Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Capítulo en edición (¡te quiero, Karla!)

Capítulo 19:

Lo que sucedió

Aquel beso estaba retratado en energía, en lascivia y en la incapacidad para pensar en más. Sus lenguas rozaban cada espacio de sus bocas y entre ellas formaban un nudo de promesas hacia una noche que estaban dispuestos a disfrutar sin importar las consecuencias.

—¿Aún piensas en el césped? —preguntó él.

—Cállate y continúa —replicó Bella.

Edward sonrió y le apretó el culo con fuerza, subiéndola a sus brazos mientras ella gemía contra sus labios y le apretaba el collar.

—¿No querías seguir cerca de tu vecina histérica? —molestó la psicóloga mientras el teniente usaba su fuerza para sostenerla como una pluma mientras caminaban juntos escalera arriba, hacia la que era la habitación principal del dueño de casa.

—Cállate y toca todo lo que quieras —le permitió el militar, para luego darle un beso profundo que le quitó la respiración.

Bella perdió sus estribos (aún más que antes) y de inmediato soltó la chaqueta, dejándola caer al suelo. Cuando llegaron a la habitación, Bella pudo sentir el perfume que usaba él, con un toque fresco a roble y especias suaves, masculinas, pero a la vez robustas en masculinidad. Se sentía una vampira frente a la mejor sangre que había encontrado en milenios. Él la dejó caer suavemente, aprovechando de tocar sus deliciosas nalgas. Si tan solo hubiera llevado un vestido o una falda…

—Odio estos malditos pantalones —gruñó, dejándola sostenerse del suelo para seguir agarrándola de esas suaves nalgas que moría por tocar.

—¿Y qué esperabas? ¿Que supiera que ibas a estar presente en la cena? —inquirió ella, mientras le quitaba el delgado suéter.

—Entonces, de saber que estaría presente, ¿te habrías puesto una falda? —inquirió él, esta vez sacándole él el suéter que llevaba.

Bella no alcanzó ni siquiera a poner una mala cara o a responder, pues él metió las manos en las comisuras de sus pantalones y, al intentar bajarlos, los destrozó en varias tiras, tornándolos una prenda inservible.

—¡Teniente Cullen! —chilló Bella, quien aunque quería molestarse por romperle su ropa, no pudo evitar sentir que su temperatura subía como la espuma.

A él no le importó, simplemente llegó a su ropa interior, descubriendo que más parecía hilo dental.

—A su servicio, señorita —dijo con la voz grave, masajeando esas jugosas nalgas que se moría por comer.

«Dios, esto sería un sueño hecho realidad», pensó desesperado.

Bien, la erección ya estaba comenzando a subir y sin siquiera darle espacio a más, ¡el pantalón estaba apretado y apenas podía contenerlo! Es que sus nalgas eran tan suaves, redondas y grandes…

—Oh, no, no hagas eso —susurró ella, tirando del cabello de su nuca y luego bajando las manos por la camiseta delgada.

—¿Qué cosa? —le preguntó al oído. Luego besó su cuello y se fue hacia sus clavículas, disfrutando de la camiseta con tiras.

—Hablar como teniente —confesó la psicóloga.

Edward sonrió y le bajó las tiras para tener acceso a su pecho.

—Mmm —ronroneó, abriéndole la camiseta por la parte frontal, volviendo la prenda una simple tela inservible.

—¡Teniente Cullen! —jugueteó Isabella, más excitada aún—. Te aprovechas porque no tengo tu fuerza física, ¡me debes dos prendas!

—¡Cierre la boca, soldado Swan! —rugió, dándole la vuelta, tomando sus brazos en el momento para aprisionarla.

Bella odiaba a los hombres dominantes en la vida diaria, pero cuando se trataba de un teniente y sexo, eso se convertía en una fantasía hecha realidad.

—¡No estoy dispuesta a aceptar sus órdenes, teniente! —medio gimió, descubriendo la manera en que él terminaba por quitarle los pantalones y la camiseta (bueno, lo que quedaba de ella).

Él le dio una nalgada y luego le apretó el culo, sabiendo que eso iba a marcarla. Su grito fue lo primero que se escuchó.

De pronto, un ladrido pequeño llamó la atención de los dos.

—Es ese perro acosador —dijo Bella, alejándose para que él se acercara.

—No te hará nada, no entrará, está encerrado —le susurró el teniente, volviendo a darle la vuelta hasta que ella chocó con el cristal de la ventana—. Y no vuelva a hablar si no se lo he permitido, soldado, soy su teniente.

Bella no podía controlar el deseo que le hacía sentir esta fantasía alocada que se estaba gestando entre ambos, lo único que sabía era que, en definitiva, de esto no había vuelta atrás, ¡ni loca!

Entonces, Edward acomodó suavemente su rostro en el cristal para que no se dañara con él, posicionando su mejilla junto a la palma de su mano libre.

—¿Me ha entendido? —le dijo al oído, exhalando en el proceso.

Ya sentía su sexo caliente.

—Pero…

—¡He dicho que guarde silencio! —gruñó con una sonrisa, volviendo a darle una fuerte nalgada. Aquello provocó que ella gritara de placer y dolor.

Iban a continuar en esa locura fantasiosa, pero escucharon un graznido. Antes de que pudieran darse la vuelta, Edward sintió que su pantalón era tirado por unos dientes filudos.

—¡Puntito! —regañó el teniente, siendo arrastrado por el animal.

Sí, claro, ¡por supuesto que ese pequeño perro no podía permitir que su amo le hiciera daño a su nueva mejor amiga!

—¡Mierda! —gritó Bella, apretándose contra la espalda de Edward.

—¡Puntito! —volvió a decir, esta vez con voz autoritaria—. ¡No estoy…! ¡Ya basta!

El can logró arrastrarlo hasta que ellos se separaron, pero Edward estaba caliente como fogata de niño explorador condecorado, por lo que le dio unas órdenes que él acató rápidamente al ver que nadie le hacía daño a su nueva amiga.

—¡Afuera! ¡Ve! —siguió ordenando él, hasta que finalmente pudo cerrar la puerta.

Al darse la vuelta, ver a Bella le subió la lívido, porque vaya… ¡era tan deliciosa!

—¿El perro se ha ido? —inquirió ella de forma suave, fingiendo miedo.

—Por supuesto que sí.

—Me da terror —siguió fingiendo, acurrucada en contra el cristal.

—No debería tener miedo —susurró Edward, atrapándola con sus grandes palmas justo en la cintura.

—Pero tengo. Soy una soldado muy frágil —jugueteó Bella, dando recorridos en su pecho con su dedo índice.

—Dudo mucho que sea una soldado frágil —musitó, tirando de la camiseta para quitársela y dejarla caer al suelo.

Ella suspiró al ver todos esos tatuajes. Dios… Quería lamer cada uno de ellos.

—¿Usted cree?

Volvió a darle la vuelta, tomándola por sorpresa y llevando sus manos con suavidad por el monte cubierto de su lencería. Subió por el vientre, acariciando la suave piel y llegó hasta sus senos, los que sí, cabían tan bien en sus manos. Bella echó la cabeza hacia atrás mientras él tiraba de sus pezones y luego masajeaba sus rosadas areolas y el resto de la delicada piel de aquellos pechos que para Edward eran tesoro.

—¿Estoy equivocado?

—Usted nunca se equivoca —respondió Isabella, alocada por más.

De pronto, bajó sus bragas y las lanzó hacia donde fueran a parar.

Bella se mordía los labios, sintiendo cómo caía su humedad entre sus piernas.

—¿Usted?

—Teniente —gimió nuevamente al sentir esas manos pellizcar sus pezones de forma placentera.

—Así me gusta —volvió a ronronear.

—¿Y usted? ¿Por qué no está usando su traje? —preguntó, ladeando la cabeza para mirarlo.

Edward sonrió.

—¿Quiere que lo ocupe, soldado?

Ella le sonrió de tal forma que lo entendió todo. Bella quería que usara al menos una parte de lo que le hacía ser un teniente.

«No puedo creer que estoy por cumplir una mis fantasías más escondidas», pensó, mordiéndose el labio otra vez.

—Hágalo —suplicó.

Cuando se separó de ella, Bella se dio la vuelta y aprovechó de lanzarse a la cama de Edward, que era extra grande, con edredones azules y un cabecero muy sencillo, pero precioso. Todo olía increíblemente bien… y a él.

—Tiene una cama muy cómoda, teniente —dijo, apoyando el vientre en el edredón, dándole la mejor vista de su culo mientras movía sus piernas flexionadas de arriba hacia abajo.

Fue una sorpresa para ella el que él la tomara desde la barbilla para acercarla a su cuerpo y pegarla a este con fuerza. Sentir su miembro caliente y erecto fue suficiente para tener escalofríos, sobre todo si estaba rozándole el canal interno de sus glúteos.

—Dese la vuelta, soldado —dijo Edward.

Cuando Bella, con una sonrisa descarada, hizo tal como pidió él, vio a un hombre desnudo… en realidad solo llevaba una camisa militar y una gorra con altas distinciones.

Solo pudo jadear.

—¿Así está bien?

—Está perfecto, teniente.

Bella era una desinhibida del sexo, por algo también dictaba charlas para empoderar a las mujeres en su sexualidad, pero esta vez sentía que estaba rozando en lo que tanto quería: una locura llamada deseo. No negaba que había tenido amantes que habían logrado satisfacerla… con ayuda de su dedo en el clítoris. Temía que volviera a suceder y, de hecho, no quería tener expectativas, sino solo disfrutar.

Edward, por su parte, se había involucrado tanto en su trabajo y en Ness, que las conquistas eran esporádicas y contadas con sus dedos. No podía mentir, había tenido sus oportunidades, pero no lograba conectar porque… su anatomía lograba asustar y, además, no se sentía cómodo. Ahora, simplemente no sabía qué animal lo había poseído

desde que conoció a su histérica vecina. No estaba dispuesto a dar un paso atrás, ya no.

La besó de manera apasionada y ella lo abrazó hasta que pudo encarcelarla con sus brazos. Esa lucha de lenguas era digna del deseo inescrupuloso en el que se encontraban.

Isabella aprovechó de tocar, de dedicarle su tiempo a los tatuajes, a sentir su fuerza y la tensión que generaba su cuerpo. Aun así, esto no duró mucho, puesto que él le dio la vuelta en la cama y se posicionó detrás de ella, tomando sus caderas con fuerza.

—No sabes cuánto moría por sentir este culo. —Su voz sonaba tan

varonil, tan grave—. Es el mejor culo que he visto en mi vida.

Bella miró por detrás de su hombro y rio.

—¿Sí?

Él besó sus nalgas, bajando con lentitud por la parte trasera de sus muslos. Lo que más se oía en la habitación eran sus besos y los jadeos incontrolables de ella.

—Y quiero comérmelo por completo —rugió, apretando las nalgas con todas sus fuerzas.

—¿Por completo? —preguntó Bella entre gemidos.

—Poner mi lengua, mis labios y mi nariz, aquí, enterrados en tu ser. Quiero devorarlo todo —le dijo al oído.

Edward notó que ella se había puesto muy tensa.

—¿Qué? ¿Le temes?

Bella tragó.

—Nunca me han besado ahí —medio gimió.

—¿Qué? Creí que siendo eso de psicóloga o coach sexual no le tenías miedo a nada —la molestó el teniente, echándole el aliento a la parte interna de sus glúteos.

—¡Cállate! ¡Ush! —gruñó ella, queriendo darle una patada vengativa.

Sin embargo, Edward hundió su rostro en su culo y comenzó a generarle una sensación escalofriante y deliciosa a la vez.

Dios mío, sí que sabía cómo juguetear con esa lengua.

—¿Aún le tiene miedo a este tipo de beso, soldado? —preguntó él.

Isabella solo llevó la mano hasta su nuca y lo hundió nuevamente en su culo.

El placer que sentía era tal que simplemente cayó a la cama, rendida ante su lengua, su calor, su humedad… Era maravilloso. Se sentía en un cielo y en un infierno tan similares. Resultaba incongruente.

Enterró la cara en el edredón y continuó gimiendo, mientras Edward seguía disfrutando de su banquete, probablemente el más delicioso de su vida. Cuando esta acción resultó insostenible para Bella, sus gemidos ya eran sonoros y el ambiente principal de la habitación.

Él comenzó con movimientos más veloces, saboreando y hundiendo su lengua. Era un sabor divino; quería atesorarlo. Aquello provocó en Bella una tormenta de placer, por lo que de pronto, esa tormenta se convirtió en una explosión dentro de sí misma, su cuerpo tembló y la sensación fue tal deliciosa que acabó dejándose caer a la cama con una sensación sudorosa, húmeda y de temblores constantes, en donde el calor se alojó únicamente en toda su pelvis y luego iba generando hilos que llegaron a cada parte de su cuerpo.

Era un orgasmo vivo, uno real, uno… maravilloso.

Edward fue alejándose entre mordidas, cauteloso, disfrutando del sabor y de la humedad que llevaba en su rostro. Sentía que había cumplido parte de sus sueños… comerse ese culo como un desquiciado. Estaba duro y quería seguir jugueteando, especialmente si se trataba de esta mujer que lo tenía como un loco.

—¿Está bien, soldado? —preguntó Edward, dando besos en sus nalgas y luego subiendo por su espalda.

Bella solo podía suspirar. Jamás habían hundido su cabeza en su culo, y menos aún, le habían provocado un orgasmo de ese tipo.

—Bueno, esta soldado quiere más —dijo jadeante, dándose la vuelta para mirar tal panorama.

Era como una fantasía porno, lo sabía, pero ¿cómo no derretirse al verlo tatuado, usando su camisa militar, el gorro condecorado, esa erección… esas piernas…? No, no podía, estaba cumpliendo un sueño sucio del que moría por continuar.

Se arrodilló delante de él y lo tocó, disfrutando de ese fuerte pecho y sí distinguiendo lentamente algunos de sus tatuajes. Cuando llegó a su abdomen, notó cómo Edward esperaba aquel camino maravilloso en sus manos, así que continuó, disfrutando de una pequeña línea de vellos broncíneos, acabándose antes de llegar a su erección. En aquel momento solo pudo tocarlo con sus dos manos, que a pesar de que eran pequeñas, se veían aún más diminutas con el grosor. Tocó la punta con su dedo pulgar, disfrutando de la primera humedad, hasta que finalmente dio un recorrido completo por todo él, hasta llegar a los testículos, que masajeó con suavidad. El masaje permitió que esas venas se hicieran más gruesas y los brazos de Edward estuvieran más apretados. Su idea era llevárselo a la boca, pero el teniente la tomó desde la cintura, acostándola en la cama.

—¡Teniente! —gimió.

Edward la besó una vez más y volvió a repartir caricias de su boca por sus pechos, por su vientre y finalmente en su monte.

—Carajo —espetó ella.

—Míreme, soldado.

Bella se apoyó de los codos y notó cómo él hundía su lengua en su sexo, causándole una fuerte sensación indecorosa y placentera.

—Teniente…

No pudo continuar. Menos aún al contemplar cómo un hilillo pequeño de saliva y humedad separaba sus labios de su sexo.

La respiración de Isabella estaba enloquecida, y en un rápido movimiento, le quitó la gorra militar y se la puso.

—Acuéstese, teniente.

—¿Es una orden, soldado? —preguntó, mostrándole unos brillantes ojos verdes.

Bella no era una canija, su iris le producía muchas cosas a la vez.

—Esta vez sí. Lo quiero todo para mí. —Miró su erección y a la vez sintió el inminente temor del dolor.

Ella lo abrazó desde el cuello y lo besó, disfrutando del sabor de su intimidad en su propia boca. Edward la abrazó desde la cintura y acabó acostado bocarriba, mirando a la mujer que tenía en frente.

En definitiva, no recordaba haberse sentido tan atraído a una mujerona como ella. Y vaya que lo era. A su edad disfrutar del sexo no era tan común y siempre recibía comentarios ridículos de Jasper, su hermano, recordándole que, para disfrutar, una chica joven sería maravilloso, pero ¿la verdad?, prefería a las mujeres de su edad, sobre todo si era Isabella Swan.

Ella se puso a horcajadas, rozando sus intimidades en el intertanto.

—Debo confesarte que me gustan los hombres que disfrutan de un buen culo natural —le susurró al oído, para entonces besarle los labios con suavidad.

—Sobre todo con estas hermosas marcas —musitó, tocándolo.

Las estrías en sus caderas, nalgas y una que otra en su vientre producto del embarazo, le encantaban. La naturalidad y la seducción en Isabella eran irresistibles, aún más que su ya irresistible cuerpo y su hermoso rostro.

Bella sonrió y le mordió la barbilla, sintiéndose más hermosa que nunca. Adoraba que vanagloriasen quién era, algo que no había ocurrido mucho en su vida. La última vez, saliendo por diversión con un colega de la empresa, hacía ya cuatro años, acabaron cogiendo en su coche. Si bien, ya era un desconsiderado y falocéntrico, que le preguntase por qué tenía tantas estrías había quebrado su ya pequeña paciencia.

En realidad, al tener charlas terapéuticas con mujeres, con o sin vulva, lo que más añoraba era que tuvieran mejores experiencias que ella y que ningún hombre preguntase sobre sus cuerpos, especialmente si ellos no tenían derecho a hacerlo porque… ¿quién realmente lo tenía? Su meta era mejorarles su sexualidad, porque la suya, si bien había dejado de ser activa cuando se aburrió de buscar un orgasmo "no auto gestionado", tenía pocos recuerdos en los que se haya sentido dichosa, especialmente porque la mayoría quería lamidas, corridas y ya estaba. ¿Qué tenían para ella? ¡Deseaba que todas las mujeres supieran negarse y sentirse hermosas, aunque no tuvieran sexo! Porque el empoderamiento de cada una de ellas iba más allá de un hombre diciéndote hermosa mientras tenían un encuentro, ¡iba más allá que siquiera un encuentro sexual bien recordado! Todo eso nacía de ellas y el hombre correcto, ese hombre capaz de ver en tu alma y en tus defectos, iba a aumentar aún más esa sensación de mujer fatal.

—Son todas tuyas —susurró contra sus labios, mirándolo… tan guapo, con esa mirada profunda…

No, no, no.

—Qué hermosa eres, vecina.

—Tu histérica vecina.

Sonrió y llevó la mano a la mesa de noche, desde donde tanteó sin dejar de mirarla hasta que encontró un preservativo guardado en su brillante papel.

—Estabas bastante preparado —molestó ella.

—En realidad, me lo regaló mi hermano cuando nos vimos…

Se calló cuando Bella sonreía con más intensidad.

—Espero que no esté expirado —le susurró al oído.

Cuando lo vio revisarlo, se dio cuenta de que realmente había pasado mucho tiempo desde que se había dedicado a pasar un buen momento, bueno, si es que los usaba regularmente.

—No, no está expirado…

—La verdad, hace bastantes años que no encontraba un teniente que me gustase —musitó Bella—. Veo que tú tampoco encontrabas una soldado, al menos hace años.

—Los cuarenta —jugueteó Edward, tocándome las mejillas—. Es verdad, pero tú…

—¿Yo qué? —inquirió, abriendo el papel para sacar el preservativo.

—Debió ser tu decisión. Dudo mucho que no tuvieras miles de pretendientes.

—Ajá. —Comenzó a ponérselo, aunque estaba bastante apretado.

Edward siseó al sentir sus dedos.

—Así como sé que fue decisión tuya también, Edward, porque también dudo que no hayas tenido miles de mujeres de todas las edades buscando probar esto que tengo aquí —ronroneó Isabella, terminando de ajustar el preservativo.

—Me gustan tan maduras como yo. —Se mordió el labio inferior y desde la cintura la acercó más a él—. Aunque realmente no parezcas de mi edad.

Ella se sacudió el cabello, porque eso ya lo sabía.

—A mí también me gustan tan maduros como yo —le dijo, con la punta de su nariz junto a la de él—. Y tú tampoco lo pareces.

—Cómo odio lo mucho que me gustaste desde que te vi —gruñó, mientras sentía cómo Bella se posicionaba para que su erección entrara en ella.

Cuando se sintió lentamente invadida y sus paredes fueron acostumbrándose a ese dolor sofocante, ese ardor característico y luego el indudable placer, un placer indescriptible, no contuvo el gemido.

—Y yo odio que cada vez que te veo, simplemente quiero devorarte. ¿Por qué tenías que ser tú, Teniente de Mierda?

Los dos sonrieron y finalmente ella se sentó con él dentro, acostumbrándose a esa gran invasión ancha, pero con una longitud común.

—¿No te he hecho daño? —preguntó él entre jadeos, frunciendo el ceño.

Bella comenzó a moverse, aprovechando ese grosor divino, girando en sus caderas, con el dolor disminuyendo a medida que se sentía más y más húmeda.

—¡¿Crees que lo has hecho?! —chilló ella, tirando de sus pechos mientras se sentía en la gloria.

El teniente no pudo responder, porque, ¡joder!, esas caderas, ese culo, esta mujer… ¡Qué bien se movía! Sentía que sudaba, que la sangre se acumulaba cada vez más en su miembro, convirtiéndolo en una fiera a punto de estallar.

Isabella dio saltos salvajes, gimiendo con locura y echando la cabeza hacia atrás. Edward apretaba su cintura y luego sus nalgas, queriendo marcarla aún más. Ambos estaban compenetrados en un encuentro inigualable, con la piel perlada de sudor y el cabello pegándose a sus cuerpos. Finalmente, Edward tomó el mando de las penetraciones, loco por encontrar ese éxtasis, abrazándola y besándola con lujuria. Bella apenas podía respirar sin gritar, por lo que sus besos bloqueaban los quejidos más fuertes que podía haber espetado alguna vez en su vida. Tenía sus pechos pegados a su torso y ambos se miraban, sabiendo perfectamente lo que estaban haciendo y lo mucho que lo disfrutaban.

—Edward, ¡demonios! —gritó ella, apretando su mandíbula y luego enterrando sus uñas cerca de su cuello.

Iba a llegar, iba a explotar.

Edward tenía los músculos tensos y su fuerza al penetrarla estaba volviéndolo loco… a punto de echar aquel descarado orgasmo en una tormenta.

—Isabella —le dijo, jadeando hasta el borde de la hiperventilación.

Finalmente él dio la estocada definitiva que la llevó a ese cielo maravilloso, a aquel que ambos no sabían describir a cabalidad. Y entonces Edward la siguió, emitiendo un último gemido.

Se miraron, intentando respirar de la manera adecuada y entonces recordaron lo que acababa de suceder, boquiabiertos.

.

—No puedo creer lo que está haciendo —decía Tony entre risotadas, viendo cómo el policía, Jake Peralta, se involucraba en la mafia.

—¡No sé qué dirá Amy de eso! —le seguía Ness.

Estaban comiendo palomitas de maíz frente a la laptop, viendo la serie de policías favorita de Tony.

—¿Qué crees que estén haciendo mi papá y tu mamá? —preguntó el segundo.

Ambos se miraron y se encogieron de hombros.

—Yo creo que hacen lo que hacen todos los papás, hablar de la crianza y esas cosas. Seguramente se preguntarán cómo lidiar con lo de la preparatoria. —respondió Tony.

Ness suspiró.

—Espero que beban sangría y se lleven bien. Creo que se odian.

—Sí, yo también creo que se odian.

—Pero no hay nada mejor que una sangría… Bueno, eso le decía mi abuelo a papá.

—Mi abuelo vende biblias y no cree en ninguna mierda. —Tony reía, recordándolo y extrañándolo a pesar de que todas las semanas se veían.

—Eso es muy cool. ¡Mi abuelo le corta el cabello a los perros y una vez intentó cortárselo a mi abuela y acabó haciéndole parecer un poodle! —confesó Ness.

Siguieron riéndose hasta que este le dio la mano.

—Me gusta pasar tiempo contigo. Espero que nuestros papás se lleven de lujo para que sea más genial todo esto.

Tony lo abrazó y asintió.

—Eso espero.

Se acomodaron en la cama y siguieron viendo la serie hasta que Ness se durmió en el pecho de Tony. Su corazón se desbocó.

—¿Por qué me gustas tanto, Ness? Te conozco hace tan poco tiempo y es primera vez que siento ilusiones. —Suspiró y le acarició el rostro—. Espero ser tan valiente como tú.

Tony tenía tanto miedo que su boca se secaba, pero Ness se había convertido en un impulsor para reconocer más cosas de las que siquiera pensaba que vivían dentro de él.

Se había convertido en su ángel.


Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, lamento la demora, pero he estado con cuadros gripales y recaída de mi enfermedad, pero aquí lo tienen, al fin ese encuentro fugaz e intenso entre estos dos, ¿qué creen que seguirá ocurriendo? El romance, por otro lado, que tienen Tony y Ness seguirá haciéndonos suspirar ante lo lindo que es. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

Agradezco los comentarios de nydiac10 , Marce Ortiz , merodeadores 1996 , Santa , Franciscab25 , Mapi pili , MariaL8 , SeguidoradeChile , cavendano13 , Wenday 14 , BreezeCullenSwan , patymdn , morenita88 , Liliana Macias , saraipineda44 , Pam Malfoy Black , seiriscarvajal , kathlen ayala , NarMaVeg , Eli mMsen , ariyasy , ELLIana 11 , Noriitha , AnabellaCS , beakis , Freedom2604 , valem0089 , Valevalverde57 , Fallen Dark Angel 07 , Jimena , Pancardo , Liz Vidal , calia19 , krisr0405 , Mime Herondale , alejandra1987 , Lys92 , Arlette Cullen Swan , Ivi , Belli swan dwyer , EloRicardes , Makarena L , Valentina Paez , diana0426a , Lore562 , joabruno , E - Chan Cullen , tocayaloquis , ari kimi , Teresita Mooz , Ana Karina , Gan , Angel twilighter , ELIZABETH , Lizzye Masen , Tata XOXO , Jade HSos , luisita , Twilightsecretlove , jupy , Naara Selene , stella1427 , Mentafrescaa , Nenita , almacullenmasen , Veronica , roberouge , Karensiux , Erikay2003 , C Car , Mikagiss , Aidee Bells , kaja0507 , Iva Angulo , Sylll , LuAnKa , KRISS95 , Gracia , Rero96 , somas , sandju1008 , Angelus285, JMMA, Jocelyn, natuchis2011b, johannamaribel14, Claribel Cabrera y Guest, espero volver a leerlas, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, su cariño, su entusiasmo y sus palabras lo son todo, de verdad gracias

Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!

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