Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
Capítulo 43:
Un imposible
—Creo que es mejor quedar como amigos —afirmó Tony, sin poder mirarlo a la cara.
Estaba muy dolido.
—Sé lo que significa para ti lo que puedan pensar de nosotros.
Tony se puso las manos en el rostro y comenzó a llorar.
—Sé que soy un tonto, que por papá tengo miedo de hacer muchas cosas —gimió—, pero no puedo evitarlo, esto es demasiado para mí.
A Ness se le llenaron los ojos de lágrimas.
—Al menos prométeme que seguiremos así —susurró.
—No quiero separarme de ti, es lo que menos quiero.
Se dieron un abrazo y se tomaron de las manos, para luego soltarse y actuar como si nada hubiera pasado.
—Debo acompañar a mi madre en esto, tengo mucho en qué pensar.
Ness asintió.
—Necesita de ti. Debes perdonarla.
—Tú también. Tu papá te necesita, él decidió dejar su responsabilidad como teniente para poder estar más cerca de ti —le recordó Tony.
El otro apretó los labios.
—Lo sé, pero todavía tengo mucho que procesar.
—Está bien.
Los dos suspiraron y se levantaron para tomar la bicicleta.
Habían acostumbrado a sincronizarse.
—Nos vemos en la preparatoria —dijo Ness, dándole un sutil final al encuentro.
—Claro. Nos vemos.
Se sonrieron y emprendieron el viaje.
.
Alice abrió la puerta con una bata transparente; por debajo estaba desnuda y llevaba el cabello algo desordenado. Bella levantó las cejas al verla y se quedó un momento con la ceja enarcada, atónita.
—¡Bella! —exclamó de forma nerviosa.
—Te veo muy relajada.
—Es el fin de semana.
—Ya veo.
La hizo pasar y la esperó para que se acercaran a la sala.
—Lamento el desorden —dijo la mujer.
—No te preocupes…
Las palabras de Bella se quedaron en el aire cuando vio un par de bóxer Calvin Klein en el suelo.
—¡Oye, preciosa! —exclamó Jasper, saliendo de la habitación sin prenda alguna sobre él.
—¡Cielo santo! —chilló la psicóloga, tapándose a la altura de los ojos.
Él dio un brinco y acabó golpeándose el dedo meñique del pie con la pata de la silla.
—¡Carajo! —gritó.
Intentó tomarse el pie, pero perdió el equilibrio, cayendo al suelo con las piernas abiertas. La imagen empeoró y Bella acabó contemplando toda la intimidad del amante de su mejor amiga.
—Lo siento —agregó, volviendo a la habitación.
Alice miraba como si se tratara de un partido de tenis.
Por un rato, todo se había vuelto silencioso.
—¿Qué acabo de ver?
Bella estaba perpleja.
—Nada de lo que debas preocuparte —respondió Alice—. Simplemente…
—El chico te ha conquistado.
—Ja. Eso quisiera él.
—Al menos ponte algo más, no quiero verte las tetas.
La mujer miró al techo y la remedó, para luego buscar una manta y ponérsela encima.
—Ven, te haré un café —añadió, instándola a que se fueran a la cocina.
—¡Alice! No voy a beber nada si el hermano de Edward está ahí, completamente desnudo.
—¡Se está vistiendo para marcharse! ¿No es así, Jasper?
—¡Sí, sí…! —gritó él desde la habitación.
Bella se contuvo la risotada, entretenida al ver la expresión nerviosa de su mejor amiga, que no sabía de qué forma actuar ante el descubrimiento que había hecho.
Claro que no se esperaba que siguiera siendo testigo de la "relación" clandestina que llevaba con un chico joven y que, de alguna forma, se había convertido en una constante adicción.
—Me encontraste cuando preparaba mi expreso —aseguró Alice, poniendo café en dos tazas.
—¿Un expreso con ese tipo desnudo? Creí que solo sería una escapada fugaz.
—¡Claro que sí!
—Yo creo que no —la contradijo Bella.
Cuando ella olió el café, enseguida se le revolvió el estómago.
—Creo que prefiero una infusión —dijo.
—Te has puesto muy mal, te ves como…
Alice se quedó callada mientras ataba cabos.
Rápidamente cerró la puerta y tiró del brazo de su amiga para que se sentara frente a ella.
—Isabella Swan, dime que lo que estoy pensando es mentira.
La interpelada tragó.
—No puedo leerte la mente.
—¡Isabella Swan! —chilló, desesperada—. ¿Es que acaso estás embarazada?
Bella cerró los ojos.
—Nah, eso es imposible… —Gimió—. ¡No, tú no puedes engañarme!
—Iba a contártelo cuando estuviera segura de que todo iba bien, pero el tiempo pasó demasiado rápido y apenas estoy convenciéndome de que todo es real —se justificó.
Ambas notaron que Jasper las miraba desde el umbral de la puerta.
—¿Tú lo sabías? —le preguntó Alice, acercándosele con las manos en la cintura.
—Me están llamando del despacho —intentó excusarse.
—¡Claro que lo sabías!
—Fue un gusto verte, Bella.
Él se despidió con una sonrisa encantadora y luego le guiñó un ojo a la mujer que llevaba comiéndole la cabeza desde que la había conocido.
—Diría lo mismo si no te hubiera visto las pelotas —le respondió la psicóloga.
—¡No le digas nada a mi hermano!
—¡Jasper! ¡Este es un momento entre amigas! —espetó Alice, dándole una fulminadora mirada.
Él dio un brinco y se marchó.
—Sí, él lo sabía, fue todo demasiado rápido, Edward abrió la boca en el momento menos adecuado, es un bocazas —contó Bella.
—Demonios, es que… ¡Ay! No puedo creerlo.
—Yo comienzo a hacerlo.
Isabella acabó vomitando todos sus sentimientos junto a su mejor amiga, no escatimando en detalles. Alice la escuchaba con atención y su rostro pasó por varias emociones.
—Ay, Bella, debiste confiar más en mí.
—Lo sé. ¿Me perdonas?
—Claro que sí.
Se abrazaron por unos segundos y luego se separaron.
—¿Qué sientes ahora? —le preguntó, tomándola de los hombros.
Bella no dudó en responder.
—Solo quiero tocarla y besarla. Siento que ya la amo —confesó.
La amiga sonrió.
—Eso es lo primordial. Tony no tardará en olvidar todo esto, deja que el tiempo pase.
—Eso espero.
—¿Cómo está Edward? —Alice se mordió el labio inferior y se apoyó en la isla de la cocina.
—Realmente feliz.
Ella suspiró.
—Déjame ser la madrina.
Ambas carcajearon.
—Eso es obvio —respondió Isabella.
Alice la abrazó entre brincos.
—¿Y tú? —agregó.
—¿Yo qué?
—¿Vas a continuar disfrutando del muchacho? Creí que lo dejarías.
La interpelada se ruborizó.
—¡Eres una sucia! —la molestó Bella.
—Te juro que siento una culpa.
—Alice Brandon, tú jamás has sentido culpa.
Ella ocultó su sonrisa.
—Espero que no te enamores, querida —añadió la psicóloga.
—Ja. Esa es una inmensa broma.
Ambas carcajearon y se mantuvieron tonteando, para luego dedicarse a hablar del embarazo, lo que Bella necesitaba, claro, pues la vida estaba cambiándole radicalmente.
.
Isabella estaba frente a diez mujeres, dando su primera sesión después de varias semanas. La terapia en grupo continuaba su curso e iba a detenerse solo cuando diera a luz. De hecho, era la primera vez que se mostraba con su barriga, ya comenzando a crecer.
—¿Continúan creyendo que esta lucha femenina es en vano? No todo se trata de dejarse el vello axilar y no permitir que se nos explote en el día a día, esto va más allá. Los pequeños gestos hacen la diferencia.
Las mujeres asintieron y sonrieron.
—Bella, me gustaría hablar contigo —dijo una de las inspectoras de aula, la misma que había decidido venir luego de presenciar mis consejerías en la preparatoria—. En realidad, ahora me siento más confiada y quisiera hacerlo con todas.
La psicóloga se interesó, así como el resto, que la miraban, muy expectantes.
—Creo que definitivamente voy a conquistar al hombre que me gusta —declaró—. Y voy a divorciarme.
Todas se quedaron boquiabiertas, ya que eso habría parecido impensado semanas atrás. Pero ¿qué duda podía caber ahora? Era una mujer infeliz que vivía de manera monótona con un hombre aburridísimo con quien no tenía nada en común. Ella pasaba de los cincuenta y no tenía hijos, por lo que no quería hacerse anciana de la forma miserable en la que sentía que vivía.
—Eso es maravilloso, Gladys, solo debes hacerlo de la manera correcta y sin herirlo, recuerda la importancia de la responsabilidad afectiva. Debemos ser mejores y eso también es parte de continuar creciendo para nosotras.
—Quiero agradecerte lo mucho que estás ayudándome. Sé que recién estamos comenzando, pero creo que ya estoy conociéndome mucho más —le dijo la mujer.
Las demás concordaron y eso incrementó el bienestar de Bella, que haciendo terapia se sentía mucho más viva.
Iba a continuar con la charla, sin embargo, la atención de todas se perdió en cuanto vieron hacia la ventana, que daba a la entrada de la casa. Fue imposible ignorar al hombre que se acercaba a puerta principal, vestido de militar, lustroso y guapísimo.
Bella carraspeó cuando sonó el timbre.
—Atenderé, pero volveré enseguida.
Su vientre se tensó de nervios.
Cuando abrió la puerta, la tensión culminó en un suspiro y jadeo. Él estaba apoyado en la pared mientras me miraba.
—Hola —saludó ella—. ¿Estás…?
No supo cómo reformular la pregunta.
—¿Por qué estoy vestido así? —inquirió—. Pues venía de visitar a un general muy amigo mío.
—Te ves muy bien —respondió Bella—. Todo un galán, teniente.
—Necesitaba saber cómo estabas.
Sonreí.
—Pero qué bromas.
—Quería cerciorarme de que todo está bajo control.
—Nuestra hija está bien, no tienes de qué preocuparte.
Asintió.
De pronto miró por detrás de mi hombro y enarcó una ceja, dejando escapar, además, una sonrisa pícara. Al seguirlo, vi que todas las asistentes de mi charla estaban mirándolo con las cejas levantadas y una sonrisa.
—Mucho gusto, soy Edward Cullen —les dijo.
—¡Mucho gusto! —le respondieron.
—¡Yo soy Miriam! —gritó una.
—¡Y yo Patricia! —añadió otra.
—Un gusto. —El teniente agachó suavemente la cabeza.
—Chicas, ¿dejamos la charla para otra ocasión? Las estaré mensajeando.
Todas se despidieron con cariño, pero Edward fue el mayor impedimento para que se fueran de inmediato. Cuando finalmente lo hicieron, Bella lo miró con los brazos entrecruzados.
—No sabía que te gustaba tanto llamar la atención de las mujeres.
Él enarcó una ceja.
—¿Acaso estás celosa?
—Ja. No seas ridículo.
Edward rio.
—Sabes que puedes contar conmigo… en lo que respecta al embarazo —musitó—. Es mi responsabilidad, soy el padre y quiero estar presente.
Ella asintió.
—Lo sé. —Hizo una pausa—. Gracias por preocuparte por nosotras.
—Estoy al lado, recuérdalo.
Ella se perdió mirándolo. Realmente se veía espectacular.
—No quiero seguir importunando, seguramente Tony llegará pronto y eso también puede incomodarlo tras todo lo que ha sucedido.
Bella quiso pedirle que se quedara un poco más, pero prefirió abstenerse.
—Ha sido bueno verte. Contemplar al teniente Cullen no está de más —dijo.
—A su servicio, señorita Swan.
Se rio y finalmente se marchó. Ella se quedó un buen rato con la espalda pegada a la puerta, dando vueltas en su vecino. A veces le costaba entender qué le pasaba con su presencia, pero tenía miedo de las respuestas. No estaba preparada y no quería que esto tomara un rumbo del que no estaba segura.
Decidió darse un espacio para revisar sus asuntos personales, los que habían pasado a segundo plano el último tiempo. Entró a revisar su correo electrónico laboral, en una ardua búsqueda por olvidarse de todos los problemas, lo que finalmente acabó en otro dolor de cabeza al ver que su antiguo jefe se negaba a pagar lo que le correspondía tras despedirla.
—Viejo de mierda —gruñó.
Creí que iba a resultar con la vía pacífica, pero el cerdo había preferido el camino de la violencia.
—Me las pagarás, literalmente.
Se mordió el labio inferior y miró hacia un punto fijo. Luego corrió hacia su bolso y buscó rápidamente la tarjeta, la misma que en alguna oportunidad ese hombre le entregó para que lo llamara.
—Jacob Black —musitó al encontrarla.
Lo llamó sin pensarlo mucho y finalmente lo saludó con suavidad.
—¿Me recuerdas? —inquirió.
—Claro que sí. Esperaba que me llamara pronto —le respondió él.
—Siento la demora, pero la vida se ha puesto de cabeza y… —Suspiró—. ¿Recuerda lo mucho que lo necesitaba y por qué?
—Por supuesto, ¿cómo olvidarlo?
Sonrió.
—Quiero que me ayude a quitarle cada peso de su cuenta.
Él también sonreía.
—Eso se lo prometí, ahora es tiempo de que me permita cumplirlo.
—Gracias al cielo apareciste en mi camino —exclamó ella, sabiendo que iba a hacerlo.
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Tony tenía puestos los audífonos mientras caminaba por el pasillo de la preparatoria. Se sentía un poco más retraído que de costumbre, quizás porque todos hablaban de la noche en que desató su alma en el escenario. Le habría gustado disfrutarlo más, pero todo había ocurrido demasiado rápido en su familia como para detenerse a pensar en el espectáculo que había dado el fin de semana anterior.
Ness estaba ordenando su casillero para ya marcharse a casa, se sentía cansado y especialmente afectado por lo que había pasado, aunque de eso ya habían sido diez días, los mismos en los que Tony no había estado en su vida. El chico Cullen había decidido darse un espacio para estar con sus abuelos, ayudándoles en la peluquería canina, ya que habían tenido unos días libres tras la fiesta escolar. La verdad era que no le había sentado nada de bien, por el contrario, se sentía triste y acongojado tras tantos días sin poder ver a Tony, tanto que ya no disfrutaba de la misma energía de antes.
Cuando lo vio, caminando con sus audífonos puestos, distraído del exterior, le resultó inevitable querer acercarse. Realmente lo había extrañado mucho.
Tony, por su parte, al encontrarse con él, sintió el inmenso alivio de saber que estaba bien. A fin de cuentas, eso era lo que más le importaba.
—Oye, realmente moría por saber de ti —musitó él, llamando la atención del hijo del teniente.
A Ness se le retorcieron las entrañas, derramándose de lo que significaba el verdadero amor adolescente.
—No me atreví a llamarte, pensé que podía interrumpir…
—Necesitaba pensar un poco —le respondió el hijo del teniente—. Pero también te extrañé.
Ambos suspiraron.
—Necesito hablar contigo —añadió, tomando a Tony del brazo.
Él estaba confundido, pero lo siguió. Caminaron hacia la salida de la preparatoria y se quedaron mirando, dejando salir la tensión que invadía sus cuerpos.
Ness sentía un nudo en la garganta. El tiempo lejos de él solo le había causado más ansiedad, en especial luego de enterarse de lo que rondaba en la boca de todos los estudiantes de la preparatoria.
—Siento todo lo que ha pasado —murmuró Tony, interrumpiéndolo.
—Yo también. Pero todo esto hubiera quedado atrás si tu madre hubiera sabido lo que estaba pasando.
Tony tragó.
—Ella también merece que le digas que eres gay, pero no lo hiciste. Quizás… las cosas habrían sido diferentes si todos hubiéramos sido sinceros, no solo tu mamá —agregó Ness, incapaz de contener lo que tenía acumulado—. Quiero poder ser libre.
—¿No eras libre conmigo? —preguntó Tony. Su voz era un susurro.
—Creo que no, porque no puedo ser libre si tú tampoco lo eres.
Él sabía que Ness tenía razón, por supuesto que sí, pero escucharlo de su boca dolía. Cuando le tomó la mejilla, Tony no pudo contenerse, sus ojos escocieron y su garganta se ennudeció.
—¡Anthony! —gritó James, su padre, que los estaba mirando con atención.
Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, un regalo de navidad de mi parte ante tanta demora. A veces creo que me volveré loca, pero siempre busco la forma de darme un tiempo y poder escribir. Ansío poder terminar pronto lo que me aqueja y continuar dándoles esto como antes. Espero estén pasando un hermoso día junto a los seres que aman y puedan disfrutar de este pedacito con todo el cariño del mundo. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
Agradezco sus comentarios, a veces me cuesta tanto escribir y su solo apoyo y sus reviews me permiten saber que puedo continuar porque están ustedes esperándome y muy atentas a todo lo que puedo traer. Gracias, de verdad, por creer en mí
Recuerda que si dejas tu review recibirás un adelanto exclusivo del próximo capítulo vía mensaje privado, y si no tienen cuenta, solo deben poner su correo, palabra por palabra separada, de lo contrario no se verá
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Pronto se vienen novedades de mis historias pasadas, ¡estén atentas! Todo depende de su apoyo y que ello se demuestre
Cariños para todas
Baisers!
