Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Capítulo 24:

Ups

La desesperación de ambos no era en vano. Ya había fatiga en cuanto a esconder deseos que morían por explorar una vez más. ¿Qué importaba ya?

La subió en sus brazos, desnuda y con sus senos chocando con su pecho. Ella besó su cuello a medida que olía su camiseta y enterró sus labios en su piel, disfrutando de la barba a medio crecer.

—¿Quieres jugar? —le preguntó él, disfrutando sus nalgas con sus grandes manos.

Bella sonrió, dejándose llevar por completo.

—Lo que quieras jugar.

—¿Estás segura?

Volvió a sonreír.

—¿Crees que me intimidas?

—No, no te intimido y eso es lo que más me gusta de ti.

Volvieron a besarse, mezclando los jadeos, el roce de sus lenguas y la locura implantada en cada disfrute.

—Dios, te ves tan sexy con la grasa en tu cuerpo —musitó ella, rozando las manos en su pecho.

Edward no respondió, estaba demasiado excitado para hacer más que probar su piel.

—¿Tienes algún juguete guardado? —inquirió, preguntándole al oído.

Ella rio.

—Por supuesto.

—¿Dónde?

—En mi salón de terapia.

El teniente no demoró en volver a sostenerla de su culo y llevarla hasta la que parecía ser la sala de terapia, un lugar cerrado con dos puertas de vidrio cuadriculado que escondía los conocimientos más profundos de Isabella Swan. Edward aprovechó de ver la decoración, pero no tardó en dejarla caer con suavidad al diván mientras se quitaba el pantalón, mostrando una rápida erección desesperada.

—¿Qué quiere la terapeuta? —inquirió Edward, mirando la alacena con juguetes.

—El que tú quieras mostrarme para sorprenderme.

Edward sacó un especial conejito, que vibraba de maravillas mientras… estaban dentro de ti. Él se acomodó con el conejito, poniéndose a horcajadas, a unos centímetros de su vulva. Bella miraba el conejito, recordando las veces en que le explicaba a sus pupilas lo importante de disfrutar de los orgasmos, sean hechos por juguetes o con… carne. O quizá, si tenían suerte, con ambos a la vez.

—La terapeuta eres tú —susurró él.

—Ajá. Pero quiero sorprenderme, quizá tengas una buena idea de las maravillas que se pueden realizar con el cuerpo…

—Especialmente el femenino.

Bella sonrió.

—Saca el lubricante y el preservativo —ordenó, señalándole la otra zona de la alacena. Ahí hay un cajón.

Él rio.

—El de silicona, ¿no?

—El que tú quieras.

Edward sostuvo el de silicona y de inmediato se imaginó las maravillas femeninas de Isabella Swan, sobre todo su rostro ruborizado, el cabello húmedo, la piel perlada de sudor… ese culo rojo de tanto apretarlo…

La erección prominente dolía dentro de sus pantalones; se los quitó rápidamente y caminó hacia ella mientras se deshacía de la camiseta, para luego continuar con unos pequeños malabares con el lubricante. Llevaba el preservativo en su envoltorio sujeto de su boca, mostrándole la imagen más atractiva a Bella… en mucho tiempo. Ella solo pudo morderse el dedo índice, apretando las piernas ante la desesperación.

Finalmente, Edward tomó sus muslos con fuerza y le dio la vuelta en el diván, acomodándola con la espalda contra el respaldo. Él bajó hasta sus muslos y dio besos suaves, primero en su cuello, luego sus senos, los que sedujo con sus labios y dientes, con delicadeza y ligeros toques lujuriosos. Isabella sentía el ardor de las fibras nerviosas, recorriéndola debido a esos pequeños pellizcos y lamidas. Mientras se arqueaba, él fue haciendo un nuevo recorrido, entrando ya a la zona más intensa de su cuerpo. En el instante en que Bella sintió su lengua cálida, recorriendo sus rincones, succionando con seguridad y luego pasión, cerró sus ojos y se dejó llevar, en especial cuando bajó hasta el perineo, revolviendo la piel sensible con la misma lengua hasta encontrar la pequeña entrada trasera, aquella que había entre sus nalgas. No había caso, claro que era su perdición, su culo era la maravilla que lo obsesionaba… aunque en realidad, Isabella se había convertido en una obsesión per se.

Bella tomó el preservativo, lo abrió con rapidez, se lo puso y luego lubricó la erección del teniente, que enseguida emitió un gruñido. Luego usó otro lubricante, el de silicona, y lo utilizó en el conejito. Edward sujetó el conejito, se lo acomodó en las caderas y se acercó a ella de manera lasciva, rozando su miembro con la intimidad de la psicóloga. Y entonces apoyó el conejito, que dio una rápida y contundente vibración y lo introdujo con cuidado en Bella. La vibración en su interior rápidamente la hizo dar un salto.

—Hazlo ahí —musitó ella, tomando la barbilla y cuello del teniente.

Ella le dio una mirada contundente que a Edward le significó mucho.

—Veo que es de silicona —murmuró él con una sonrisa.

—Vaya, sigo impresionada de que sepas para qué es.

El teniente le tomó la barbilla y le dio besos en el cuello, para luego ir a su boca.

—¿Se siente en desventaja la psicóloga y terapeuta?

Bella gimió al sentir que la penetraba lentamente con el juguete sexual.

—En realidad, esperaba encontrar a alguien con quien jugar tanto como a mí me gusta.

Edward hundió su miembro con cuidado en el canal prohibido, aquel tabú que existía aún, por temor al dolor, a lo que significaba y…

Isabella gimió con más fuerza, sintió el pequeño dolor y entonces la sensación de estar completamente llena… en ambos canales de su anatomía.

Tomó al teniente desde el cuello y lo acercó a ella, buscando que fuese más profundo. Edward estaba en la gloria, probando la deliciosa retaguarda de su histérica vecina. ¿Había algo mejor? No, claro que no, la psicóloga y terapeuta sexual era su nueva perdición.

Los movimientos fueron lentos y pausados, sometiéndose en una turba de sensaciones incomprensibles y difíciles de describir. Todo parecía un bucle de placer que cimentaba el camino hacia un clímax desesperante. Edward veía el rostro placentero de Isabella y aumentó el ritmo, intentando mantener la sincronía entre el vibrador y su miembro.

—¡Cielo santo! —gimió ella, volviendo a arquearse.

La mezcla de sensaciones la estaba volviendo loca.

Edward siguió besándola, tomándola fuertemente de sus cabellos para sostenerla junto a él, lo que a Bella la volvió inmensamente loca.

—Más rápido. Estoy a punto de…

—Todo lo que quieras —le susurró al oído.

Edward dio una nueva estocada profunda mientras gruñía, satisfecho, dispuesto a acabar ante tan estrecho camino, la calidez…

Bella nunca había sentido la aproximación de un clímax de este nivel, sobre todo de manera doble. Aferrarse al teniente era lo único que podía hacer mientras sudaba y la piel de ambos se rozaba sin remedio. Entonces sintió la vibración inmediata dentro de ella (no solo de aquel divertido conejito), entre sus nalgas, a gran profundidad, y en su intimidad. Cuando el orgasmo se complementó, no tardó en dar un pequeño grito, temblando bajo el masculino cuerpo de Edward, que seguía torturándola con más movimientos de pelvis. Sus ojos se bañaron en lágrimas y acabó apretando la parte trasera del teniente, cerrando los ojos hasta que finalmente sintió sus gruñidos, acabando dentro de su culo.

Estaban en silencio, intentando respirar ante tremenda sesión. A Bella aún le temblaba el cuerpo y Edward apenas se podía el peso de su cuerpo para no aplastarla. Estaban deshechos, sobre todo de placer.

Finalmente, Edward quitó el conejito vibrador, apagándolo y lanzándolo al suelo, así como el preservativo que llevaba su miembro.

—Eres un sucio —le dijo Bella, tocándole el pecho repleto de tatuajes atractivos y viriles.

—Dame un beso —ordenó él, tomándole la quijada.

Ella sonrió y lo hizo, causándose un suspiro de deseo, el que se mantenía, iniciando una locura que probablemente no tendría fin, por más que quisiera evitarlo.

—¡¿Bella?! —exclamó una voz femenina.

La interpelada abrió aún más los ojos ante la sorpresa.

—¡Bella! ¿Dónde estás? Tu auto está aquí.

—Mierda. Es mi madre —susurró.

—¿Qué?

Edward se había quedado paralizado.

Empujó al teniente para que la dejara salir y este, mientras intentaba levantarse, cayó al suelo, generando un sonido estridente.

—¿Estás en la oficina? —preguntó ella.

Bella se reprochó el haberle dado la llave de repuesto a su madre.

—¡Sí, mamá! ¡Espérame en la sala.

—¿Estás bien, tesorito? Déjame entrar, soy tu mamá.

La psicóloga dio brincos mientras intentaba buscar algo para ponerse encima. Estaba desnuda y había dejado la toalla en la sala.

—Mamá…

—Me estoy asustando. Abre la puerta.

Lo primero que hizo fue ponerse la camiseta de Edward encima en un intento desesperado por mantenerse algo vestido.

—¡Sal por la ventana! —le ordenó al teniente, que se estaba recuperando del gran impacto con el suelo. Bella le entregó su ropa y la abrió para que saliera.

—¿Quieres que salga desnudo?

—¡Sal ya!

Antes de que pudieran seguir disputándose la acción siguiente, la madre de Bella abrió la puerta, encontrándose con la escena más sorpresiva que había visto en mucho tiempo.

—Vaya —susurró.

Edward se tapó la entrepierna y le regaló una nerviosa sonrisa.

Renée Swan tenía sesenta años y parecía de cuarenta; la juventud se llevaba en los genes. Tenía un cabello rubio lustroso hasta los hombros, que acababa en bucles, y unos ojos azulados. Vestía de forma distinguida, con un estilo colorido y divertido. Tenía una personalidad avasalladora como la de su hija y un carácter muy fuerte, el que solo se veía reflejado cuando no se trataba de su única pequeña. Pero esa personalidad se acabó desbaratando cuando vio a ese hombre tatuado, alto, guapísimo y desnudo, tapándose con su ropa mientras sus mejillas se tornaban cada vez más rojas. Miró a su hija, quien observaba hacia todos lados, sin saber qué decir al respecto.

—Pues lo siento, creí que algo te había sucedido. —Renée alzó la voz, mirando el suelo mientras intentaba no reír.

Bella le dio un codazo para que Edward se marchara y este tuvo que hacerlo de manera obligada, saltando por la ventana.

—¡Demonios, mamá! —gruñó ella, tapándose aún más.

—¡Pues lo siento! ¡Necesitaba hablar contigo y vi tu coche! Como toqué y nadie respondía, me asusté y abrí con la llave de emergencia y…

—Está bien —la interrumpió.

—No sabía que estarías…

—Ni se te ocurra preguntar por esto.

Su madre dio una risotada y luego se tapó los labios.

—Está bien.

—Ve a la sala, me… pondré algo de ropa.

Bella tenía las mejillas rojas y moría de vergüenza.

Vaya situación.

.

Renée sostenía la taza de café mirando al vacío.

—Y es por eso que aún estoy en disputa con la empresa y ese par de cerdos que me quitaron mi lugar de trabajo.

—Tienes que buscar a un buen abogado.

—Ya sé. Creo que tengo una tarjeta de… ¡Ya recuerdo! Se llamaba Jacob Black. Quizá sea buena idea llamarle.

Su madre no respondía, de pronto se perdió en su propio mundo de enredos y preocupaciones.

—¿Qué pasa, mamá? —preguntó, acomodándose frente a ella.

La mujer volvió a la realidad y le sonrió.

—Las estupideces de siempre.

Bella suspiró.

—¿Otra vez las discusiones con papá?

La interpelada se puso la mano en la frente e inmediatamente se mostró frustrada y enojada.

—¡Por supuesto! —gruñó.

Su hija suspiró.

—No entiendo qué les está sucediendo. Sabes que papá es algo torpe y…

—Y yo tengo la culpa, ¿no?

—Mamá, no dije eso…

—¡Es que es la verdad! Tu papá ya no es el mismo, ni siquiera sé por qué odio que llegue a casa y simplemente me pregunte qué me pasa, ¡es evidente! ¿Sabes lo que hizo hoy? ¡Se disfrazó de Jesús mientras ofrecía sus biblias!

Bella comenzó a reírse. Su padre era torpe y muy… extraño.

—Sabes que siempre tiene esas ideas en la cabeza, mamá.

—¡Es que ni siquiera me abraza! —gruñó Renée, nuevamente ofuscada—. Sé que me está engañando. —Miró hacia otro lado—, traía el cuello de su camisa con un perfume que no era el mío.

Su hija hizo una mueca, sin saber qué decir al respecto. Conocía mucho a su padre como para afirmar a ciegas que eso no se trataba de un engaño, pero prefería no hacer conjeturas apresuradas.

—Siento que prefiere ver esa maldita televisión que hablarme.

—Mamá, ¿crees que su compañía es importante para ti?

—¡Es que siempre dice cosas tan…!

—Lo alejas —interrumpió Bella.

Renée puso los ojos en blanco y bebió su café.

—Quizá. Apenas y recuerdo a qué sabe tu padre —ironizó.

—Pues debe ser el momento de evaluar un divorcio —respondió la psicóloga—. Ambos se evitan y la compañía no les parece cómoda, se culpan de no estar para el otro, pero finalmente ninguno siente la confianza suficiente para dar el primer paso y arreglar el asunto, y eso es porque no quieren.

La madre tragó al imaginarse sin Charlie Swan, su primer novio, el único hombre que había estad con ella desde que tenía quince años.

—¿De verdad quieres que nos divorciemos?

—No es lo que yo quiera, mamá, es lo que ustedes decidan. Yo soy adulta, no va a traumarme, de verdad.

Bella pudo ver cómo los ojos azules de Renée Swan pedían a gritos un llanto inaguantable al imaginarse aquella posibilidad.

—¿Hace cuánto que ustedes no tienen sexo? —preguntó Bella de forma directa.

Su madre, que eludía completamente cualquier tema sexual con su hija por obvias razones, bebió café otra vez.

—Bien, ahí puede haber una razón. ¡No hay intimidad!

—No me terapees, Isabella Swan.

—Bueno, pues van a necesitar mi ayuda si realmente quieren, ambos, claro, que su matrimonio siga en buen curso.

Renée y Charlie Swan efectivamente no tenían intimidad hacía muchos años, en especial desde que los consumió la rutina del trabajo. Mientras él vendía con su gran carisma, ella era la secretaria de un importante abogado que luego la despidió por su edad, lo que afectó mucho su autoestima. Quedarse en casa no era una opción, pero encontró en el crochet y la jardinería una salida a la soledad en el hogar, lo que terminó por hacer sentir que su esposo se alejaba aún más de ella.

—No vas a terapiarme, Isabella.

—Está bien, mamá, pero puedes pensarlo. Pronto iré a verlos.

—Como hija, no como psicóloga.

—Está bien, está bien.

Mientras terminaban el café, Renée fue quien se quedó mirando a Bella con cierto recelo.

—¿Quién era ese guapetón? —preguntó.

La psicóloga carraspeó.

—Es…

—Oh, vamos, Bella, no estaban estudiando anatomía, eso está claro.

—Mamá.

—¿Qué? Pues tienes buen gusto, está muy guapo y esos tatuajes, cariño… No pensé que te gustaban tan rudos.

Isabella se ruborizó.

—Suficiente, mamá. Solo es…

—Un guapetón que me encantaría conocer.

—Ni se te ocurra.

—¡Bah!

Cuando tocaron el timbre, Bella sintió que el cielo le regalaba una ayuda, por lo que dio un rápido salto para abrir la puerta, encontrándose con Edward ya vestido y… ¡El hijo de perra se veía más guapo que nunca!

—Edward…

—¿Estás sola? —interrumpió él.

—¡Hola! —exclamó Renée, asomándose por detrás del hombro de su hija—. Veo que ya tienes pantalones.

Edward apretó los labios como un adolescente.

—Disculpa a mi madre, tiene problemas al abrir la boca.

—Insolente —le susurró ella al oído.

—Creo que es inoportuno, volveré en otro momento.

—Ya veo, ya veo. Vives al lado. Un gusto conocerte con ropa, Edward.

—¡Mamá! —regañó Bella.

El teniente, nervioso como cuando conoció a la madre de su primera novia, quiso esconderse en el hoyo que Puntito había hecho en el cuidado jardín de Isabella y no salir por unos cuantos días.

Sin embargo, inhaló profundamente, dispuesto a saludar con la poca dignidad que quedaba en él, sin esperar que una voz masculina lo interrumpiera.

—Hola, exsuegra —canturreó James, el padre de Tony—. ¡Bella! —agregó—. Pero qué guapa te pones cada año. ¿Dónde está mi hijo?


Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, con estos dos metiendo la pata e introduciendo a un personaje que me encanta, que es Renée. Vaya cosa lo que sucede con Charlie. Pero, Edward, mostrándole toda la humanidad, dio la impresión equivocada, ¿o no es así? ¡Ha llegado James! Era de esperarse, ¿no? Veamos qué tan fanfarrón puede ser. Atentas, porque si el entusiasmo es tal, el siguiente capítulo estaría esta misma semana. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

Agradezco los comentarios de Rero96, PRISGPE, domas, Cruz, Gloria, Tita, Dianas, Ana K, JMMA, AnabellaCS, Jade HSos, Elizabeth Marie Cullen, Lizzye Masen, Merodeadores1996, Angie Marie Cullen, Wenday14, roberouge, Claribel Cabrera, jupy, ELIZABETH, paramoreandmore, dery05, miop, Jimena, Tata XOXO, Valentina Paez, Iva Angulo, beakis, Rosana, morenita88, Magic love ice 123, Noriitha, joabruno, NarMaVeg, Karensiux, CCar, Jocelyn, KRISS95, Sool21, calia19, Teresita Mooz, Ady Denice, Naara Selene, Ivii roo, Han, tocayaloquis, Valevalverde57, miriarvi23, Luisita, ElimMsen, Belli sean Dwyer, Veronica, kathlenayala, tomboygirl2, Viivii Alice, MariaL8, Lore562, valem0089, Ana Karina, natuchis2011b, diana0426a, Liliana Macias, wenday, Mapi, Echan Cullen, krisr0405, Ari Kimi, Santa, aliceforever85, Fallen Darle Angel 07, DanitLuna, patymdn, seiriscarvajal, francicullen, Joselin Cullen, Nincara, MakarenaL, Twilightsecretlove, Elizabethpm, Pam Malfoy Black, saraipineda44, Cinthyavillalobo, ELLIana11, mekycha76, almacullenmasen, cavendano13, LadyRedScarlet, Tabys, Yesenia tovar 17, Angelus285, Arlette Cullen Swan, Angel twilighter, Adriu, Freedom2604 y Guest, espero volver a leerlas, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, su cariño, su entusiasmo y sus palabras lo son todo, de verdad gracias

Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!

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