Buenas, lectores.

Nos reunimos una vez más para otra historia donde Platinum es... curiosa (luego hare cute con ella)

Disclaimer: Todos los derechso reservados a The Pokémon Company. Haughtyshipping, maltrato infantil

Enjoy :D


La niña de mamá

Acto I: La madre de Ruth.

El aroma de los panqueques en la mañana era algo que Ruth adoraba desde que llegó a su internado en Galar. Aquellos desayunos estaban reservados para los inicios de semana, donde Ruth era siempre la primera en llegar al comedor. Pronto el gusto por comerlos se convirtió en una meta para saber cómo cocinarlos, hablando con las cocineras hasta que una mujer de aspecto dulce decidió enseñarle a preparar la masa, cocinarlos y servirlos con una presentación impecable. No tardó mucho en aprender, pues además de que aquella mujer era una excelente cocinera, Ruth era una buena alumna cuando se trataba de replicar acciones repetitivas.

Ese día era especial, sería su último lunes antes de volver a su casa en Sinnoh, por lo que su maestra le permitió preparar la masa para los demás a cambio de que pudiese servirse una porción extra junto a su respectiva miel y mantequilla. Ruth agradeció toda la atención y las lecciones tanto a su maestra como a todos los cocineros que quedaron encantados con su comida. Luego de despedirse, se sentó junto a su amiga April.

—¡Oye! ¿Por qué tienes más panqueques? —reclamó la niña de pelo azulado al ver la torre de panqueques de su compañera.

—Es qué me tocó hacer la última ronda —admitió Ruth, algo apenada.

—Más te vale que estos sean los panqueques más deliciosos o me quejaré —dijo, probando un poco—. Tuviste suerte.

Ruth rió ligeramente al ver como su amiga se deleitaba con los panqueques que minutos atrás había cocinado. Dio el primer bocado de sus panecillos y la masa suave y aceitosa se deshizo en su boca, eran dulces, justo como los buscaba. Sonrió al ver como todos los alumnos parecían amarlos.

—¿Crees que le gusten a mi mami? —preguntó Ruth, curiosa.

—¿Bromeas? Son los mejores panqueques que he probado —admitió April con una sonrisa—. Seguro los amará.

Algo se iluminó dentro de Ruth. Había pasado mucho tiempo ensañando y estudiando sobre esa comida para que quedaran perfectos, para que al momento de que su madre los probara provocará que de sus labios saliera un simple "te amo". Ese era el plan, impresionarla, demostrarle que había aprovechado la oportunidad del internado en Galar y que estaba a la altura de su madre. Su padre le había dicho que su madre adoraba la comida casera, así que su primera misión en ese lugar fue aprender a hacer algo delicioso para ella.

—¿Entonces hoy te irás a tu casa? ¿Vendrán tus papás?

—No, traerán a ese mayordomo anciano, Sebastián, para que me lleve al aeropuerto y llegar a Sinnoh.

—Aun no entiendo por qué viviendo en Sinnoh te traen para acá.

—Mi mami quiere lo mejor para mí, por eso me dijo que esta era la mejor institución.

April rió ligeramente, cosa que Ruth no entendió. Luego de que terminaron de comer, ambas volvieron a sus actividades habituales; clases, receso, jugar un rato en el patio, comer bocadillos de las máquinas expendedoras gracias al dinero de April, cosas que mantenían ocupada a Ruth de sus constantes planes por impresionar a su madre, planes en que había recibido ayuda de su amiga los últimos años, todos sin éxito alguno, hasta ahora.

Llegó el momento de la despedida. Ruth se apresuró a su cuarto y guardó todas sus pertenencias en una enorme maleta. Mientras esperaba a la llegada del mayordomo, se quedó platicando un rato con April, jugando a tirar cartas con piedras.

—¿Tú casa es enorme como dices?

—Sí, tiene muchísimas habitaciones, mucha gente trabajando, pero mi mamá no me deja jugar mucho, no le gusta que salga de mi habitación.

—Eso suena muy aburrido, ¿acaso no tienes videojuegos o juguetes?

—Algunos, mi madre los tira constantemente.

—Eso no suena muy lindo.

—Ella dice que son distracciones, es mejor concentrarse en el estudio.

April no pudo cambiar su expresión de sorpresa ante lo que le contaba Ruth, imaginar vivir en una casa tan enorme sin algo con que divertirse le parecía demasiado agobiante, leer era divertido, pero solo tener eso debía ser lo más aburrido del mundo. Pero a Ruth no parecía importarle, ella era feliz obedeciendo a su madre y atendiendo a sus peticiones.

Ante esto, April tomó de su cama un peluche de un pulpo morado y se lo entregó a Ruth.

—Toma, llévate a Pulpito contigo.

—¿Me darás a Pulpito? Pero es tú amigo.

—Es nuestro amigo, y tal vez tú necesites más amigos que yo —admitió April, sonriendo ligeramente.

—Pero…

—A Pulpito le gustara estar con alguien como tú, me ayudó mucho cuando llegue aqui, y así podrás acordarte de mí.

Ruth miró el peluche con detenimiento. Recordó cuando conoció a April el primer día que llegó, le parecía una niña muy callada y tímida que solo hablaba con su peluche hasta que decidió hablarle. Desde entonces se habían vuelto, los tres, amigos que pasaban las horas jugando entre clases. Los remaches del peluche ellas mismas los habían hecho después de tres años de diversión. Ruth no pudo evitar sentirse muy alegre al tener ese peluche con ella, sintiendo que era un pedazo de April.

—Prometo que lo traeré cuando vuelva —admitió Ruth, sonriendo.

—Eso espero —dijo April, abrazando a la niña.

El mayordomo finalmente llegó, llevándose consigo a Ruth, no sin antes despedirse de su amiga con un último abrazo. Ambas amigas lloraron un poco, pero sabían que pronto se volverían a encontrar cuando la madre de Ruth la volviera a enviar a aquel internado.

Ruth no se separó de Pulpito en todo su viaje por avión, mirando por la ventana y mostrándole al peluche la inmensidad del mar y de las luces de los poblados en la noche. Le gustaba viajar en avión, y le hubiese gustado que April estuviera ahí y lo viera también, pues ella jamás había viajado en avión. Comenzaba a extrañarla, cada que sentía su ausencia abrazaba con fuerza el peluche y trataba de calmarse con el mayordomo que intentaba decirle algunas palabras para animarla. Lo único que logró hacerle sentirse bien fue el poder completar finalmente su plan definitivo para recibir un elogio de su madre.

Llegó al aeropuerto de Sinnoh al medio día. Estaba cansada y adormilada por el viaje, pero al salir de la zona de equipaje corrió de manera instintiva para buscar a sus padres que seguramente la estarían esperando. Así fue, pues un hombre rubio ya le esperaba desde el otro lado.

—¡Papi! —gritó Ruth con alegría, corriendo hacia él.

Pearl sonrió de sobremanera al ver a su niña llegar. Ruth corrió y se abalanzó contra él siendo levantada y cargada en hombros mientras le daba un beso en la mejilla.

—¿Cómo está mi niñita especial? —preguntó Pearl.

—Bien, papi… ¿Dónde está mami?

La expresión de Pearl cambió de inmediato, solo para intentar fingir una sonrisa.

—No pudo venir, tuvo mucho trabajo, pero seguro se alegrará de verte.

Un sentimiento de decepción se reflejó en el rostro de Ruth, la niña solo suspiró y volvió a abrazar a su padre.

—Tengo un nuevo plan para que mamá me quiera.

—Ay, hija, no digas eso, mamá ya te quiere.

—Lo hará después de que haga lo que aprendí en la escuela.

Pearl solo suspiró y le pidió que le explicara cuál era aquel plan suyo. El hombre sabía que esa era la rutina cada vez que su hija volvía del extranjero, trayendo cada vez más planes elaborados para conseguir cariños de su madre. Aunque escuchaba atentamente el plan de su hija para hacerle de desayunar unos panqueques, en su mente solo meditaba por qué su esposa, Platinum, era así con su hija. Él había visto en ella algo que nadie más había visto, algo que se rehusaba a sacar aún con su propia hija, desde que nació no parecía feliz con la idea de tenerla en la mansión, y él no entendía por qué era así.

Ambos llegaron a la mansión Berlitz, aunque Ruth le contó todas sus aventuras a su padre, al entrar solo corrió hacía la oficina de su madre para darle la sorpresa de su llegada. Pearl intentó detenerla, pero la niña fue más rápida y tocó la puerta del despacho, esperando a que su madre abriera.

Luego de esperar varios segundos, Platinum finalmente abrió la puerta.

—¡Ya llegue, mami!

Ruth corrió y abrazó con fuerza a su madre. Aunque pudo envolverla con sus brazos, la mujer se quedó completamente quieta, apartándose lentamente de su hija y mirándola con un rostro decepcionado.

—¿Se te ha olvidado que no debes correr en la mansión? —dijo con voz calmada.

—Per-perdón, mami —dijo Ruth, en voz baja.

—Ruth, ya lo habíamos discutido, pensaba que te lo había dejado claro —Platinum se dio la media vuelta, mirando a la ventana—. ¿Acaso las clases que te pago no sirven para que puedas acatar una simple orden?

—Pe-pero ma…

—¿Me estás respondiendo? —Platinum se giró y la miró con más desaprobación.

Ruth estaba asustada, se quedó helada al ver el rostro de Platinum completamente decepcionada.

—Lo-lo siento, mami, prometo ser mejor hija.

—Es la séptima vez que lo prometes, ya es cansado oírte —Platinum se cruzó de brazos—. Ve a tu habitación, estarás castigada por el resto de la semana.

—Por el amor de Arceus, la niña solo quería abrazarte.

Pearl llegó de inmediato al ver el tenso ambiente que se había formado. Ruth bajó la cabeza, no quería ver a su madre a los ojos, en cambio, Platinum devolvió una mirada molesta a Pearl.

—A tí te he dicho que no subestimes mi autoridad.

—Pero solo quería un poco de cariño de su madre, ¿ese es su castigo?

—Su castigo es por no merecer el apellido Berlitz, una Berlitz acata instrucciones a la primera, cosa que ella no quiere entender. Y si sigue con ese comportamiento, me veré obligada a castigarla con la comida.

—¡No!, Ya me voy, perdón mamá…

Ruth, asustada, tomó su peluche y corrió a su habitación. Pearl intentó razonar con Platinum, pero la heredera solo le ignoró y volvió a encerrarse en su estudio. Ruth llegó a su habitación, se encerró y corrió a llorar a su cama, apretando con fuerza a su peluche. Mientras lloraba solo susurraba.

—¿Por qué mi mami no me quiere?

[...]

Ruth se la pasó toda la semana castigada como su madre se lo ordenó. Aunque su padre quiso sacarla a jugar, ella se negó con tal de obedecer a su madre. Quería agradarle, quería que la quisiera, quería ser una "digna heredera del apellido Berlitz".

Luego de unos días, comenzó a pensar que su madre tal vez solo quería que ella fuera mejor, una hija modelo, la digna sucesora de Platinum Berlitz. Recordó que dentro de poco cumpliría once años y empezaría su aventura para forjar el medallón de su familia. La profesora Moon ya le había adelantado que ella se volvería una "Pokedex Holder", como su madre. Aquello la emocionaba bastante, y por eso decidía acatar las reglas y castigos, con tal de demostrarle que era una buena hija.

Luego de pasar los días hablando con su papá y Pulpito, finalmente el esperado día donde se levantaría su castigo llegó. Ese día sería el indicado para darle a Platinum los panqueques que tanto había practicado en el internado. No pudo dormir bien en la noche debido a la emoción de hacerlo, hablando con Pulpito sobre su plan.

—A mami le encantan los panqueques con mermelada de durazno, cuando pruebe los míos se dará cuenta que se cocinar muy bien y me dira; "Están deliciosos, estoy orgullosa de tí, te amo hija" y finalmente me dará un abrazo, e incluso un beso en la mejilla —dijo contenta a su peluche.

Solo durmió pocas horas hasta que su despertador dio las seis, la hora perfecta para preparar el desayuno. La niña se vistió y salió hacia la cocina sin mayor demora. No corrió, no quería otro castigo. Luego de convencer a los cocineros de que le dejaran cocinar algo, la niña comenzó a traer todos los ingredientes.

Uno a uno los ingredientes fueron posando en la mesa, con sumo cuidado Ruth vertía cada uno en un bol y preparaba la masa. No uso una batidora, tenía prohibido usar esos aparatos, limpiaba cada mancha y derrame accidental y también lavaba rápidamente los utensilios que ya no necesitaba, sabía que cualquier cosa fuera de su lugar ameritaría un castigo.

El fuego se encendió y el aroma de la mantequilla derretida comenzó a inundar la cocina. Todos los panqueques salieron como ella los había practicado: redondos, bien hechos por ambos lados y esponjosos. Los sirvió en dos platos en una charola enorme y se los llevó a sus padres.

Aunque eran algo pesados, ver aquellos panqueques tan perfectos le hizo sentir una enorme emoción en su pecho; se veían bien, olían mucho mejor, eran la debilidad de su madre, el éxito era prácticamente asegurado. Aunque quiso correr, mantuvo la calma hasta tocar la puerta de sus padres y escuchar a su padre dejándola entrar.

—Buenos días —dijo, conteniendo las ganas de gritar para no ser castigada—. Les hice el desayuno.

El primero al que vio fue a Pearl, arreglando su camisa. De inmediato pudo ver su cara de sorpresa y felicidad al verla.

—Oh por Arceus, ¿tú los hiciste? —dijo Pearl con una enorme sonrisa.

—Sí, aprendí a prepararlos en el internado —la chica comenzó a mirar a todos lados—. ¿Dónde está mami?

—Se está cambiando, pero vamos a probarlos.

Pearl ayudó a la niña a cargar la charola y ponerla en una mesa. De inmediato tomó tenedor y cuchillo y probó un poco. Los ojos sorprendidos y la forma en que comenzó a masticar fueron suficientes para que Ruth esbozara una enorme sonrisa.

—Arceus, estos son los mejores panqueques que he probado —admitió Pearl—. Te quedaron súper deliciosos, cariño.

—¿Enserio?

—Sí, es lo mejor que he probado —Pearl se acercó a su hija y la abrazó, dándole un beso en el pelo—. Estoy sorprendido, eres muy buena, Ruth.

Aunque Ruth se alegró de que a su padre le gustara, aún esperaba con ansias que su madre saliera y los probara. No tardó mucho, pues la mujer salió y miró con desdén la comida.

—Sé que son tus favoritos, mami, me esforcé mucho en hacerlos —dijo, sonriente.

—Debes probarlos, en serio son deliciosos —adicionó Pearl.

Platinum se quedó mirándolos por un rato más, parecía analizarlos por completo antes de decidirse en comerlos o no. Se acercó y probó un poco. Masticó con suavidad, Ruth se quedó expectante, sentía una enorme presión en el pecho por saber que le parecía a su mamá. Luego de masticarlos un rato, Platinum tomó una servilleta, limpió suavemente su boca, escupiendo el trozo que había masticado y envolviéndolo.

—Qué asco.

Luego de decir esas palabras, Platinum tomó su plato y tiró el contenido en un bote de basura.

Ruth se quedó de piedra, sin decir una sola palabra mientras su mirada se quedó quieta en el bote de basura. No podía escuchar nada, no podía sentir nada, solo miraba el rostro llenó de asco de Platinum.

—¿Por qué rayos hiciste eso? —reclamó Pearl, enojado.

—Están rancios —respondió Platinum con frialdad—. No recuerdo haberte enviado a clases de cocina.

Ruth comenzó a temblar al intentar articular palabras.

—P-pero, mami, todos…

—Todos tienen mal gusto, Ruth, no me sorprende —dijo con molestia—. Tengo que lavarme los dientes para quitarme este horrible sabor de la boca.

Platinum se marchó al baño. Las lágrimas de Ruth comenzaron a brotar lentamente, tirándose al suelo.

¿Por qué no había funcionado? ¿Realmente eran tan malos? ¿Por qué su madre no apreciaba su esfuerzo? Ruth lloró, quería que su madre volviera por esa puerta y le dijera que era mentira, que si eran muy buenos, que la quería. ¿Por qué su madre no la quería? ¿Qué había hecho ella?

Pearl intentó consolarla, pero Ruth no lo escuchaba, solo podía pensar en qué clase de mal había hecho para que su propia madre no le diera aunque sea un simple te quiero. Ella amaba a su madre, era la mujer que más admiraba, pero quería que ella también la quisiera, que fuera como aquellas madres que miraba en el internado donde recogían a sus hijos, los abrazaban y les decían cosas bonitas. Una madre que les hiciera su comida favorita en su cumpleaños, que las despertara y cambiara para ir a la escuela, que la ayudara a peinarse y jugar con sus muñecas, que hiciera todas esas cosas que miraba hacer a otras madres y Platinum jamás se había dignado a hacer con ella.

Platinum volvió a salir, miró a Ruth con frialdad y dijo.

—Llévala a su cuarto y que se arregle, y que limpie todo el desorden que seguramente hizo en la cocina.

Pearl solo miró con ojos molestos a Platinum, la mujer le ignoró y salió de la habitación, ya habría tiempo para arreglar esos asuntos. Ruth no quería irse, tuvo que ser cargada por su padre hasta su habitación donde se quedó llorando en su cama, con Pearl intentando calmarla. Ni la promesa de un juguete nuevo, una salida a comer o cualquier otra cosa fue suficiente para que la niña dejara de llorar, buscando una explicación del por qué su madre no la quería. No fue hasta que la niña terminó dormida luego de tanto llorar que Pearl pudo salir de la habitación.

Pearl intentó buscar a Platinum, pero la mujer se había ido. Buscó en todos los lugares de la mansión, ella trabajaba desde casa, pero ese día específico se había marchado, no sabía a dónde, pero esperaba que no fuera a buscar alcohol, como solía hacerlo cuando desaparecía.

Nunca entendió por qué Platinum era así con su hija. Fueron circunstancias adversas las que dieron origen a su embarazo, pero Pearl pensaba que pasar por todo el embarazo y el parto le harían sentir cariño por su hija, sin embargo, desde que nació, Platinum no mostró más que indiferencia hacia ella. En los primeros años, cuando fue a la escuela, cuando fue enviada a un internado, en cada momento Platinum se comportaba de manera fría con su hija, siempre castigándola, siempre regañándola, siempre maltratándola. Claro que intentó interceder por ella, decirle que estaba siendo muy injusta con ella, pero a Platinum no le importaba que tanto le reclamara, su trato jamás cambiaba. Ya no sabía qué hacer, de cierta forma odiaba admitir que prefería que estuviera en el internado para no verla sufrir por el amor de Platinum.

Luego de unas horas llamó a Moon, la madrina de Ruth, para ver si podía ayudarlo a que Ruth se quedará unos días con ella. A Moon no pareció molestarle, a ella le encantaba pasar tiempo con ella, sin embargo, no parecía agradarle como Platinum la trataba.

—Así que eso hizo —dijo Moon con tono decaído—. Platinum… esa niña no tiene la culpa.

—Es lo que he intentado hacerle entender, sé que es mi culpa, pero cada día pierdo la esperanza en que ella deje de desquitarse con ella.

—Tal vez sea lo mejor que esté conmigo, tendré unos días libres, además de que planeó un viaje donde puede que ella se divierta. Pero de todas formas el problema seguirá ahí cuando vuelva.

—Se me ocurrirá algo, siempre lo hago, tal vez unas vacaciones en familia o algo —dijo con tono agobiado—. Solo quiero que seamos una familia.

Moon se quedó en silencio, como buscando ocultar algo que Pearl notó de inmediato. Era la misma forma en la que sus demás compañeros holders lo habían tratado. Sin embargo, no le molestaba un desplante por parte de Moon, después de todo ella quería mucho a su hija y eso era lo que bastaba.

—Gracias, Moon, enserio, te lo agradezco.

—No tienes de qué preocuparte, mañana iré por Ruth y…

El sonido de un piano desafinado hizo eco por toda la mansión. Pearl de inmediato colgó la llamada y corrió hacía donde se encontraba el instrumento de Platinum, encontrándosela como no quería hacerlo; borracha y tocando sincronizadamente el enorme artefacto.

—Platinum, ¿dónde estabas? —preguntó Pearl preocupado.

—No es de tu incumbencia —reclamó Platinum, tocando insistentemente las teclas hasta cansarse.

Pearl se acercó a ella, con solo acercarse pudo sentir el olor del alcohol proveniente de su garganta.

—¿Cuánto bebiste?

—Mucho, ¿a ti qué más te da? —Platinum se levantó de golpe—. Solo déjame en paz.

Al intentar caminar se tropezó y cayó al suelo. Pearl intentó acercarse para ayudarla, pero ella se quedó quieta, mirando al techo.

—Tal vez me equivoco, siempre te ha importado cómo estoy, más ahora.

Platinum era muy pesada, tuvo que usar mucha de su fuerza para poder levantarla y llevarla poco a poco a su habitación. No quiso cargarla, sabía que eso lo odiaba, solo se limitó a sujetarla mientras la guiaba a su alcoba. Esa era siempre la rutina, llevarla a su habitación después de una borrachera, cuidando de que Ruth no la mirara. Sin embargo, esa vez había algo diferente con el caminar de Platinum, era mucho más agresivo. De pronto sintió como ella lo tomó con fuerza de la camisa.

—¿Qué harás ahora? ¿Vas a violarme otra vez? maldito bastardo —dijo con ojos llenos de ira, dejando caer su cuerpo sobre él—. Hazlo si quieres, es la única forma que puedes hacerlo conmigo, ya no me importa.

Pearl se quedó callado, intentando contrarrestar el peso de Platinum. Luego de reincorporarla, Platinum volteó a ver a Pearl una vez más, con odio.

—No tienes ni idea de cuánto te desprecio.

—Ya me lo has dicho, miles de veces…

—¿Y aun así sigues aquí? ¿Por qué? ¿Qué más quieres de mí? Arruinaste mi vida —reclamó Platinum.

Pearl se quedó callado. Intentó llevarla a su habitación, pero ella se negó.

—No podemos tener esta discusión aqui, Platinum, mañana…

—Nunca te ha importado como este, ni cuando me violaste te importó —reclamó, apretando sus puños—. ¿Por qué simplemente no te vas a la mierda y me dejas tranquila? ¿Cuántas veces debes violarme para que estés satisfecho y te vayas?

—Platinum, yo…

—Solo hazlo de una puta vez —Platinum se abrió la camisa a botones—. Toma mi cuerpo hasta que sientas tu asqueroso libido saciado y lárgate.

—¡Por Arceus, Platinum, ¿cuantas veces tengo que decirte que lo siento?! —gritó Pearl.

—¡Hasta que recupere mi vida! —gritó de vuelta— ¡Hasta que esa estúpida mocosa desaparezca de la faz de la tierra!

—Deja de meter a Ruth en nuestros asuntos, ella es solo una niña.

—Ella es todo lo que está mal, todo —Platinum miró con ojos rabiosos a Pearl—. Y tú, fingiendo ser un padre modelo, sin contarle la verdad de cómo es que ella nació —Platinum comenzó a avanzar.

Pearl intentó detenerla, pero ella se libró de cada agarre. Sabía lo que haría, y no quería que lo hiciera, Ruth jamás había visto a su madre borracha de manera directa, menos con lo que estaba a punto de contarle. Platinum entró de golpe a la habitación de la niña, la buscó hasta encontrarla cubierta por sus sábanas.

—¡Platinum, deja a nuestra hija! —dijo, sujetándola del brazo.

—¡Cállate!

Abofeteó a Pearl, tirándolo al suelo. Luego de dejarlo ahí tomó la cobija y la jaló con fuerza. Ruth estaba sujetando con fuerza a su peluche, el jalón de la cobija le hizo golpearse la cabeza y el pelo, haciéndola llorar. Platinum solo le miró con despreció.

—¡Ma-mami, no me pegues! —dijo Ruth entre lágrimas.

—No te mereces ese trato —reclamó Platinum—. ¿Quieres saber cómo es que tu "padre" y yo te engendramos?

—¡Platinum, por favor, es una niña!

Ruth se cubrió, los gritos le hicieron sentirse aterrada, aferrándose a Pulpito. No quería alzar la vista, nunca había visto esos ojos llenos de odio de su madre, menos dirigidos hacia ella.

—Tú asqueroso padre me violó, esperó a que estuviera lo suficientemente vulnerable y me violó —dijo Platinum—. Yo no lo amaba, y me obligaron a casarme con este bastardo, a tener la vida que nunca quise, y todo por… !Por ti!

Ruth se ocultó más, no quería escuchar más. Pearl intentó ayudarla, protegerla y decirle a Platinum que se callara, pero no lo hizo.

—Todo esto es por tu culpa, por tu culpa vivo de manera miserable, solo ver tu asqueroso rostro me recuerda lo que tu padre me hizo una y otra vez —Platinum se acercó a Ruth.

Al verla sujetando el peluche, la mujer lo tomó con fuerza y jaló de él.

—¡No, a Pulpito no! —gritó Ruth, asustada.

—¡Te he dicho que no puedes tener juguetes!

Aunque Pearl intentó que Platinum no tomara el peluche, Platinum terminó arrebatándoselo, arrancándole un brazo. Ruth de inmediato fue con su madre, suplicando que se lo devolviera, que no le hiciera nada, pero Platinum ignoraba sus pataleos.

—¡Por favor, mami, no le hagas nada a Pulpito, con él no, por favor! —gritaba llena de desesperación, jalando su ropa—. ¡Te prometo que seré una mejor hija, me portaré bien, estudiaré más, pero no me quites a Pulpito!

—¡Platinum, devuélvele su peluche! —reclamó Pearl.

—¡Te enseñaré lo que tu padre me arrebató esa noche!

Metiendo sus dedos entre los remaches, Platinum logró partir el peluche por la mitad. Ruth comenzó a llorar y gritar llena de horror mientras Platinum destruía con fiereza el peluche, convirtiéndolo en trozos de felpa que caían al suelo mientras Ruth solo lloraba.

—¡¿Por qué?! —gritó Ruth, llena de lágrimas— ¡Pulpito era mi amigo, me lo dio mi amiga, ¿Por qué lo rompiste, mama?!

El tono lleno de desesperación y horror hizo que Pearl se levantara de golpe. Quería golpear a Platinum, derrumbarla de un golpe por haber hecho eso. Ver a su hija llorando y suplicando le hizo sentir una furia que no había experimentado en mucho tiempo.

—¡Déjala en paz! —gritó Pearl, molesto.

—¡Atrévete a golpearme y me llevare a esta maldita mocosa lejos de ti! —amenazó Platinum, mirándole directamente.

Pearl se detuvo, sabía que aquellas amenazas eran ciertas, pero los llantos de Ruth no le dejaban pensar con claridad, quería golpearla para que dejara tranquila a su hija, sin embargo, los llantos cesaron de golpe cuando Platinum abofeteó con fuerza a Ruth, mandándola al suelo.

Su acto reflejó fue socorrer a su hija, la niña estaba callada, mirando al suelo en silencio mientras sujetaba su mejilla adolorida.

—¡¿Qué mierda te sucede?! —gritó Pearl, furioso.

Platinum no respondió, se quedó quieta. Ruth alzó la mirada y vio esa mirada fría y seca que su madre siempre le decía, pero había algo diferente en aquella ocasión, esos ojos mirándole directamente con decepción le hicieron paralizarse al momento.

—Tú no debiste haber nacido, tu mera existencia me repugna. Solo puedo sentir odio y asco al verte —reclamó Platinum—. Debí haberte abortado.

Sin decir una sola palabra más, Platinum dio media vuelta y se fue. Ruth se quedó quieta, sintiendo como el dolor se volvía culpa. Los trozos destruidos de Pulpito, el odio de su madre, todo eso era su culpa, toda la infelicidad de su madre era su culpa, por eso no la quería, por qué ella era la culpable. Su padre intentó explicarle las cosas, pero no escuchó nada, solo pudo pronunciar lentamente.

—L-lo siento mucho, mami…

[...]

Moon se despertó como de costumbre. Tomó su café de la mañana y miró el correo que llegaba al laboratorio del difunto profesor Rowan, el laboratorio que ahora ella lideraba. Su RotomDex fue con ella, avisandole de las últimas novedades de la región.

—Btzz, le recuerdo que la señorita Cynthia le dejó una cita con ella a las cuatro de la tarde —dijo la RotomDex de manera alegre.

—Gracias, pero creo que lo cancelare, ¿podrías enviarle un correo? Quiero pasar el día con Ruth.

—De acuerdo, quiere que haga lo mismo con Titán —dijo el aparato.

—Oh, cierto, Titán, dile que se tome la semana libre, aún me falta recaudar información de la pokédex, ¿cuantos pokémon nos quedan?

—Aproximadamente cien especies por documentar Btzz.

Había mucho trabajo por terminar, pero todo a su tiempo, la siguiente semana tenía planeado pasarla con Ruth, luego de eso podría tomarse el tiempo de seguir preparándose para los siguientes Pokédex Holders. Luego de atender a todos sus correos, la chica decidió ir a la mansión a recogerla.

La mansión lucía impecable como siempre, justo como lo recordaba la última vez que trabajó con los Berlitz. Luego de recordar sus tiempos en el laboratorio y conociendo a Diamond, Pearl y Platinum, Sebastián le dijo que Platinum la esperaba. Fue sin más demora, encontrándosela en el comedor tomando algo de café.

—Me hubieras dicho que vendrías —reclamó Platinum.

Moon se pudo percatar en el hablar aletargado y los ojos rojos de la holder, notando de inmediato que había pasado.

—¿Estás cruda?

—No es nada, solo una mala noche —dijo, sorbiendo un poco de café—. El dolor me está matando.

—Tal vez debas tomar un suero, el café no te hará recuperar mucha agua.

—Sé lo que hago, Moon, luego tomaré uno, solo quiero algo caliente —dijo, bebiendo más—. ¿Qué es lo que quieres?

—¿Pearl no te avisó? Me llevaré a Ruth unos días al laboratorio.

Platinum arqueó una ceja, como si le fastidiara que Moon lo hiciera.

—¿Enserio piensas llevártela? No creo que sea de mucha ayuda en tu laboratorio.

—Creo que le hará mejor que estar aquí.

—Es una inútil aquí, seguro lo será haya contigo.

Moon frunció el ceño al escuchar la manera tan despectiva en que Platinum se refería de la niña.

—Pensé que estando conmigo al menos disimularías un poco tu odio.

—¿Para qué? Tú sabes perfectamente lo que pasó.

—Sí, pero no es razón para que te desquites con Ruth, es solo una niña.

—Sí, es solo una niña, ya te pareces a él —reclamó con amargura, bebiendo a su café—. No tienes ni idea de lo que he pasado como para que me juzgues.

—Sé que no, pero…

—¿Qué hubieras hecho si en tu momento de debilidad, luego de que Sun te dijo que era novio de Lillie, Gladio se hubiera acostado contigo? —Platinum miró a Moon directamente a los ojos— ¿Qué hubieras hecho cuando el amigo con el cual confiabas para que te cuidara se aprovechara de tí cuando solo decidiste salir de la realidad un momento? Qué tus padres te hubieran obligado a tener al bastardo y casarte con tu violador. ¿Estarías diciendo lo mismo si tuvieras que cuidar a lo que te recuerda día tras día cómo te jodieron la vida?

Moon se quedó callada. Temía admitir que una parte de ella la entendía completamente, ella misma estuvo en desacuerdo cuando supo que sus padres la obligaron a casarse con Pearl y salir de la universidad. Por Arceus, intentó convencerlos de que eso era lo peor que podrían hacer, pero ellos eran demasiado tradicionalistas. "Mejor una hija casada que una violada" le dijeron, fue una de las cosas por las cuales dejó de trabajar con ellos.

Sin embargo, aunque se notaba su amargo dolor, no podía dejar de culparla. Conocía a Ruth, a pesar de su horrible concepción era una linda niña que solo quería tener el amor de mamá. Solo una niña queriendo un abrazo, y una madre que solo la culpaba por todo lo malo que le había pasado.

—Maldita sea, Platinum, eres una cobarde —dijo Moon con enojo.

El tono molesto de Moon hizo que Platinum arqueara una ceja, confundida.

—Si, entiendo, Pearl hizo la peor cosa que le puedes hacer a un amigo, pero en lugar de lidiar con ello decides descargar toda tu ira con una niña que es ajena a ese problema, ten un poco de valentía y afrenta al problema con el verdadero responsable, no con una niña que lo único que te pide es que, para variar, la trates como a una hija. Solo la usas para descargar tus problemas, y no es justo, y eso te hace una asquerosa cobarde.

Platinum se quedó en silencio, mirando a Moon sin una expresión definida hasta que finalmente soltó un respiro, bebió un poco más de café y dijo.

—¿Tienes algo más que decir?

Eso le molestó más, la enorme apatía de la que era su amiga le hacía querer golpearla en la cara, hacerle entender cuál era su maldito error, pero sabía que eso no provocaría nada.

Quiso irse de ahí, tomar a la niña y alejarla de esa enorme psicópata que era su madre, pero sabía que eso solo era aplazar el problema, Ruth volvería a lidiar con aquel monstruo que era su madre. Tragó saliva, tenía una idea de cómo solucionarlo, no lo había pensado del todo, pero aquello parecía ser la única opción.

—Quiero que me des la custodia de Ruth.

Los ojos de Platinum se abrieron por completo, sorprendida de la propuesta de Moon. La miró un poco, analizando su rostro en búsqueda de algo que le hiciera pensar que bromeaba, pero hablaba completamente en serio.

—¿Por qué?

—Por qué eres la peor madre que he conocido, y esa niña merece a alguien que la ame.

Platinum arqueó ambas cejas, tomando su café.

—Ella no merece ese tipo de amor —dijo, terminando su café—. Pero si tú lo quieres, supongo que me lo dices a mí por qué…

—Pearl nunca aceptaría, pero eso tú lo sabes, ¿no? Sin la niña nada te ata a él, puedes divorciarte, yo cuido a Ruth y dejas de ser una perra con ambos.

—Wow, ¿y no te importa quitarle su niña a Pearl?

Moon se quedó pensando por un momento. Sin embargó, una pequeña risa irónica salió de sus labios.

—El que siga contigo me hace pensar que no le importa tanto la niña como presume, ¿verdad?

Platinum arqueó la ceja, sorprendida de la afirmación de su amiga. Sin embargo, ella sabía que tenía razón. Pearl pudo haberla dejado cuando quiso, desde el primer desaire que le hizo a Ruth pudo haberse apartado, ella deseaba que lo hiciera, pero él volvía a acostarse con ella en las noches, no importara que tanto regañara a su hija, incluso esa noche él siguió ahí.

—Buscare agilizar los papeles. Puedes llevarte a la niña hoy, le pediré a Sebastián que empaque sus cosas.

—Sabes que no pienso llevármela hoy para siempre, ¿verdad?

—Eres una maldita aguafiestas, Moon —reclamó, molesta—. Solo una maleta para una semana, pero si puedes quedártela más tiempo, es toda tuya. Solo no te arrepientas.

Platinum se refería a Ruth como si fuera un simple objeto, una mercancía que regalaba, y eso molestaba mucho a Moon. Siguió su juego, después de todo ya le había aceptado la idea, si aquello se concretara buscaría que Ruth jamás conviviera con el monstruo en el que se había convertido su madre. La dejó ahí, buscando más café, para ir a la habitación de Ruth.

La puerta estaba entreabierta, dejando entrar la poca luz del pasillo a la oscura habitación. Moon entró con cuidado, llamando a Ruth, pero ella no contestó. Las ventanas cerradas provocaron un efecto de oscuridad que le vio forzada a encender las luces, revelando una cama sin hacer, algunos muebles fuera de su lugar y en el suelo múltiples pedazos de algodón.

Ruth estaba ahí, tomando los trozos de algodón y tela e intentando unirlos, sin éxito alguno. Al acercarse más notó como sus ojos estaban rojos, su cara manchada y su pijama sucio. Ver eso le hizo sentir como su corazón se volvía pequeño y un enorme coraje nacía dentro de ella.

—Por Arceus, Ruth, ¿qué te pasó? —preguntó Moon, asustada.

Ruth no respondió de inmediato, intentando formar algo con los trozos de algodón, sin éxito. Cuando Moon tocó sus hombros, la niña empezó a hablar.

—Pulpito, Pulpito está destruido —dijo Ruth con una voz cortada—. Mi mamá rompió a Pulpito, April me dio a Pulpito y ahora está roto, y es mi culpa.

—Por Arceus, claro que no, no es tu culpa.

—¡Claro que lo es! —reclamó Ruth— Es mi culpa… por haber nacido.

Moon pudo sentir como algo se rompió dentro de ella al escuchar aquello. El corazón se le hacía trizas luego de ver a la niña con un rostro inexpresivo mirándole. Fue un acto reflejo, la abrazó con fuerza mientras acariciaba su cabeza. Sentir el cariño de Moon hizo que la niña volviera a llorar, aferrándose a ella.

—Mi mamá me odia, tía Moon, ¡Mi mamá me odia! —gritó Ruth entre lágrimas— ¿Soy el castigo de mamá?

—Claro que no, cariño, claro que no —dijo Moon.

Le dolía, le dolía escuchar a esa niña las palabras que una hija jamás debería pronunciar. Cuánto daño le había hecho Platinum, cuanta maldad y odio inyectado en una simple niña que solo quería el amor de su madre. Ruth no se merecía eso, no merecía estar sufriendo día con día las porquerías que le decía aquella mujer que renegaba ser su madre.

—Está bien, cariño, todo estará bien —dijo—. Tú eres una bendición, no un castigo.

—Soy un castigo, por eso mi mamá me odia —respondió Ruth—. Quisiera estar muerta.

No sabía qué responderle, solo tenía insultos preparados para Pearl y Platinum en caso de que entraran por la puerta, pero no había nadie en esa habitación, solo ellas dos. Luego de abrazarla, Moon comenzó a recoger todos los pedazos de su peluche.

—Guarda tus cosas, nos iremos.

—Ya no se puede arreglar a Pulpito, mamá…

—Haré lo que pueda, pero mientras guarda algo de ropa, iremos a mi laboratorio, te iras conmigo unos días —luego de juntar los pedazos del peluche, Moon se acercó una vez más a Ruth—. ¿Te gustaría comer helado conmigo? Podrías jugar con la RotomDex.

Ruth mantuvo su mirada baja, triste, aceptando lentamente mientras juntaba sus cosas. Una maleta fue suficiente para que ambas se fueran de ahí. Aún en ese momento, Ruth quiso despedirse de su madre, pero ella ya se había ido. Moon agradeció no encontrarla por qué comenzaría a gritarle, más ahora que miró el rostro triste de la niña al no poder despedirse, aún después de todo, ella seguía esperando algo de aquella mujer.

[...]

El primer día fue muy complicado. Ruth llegó y solo se sentó en el laboratorio, sin hacer mucho más que mirar por la ventana. Moon intentó darle algún juguete para que se entretuviera, pero la niña solo se quedó en silencio mirando al vacío. En ese momento recordó que estar al cuidado de una niña como Ruth necesitaría mucha dedicación y tiempo. Si quería ganarse su confianza, necesitaba arreglar lo que prometió hacer.

Luego de ordenarle a la RotomDex que cuidara de la niña, Moon llevó a Pulpito al laboratorio, puso un video de costura y se puso manos a la obra para repararlo. No fue sencillo, la forma en que Platinum se había ensañado con el peluche era palpable en cada pedazo de tela arrancado. No tenía mucha experiencia metiendo el hilo en la aguja, o manteniendo las piezas lo suficientemente bien unidas. Llegó un momento en que sus manos se llenaron de piquetes, pero al menos había logrado recuperar la cabeza del peluche.

Miró a Ruth, la niña aún seguía mirando hacia afuera, sujetando su estómago, seguramente tenía hambre.

—Oye, Ruth, ¿quieres comer algo? —preguntó Moon.

Ella no respondió, solo se quedó en la misma posición. Necesitaba darle algo de tiempo, pero al mencionar diferentes opciones de comida, Ruth hizo gesto al escuchar la palabra "pizza". Moon sonrió, sabía que esa sería la forma de llegar a ella. Luego de ofrecer varias opciones de pizza, la niña quiso una hawaiana.

Cuando la pizza llegó, Moon quitó algunos papeles e hizo unos platos improvisados usando la caja de la pizza. Ruth se sentó con timidez, mirando como Moon partía la pizza y le daba dos rebanadas. La niña se quedó mirando el plato, extrañada.

—¿Sucede algo? —preguntó Moon.

—¿Puedo comer tanta? Mi mami siempre me daba solo una rebanada.

Moon tragó saliva, triste al escuchar aquellas palabras.

—Puedes comer eso y más, cariño, es tuya.

—¿Mia?

—Claro, la compre para tí —respondió Moon con una sonrisa.

Una pequeña sonrisa se escapó de los labios de Moon.

—Gra-gracias, tía Moon.

Sin decir más, Ruth tomó una rebanada y comenzó a comerla. Empezó de manera tímida, pero conforme se acostumbraba el sabor comenzó a dar mordiscos más grandes, agregándole mucha mostaza, cátsup y chile seco a la pizza. Moon no pudo evitar sonreír al ver a la niña comiendo de manera tan alegre.

La forma en la que la niña comía y sonreía hizo que el corazón de Moon se calentara. Era una niña tan linda, ¿cómo podría ser posible que su madre no lo viera? Maldijo a Platinum en silencio mientras seguía comiendo su pizza y tomaban refresco.

La pizza se terminó, Moon estaba sorprendida que Ruth se acabará más de la mitad, seguramente el hambre por no comer nada en todo el día. Eso no quitó la alegría en el rostro de la profesora al ver a la niña feliz por comer.

—Muchísimas gracias, tía —dijo Ruth, haciendo una reverencia.

—No tienes que agradecer —dijo Moon, sonriendo—. Es bueno que te haya gustado.

—Es que la pizza es mi comida favorita —admitió con una pequeña sonrisa—. No tengo mucha experiencia haciendola y mi mami… —hizo una pequeña pausa— Ella dice que no debo comerla.

Moon se quedó en silencio, era demasiado pronto para cantar victoria.

—Tía Moon, ¿son ciertas todas esas cosas horribles que mamá dijo?

—Oh, claro que no, cariño.

Moon se acercó a la niña.

—Es solo que a tu mami no le ha ido muy bien en la vida, pero eso no es tu culpa.

—Pero ella piensa que sí, y me odia.

—Cuando los adultos estamos estresados decimos cosas que hieren a los demás. Pero estoy seguro que ella en el fondo te quiere.

—¿Y por qué ella nunca me lo ha demostrado? ¿Por qué nunca me dice que me quiere? Tal vez no debí haber…

—Los adultos somos unos enormes tontos, no valoramos a los que más queremos —dijo Moon, interrumpiéndola—. Nunca olvides que eres una excelente niña, muy valiosa, y aunque no sea tu madre, quiero que sepas que te quiero mucho.

—¿En-enserio?

—Claro, eres la mejor hija que una madre podría tener.

Y aun así, su madre no la quería. Moon supo por la expresión en el rostro de Ruth que aquello no la confortaba del todo, pero al menos había logrado que se sintiera un poco mejor, deteniendo sus lágrimas. La abrazó con fuerza, y cuando ella le devolvió el abrazo, pensó en que tal vez no todo estaría perdido. Ruth era su ahijada, la niña que debía proteger y amar, y lo haría. Ella no merecía las calamidades que Platinum le hacía sentir.

Un poco más tranquila, Ruth finalmente decidió jugar con la RotomDex en medio del laboratorio, mientras que ella terminó de reparar a Pulpito. Tomó algo de tiempo, pero al final de la noche Pulpito había vuelto a la vida. Aunque había pedazos de otras telas, y las costuras no eran del todo uniformes, el peluche podía mantenerse sin separarse. La mujer sonrió al ver su trabajo, fue a buscar a Ruth para dárselo, pero la niña ya se había quedado completamente dormida.

Moon sonrió y llevó a la niña a la habitación de huéspedes del laboratorio, ya habría tiempo para decorarla como habitación para la niña. Ruth durmió tranquilamente, podría decirse que era la primera vez que Moon la miraba con tanta paz y sintió que algo nació dentro de ella, un instinto de querer protegerla, mantenerla a salvo y hacerla feliz.

Cuando quiso irse a dormir, alguien tocó su laboratorio de manera desesperada. Moon se asustó, cuando alguien tocaba de esa forma solía ser Titan luego de sufrir algún accidente. Cuando abrió la puerta, su miedo se volvió desagrado cuando miró al rubio entrar a su laboratorio.

—¿Dónde está mi niña? —preguntó Pearl, molesto.

—Buenas noches primero, ¿no? —reclamó Moon, molesta.

—No tengo tiempo para esto, se lo que quieres hacer y no te lo permitiré —reclamó Pearl, enojado—. ¿Dónde está?

—Está en un lugar seguro, lejos de sus malditos padres.

—Tú no te vas a quedar con mi hija —reclamó Pearl, con enojo—. ¡Ruth, donde…!

Pearl intentó gritar, pero Moon le tapó la boca y lo golpeó en el estómago. Fue instintivo, cuando se dio cuenta de lo que había hecho, Pearl ya había retrocedido hacia afuera del laboratorio, dándole tiempo de salir y cerrar la puerta.

—No pienso dejar que nos escuche pelear, ya suficiente tiene con escucharlos a ustedes gritar.

—N-no tienes derecho —Pearl se recompuso—. Soy su padre, y es mi niña, no puedes quitármela.

—¿Qué clase de padre deja que su hija sea humillada una y otra vez por una madre que no la quiere? ¿Acaso alguna vez te has preocupado por eso?

—¡Claro que me preocupa! Por el amor de Arceus, es mi hija —reclamó Pearl, molestó.

—Y aun así, cuando fui ella estaba sola y tú ni siquiera te dignaste en aparecer.

Pearl se quedó callado por unos segundos.

—Fui… con mi padre, necesitaba consejo.

—¿Y no pensaste que lo mejor para Ruth sería ir contigo? Por el amor de Arceus, Pearl —Moon estaba realmente furiosa—. ¿Cuál se supone que era tu gran plan después de todo? ¿Qué se quedará unos días con Palmer hasta que tuviera que volver al internado y repetir todo de nuevo?

—¿Qué más quieres que haga? Hago todo lo que puedo…

—No todo, y lo sabes —reclamó Moon con dedo flamígero—. Ustedes dos, par de cobardes, no hacen más que lastimar a una niña que los ama, ella lanzando todo el odio que tú le provocaste, y tú dejándola. ¿Cuánto más tiene que sufrir para que tengas los huevos de dejar a Platinum?

Pearl pareció molestarse con esa afirmación, cerrando el puño. Moon sabía que aquello era un tema sensible, pero era la verdad.

—Tú no sabes cómo es ella, nadie lo sabe —negó con la cabeza—. Platinum es una mujer dulce, yo lo sé, solo necesita tiempo.

—¿Realmente lo es o es la mentira con la que justificas el daño que le haces a tu hija? —reclamó, cruzándose de brazos—. Te vez patético, justificando tu idiota enamoramiento con eso.

Pearl se quedó en silencio una vez más. Moon sabía la verdad del asunto, lo que Pearl se negaba a aceptar en público. Al sentirse evidenciado, el chico pareció molestarse más.

—No tengo que justificarme contigo —reclamó—. Dame a mi hija.

—Si tanto quieres a tú hija, deja a Platinum —Moon se puso frente a él, molesta—. No quiero quedarme con ella, pero si de esa forma la protejo de ella, lo haré. Y si realmente te importa tanto tú hija, más que tu estúpida obsesión con Platinum, harás lo correcto.

Pearl se quedó viendo a Moon directo a los ojos. El rubio no cambió su expresión, ella esperaba que en cualquier momento la empujara, por lo que seguramente terminaría peleando con él. Sin embargo, lentamente la cara de Pearl se mostró reflexiva, enojada. Cerró los ojos y apretó los puños, haciendo un gesto.

—Si dejó a Platinum, ¿me dejarías quedarme completamente con la custodia?

Moon se quedó pensativa un momento.

—Si la dejas, no volveré a tocar ese tema.

Aunque en el fondo quería ser la madre de Ruth, tenía que priorizar su bienestar. Pearl solo se quedó callado, hizo un gestó y aceptó con la cabeza, dándose la vuelta.

—Dile a mi niña que la amo, iré con Platinum.

Moon suspiró, ya estaba logrando algo.

—Ella lo sabe, Pearl, ella lo sabe.

Pearl se marchó, directo a la mansión. Moon suspiró aliviada y entró al laboratorio. De inmediato buscó a Ruth, quién seguía ajena al conflicto, durmiendo plácidamente. La profesora sonrió, finalmente era un cambio en la dirección correcta. Cuando volvió a su escritorio miró a Pulpito y decidió guardarlo, se lo daría mañana después de la exploración.

[...]

La voz de dos mujeres despertó a Ruth. Abriendo lentamente sus ojos pudo distinguir a dos voces femeninas hablando a las afueras del laboratorio. Luego de un fuerte suspiro y de estirarse, Ruth miró alrededor de la habitación. Era extraño despertar en un lugar que no fuera su alcoba o la del internado. Se levantó y se miró al espejo, su cara aletargada le hizo saber que había dormido demasiado, intentó recordar si había soñado algo, pero no lo recordaba, ya tenía años que no soñaba nada.

Al abrir la puerta pudo ver a Moon y una mujer castaña hablando con ella. Al principio no la identificó, mucho menos por esa ropa que parecía de detective.

—Así que recuerda las reglas, la niña no puede salir del perímetro, ¿de acuerdo? No queremos otro accidente como el de la Doctora Lipsi.

—Tranquila, Blue, solo es una misión de rutina, ella no hará nada —respondió Moon, confiada—. Solo apruébame el pasaporte, te prometo que la siguiente vez te llevaré esa tarta de uva que tanto te encanta.

Blue, recordaba ese nombre, una de las pokédex holders que había visitado con anterioridad la mansión, sin embargo, la mujer que estaba frente a Moon no podía ser ella, se miraba mucho más joven. Con algo de timidez caminó hacia ellas.

—Oh, Ruth, ya estás despierta —sonrió Moon, acercándose a ella.

Ruth no dijo nada, solo corrió y se ocultó detrás de ella, asustada por la presencia de la otra investigadora.

—¿Esa señora es la señora Blue?

—¿¡Señora!? —dijo Blue, ofendida, pero al ver el rostro de miedo de Ruth, se calmó un poco— Lo lamento, no soy la "señorita" Blue que tú conoces, pequeña.

Ruth no pareció entender a qué se refería, Moon solo rió ligeramente y le dijo a la RotomDex que se la llevara mientras terminaba de alistar algunos asuntos con la señorita Blue.

—Lo siento, no soy buena con los niños —dijo Blue.

—Está bien, si quieres solo sigamos con el papeleo.

Blue y Moon hablaron un poco más sobre el papeleo. Una incursión por la carretera del Ultraespacio, llevando a una niña, era algo que debía seguir ciertos protocolos. Luego de firmar algunos documentos extra, Blue se retiró, deseándoles a ambas un feliz viaje antes de desvanecerse gracias a un extraño aparato en su muñeca.

Moon fue a buscar a Ruth, quién se había sentado a leer algunos comics junto a la RotomDex.

—¿Quién era ella? —preguntó Ruth, curiosa.

—Es complicado de explicar, vela como una de esas agentes de migración de los aeropuertos.

—¿Iremos a otro país? —preguntó Ruth, confundida.

—Mejor aún, iremos de excursión al Ultraespacio

Ultraespacio. Ruth recordaba haber leído algo de eso en su internado. Una zona fuera del espacio-tiempo de ese universo, una enorme dimensión donde existían esas criaturas tan raras que llamaban Ultraentes. Ruth siempre pensó que aquello no era más que simples cuentos para asustar a los niños, pero ahora su tía investigaba a fondo dichos lugares.

El plan era simple, investigar los alrededores del Ultrabosque para investigar unas especies de plantas con excepcionales propiedades medicinales. Luego de eso irían a una ciudad donde comerían una de las mejores hamburguesas que se pudieran probar, o al menos eso decía Moon.

—Solo recuerda las reglas de seguridad —dijo Moon, apuntando a Ruth.

—No salir de la nave, mantenerme en contacto en todo momento y no hablar con nadie.

—Correcto, eres una buena niña —dijo Moon, sonriendo y abrazándola.

La única forma de navegar por el Ultraespacio era sobre los hombros de Lunala y Solgaleo, o al menos eso se creía hasta que Moon logró desarrollar una nave con la capacidad de navegar entre el tejido del espacio-tiempo. Un enorme vehículo blanco que Moon tenía en su sótano, listo para que ambas embarcaran y prepararan motores. Ruth no pudo evitar quedarse maravillada al entrar al enorme titán de acero y cuarzo.

—No sabía que fueras tan lista, tía —admitió Ruth, sorprendida.

—Ay, no es la gran cosa, Ruth, seguro que tú podrías crear cosas mejores.

—Pero, mami dice que soy una tonta.

—¿Acaso una tonta estaría a punto de viajar por el multiverso? Le demostraremos a todos que eres la niña más lista de este planeta.

Ruth la miró confundida al escucharla decir aquello. Luego de apretar un botón, la máquina comenzó a vibrar a gran velocidad hasta que poco a poco fue desapareciendo del enorme garaje de Moon. Ambas cerraron los ojos, pues de inmediato sintieron como cada molécula de su cuerpo vibraba con intensidad. Ruth miró sus manos, parecían desvanecerse ante el más mínimo movimiento de su brazo, reapareciendo cuando detenía su movimiento.

De los enormes cristales de la nave solo se distinguía un enorme vacío oscuro con algunos puntos brillantes a los alrededores. Ruth fijó su vista en uno de los puntos que parecía más cercano, enfocándose lo suficiente para distinguir lo que parecía ser una galaxia dentro de una burbuja.

El ambiente se volvió blanco de golpe, junto a un pequeño chirrido de fondo que las aturdió a ambas. Las vibraciones comenzaron a amainar, mientras que sus moléculas se detenían y el tiempo se estabilizaba. Cuando todo aquello paró, un enorme resplandor dio paso a una gigantesca selva frente a ellas.

Ruth se quedó maravillada con lo que vio. Ni todas las ilustraciones de sus libros hacían justicia al ambiente que estaba presenciando. Lo primero que sintió fue un enorme calor proveniente del enorme sol y los volcanes de alrededor. La nave aterrizó en una enorme planicie rodeada de extraños árboles gigantes que imitaban la forma de hombres flexionando los brazos.

—Bienvenida al Ultrabosque —admitió Moon, desabrochando el cinturón.

—Wow, es increíble —admitió Ruth, mirando desde la ventana.

Moon se alistó para la exploración. El aire de aquella dimensión era respirable, pero el enorme calor fue suficiente para que de la nave saliera un enorme domo artificial que regulara la temperatura. Luego de ponerse un traje contra el calor, Moon abrió la puerta de la nave, saliendo ella sola, una vez encontrando las plantas volvería con Ruth para hacer una exploración juntas y volver.

—No me tardaré mucho, Ruth, si quieres puedes ver las cámaras de la nave.

Ruth aceptó, no desobedecería la primera regla de su tía. Una vez marchándose Moon, Ruth se sentó en el asiento principal y activó el monitor para ver los alrededores.

No había mucho más de lo que ya había visto. Los enormes árboles tapizando las montañas y un enorme río que rodeaba a aquella majestuosa vegetación. El lugar se veía muy tranquilo. Algo que llamó su atención era la aparente falta de flores. Había grandes pastizales y árboles, pero ni una sola flor, era muy extraño pues recordaba que había reportes de extrañas flores que existían en el ultraespacio.

Luego de mirar por un rato, se dio cuenta que tal vez estaba en un error. Mirando detenidamente en la parte trasera de la nave, cerca de un enorme árbol rojo parecía haber flores. Hizo zoom, enfocando a un grupo de extrañas rosas doradas, brillando como el oro.

—Wow, se ven muy lindas —admitió Ruth, sorprendida de tan hermoso color.

Nunca había visto tales flores, conocía los tulipanes y las flores amarillas, pero ningunas tan doradas y resplandecientes como esas, tan brillantes como los ojos de… su madre.

Si, esas flores brillaban tanto como los ojos de su madre. Intentó recordar la vez que le regaló todo tipo de flores y ella las tiró a la basura, incluso las flores de su padre las desechaba. Sin embargo, con rosas tan hermosas, tal vez las conservaría. Siempre pidió querer algo a la altura, y aquellos pétalos de oro deberían ser dignos de ella.

No lo pensó mucho, cuando menos se dio cuenta ya tenía un traje puesto, que apenas le quedaba, y caminaba por fuera de la nave. Moon la había cerrado, pero Ruth era buena recordando e imitando acciones. Caminó con alegría hasta llegar al límite del domo y lo cruzó sin más. El calor del ambiente no fue un obstáculo gracias al traje, por lo que Ruth terminó llegando a donde descansaban las flores, tomando unas cuantas.

El sonido de las alas de un insecto se hizo presente. Ruth se levantó de inmediato, mirando a todos lados en búsqueda de aquel ruido. En un segundo sintió como algo tapaba el sol y cayó de golpe frente a ella. Un enorme pokémon rojo con un pico enorme miró a la niña con rostro retador. Ruth se encogió de hombros, retrocedió un poco al ver a la extraña criatura, temblando.

El pokémon se acercó, curioso, ignorando a la pobre niña que se encontraba al borde del colapso. Ruth comenzó a gritar, haciéndose pequeña y tirándose al suelo en posición fetal, llorando.

—Qui-quiero a mi mami —dijo Ruth, llorando.

El Buzzwole no entendió el movimiento de la niña, pero antes de poder acercarse, una manó atravesó su pecho. Intentó defenderse, pero antes de poder hacerlo una extraña succión le hizo colapsar dentro de sí mismo, desapareciendo. Ruth no prestó atención, seguía llorando hasta que una mano se extendió frente a ella.

—¿Tú eres a la que llaman Ruth, cierto? —dijo el hombre de traje.

Escuchar una voz humana hizo que Ruth se calmara un poco. Alzó un poco la cabeza, encontrándose con un hombre de traje y gafas moradas. El hombre sonrió, ayudando a la niña a levantarse.

—¿Señor Sun? —preguntó Ruth, confundida.

—Oh, no, pequeña, ese nombre ya no está a la moda —dijo, acomodándose el abrigo—. Mi nombre es Sunny, Sun M. Sunny, para servirle a Arceus y a usted.

Ruth estaba confundida, supuso que aquello era igual que la otra señorita Blue que miró hace algún rato.

—¿Es otro señor de aduanas?

—¿Aduanas? No te manejo ese negocio, aún al menos —dijo, con una extraña sonrisa torcida—. Pero, acá entre nos, soy un experto en temas financieros, un magnate de los negocios, y tú, pequeña Ruth, eres mi nueva cliente.

Esa forma de hablar ya la había escuchado antes.

—Mi papi me dijo que nunca confiara en vendedores, quiero irme.

—Oh, claro, siempre se desconfía del pobre empresario, y nunca del… ¿Tu papá ya te contó la verdad de tu nacimiento o sigues creyendo que mami necesita darse cuenta de tu potencial? Por la forma en que tomas esas flores creo que es eso último.

Ruth se quedó en silencio, con un rostro decaído.

—Déjeme en paz, señor, quiero irme —dijo Ruth, volviendo a la nave.

—Tranquila, tranquila, puedes irte —dijo Sunny, apartándose.

Ruth no perdió el tiempo y comenzó a correr hacia la nave, sin importarle que Sunny se quedará atrás. Sin embargo, antes de entrar al domo, el hombre volvió a hablarle.

—Esas flores no servirán, son demasiado comunes —dijo Sunny.

Al escuchar aquello, Ruth se quedó parada.

—¿Cómo sabe eso?

—Veras, niña, esas flores ridículamente convenientes son pura fanfarronería, tiene más valor el pasto sobre el que estamos —admitió, riendo—. Si quieres que mami te ame, yo puedo hacerlo.

Aquello hizo que Ruth dejara caer las flores, acercándose a Sunny.

—¿Cómo puedes hacerlo?

—Alto ahí, si lo quieres tendrás que pagarlo.

—Pe-pero, no tengo dinero.

—Estás de suerte, piojo, por qué no necesitó dinero —dijo, acercándose—. Solo necesito que hagas una cosa, una muy sencilla, de hacerlo haré que tu más grande anhelo se vuelva realidad.

Ruth se quedó pensativa por un momento. Moon explícitamente le había dicho que no hablara con extraños, sin embargo este desconocido no solo le había salvado contra aquel temible pokémon, también le ofrecía tener lo que tanto quería, el amor de su madre. Tal vez aquel era un hombre mágico de los cuentos que leía, uno de esos genios capaz de conceder deseos, todo a cambio de alguna cosa pequeña.

—¿Qué quieres que haga? —preguntó Ruth, curiosa.

—Solo debes decirle a esa tía tuya que recoja una manzana roja que deje por ahí —dijo, apuntando a las cercanías de la nave—. Hazlo y tendrás lo que quieres.

Ruth alzó la mirada, encontrándose con la manzana roja que Sunny le decía y que juraba no haber visto antes. Lo pensó por unos segundos, algo tan simple que haría que finalmente recuperara el amor de su madre.

—¿Cómo sé que podrás lograrlo? ¿Eres un ser mágico o algo?

—Algo así, pero mira, siempre cumplo un trato. Además, tu tía solo debe recoger una manzana, solo eso, en el peor de los casos tu tía se queda con la manzana, es un ganar ganar, ¿no crees?

Ruth pensó un poco más, la lógica de aquel extraño parecía correcta, además, no entendía qué cosa mala podría pasar, por lo que decidió aceptar el trato. Sunny sonrió y tomó la mano de la niña, luego de sentir un extraño calor, el trato fue cerrado.

—Es un placer hacer negocios con una mente maestra —admitió Sunny—. Ahora ve y dile a tu tía que recoja la manzana, en cuanto lo hagas tendrás tu premio.

Y con un chasquido, Sunny se desvaneció. Ruth alzó la mirada, confundida, pero el hombre no estaba en ningún lado.

Ruth volvió a la nave, se sentía algo nerviosa una vez que entró. Mirar a Moon aparecer y acercarse a la nave le provocó una fuerte presión en el pecho, como si le faltara el aire. Le sudaban las manos y sentía como parte de su cuerpo temblaba.

—Bueno, ya llegué, te divertiste —dijo Moon con una enorme sonrisa, dejando un montón de raíces en el suelo de la nave—. ¿Ruth?

—S-sí, me divertí —dijo Ruth, nerviosa.

—¿Te encuentras bien? ¿Acaso algún Ultraente atacó o algo? —preguntó Moon, preocupada.

—N-no, soy estoy bien —dijo Ruth, tragando saliva.

Estaba nerviosa, estaba nerviosa por hacerlo. Sentía como cada parte de su cuerpo sudaba y su estómago dolía. Cerró los ojos, intentó pensar con claridad. Podría no decirle nada, fingir como que nada hubiese pasado y volver a casa, pero también recordaba lo que Sunny le había dicho, lo de tener finalmente el amor de su madre. ¿Valía la pena? ¿Valía la pena confiar en ese extraño con tal de que Platinum la abrazara una vez, cantarle un feliz cumpleaños, darle un beso en la mejilla y decirle te amo? Si, si lo valía. Ruth cerró los ojos, tomó fuerzas y los abrió de golpe.

—T-tía Moon, ¿podrías darme esa manzana que esta allá?

Moon arqueó la ceja confundida. Se suponía que los árboles del Ultrabosque no daban frutos. Sin embargo, al acercarse y mirar por la ventana pudo verla, una enorme manzana verde colgando de un árbol.

—Wow, pensé que estos árboles eran estériles —reconoció Moon, sorprendida—. ¿Te daba pena pedírmela? Claro que puedo tomarla, vamos.

Poniéndole el traje que había usado previamente, ambas salieron de la nave en búsqueda de aquel fruto. Ruth estaba nerviosa, bajó su traje sudaba demasiado y temblaba mientras miraba a los alrededores, en búsqueda de Sunny, pero aquel hombre no aparecía. Luego de llegar al enorme árbol, Moon se puso de puntillas y tomó la manzana.

—Listo, vaya que eres rara —dijo Moon, sonriendo—. Escucha, Ruth, la analizaremos en el laboratorio, y si no es tóxica, serás la primera persona en…

Fue rápido, un sonido casi imperceptible que avanzó por todo el paisaje. Ruth no pudo identificar de dónde provino, sólo pudo ver el extraño rayo rompiendo toda la selva, atravesando todos los árboles y golpeando justo en el pecho de Moon. Una herida limpia, sin sangre.

Los ojos de Ruth se abrieron completamente mientras Moon pasó su mano por la herida. La sangre comenzó a brotar, su cuerpo se sentía débil, tan débil que cayó de golpe al suelo. Ruth comenzó a gritar como loca, agitando a Moon.

—¡Tía Moon! —gritó Ruth, desesperada.

—Co-corre —dijo Moon con un tono ahogado—. Hu-huye rápido.

—¡No, Tía Moon, no te mueras! —gritó Ruth, agitándola— ¡Ya no quiero, ya no quiero!

Ruth agitaba a Moon, no quería que se fuera. Sus manos se llenaron de sangre y el rostro de Moon comenzó a volverse pálido, con ojos muertos mirando al vacío. La niña lloró, gritó, suplicó que no quería esto, quería a su tía de vuelta, no quería perderla. Su mente solo pensaba en ella muriendo, en el dolor que sentía y no quería, quería rechazar el trato, quería estar con ella, que la volviera a abrazar, pero nada ocurrió.

—Lo siento, no se aceptan devoluciones —dijo una voz por detrás ella.

Ruth no pudo voltear, solo sintió un fuerte golpe en la cabeza antes de caer al suelo, inconsciente.

[...]

Ruth no recordaba mucho, el eco del sonido de las olas de un mar agitado recorrió su cabeza junto a un gusto salado en su boca antes de volver a caer desmayada. No soñó, solo despertó con un chirriante pitido que recordaba a las películas de hospitales.

Sus ojos se abrieron tímidamente, mostrando una enorme habitación blanca, reluciente, hecha de metal. Estaba mareada, le dolía la cabeza y tenía la garganta seca y con un extraño sabor metálico. El brazo le ardía, lo suficiente como para empezar a quejarse y llorar un poco por el dolor. Al alzarlo pudo ver como un catéter estaba incrustado en su muñeca y colgaba hasta una bolsa de suero conectado a un monitor. De inmediato escuchó una voz de una mujer de largo pelo negro y piel blanca. La mujer hizo un gesto, como si quisiera que alguien viniera para ver el despertar de la niña.

Cuando sus ojos se aclararon, pudo ver a la doctora, sus facciones delicadas le hicieron entender de quien se trataba.

—¡Tía Moon! —gritó Ruth, abrazando a la mujer de manera inconsciente.

Moon no respondió, le tomó por sorpresa que la niña la abrazara de golpe.

—Qué bueno que no estás muerta, que bueno que sigues aquí.

Moon se quedó en silencio, no sabía qué decir. Antes de que Ruth dijera algo, las puertas automáticas de la habitación se abrieron de golpe, dejando entrar a otra mujer vestida de bata.

Ruth se separó de Moon y miró a la nueva persona que había entrado. Ni el pelo corto, ni el brazo faltante causaron que Ruth se confundiera. Esos ojos, ese cabello, ese rostro y esa forma de hablar eran indistinguibles de la persona que más quería. Ruth se levantó, ignorando todos los cables que tenía conectados y se abalanzó contra Platinum, abrazándola.

—¡Mami, te quiero! —gritó Ruth, emocionada.

Sunny había cumplido su promesa, ahí estaba su madre. Platinum no solo aceptó su abrazo, sino que también se lo devolvió con más fuerza, diciéndole en voz baja.

—Yo también te quiero, mi niña.


Bueno, esta idea la tenía desde hace mucho, y apenas pude centrar las ideas para tener algo bueno.
Sera una historia corta, de tres capítulos, que esperó les guste, y que tendra algo de relevancía para el futuro.

Sip, para quién lo haya notado, este Universo es una especie de "What If" del universo de "El Rey de Sinnoh" (no es necesario leer ese fic para entenderlo), por qué me gusta el pedo multiversal, y nadie me impedirá escribir de ese trama.

Pero bueno, cualquier comentario es bien recibido uwu.