Aquella pomposa mansión desbordaba elegancia propia, era una fiesta organizada por un asociado viejo amigo de Mitsumasa Kido. Saori, intentando mantener todo lo que su abuelo había dejado establecido en vida, era de las primeras personas en saberse en la lista de aquel hombre viejo y poderoso, en nombre de la amena amistad que había quedado en el recuerdo.

Hacía unos años la acompañaban los guardaespaldas de la Fundación y por supuesto, Tatsumi, pero a raíz de que su vida giró más de lo que jamás hubiera imaginado y no solo era la heredera de una gran empresa, sino algo más complicado que eso, prefería mil veces que sus amigos y Santos de Bronce la acompañaran en dicha festividad que, para ser sincera le resultaba de lo más tediosa; con las charlas y ocurrencias de ellos todo parecía más ameno.

Todos estaban debidamente vestidos con sacos, pantalones de tela y zapatos elegantes para la ocasión. Saori deslumbraba con la elegancia que la caracterizaba: su cabello suelto adornado con una diadema era más que suficiente para ella, en su cuello un collar de perlas y ese vestido de seda, sin mangas color crema, con algunos adornos de lentejuelas realmente dejaba acentuar su esbelta silueta.

Sin duda la belleza de la joven había causado que varias miradas se centraran en ella desde el segundo en que había salido de su habitación a saludar a sus amigos para indicar que era hora de irse, en especial la mirada de un chico moreno de cabellos castaños que hizo hasta lo imposible para no evidenciar lo impresionado que había quedado al verla bajar las gradas con elegancia para partir hacia la festividad.

Claro que, ante sus buenos amigos Shiryu y Shun, había sido más que obvio en aquella mirada de pupilas dilatadas, la boca entreabierta que con rapidez había disimulado con un carraspeo y el breve tartamudeo en ese "buenas noches", fueron detalles más que suficientes para que Seiya quedara más que evidenciado en ese momento y durante el trayecto hacia aquella cena pomposa.

La noche marchaba llena de risas, buena comida y la tertulia de la gente que llenaba el gran salón. Era evidente que la compañía de sus amigos hizo que Saori sintiera el tiempo muy corto, tanto que pronto se acercó el momento culminante cuando la música bailable comenzó a llenar el salón.

De pronto, entre las personas que se levantaban para disfrutar el baile, surgió el apuesto y galante Julián Solo, con un frac que curiosamente combinaba en color con el vestido de Saori y, quien con aires de grandeza y descaro se acercó a la mesa donde ella se encontraba.

—Saori Kido, es una grata sorpresa tenerte por aquí —saludó y extendió la mano para tomar la de la joven y besar sus nudillos.

Todos miraban a la expectativa y Seiya, quien aun estaba llevándose los últimos bocados de la cena gourmet, se veía más tenso que los demás, pero de igual manera permaneció en silencio, lo cual todos agradecieron.

—Julián... —respondió Saori entre dientes, con una sonrisa mientras retiraba la mano lejos de él—. El gusto es mío, no te había visto, tú sí que me sorprendiste a mí.

—Bueno, pues... para disculparme por haberte sorprendido, me veo en la obligación de invitarte a bailar esta pieza, ¿aceptas? —inquirió Julián, mientras volvía a extender su mano hacia la joven, esperando su respuesta positiva.

Saori negó levemente con la cabeza y una sonrisa ladeada, pero antes de que pudiera decir cualquier excusa, una voz resonó detrás de ellos, era el viejo amigo de Mitsumasa que reía complacido por aquella escena.

—Ya sabía que algún día te conocería un pretendiente a tu altura, Saori. Este muchacho es ya todo un hombre de negocios. Me complacería mucho verlos adueñarse del salón de baile. Tu abuelo también te lo hubiera pedido, yo lo sé ¿Por qué no complaces a este viejo? Quiero que esta fiesta sea memorable.

—Señor Nakamura, la verdad es que... —Saori percibió las miradas de la gente, que estaban posadas en ella, añadiendo más presión. Ella sabía que hacerle un desplante al aludido podría afectarle a largo plazo, así que tomó aire y cambió su respuesta—. Por supuesto, claro que será un placer.

Julián rio complacido mientras Saori tomaba su mano y ambos se desplazaban hacia el centro del salón. Sin más preámbulo comenzaron a bailar y en efecto, los dos en serio que llamaban la atención de los presentes y del señor Nakamura que animaba aquel momento desde su mesa.

Mientras que Julián dominaba aquel baile y se desplazó con Saori entre la gente, de cuando en cuando se dejaban ver para los santos de Bronce y la pareja cada vez bailaba con más soltura. Las personas hicieron espacio para verlos, en segundos ya eran el centro de las miradas.

Tatsumi desde la mesa observaba la escena con desprecio y comía con más ímpetu, los chicos de Bronce se miraban con complicidad a excepción de Ikki, que comía de lo más relajado. Shiryu, Shun y Hyoga se levantaron de la mesa y se sirvieron más ponche de frutas para sentarse de nuevo y comentar lo bueno que estaba, intentando bajar la tensión que se creaba en el ambiente, ya que los muchachos sabían lo impulsivo que el morocho solía ser.

Seiya por su parte, había dejado por un lado su plato de comida y no podía apartar la mirada de Saori y Julián. Un nudo de frustración, de enojo, de... ¿celos?, se apoderaba de su pecho mientras observaba como bailaban juntos.

Estaba en un dilema en el que sabía que en realidad llevaba las de perder si mostraba su molestia, ellos ante la mirada de la gente eran la pareja perfecta y él sin duda no tenía nada que reclamar, sus sentimientos consufos aun no aceptados permanecían en lo secreto y era más que lógico el porqué, aun no discernía bien la verdadera razón de ese malestar general.

Aquel momento de tortura para los santos de Bronce acabó en cuanto vieron a Saori despedirse de Julián, quien no conforme con lo que acababa de pasar interceptó a la joven para despedirse y aprovechando un último momento para darle un beso en la mejilla que la dejó descolocada. Ella simplemente le dijo un firme y tenso adiós, caminó presurosa hacia la mesa y concluyó todo con un "vámonos de aquí".

En el trayecto de regreso, Saori se comportó de lo más tranquila: sermoneaba a Tatsumi por su burdo comportamiento en la fiesta, reía con Shun, comentaba con Shiryu, se sorprendía con las ocurrencias de Hyoga e intentaba sacar conversación a Ikki, pero a todo eso, Seiya que solo soltaba algun seco comentario, no podía dejar de sentirse pésimo y preguntarse qué demonios le pasaba cada vez que Julián se le acercaba a esa joven que ahora era su constante. Vaya que esa sería una noche larga, lo presentía.

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Hola, vengo con un nuevo two shot sobre bailes y sentimientos no confesados, espero que sea de tu agrado y me digas tus opiniones ¡Saludos! :3