáis tenido una buena semana
Lo prometido es deuda, aquí estoy de nuevo. Gracias de nuevo, por los comentarios y los privados que muchas me mandáis. Se agradece tanto cariño, de verdad.
Esta semana he decidido retrasaros el capítulo un par de días, ya que los días de fiesta por la Semana Santa no habrá capítulo, ya que me voy de vacaciones.
Al lío… vamos a ver cómo siguen esos preparativos, y una visita que muchas esperáis. Es un capítulo de transición, por así decirlo, pero creo que va a gustaros… sólo os digo que os acomodéis en la silla; nos vamos de compras ;)
Noelia, Mackie, ROMALU, Ginger, Verónica… gracias por los comentarios; cómo no puedo contestaros personalmente, al menos, daros las gracias desde aquí.
Cavendano13; me encantan tus comentarios… espero que disfrutes el capítulo; para ti :)
Al resto, espero que, por supuesto, lo disfrutéis; nos leemos abajo ;)
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DISCLAIMER: los personajes son propiedad de la estimada señora Meyer, yo sólo juego con ellos. Personajes que no pertenecen a la saga, cosecha propia.
Excepto Forks, lugares y localizaciones reales.
Canción del capítulo: "Hotel California" de Los Eagles.
www. yotube / mFlJeCQfB3U
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Capítulo 43: Visitas esperadas
Tal y como predijeron Laurent e Irina, la entrevista causó una tremenda sorpresa; lo primero a las cadenas de la competencia, las cuales se llevaron las manos a la cabeza ante tal oportunidad perdida, y a mucha prensa del corazón escrita, ya que nadie se podía imaginar que absolutamente todos los integrantes de los Slave
Heart, incluidas sus parejas, iban a hablar de la manera en que lo hicieron; y lo segundo, al gran público en general. El programa en el que Irina y Laurent colaboraban, y en el que se emitió la entrevista, fue uno de los programas más visto del sábado por la noche, y durante varios días, en las redes sociales no se habló de otra cosa.
Por lo que les iban contando Alice y Nessie, los reporteros habían asediado el lunes a primera hora de la mañana a Emily a la entrada de uno de sus salones de belleza, interrogándole acerca del tema estrella. Y a juzgar por las imágenes que vieron, su cara de circunstancias no dejaba lugar a dudas de que la sorpresa había sido mayúscula.
El cantante y su prometida decidieron desconectar y relajarse, y disfrutar del fin de semana con Amy, permaneciendo en la urbanización. El sábado pasaron una mañana tranquila en la playa privada, cómo muchas veces solían hacer, y por la tarde saliendo con Báxter a pasear y tomarse algo en una de las exclusivas cafeterías. El domingo fue día de descanso, y permanecieron en casa.
Bella habló también con sus padres, que alabaron de manera muy positiva la manera con la que transcurrió la entrevista, al igual que hizo Ángela el domingo por la mañana, asegurándoles que demasiado poco habían dicho acerca del tema de Emily, y que habían mantenido muy bien la compostura. También trasladaron la invitación al matrimonio Swan, que accedió a ir a visitarlos, aprovechando unos días de vacaciones que le debían a Renée en el supermercado.
Llegarían el viernes nueve de mayo, cuatro días antes del cumpleaños de Amy, y se marcharían al día siguiente, el catorce. Dado que el cumpleaños de la niña caía en martes, decidieron adelantar la celebración con sus amigas al sábado anterior, ya que el viernes dieciséis el grupo volvía a embarcarse en la gira, esta vez diez días de viaje. Era el último tramo de gira que Emmett haría soltero, ya que una semana después de su vuelta, Rosalie y él celebraban su boda.
La castaña estaba emocionada de que, por fin, sus padres vinieran a Los Ángeles, a conocer su nueva casa, y su vida con Edward y la niña. Ya había organizado planes con Demetri, para ir el lunes por la tarde, con su madre, Esme, la modelo y Amy para tratar el asunto del vestido, aprovechando que su padre podía quedarse con Edward.
El lunes por la mañana, después de dejar a Amy en el colegio, se dirigieron de nuevo al centro de la ciudad, aparcando en una de las calles adyacentes. El despacho de Jenks y asociados estaba en la planta veinte de un inmenso edificio de cristales ahumados y estructura de metal, en pleno distrito financiero y muy cerca de la discográfica. Tenían que comentar con Jenks cómo iba el asunto de la demanda… y lo más importante, por fin el despacho había recibido el borrador de la renuncia de la custodia por parte de Tanya.
Después de que les recibieran dos recepcionistas, impresionadas por encontrarse frente a las narices del cantante, su calabacita y él tomaron asiento en una amplia sala de reuniones, rodeada de ventanales, en una larga mesa de color negro. Justo les estaban sirviendo café cuando por fin, Jenks junto con dos ayudantes, se presentaron en la sala, cargados con varias carpetas.
—Edward— saludó el hombre afroamericano, de mediana edad y con gafas, tendiéndole la mano —es un placer verte de nuevo.
—¿Cómo estás, Jason?— saludo de vuelta, poniéndose de pie, al igual que su novia, y devolviéndole el saludo.
—Atareado; me estáis dando bastante trabajo estos meses— aludió también a Sam.
—Ojalá no tuviéramos que hacerlo— contestó Bella, estrechándole la mano también.
—Es un placer verte de nuevo, Bella— aunque hablaban mucho por teléfono, apenas se habían visto en persona en un par de ocasiones —y mi más sincera enhorabuena por el compromiso— añadió, con una pequeña sonrisa.
—Gracias— dijo la castaña.
—Parece que también vas a estar muy ajetreado estos meses— medio afirmó, medio preguntó divertido el abogado, mirando al cantante, mientras que tomaban asiento; una vez los ayudantes dejaron las carpetas debidamente ordenadas encima de la mesa, salieron.
—Es una época de cambios— contestó Edward, mirando a su prometida y sonriendo.
—Primero, vamos a hablar de la demanda a los reporteros— les explicó —para el tema de la custodia, luego se nos unirá Ronald Hughes, mi nuevo socio, especializado en derecho de familia; él es realmente quién va a llevar todo el asunto.
—¿Y Gillian Roberts?— preguntó Edward con el ceño fruncido, aludiendo a la anterior abogada de familia, que llevó su divorcio.
—Gillian se casó hace unos ocho meses— le explicó Jenks, ajustándose las gafas —ella y su ya esposo se mudaron a Baltimore después de la boda.
—Comprendo— asintió el cantante.
—No tienes por qué preocuparte— le tranquilizó Jason —sé que Gillian hizo un buen trabajo con tu divorcio, es muy buena; pero te aseguro que Ron es igual de duro que ella, o más.
—Si tú lo dices, me fiaré— medio bromeó el cobrizo.
—Bien— se frotó ligeramente las manos —ahora vamos con el asunto de la demanda a los reporteros— la pareja se miró un segundo, antes de disponerse a escuchar— recibí el correo que me mandasteis el viernes pasado, explicándome que quizá, la demanda debería ir dirigida también, a la productora del programa y a la cadena en la que trabajan los reporteros que ese día acosaron a Bella.
—¿Te parece muy descabellado?— inquirió el cantante.
—En realidad, es algo que también barajábamos nosotros, y que iba a plantearos— le aclaró— cruzando sus manos encima de la mesa —quiero decir; por una parte, es cierto que los que realmente acosaron a Bella son los reporteros que la esperaban en la calle, eso está claro— hizo una pequeña pausa —pero, por otra parte; creo que la productora del programa para el que trabajan, y la cadena, deberían, sino haber parado la emisión de esas imágenes, al menos no emitir la parte en la que te agarran, la caída y sobre todo, mostrarte herida— les explicó.
—¿Entonces, es factible demandar a cotas más altas?— preguntó ahora Bella, retorciéndose levemente los dedos.
—Es más, creo que haría más efecto— le dio la razón Jason Jenks, abriendo una carpeta —hemos recabado las declaraciones de los testigos que interrogó la policía— aludió a los dos hombres y la mujer que la asistieron en el lugar de los hechos, y que vivieron en directo toda la secuencia —sus declaraciones coinciden exactamente con los que tú me relataste; es cierto que tropezaste, nadie te empujó —la castaña asintió en silencio —pero ese tropiezo fue fruto del caos y de los nervios, debido a la presión a la que te sometieron los reporteros. Y al ver que caías y te hacías daño, fueron conscientes de hasta dónde había llegado el asunto, se asustaron y salieron corriendo.
—Fue un acoso en toda regla— siseó Edward, entre dientes.
—Sí, fue un acoso— alzo las manos Jenks —y más, si tenemos en cuenta el tema por el que se preguntó. Y luego está la omisión de socorro, dejándola tirada, y herida. Las imágenes son la prueba de ello.
—¿Por lo tanto?— Edward le hizo un gesto con la mano, instándole a continuar.
—Hay cuatro reporteros denunciados, dos cámaras de televisión, y otros dos reporteros de prensa gráfica— leyó el informe —son los que estaban allí en el momento del altercado. De todas esas personas, tres no tienen abogado, ya que no pueden permitírselo; entre ellos, el reportero que te dio el tirón en el bolso— les relató.
—Tal y como nos dijeron Irina y Laurent— susurró Bella a su novio, que asintió levemente con la cabeza.
—Nos hemos entrevistado con sus respectivos letrados, que son los de los cámaras de televisión, los reporteros gráficos y una chica que sí te hizo alguna pregunta— enumeró, leyendo un informe —todos ellos coinciden en que tenían órdenes expresas de la productora; esas órdenes eran esperarte en la puerta de tu domicilio, y preguntarte acerca del tema de tu hermano.
—Así que, efectivamente, hubo un chivatazo— habló ahora Edward.
—No he llegado al punto si fue realmente un chivatazo, o alguien ya sabía exactamente dónde vivías— les dijo —o se dedicaron a preguntar a vecinos de la zona, de manera inocente o casual días anteriores— les contó —pero hay una cosa que me llama la atención.
—Tu dirás— instó el cantante, animándolo a continuar. Le tendió una foto borrosa de un hombre, que no conocían para nada, hablando con una mujer rubia, que estaba de espaldas, en un conocido local nocturno de Los Ángeles.
—¿Los reconocéis?— la pareja negó con la cabeza —el hombre se llama Walter Cricks— les explicó —es uno de los nuevos productores del programa para el que trabajan los reporteros del altercado, aunque no es el jefe de producción. La mujer es Gianna Sommers.
Los ojos de la pareja se abrieron, debido a la sorpresa; mirándose un largo minuto, sin saber cómo reaccionar. Edward tomó la foto, para verla más de cerca, y aunque estaba oscura y algo alejada, la silueta y el pelo de la mujer podía coincidir perfectamente con Gianna.
—¿Crees que es ella?— le preguntó Bella en voz baja —apenas se distingue nada.
—Puede ser, aunque no puedo asegurarlo al cien por cien— negó con la cabeza —¿seguro que es ella?— miró a Jenks, intentando no estrellar el puño en la mesa.
—Mis contactos lo afirman con rotundidad— les reveló, haciendo un gesto con las manos.
—Hija de puta— masculló, furioso, soltando la foto en la mesa de manas maleras.
—Tranquilo— susurró Bella, posando una mano en su pierna.
—Es mucha casualidad que precisamente, esté hablando con un productor de ese programa, en concreto— les explicó —y mis contactos afirman que no es la única vez que han coincidido. Por eso, cuando me explicasteis el encontronazo que mantuvisteis con ella en la gala de Chicago, puse a mi equipo a indagar.
—¿Ha podido ser ella, la del chivatazo?— preguntó Bella, mirando de reojo a su prometido, que maldecía en voz baja.
—Es muy posible, pero no puedo asegurarlo del todo; todavía estoy investigando esa parte.
—Si eso es así, también pienso meterle una demanda, y se va a acordar de mi toda su puta vida; ya me ha tocado bastante las narices, y ésto— señaló la fotografía Edward— es la gota que colma el vaso— exclamó, con un tono filoso cual navaja.
—Tranquilo— murmuró su calabacita, tomándole de la mano por debajo de la mesa —es una opción que sabíamos que podía ser cierta, y más, después de ese comentario que hizo en la gala.
—No puedo evitarlo— meneó la cabeza —en qué hora salí con ella— masculló, entre dientes.
—En ese punto tengo que seguir insistiendo— negó con la cabeza Jenks —por lo que no vamos a hacer, de momento, ningún tipo de conjetura.
—Sigue con ello— afirmó Edward, serio —y si en verdad ha sido ella la que pasó la información…— dejó la frase sin concluir.
—Iremos a por ella, te lo garantizo— le intentaba sosegar el letrado. Conocía de sobra el carácter de su cliente, y lo último que quería era que perdiera los estribos —otra cosa que sostienen los abogados de los reporteros, es que ellos estaban convencidos de que tú— señaló al cantante con un gesto de su mano —no sabías nada del tema de su hermano.
—Eso es ridículo— rodó los ojos, hastiado —es mi novia, de manera oficial y pública; por supuesto que conocía toda la historia; al igual que conozco a sus padres, aunque en esos días sólo fuera a través de llamadas y videollamadas.
—Precisamente, eso es lo que la productora se pensaba— les puntualizó —la versión que dan los reporteros, es que el programa quería desatar un escándalo con vuestra relación, aludiendo a que tú— miró a Bella —estabas con él por temas de dinero. Por desgracia, el accidente de tu hermano, cómo ocurre siempre en estos casos, suele ir seguido de un juicio, y de una indemnización a las víctimas o sus familiares— la castaña asintió, agachando la cabeza —la noticia del accidente salió en la prensa local, al igual que el juicio; he echado un vistazo, comprobándolo.
—Eso también lo sabíamos— habló ahora Edward, con la mano de su prometida entre las suyas, jugando con su anillo e intentando tranquilizarla —nosotros mismos lo hemos visto, alguna vez.
—En resumen— tomó la palabra Bella —me querían hacer daño, dejándome como alguien que está con Edward por su dinero.
—Es la única explicación que le encuentro— les resumió el abogado, quitándose las gafas.
—Gianna no me tiene en gran estima, lo admito— le explicó.
—No nos extrañaría nada que viniera de ella— le dio la razón Edward —nos haría daño, a los dos.
—Eso por un lado; por otra parte, veo que aprobáis la idea de demandar a la productora del programa, y a la cadena— siguió exponiendo a la pareja.
—En verdad, si pretendemos que esto sea un escarmiento real, creo que es la mejor forma— asintió Edward con la cabeza.
—Creo que es la mejor opción; si la demanda se pone sólo contra los reporteros de la calle, la cadena y la productora van a hacer caso omiso, y que se apañen los implicados; todo quedaría en nada— les explicó —ya os he dicho que, de ellos, tres no tienen abogados, y por lo que se ve, no les han facilitado ni los de la propia cadena. Pero otra cosa es demandar a la productora del programa, y a la cadena en sí.
—Pues eso haremos— exclamó el cantante, rotundo.
—Así lo extenderé— les dijo Jenks —además, es un caso ganado, prácticamente.
—¿Tan fácil es?— inquirió la castaña, apretando de manera inconsciente, la mano de Edward, nerviosa e inquieta.
—Las imágenes están ahí, y es la prueba irrefutable— les sacó de dudas Jason —si vuestra demanda estuviese enfocada en injurias y calumnias, por lo que se preguntó acerca de ese suceso en tu familia, tendríamos un problema, ya que, por desgracia, preguntaban acerca de sucesos reales, que están documentados. Pero al sólo pedir responsabilidades por las formas y la omisión de socorro, es perfectamente factible.
—Eso creo yo también— afirmó Edward, mirando a su prometida, que lentamente tomaba un sorbo de su café —¿crees que llegaremos a juicio?
—No creo— negó Jason Jenks —fueron tan imprudentes que emitieron las imágenes; la prueba irrefutable está ahí. Estoy seguro al noventa por ciento de que intentarán llegar a un acuerdo. Ni a la productora, ni por supuesto, a los directivos de la cadena, les interesa que este asunto llegue más lejos.
—Espero que les sirva de lección— suspiró la castaña, pesarosa.
—Las imágenes generaron una gran controversia; muchos medios de comunicación similares las condenaron, aunque algunos simplemente alegaran que ese desafortunado incidente ponía en entredicho al mundo del periodismo y entretenimiento; todo eso lo tenemos a nuestro favor.; y claro está, pediremos una indemnización económica.
—¿Crees que será así?— suspiró Edward; en el fondo, ni a su novia ni a él les hacía gracia meterse en juicios.
—Si no llegamos a un acuerdo, la multa la va a decretar un juez— les recordó —y siendo sinceros, no se puede pedir pena de cárcel, ya que no llegaría a los dos años, y nadie entraría dentro. Creedme, chicos; a los primeros que les va a interesar negociar y finiquitar el tema cuanto antes, es a ellos.
—Entonces, adelante con ello— dijo el cantante, mirando a su chica, que apoyó sus palabras con un silencioso gesto de cabeza.
Decidieron hacer un pequeño parón, para descansar y estirar las piernas, y dar tiempo a que el abogado de familia llegara y se uniera a la reunión. Jenks dejó a la pareja a solas unos minutos, aludiendo que iba a ver si tenía mensajes o llamadas.
—No ha ido del todo mal, cariño— la reconfortó el cantante, pasando las manos por sus brazos, en un intento de tranquilizarla. Ambos se habían acercado a los ventanales.
—Esperemos que los abogados puedan negociar entre ellos, y que no tengamos que recurrir a un juez— suspiró ella, apoyándose contra él.
—Aunque no lleguemos a juicio, y francamente, espero que sea el caso, sólo con la indemnización que tendrán que desembolsar, les servirá de escarmiento— exclamó – a la cadena implicada, y la productora; y a otros medios, para el futuro.
—Ojalá sea así, y aprendan la lección— dijo ella —¿crees que Gianna está metida en el asunto?— cambió de tema.
—Esa puta— siseó, rabioso —no me extrañaría nada. Es mala y vengativa cómo la que más.
—Se siente despechada— se encogió de hombros Bella.
—Pero eso no le da derecho a hacerte daño; ella y yo apenas empezamos algo, y acabé con ella mucho antes de empezar a salir contigo; ¿recuerdas esa fiesta en casa de Jake, en la que Tanya se presentó a dejarme a la niña?— la castaña asintió.
—Dijo que entonces tendríais que cargar con ella toda la noche— masculló, entre dientes.
—Y apareciste de la nada, y te la llevaste, para que no escuchara esas cosas— acabó la frase su novio por ella, acariciando su cara —ahí ya eras toda una mami, aunque no lo supieras— Bella sonrió, agachando la cabeza —recuerdo que llevabas un vestido azul, de tirantes, y unas sandalias.
—Qué observador— alabó, sin dejar de sonreír.
—Aunque en esa época no nos lleváramos del todo bien, admito que me fijaba en ti— se encogió inocentemente de hombros.
—A veces, sin proponértelo, eres demasiado encantador, divo— le dijo, en tono bromista —y es una de las muchas cosas que me gustan de ti, puede que de las que más.
—¿Ah, sí?— la acercó a su cuerpo, con un rápido movimiento —a mí me encanta seguir coqueteando contigo, aunque estamos a unos meses de casarnos— le reveló —al igual que sigo haciéndolo antes de salir a cantar— Bella sonrió, para después besar sus labios de manera suave.
Justo en ese momento; la puerta de la sala de reuniones se abrió, entrando de nuevo Jason Jenks, seguido de un hombre bajito y calvo, de unos cincuenta años, que portaba varias carpetas bajo su brazo.
—Ya estamos de vuelta— les anunció —os presento a Ronald Hughes— señaló a su compañero, enfundado en un traje oscuro y camisa rosa pálido —mi nuevo socio, y el letrado titular de la sección de derecho de familia de Jenks y asociados; él es mi cliente desde hace muchos años, Edward Cullen— ambos se estrecharon la mano —y su prometida, Isabella Swan.
—Es un placer— saludó el cantante, al igual que lo hizo la castaña.
—El placer es mío— respondió el hombre, de manera educada y amable.
—El señor Cullen se dedica a la música, y su prometida trabaja con el grupo en las labores de representación; también estás llevando el divorcio de Sam Ulley, uno de sus compañeros— le recordó Jenks, cosa a la que el abogado asintió.
—Los conozco de sobra; mis hijas son seguidoras del grupo— sonrió —espero que puedas firmarme un autógrafo para ellas, cuando acabemos.
—Por supuesto— afirmó el cobrizo con la cabeza.
—Bien; tomemos asiento— les ofreció Jenks, que se acercó un momento a la puerta, para ordenar más agua y café. El resto obedeció órdenes, por así decirlo, a la vez que el señor Hughes se ponía unas gafas de pasta negras.
—Hemos recibido el borrador de la renuncia de la custodia compartida por parte de Tanya Lynn Denali, acerca de su hija, Amy Blue Harper Cullen, en favor de su progenitor, Edward Cullen— empezó a leer, mirando a la pareja —la señora Denali alega cambio de domicilio, especificando que, incluso, se muda de continente, concretamente a Londres— la pareja asintió, en silencio —entre los motivos que alega, afirma que, debido a su trabajo, apenas va a tener tiempo para ocuparse de la pequeña, y prefiere que Amy se quedé aquí, en su hogar, junto a su entorno estable, sin separarla del resto de su familia; es un acción que, bajo mi punto de vista, es loable— musitó —sin embargo, me gustaría saber cómo es la relación entre madre e hija— interrogó al cantante —y me gustaría que fuera sincero, señor Cullen. El juez debe conocer todos los detalles, antes de pronunciarse acerca del cambio.
—¿Puede haber problemas?— se enderezó el cantante en la silla; Bella escuchaba en completo silencio.
—Aunque haya una renuncia por parte de alguno de los progenitores, no es tan sencillo —al igual que Jason Jenks, cruzó las manos encima de la mesa —el deber del juez es velar por la integridad y felicidad del menor. Los abogados de la señora Denali no dicen una palabra acerca de establecer un régimen de visitas, ni nada por el estilo, y es raro; todo padre, o madre, en condiciones normales, desea ver a sus hijos. Cuando se tiene la custodia exclusiva de un menor, el otro progenitor tiene derecho a visitas, debidamente estipuladas. Si no se llega a un acuerdo, ese régimen de visitas puede imponerlo un juez— el cantante y su calabacita se miraron, inquietos.
—Mi exmujer no es una persona con un instinto maternal muy desarrollado, que digamos— empezó a relatar —siempre ha estado muy sumergida, por así decirlo, en su trabajo y en su carrera— no que quedó otro remedio que modular sus palabras, y ser cauto en sus expresiones, aunque por dentro la furia bullía.
—Comprendo— asintió Ron, cruzándose de brazos —he revisado el anterior expediente de custodia, aprobado en el momento del divorcio— abrió una de las carpetas —dado la excepcionalidad de sus trabajos, bajo mi punto de vista, llegaron a un acuerdo muy bueno.
—Tenemos trabajos fuera de la normalidad— admitió Edward —viajamos mucho; ahora estamos inmersos en una gira.
—Llevamos casi un año, y finaliza en octubre —tomó la palabra Bella.
—¿Usted también viaja con ellos, señorita Swan?
—Pertenezco al equipo de representación del grupo, contratada directamente por la discográfica— le sacó de dudas —y efectivamente, mi trabajo incluye acompañarlos.
—Comprendo— asintió el hombre, bajando la vista de nuevo a sus papeles —veo que también está estipulado que, si ambos progenitores están viajando, la niña se queda al cuidado de sus padres— señaló al cantante —o incluso con los padres de la señora Denali.
—Su padre falleció hace algo más de dos años— aclaró el cobrizo —de normal, para estancias largas, se queda con mis padres; la madre de Tanya es bastante más mayor que los míos.
—En ese caso, deduzco que, en el nuevo acuerdo, si ustedes dos viajan— Bella arrugó el ceño, extrañada de que hablara en plural —va a casarse con el señor Cullen, Isabella— le aclaró el letrado, mirándola con cordialidad, ya que se había dado cuenta de la cara de la castaña —ahora este asunto también le ataña a usted; tengo entendido que la niña vive con los dos.
—Comprendo— Edward acarició su mano, por debajo de la mesa.
—Cómo iba diciendo— retomó el asunto —en el caso de que ustedes dos estén viajando, la niña se quedaría bajo el cuidado de Carlisle y Esme Cullen, sus padres— el cobrizo afirmó en silencio —¿podría quedarse también con la madre de la señora Denali?
—No lo vemos seguro— negó Bella con la cabeza —dado el reciente diagnóstico de la enfermedad de Amy, creemos que es demasiado para ella.
—Recibí su correo, relatándome los últimos acontecimientos— afirmó Jenks —Ron ya lo ha leído.
—En ese correo nos relatan los hechos desde que la niña pasó parte de febrero, y prácticamente el mes de marzo, con ustedes; aparte de la negativa de la niña de querer volver por su madre, por el tema de la mudanza, cosa que ella había escuchado sin que la señora Denali se enterara— puntualizó —el diagnóstico, y la nueva situación de la pequeña— enumeró Ron los puntos, uno por uno.
—Amy ha pasado mucho miedo— tomó la palabra Bella —adora a su padre— miró al cantante —y no quería mudarse con su madre. Es una situación que le ha causado mucho estrés y desazón.
—Ninguno teníamos constancia de los planes de mi exmujer, ni de la mudanza ni del tema de la custodia— añadió Edward —todo se juntó con los síntomas que observamos en Amy, y que llevaba sufriendo varios meses.
—¿Su exmujer no hizo nada?
—No— afirmó —al igual que nosotros mismos— señaló a su prometida —al principio pensábamos que estaba somatizando algo, porque ella se daba cuenta que la situación en casa de su madre no era buena. Pero los síntomas no desaparecían del todo, así que al final decidí que la revisara un médico.
—El diagnóstico de la niña es…— miró un momento los papeles —diabetes tipo I, autoinmune— la pareja afirmó, mirándose un segundo.
—Hay unos cuidados específicos que hay que seguir, aparte del manejo de la bomba de insulina, que le administra medicación las veinticuatro horas del día —habló ahora Bella.
—Ni siquiera Tanya sabe esa pauta— los ojos de los letrados se abrieron, debido a la sorpresa —estuvo en la reunión que mantuvimos con el equipo que la trata y la controla, el día que nos confirmaron el diagnóstico; pero a partir de ahí, no ha vuelto a interesarse. Ni siquiera nos ha llamado, para preguntar por la niña— se explicó el cantante —fue ese mismo día, después de la reunión, cuando nos enteramos de sus intenciones de irse a vivir fuera del país, y de que me cedía la custodia.
—Desde esa misma noche, la niña vive con nosotros— añadió Bella, mordiéndose el labio inferior.
—Comprendo— musitó el señor Hughes —no imaginaba que los acontecimientos se tornarían de esta manera.
—Mi hija acude a terapia, con la doctora Mary Ann Lewis, especialista en terapia diabética mental— el letrado escuchaba con atención la explicación de Edward —ella no pregunta, ni quiere saber nada de su madre en estos momentos. Ha pasado mucho miedo.
—Amy necesita un entorno estable, para aclimatarse a su nueva condición— tomó la palabra Bella.
—Que, por lo que tengo entendido, ustedes se lo dan— la pareja le dio la razón.
—La niña quiere mucho a Bella— añadió el cantante —para Amy, Bella es su madre; incluso la llama mami— acabó de explicarse —la doctora Lewis opina igual que nosotros, y que debe ser decisión de Amy cuando volver a ver a su madre.
—¿Podría pedir un informe? —tomaba notas Ronald Hughes.
—El otro día estuvimos en la consulta de la doctora Lewis— le contó la castaña —me dijo que tanto ella como la doctora Walker, la doctora que la trata, pueden enviarles cuantos informes necesite.
—Los pediré— afirmó —nos serán de gran ayuda; no con el tema de la custodia y la patria potestad— les aclaró —ese punto, al ser una cesión voluntaria, no va a ver pega alguna. Pero en el caso del régimen de visitas, eso le valdrá de prueba al juez para que no estipule nada.
—Hay que tener en cuenta que la señora Denali se muda a otro país— puntualizó Jenks a su socio —si la niña vive y está escolarizada aquí, no sería posible establecer un régimen de fines de semana alternos, ni que estuviera una semana al mes con ella.
—Pero el juez puede estipular un tiempo en vacaciones, o fechas señaladas— rebatió Ron —si la niña no quiere ver a su madre, y eso la hace sentir incómoda, debemos argumentárselo al juez, y para eso, se necesitan pruebas. Aunque con los informes que voy a pedir, y lo que me han relatado, acerca del nulo contacto de la niña con la señora Denali, creo que prácticamente está hecho.
—Eso espero— suspiró frustrado el cantante —lo único que deseamos tanto Bella y yo es que este asunto quede liquidado cuanto antes, y que la niña pueda volver, por así decirlo, a su rutina y vida normal.
—Eso es lo que va a valorar el juez, se lo puedo asegurar— afirmó Hughes —en el borrador que hemos recibido, los abogados de su exmujer también piden eso, que el tema quede liquidado cuanto antes, ya que, en pocas semanas, se muda a Londres.
—Ojalá se largue de una vez— siseó entre dientes —y nos deje en paz— Bella apretó con cuidado su mano, instándole a calmarse.
—Te aseguro, Edward— tomó la palabra Jenks —que no tienes nada de que preocuparte— le intentó calmar —vamos a dar prioridad a este asunto, y que ella pueda irse, y vosotros podáis seguir vuestra vida con la niña.
—Necesitaré también una copia de su agenda de trabajo— habló Ron —para poder cuadrar un día que estén aquí, y poder ir al juzgado, a formalizar todo.
—Puedo enviarle un correo esta misma tarde— afirmó Bella.
—Se lo agradezco, señorita Swan— habló de nuevo Ronald Hughes —no deben preocuparse; lo que ha hecho su exmujer es, prácticamente, desentenderse de la niña. El juez no va a ponerles ninguna pega.
—Qué situación tan desagradable— negaba el cobrizo —no entiendo cómo se puede abandonar a un hijo, de esa manera.
—¿Sabe que puede interponer una denuncia a su exmujer, por esa cuestión?
—No queremos eso— negó Edward —aunque me dan ganas, no voy a hacerlo.
—Creo que Amy no querría ver que nos metemos en una batalla campal, acerca de este tema— añadió Bella —lo único que queremos es que permanezca tranquila, ya que todavía está asimilando los cambios debido a su enfermedad.
—Lo único que quiero es a mi hija, segura y feliz en su casa, con sus verdaderos padres— miró a su prometida, con una leve sonrisa.
—Así lo haremos, tranquilos por eso.
Una vez que se despidieron de Jenks y su equipo, la pareja abandonó el céntrico edificio, para coger de nuevo su vehículo e ir al encuentro de los padres de Edward. Comerían con ellos, y de paso, echarían un vistazo a los dos escritorios que Esme había reservado para que Bella los viera, y eligiera cual quería para su pequeño despacho.
La pareja iba sumida en un agradable paseo, tomada de la mano, y comentando todo lo que habían hablado con los abogados, cuando un flash de luz los cegó de manera repentina. Iban tan ensimismados hablando que no se dieron cuenta de los reporteros.
—¡Edward, Bella!; muchas felicidades por vuestro compromiso— les felicitó una chica bajita, con el pelo corto, acercándoles el micrófono.
—Gracias— asintió el cantante, serio.
—Muchas gracias— musitó Bella en voz muy baja, sonriendo levemente.
—¿Cuándo será la boda?— ninguno de los dos contestó, mientras andaban con pasos cada vez más rápidos, rumbo hacia el coche.
—¿Lo saben vuestras familias?— la castaña rodó mentalmente los ojos, ante la tontería que les acababan de preguntar.
—Vamos, cariño— la apresuró el cantante en voz baja, instándola a andar más deprisa.
—¿Cómo creéis que le habrán sentado vuestras declaraciones del sábado pasado a Emily?— preguntó ahora un chico, acercándose mucho a la pareja, con el micro. La castaña se arrimó más a su novio, que notó el gesto.
—¿Nos dejáis pasar, por favor?— resopló el cobrizo, irritándose por momentos —tenemos prisa.
—¿Creéis que volverá a la carga, y responderá a todo lo que dijisteis?
—Eso no nos importa— se encogió de hombros, serio —ella habló de nosotros sin nuestro consentimiento, pues nosotros hemos hecho exactamente lo mismo; si no le gusta, es su problema.
—¿Es cierto que pensáis ponerle una demanda, si vuelve a hacerlo?— volvió a la carga la periodista castaña, de pelo corto.
—Lo dejamos claro en la entrevista— respondió, harto de tener que repetirse hasta la saciedad. Los flashes de las cámaras empezaban a molestarles, debido a que cada vez los rodeaban más. Bella empezaba a tensarse, dado que con la mano que llevaba libre agarró el antebrazo de su prometido, con cierta fuerza.
—No os acerquéis mucho, por favor— les pidió, mirando a su novia, que llevaba la cabeza agachada, y las gafas de sol puestas.
Los reporteros, aleccionados por las consecuencias del encontronazo acaecido, se hicieron a un lado, lo que permitió que la pareja pudiera acelerar el paso; Bella profirió un suspiro de alivio cuando, por fin, divisaron el BMW negro del cantante.
—Tranquila, calabacita— apretó con cuidado su mano, en un gesto de cariño.
—Pensé que no llegaríamos nunca— exclamó, un poco más aliviada. El cantante desbloqueó el coche, y por fin, después de despedirse de los reporteros, tomaron rumbo hacia la tienda de Esme y Carlisle.
Después de ese pequeño interrogatorio, la pareja fue al encuentro de los padres del cantante. Conocieron al joven dependiente que habían contratado, para suplir a Esme cuando dejaban a Amy con ellos para viajar, e incluso Edward fue requerido con su padre, para ordenar unos objetos en el almacén. Bella y Esme se fueron a ver los escritorios para el pequeño despacho. Habían pintado la habitación de un suave color piedra, en consonancia con la casa, por lo que finalmente Bella se decidió por una mesa de madera envejecida, de color claro y estilo vintage, con unos amplios cajones a un lado. También eligió una silla de cuero de color marrón, y encargarían baldas para la pared, a juego con la mesa.
Comieron con ellos, hasta que llegó la hora de ir a buscar a la pequeña. La pareja le contó, de camino a casa, la visita que esperaban a partir del viernes, cosa a la que Amy reaccionó contenta y feliz, tal y como ellos se esperaban. Bella también esperaba el momento de ver a sus padres en Los Ángeles.
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Y por fin, el ansiado viernes llegó. En casa de la pareja todo estaba listo para recibir al matrimonio Swan, que aterrizaba a las cuatro de la tarde, procedentes de Seattle. La casualidad dio que la pareja tuviera que dividirse; la castaña iría al aeropuerto a recogerlos, mientras que Edward iría al colegio a recoger a la niña, ya que salía a las cuatro y media.
Había sido una semana intensa, pero no de trabajo. Con la promoción ya realizada y el recopilatorio arrasando en las listas de éxitos de medio mundo, ahora, cada vez que pararan entre viaje y viaje apenas tenían entrevistas, más que algunas de manera puntual, por lo que podían dedicarse íntegramente a descansar y a disfrutar de sus hogares. La castaña todavía recordaba el ritmo frenético de volver de viaje y encerrarse en el estudio, debido a las grabaciones, y de tener una montaña de papeles en el despacho. Aún así, estaba en contacto diario con Nessie y Alice todos los días, y siempre alerta de su teléfono.
Miró impaciente el reloj; sus padres ya deberían haber aterrizado. Ayer quedó con ellos en que, en cuanto desembarcaran y recogieran su equipaje, le mandarían un mensaje, mientras ella esperaba en el coche. A las puertas de LAX siempre había reporteros, haciendo guardia las veinticuatro horas del día, y lo único que quería era pasar desapercibida, y más, encontrándose sola.
Por fin, llegó el mensaje de su madre, indicándole dónde estaban esperándola. Ajustándose las gafas de sol y quitando las llaves del todoterreno, bajó para ir a su encuentro. Entró con paso apresurado, cabizbaja y sin mirar a los lados, esperando que no la reconocieran. Por suerte fue así, y enseguida pudo dar con sus padres.
—¡Papá!— se echó a los brazos de su padre, que la recibieron gustoso.
—¿Cómo está mi calabacita?— fue el saludo que le dedicó el jefe Swan, frotando su espalda.
—Deseando que llegarais— exclamó, para después volverse hacia su madre, y abrazarla también.
—Hola, cielo— musitó Renée.
—¿Cómo ha ido el viaje?— interrogó Bella, ayudándoles con una de las dos maletas que portaban, a la vez que empezaban a andar, rumbo al coche.
—Muy bien, los asientos de primera clase son una maravilla— suspiró Renée.
—Y al menos, el viaje no es muy largo— añadió Charlie —apenas llega a las tres horas de duración… qué calor hace aquí— medio protestó.
—Estás en Los Ángeles, papá— le recordó su hija, con una sonrisa divertida —deberías quitarte la camisa— sonrió, señalando la camisa de cuadros que llevaba.
—Se lo llevo diciendo todo el viaje, que se iba a asar de calor— rodó los ojos su esposa, que iba en manga corta, y con el jersey en la mano.
—No pensé que fuera para tanto— masculló —¿y Edward, no ha venido?
—Amy sale del colegio a las cuatro y media y ha ido a recogerla, por lo que los veremos en unos minutos, en casa— el matrimonio asintió con la cabeza.
—¿Cómo está?— inquirió de nuevo el jefe Swan, serio.
—Mucho mejor— les relató —la insulina empieza a hacer su trabajo. Su cuerpo se está adaptando muy bien, y ella está asimilando su nueva condición de manera estupenda. Luego os mostraremos cómo trabaja la bomba de insulina.
—¿Y tú, cómo lo llevas?— le preguntó su madre, una vez ya en el coche; por suerte, habían conseguido dar esquinazo a los reporteros —¿cómo llevas eso de ser mamá?
—Admito que tanto Edward como yo lo hemos pasado muy mal— les contó, poniendo el navegador, para dirigirse a casa —y la niña también, pero más con el tema de su madre.
—No me entra en la cabeza, cómo puede haber padres así— negaba Charlie, pesaroso —algunos daríamos lo que fuera por ver a nuestros hijos una vez más, y otros…— dejó la frase sin terminar.
—Lo sé, papá— le miró por el espejo retrovisor, ya que Renée se había sentado en el asiento del copiloto —ahora todo está mucho mejor; la niña está bien, y eso es lo único que queremos. Y en cuanto a lo de ser mamá…— sonrió un instante —lo llevo muy bien; es una gran responsabilidad y, a la vez, un halago, que la niña me quiera así— seguía sonriendo mientras conducía y hablaba de Amy, cosa de la que sus padres se percataron; sabían lo que Bella quería a la pequeña.
—Estamos muy orgullosos de ti, calabacita— Charlie Swan miraba con orgullo a su hija, pensando y, a la vez admirando, la gran responsabilidad que había sumido, de manera desinteresada —has crecido demasiado rápido— la aludida rodó los ojos, pero a la vez una leve sonrisa surcó sus labios —no puedo creer que vaya a llevarte al altar en apenas tres meses.
—Yo tampoco me lo acabo de creer, a veces— les aclaró —Renée tomó su mano, acercándola y admirando el anillo.
—Es impresionante— murmuró, mientras lo estudiaba —¿cuánto vale esto?— le susurró en voz baja.
—No lo he preguntado, mamá— resopló con fastidio; aunque después de cotillear un día la página de la joyería, podía intuirlo.
—¿De dónde es?
—Cartier— le sacó de dudas, ante la mirada soñadora y asombrada de su madre.
—Es un sueño de anillo— sonrió —estoy tan feliz por ti, cariño.
—Yo también lo estoy— le dijo ella —no imaginé que pudiera serlo tanto.
—Salta a la vista— la castaña miró por el espejo retrovisor, ya que el que había hablado era su padre; a pesar de su rictus permanentemente serio, podía intuir una leve sonrisa por debajo de su bigote.
Durante el trayecto del aeropuerto a casa, Renée no paraba de admirar y alabar cada edificio o zona conocida por la que pasaban. Bella les relató también los planes que tenían para esos días, aludiendo a la cena que celebraban esa misma noche, con Jake, Sam, el padre del guitarrista, Nessie, Rose y Emmett, aparte por supuesto, de Carlisle y Esme. A Jasper y Alice los conocerían al día siguiente, en el cumpleaños de la pequeña.
También les puso al corriente de cómo iban los preparativos de la boda, y de la cita que tenían con Demetri en un atelier muy famoso de novias de la ciudad el lunes por la tarde. Ya que apenas faltaban tres meses, era muy complicado hacer un vestido a medida, por lo que acudirían directamente a una tienda. Bella vio a su padre resoplar hastiado, pero la cara del jefe Swan cambió a una sonrisa inmensa cuando le reveló que mientras ellas buscaban vestido, ellos se iban a ver un partido de Los Ángeles Lakers, junto con Sam, a Staples Center.
Por fin, llegaron a la urbanización; las caras de Charlie y Renée eran un poema cuando la cancela se abrió, dejando a la vista la casa del cantante.
—Es increíble— susurraba su madre, admirando la fachada de cristal y piedra caliza.
—Que jardines tan bien cuidados— musitaba su padre, admirando el inmaculado césped, y las plantas y flores.
—Eso es gracias a Eleazar— les recordó, ya que les había hablado del matrimonio que trabajaba en la casa —la urbanización es privada— les contó —ofrece mucha intimidad para todo el tema de la prensa; hay incluso algunas tiendas y cafeterías dentro, y una cala privada. Por aquí podemos salir a pasear tranquilos, sin agobios— les iba explicando, mientras accionaba el mando de las puertas del garaje.
—Santo cielo— susurró su padre, viendo el Maserati aparcado allí. Bella contuvo la risa.
—Por aquí— les señaló la puerta que conectaba a la cocina— luego recogeremos el equipaje— nada más cerrar las puertas del todoterreno, el jefe Swan sonrió al ver a Báxter corriendo hacia él como una bala, ladrando contento.
—¡Amigo!— se agachó para acariciarlo, a la vez que el animal brincaba eufórico —buen chico— susurraba una y otra vez, acariciándole el lomo —¿me has echado de menos?
—Seguro que sí— resopló su mujer, negando con la cabeza. Nada más poner un pie en la cocina, Amy echó a correr hacia ellos, y a Charlie no le quedó otro remedio que atraparla y levantarla.
—¡Abuelito Charlie!— el cantante sonrió, viendo la escena apoyado en la isla central de la cocina, junto a Carmen.
—¿Cómo está mi pequeña?— musitó el jefe Swan, abrazándola contra él.
—Muy bien— exclamó ella, para luego desde sus brazos abrazar a Renée, que le dio repetidos besos en la mejilla. Mientras ellos se saludaban, Bella se acercó a su prometido.
—¿Todo bien, cariño?— musitó el cantante en voz baja, rodeándole los hombros y besándola.
—Todo tranquilo— le sacó de dudas, quitándose las gafas de sol —hemos encontrado algo de tráfico a la salida del aeropuerto, pero hemos pasado desapercibidos— suspiró aliviada. Cuando la niña liberó al matrimonio, Edward se acercó a ellos.
—Es un placer teneros aquí— le dijo a la madre de su novia, mientras la abrazaba.
—Por fin he podido sacar a mi marido de Forks— musitó ella, con un deje de diversión —la casa es espectacular, Edward.
—Gracias— agradeció, divertido, para luego dirigirse al jefe Swan, mientras Bella le presentaba a Carmen —Charlie— extendió su mano, pero en vez de eso, recibió un abrazo.
—Hijo— saludó su suegro, palmeándole la espalda —¿cómo va todo?
—Todo va bien— le aseguró, con un pequeño suspiro.
—¿Cómo está, realmente?— señaló a la niña, que ya había cogido la mano de Renée, y no la soltaba.
—Lo que es la parte de la enfermedad está bien, respondiendo al tratamiento— le contó —poco a poco nos vamos acostumbrado a la rutina de las comidas, la medicación…y sobre el tema de su madre, desde que hablamos con vosotros después de salir del despacho de abogados, no sabemos nada nuevo.
—Comprendo— dijo, en voz algo baja.
—Ella ahora está tranquila, con Bella y conmigo— seguía contándole —no quiere saber nada de su madre, y tanto los abogados como nosotros esperamos que el juez respete sus deseos, por el bien de su salud, sobre todo.
—¿El tema de la custodia está encaminado?
—Con eso no hay ningún problema— le sacó de dudas —mi exmujer ha renunciado a cualquier derecho que pueda tener sobre la niña— el jefe asintió en silencio.
—¿Y Bella y tú, cómo estáis?— siguió preguntando —ha debido ser muy duro también, para vosotros.
—Mucho— asintió —ella ha ido mi pilar, para todo este asunto— le confesó —no sé lo que hubiera hecho sin ella— lo dijo en voz muy baja, pero Charlie lo escuchó perfectamente. Justo en ese momento, el móvil del cantante resonó en la cocina; el cantante lo sacó al instante, ya que era la alarma de la aplicación de la bomba de insulina —hay que cambiar el reservorio— se dirigió a su novia, que también miraba el suyo, que también había pitado.
—Cierto— afirmó ella; el matrimonio Swan fue mudo testigo de cómo su hija se agachó a la altura de la niña, levantando el polo blanco del colegio y sacando el aparato, desconectado un momento la cánula. Renée sintió un pellizco en el corazón al ver el abdomen de la pequeña con los sensores, uno a cada lado, y el esparadrapo color rosa; de mientras, el cobrizo sacaba de la nevera la medicación, que estaba debidamente guardada en un cajón aparte.
—Pensaba que era más grande— el jefe Swan se acercó a Edward, que cuidadosamente sacaba el tubo vacío, para luego insertar otro nuevo.
—Es muy cómodo para ella, y muy ligero, apenas pesa— Edward se lo tendió un minuto, para que lo comprobara; le dio una explicación rápida al matrimonio, antes de tendérsela a Bella, que lo volvió a conectar a la cánula y a reiniciarla, con la nueva cantidad de insulina.
—Esto evita los pinchazos diarios— tomó la palabra la castaña, ajustándole el cinturón —este es el medidor continuo de glucosa— les señaló – y esta es la cánula que la dispensa— les señaló el otro aparato, unido a la bomba —el medidor manda directamente información a la bomba, con la medición, por si necesita dosis extra; y antes de las comidas debemos administrarle también insulina, apretando este botón— les señaló —los sensores se cambian cada cuatro o cinco días.
—¿Hay que cambiarlos ya, mami?— le preguntó Amy a Bella; el matrimonio sonrió al escuchar la palabra mami.
—Creo que podemos esperar a mañana, después de la fiesta de la piscina— le dijo, con una pequeña sonrisa —los cambiaremos mañana por la noche.
—¿Así que mañana tenemos fiesta?— le preguntó Renée a la niña, que se acercó a ella de nuevo.
—Celebro mi cumple, con mis amigas— parloteó, contenta —¿ayudarás a mami a preparar la merienda?
—Ella y la abuela Esme— le confirmó Bella —y papá y el abuelito Charlie se dedicarán a inflar los globos— sonrió maliciosa, ante la mueca de paciencia que ambos esbozaron, ante las risas de Carmen y de la propia Amy.
—¿Por qué no vamos a por el equipaje, y os enseñamos la casa?— sugirió el cobrizo, cambiando de tema.
—¿Vamos, cielo?— Amy, Bella y Renée salieron hacia el salón, dejando a Edward y a Charlie de camino al coche.
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Después de un improvisado tour por la casa, ante un alucinado y maravillado matrimonio Swan, por fin pudieron cambiarse de ropa, y empezar a preparar todo lo relativo a la cena que daban esa noche. Dada las magníficas temperaturas, Bella decidió que cenarían en la amplia mesa del jardín. Carmen se despidió de ellos hasta el lunes, por lo que Bella y su madre se afanaron en preparar la mesa, cubierta por un delicado mantel de lino azul, mientras que Charlie y Edward se dedicaron a rellenar la nevera con cervezas y otras bebidas.
A las ocho y media en punto, el timbre sonó; fue la propia Amy quien abrió, para encontrarse con la mirada amable de Billy, escoltado por detrás por Jake, Sam y Nessie.
—¡Hola!— exclamó la niña, trepando por sus piernas, mientras que el propio Billy la ayudaba.
—Hacía mucho tiempo que no te veía— sonrió éste, dándole un pequeño abrazo —veo que te encuentras muy bien— observó.
—Lo estoy— afirmó ella contenta, para después bajar y abrazarse a Sam.
—¿Cómo está mi pequeña ahijada?
—Muy bien— le dijo la niña.
—¿Y tu padre, y mami?— le preguntó Nessie, después de que ella y Jake también la saludaran.
—Aquí— les sacó de dudas el propio cantante, que se había acercado a la puerta, junto con Bella y el propio matrimonio Swan —pasad, por favor— les pidió, haciendo un gesto con la mano.
—Ellos son mis padres, Charlie y Renée— tomó la palabra Bella —ella es Nessie, mi compañera de trabajo— señaló a la pelirroja, que se había acercado a ella —Billy, el padre de Jake— siguió presentado— y ellos son Jake y Sam, compañeros de Edward en el grupo.
—Los que parecéis hermanos— musitó Charlie, haciendo memoria y acordándose del ya mítico póster de Forks.
—En realidad, somos primos— le aclaró Jake, tendiéndole la mano —es un placer conocerle en persona, jefe Swan.
—Lo mismo digo— añadió Sam, también tendiéndole la mano —es un placer conocerles, por fin— se dirigió al matrimonio Swan.
—No nos tratéis de usted, por favor— les pidió Charlie —a mí, con jefe, es suficiente— sonrió divertido.
—Bella nos habla mucho de vosotros— añadió Nessie, con una sonrisa.
—Y ella de vosotros, os lo aseguro; casi es como si os conociera ya— sonrió Renée. La castaña observó como su padre hablaba con Billy, de manera animada.
—¿Qué tal, tíos?— saludó Edward a sus compañeros —¿todo bien estos días?— desde que grabaron la entrevista apenas se habían visto.
—Sin novedades en el frente— se encogió de hombros Jake.
—Lo mismo digo— añadió Sam —¿qué tal, con el suegro aquí?— murmuró, malicioso.
—Nos llevamos bien— le sacó de dudas, mirándole con una ceja arqueada.
—¿Entonces, no vamos a ver dagas invisibles de un lado a otro?— la frase de Jake hizo que su novia, que lo había escuchado, rodara los ojos.
—Pues no, listillo— devolvió la respuesta, hastiado.
—¿Por qué no pasamos al jardín?— ofreció Bella, dejando a su madre y Nessie de camino a la cocina, envueltas en una animada charla.
—Será lo mejor— aprobó el cobrizo. Jake empujó la silla de su padre, con Sam y Edward por detrás suyo. Justo en ese momento volvieron a llamar al timbre, por lo que Edward se volvió a abrir la puerta.
—Hola, hijo— saludó Carlisle, vestido con otra de sus horteras camisas, sus vaqueros y sus sandalias de cuero.
—Papá— asintió, apartándose para que entraran.
—Sentimos el retraso— habló ahora Esme —se nos ha presentado un pedido de última hora; venimos directamente de la tienda.
—No pasa nada— le restó importancia Bella, que también se había acercado, con sus padres, alertada por las voces —ellos son Carlisle y Esme, los padres de Edward— les informó a sus padres —mis padres, Renée y Charlie.
—Por fin nos conocemos— exclamó entusiasmada Esme, acercándose a Renée y dándole un abrazo —a este paso, pensé que íbamos a conocernos el día anterior a la boda.
—Yo también lo pensaba— exclamó la madre de Bella, admirando el vestido largo de estilo hippie que llevaba, junto con sus inseparables sandalias de esparto, con un poco de plataforma —me encanta— suspiró, señalando el vestido.
—Tienes que pasarte un día por la tienda, he recibido nuevos modelos— le confesó.
—Charlie— el padre del cantante extendió su mano, que éste aceptó de buen grado.
—Es un placer conoceros, por fin— saludó de vuelta el jefe Swan, admirando en silencio a la pareja, y recordando las historias de la época hippie que vivieron, que le relató Edward en Forks.
—¿Y la niña?— inquirió Esme, después de saludarse todos.
—Está en el jardín, con Billy, Jake y el resto— le dijo la castaña. Los dos matrimonios se encaminaron hacia el jardín, dejando a la pareja abrazada, observando en silencio la situación.
—Parece que se llevan bien— dijo Edward, mirando a su prometida.
—Eso parece— rio Bella —creo que mi madre va a adorar la tienda de tus padres; ya le ha preguntado por el vestido.
—Es posible— aprobó con la cabeza —aunque no veo a tu padre con una de las camisas de mi padre— la castaña no pudo reprimir la carcajada —la que lleva hoy es horrorosa— aludió a la camisa amarilla, con topos azules.
—Puede que, por tu cumpleaños, Amy y yo te regalemos una— bromeó, conteniendo una sonrisa.
—Prefiero el póster de Jhonny Deep— rodó los ojos de manera cómica, dejando un pequeño beso en sus labios —creo que nunca ha habido tanta gente en casa— musitó, cambiando de tema —ahora sí que parece un hogar; y todo te lo debo a ti.
—A los dos— corrigió Bella, mirándole con una pequeña sonrisa —mi padre parece que está animado— le confesó, preocupada por cómo tomaría tantas presentaciones, y gente nueva; a su padre le costaba un mundo salir de su entorno.
—Todo irá bien, cariño— la animó su novio, acariciando distraídamente su brazo. Justo en ese momento sonó de nuevo el timbre de la puerta.
—Emmett y Rose; voy a abrir— le dijo Bella, aludiendo a los que faltaban.
—Voy afuera, a ver que quieren beber— asintió el cantante.
—Empieza a sentarlos en la mesa— le recordó, saliendo disparada hacia el recibidor.
Tal y cómo predijo Edward, el matrimonio Swan enseguida se encontró de lo más a gusto tanto con los padres de Edward, como con Billy y los chicos. Edward no pudo reprimir una sonrisa maliciosa cuando Bella le presentó a su padre a Rosalie, y ver sus ojos como platos, ante la mirada orgullosa de Emmett.
La cena transcurrió de lo más animada, incluso para la pequeña Amy. Aunque la pareja anfitriona se dio unos cuantos paseos a la cocina, ayudados por la modelo y Nessie, parecía que todos disfrutaban.
—Tus padres son muy agradables, Bella— le dijo Rose, mientras que entraban de nuevo en la cocina, cargadas con platos.
—Parece que han hecho buenas migas con Billy, y con Esme y Carlisle— le dio la razón.
—Eso es bueno— ahora la que habló fue Nessie, a la vez que llenaba una bandeja con tazas y cucharillas, para el café.
—Aunque vivan en Forks, ahora vendrán a menudo aquí— le recordó Rose —¿vendrán al concierto que cierra la gira?
—Sí— confirmó Bella, sonriendo; tenía muchas ganas de que sus padres vieran en directo a los chicos —y Ángela y Ben.
—Fantástico— aprobó Rose —¿nerviosa por el lunes?— cambió de tema.
—Quiero un reportaje completo— las interrumpió Nessie, que no podía ir a la caza del vestido.
—Un poco— se mordió el labio —no tengo ni idea ni del estilo que quiero, ni nada— meneó la cabeza.
—El reportaje dalo por hecho— le tranquilizó Rose a la pelirroja, para luego volver a dirigirse a la castaña —mi consejo, es que vayas con la mente abierta, y si algo te llama la atención, aunque no sea de tu estilo, pruébatelo.
—Te puedes llevar una sorpresa— objetó Nessie.
—Tienes que tener un poco en cuenta dónde se celebra la boda, que tipo de boda es…— enumeró Rose.
—Ahora te pareces a tu hermano— sonrió Bella.
—Personalmente, yo te veo con algo sutil y etéreo— siguió Nessie.
—El lugar es como un bosque de duendes y hadas— seguía musitando Rosalie, casi para sí misma —puede que tenga razón— señaló a la publicista con la cabeza.
—Además, eres muy de tules, gasas y esas cosas; tipo a lo que llevaste en la gala— le recordó —y te quedan muy bien.
—¿Tú llevas velo?— Bella se mordió el labio inferior; la modelo negó con la cabeza.
—Llevo un tocado lateral, de plata y cristales— les reveló, con una pequeña sonrisa —y el vestido es corte sirena; es lo único que voy a adelantaros.
—Yo no puedo ponerme eso— suspiró.
—Claro que puedes— negó Rosalie con la cabeza —hoy en día, gracias a dios, existen muchas más opciones de tallas, y no todo se queda en las tallas adolescentes.
—Yo creo que no necesitas una talla grande— se encogió de hombros Nessie —puede que no sea la de Rosalie, o la mía— las dos estaban muy delgadas —pero creo que, dentro del rango de tallas normales, te puedes mover, sin que tengan que pasar a un tallaje especial.
—Deja a mi hermano hacer su magia— la intentó tranquilizar Rosalie —va a ser espectacular, y precioso.
—Menos mal que vas tú— rodó los ojos la publicista, señalando a la modelo con la cabeza, a la vez que salía con la bandeja de tazas. Justo en ese momento el cantante se adentraba en la cocina, cargando con la fuente y bol de la ensalada.
—¿Cómo va todo por ahí fuera?— interrogó su calabacita, con una pequeña sonrisa.
—Están metidos en un divertido debate, acerca de si la música era mejor en los setenta, o la de nuestra época— les reveló, con una sonrisa divertida. Toda la cena los más jóvenes, por así decirlo, habían escuchado a Esme, Carlisle, los padres de Bella y el propio Billy contar lo que fueron aquellos años, y cuánto los añoraban. En ese momento entraron Sam, Jake y Emmett a la cocina, también.
—Ahora vengo— se disculpó el guitarrista, adentrándose en la casa.
—Irá al servicio— se encogió de hombros el cantante, pero vieron que Emmett se puso a revolver los cajones de la cocina.
—¿Se puede saber qué buscas?— le preguntó Rosalie, mirándole de brazos cruzados.
—Algo que pueda utilizar… ¡ajá!— dejó la frase inconclusa, para tomar dos espátulas de madera —esto me servirá.
—¿Para qué quieres eso?— interrogó Bella, con el ceño fruncido.
—Necesito baquetas— le sacó de dudas, ante la cara de póquer del resto y la sonrisa se Sam —y cómo tu chico no tiene ni un par en casa— Edward rodó los ojos. En ese momento entró Jake, con dos guitarras acústicas, una de color madera y otra de color negro. Le tendió una a Sam.
—Tienes que cambiarles las cuerdas— le reprendió Jake, afinándola a su gusto.
—¿Se puede saber qué vais a hacer?— volvió a preguntarles a sus compañeros, mirándolos de hito en hito.
—Tu padre se ha puesto a cantar "Hotel California"— sonrió malicioso Sam —vamos a acompañarlos un poco.
—Ya empezamos— resopló Edward, negando con la cabeza —cuándo se pone a cantar es que va algo achispado —Rosalie y Bella reían por lo bajo.
—El mío está haciendo los coros— se encogió de hombros Jake.
—Y el tuyo, chica Rock— añadió Emmett, sonriendo divertido. Los ojos de la castaña se abrieron como platos.
—¿Cómo dices?— interrogó estupefacta.
—¡Os lo estáis perdiendo!— exclamó Amy, que entró corriendo a la cocina —¡vamos, mami!— la tomó de la mano.
Los improvisados músicos se adelantaron; Jake y Sam empezaron a tocar las guitarras, a la vez que Emmett usaba toda superficie disponible para emular a su batería, con las improvisadas baquetas; efectivamente, Carlisle y Charlie rodeaban a Billy, cantando ahora los tres, ante unos estupefactos Edward y Bella, unas divertidas Nessie, Rosalie y Amy… y unas mortificadas Esme y Renée…
"En una oscura carretera desierta,
viento fresco en mi cabello.
Cálido olor a colillas
elevándose a través del aire…
Más adelante, en la distancia
vi una luz brillante.
Mi cabeza se volvió pesada
y mi vista se oscureció…"
—¡Vamos, hijo!— animó Carlisle al cantante, ante la mirada divertida de sus compañeros; Edward rodó los ojos, pero su prometida le dio un codazo, a la vez que le decía con los ojos que se animara… suspirando divertido, entonó el estribillo…
"Bienvenido al Hotel California;
un lugar tan encantador,
un aspecto tan encantador.
Muchas habitaciones en
el hotel California,
en cualquier época del año
puedes encontrarlo aquí.."
—¡Ese es mi yerno!— gritó Charlie, alzando su cerveza, ante la cómica mirada del resto, mientras Esme y Renée seguían resoplando, armándose de paciencia. Al final, Edward tomó asiento, con Bella a su lado, terminando de cantar él mismo la canción, para deleite de todos.
—Nos espera una boda muy divertida— exclamó Emmett, frotándose las manos, una vez la canción terminó, y ganándose una fulminante mirada por parte de Esme y Renée.
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Después de una divertida velada, casi a las dos de la madrugada, decidieron dar por terminada la noche. Esme tuvo que conducir, con un Carlisle tumbado de forma extraña en el asiento del copiloto, y Edward tuvo que ayudar a Charlie a subir las escaleras, hasta su dormitorio, con Bella carcajeándose de lo lindo y su madre resoplando. Billy tampoco tuvo mucha suerte, y al final fue su propio hijo el que tuvo que tomar el mando de la silla de ruedas, para poder irse a su casa.
El sábado por la tarde, fue la celebración del cumpleaños de Amy con sus amigas. Por la mañana dejaron a la pequeña en casa con el matrimonio Swan, para ir a buscar la tarta y los dulces que habían encargado a una pastelería del centro, que hacía cosas increíbles sin azúcar. Al volver se encontraron con la divertida estampa de Charlie, inflando globo tras globo, y con la cabeza a punto de explotar, ya que su mujer había escondido el inflador y lo estaba haciendo a la manera convencional, todavía mosqueada por el espectáculo de la noche pasada.
Bella estaba feliz; hacía muchos años que no veía a su padre relajarse y disfrutar, y sobre todo, abrirse y relacionarse con la gente. Edward estaba asombrado, y a la vez, disfrutando de lo lindo, ante tal espectáculo. Al final se compadeció del pobre Charlie, y le ayudó con los dichosos globos, sacando el inflador del escondite, y riéndose al ver la cara de su suegro.
La fiesta pasó sin contratiempo alguno, y Carlisle y Charlie permanecieron sentados en el jardín, aleccionados por sus mujeres, hablando tranquilamente, para no enojarlas más. El matrimonio Swan conoció también a Alice y Jasper y a sus hijos; y Bella, para su suerte, fue presentada al grupo de padres de las pequeñas. Conoció a los padres de Sally, Beth y Laura, que la acogieron con los brazos, abiertos, incluyéndola incluso en el grupo de mensajes que tenían las madres, ante la divertida mirada de Alice.
Los niños disfrutaron de lo lindo, apenas sin salir del agua, jugando y correteando por los jardines, para deleite de Amy, que emocionada, apagó las velas y abrió los regalos, rodeada de sus amigos y bajo la mirada complacida de Edward y Bella.
El fin de semana siguió su curso, y pronto la rutina del lunes hizo de nuevo acto de presencia. El matrimonio Swan acompañó a la pareja a dejar a la pequeña en el colegio, para luego ir a dar un paseo por los sitios más emblemáticos de la ciudad. Terminaron la mañana en la tienda de Esme y Carlisle, para deleite de Renée, ansiosa por cotillear. Comieron todos juntos en un pequeño restaurante, al lado, y el tema de la boda salió a colación. Por suerte, Bella ya había advertido a sus padres que esto corría a cuenta de Edward y de ella, y que no tenían que preocuparse por nada.
Finalmente, llegó el momento que Bella más deseaba, y a la vez, temía. Se despidió de su padre y luego de su novio, con un tierno beso, ya que se iban con Sam al partido de baloncesto. Carlisle se quedaba en la tienda hasta la hora del cierre, y Esme, Renée y ella se fueron a buscar a la pequeña, para ir directamente a la tienda. Cuando llegaron allí ya estaban Demetri y Rosalie esperando.
—Mi encantadora novia— saludó el estilista a Bella, abrazándola —¿preparada para un poco de diversión?— interrogó, mirándola pícaro.
—Estoy aterrada— le confesó, mordiéndose el labio inferior, para luego girarse hacia su madre, haciéndole un gesto para que se acercara —te presento a mi madre, Renée.
—Es un honor conocer a la madre de la novia— exclamó, abrazándola.
—Eres igual a cómo sales en la tele— rio divertida, devolviéndole el saludo.
—Deduzco que también tendré el honor de vestirla— musitó, poniéndose serio.
—A ella, y a Esme— le confirmó Bella, ya que la madre de Edward se acercaba a saludarlo.
—Fantástico— aprobó —luego hablaremos— les indicó a las dos, con una graciosa mueca. Se acercó a su hermana, que charlaba con Amy, ansiosa por empezar —estamos en uno de los atelieres de novia más importantes de Los Ángeles— les empezó a explicar, mientras las conducía a una sala privada.
—Es increíble— musitaba Renée, admirando la exquisita y lujosa decoración del sitio, en elegantes tonos grises y blancos. Una mujer joven, rubia de pelo corto, les esperaba, abriendo los ojos por la sorpresa.
—Ella es Patricia Hicks, la encargada— les presentó.
—Demetri, te voy a matar— exclamó, entre alucinada y divertida —podrías haberme mencionado que la novia es Isabella Swan— se volvió a la aludida —es un placer conocerte, y que estés en nuestra tienda. Espero que demos con el vestido, y que me presentes a tus acompañantes; a Rose ya la conozco— le guiñó un ojo.
—El placer es mío— devolvió el saludo, sonrojada —la tienda es espectacular— alabó.
—Muchas gracias; puedes llamarme Patty— le dijo, con una sonrisa tranquilizadora.
—Y tú a mí, Bella— le devolvió la deferencia —te presento a mi madre, Renée; la madre de Edward, Esme— ambas mujeres estrecharon su mano —y Amy, la hija de mi prometido.
—Tu opinión seguro que es la que más nos importa— Patty se agachó a su altura —¿preparada para ver vestidos?
—Tengo muchas ganas de ver a mami con ellos— exclamó, ante las risas de los presentes.
—Tomen asiento, por favor— les señaló un confortable sofá de terciopelo gris; la niña se sentó entre sus dos abuelas, mientras que Rose lo hizo en uno individual, justo al lado de ellas.
—Bien, ¿qué es lo que buscas?— empezó el interrogatorio.
—Ni yo misma lo sé— suspiró.
—¿Cuándo es la boda?— Bella miro a Demetri, que le dio una sonrisa de confianza.
—No van a decir nada, Bella— la tranquilizó —llevo muchos años trabajando con Patty; por eso precisamente, hemos venido aquí.
—Tenemos muchas novias conocidas— habló la mujer —nunca hemos tenido ningún problema.
—Seis de agosto— le reveló, con una pequeña sonrisa.
—Se casan aquí— Demetri había encendido su Ipad, que le tendió a Patty, mostrándole el sitio.
—Espectacular— musitó —hemos tenido varias novias que se han casado en Waterfall— es como un bosque encantado.
—Y ese es el punto al que quiero llegar— siguió hablando el estilista —los cortes evasé y faldas en línea A favorecen su silueta— empezó a explicarse —eso, junto a las ideas y sugerencias que tenga ella, es un punto para empezar.
—Perfecto— asintió Patty —déjame medirte, para la talla. Para este tipo de vestidos, o vestidos de gala o de fiesta, lo normal es vestir una talla más a la habitual que solemos llevar— Bella levantó los brazos, mientras de Demetri iba apuntando su talla de busto, de cintura y de cadera —estupendo; podemos movernos dentro del rango de tallas normales, por así decirlo, sin tener que recurrir a las tallas especiales.
—¿Lo ves?— Rose rodó los ojos, suspirando —no tienes nada de qué preocuparte.
—Y si hubiera que recurrir a ellas, no habría problema— la intentó tranquilizar Demetri.
—Exacto— añadió la encargada —hoy en día se pueden hacer, prácticamente, todos los modelos en cualquier talla; me da igual la línea A, corte sirena, corte princesa…— enumeró.
—Bien; ahora quiero que me expliques la idea que llevas, y a partir de ahí seleccionaremos— Demetri se puso unas llamativas gafas, de pasta rojas —personalmente, opino que debes probarte corte en línea A— Bella asintió —fue lo que llevaste a la gala e ibas muy cómoda.
—Eso es cierto— le dio la razón Esme.
—Estabas espectacular ese día— sonrió Renée.
—¿Algún detalle en particular?— preguntó Patty.
—Me gustaría que llevara algo de mangas, aunque estoy dispuesta a probarme algo con tirantes. Cómo bien sabe Demetri, me encantan las gasas, y tules… todo en su justa cantidad.
—Creo que ese tipo de tejidos hará que parezcas un hada del bosque— la pequeña Amy sonrió, encantada —pega muy bien con el entorno, y el tipo de boda íntima que vais a celebrar —vamos a seleccionar algunos modelos, mientras tú pasa al probador, y ponte una bata que hay colgada detrás de la puerta.
Bella hizo lo que le ordenaron, y poco tuvo que esperar para que Patty y Demetri volvieran con tres vestidos, que colocaron frente a la castaña.
—Primeras opciones— anunció Patty —prefiero traerte de poco en poco, y vamos descartando. No he querido preguntar fuera, pero deduzco que el precio no es un problema— Bella iba a abrir la boca, pero Demetri se adelantó.
—Mi pauta a seguir es la siguiente— exclamó, divertido —lo que a ella le guste, y con lo que esté cómoda, sin importa el precio.
—Eso suena muy Edward— se cruzó de brazos, mirándole con una ceja arqueada.
—Aquí no se puede mencionar al novio, Bella querida— le guiñó un ojo el estilista, de forma teatral —da mala suerte— desvió el tema.
—Típico de mi prometido, y de ti— resopló de manera cómica.
—Bella— Demetri le tendió el vestido a Patty, que lo colgó de una percha —vas a tener una boda de ensueño, disfrútala— le aconsejó, tomando su mano entre las suyas, justo en la que estaba el anillo —te aseguro que va a ser tu primer y único matrimonio, y el último de tu novio —Bella sonrió levemente —relájate, y vive el momento; diles a todos ese día… aquí estoy yo, Bella Swan, casándome con este hombre increíble, y con el vestido de mis sueños— le susurró en voz baja —ese día, vas a ser la mujer más envidiada por muchas… y muchos— rodó cómicamente los ojos —creo que todo el mundo, aunque sea por una vez en la vida, tenemos derecho a vivir nuestro gran día, y a soñar con él, sea por un matrimonio, nacimiento de hijos, ocasiones especiales…— enumeró —muchas personas por diferentes circunstancias, no pueden hacerlo… pero tú sí que puedes— la castaña agachó los ojos, levemente emocionada por las palabras que le había dedicado.
—Vale— suspiró ella —me concentraré en mí, y lo disfrutaré— en el fondo, como toda chica que se casa, quería estar radiante, dentro de sus gustos —quiero probarme ese— señaló un vestido muy minimalista, con escote en pico, drapeado en la cintura, y mangas largas de gasa. Una vez con él puesto, se encaminó de nuevo a la salita, dónde el grupo esperaba expectante.
—Primera opción— llamó su atención Demetri —modelo de Justin Alexander, famoso diseñador nupcial —línea A, escote en pico, espalda también en pico— les mostró —mikado de seda, uno de los tipos de este tejido que mejor caen, y elegantes mangas de tul de seda, en blanco inmaculado.
—El drapeado justo en la cintura y el estómago le sienta muy bien— musitó Esme, mirándola con detenimiento.
—Es muy bonito— Renée la observaba también con atención, pero…
—No me pega para una boda en medio del bosque— acabó Rosalie por ella.
—Exacto— le dio la razón la madre de la novia.
—Es más cómo si fuera para una boda civil, celebrada dentro de un edificio— añadió ahora Esme —aunque le sienta de maravilla.
—Eso es cierto— afirmó Rosalie.
—¿Bella?— Demetri se volvió a ella, que no hacía más que girar, viéndose desde todos los ángulos.
—Me gusta el drapeado, y las mangas— les dijo —aunque no pensé que fuera tan escotado— ya que podía entreverse el nacimiento de sus pechos.
—Eso luego se puede modificar— le aclaró Patty, estirando la pequeña cola —podemos hacer cualquier arreglo que necesites.
—¿Amy?— llamó la atención de la pequeña.
—No está mal— se encogió de hombros —pero me gusta más el que llevaste a la gala— el grupo rio, divertido.
—Más tipo princesa, pero sin pasarse— añadió Rose.
—Volvamos al probador; esto no ha hecho más que empezar— exclamó Demetri. Una vez dentro, se cambió de vestido, volviendo a salir.
—Segunda opción; Lillian West— anunció —vestido en línea A, de tirantes finos y espalda escotada en forma redonda— expuso —con unos delicados bordados en el torso, que emulan hojas de plantas, y pequeñas perlas— la falda son capas de tul que caen suavemente, y con algo más de cola que el primero.
—Ese me gusta más que el primero, mami— sonrió Amy.
—Empezamos a acercarnos— sonrió divertida la encargada de la tienda.
—Precioso— alabó Esme.
—Te sienta muy bien— le dio la razón su madre —y me pega más para una boda campestre.
—¿Qué dice la novia?— le preguntó Demetri a Bella, serio y dando vueltas alrededor de ella.
—Me gusta la línea, y la caída de la falda— les reveló— aunque los tirantes…— dejó la frase inconclusa.
—¿Por qué no quieres mostrar los brazos?— preguntó ahora la modelo, frunciendo el ceño.
—Es que, por aquí— señaló la parte que iba desde el hombro al codo —tengo algún que otro michelín, y no sé si…
—Cariño, siempre has lucido tirantes— Renée la miró extrañada.
—No estás gorda, Bella— negó Demetri con la cabeza —y te aseguro que apenas se nota.
—Opino lo mismo— le dio la razón Renée.
—Te casas en pleno agosto, y en California— le recordó Esme —aunque lleves mangas muy finas, si hace mucho calor, te van a sobrar.
—Eso es cierto— le dio la razón Demetri.
—Quizá podemos probarle algún modelo de manga corta, que tape los hombros y el comienzo del brazo— propuso Patty —eso hace que parezca, por así decirlo, más estilizados.
—Y ella estaría más cómoda— le dio la razón el estilista—nos acercamos, pero tenemos que seguir.
De nuevo volvieron al probador; en total la castaña se probó seis modelos, del tipo al segundo, con diferentes tejidos, encajes y bordados. Estaba a punto de decidirse por uno, muy parecido al primero, pero con mangas hasta casi el codo, cuando de nuevo en el probador, Patty habló.
—Antes de que decidas; acabo de caer en un vestido de la temporada pasada, que tenemos en el almacén —Bella asintió en silencio —¿estás abierta a probarte algo de color?
—¿Color?— frunció el ceño.
—Ahora está muy de moda— le explicó —es un rosa empolvado muy muy sutil, que incluso depende el reflejo de la luz, tiene tonalidades marfiles; no tiene pedrería, sino unos bordados de hojas y flores muy delicados, en el torso y en la cintura; ¿te apetece verlo?
—¿Estás cien por cien convencida con éste?— señaló Demetri el que llevaba puesto.
—No del todo, aunque creo que es el mejor me queda— le dijo.
—Entonces creo que debemos verlo— le dio el visto bueno a Patty, que en menos de dos minutos volvió; cuando bajó la funda y se lo mostró, algo en su interior hizo click.
—Impresionante— alabó Demetri.
—Zuhair Murad— le explicó la encargada, quitando la percha —se lo probaron muchísimas novias la temporada pasada, pero creo que el asunto del color las echó para atrás— una vez con el puesto, la castaña se vio en la intimidad del probador, admirando los delicados bordados, y las capas de gasa que caían de manera suave al suelo.
—Tienes que enseñárselo— suspiró Demetri, con una mano en el corazón. Volvió a salir, mirándose de nuevo en el espejo.
—Bella…— musitó Rose, sonriendo.
—Me encanta, mami— exclamó Amy, levantándose y quedando a su lado —pareces un hada del bosque.
—Exacto— musitó satisfecho el estilista —esa es la reacción que quería.
—Muy bonito, y me encanta la originalidad del color— alabó Esme.
—Zuhair Murad, modelo Belinda— les empezó a relatar el estilista, ya que Patty le había informado camino a la salita de ese dato —junto a Elie Saab, uno de los referentes de la alta costura libanesa. Sus vestidos son objeto de culto entre las celebrities. Línea A, con bordados de flores, en el busto y cintura sobre tul ilusión, con capas de fino tul de seda, que caen de manera fluida; espalda también con bordados y tul ilusión, con delicados botones forrados a tono— el tul ilusión del cuerpo parecía que llevaba las hojas y flores bordadas directamente en su piel, tapando los puntos justos y necesarios.
—Manga corta, justo para que cubra un poco más abajo del hombro, por lo que estiliza y alarga los brazos, también con bordados— Bella se fijó que, de las mangas, caía también tul hasta el suelo, imitando el efecto de una capa.
—¿Esto se podría quitar, y dejar sólo la manga corta?
—Sin problema— añadió Patty.
—Al atardecer, el efecto del vestido será increíble— añadió Renée, con un mano en el corazón —estás preciosa, hija.
—Y falta el último detalle— Patty volvió, portando un velo —velo bordado a juego— le recogió parte del pelo con una horquilla, asegurando la peineta. Del mismo tono que el vestido, el finísimo tul caía sin apenas ahuecarse, y los bordados al final de éste hacía que encajara a la perfección.
—Dios mío— musitó Bella, casi para ella misma. El velo enmarcaba su rostro de una forma que no podía describir, y el tono rosa empolvado le sorprendió gratamente.
—Este es, mami— Amy tomó su mano, dándole un pequeño apretón.
—Sin duda alguna— aprobó Rosalie, sacándole una foto y enviándosela a Nessie y Alice.
—¿Bella?— Demetri la miraba divertido, diciéndole que sí con sus ojos azules. La mirada de la castaña de dirigió a su madre y a su suegra, y al verlas sonreír, y los ojos de Renée cristalizarse, lo supo.
—Sí, quiero— recitó divertida, admirándose de nuevo en el espejo, y arrancando las risas del resto.
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Gracias a todas las chicas que seguís en este maravilloso mundo que es Fanfiction; a las que retomáis la historia, a las que os sumáis a ella, a las que leen, a las que habéis opinado y las que opináis ahora…
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Disfrutad mucho de las vacaciones de Semana Santa; nos vemos a la semana siguiente. Un abrazo enorme a todas!
