Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Historia editada por Karla Ragnard, Licenciada en Literatura y Filosofía

Capítulo 1:

Un cambio incómodo

Isabella movía el tacón, haciéndolo chocar con la cerámica del suelo. Quería morderse las uñas, pero no quería estropearse el esmaltado. Llevaba ya media hora esperando a su jefe y la incertidumbre le estaba haciendo fatal.

—¿Quiere una taza de té o café, señorita Swan? —preguntó la asistente, una mujer que agachaba la cabeza cada vez que él le pedía algo.

«No estamos en la misma sincronía, cariño. ¡Despierta!», pensó.

—Gracias, estoy bien —respondió de forma queda—. ¿Le queda mucho?

—Continúa estando en una reunión con el señor Butler.

Botó el aire.

Así que estaba con ese maldito…

Bella gruñó para sus adentros y se quedó un buen rato respirando hondo para no entrar de un zarpazo y gritarle a aquel miserable, porque sí, era un miserable.

—Ah, así que por eso no ha podido atenderme —dijo, dejando suavemente su elegante bolso a un lado de la silla.

—Estoy segura de que la atenderá muy pronto, señorita Swan.

Bella fingió una sonrisa y se quitó el ondulado cabello castaño de los hombros con esa elegancia propia de ella. ¿Muy pronto? La había llamado en medio de su día libre y a las seis de la mañana, solo para decirle que tenía que comentarle algo muy grave.

De inmediato se imaginó de qué se trataba.

No había sido muy buena idea darle una cátedra de sexualidad consciente a la esposa del señor Butler, el principal socio de su jefe, el presidente de la compañía financiera más importante de San Francisco y del país. Pero ¿qué culpa tenía? La mujer estaba mal y necesitaba que le hicieran conocer la realidad del sexo sin tabúes ridículos… como los que su esposo, el señor Butler, había impuesto en su mente. ¿Si acaso pensaba que lo iba a dejar por otro hombre y más joven? No, claro que no. ¡No, no era su culpa!

«Eso te pasa por ser un imbécil aburrido, Aaron Butler».

—Si eso es lo que dices —musitó, mirándola nuevamente.

—Debe esperar como todo el mundo, señorita.

Bella por poco le mostró la lengua. ¿Esperar como todo el mundo? ¡Era la bendita gerente en Recursos Humanos de la empresa! ¿De qué demonios hablaba?

Aprovechando que la asistente de su jefe se había ido a su escritorio, dándole la espalda, ella se levantó de puntillas con sus imponentes tacones rojos y metió la cabeza en el pasillo desde donde estaba la puerta de su jefe. Como él no era un entendedor de la educación y hablaba tan fuerte como una ambulancia en medio de una emergencia, no tardó mucho en escuchar qué era lo que sucedía dentro.

—¡No voy a permitir que una mujercita libertina venga a destruir a mi familia! —chilló el señor Butler—. Ahora mi esposa cree que sabe de su cuerpo. ¡Ja! Si ya tiene cincuenta y cinco, ¿qué espera? Ya no tiene el cuerpo de antes, por Dios. Además, ese imbécil con el que está ahora ¿crees que va a quererla? Lo tenía todo, Rick, ¡todo! Y por esa clase de terapia de mierda, de… descubrimiento emocional y sexual —se rio, como si aquello fuera la ridiculez más grande del planeta—. ¿Puedes creerlo? Tu maldita gerente en Recursos Humanos ha destruido mi familia por esa terapia inventada que hace a las mujeres con ideas libertinas y ridículas. ¡Quiero que la saques ya!

Se quedó boquiabierta.

¿Una libertina? ¡Pues sí! Claro que lo era. ¡Era libre y le gustaba sentirse así! ¿Destruir a su familia? Si eso significaba darle poder emocional y autoestima a una mujer que había sufrido los veinte años que estaba de casada con el papanatas ese, pues lo volvería a hacer mil veces más.

—Ni siquiera sé qué se ha imaginado —bramó nuevamente Aaron Butler—. Ya tiene cuarenta y pico y cree que puede verse bien. Ja. A su edad, las mujeres deben estar preparadas para quedarse en casa. Pero qué va, si está soltera. ¿Acaso no se da cuenta de que es una vieja con deseos inmaduros…?

Bella dejó de escuchar en ese momento. No pensaba, solo era una mujer de impulsos.

Abrió la puerta de un solo golpe, encontrándose con ambos hombres bebiendo y empujando sus barrigas peludas, en una lucha por quién hacía volar el botón de la camisa primero. Cuando la vieron, sujeta de las caderas, con la respiración de una leona a punto de atacar, ambos dejaron a un lado sus vasos con alcohol y carraspearon.

—Señora Swan —dijo su jefe, el indignante asqueroso que veía porno a escondidas, mientras su esposa recurría a ella para sus terapias porque al muy patán no le funcionaba la masculinidad y se rehusaba a pedir ayuda.

—Señorita —le corrigió—. Soy madre soltera… ¡y con orgullo!

El señor Butler miró hacia un lado, mofándose por su condición de madre soltera.

—Le pedí que esperara para…

—¡No esperaré una mierda! —espetó—. ¿Cómo se atreve a permitir que este hombre me insulte de esta manera?

—¿Qué ha dicho? —Ambos parecían anonadados.

—¡He ayudado a pobres mujeres de nauseabundos hombres como ustedes! Antes de preguntarse porqué una mujer como yo ha decidido ayudarles, ¡deberían comenzar por ustedes! Apenas se esfuerzan por respirar mientras su miembro se encoge cada vez más—. Hizo el ademán con su dedo pulgar y el índice.

Ambos vejetes se quedaron en silencio mientras buscaban las palabras en el aire, cuan peces buscando respirar.

—¡Basta, Isabella! —exclamó su jefe—. ¡Has llegado demasiado lejos! ¡Estaba buscando la manera de contener tu impetuosa manera de llevar a las mujeres de esta empresa a una especie de… aquelarre! ¡Sí, aquelarre! ¡Debe comportarse, señora Swan! ¡Tiene más de cuarenta años!

—¿Aquelarre? —Bella chilló entre risas—. ¡Pues lo mío se llama terapia de autoconocimiento corporal y sexual femenino! ¡Y lo hago con gusto! ¿Sabe por qué? Porque este trabajo es una mierda, ¡la gerencia de recursos humanos es una mierda! ¡Su empresa lo es! Antes de dirigir una empresa de este calibre, ¡busque la manera de limpiar el historial de la maldita computadora! ¡Cerdo nauseabundo! ¡Y sí! ¡Tengo cuarenta y tres y aún soy capaz de disfrutar de la vida mientras ustedes beben mierda en horario laboral!

Isabella no era el tipo de mujer que se contenía, había aprendido demasiado respecto a la impronta social que los hombres habían conseguido efectuar en las mujeres. Y se había aguantado demasiado tiempo en este trabajo en el que su jefe era un inepto.

—¡Estás despedida! —espetó el hombre, temblando ante la rigidez de la mujer.

—¡No! ¡Claro que no! —Los sorprendió a ambos—. ¡Yo renuncio!

Respiró hondo y antes de darse la vuelta, tomó ambos vasos que estaban sobre el escritorio y los olió.

—¿Con hielo? ¡Qué patético! Un consejo, ¡los hombres de verdad consumen whiskey auténtico! —Se bebió los dos de un solo trago y a pesar de que era tan menuda y la cantidad de alcohol era suficiente para emborracharla, se dio la vuelta, moviéndoles el culo con descaro, porque no había nada que más le doliera a un hombre que una mujer hermosa y capaz—. ¡Y aprendan a satisfacer a las mujeres! ¡Por eso están solos!

Les cerró la puerta de un solo zarpazo y finalmente caminó furiosa hacia adelante, sabiendo que todos esos ojos detrás de las paredes eran porque la habían escuchado con lujo de detalles. Cuando se enfrentó a la asistente de su jefe, iba a pasar de largo, hastiada de seguir ahí; sin embargo, ella levantó la mano con timidez y le sonrió.

—¿Puedo saber cuándo es la nueva sesión? Me gustaría ir —susurró la mujer.

Isabella bajó los hombros y bufó.

—Próxima semana. Jueves. Revisa el chat. Lleva bocadillos. Cambio.

La asistente finalmente asintió y sonrió entusiasta, más de lo que quizá lo había estado en mucho tiempo.

Cuando llegó hasta su oficina, tan amplia como un departamento, con la mejor vista de toda la ciudad y la decoración digna de un diseñador, supo que su vida, desde ahora, había cambiado para siempre. Si bien, era algo que había deseado gritar después de mucho tiempo, saber que de pronto todo se había acabado, desde las comodidades y la facilidad de ser de gerencia, la comenzó a abrumar. Pero ¿cómo controlarse? Había pasado diez años en esta empresa de mierda, desperdiciando sus deseos incontrolables por la terapia en un trabajo que odiaba, al fin y al cabo. Ser psicóloga laboral no era lo que esperaba de su vida, pero había decidido quedarse porque, bueno, ganaba un dineral y la vida que le daba a su hijo de diecisiete era todo lo que la mantenía en este lugar.

Y se había acabado.

Con un chasquido de lengua comenzó a reunir sus cosas en una caja y finalmente se despidió del lugar, dando un último suspiro. Cuando salió del ascensor y se dispuso a caminar por el estacionamiento, se dio cuenta de que llovía a cántaros y que todas sus cosas acabarían estropeadas.

—Maldita mierda —gruñó, corriendo para alcanzar su coche, luchando con sus manos para dar con la llave dentro de su bolso.

Sabía que se arrepentiría de haber aparcado al frente, pero no a ese nivel.

Cuando cruzaba la calzada, uno de sus tacones se metió en un hoyo, quebrándose al instante. En el momento en que cayó de bruces al suelo, ensuciándose de barro, sentía que toda su dignidad se había perdido irremediablemente. Y vaya que era orgullosa. ¿Lo peor? Que una imponente camioneta roja todoterreno derrapara delante de ella, levantando el barro, no estaba dentro de sus planes bajo ningún motivo.

—¡Hey! —exclamó un hombre, saliendo del coche sin siquiera dignarse a mirarla en el suelo.

Notó que del lado del copiloto salía una hermosa mujer rubia, sollozando de forma estruendosa mientras corría calle abajo. El tipo, al que solo pudo verle la espalda y los tatuajes en sus brazos, eludiendo el barro (irónico, dado que le había embarrado toda la cara), simplemente siguió su camino hacia la chica a la que buscaba, ignorándola por completo. Lo último que vio fue su amplia espalda, la que habría disfrutado de contemplar en un contexto completamente diferente, junto a un cabello cobre que ya estaba completamente empapado.


Buenos días, les traigo el primer capítulo de esta historia que nació en base a mis deseos locos (hace ya muchos meses atrás) por brindar algo ligero, divertido y con enseñanzas como me gusta. Son capítulos cortos que van bien avanzados y mi plan es actualizar todos los sábado o domingo, pero si ustedes dejan un buen entusiasmo en los reviews, por supuesto que les traeré actualizaciones antes. Los personajes son todos super divertidos y en realidad espero que se rían a carcajadas, como también emocionarse con lo que viene a futuro. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

Agradezco sus comentarios, durante un rato estarán todos sus nombres a modo de agradecimiento, cada gracias que ustedes me dejan es invaluable para mí, no tienen idea del impacto que tienen sus palabras, su cariño y su entusiasmo, de verdad gracias

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