Los Pilares fueron citados en la Mansión Ubuyashiki, donde discutieron los resultados que estaban arrojando los entrenamientos.
También se planificó y retocó el plan de acción en caso de que se diera la batalla final antes de lo previsto. A Sanemi le llamó la atención la presencia de Shinjuro Rengoku, y no le terminó de agradar del todo. El hombre había abandonado la actividad como Cazador hace varios años ya, y eso le resultaba molesto, pero si Kagaya le había permitido estar presente, sería por un motivo, ¿y quién era Sanemi para cuestionar la voluntad de Ubuyashiki?
También estaba Tengen, que aunque ya no era un Pilar activo, si seguía muy involucrado en la actividad del Cuerpo, tanto como para dar el entrenamiento. Sanemi supuso que no era fácil separarse del lugar y las personas que prácticamente fueron tu familia durante tanto tiempo.
Cuando la reunión concluyó los Pilares partieron uno a uno a sus respectivas actividades.
Pero entonces, antes de irse, Gyomei apareció por una de las puertas.
- Shinazugawa...- lo llamó.- ¿Puedo hablar contigo por favor?-
Sanemi frunció el ceño.
Entró despacio a la casa.
- Minamoto...- soltó la palabra al aire y esperó.
No hubo respuesta. Solo el silencio de la morada, y afuera, en el jardín, los pájaros que retornaban a su nido a descansar a medida que caía el sol.
Supo que ella estaba allí solamente porque la esperó en su casa y nunca llegó. Saori solía ir al hogar de Sanemi cuando concluía un entrenamiento, hablaban al respecto y pasaban un rato juntos. Sin embargo, luego de la charla que él tuvo con Gyomei, era claro que ella no iría a buscarlo.
Asi que decidió ir él.
No estaba en la sala, ni en la cocina. En el pasillo que comunicaba ambos ambientes con el baño y la habitación, flotaba un suave aroma a cedro blanco conjuntamente con la clara humedad que quedaba después de un baño.
Se dirigió a su habitación.
- Sé que estás ahí...- Golpeó suavemente.- ¿puedo pasar?
- ¿Cómo entraste?-
- Abriendo la puerta.- Sonrió él.
- Esta es mi casa, no deberías entrar sin mi permiso. Respeta mi intimidad.- Saori pareció ladrar las palabras, Sanemi supo que estaba de pésimo humor.
- Bueno ya me regañaste. ¿Puedo entrar?- insistió.
No hubo respuesta. Quietud total dentro de la habitación, y la paciencia de Sanemi comenzó a disminuir, como en un reloj de arena.
- No.- contestó ella luego de un momento.
- Creo que tenemos que hablar.- dijo él.
- No quiero hablar, quiero estar sola. Si hubiera querido hablar hubiera ido a tu casa ¿no crees? Vete.- dijo ella desde su reclusión.
Silencio nuevamente. Al afinar el oído, Sanemi supo que ella lloraba. Se sentó al otro lado del fusuma cerrado, mirando hacia una habitación que no podía ver, y con toda la calma que pudo encontrar en su ser muy poco calmado, le dijo.
- Supe lo que pasó... Himejima-.-
- Bien.- lo interrumpió ella.- apreciaría que me dejes en paz entonces.-
Sanemi apretó los dientes. Realmente quería hablar con ella pero cada vez que recibía esta respuesta, le daban ganas de derribar la puerta a las patadas y zamarrear a Saori.
Él último grano de arena de su reloj de paciencia había caído, pero se contuvo, respiró profundo y lo giró mentalmente para hacerlo correr otra vez.
- Mira...ser un cazador no es solamente volverte invencible, también es conocer tus límites, y el tuyo está muy alto. Eres muy buena y lo sabes, aspiras a la excelencia y eso me gusta de ti. Pero no serías una cazadora de tu rango hoy si no hubieras fallado antes.-
- Esto es distinto.-
- No lo es. Es un entrenamiento.-
- ¿Me vas a decir que no esperan que despertemos las marcas?.-
-Pues...si...-
- Si no paso todos los entrenamientos no tendré mí marca. Si no tengo una marca no estaré a la altura de los mejores. No estaré a tu altura y eso me destruye porque...-Hubo un silencio. Sanemi escuchó claramente el llanto detrás del fusuma.-...porque significa que no podré vengar la vida de mi hijo. Además...te decepcioné. Seguramente estarás avergonzado de mi, de que sea tan débil e inútil y te haya hecho quedar mal como Maestro. No pasar el último entrenamiento me hace sentir que todo fue en vano.-
El corazón de Sanemi se contrajo, lo que dijo sí que sonó a él, dolorosamente. Supo así qué tan profundo habían calado sus palabras en ella, y se sintió mal.
Él no pensaba eso de Saori, nunca lo había hecho. Entonces, deslizó con suavidad el fusuma frente a él. Un haz de luz se coló en la penumbras de la habitación y allí estaba Saori, con el cabello suelto y los ojos cerrados, en posición fetal en el suelo. Se había dado un baño, porque el uniforme sucio estaba tirado en un costado, y ella llevaba ropa limpia.
Él no dijo nada. Solamente se acercó a ella, encendió una lámpara, se sentó a su lado y Saori colocó la cabeza sobre su regazo, pero no alzó la vista para mirarlo.
Simplemente no pudo. Estaba rota.
- El entrenamiento de Himejima no es para cualquiera. Me dijo que hasta ahora fuiste la única mujer que logró llegar tan lejos con él y eso es remarcable. Date un poco de crédito, deja de ser tan dura contigo, ese es mí trabajo.- le dijo, y le puso suavemente una mano en el hombro.- Además, no sé de dónde sacaste que estoy decepcionado, es todo lo contrario... Himejima sólo tuvo halagos para ti y eso me llenó de orgullo.- Sanemi acarició con suavidad el hombro de Saori. Y agregó.- Por otro lado...yo creo que tu hijo estaría fascinado y orgulloso de la mujer en la que su madre se transformó. Habilidosa, disciplinada, fuerte...pero gentil...y muy hermosa.-
Sanemi tragó saliva, sintió una especie de vértigo al expresarse tan abiertamente. Cuando Saori alzó su mano, y entrelazó sus dedos delgados con los de él sobre el hombro, Sanemi sonrió.
- ¿Eso crees?- La pregunta salió casi en un susurro. A Sanemi le tranquilizó ver qué ya no lloraba.
Ella dejó salir un largo y sostenido suspiro. Las palabras de su maestro, de su compañero de años, le acariciaron el alma, besaron su corazón, serenaron su mente. Y en ese suspiro se fue poco a poco su pesar.
- Desde la primera a la última palabra.- afirmó él.-
Ella se quedó quieta un momento, disfrutando la tranquilidad, junto con la felicidad de haber escuchado todo lo que escuchó.
Mientras Sanemi, en su mente, contaba hasta 10 para lanzarse.
- Tengo que decirte algo...- Dijo él finalmente- Y necesito que me escuches hasta el final sin chistar.-
- Sanemi...me asustas, ¿Que-?-
- ¿Prometes que me vas a escuchar?- interrumpió él.
- Cielos, si...ya dilo...- dijo ella, cerró los ojos y apretó los dientes.
Sanemi respiró profundo. Se pasó ambas manos por el rostro, como si se estuviera preparando para hacer un esfuerzo descomunal.
Algo se sintió diferente en el ambiente y Saori lo captó. Pero acalló a su corazón. Pocas veces ignoraba su instinto pero no quiso alimentar su esperanza.
- He movido mi vida en base a la rabia y el dolor. Poco a poco me acostumbré a que esa era mi normalidad y me ayudó a llegar a ser un Pilar. Pero a cambio, dejé de lado cualquier otro aspecto, y mi cotidianeidad fue sólo el entrenamiento, la caza, las heridas. He abrazado mí soledad hace mucho y habíamos logrado llevarnos muy bien...-
Saori no dijo nada, pero su corazón, intuitivo, comenzó a latir más rápido.
La esperanza ciertamente comenzó a brillar dentro de ella. Ya no podía controlarlo.
-Entonces...tú...Ibas a ser mi tsuguko y nada más.- Retomó él, y suspiró.- Cuando te vi por primera vez no noté nada más que no sea tu enorme determinación y tu fuerza. Pero...ahora, hace tiempo, cada vez que te veo, que compartimos algún momento juntos, que hablamos, o que te hago reír...mi interior se enloquece.- Dijo, y se apresuró a agregar.- Intenté frenarlo. Pero fue imposible. Cada vez que me tocas...mí cuerpo se desespera por más y más. Cada vez que me sonríes mí corazón se derrite.-
Aún con ella recostada en su regazo, inmóvil, Sanemi sintió que la tierra bajo su cuerpo se sacudía. Estaba nervioso, cómo si se enfrentara a algo más grande y poderoso que él, y no recordaba haberse sentido t an así antes.
-Esto es sumamente difícil para mí.- Dijo, y sonrió levemente. - No soy una persona que esté acostumbrada a hablar de esto o si quiera a sentir tanto cómo ahora. Son sentimientos complejos que no sé manejar. Era más sencillo cuando no sentía nada, excepto rabia...-
- ¿Ya puedo hablar?- preguntó ella, sin cambiar de posición.
- Si.- Suspiró él.
Saori se giró, recostada todavía sobre las piernas de él, y lo miró a los ojos.
- ¿Entonces...me estás diciendo que tienes sentimientos amorosos hacia mí?-
-Si. Pensé que había sido claro.- contestó Sanemi, algo avergonzado, mirándola recostada sobre su regazo aún. Los ojos parecían brillarle y el cabello se volcaba desde su regazo al tatami en una bella pincelada negra.
Simple. Bella.
- ¿Por qué me trataste así entonces? Tantas veces, tantas discusiones...- preguntó ella, suavemente.
El dudó. Pero no había mucha otra explicación que darle. Tampoco podía mentir más.
- Porque tenía miedo...- se sinceró.- De lo que sentía. De lastimarte.
Saori se reincorporó lentamente. Se arrodilló frente a él, y clavó sus ojos azules en los suyos. Sanemi sintió ntia que le estaba mirando el alma y su corazón pareció saltarse un latido.
- ¿No te parece que me lastimas más si me tratas cómo una mierda?- dijo ella, con calma, ladeando levemente la cabeza.
- No, no entiendes...-
- Si, entiendo.- sonrió ella, dulcemente.- Entiendo que no quieres enamorarte porque todo lo que quieres se muere. Tu familia, tus camaradas. Kanae...-
Sanemi sintió como si alguien le echara un cubo de agua helada y se tensó.
- ¿Tú sabes...?-
- Kyojuro fue un gran amigo. Él me habló de ella. Y de ti. Y está bien, entendí muchas cosas sobre ti luego de eso, pero de todas formas...seguía queriendo que me quieras. Ambos vemos a la muerte a los ojos todas las noches...sería feliz de poder tener otro motivo para vivir.- Se acercó un poco más, y acarició tiernamente la mejilla del Pilar, justo debajo de la gran cicatriz, acelerandole el pulso.- Sería feliz de poder volver a ti todas las mañanas.-
Él sonrió, cerró sus ojos con lentitud, moviendo su rostro contra la mano de ella, disfrutando de ese tacto rebosante de cariño. Disfrutando permitirse disfrutar.
- Quizá...yo...quizá tampoco estoy seguro de esto porque no sé si tú aún piensas en...- dijo Sanemi, bajando un poco la vista.- En... él. Y no quisiera que te sientas presionada o incómoda.-
Era cierto, lo había pensado mucho pero no supo cómo abordar el tema.
Después de todo, ella había estado casada, había sido madre, había tenido una vida antes. Había perdido todo, excepto los recuerdos. Y Sanemi sabía bien que a veces, los recuerdos pesan demasiado.
- ¿En Hikaru?- preguntó Saori, algo sorprendida.- Por supuesto, todos los días. Pero sé que él estaría de acuerdo en que vuelva a hacer mi vida. Y, honestamente, estaba esperando que sea contigo.-
Ella se acercó un poco más y ladeó suavemente la cabeza, haciendo que un abanico de cabello oscuro se dibuje sobre su hombro derecho.
-Yo también amé, también perdí. Vi al amor prácticamente matar a una persona. También tenía el corazón destrozado pero aquí estoy. Quiero estar para ti, porque sé que vales la pena. ¿Yo lo valgo para ti?¿Quieres…estar conmigo?-
- Cada jodido segundo.- Susurró él, absorto en su aroma, en la piel que se veía a través de la yukata que llevaba, que se había deslizado suavemente hasta la mitad del brazo, dejando ver a través del cabello suelto, la mitad de la cicatriz que ella tenía en ese lado.
En ese momento fue como si las puertas del paraíso se abrieran para Sanemi.
Entonces se inclinó hacia adelante, despacio, y miró a Saori ojos. Brillaban, expectantes, ansiosos. Colocó una mano lentamente detrás de la nuca de ella y la atrajo hacia él. Primero rozó sus labios con los de ella, probando, cómo si quisiera cerciorarse de que no estaba soñando.
Entonces con más confianza atrapó su labio inferior entre los suyos, despacio, y sintió cómo el cuerpo de Saori se aflojó. La atrajo más aún, hasta que ambos estuvieron de rodillas uno frente a otro, pegados, besándose lenta y profundamente, dejando que ambas lenguas se acostumbren, que los labios por fin dancen juntos.
-No tienes idea de cuánto tiempo espere esto.- le dijo, apoyando su frente contra la de ella.- Y resulta que es incluso mejor de lo que creí. Mucho mejor.-
La rodeó con el otro brazo, apretó su cuerpo contra el de ella, y cuando sintió las manos de ella presionarlo contra si misma, perdió el autocontrol. Los besos se volvieron un poco más agresivos, más deseosos, se llenaron de urgencia y ella le mordió suavemente el labio inferior, lo que hizo que Sanemi deje salir un pequeño gemido.
Saori quería tocar. Quería besar, morder, lamer. Quería escuchar y ver y hacer todo lo que tanto tiempo había deseado hacer y que había dado por perdido.
Nunca la habían besado así. Tan profundo, tanto tiempo, con tanta pasión. Hizo que su cuerpo se incendiara al instante, que la sangre corra, que el corazón bombee cada vez más rápido.
Buscó el borde de la camisa abierta del uniforme. Subió sus manos hasta allí y las deslizó hasta la cintura, por dentro de la prenda. Rozó la piel, sintió los músculos contraerse con suavidad, y viajó hasta la espalda para subir ambas manos hasta los omóplatos y apretarlo contra ella.
Sintió, indudablemente, como por debajo de la cintura de él, el hakama comenzó a cambiar de forma.
- Me la endureciste con un beso.- Le susurró él, sin alejarse mucho de sus labios, y bajó la mano con la que le rodeaba la cintura hasta poder apretarle el trasero.- ¿Que haremos ahora con esto?.-
La voz ronca y gruesa de Sanemi pareció vibrar suavemente en el oído de Saori, y le erizó la piel.
Saori no dijo nada, pero lo miró a los ojos, y desabrochó poco a poco el cinturón, mientras besó sus labios y pasó a lamer delicadamente su cuello. Con una mano, se aseguró de frotar con lentitud la erección de él y sintió claramente como su propio cuerpo se humedeció, cómo entre sus piernas la necesidad se enloquecía.
Sanemi mientras tanto intentaba controlar su respiración, algo que por primera vez en muchos años pareció dificultarsele. Ella besaba deliciosamente y cada vez que lamía su cuello parecía dejarle surcos de fuego.
Había enredado una de sus manos en el cabello de ella, asegurándose de que no escape tan fácil y con la otra le buscó un pecho, apretó con delicadeza sobre la tela suave del yukata, pasó suavemente el pulgar por el centro y sintió con claridad cómo se endureció el pequeño pero prominente bultito de carne. Se concentró allí, frotando muy lentamente una y otra vez el pezón y Saori dejó salir un suave gemido, dulce, aterciopelado.
Ahí fue cuando Sanemi perdió totalmente el autocontrol. La abrazó y se recostó boca arriba, montándola sobre su cadera, posicionándola encima de su erección y se besaron, con hambre y deseo ferviente. Saori movió su cadera con suavidad y friccionó su clítoris contra él. Poco a poco, comenzaron a brotar los gemidos de ambos, y el calor de la habitación se elevó notablemente..
Entonces cuando ella se sentó, aún sobre Sanemi para quitarse la yukata, un chillido frenético, que Saori identificó claramente como Tegami, se escuchó y pareció vibrar en toda la habitación.
- ¡¡SURESTE!! ¡SURESTE! ¡UN DEMONIO REPORTADO ATACA VIAJEROS DESPREVENIDOS!
¡10 PERSONAS DESAPARECIDAS EN LA ÚLTIMA SEMANA! SURESTE! ¡SURESTE!
SAORI MINAMOTO, SAORI MINAMOTO DEBES IR AL SURESTE.-
- ¡Debe ser una PUTA broma!- Exclamó Sanemi.- ¡¿Ahora?!-
Tegami entró a posarse en el hombro de ella.
La chica cerró los ojos y dejó salir un suspiro largo y pesado, cargado de resignación.
- Bueno...supongo que tengo que irme...- dijo, se puso de pie y comenzó a uniformarse.
Cuando se quitó la yukata para vestirse, Tegami voló y se posó sobre una mesa baja justo al lado del Pilar, y reanudó su insistente chillar.
- ¡¡SAORI SAORI SAOORIII AL SURE-
- Cállate maldito bicho aguafiestas.- Lo interrumpió Sanemi, y veloz cómo él era, sostuvo el pequeño pico negro entre sus dedos índice y pulgar para que se calle.
La vio de espaldas, cambiándose y su excitación pareció dar un respingo. El cabello larguísimo, perfectamente liso y negro le caía por la espalda y finalizaba ya pasando las nalgas, en desvanecidos trazos. La recorrió con la mirada, deseó fervientemente apretarle el trasero, tanto que las palmas de las manos le cosquillearon. Anheló acariciarla toda, y hacerla estremecer.
Quiso besarle los muslos y más allá, hasta que se derritiera en su boca.
- Tu cuervo no debe tardar en llegar.- le dijo ella, sacándolo de su pensamiento, mientras se ataba el cabello.- Ya tendrás como entretenerte para olvidar lo que nunca pasó.-
- Si, para ti es fácil decirlo.- dijo Sanemi, cruzándose de brazos, mientras la veía alistarse. "Una mujer nunca entenderá lo desagradable que se siente una erección insatisfecha." Pensó él.
Pero Saori también estaba frustrada. El cuerpo que pareció arder hace momentos atrás se apagó, dejándola con una extraña sensación de vacío, con sabor a poco, con un deseo inconcluso que, como las cenizas de una fogata mal apagada, quemaba bajo su piel.
La palpitación entre sus piernas persistía, y aunque ella intentaba no prestarle atención, llevaba la ropa interior ya húmeda.
- Ni creas.- dijo ella, mientras se sentaba en el piso para ponerse sus kiahan.- Estoy tan frustrada como tú. Mataré a ese maldito demonio con mucho gusto.-
Se acercó a él y le dio un beso fugaz en los labios. Pero Sanemi la sostuvo de la muñeca, y la atrajo nuevamente hacía él.
La besó, profunda y lentamente.
-Por lo que más quieras en esta vida y en la que viene, ven a casa en la mañana cuando termines.- le pidió entonces, acariciandole la mejilla con el pulgar.
Saori río con suavidad, asintiendo. Se despidió y se marchó, seguida por Tegami.
Y Sanemi no tuvo más opción que esperar por su cuervo.
