Capítulo 14: ¿El fin?

Miaka permanecía inmóvil sentada sobre sus rodillas y sus manos apoyadas en sus piernas. Con los ojos bien cerrados, se esforzó por mantener su mente en blanco, a la espera de la llamada de los dioses. Habían pasado solamente unos pocos minutos, pero para ella habían sido una eternidad. Empezó a divagar... ¿Y si no estaba lo suficientemente concentrada para escuchar a los dioses? Intentaba relajarse, pero estaba realmente nerviosa. Mil preguntas asaltaban su cabeza. Ella estaba haciendo lo correcto, ¿verdad? Entonces, ¿por qué sentía que algo estaba mal?

En medio de sus dudas, un golpe fuerte de la puerta abriéndose la sobresaltó.

-"¡Tasuki!"- exclamó al ver al pelirrojo acercarse hasta ella con paso decidido.

El semblante de su amigo guerrero la hizo estremecer. Ella solo lo había visto de ese modo cuando, en sus pasadas aventuras, quería protegerla de alguna amenaza. Pero ese no parecía el caso ahora.

-"¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?"- le preguntó él con tono elevado.- "¿De verdad piensas que esto está bien?"

-"¡Solo estoy protegiendo este mundo de la amenaza que ella supone!"- respondió suplicante.

-"Ella no es mala, simplemente posee una maldición que no ha elegido y que otros quieren aprovechar. La Miaka que conozco hubiese buscado otra alternativa, y no hubiese actuado a mis espaldas para ayudar a asesinar a una persona inocente."

-"Estás enamorado de ella, ¿verdad?"- le dijo justo antes de abalanzarse contra él. -"¡Antes me protegías solo a mí! ¡Ella no te merece!"- le dijo ahogando sus sollozos contra su pecho.

Tasuki levantó sus cejas sorprendido. La actitud de Miaka le hizo pensar en todas aquellas mujeres que no aceptaban que él no las amase como ellas deseaban. Miaka estaba... ¿celosa? No, eso era imposible. Miaka amaba a Tamahome, jamás sintió ni sentiría nada por alguien más, y mucho menos por él.

-"Tú no lo entiendes, ahora yo debo protegerte de ella... por favor, no soporto la idea de perderte..."- dijo con desesperación.

Mientras aspiraba el dulce aroma de su antiguo amigo guerrero, Miaka seguía sintiendo que algo estaba mal. Ese olor no era el que ella había amado antiguamente, ese pecho no era el de Tamahome. Se preguntó por qué albergaba aquellos extraños sentimientos hacia alguien que antaño fue su amigo, si nunca lo había mirado como nada más que eso.

Entonces recordó su vida con Taka, en lo felices que eran juntos, luego llegó Hikari, su amado hijo, quién se convirtió en su verdadero amor, y Taka quedó en un segundo plano. Su vida giraba entorno a aquel bebé, día y noche lo cuidaba, lo alimentaba, lo llevaba en el fular pegado a su pecho a todas partes, mientras Taka trabajaba hasta tarde para poder cubrir los gastos cotidianos.

Y pasaron los meses y luego los años, y sin darse cuenta, Ambos se habían distanciado tanto, que cuando Hikari cumplió 3 años y comenzó prescolar, ya apenas se reconocían el uno al otro. La magia de su amor se había desvanecido. Todo se había vuelto tan aburrido y monótono. Entonces Miaka comenzó a fantasear con sus aventuras en el Universo de los Cuatro Dioses y con Tamahome, hasta que una noche Tasuki apareció en uno de sus sueños, uno en el que él no era solo un amigo. Eso hizo saltar sus alarmas. Tras analizar su situación y recapacitar, decidió hablar con Taka (omitiendo por supuesto aquel sueño con Tasuki) para reavivar las llamas de su amor, y volver a amarse de la misma manera que antes. Así pues, fueron a terapia de pareja, y ello unido a que Hikari ya era más autónomo, pudieron pasar más tiempo juntos y volver a encontrarse. Hasta que Emmanuelle contactó con Miaka y mencionó a Tasuki.

Hace cuatro días...

-"¿Tasuki? Estás seguro que dijo Tasuki? Quizá se equivocó al escribir y quería poner...otra cosa."

Yui intentaba encontrar una explicación a aquella historia. ¿Qué probabilidades había de que una chica francesa conociera a Tasuki? ¡Aquello era simplemente imposible!

-"¡Te digo que hablaba de nuestro Tasuki!" - le dijo a su amiga con el ceño fruncido. -"He intentado contactarla pero no ha habido manera. Le he dicho que me llame. ¡Estoy en ascuas!"

-"Me pregunto qué ocurrirá... Ha pasado mucho tiempo...¿crees que estará en peligro el Universo de los Cuatro Dioses?"

-"No lo sé, pero estoy preocupada. Espero que Tasuki y los demás estén bien."- dijo Miaka pensativa, apoyando su cabeza sobre su mano.

El hecho de tenerlo presente de nuevo hicieron resurgir algunos sentimientos nostálgicos. Ahora ella y Taka disfrutaban de su amor como antes de que naciera Hikari, no entendía por qué se sentía así de confusa. Además, lo más extraño era que en su tiempo en el Universo de los Cuatro Dioses, nunca había desarrollado ningún sentimiento amoroso hacia Tasuki, ¿por qué ahora parecía lo contrario?

-"¿Se lo has contado a Taka?"

Miaka negó con la cabeza. De pronto, su teléfono sonó.

-"¡Es ella!"- exclamó nerviosa.

-"Coge, ¡rápido!"

-"¿Sí?¿Hola?"

Hubo un breve silencio. El corazón de Miaka se aceleró tanto que casi se desmaya. Yui fijó sus ojos en el pálido rostro de Miaka.

-"Tasuki, ¿de verdad eres tú?


Tasuki no sabía cómo actuar. Pensó en qué malditamente irónico era tener a Miaka en sus brazos de esa manera, ahora que se había dado cuenta de sus verdaderos sentimientos, porque él amaba a Em, y ahora lo sabía con certeza.

Inesperadamente, todo a su alrededor desapareció y una intensa luz blanca los rodeó. En cada rincón fueron apareciendo uno a uno los dioses en su forma humana, Suzaku, Seiryu, Genbu y Byakko. A cada cual más bello, pero igualmente imponentes. En cada una de sus frentes, se podían ver sus símbolos kanji brillar. Al lado del dios Seyriu, se encontraba Ruby, rodeada por un haz de luz, que le impedía moverse ni hablar.

Las miradas de Ruby y Tasuki se cruzaron, y la expresión de ella se tornó en una de súplica y tristeza. Se podía percibir el terror en sus ojos mientras brotaban lágrimas de ellos.

-"¡Em!"- gritó Tasuki separándose de Miaka.

-"Éste es un lugar de meditación y paz"- dijo el dios Seyriu. -"Tú no deberías estar aquí, guerrero de Suzaku"

-"¡Devolvedme a Em!"- dijo desafiante el bandido. -"¡Ella no es el enemigo!"

-"¿Cómo osas dirigirte a los dioses de ese modo? ¿Acaso quieres ser castigado?"- amenazó Suzaku.

-"¡No!"- intervino Miaka. -"Él solo está confundido"

-"¡Miaka! Por favor..."- rogó Tasuki.

-"Sacerdotisa"- interrumpió Seyriu. -"Debes terminar tu misión. Recita las oraciones del pergamino."

Miaka sacó el pergamino de su bolsillo, y lo extendió con sus dos manos temblorosas. Si estaba haciendo lo correcto, ¿por qué seguía dudando?

Mientras tanto, los esfuerzos de Em por gritar eran inútiles, sus labios parecían estar sellados, y tampoco podía emitir sonido alguno. Solo podía llorar mientras miraba impotente al hombre que amaba.

-"Miaka, ¿recuerdas lo que pasó aquella noche en la posada de Kahou?"- le preguntó Tasuki agarrando suavemente sus temblorosas manos. Ella lo miró a los ojos.

-"Esa noche fue la peor de mi vida, a pesar de que hubiese podido hacerte mía, aquel hechizo nubló mi juicio dejando únicamente mi deseo más primario. Gracias a ti y a Tamahome que me hicisteis volver en mí, no llegué a lastimarte seriamente."

Miaka visualizó aquel recuerdo en su cabeza. Tasuki encima de ella forzándola, se sintió aterrador. Para ella también había sido uno de los peores momentos de su vida.

-"Sé que estás confundida, como lo estaba yo aquella noche."- continuó él. -"Pero aún estás a tiempo de hacer lo correcto."

La sacerdotisa miró el pergamino. Realmente no lo estaba haciendo por proteger aquel mundo, ni el suyo. Solo pensaba en que cuando Em no estuviera, Tasuki volvería a ser exclusivamente suyo. ¿Desde cuándo se comportaba como una niña caprichosa y egoísta? No era propio de ella, quién siempre anteponía a los demás a ella misma, incluso tratándose de situaciones de vida o muerte. ¿Qué le había pasado?

Miaka se derrumbó sobre sus rodillas, avergonzada de sus actos. ¿Qué podría hacer ella para arreglar aquella situación? ¿Cómo podría salvar a Em?

-"Lo siento Tasuki, creo que he metido la pata hasta el fondo y te he fallado. La monotonía de mi vida cotidiana con Taka hizo que ambos nos distanciáramos, e idealicé el amor que antaño sentías por mí, creyendo que tu atención me haría sentir emociones y sentimientos pasados que echaba en falta. Pero me he dado cuenta que la vida en pareja no es siempre igual. Es como una montaña rusa, a veces se sube, y otras se baja. En ocasiones el amor también hay que cuidarlo para que no muera."

-"Sacerdotisa, estás rechazando la misión que se te ha encomendado?"- dijo Seiryu.

-"Tiene que haber otra manera"- rogó Miaka haciendo contacto visual con Suzaku, su dios.

-"No la hay"- respondió Suzaku con expresión autoritaria.

-"¿No podemos simplemente despojarla de sus poderes y ya está?- insistió.

-"Eso no es posible. Sus poderes solo pueden ser anulados temporalmente por un breve espacio de tiempo."- explicó Seiryu. -"No se pueden eliminar así sin más."

Miaka reflexionó durante unos segundos.

-"Lo siento, no puedo hacerlo."

-"Entonces, no nos dejas otra opción que obligarte."- amenazó Seiryu enfurecido por la desobediencia de la joven humana.

Miaka sintió un repentino y punzante dolor en el interior de su cabeza. Se llevo las manos a sus sienes buscando alivio, pero fue en vano. No pudo mantenerse en pie y finalmente se desplomó sufriendo numerosos espasmos.

-"¡Miaka! ¿Qué... qué te pasa?"- preguntó Tasuki preocupado. El antiguo guerrero pelirrojo se giró para encarar a Suzaku.

-"¿De verdad vas a permitir que sufra de ese modo? Con todo lo que ella se ha sacrificado para salvar este mundo, no una, sino varias veces? -le reprochó Tasuki. -"Y tú te haces llamar nuestro Dios?"

Suzaku bajó la cabeza avergonzado. Cierto era que él amaba a la sacerdotisa y a sus guerreros como a sus propios hijos, y odiaba verlos sufrir. Ya había visto perecer a varios de sus estrellas, y había sentido sus muertes en lo más profundo de su alma, desgarrándolo por dentro. No estaba dispuesto a ver sufrir a ninguno más de ellos, y menos aún a su sacerdotisa. Así que, invocando su característica luz roja, fue envuelto por ella dejando su forma humana y tranformándose en su forma animal, un gigante Fénix rojo.

-"¡Déjala!"- amenazó el ave al dios causante del sufrimiento de su sacerdotisa, adoptando una posición de ataque.

Seyriu rápidamente se transformó en serpiente y comenzaron a luchar el uno contra el otro.

Ahora el dolor de Miaka había cesado, y aún abatida, fue ayudada por Tasuki a incorporarse.

Genbu y Byakko tambièn adoptaron su forma animal, y se unieron en la batalla contra Suzaku.

-"La chica debe morir, tu sacerdotisa es la única que puede encargarse de ello."- insistió Seyriu en medio de la pelea. -"Haremos lo que sea necesario para que así sea."

Con toda la energía de los dioses puesta ahora en la encarnizada batalla, Emmanuelle quedó libre de su prisión invisible, y al fin pudo moverse y llegar hasta sus amigos, lanzándose directamente a los brazos de Tasuki.

-"Menos mal que estás aquí"- le dijo hundiendo su rostro en su pecho. -"Tengo mucho miedo..."

Tasuki la rodeó fuertemente con sus brazos y acarició sus rubios cabellos.

-"No temas. No permitiré que te pase nada." - intentó tranquilizarla.

De pronto Miaka les alertó señalando algo en el cielo lleno de nubes negras.

-"¿Qué está pasando?"- preguntó con temor al ver una enorme grieta que se abría sobre sus cabezas.

-"Parece algún tipo de portal" - contestó Tasuki.

La batalla entre los dioses no se detuvo, y Suzaku, aunque resistía, no podía ganar contra tres iguales a él. Miaka observaba impotente la inminente derrota de su Dios y no quiso quedarse con los brazos cruzados.

-"Suzaku, sírvete de mi y de mi poder"- le gritó.

-"¿Estás loca?"- le dijo Tasuki antes de abalanzarse contra ella y entrar dentro del haz de luz roja que la había poseído.

Ambos desaparecieron dentro de aquel destello rojizo que se elevó al cielo para descender inmediatamente hasta Suzaku, otorgándole más poder.

Em se quedó sola presenciando la encarnizada batalla, preocupada por sus amigos. ¿Qué iba a pasar con ellos? ¿Morirían junto con Suzaku? Lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Ahora entendía por qué todos admiraban a la sacerdotisa, ella no había dudado ni un instante en unirse a Suzaku para ayudarlo, incluso si eso significaba morir,... y Genro había actuado de la misma forma solo para protegerla... Y ella se había quedado a un lado, bloqueada, sin saber qué hacer. Se sentía una cobarde.

Miró la grieta del cielo, cada vez era más ancha y ahora se podía ver su mundo sumido en el caos completo. Edificios que se derrumbaban, suelos que se abrían, gente corriendo en todas direcciones tratando de ponerse a salvo,... No podía evitar sentirse culpable por todo lo que estaba ocurriendo, y pensó que era responsabilidad suya arreglarlo. No había otra opción, ella también debía ser valiente, ella debía desaparecer, y así todo volvería a la normalidad, su mundo y el de Genro. Tras llenarse de coraje, y sin entender muy bien por qué, ella comenzó a sentir el poder que albergaba en su interior y realmente le pesaba, le oprimía el pecho, tanto que apenas podía respirar. Cerró los ojos y se esforzó por reunir y concentrar esa energía en un único punto. Cada vez sentía más y más poder, todo concentrado en el interior de su pecho. Y de pronto una luz azul brillante la rodeó. "Lo estoy haciendo bien" pensó amargamente satisfecha.

Aquel inmenso poder llamó la atención de los cuatro dioses, que asombrados, dejaron de pelear. Tasuki y Miaka, fatigados, fueron expulsados de Suzaku y sus cuerpos fueron posados suavemente en el suelo.

-"Em... ¿qué estás tratando de hacer?"- le preguntó Tasuki levantándose con dificultad.

-"Si puedo concentrar todo mi poder, quizá pueda explotar como una bomba y todo acabará". - contestó mirándolo con lágrimas en los ojos.

-"¡No! ¡No lo hagas!"- le suplicó él acercàndose hasta ella para tomarla en sus brazos, en un intento de contenerla. -"No puedes desaparecer, yo... ¡quiero decirte tantas cosas!

-"Lo sé..."- contestó ella con una triste sonrisa. -"Yo también,... como que estoy loca por tí, ¿lo sabías?"

Tasuki no pudo evitar esbozar también una amarga sonrisa, y solo pudo apretar su abrazo.

Miaka llegó hasta ellos, y también abrazó a Em para intentar impedir lo inevitable.

-"Lo siento Em, siento haberme comportado como una niña caprichosa"- se disculpó llorando.

Em correspondió su abrazo para hacerla saber que la perdonaba. De nada servía guardarle rencor, sobre todo cuando ella hizo lo único que se podía hacer para salvar los dos mundos.

Justo cuando notaba que todo su poder estaba casi completamente concentrado, unas voces desde el otro lado de la grieta la llamaron.

-"¡Em!"

Ella levantó la mirada y pudo ver a Fred y Camille atravesando la grieta con un salto, cayendo hasta su lado. Ambos se unieron a Tasuki y Miaka se abrazaron a la joven envuelta en la brillante luz azul.

-"Em..., por favor, no nos dejes, tienes que volver..."- suplicó Fred aguantando sin éxito su llanto.

Em lo miró con ternura, y después cerró sus ojos.

-"Gracias chicos. Os quiero mucho."- pudo decir antes de que un cegador destello barriera todo el lugar y dejara un silencio absoluto.

CONTINUARÁ...

Escribir este capítulo ha sido más que complicado. No sé qué le pasa a la aplicación móvil de fanfiction, pero no me guardaba los cambios y he tenido que sobreescribirlo en numerosas ocasiones,..

Solo queda un capítulo para terminar. Uno cortito.

Gracias por leer :)