Capítulo 6: Maldita Locura

-"¡Em! ¡Despierta!"

Em intentó abrir sus ojos pero sus párpados le pesaban enormemente. Aquella voz se le había metido dentro de la cabeza y se sentía aturdida. Cuando por fin consiguió abrirlos, vió a Fred con cara de gran preocupación.

-"¡Gracias a Dios, Em!" - dijo aliviado. -"¡Joder! he estado aporreando la puerta como un loco, menos mal que sigues dejando una copia de la llave debajo del felpudo, estaba muy preocupado. ¡Creí que estabas inconsciente!"

Em miró a su alrededor confundida y desorientada. Se había quedado dormida sentada en su escritorio delante de su ordenador. Entonces recordó todo.

-"¿Para qué has venido Fred?" - le dijo pasando su mano por la cabeza en un intento de despejarse al tiempo que una gran cólera crecía en su interior.

-"¿Qué?" - respondió él con indignación. -"Llevo llamándote al móvil desde las 10 de la mañana. ¡Por dios, son las 5 de la tarde! ¡Pensé que te había pasado algo!"

La cara de Em se estaba desencajando, lágrimas de impotencia comenzaron a brotar de sus ojos y cayeron pesadamente por sus mejillas. Sin poder controlar su ira comenzó a golpear a Fred con sus puños cerrados en el pecho, empujándole al mismo tiempo hacia la puerta de la calle.

-"¿Qué estás haciendo?" - le reprochaba Fred atónito, intentando protegerse de los golpes.

-"¿Por qué has tenido que despertarme?" - gritaba ella entre lágrimas. -"¡Siempre tienes que estropearlo todo! ¡Déjame en paz de una maldita vez! ¡Sal de aquí!...¡Sal de mi vida!"

Fred no entendía semejante reacción desmesurada.

-"Pero ¿se puede saber qué te pasa?" - le dijo con tono elevado mientras ella abría la puerta de la calle y lo empujaba hacia fuera. -"Últimamente estás muy rara, solo intento cuidar de ti, incluso he llamado a Camille y me ha dicho que también está preocupada por ti..."

-"¡No necesito que me cuides! ¡Yo puedo cuidarme solita!" - y tras gritarle estas palabras, Em cerró la puerta de su casa de un portazo, dejándolo fuera.

Puso el pestillo y se sentó de nuevo en el escritorio del salón. Se echó las dos manos a la cara en un intento de apagar sus sollozos. Era cierto, ella no estaba actuando de manera racional. Ella se estaba volviendo loca, y cada vez iba a peor. Había estado tan cerca de acostarse con el hombre al que ella más deseaba, que todo lo que sentía en ese momento era ira, frustración e impotencia. Sus delirios se estaban convirtiendo en una auténtica obsesión. ¿Hasta cuándo se iba a sentir así? Aquello tenía que parar.

Tras algunos minutos sentada en la silla, consiguió calmarse. Miró al frente y vió su portátil en hibernación, pero seguía encendido. Le dió al botón e inmediatamente apareció la información que había estado revisando la noche anterior. Aquel hombre que se volvió loco y había matado a su propia hija, ¿acaso estaba ella sufriendo el mismo destino?... No, ella sabía que algo estaba mal. Tenía que comprobarlo.

Abrió su Facebook y enseguida lanzó una búsqueda tecleando "MIAKA YUKI". Por desgracia habían decenas de ellas. ¿Cuál sería la auténtica? La sacerdotisa... Miró una por una las fotos de perfil de cada una de ellas, descartando a aquellas que eran demasiado mayores o demasiado jóvenes. Ya solo quedaban cinco, todas ellas originarias del país Nipón.

-"Uuummm, ¡Bingo!" - cantó al ver la foto de perfil de una joven mujer. No sabía por qué, pero tenía el presentimiento de que era ella. Una chica asiática, más o menos de su edad, de cabello castaño oscuro con reflejos cobrizos. Le sorprendió que a pesar de ser bastante mona, era una chica más bien sencilla. Su amplia sonrisa parecía sincera y amable. Como si tuviera algún tipo de carisma, ella le agradaba sin siquiera conocerla.

-"Quizás no sea ella" - se dijo en voz alta a sí misma por la incredulidad de haberla encontrado tan pronto. -"Pensé que para ser una sacerdotisa, sería una gran belleza, pero parece una chica normal y corriente". Entró en su muro, y no pudo ver demasiada información sobre ella, puesto que su perfil era privado. Aún así, habían colgadas un par de fotos públicas en las que aparecía una niña pequeña de espaldas, y dedujo que era su hija. Hizo zoom en la otra foto donde salía abrazada a un hombre muy apuesto, con el pelo oscuro y ojos grisáceos. "¿Será él el guerrero que se marchó con ella?"

Em abrió la mensajería y le escribió un mensaje en inglés. Ella se defendía bastante bien en ese idioma, puesto que a veces le tocaba hablarlo en su trabajo. El texto decía así: "Hola, siento molestarte pero tengo una pregunta importante que hacerte.¿Conoces la leyenda de Suzaku?"

No quiso poner nada más por si finalmente no era ella, así al menos no se vería comprometida de ningún modo. Esperó durante algunos minutos, pero no hubo ninguna respuesta. ¿Y si ella no hablaba inglés? El japonés sí que no era su fuerte.

Molesta, cerró la tapa del portátil y miró la hora en su reloj de pulsera. Ya eran las 7 de la tarde. No tenía idea de la diferencia horaria con Japón. Quizás allí en ese momento era de madrugada. De pronto sonó su teléfono. Se dio cuenta de que no lo había revisado desde el día anterior, así que cuando lo miró, habían treinta llamadas perdidas de Fred, otras diez de Camille y un montón de mensajes, la mayoría de Fred preguntándole preocupado a ver dónde estaba o qué hacía. Otros tantos mensajes sin importancia del chat de la gente del trabajo, y un mensaje que acababa de llegar de Camille.

"¿Salimos esta noche? ¡Hoy me apetece fiesta!"

Em hizo una mueca. No le apetecía en absoluto salir precisamente esa noche, pero teniendo en cuenta lo tarde que se había despertado, tendría serios problemas para conciliar el sueño, y además a saber cuándo volvería a aquel lugar, a veces pasaba una semana entera hasta que volvía a tener aquellos sueños. Definitivamente, no tenía nada mejor que hacer.

"Ok, ¿quedamos a las 9 para comer algo antes?" -escribió en el chat.

"Claro" - contestó Camille inmediatamente añadiendo un emoji sonriente.

Rápidamente Em se fue a prepararse, y lo primero era darse una ducha. Le apetecía estar cómoda, así que optó por unos slouchy jeans claros con una camiseta estampada de manga corta metida por dentro, y una chaqueta de punto a juego. Definitivamente no se pondría tacones esa noche, por lo que unos botines planos le irían de perlas.


Las dos amigas cenaron en un pequeño restaurante del centro de la ciudad. Ya algo entonadas tras beberse una botella de vino, decidieron ir a tomar algo al bar al que solían ir siempre.

-"¡Brindemos!"- dijo Camille alzando su vaso de mojito.

Sus vasos se vaciaron rápidamente, y entre risas acabaron recordando algunas anécdotas en común, como venía siendo habitual cada vez que se juntaban las dos.

-"¡Hahaha! ¿te acuerdas de aquel tio que no paraba de decirte que se quería casar contigo?"

-"¡Ay calla! ¡Hahaha! Algunos ya no saben qué hacer para llevarse a una tia a la cama."

Tras otro par de mojitos y muchas risas Camille sugirió ir a "La Discoteque".

-"¿A La Discoteque?"- protestó Em.

-"¿Qué? No me digas que no te apetece, ¡Hace siglos que no vamos!"- insistió Camille.

Em resopló con desgana. La verdad es que no tenía demasiadas ganas.

-"¡Por fa, por fa!"-le volvió a insistir su amiga juntando las manos suplicante.-"Hace mucho que no estoy con ningún tío, ¡Necesito echar un polvo ya!"

-"Está bieeeen, vamos, pero en cuanto encuentres a algún pretendiente, yo me piro"- accedió finalmente Em.

-"¡Aaayy! ¡Qué rancia estás últimamente! Ya que vamos tomemos una mientras echamos unos bailes y luego ya se verá..."

-"De acueeeeeerdoo." - dijo Em rodando sus ojos ante su insistencia.

Bailar fue lo único que le motivaba a Em para ir a la discoteca. Desfogarse un poco en la pista de baile le parecía una idea estupenda. "La Discoteque", que como su propio nombre indicaba, era una discoteca de moda en el centro de Lyon a la que las dos amigas solían ir cuando querían bailar y/o ligar.. Si se iba demasiado tarde, era imposible entrar, porque se ponía hasta arriba de gente y pasado el aforo ya no permitían la entrada a nadie más, pero como aún era pronto, no tuvieron ningún problema en acceder. Nada más entrar, había un pequeño hall con un ropero donde una chica guardaba los abrigos de los clientes. Inmediatamente después, unas escaleras bajaban hasta el primer piso inferior, que consistía en un círculo abierto por una balconada que daba a la enorme pista de baile del piso inferior. A cada lado había una barra de bar para poder pedir las bebidas. Bajando por las escaleras hasta el siguiente y último piso, se encontraban las mesas con sillones y sofás, situadas en las zonas más oscuras del lugar, para dar intimidad a las parejas, o para charlar tranquilamente entre amigos con unas copas. Y finalmente, en el centro de todo y frente a la cabina del dj, que se estaba un poco más elevada del suelo, se encontraba la gran pista de baile, con montones de luces y focos que se encendían y se apagaban para crear ese ambiente estrambótico típico de las discotecas. Tras pedir un par de mojitos, Em y su amiga se dirigieron directas hasta allí para darlo todo bailando.

Y así, al ritmo de la música, Em pudo desconectar y pasárselo bien. Un par de hombres se acercaron para bailar con ellas, pero la cosa no pasaba de ahí. Ellos les invitaron a algunos chupitos y entre risas, ambas se lo estaban pasando genial.

-"El tuyo no está nada mal, ¿no te parece?" -le insinuó Camille a su amiga en cuanto sus parejas de baile se fueron a pedir otra copa a la barra.

-"Sí, es bastante guapo, pero también un poco pulpo y ya se está pasando de la raya. Me desharé de él en cuanto vuelva."- dijo con desagrado.

-"¿Pero por qué?"- replicó Camille. -"¿Qué mas te da? Es solo para echar un polvo."

Em frunció el ceño molesta.

-"Creía que la que quería echar un polvo eras tú, pero no paras de dar largas a ese tío, y sé bien que es tu tipo..." - le reprochó Em dándose cuenta de su jugada. -"Me trajiste aquí para endosarme a alguien, ¿no?"- dijo enfadada.

-"Aayy Em, es que últimamente me tienes preocupada con tus historias de sueños raros. Creo sinceramente que necesitas follar con alguien ya."

-"¡Tú no puedes decidir lo que yo necesito!"- Em elevó el tono enfadada.

-"Fred me ha contado lo de esta tarde."- le dijo Camille con suma delicadeza.

Em bajó la mirada avergonzada.

-"Dice que estabas fuera de tí. Que no te reconocía".

-"Camille escucha..."- El tono de voz de Em se volvió suplicante. -"He estado perdiendo el tiempo con Fred, ahora me he dado cuenta, y por eso estaba enfadada con él. Pero tienes que creerme, esos sueños, son reales, ¡existen de verdad!

Camille la miraba horrorizada.

-"¡Hay otra chica que también ha estado allí!"- le insistió para poder convencerla.

Em sacó su móvil del bolso y le enseñó la foto de la supuesta sacerdotisa.

-"¡Mira! ¡Es ella! ¡La sacerdotisa de la que te hablé!"

-"¿Pero que locuras estás diciendo...?" - Camille negaba con la cabeza incrédula.

-"Hay una relación entre ese mundo y yo, ¡tengo que averiguar cuál es!"

-"Necesitas ayuda profesional, Em. Estás peor de lo que creía"

Em miró a su amiga con decepción. Ella no la creía. No le extrañaba, aquello no era fácil de creer, pero ella era su mejor amiga. Al menos tenía que concederle el beneficio de la duda.

Finalmente Emmanuelle se marchó alejándose y dejando a su amiga sola en la pista. Se sentó en uno de los sofás libres que habían en la zona de las mesas. Por su mejilla, caía una lágrima que rápidamente secó con el dorso de su mano. Aún tenía el móvil en la mano. Cuando lo revisó, vió que tenía una notificación. Era un mensaje de Miaka Yuki, la chica japonesa.

"¿Quién eres tú?"

Nada más. Em se puso a escribir de inmediato.

"Creo que tenemos un amigo en común. Tasuki."

Miró el móvil fijamente. Hubo una pausa muy tensa de algunos minutos y de pronto vió que estaba escribiendo.

"¿Cómo sabes sobre eso?"

¡Tenía que ser ella! Inmediatamente llegó otro mensaje.

"No hablemos por aquí. Mejor lo hablamos por teléfono..."

El corazón de Em dió un vuelco y se puso a latir con tanta rapidez que tuvo que apoyarse en el respaldo del sofá y calmarse. Ella no estaba loca, sus sueños no eran solo sueños, ella estaba viviendo una doble vida en un universo paralelo, estaba pasando de verdad. Tenía que salir de allí y contactar a esa chica cuanto antes.

Camille la sorprendió en medio de su excitación, apareciendo de pie frente a ella. Su cara imploraba el perdón de su amiga. Em la miró con los ojos brillantes.

-"Em yo... lo siento..." - se disculpó al tiempo que se sentaba al lado de ella y le cogía la mano suavemente. - "Entiéndelo, todo esto que me cuentas es difícil de creer, pero si tú estás tan convencida, haré un esfuerzo por creerlo. Solo deja que esté a tu lado para ayudarte...".

Em la miraba sonriendo mientras se disculpaba, y cuando terminó, su sonrisa se amplió aún más si cabe.

-"¡Mira, lee!"- le dijo ansiosa enseñándole en su móvil la conversación con la chica japonesa.

Camille leyó atentamente y sus ojos se agrandaron como platos que incluso le quitó el móvil para verlo mejor.

-"¡No puede ser!"-exclamó. Después miró a Em atónita y acto seguido la abrazó.

-"No sabes la contradicción de sentimientos que tengo ahora mismo. Estoy aliviada porque no estés loca, pero por otro lado, todo esto da un poco de miedo..." - le dijo mientras la abrazaba fuertemente.

Em se alegró profundamente de poder compartir al fin con su amiga todo aquello, sin que ninguna de las dos sintiera que estaba perdiendo la cabeza, cuando de pronto un destello en el balcón del piso superior de la discoteca atrajo su atención. Solo por un momento, vio a un chico pelirrojo andando entre la multitud. Ella se separó bruscamente de su amiga sin perder de vista el lugar donde lo había visto.

-"¿Qué pasa?" - preguntó Camille preocupada.

-"Le he visto"

-"¿A quién?"

-"A él, ¡Genro!" -dijo mientras se levantaba instintivamente del sofá y se dirigía rápidamente hacia las escaleras para acceder al piso superior.

-"¡Espera, Em!"- gritó Camille en vano.

Emmanuelle intentaba hacerse un hueco entre la gente mientras subía por las escaleras. Cuando llegó hasta el piso superior, se asomó apoyada en la barandilla. Miró de un lado a otro, enfrente, abajo a la pista de baile,... Nada, ni rastro de él.

-"¡Mierda!"- maldijo en voz alta.

-"¿Me estabas buscando preciosa?"- una voz familiar la sobresaltó.

La decepción se instaló en su rostro cuando vio justo a su lado al chico que le había estado invitando a chupitos toda la noche.

-"Toma, te traje otro mojito"- le dijo ofreciéndole amablemente el vaso.

-"Oye, lo siento. Lo hemos pasado bien y tal..."- le decía Em mientras buscaba con la mirada a su alrededor al bandido pelirrojo. -"Pero no quiero nada contigo, ¿vale? Además estoy buscando a otra persona".

De pronto comenzó a sentirse algo mareada. "¿Tanto he bebido?" se preguntó a sí misma. Pero sus brazos le pesaban, su cuerpo se volvió flácido y se sentía débil. Sus piernas flaqueaban.

El hombre dejó las copas en una mesa alta cercana, y agarró firmemente a Em por la cintura para impedir que ésta se desplomara.

-"Ni hablar, me has estado calentando toda la noche, tú te quedas conmigo"- le dijo amenazante mientras acercaba su boca hasta la suya para finalmente besarla de manera lasciva.

"Mierda, me ha drogado" pensó sintiéndose impotente al no poder resistirse.

La visión de la chica se tornó borrosa, sus párpados pesaban pero intentaba por todos los medios estar consciente y salir de aquel estado. Aquel hombre cada vez le metía la lengua más profundo, y la manoseaba sin ningún pudor.

-"Haré que vuelvas allí, y entonces serás mía." - le susurró tras pasar su lengua por su cuello hasta su oreja.

-"¿Allí?" -balbuceó ella.

Repentinamente, el hombre recibió un puñetazo en la mandíbula que lo tumbó.

Em se tambaleaba agarrada a la barandilla y se esforzaba por entender lo que estaba sucediendo. Pudo vislumbrar una cabeza pelirroja de espaldas, que juraba y gritaba mientras golpeaba a puñetazos a aquel tipo que seguía tendido en el suelo.

"¡No la vuelvas a tocar, bastardo! ¡Sé de dónde vienes, te encontraré y te mataré por mucho que te escondas!"

-"¿Genro?" - pudo decir ella con dificultad.

Enseguida llegó Camille, quién se ocupó de la joven, agarrándola para que no cayera redonda al suelo. En cuestión de segundos, se había formado un corro de gente alrededor, que miraba y murmuraba frente a la violenta escena. Los de seguridad no tardaron en llegar. Agarrando por la camisa al chico pelirrojo, consiguieron a duras penas separarle del hombre malherido del suelo. Él se resistió, propinándoles también varias patadas y puñetazos a los dos gorilas, hasta que finalmente se detuvo. Se arregló la camisa y levantó las manos en señal de rendición.

Los dos matones le dieron un puñetazo en el estómago cada uno, y sosteniéndole a cada lado de un brazo, se lo llevaron a rastras hasta la salida. Camille los siguió como pudo con Em agarrada a su hombro.

Cuando por fin estuvieron fuera, el chico pelirrojo se sentó en el bordillo de la calle. Camille hizo lo mismo, sentando a Em con cuidado a su lado.

Em, que aún seguía semi consciente miró a su salvador con una sonrisa.

-"Eres tú... estás aquí..."- y seguidamente quedó inconsciente, su cabeza amortiguada por los brazos de él.

CONTINUARÁ...