Capítulo 8: Búsqueda deseperada
Genro y Chichiri, junto con Koji y varios bandidos del Monte Reykaku partieron a caballo hacia el territorio de su enemigo. Em debía estar allí, pero lo que Genro no entendía era por qué aquel tipo era tan estúpido. ¿Acaso pensaba que los de Reykaku no tomarían represalias? Ellos ya habían estado allí y les habían vencido en su propia casa, ¿por qué pensaría que sería diferente esta vez? Algo no estaba bien.
Cabalgaba distraído pensando en todo aquello, cuando un pequeño grupo de hombres que iban a pie, aparecieron en su camino y se acercaron hasta ellos muy inquietos.
-"¡Gracias a los dioses!" - exclamó uno. -"¿Sois los bandidos del Monte Reykaku, verdad?"
-"Tenemos prisa"- dijo Genro secamente sin detenerse.
-"¡Ayudadnos por favor!" -suplicó el hombre desesperado. -"¡Varias mujeres de nuestra aldea han desaparecido!"
Tras oir esto, Chichiri detuvo su caballo.
-"No tenemos tiempo para esto ahora"- le susurró discretamente el bandido al monje. -"¡Ese bastardo podría estar poniéndole sus sucias manos encima a Em ahora mismo!"
El resto de hombres también detuvieron su marcha por detrás de Chichiri.
-"Está bien"- cedió finalmente el pelirrojo tras un suspiro de resignación. -"Que algunos hombres se queden y..."
Chichiri le hizo un gesto con la mano interrumpiéndolo.
-"Disculpe señor"- dijo el monje al aldeano. - "¿Cuántas mujeres han desaparecido?"- preguntó entrecerrando su único ojo sano.
-"¡Trece!"- exclamó alterado.
"¿Cómo desaparecen trece mujeres así sin más?" -comentó Genro con incredulidad.
-"¡Con magia oscura!" - dijo el hombre gesticulando con nerviosismo.
Chichiri lanzó una mirada a su amigo.
-"Estaba seguro, percibo el mismo aura maligna que percibí en el Monte Reykaku cuando se llevaron a Em, si".
-"¿Quieres decir que quien tiene a las mujeres, es el mismo que se llevó a Em?"- preguntó Genro sorprendido.
-"Eso es lo que creo, si. Debemos encontrarlo y de paso ayudaremos a las mujeres de esta aldea a volver a su hogar."
Genro asintió convencido. A pesar de ello, envió a Koji y al resto de sus hombres a los dominios de los bandidos enemigos, por si acaso Em estaba allí.
Así pues, el líder de Reykaku y el monje se dirigieron hasta la cercana aldea para continuar sus investigaciones sobre la desaparición de las mujeres.
-"Cuéntenos cómo ocurrió."- le pidió con prisa el bandido.
-"Todo empezó hace algunas semanas..."- comenzó a relatar el aldeano. -"Por aquí solía venir un hombre de mediana edad. No era de la aldea, pero no debía vivir muy lejos, puesto que venía casi todos los días a comerciar con su miel. Hasta ahí todo normal, solo que siempre estaba agasajando a todas las mujeres del pueblo, solteras, casadas,... le daba igual. Las mujeres lo encontraban desagradable, puesto que era muy obsceno con sus comentarios, y se enfadaba mucho cuando lo rechazaban, llegando incluso a faltarles el respeto. Muchos hombres, molestos, le advirtieron que dejara de acosar a sus mujeres, hasta que finalmente se le prohibió mercadear con sus productos en nuestra aldea. Él se lo tomó muy mal, pero después de eso, no volvió a aparecer por aquí. Pero ayer por la tarde vino como si nada, con la diferencia de que en esa ocasión, un extraño aura lo rodeaba. Cuando quisimos acercarnos a él, algo nos lo impidió, como una barrera invisible. Entonces, todas las mujeres que se cruzaron con él, comenzaron a seguirlo con la mirada perdida, como si estuvieran hechizadas. Pocos minutos después, esparció unos polvos a su alrededor y tanto él como las mujeres desaparecieron sin dejar rastro, sin que ninguno de los presentes pudiésemos hacer nada para impedirlo."
El hombre se echó las manos a la cara en un intento de ahogar sus sollozos.
-"¿Dónde ocurrió la desaparición?"- preguntó Chichiri ante la curiosa mirada de Genro.
El hombre los llevó hasta el lugar de los hechos. Chichiri se arrodilló sobre una pierna, pasó la palma de su mano sobre el suelo para después olerla brevemente.
-"Este hombre, ¿había manifestado anteriormente algún indicio de magia?"- preguntó el monje mientras se ponía de nuevo de pie.
-"No, nunca nadie lo había visto usar la magia antes."- contestó el hombre.
Chichiri miró nuevamente a su compañero guerrero.
-"Lo suponía. Solo es una persona corriente que está usando polvos de magia oscura"- dijo mientras se sacudía las palmas de sus manos entre sí para deshacerse de los restos.
-"Iremos a echar un vistazo a los alrededores del pueblo."- aseguró Genro.
-"¿Polvos mágicos? ¿De que va todo esto?"- preguntó el bandido una vez estuvieron solos.
-"Son algo extraño de ver, incluso se rumorea que solo los siervos de los dioses los poseen, si."
-"No tenía idea de que los dioses tuviesen siervos."- dijo encogiéndose de hombros.
-"Bueno, en realidad Taitsukun es un siervo de Suzaku, por eso conozco la existencia de los polvos mágicos.
Genro escuchó con gran interés a su amigo, mientras se adentraban en el bosque. Chichiri era un hombre sabio, y Genro apreciaba sus enseñanzas sobre el mundo mágico y la vida en general.
-"Son extremadamente adictivos, más que cualquier droga, porque intoxican de poder a la persona que los posee, si. Los pocos hombres que los han utilizado se volvieron locos, y por tanto peligrosos. En principio los siervos de los dioses no deberían ponerlos al alcance de los humanos."
Chichiri hizo una breve pausa cerrando su ojo sano ante la bifurcación del camino. Despúés lo abrió de nuevo y eligió una de las ramificaciones.
-"Cuando encontremos a tu amiga y a las demás mujeres, Taitsukun podría darnos más información al respecto. Quizá ella sepa algo más sobre este asunto, si."
De pronto Chichiri se detuvo, seguido por Genro. Ambos descendieron de sus caballos y los ataron a un árbol cercano. Chichiri rezó unas oraciones sujetando su collar de cuentas entre los dedos y avanzaron a pie sigilosamente hasta unos matorrales que les servían de escondite.
Se asomaron cuidadosamente para ver unos metros más lejos a un hombre, recostado sobre unos mullidos cojines en mitad de un verde y bien cuidado jardín, rodeado de hortensias y rosales. Una decena de mujeres, con sugerentes hábitos, estaban con él. Todas parecían ausentes, con los ojos vacíos. Algunas lo deleitaban bailando entre sí; otras, sentadas a su alrededor, le servían bebida en un cuenco que sostenía con una mano, mientras otras le daban de comer diversas frutas, directamente en la boca.
-"¡Qué asco!"- murmuró Genro haciendo una mueca.
Chichiri rezó una nueva oración, y de pronto las mujeres parecieron volver en sí. Sorprendido, el hombre se apresuró a sacar de su bolsillo un pequeño envase de cristal, quitó el tapón de corcho y vertió sobre su mano un puñado de polvos que esparció a su alrededor al tiempo que pronunciaba unas palabras ininteligibles. Tras darse cuenta de que su magia no funcionaba, las mujeres se abalanzaron contra él, propinándole golpes y patadas, mientras él trataba de protegerse haciéndose una bola en el suelo.
-"¡Vale, ya está bien señoritas!"- dijo Genro ante el asombro de las mujeres, apartándolas suavemente del hombre malherido.-"Lo necesitamos vivo".
Chichiri también se hizo paso entre las féminas para llegae hasta él.
-"¿Donde conseguiste esto?"- le preguntó el monje quitándole el frasco de sus manos.
-"Me los dió un bandido a cambio de la chica. Me dijo que si se la traía, me daría más."-dijo suplicando clemencia.
-"¿Dónde está ella?"- preguntó Genro amenazante, agarrándolo por el cuello de su camisa.
-"No lo sé... dijo algo de llevársela a Kuto... No sé nada más... ¡por favor!"- lloró aterrado.
-"¿A Kuto?" ¿Por qué querría llevársela a Kuto?"- preguntó el bandido tras soltarlo bruscamente.
-"No lo sé, pero ella debe ser muy valiosa si está dispuesto a pagar tanto por ella."- respondió el hombre desde el suelo.
Genro lo miró con desprecio.
-"Todo vuestro"- dijo el pelirrojo. Las mujeres sin dudarlo, volvieron a echarse sobre él como una jauría de lobos sobre su presa.
-"¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo vamos a encontrarla? ¡Kuto es muy grande!" - se lamentó el bandido desanimado.
-"Tranquilo, primero llevemos a estas mujeres a su hogar, y esperaremos a que Koji y los demás regresen para ver qué han averiguado"- dijo Chichiri poniendo una mano sobre el hombro de su amigo tratando de animarlo.
Genro y Chichiri regresaron por sus caballos y acompañaron a pie a las mujeres de vuelta al poblado. Una de ellas, se acercó hasta ellos para hablarles.
-"Estáis buscando a la chica rubia, ¿verdad?"
-"¿La conoces?" - preguntó ansioso Genro.
Ella asintió. Entonces les contó cómo habían coincidido con la joven de cabellos dorados en la cabaña; que intentó escapar sin éxito, y que finalmente aquel bandido se la había llevado.
Genro apretaba sus puños encolerizado e impotente mientras escuchaba el relato de la chica. Juró en silencio que aquel bandido lo iba a pagar.
-"Es extraño" - añadió la mujer cuando acabó de contarles todo lo ocurrido. -"Cuando la vi, creí que era alguien que conocí hace unos pocos años en un viaje que hice a Sairo. Se llamaba Ruby. Sus cabellos eran dorados como los campos de trigo, y sus ojos azules como el mar. Era una joven muy bella, pero siempre tenía la mirada perdida, como si no tuviese alma. Una mujer más mayor que la acompañaba, me contó que la había cuidado desde que su madre murió, cuando aún era un bebé. Al parecer ella y su madre pertenecían a una tribu extranjera que hoy en día se cree está extinta. Al ver a vuestra amiga, el color de su cabello y sus ojos me llamaron la atención, pero ciertamente no pueden ser la misma persona, ya que Ruby no hablaba, y nunca había dicho una palabra. Ella era muda."
Genro y Chichiri se miraron sorprendidos y confusos.
-"¿Qué fue de aquella chica, Ruby?"- preguntó finalmente el monje.
-"No lo sé. Su cuidadora me comentó que su raza estaba muy perseguida en Kuto, así que habían decidido vivir como nómadas en Sairó, lejos de las grandes ciudades."
-"Gracias por la información"- agradeció Chichiri.
-"De nada. Espero que encontréis pronto a vuestra amiga."- dijo con una sonrisa.
Mientras tanto, Koji y los demás llegaron hasta el recinto de los bandidos enemigos.
-"¡Alto!" - gritó un guardia desde lo alto de los muros apuntando con su arco y flecha.
Koji bajó de su caballo y desenfundó su espada. Sus hombres hicieron lo mismo.
-"¡Somos los bandidos del Monte Reykaku! ¡Devolvednos a la chica! ¡De lo contrario tendremos que entrar por la fuerza!" - anunció.
-"¡No queremos luchar contra vosotros!"- manifestó el vigía.
Koji levantó sus cejas sorprendido.
-"¡Marchaos!"- añadió.
-"¡No nos iremos sin ella!"- gritó Koji preparándose para la batalla.
El vigilante desapareció, y seguidamente, el portón se abrió, para descubrir un hombre joven y fuerte escoltado por otros dos tipos. Avanzaron hasta colocarse frente a los de Reykaku.
-"¡Ella no está aquí!"- dijo desafiante el joven bandido.
-"¿Dónde está vuestro líder?"- preguntó Koji enojado mirando por encima del hombro del su oponente. "¿Por qué no sale a dar la cara? Sabemos que fuisteis vosotros los que nos atacasteis la pasada madrugada para llevaros a la mujer de nuestro jefe."
-"No es así." -contestó solemne.
Koji lo amenazó apuntándolo con su espada , respaldado por sus hombres.
-"Nuestro clan se ha dividido"- comenzó a explicar el forajido tras un largo suspiro. -"Kajim, el que era nuestro líder, nos ha traicionado y se ha marchado, abandonándonos a nuestra suerte. Aún estamos debatiendo quién será el nuevo jefe, así que ahora mismo no es buen momento para meternos en problemas."
Tras una tensa pausa, Koji enfundó su arma, y ordenó a sus hombres que hicieran lo mismo.
-"Solo queremos saber dónde está ella."
-" Kajim hizo un trato con el emperador de Kuto para entregársela a cambio de una vida mejor en su país para él y algunos de sus hombres más cercanos.
-"¿Por qué querría el emperador de Kuto una simple doncella que ni siquiera conoce?"- preguntó Koji sorprendido por el gran interés del emperador en Em.
-"Solo te puedo decir que no es el único que tiene un gran interés en ella
Todo el mundo celebró el regreso de las mujeres a la aldea y agradecieron a los salvadores invitándolos a cenar y a beber todo lo que quisieran en un banquete que organizaron en la plaza del pueblo al atardecer.
Genro y Chichiri se retiraron pronto y se sentaron a la luz y al calor de una pequeña fogata fuera de la pequeña cabaña donde les acogieron para pasar la noche.
-"La mujer hablaba de la tribu a la que pertenecía Nakago, ¿no es así?"- comentó Genro a su amigo en voz baja.
-"Eso parece, si. Lo cierto es que no lo había pensado antes, pero Emmanuelle tiene los mismos rasgos que él, así que existe la posibilidad de que pertenezca a la misma tribu, si."
-"Ya pero se supone que Nakago era el último de ellos, el ejército de Kuto los había exterminado muchos años atrás."
-"Puede que no sea así, y aún queden más de ellos escondidos por ahí, si."
-"Si es cierto que ella pertenece a la tribu de Nakago, ¡en Kuto estará en serio peligro!"- se inquietó el bandido.
-"Tranquilo, Por lo que sabemos, ella debe tener algún valor para alguien y parece que de momento la quieren viva."
Cuando Koji y los demás se reunieron con Genro y Chichiri en la aldea, éste les anunció las noticias.
-"¿El emperador de Kuto?"- exclamó sobresaltado el bandido pelirrojo.
-"¿Por qué tanto interés?"- se preguntó Chichiri. -"La tribu de Nakago era repudiada en Kuto, por qué pagar tan caro para mantenerla viva?"
-"No lo sé, pero debemos ir a buscarla cuanto antes."- insistió Genro.
CONTINUARÁ...
