Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Capítulo 25:

Osadía

James llevaba una sonrisa suficiente y fanfarrona, la que desapareció en cuanto vio a Edward Cullen.

—Vaya, veo gente… nueva —susurró el padre de Tony.

Él era un tipo bastante suertudo. Sus padres habían pagado (y forzado) su entrada a la universidad, así como también su graduación, unos cuantos años posteriores a los que realmente debía acabar. Su primer trabajo había sido por contactos familiares y conocer a Isabella una suerte de presentación fortuita entre amigos en común. Ella también lo consideraba una suerte para James, pues aún no sabía por qué carajos había decidido tener una pseudo relación con tamaño estúpido.

Isabella miró a James por un largo rato, contemplando su cabello castaño muy bien peinado, sus ojos azules pequeños y su sonrisa blanca, creíble para los tontos como él. Era alto, delgado y sí, guapo, pero hablar con él era banal y una pérdida de tiempo.

Con un sutil gesto y los pensamientos insistentes, preguntándose cómo carajos había aceptado que la tocara siendo tan tarado y aburrido, procedió a suspirar para desviar la atención hacia ella.

Esa pseudo relación seguía siendo extraña para Bella, algo que no tenía una explicación lógica para ella, al menos luego de dieciocho años de aquello. ¿Inmadurez de su parte? Era una posibilidad. Nunca hubo un te quiero ni caricias que ella considerara una situación cómoda e indiscutiblemente amorosa; de hecho, solía agobiarla y limitar su tan preciada libertad y aquello era suficiente para sentirse asqueada de sus acercamientos. Tras esos meses de sexo y sutiles salidas que siempre acababan en una descarga de roces casi infantiles, nació Anthony, su preciado Tony.

Durante un buen tiempo recordó sus infantiles deseos, esos románticos y que, en su cabeza, consideraba utópicos para ella, ya adulta y con un niño que criar, que era tener, al menos, un hijo producto de una relación en la que amara. Se cuestionó la realidad, el no haberle dado un padre decente, pero sobre todo, unos padres que se amaran, una imagen de familia, la imagen que veía cuando era una niña y deseaba dar si, en algún momento de su vida, sería madre. Ahora consideraba que tal situación era una nimiedad y que había sido una madre suficiente para Tony, y que lo seguiría siendo siempre; ya no existían deseos de amor y menos de formar ilusiones que no venían al caso, la libertad había llegado a ser su gran compañera y veía en las relaciones amorosas una prisión tortuosa de la que no quería ser parte, no a su edad y menos con la vida tan resuelta.

—Vaya, ha llegado, Señor Halley (1) —dijo Bella, cortando de raíz la búsqueda de información de James respecto a la presencia de Edward en el lugar.

¿Por qué pedía explicaciones implícitas en esa oración?

—Sabes que estaba en un viaje —se excusó él—. ¡Traje regalos!

Bella bufó.

—Tony no está.

—Pues lo esperaré.

—Claro. Llámame mañana y le preguntaré a Tony si quiere verte.

—¿Por qué siempre tienes que ser tan difícil, Bella?

Ella miró al cielo, preguntándose, como siempre, si sus dos neuronas hacían sinapsis o solo estaban navegando en un espacio lleno de aire.

—Creo que no es el momento ni el lugar para hablar. Estoy con mi madre y…

—Buenos días —dijo Edward, entrometiéndose en la situación—. Sí, hay visita. Me presento, soy Edward Cullen, vecino.

La sonrisa del teniente fue suficiente para convencerlo de estar siendo amable, pero eso no fue así para las demás.

—Mucho gusto. ¿Son amigos? —inquirió James, dirigiéndose a Bella.

Ella suspiró.

—Eso es parte de mi vida, James, hace más de quince años que no te cuento de ella —respondió.

Edward miró con recelo a aquel tipo. Bella no parecía cómoda, y a juzgar por el rostro de su madre, no era un hombre bienvenido en toda la familia. No le costó llegar a la conclusión correcta: no estaba presente en la vida de Tony.

—¿Necesitas algo? —inquirió Renée, entrecerrando sus ojos—. Tenemos visita —alardeó, mirando a Edward con una sonrisa digna de comercial de televisión.

La verdad era que, siendo sincero, el teniente había ido a ver si la habían cagado con la madre y porque, bueno… nunca estaba demás ver a su histérica vecina. Además, estaba comenzando a entender que era un adulto de cuarenta y pico que debía aprovechar las oportunidades y la aventura de unas sesiones de entretención con la mujer que estaba revolviéndole los sesos.

Bella puso su atención en él, sintiendo un ligero pellizco en su corazón. Verlo le provocaba más de lo que comprendía, y al igual que Edward, estaba entendiendo que era una mujer libre, capaz de disfrutar los placeres carnales y que tener cuarenta años era la mejor edad para disfrutar del mejor sexo con este hombre que, sin duda, estaba convirtiendo sus sensaciones en un volcán de locura.

—Venía por… —Carraspeó—. Quería saber si se había arreglado la ducha, estuve ayudándole con ella.

Las miradas pronto se convirtieron en lascivia.

—Oh, claro, puedes entrar a verlo —exclamó Bella, mientras Renée seguía sonriéndole al teniente—. James, puedes llamar a Tony y contarle que estás aquí, es su decisión verte, no la mía, aunque si fuera por mí, te cerraría la puerta en la cara.

—Bella, por Dios, ¿nunca vamos a estar en paz?

Ella iba a responder, pero vio que Tony estaba dejando la bicicleta junto a Ness, quien, al ver a su padre, se acercó a él de inmediato.

Tony apretó los labios, desgastado de solo ver a su padre.

No había querido responder a sus llamadas, le parecían una pérdida de tiempo. Había bloqueado la posibilidad de que llegaran sus mensajes, porque le hacía perder el tiempo. Ya era bastante maduro, sabía que su madre había hecho todo y más y que su papá no había ejercido nunca el rol que por un minuto deseó y su abuelo intentó suplir, con quien tenía un vínculo muy estrecho.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Tony.

James le sonrió con algo de incomodidad.

—¡He venido a verte!

—Papá, pudiste haber avisado.

—Tu madre no me contestó…

—No metas a mamá en esto, sabes que es sagrada para mí.

Bella tomó la mano de su hijo y lo atrajo hacia ella, evitando que Tony, quien solía explotar con James, siguiera ese camino.

—Vamos, Tony, ¡he traído regalos! Te los debo, eh. Solo pasaba por acá para que saliéramos juntos un rato, pasé por la ciudad y…

—Podemos verlo después, estoy con un amigo y…

—Ah, un amigo —musitó, mirando a Ness con cierto recelo.

—Es un gran amigo —dijo Bella, de pronto muy enojada de verle contemplarlo con… prejuicios.

Edward frunció el ceño, asqueado de ese hombre que miraba de manera tosca a su retoño.

—Sí, es mi amigo. Papá, hablamos más tarde, ahora quiero pasar tiempo con mi familia —advirtió.

James enarcó una ceja y retrocedió, comprendiendo el mensaje.

—Te veo luego, Bella, y a ti, Tony.

—Claro… papá —susurró, haciendo una breve pausa mientras se debatía en cómo decir correctamente esa última palabra: papá.

Cuando el hombre se subió a su coche, desapareciéndose de sus vidas, todos emitieron un suspiro.

—¿Está todo bien? —le preguntó Bella a su hijo.

Tony se ponía de mal humor cuando se trataba de él, sobre todo por incomodar a su madre. Además, recordaba cosas incómodas cuando se trataba de su padre, cosas que iban ligadas a la asquerosa familia que tenía. Odiaba a sus abuelos paternos.

Edward dio cuenta de aquello, mirando a Ness para que entendiera que este era un momento privado entre ellos.

Luego de despedirse, quedando con incertidumbre, el teniente se metió a casa con su hijo y su perro, de pronto muy preocupado.

Bella, Renée y Tony ingresaron a casa en silencio. El adolescente caminó hacia adelante con el rostro rojo de enojo.

—¿Por qué tiene que venir? —gruñó él—. Sabe que no voy a recibirlo como antes, ¡lo sabe todos los años! ¿No se cansa, mamá? ¿Abuela?

Las dos interpeladas se miraron.

—Cariño, tranquilo —dijo Renée, tomando sus hombros—. ¿Quieres que te prepare algo? Así pasas un rato con tu mamá…

—Claro, mamá, ve —la interrumpió Bella.

Ella asintió y se fue a la cocina, dejándolos a solas.

La psicóloga se acercó a su hijo, abrazándolo desde atrás. Tony cerró los ojos y se dio la vuelta para que juntos estuvieran a la altura, aunque, bueno, mientras Bella medía un metro sesenta, su hijo ya superaba el metro ochenta.

—No me gusta que venga a molestarte, mamá.

—Eso no es importante, lo que me importa eres tú, no quiero que te afecte verlo…

—Odio que haga eso, venir como si nada pasara. Ni siquiera me conoce y yo tampoco a él.

—Sabes que tú tienes la decisión, eres maduro y sabes lo que esperas de él, yo no voy a quejarme ni menos impedir que lo veas.

—Mamá… Sabes que puedo soportar una corta salida con él, solo porque… se supone que es mi papá, pero no me siento seguro a su lado.

Bella frunció el ceño y cobijó aún más a su hijo.

—Tony, ¿por qué dices eso? No me lo habías comentado.

Él tragó.

—Es que… siento que no lo conozco y… sé que te ha hecho daño ver que mi papá es como es.

Ella apretó a su hijo en su seno, como cuando era un bebé.

—Tú sabes que siempre estaré para ti, ¿cierto? Así como tía Alice y tus queridos abuelos.

Asintió con los labios apretados.

—Aceptaré hablar un poco con él, solo por ser… cortés, pero solo será eso, ¿bien?

—Es lo que tú decidas, cariño, nunca opinaré al respecto, salvo si te hace daño.

—Te amo mucho, mamá.

Isabella le besó la frente.

—Y yo a ti, amor.

Mientras Renée y Bella hablaban de la situación en casa, Tony aprovechó de sentarse en la acera, apoyando los codos en sus muslos y la barbilla en sus manos, mirando al vacío, con la cabeza repleta de recuerdos. En ese momento, Edward estaba intentando hacer un poco de ejercicio, con todo lo sucedido dándole vueltas. Fue en ese momento que vio a Tony sentado en la acera, y aunque arriesgaba ser un entrometido, no pudo contenerse a acercarse a ese chico desde que sospechó todo lo que sucedía con ese idiota llamado James.

—Hey —exclamó Edward.

Tony se giró a mirarlo y le dio una ligera sonrisa.

—Hola —respondió en voz baja.

El teniente se sentó a su lado en medio de un suspiro y le palpó la espalda.

—Sé lo que se siente —susurró.

El adolescente frunció el ceño.

—Mi papá biológico era idéntico al tuyo. Dejó a mi madre cuando tenía cuatro años y aunque ella nunca me habló algo en su contra, sabía perfectamente lo que nos había hecho. No volví a saber de él hasta que tuve catorce años, pero para mí era un charlatán, mi verdadero padre fue aquel hombre que me aceptó en un segundo y ama a mi madre hasta el día de hoy. Se llama Carlisle, ¿sabes? —contaba Edward.

—Ness me ha hablado de él y de su madre, Esme.

El teniente sonrió.

—A pesar de todo puedo decirte que siempre vi a mi madre luchando por mí, agradezco que me haya dado un padre, uno de verdad, pero también puedo entender lo que sientes. Él te ha hecho daño, pero también a tu mamá, ¿no?

Tony asintió.

—Ella solo quiere que sea feliz, pero si ella se entera por qué realmente no pude seguir viéndolo como antes…

—¿Qué ocurre, Tony? —preguntó Edward, alertado por su rostro adolorido—. De acuerdo, sé no me conoces tanto, pero te veo como a Ness y yo amo a mi hijo. Si quieres confiar en mí, te juro que puedes hacerlo y que no voy a hacer más que protegerte.

El adolescente apretó los labios y bajó la cabeza, comenzando a llorar.

—Vamos, ¿qué ocurre? —insistió el teniente, muy abrumado al verlo así.

—Ehh… —Suspiró—. Solo Ness lo sabe, yo… yo… Solía ir a casa de mis abuelos, papá no estaba conmigo, solía irse a jugar a las cartas. Desde pequeño me han gustado todo tipo de juguetes, pero me quitaban los que me regalaba mamá, que solían ser ponys y algunas muñecas. —Se encogió de hombros—. Aprendí a mentirle a ella, diciéndole que los había perdido. —Tragó—. Pero cuando cumplí trece y fui con mi abuelo para que me celebraran en esa casa… me dieron como regalo una… una… Una noche con una prostituta para que me hiciera un hombre.

Tony se abrazó a sus piernas, mientras Edward estaba congelado en su sitio. No podía creer lo que había escuchado.

—Hey, campeón, ¿te obligaron a…?

Negó, comenzando a llorar con suavidad.

—La mujer me consoló. Me dijo que nunca me obligaría, que no sabía que era un niño y… le mintió a mi abuelo para cuidar de mí, pues ya le había pagado y eso le daba igual.

—Oh, Tony.

Edward le sacudió el cabello y no controló el abrazo que le dio. El chico, lejos de alejarse, permitió que el padre del chico que le gustaba lo contuviera.

—¿Tu mamá lo sabe?

Negó.

—Ella no puede saberlo, señor Cullen, no quiero que se entristezca y discuta con ese hombre al que debo llamar papá.

—Pero… ¿él lo sabe?

Tony se encogió de hombros.

—A veces pienso que sí, señor Cullen.

—Tony, tu mamá…

—Me cuesta hacerlo, he intentado todos estos años, me he sentido asqueroso, mi abuelo siempre decía que yo era…

—No necesitas contarme, sé perfectamente lo que un hombre como él diría y sé también por qué te llevó con una prostituta cuando solo eras un niño, un evidente abuso.

Edward estaba buscando todas las formas de calmarse, pero vaya que le costaba. ¡Era padre! ¿Cómo entender la aberración que esa familia le había hecho a un niño?

—Siento que todos van a ser peores de lo que ya son conmigo si…

—Tony, ¿acaso tu madre te rechazaría? Sé perfectamente que existe el miedo, Ness lo tuvo, siempre, pero le demostré cada momento que podía confiar en mí y que no habría nadie que lo iba a amar con toda incondicionalidad como yo.

—Tengo miedo, señor Cullen, tengo miedo de decirle todo porque recuerdo las veces que ese abuelo rompió mis juguetes, me golpeó con el cinturón y… ¡y papá no hizo nada al respecto! Odia a la gente… ¡Odia a la gente como yo! ¡Sé que lo hace! ¡Y a mamá le dolerá!

Edward volvió a abrazarlo y Tony sintió una fuerte conexión con él, tal como hubiera querido que existiera con su padre.

—Prométeme que le contarás en algún momento, hazlo, pero no esperes mucho —susurró el teniente.

El chico asintió.

—Gracias por escucharme. Usted es un gran papá y Ness es muy afortunado.

Edward sonrió.

—Créeme que lo aprendí del mejor y ni siquiera lleva mi sangre. Pero, verás, sé que Ness debió contarte la realidad, su madre se marchó cuando tenía apenas un año, creo que haberse enamorado de su millonario jefe fue suficiente para dejarme, y lo entiendo, pero de su hijo… —Suspiró—. Pero es otra historia. Créeme, tú también eres afortunado, tu madre te adora y tienes unos abuelos que también te aman profundamente.

—Es muy bueno, señor Cullen, ojalá… tuviera un papá como usted.

El aludido volvió a sonreír.

—Hey, cuando quieras desahogarte o aprender a defenderte de esas mierdas, dímelo, ¿sí? No quiero que vuelvan a hacerte daño.

—Gracias, señor Cullen, de verdad.

Mientras aquello ocurría, Bella miraba por la rendija de la ventana, oculta tras la cortina. Se preguntaba qué estaban hablando, pero prefirió quedarse en aquel último abrazo que se estaban dando; era una imagen muy bonita.

.

Saber que hoy estaría con Edward y los demás en esa salida de noche no era fácil de abordar para ella.

Se había preparado para ir de la manera más espectacular posible.

Había elegido un mini vestido negro que mostraba un osado escote. Abrigaba su cuello y sus brazos, con mangas vaporosas contrastadas con el ajuste en su cintura, caderas y la mitad de su muslo. Elegir unos tacones no fue fácil, pero decidió atreverse con unas sandalias de tacón delgado, con la hebilla sostenida en su tobillo. Cuando retocaba su brillo labial de tono melocotón, sintió la bocina del taxi en el que venía Alice. Se dio una última mirada en el espejo, tomó su pequeño bolso brillante, el abrigo y bajó con rapidez.

Tony estaba estudiando para un examen de matemática cuando notó que su madre estaba lista para salir.

—Uau, mamá, ¡qué linda! —exclamó.

Ella sonrió.

—Es momento de disfrutar de una noche con Alice, nos lo merecemos.

—Disfrútalo, mamá. ¿Llegarás a buena hora?

—Creo que me quedaré con Alice en su departamento. Te dejé ravioles en el refrigerador.

—Gracias, ma.

—Te amo.

—Y yo a ti.

Bella le dio un beso en la mejilla y caminó hasta la puerta.

—¡Disfruta! ¡Recuérdalo! —fue lo último que dijo Tony, sonriendo y suspirando. Verla feliz lo hacía feliz.

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Alice estaba despampanante. El rojo le sentaba espectacular, sobre todo cuando su vestido corto mostraba su espalda y llevaba unos tacos de brillante charol negro. ¡Estaba guapísima!

Se fueron charlando entre risas, sin querer tocar el tema de aquellos guapos hombres que iban a acompañarlas. Aun así, Bella estaba nerviosa y ansiosa por verlo.

Cuando llegaron al antro nocturno, ellas bajaron del coche luego de aparcar y se tomaron de la mano para entrar. El sitio era algo oscuro y la luz que predominaba era roja y azul. ¿La decoración? Simplemente estupenda. De fondo había mesas con sofás negros, una mesa a juego y en medio una vela sensual, roja y llameante. Cerca del bar ya estaban las personas sentadas en mesas más pequeñas con pisos altos, charlando y riendo. ¿Lo mejor? La pista de baile con cuadros de distintos leds de colores, que cambiaban según el ritmo de la música, que era muy acorde al ambiente.

Ambas vieron a los hombres sentados mientras charlaban. Jasper estaba usando un traje negro con el blazer abierto, mostrando una camisa blanca y con los dos primeros botones abiertos. Su hermano usaba jeans negros, ajustados a las bondades de sus piernas fuertes y… A Bella se le apretó otra vez el estómago cuando vio que usaba una camisa carmesí, arremangada y, tal como su hermano, con los tres primeros botones superiores abiertos; sus tatuajes estaban a la vista y esos brazos…

—¡Hey! —exclamó Jasper, mirando a Alice como un depredador.

Ella se mordió el labio inferior y se sonrojó.

Mientras él le mostraba el asiento para que se acomodara, saludándola con un cariñoso beso en la mejilla, Edward sostenía el aliento, mirando de arriba abajo a Bella, una y otra vez. Solo pudo tragar y levantarse a duras penas, sin saber cómo reaccionar ante la soberbia belleza de esa mujer que desató el nudo de su control.

Isabella había notado que había logrado su propósito, pero no pudo pensar más allá, porque la altura de aquel hombre difícil de desear, tan cerca, expeliendo un perfume enloquecedor y su cuerpo grande, a diferencia del suyo, le habían congelado el cerebro.

—Si quieres… puedes sentarte cerca de la pared —susurró Edward, jadeante.

—Sí. Gracias.

Bella pasó delante de él y, ante el pequeño espacio que había entre Edward y la mesa, fue imposible no rozar sus nalgas con el cuerpo del teniente.

«Controla lo que tienes abajo, soldado», le dijo su subconsciente, sabiendo que su sangre ya se estaba yendo hacia la entrepierna.

Alice no para de chacharear y Jasper reía sin parar, mirándola con los ojos brillantes. Mientras, Edward no sabía cómo hablar, estaba salivando por lamerle más que los labios a su histérica vecina. Bella suspiró y tomó la iniciativa de preguntarles qué iban a beber; el teniente pidió cerveza artesanal, Jasper un whisky, Alice un tequila margarita y ella se decidió por un Martini.

—Si gustas te acompaño a pedirlos —dijo el teniente, mirándola directamente a los labios.

Bella asintió y ambos se levantaron, lo que sus acompañantes ni siquiera tomaron en cuenta, pues seguían hablando de cosas banales, conociéndose sin estimar espacios para respirar.

Ambos caminaron juntos, aunque Edward le dio el espacio a ella para que lo hiciera unos centímetros antes que él, así aprovechó de cuidar su espalda, y de paso, mirarle ese trasero que lo volvía completamente loco.

—Voy al baño, ¿me esperas un momento? —preguntó Bella, queriendo ponerse un poco más de perfume.

—Claro —respondió él, debatiéndose mil cosas a la vez.

Ella caminó por el pasillo, evadiendo a algunos hombres que le pedían bailar, mientras otros observaban con lascivia. Cuando estaba atravesando un espacio algo oscuro, intentando encontrar los baños, sintió que una mano tiró de ella con fuerza, haciéndole chocar con un pecho fuerte. Casi grita de terror, pero en cuanto sintió su olor, supo que era él.

—Lamento asustarte —susurró Edward, volviendo a jadear.

Bella solo miró cómo llevaba una barba más larga de lo normal, algo que simplemente le hizo perder la cabeza.

Tomó su nuca y se abrazó a él, por lo que Edward la tomó de la cintura, la elevó y la besó con desesperación y lujuria. Ella gimió, recibiendo su sabor y su lengua con necesidad.

El teniente, experto en esconderse, había notado que había una puerta que llevaba a acceso restringido y de inmediato entró en ella, cerrando desde dentro. El lugar estaba oscuro, pero había una pequeña ventana que colaba la luz de la luna. Era un cuarto de limpieza y en una zona había una pequeña mesilla fija donde dejaban algunos objetos limpios. Él la sentó y enseguida subió sus manos por los muslos de Bella, que esperaba con la respiración agitada, un momento de eterna locura… con ese teniente, ese hombre que quería disfrutar una y otra vez.

Señor Halley: hace alegoría al cometa Halley, que se presenta en la tierra cada setenta y cinco años.


Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, luego de pasar un periodo de bloqueo y desgana, quizá algo de desmotivación, pero aquí estamos. ¿Qué piensan de James? Él está lejos de desaparecer fácil, pero la situación es bastante compleja y tiene sus razones, pero bueno, todo ha hecho que tanto Edward como Bella comiencen a explotar hasta que algo... bueno, les cambie los planes de locura sin compromisos. ¡Cuénteme qué les ha parecido! Ya saben como me gusta leerlas

Agradezco los comentarios de Elizabethpm, Merodeadores1996, saraipineda44, Pam Malfoy Black, Ady denice, Belli swan dwyer, Twilightsecretlove, LadyRedScarlet, cavendano13, francicullen, patymdn, Liliana Macias, Adriu, Calia19, Naara Selene, Tata XOXO, Mapi13, Valentina Paez, Rero96, Elizabeth Marie Cullen, Krisr0405, aliceforever85, EChan Cullen, Valevalverde57, wenday, DanitLuna, roberouge, maricarmen92, luisita, Eli mMsen, Teresita Mooz, Lore562, CCar, Pancardo, almacullenmasen, Melany, Wenday 14, ELLIana11, Gan, joabruno, NarMaVeg, morenita88, Karensiux, beakis, Noriitha, jupy, Ana Karina, KRISS95, MakarenaL, Santa, Lizzye Masen, Claribel cabrera, sool21, terewee, Ivii roo, Jocelyn, Jade HSos, miop, Angelus285, Veronica, seiriscarvajal, Angel twilighter, Cruz, AnabellaCS, kathlenayala, Iva Angulo, diana0426a, natuchis2011b, JOCPS, PRISGPE, valem0089, Anabelle Canchola, SanBurz, dery05, Ari Kimi, Fallen Dark Angel 07, Adriana Molina, somas, DobleRose, ALIXA Cullen, alyssag19, JMMA, LuAnKa, alejandra1987, Yesenia tovar 17 y Guest, espero volver a leerlas, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, su cariño, su entusiasmo y sus palabras lo son todo, de verdad gracias

Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!

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