Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de Silque, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from Silque, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo traducido por Yanina Barboza

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POV Bella

Hombre, él era bueno. En la pausa antes de que comenzara a tocar, presioné mis dedos contra mis labios y le lancé el beso a Edward. Su sonrisa y sus ojos brevemente cerrados fueron mi respuesta. Dios, éramos cursis. Me encantaba.

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POV Bella

Durante las dos horas que tocó, maravillosamente, debo agregar, no miró a ninguna parte más que a mí. Hacía una pausa para los aplausos, miraba hacia abajo brevemente, como si se preparara para la siguiente suite, pero luego sus ojos se fijaban una vez más en mi cara. Pasé todo el concierto bebiendo champán, sonrojándome y mirándolo fijamente. Nunca tuve que tocar la botella de vino, ya que Jasper seguía apareciendo y llenándola nuevamente. Lo juro, esta gente me quería borracha.

Lamentablemente, mi audición disminuida realmente estaba empezando a afectarme. A pesar de la excelente acústica, el piano parecía apagado y me perdía por completo las notas más suaves, así como las más agudas. Mi recuerdo de las piezas me ayudó a llenar los vacíos, pero por primera vez estaba empezando a comprender realmente lo que estaba perdiendo. Mantuve la sonrisa en mi rostro, sin querer molestar a Edward. Ya sabía cuánto agonizaba por cualquier cosa que pensaba que me hacía infeliz. Era suficiente estar aquí con él, viéndolo realizar su arte.

Al recordar su actuación anterior, me di cuenta de que esta era muy diferente. En Filadelfia, se había quedado mirando las teclas, rara vez levantaba la vista y su rostro estaba congelado en lo que parecía ser concentración. Esta noche, sus labios permanecieron curvados en una pequeña y secreta sonrisa, y sus ojos brillaron con una luz constante. Entonces me di cuenta de que todo era para mí y me estremecí de alegría.

Debí haber hecho cosas muy buenas en mi vida anterior, si esta era mi recompensa.

Terminó la última pieza y se levantó entre un estruendoso aplauso. Mi dios del piano. Me asombraba que este hombre de enorme talento pareciera preocuparse por , una completa don nadie con defectos insuperables. De repente me invadió el miedo de que esta noche fuera mi última noche con él. Estaba completamente convencida de que mañana me dejaría en mi casa y desaparecería de mi vida para siempre. ¿Qué hombre en su sano juicio me querría cuando ni siquiera podía oírlo tocar?

Casi me había hecho llorar, simplemente con mis propios pensamientos.

Edward hizo una breve y rígida reverencia y caminó resueltamente fuera del escenario, directamente hacia donde yo estaba sentada. Me obligué a sonreír, pero no creo haberlo engañado. Su frente se arrugó y me puso de pie.

—Bella, ¿qué pasa, amor?

—Nada en absoluto. Tu actuación me conmovió —mentí.

Pude ver que no me creía. Después de todo, era una mentirosa realmente mala.

—Isabella... —comenzó, luego se giró, empujándome lejos del escenario. Terminamos en su camerino. Alice y Jasper estaban allí, pero ella no dijo una palabra. Simplemente agarró la mano de Jasper y los empujó a ambos afuera, cerrando firmemente la puerta detrás de ellos.

Edward me giró para mirarlo, con las manos curvadas alrededor de mis hombros. Me quedé mirando sus zapatos, pero él puso sus dedos debajo de mi barbilla, haciéndome mirarlo.

—Bella, por favor. Por favor, dime, ¿qué pasa? No puedo leer tu mente. Puedo ver que algo te ha molestado. ¿He hecho algo...? —se calló en un susurro agonizante.

—¡No! —casi grité. Está bien, lunática. Bajé mi voz—. Edward, yo solo... siento que esto es un final. No sé dónde estamos. Ya siento mucho por ti, y no sé si te irás mañana. No sé qué haré después de que te hayas ido… —me interrumpí con un pequeño sollozo. Sabía que estaba balbuceando. ¡Estúpida! No había sido mi intención compartir tanto.

Se sentó en el sofá y me puso en su regazo, rodeándome con sus brazos y acercándome a su duro pecho. Me sentía tan segura allí.

—No iré a ninguna parte sin ti. Ahora que te encontré, ¿cómo puedes creer que simplemente me alejaría de ti? Dondequiera que estés, voy a estar, y si no puedes seguirme, no iré. —Tomó mi muñeca y agitó el amuleto del piano con su dedo, haciéndolo balancear—. Este es solo el primero de los recuerdos que intento crear contigo. Esto es para recordarte, cuando no pueda abrazarte, que soy tuyo. Bella... soy tuyo.

No lo dijo con arrogancia, como si él fuera un premio. Lo dijo con humildad, impotencia, en señal de rendición.

Eso debería haber sido suficiente, pero no podía dejarlo pasar.

—¡Pero voy a quedarme sorda, Edward! Completamente sorda como una piedra. Esta noche, solo pude escuchar la mitad de lo que estabas tocando. —Las lágrimas se desbordaron entonces—. ¿Por qué me querrías? Tengo tantos defectos. Te mereces mucho más…

Me hizo callar besándome, tan dulcemente, que mis labios se amoldaron a los suyos. Tenía mis manos en su cabello antes de darme cuenta, pasando los sedosos mechones entre mis dedos. Sus manos trazaban círculos sobre mi espalda, y el frío, sentido incluso a través de la seda de mi vestido, me provocaba deliciosos escalofríos.

—Bella, nos encargaremos de tu audición. Eres tú la que merece más. —Desvió la mirada por un segundo y luego volvió a mirarme a los ojos—. Podemos manejar cualquier cosa que venga, siempre y cuando estemos juntos. —Secó las lágrimas de mis mejillas con sus pulgares mientras tomaba mi cara—. Por favor, créelo, porque yo lo creo. Con todo mi corazón.

Sorbí y asentí, apoyando mi frente contra la suya.

—Mi vida está cambiando, ¿no?

Me rodeó de nuevo con sus brazos.

—Eso es algo bueno, ¿verdad? —Me dio una pequeña sonrisa.

—Lo es —suspiré.

Me puso de pie, luego se levantó para pararse frente a mí y comenzó a hacer señas:

—Has cambiado mi vida. Siempre te querré, pase lo que pase.

Él había aprendido eso por mí. Había hecho el esfuerzo de aprender lenguaje de señas. ¡Por mí! Me arrojé contra su cuerpo firme, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello y presionando una ráfaga de besos por todo su rostro.

—Gracias —jadeé.

Presionó su rostro contra mi cuello, luego movió sus labios hacia mi oreja y susurró:

—Lo que sea por ti, amor.

Alice regresó rápidamente a la habitación, con la intención de romper la fiesta de arrumacos. Me gustaba un poco menos en ese momento.

—Vamos a quitarte el traje de pingüino, Maestro. El mundo real llama —se rio. Sacó a Edward de mis brazos, quitándole el saco y la corbata con manos eficientes—. Recuerda lo que te mostré, querido hermano. Hay un momento y un lugar para todo.

Sus ojos se encontraron con los míos mientras le respondía a Alice:

—Lo recuerdo.

Esta vez estaba preparada, así que me di la vuelta cuando ella fue por los botones de su camisa. No es que no quisiera verlo, simplemente no quería volver a someterme a la tentación. Yo era un poco más grande que Alice. Estaba bastante segura de que podría derribarla y llegar hasta Edward. El problema era que me había girado directamente hacia el espejo y él estaba perfectamente enmarcado allí; tuve que ver cómo se me revelaba su magnífico cuerpo, una vez más.

Entonces me di cuenta de que Edward también me estaba mirando en el espejo y me sonrojé como un tomate. Entonces bajó los ojos, pero estaba sonriendo y seguí mirándolo mientras se ponía su oxford. Estaba cautivada, observando el juego de sus músculos bajo su piel blanca mientras se ponía la camisa sobre los hombros. Empezó a meter el faldón y vi a Alice detenerlo con un pequeño movimiento de cabeza y una sonrisa maliciosa. Edward apartó la mirada de ella y parecía un poquito... ¿dolido? Eh.

—El equipo cargará tu piano más tarde esta noche. Haremos que lo entreguen en la casa de Ithaca. Ya notifiqué a los cuidadores que llegará por la mañana. Saben dónde ponerlo —parloteó Alice.

Jasper salió por la puerta mientras Alice recogía la ropa del concierto de Edward y la colocaba en una percha y en una bolsa de traje. Solo estuvo fuera un minuto, pero volvió a entrar, luciendo bastante satisfecho. Obviamente, algo estaba pasando. Él asintió con la cabeza hacia Edward y dijo:

—El auditorio está vacío, Edward. Es todo tuyo. Alice, cariño, vámonos de parranda, y dejemos en paz a estos niños locos. Hay un nuevo club de baile en el centro y quiero ver a mi esposa mover el esqueleto. —Me guiñó un ojo y se fueron, dejando atrás el eco del chillido encantado de Alice.

Edward tomó mi mano y me llevó fuera del camerino, de regreso al escenario. Su piano todavía estaba allí, las luces del escenario todavía estaban encendidas y el teatro estaba vacío, excepto por unos pocos conserjes, limpiando las secciones del público. Me llevó al piano y colocó mis manos en el marco, justo al lado del teclado.

—Escribí esto anoche, después de dejarte en tu casa. Es para ti y sobre ti.

Hizo una pausa por un momento, con los dedos curvados y flotando sobre las teclas, y luego comenzó a tocar. Debe haber sido la pieza musical más hermosa que jamás había escuchado. Quizás porque era Edward, tocándola para mí. Él la había escrito para mí. Casi sollocé, pero logré contenerme. Sin embargo, no pude evitar que las lágrimas corrieran por mi rostro. Este hombre maravilloso, hermoso y perfecto era mío. Él mismo me lo había dicho. Él no me dejaría.

Esta vez no me miró. Observó sus manos, con los ojos fijos en las notas que estaba tocando.

Con las manos en el piano y estando tan cerca, pude escuchar todo. Presioné mi estómago contra el costado del instrumento, sintiendo las notas resonar por mi cuerpo. Luché para evitar extender la mano para tocarlo mientras tocaba. Podía ver que esto era importante para él, tan importante como lo era para mí.

Cuando terminó la pieza, dejó caer sus manos sobre sus muslos, mirando el teclado como si tuviera alguna respuesta a los mayores acertijos de la vida.

Pareció haber tomado una decisión trascendental, y luego levantó la cabeza para mirarme a los ojos. No pensé que mi corazón pudiera sentirse más lleno.

—Bella, te amo.

Estaba equivocada.