Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Capítulo en edición (te quiero, Karla)

Capítulo 15:

No todo es perfecto

Era un beso salvaje, en donde la lengua hizo su aparición en el primer segundo. Edward tenía sus grandes manos apretando ese hermoso culo que le volvía loco y Bella estaba desesperada por abrir su camisa y rasgarle todo con tal de tocar esa piel y sus músculos duros… y mirar sus tatuajes también.

A pesar de que ambos no estaban conscientes realmente de que estaban frente a algo sin vuelta atrás, los sentidos estaban más intensos que nunca, de hecho, Bella estaba tan deseosa como nunca, sentía que… estaba viviendo lo que siempre aconsejaba a sus pupilas, ahora sí en carne propia.

Edward ya estaba empalmado, apenas podía controlarse mientras sentía sus nalgas redondas, firmes y perfectas, sus manos seguían siendo insuficientes para tal maravilla y eso lo volvía loco. No recordaba estar tan desesperado por probar más y aunque apenas era capaz de pensar con raciocinio, quiso preguntarse cómo se quitaría a su insufrible vecina de la cabeza desde que sencillamente solo besó sus labios.

Isabella lo despojó de su camisa, botón por botón, mientras suplicaba entre gemidos que tocara más, porque esas manos grandes la apretaban con tanto salvajismo que iba a seguir humedeciéndose hasta que sus jugos cayeran entre sus piernas.

—¿Y? ¿Cuándo vas a asumir que perdiste tu apuesta? —le preguntó Edward, alejándose de sus labios para comenzar a besar su cuello, otra vez drogándose con su olor y su perfume.

«Puta mierda, huele tan bien».

Bella tenía los ojos cerrados y cuando terminó de abrir su camisa, simplemente vio un pecho tatuado y un cuerpo que solo ofrecía fuerza y locura.

—¿Y vas a asumir que te has emborrachado, teniente? —interpeló, ignorando la búsqueda de respuesta de Edward.

Ninguno volvió a referirse a eso, porque sí, Bella había pasado una noche divertida, loca, maravillosa y ahora estaba por terminar con algo que ella, en su lugar más escondido, se moría por hacer.

Él la contempló y sonrió, simplemente incapaz de pensar en otra cosa que seguir besando su cuello, a la vez que bajaba las tiras de su vestido, una a una, para dedicarse a morder por última vez ese cuello delgado y largo y transportarse a sus hombros, lamiendo su piel suave, tersa y deliciosa.

Bella se mordió el labio inferior y se subió a él, abrazándolo con sus piernas y sus brazos, lo suficiente para que la tomara desde las nalgas, provocando que su vestido se subiera hasta que Edward sintió la piel de sus preciosas nalgas.

La erección estaba estrangulada entre sus pantalones, se sentía irremediablemente vulnerable a los encantos de la mujer de cuarenta y pico que le había hecho reaccionar luego de varios años sin acción, y aunque ambos debían tener la misma edad, sentía que volvía a ser un jovenzuelo (sí, incluyendo la incapacidad de contener una erección con tan solo mirarla).

Por su lado, Bella no dejaba de mirar sus tatuajes tras la oscuridad, aunque apenas podía fijar la atención en cada uno de ellos porque ante la contemplación todo se volvía algo borroso y doble, y a la vez estaba desinhibida, disfrutando de los pectorales, los hombros fuertes y esos brazos maravillosos que la sostenían como si se tratara de una pluma. Aunque era una mujer independiente, fuerte, incapaz de aceptarse un sexo débil, porque definitivamente no lo era (ninguna de las mujeres, de hecho), cuando se trataba de sentir el deseo y el desenfreno, tenía un gusto algo culposo porque este teniente lograse utilizar todo su salvajismo con ella. De solo imaginar más, su humedad le corría entre las caras internas de sus muslos.

Finalmente, Edward sintió la cama y cayó en ella, con Bella a horcajadas. Ambos estaban desatados, olvidando, otra vez, la realidad. Bella solo estaba usando ese vestido que se había subido hasta su cintura y podía sentir a la perfección la erección del teniente. Solo pudo gemir de desesperación porque la cogiera con todas sus fuerzas.

El cielo comenzaba a mostrar el comienzo del amanecer, pero ninguno le dio importancia, la borrachera no les permitía percatarse de nada más que del otro, las miradas eran intensas e indicaban todo el deseo que habían acumulado durante tanto tiempo, ignorando que, incluso, sus móviles vibraban en alguna parte de la habitación.

—Estás muy duro —susurró Bella, acorralándolo lo suficiente para que le viera el escote, restregándose para sentir el placentero deleite que tenía.

Se besaron otra vez, restregando sus lenguas de manera alocada mientras ella tocaba el ahogado miembro.

La vista de Edward era fantástica, ver a su vecina por partida doble le daba un toque especial, aunque todo daba vueltas. Cuando ella lo acarició, su control se perdió del todo y tiró del cierre de su vestido, abriéndolo para encontrarse con una delicada piel y… Dios mío, qué hermosas tetas.

—Qué mujer más deliciosa —susurró Edward, jugando con el camino que había entre sus senos.

Bella se lamió los labios y abrió el cierre del pantalón del teniente para descubrir que el maldito no llevaba ningún tipo de ropa interior.

—Vaya —murmuró, sintiendo cómo se le hacía agua la boca.

Edward respiró hondo, sin saber cómo sentirse ante lo que ella veía. Sabía que el tamaño para algunas era algo importante, pero no el grosor…

Bella tragó al ver la gorda polla que se encontraba delante de sus ojos y sin preámbulos lo tocó, disfrutando de un circuncidado miembro precioso que jamás habría imaginado en él.

—Me devoraré todo de ti —le dijo al oído—. Qué hermosa polla. Eres, francamente, una perdición.

Edward siempre había temido que eso le trajera problemas, e incluso, vaya que lo había causado. Si bien, parte de su falta de salidas con mujeres por varios años había sido por eso, en realidad, hacía mucho tiempo… o quizá nunca, se había sentido tan enormemente desesperado por una mujer.

Bella había conocido varios miembros en su vida, la mayoría eran hombres dotados y no precisamente con un cuerpo como el del teniente, pero ninguno había logrado causarle cosquilla alguna, al menos no para sentir un verdadero orgasmo como los que les hacía buscar a sus pupilas… no hasta ahora, que aunque era un desagradable vecino, todo en él parecía enloquecerla y esa polla… Se imaginó cómo hacer que entrara en su boca, no por la profundidad que alcanzaría, sino por… bueno, la potencia de su diámetro.

Tocó con su pulgar y luego lo rodeó con su pequeña mano, que parecía diminuta junto a su hombría.

—Padres judíos, ¿eh? —le susurró al oído.

Edward se ruborizó como un púbero y eso le provocó ternura a la segura y deslenguada Isabella.

—Es tan lindo —jugueteó, dándole caricias a la longitud, sintiendo su palpitación y luego la textura.

Edward suspiró y luego gruñó, deseoso de poder disfrutar con ella como tanto lo había deseado en sus más oscuros pensamientos.

Mientras la psicóloga lo acariciaba, Edward trazó caricias en sus hombros y clavículas, pasando por sus brazos y luego llegando a esos senos redondos que había soñado con conocer. Sus pezones rosados fueron suficiente aliciente para apretarlos y pellizcarlos, logrando que ella echara la cabeza hacia atrás.

«Bien, nunca me habían logrado sacar un mísero suspiro tocándome las tetas… hasta ahora», pensó ella mientras respiraba de manera agitada.

Cuando sintió su lengua, Isabella dio un brinco y gimió. Esa lengua sabrosa, caliente, húmeda y esponjosa, rodeaba sus pechos con tanta majestuosidad, que solo pudo volver a besarlo mientras seguía acariciando su erección. En ese instante, él le quitó las bragas, dejándolas caer a un lado de la cama. Cuando Bella volvió a su cometido, apretando el miembro del teniente, sintiendo la humedad en la punta y rasgó suavemente sus testículos con sus uñas, Edward echó la cabeza hacia atrás sin percatarse de que estaba el duro cabecero de la cama, dándose un fuerte golpe en la zona occipital. Antes de emitir un quejido producto del dolor, la pared vibró y le dejó caer un aplique de vidrio en la cabeza, partiéndose en varios pedazos.

—¡Mierda! —gimió Bella, viéndolo aturdido en medio de la cama.

Edward se tomó la cabeza, sintiendo que sangraba en alguna parte de su cráneo.

Bella vio la sangre saliendo y manchando la almohada, por lo que comenzó a alterarse, queriendo salir de encima para cubrir la herida con lo primero que encontró: sus bragas.

Odiaba la sangre, el olor, la textura, el color… Le tenía tal fobia que el mareo producto del alcohol fue aún más fuerte al ver todo lo que estaba ocurriendo. Y cuando seguía a horcajadas, simplemente se desplomó al suelo, desmayada producto del alcohol y el olor de la sangre.

—¡Isabella! —exclamó Edward, intentado contener la sangre con las bragas, sostenerse a los mareos del alcohol y el golpe, para levantarse y sostenerla.

Era un desastre.

Estaba tan desesperado, algo que no había sucedido ni en todos sus años de servicio en la milicia, que solo procuró llamar al servicio a la habitación mientras tomaba a Bella entre sus brazos, abanicándola con la mano y revisando que no hubiera tenido ninguna herida que lamentar.

—Maldita sea —susurró, atestado por el dolor en su cabeza, los mareos y Bella desmayada.

Cuando tocaron a la puerta, avisando que se trataba del servicio a la habitación, Edward tomó a Bella entre sus brazos, trastabilló y abrió la puerta, sangrando con las bragas en su cabeza. La mucama que venía a por la inquietud se quedó perpleja y luego miró el pantalón a punto de caérsele al hombre fuerte que sostenía a la pobre mujer en sus brazos.

—No pregunte. Llame a una ambulancia —pidió, muy avergonzado.

.

Bella había despertado cuando a Edward le estaban tomando una tomografía axial computacional de cabeza, acostada en una camilla con un suero en el brazo. Cuando recordó lo ocurrido, sintió tanta vergüenza que solo pudo taparse los ojos con la mano.

Todo había acabado de la peor forma.

Se miró el vestido y luego movió las piernas, sintiendo que no llevaba sus bragas.

—Mierda —dijo, levantándose.

—Tenga cuidado, ¿se siente bien? —preguntó un enfermero, entrando a la sala.

—Me siento bien —afirmó, luego de mirarse el brazo, como pidiéndole que se lo quitara.

—Está terminando de pasar el suero con tiamina.

—¿Y eso qué es?

—Algo para curar… la resaca. Le hará sentir mejor.

Dios mío. Ella, una psicóloga con trayectoria y un ejemplo para sus chicas, estaba ahí, sin bragas, luego de haber visto cómo le sangraba la cabeza a Edward, el teniente, mientras estaban…

Mierda, mierda, mierda…

—Ya no lo necesito. Por favor, quítemelo —pidió con amabilidad.

El enfermero suspiró y lo hizo, hasta que ella pudo posicionarse en la orilla de la camilla.

—¿Él…?

—¿Su novio?

—No es mi novio —dijo tajante.

—Bueno, él… Está realizándose algunos exámenes, pero todo indica que va bien. Le han suturado la cabeza.

Por Dios, su noche no podía haber terminado peor.

—¿Se siente bien?

—Perfecto —aclaró.

—Bien. ¿No quiere volver a vomitar?

Doble mierda. ¿Había vomitado?

El enfermero vio su expresión y prefirió sonreír e indicarle que esperase al médico para darle el alta.

Asintió y esperó impaciente en su camilla hasta que apareció el médico y efectivamente le indicó el alta, no sin antes preguntar qué había sucedido, esperando saber si se trataba de alguna agresión por parte de su… acompañante.

—Yo… Estábamos borrachos —aclaró luego de carraspear.

El médico, con años de experiencia en esos casos, comprendió completamente.

—Bien, puede marcharse. El señor Cullen está afuera. Todo ha ido bien con él.

A pesar de todo, Bella se sintió aliviada.

Cuando salió, vio al teniente sosteniéndose el parche donde seguramente le habían suturado la cabeza. Cuando se miraron, ya sobrios, entendieron perfectamente lo que había sucedido.

—No tengo nada, gracias por preguntar —dijo él, muy ácido.

—Como si me importara —mintió Bella—. Yo también estoy bien… por si te importa.

Edward se miró las manos y asintió, también fingiendo que no le importaba.

—Ni te atrevas a contar lo que pasó —amenazó ella.

—¿Y crees que quiero hacerlo? —contraatacó él.

Los dos entrecerraron sus ojos.

—Es un secreto, ¿bien?

—Claro que sí. Y no volverá a repetirse —aseguró el teniente.

—Bien.

Se quedaron en silencio, recordando lo que habían estado haciendo desde aquella fiesta.

Por poco y… santo Dios, aún sentían las emociones y sensaciones de aquel accidentado encuentro. Aún así, ambos prefirieron hacerse los desentendidos mientras se ruborizaban por su lado.

Ness y Tony se sentían desesperados entrando al hospital luego de llamarles a cada uno a su teléfono sin recibir respuesta. Cuando les avisaron que sus padres estaban en el hospital, a eso de las seis de la madrugada, no tardaron en irse juntos al lugar, ocupando el coche de Edward.

Cuando llegaron a la sala de urgencias y vieron a sus padres, mirando al suelo como dos adolescentes, ambos se tomaron de las caderas y exclamaron.

—¡¿Qué carajos pasó?!


Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Como ven, no todo salió como esperaban, y es que estos dos entre tanto calor y la borrachera, apenas y eran capaces de ir más allá sin tambalearse. Pobre Edward, acabó con la cabeza rota y Bella desmayada por la sangre. Estos son un lío... y para peor, sus hijos necesitan una explicación. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben que me gusta leerlas

Agradezco sus comentarios, durante la tarde estarán todos sus nombres en muestra de agradecimiento por dejarme una palabrita de cariño, espero volver a leerlas, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, su cariño, su entusiasmo y sus palabras lo son todo, de verdad gracias

Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!

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