Disclaimer: los personajes de Twilight son de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Rochelle Allison. Yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: This story is not mine, it belongs to Rochelle Allison. I'm just translating with her permission.
Capítulo 18
El sueño no llegó fácil.
Por mucho que lo intentara, simplemente no podía dejar de pensar en la pelea que había visto horas antes; realmente me había afectado. No le temía a Edward, sabía que él jamás me lastimaría, pero ver un costado de él tan descontrolado y salvaje sí me daba miedo. Era como si hubieran dos versiones de él, y solo ahora estaba familiarizándome con ellas. Incluso de niños, había habido una diferencia de edades entre los chicos y Alice y yo que jamás habíamos visto sus peleas en la escuela.
Entonces, estaba el grupo UVF. El contraataque era inminente, e imaginar a quién podrían atacar luego literalmente contraía mi estómago. Si nuestros chicos cargaban armas y a veces navajas, seguramente ellos también.
Por horas me moví inquietamente, atrapada en el limbo exasperante entre la consciencia y los sueños, hasta que eventualmente mi cerebro se calmó y me permitió dormir.
Como estaba privada de sueño al día siguiente, estaba plagada de un miedo que no podía quitar, cuando me permití ser llevada al mercado para las compras de sábado con mamá y volví, estaba muda del agotamiento.
Mamá ignoró mi estupor silencioso, seguramente culpando al ataque a Tyler y su hospitalización. Y obviamente, eso era una parte, pero lo que ella no sabía era que el despiadado ataque que le siguió, el que realmente había presenciado, había sido perpetrado por alguien que conocía y amaba.
Comprendía las acciones de Edward, y odiaba —literalmente detestaba— a quien fuera que había lastimado a Tyler, así qué ¿por qué estaba molesta al respecto? Adicionalmente, sabía que el tipo que había estado acechándome en mi lugar de trabajo era del mismo grupo. Sabía estas cosas, y aún así las imágenes de la pelea acosaban mis pensamientos. Ansiaba la insensibilidad que Edward había perfeccionado, un corazón de piedra para protegerme de sentir de más.
Después de la cena y un baño, los cuales ninguno ayudó a tranquilizar mi inquietud, trepé a mi cama. Por una vez, no tenía ganas de leer, por placer, y ciertamente no para mis clases. Edward no había llamado ni había venido desde que me dejó en casa el día anterior, y a pesar que había pasado más tiempo sin verlo, esta vez me hacía sentir ansiosa y vacía.
Por un rato, me quedé sentada en la oscuridad, mirando por la ventana al cielo sin color, deseando poder ver mejor a las estrellas.
Ni bien me había quedado dormida, fui despertada por manos gentiles, aunque insistentes.
—Bella —Edward estaba susurrando, suave pero urgentemente.
Bostezando y para nada sorprendida de que se encontrara en mi cuarto, lo sujeté con una mano y jalé de la cadena de mi velador con la otra.
—¿Qué haces aquí?
Apoyó una rodilla en mi cama, medio de pie y medio arrodillado, su rostro era imposible de leer.
—Ven conmigo.
A pesar de mí misma, y mi sueño, abrí los brazos y él vino a mí, deslizándose bajo mis mantas y en mi abrazo.
—¿Por qué? —susurré, cerrando los ojos de nuevo y oliendo su cabello. Mi vientre dolía con anhelo; también quería estar con él.
—Porque —comenzó, apartándose un poco así podíamos vernos—, no me gusta tenerte tan lejos.
Mis ojos se abrieron, y lo miré.
—Tampoco me gusta estar lejos de ti.
—Estoy cansado de esto; deberías estar conmigo —se quejó, separándose y sentándose en el borde de mi cama.
Me moví hacia él, llevando mis mantas para mantener lejos el frío.
—¿Contigo en tu apartamento? ¿O contigo todo el tiempo?
—Ambas —dijo.
Francamente, no veía cómo eso último funcionaría. Aunque mamá y papá amaban a Edward como a un hijo, probablemente me desheredarían si me mudaba con él antes del matrimonio. Aún así, me gustaba la idea, y sabía que aunque Edward intentaba ser práctico cuando se trataba de nuestro futuro y aunque tuviéramos uno o no en realidad, él sí pensaba en ello.
Él podía también sentir la atracción entre nosotros. Era lo que le había obligado a ceder y besarme por primera vez, y era lo que lo traía de vuelta a mí día tras día.
—Y bien... ¿quieres que vaya ahora? ¿Así? —pregunté, señalando a mi camisón.
Él asintió una vez, sus ojos mirándome por un segundo antes de regresar al suelo.
—¿Qué le diré a mis padres?
—La verdad. —Se encogió de hombros—. Escríbeles una nota.
Me froté los ojos y aparté la manta, estremeciéndome del frío.
—¿De dónde viene todo esto? —Bostecé de nuevo.
—No podía dormir —dijo cansinamente.
Ciertamente, podía comprender eso, así que decidí seguir mi instinto, el cual era estar dónde él se encontraba. Estaba un poco sorprendida, era verdad, pero eso importaba poco. El hecho que él había venido a buscarme me decía que estábamos en la misma página.
Con un estremecimiento, me bajé de la cama, jalando de mi camisón hacia abajo mientras caminaba hacia la cómoda. Abriendo varias gavetas, saqué ropa limpia para el día siguiente y las metí en un bolso.
Después de colocarme mi chaqueta y encontrar un trozo de papel, escribí una nota breve, explicando simplemente que estaba con Edward. Lo más probable era que mamá no lo vería hasta la mañana siguiente; si tenía suerte ella asumiría que me había ido recientemente y no en la mitad de la noche.
—¿Lista? —preguntó Edward, mi bolso ya en su mano. Su repentina tranquilidad me asombraba, y me preguntaba qué tenía yo que lo hacía sentir así. Quizás era similar a la completitud que sentía en su presencia; se me pasó por la cabeza que la ansiedad con la que había estado batallando antes de ir a la cama se había disipado.
¿Es normal ser así de dependiente?
—Sí, vámonos. —Apagué mi luz y lo seguí fuera de mi cuarto.
Las calles estaban absolutamente vacías a esta hora; no había personas ni coches. Una camioneta RUC cruzó la calle delante de nosotros en un momento, haciendo que mi corazón se saltara un latido, pero por lo demás todo estaba tranquilo, pacífico. Edward se detuvo frente a su edificio e ingresamos tan rápido como era posible, silenciosamente reconociendo el peligro de estar afuera por mucho tiempo a estas horas.
Edward cuidadosa y silenciosamente puso llave la puerta detrás nuestro una vez que nos encontrábamos dentro del apartamento. Caminamos suavemente hacia su cuarto en la oscuridad, no queriendo perturbar a Em y Rose.
Edward abrió la puerta de su cuarto y entró, pero yo me detuve en la entrada, esforzándome para escuchar las suaves voces que venían del cuarto de mi hermano. Al principio, creía que estaban hablando, pero pronto fue evidente que ese no era el caso.
Rose jadeaba, gimiendo suavemente...
Mi rostro ardía tanto, llegados al punto, que estaba segura que estaba en llamas, y Edward, que acababa de encender su luz, lo notó. Caminó hacia donde me encontraba de pie, con una media sonrisa en su rostro.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, casi pareciendo que lo sabía.
Incliné la cabeza hacia el cuarto de Emmett, donde ahora los sonidos de Rose estaban volviéndose más apasionados y pronunciados. Los ojos de Edward se abrieron por completo, y me jaló hacia el cuarto, poniendo llave la puerta.
—¿Escuchas mucho eso? —pregunté, yendo directamente a la prometedora comodidad bajo sus mantas.
—A veces. —Se encogió de hombros.
—Me volvería loca. —Hice una mueca.
—¿Por qué crees que fui a buscarte? —bromeó, cambiando sus jeans por pantalones pijamas antes de meterse en la cama. Observé los músculos esbeltos en su pecho y estómago, vagamente desanimada que me encontraba muy cansada para algún ñaca-ñaca.
—Espero que ellos nunca nos hayan escuchado —dije, mirándolo de reojo.
Sonriendo traviesamente, se estiró hacia mí. Aparté su mano con un manotazo juguetonamente pero, cuando hizo una mueca, mis ojos bajaron a sus manos.
—Oh, por Dios —jadeé, tocando cuidadosamente su mano derecha. Estaba negra y azul, y horriblemente hinchada; no podía creer que no lo hubiera notado antes. Su mano izquierda estaba magullada y un poco inflamada también, pero ni de cerca a cómo estaba su mano derecha.
—Estará bien en un día o dos —dijo, mirándome—. Vamos. —Estiró su mano hacia mí de nuevo y esta vez sí me acerqué más a él, besando sus manos y acurrucándome.
—¿Les hiciste las mismas cosas? ¿Lo que le hicieron a Tyler?
—Darles una paliza, sí, lo hice.
—¿Les disparaste en la rodilla también? —Quería saber.
—No. —Suspiró, y podía ver que estaba listo para terminar la conversación—. Seamus lo hizo.
Dejé que ese pensamiento se asimilara por un momento, intrigada por la sensación casi vulgar de satisfacción que me trajo.
—Bien —susurré, aferrándolo hacia mi cuerpo tan fuerte como podía.
—Tus pies están helados —dijo, apartando sus pies pero frotando su rostro contra mi cuello para compensar.
—Eso es lo que consigues cuando me sacas de la cama a horas extrañas —susurré, sonriendo cuando mechones de su cabello cosquillearon mi nariz.
—Creía que a las chicas les gustaba ese tipo de cosas —murmuró.
—¿Chicas o yo? —pregunté, comenzando a quedarme dormida.
Él giró para apagar la lámpara.
—Eres la única chica.
~V~
Noviembre llegó antes de que alguno de nosotros estuviera preparado. Se tendrían que hacer cambios en términos de disposición del apartamento de Edward y Emmett, porque no sería justo para Rose —o el bebé cuando llegara— tener que compartir un pequeño apartamento con alguien más.
Desde la noche que Edward me había llevado a casa con él a mitad de la noche, habíamos creado una pequeña rutina. Era más fácil hacerlo durante la semana, porque yo siempre estaba despierta al amanecer de todos modos para prepararme para las clases. Si mamá sospechaba que estaba yéndome por las noches, no decía nada al respecto. Sabía que Pa no lo sabía, porque nos hubiera matado a Edward y a mí ya.
Después de la noche que Edward encontró a Cabello Arena acechando mi trabajo, él se había vuelto mucho más prudente con mi seguridad. Deklan Crowley y Donal Murry eran mis guardaespaldas no oficiales; Donal tenía coche propio, así que los dos nos conducían a Alice y a mí a casa la mayoría de los días a menos que Alice fuera al apartamento de Jasper. No podía imaginar lo jodidamente aburrido que era para ellos pasar el tiempo en el campus mientras asistía a clases, pero lo hacían.
Tyler había sido dado de alta del hospital y estaba recuperándose en casa. Algunos días, Alice y yo íbamos con Deklan a visitarlo; verlo regresar a su actitud molesta y normal era un alivio y una bendición. Aún faltaba bastante tiempo para que él volviera a caminar, pero estaba sanando.
Rose se quedó en casa la noche anterior a la boda. Mamá insistió en que mantuviéramos al menos una apariencia de tradición, y eso incluía mantener a la novia y al novio separados las horas previas a la ceremonia.
Mi madre era toda una costurera y aunque no había cocido en años, aparte de algún dobladillo o botón, ella realmente quería hacer el vestido de Rose. Habían pasado más de unas cuantas tardes juntos en la mesa de la cocina, revisando diseños o eligiendo telas en las tiendas. El resultado final fue un vestido sencillo pero impresionante y tuve que preguntarme: si yo no podía quitar los ojos de Rose, ¿cómo iba a hacerlo Emmett?
Alice y yo pasamos la mañana embelleciendo el patio trasero con con ramitas de gipsófilas y ramilletes de narcisos color crema y amarillo. Rose resopló cuando intentamos "dejar que descansara", quejándose que "estar embarazada" no quería decir "inútil", así que la pusimos a trabajar enrollando cubiertos. Cuando mamá terminó de cocinar para la recepción y Pa había preparado las mesas y sillas alrededor del césped, el patio se había transformado.
Nuestra lista de invitados no era larga, pero varios primos, tías y tíos vendrían, mayormente de Belfast y Derry, pero también de Kildare y Dublín. Aquellos que no podían ser acomodados en nuestra casa de tamaño modesto pasarían la noche con los Cullen, quienes habían amablemente ofrecido sus cuartos extra.
Alice estaba ayudando a Rose a prepararse y yo me encontraba solo medio vestida cuando el timbre sonó abajo, anunciando la primera llegada de nuestra familia.
—Judas Iscariot, Bella, ¿recuerdas cómo tu primo Leroy solía mirarme fijamente? Espero que haya superado esa mierda —comentó Alice, sacando un pasador de entre sus dientes y asegurándolo en el cabello de Rose.
—Supongo que ya veremos. —Resoplé—. Ayúdame con el cierre, por favor.
Tenía puesto un vestido color rosa pálido que había tenido desde el baile formal de la universidad el año anterior. Rose había insistido desde el principio que ella no quería que esta boda fuera un gasto extravagante, así que habíamos tratado de mantener las cosas simples en la medida posible. El vestido era largo hasta casi los tobillos con una faja color verde agua; creía que el color y el estilo coincidían agradablemente con el tema de jardín de la recepción.
Aunque estaba agradecida por el sol brillante y el clima seco, estaba realmente cuestionando nuestra sanidad por planear una recepción en el exterior en Noviembre. Sospechaba que cuando la luz del día comenzara a desaparecer, todos volverían adentro o estarían demasiado ebrios para notar que estaban congelándose.
—Isabella —llamó mamá, su voz resonó por toda la casa, pasando por el entusiasmo y las voces de abajo.
—Será mejor que vaya antes que se enfade —gruñí, apresurándome a deshacer la trenza que había tenido durante la noche. Satisfecha por las suaves ondas en mi cabello, me coloqué una diadema que era del mismo color de mi vestido, encontré mis zapatos, y salí rápidamente de allí antes que mamá viniera.
La cocina era una locura. Familiares que no había visto en mucho tiempo se me acercaban desde todas direcciones, abrazándome, pinchándome y chillando.
La mayor sorpresa fue mi prima Charlotte, que en verdad había crecido y ahora estaba absolutamente encantadora. Ella y yo habíamos sido cercanas de niñas hasta que sus padres se mudaron al sur, a Dublín. Nos habíamos mantenido en contacto con los años a través de la ocasional carta, pero había pasado un tiempo desde la última vez que nos habíamos visto.
—¡Bella! —dijo con entusiasmo, sus ojos iluminados cuando finalmente nos unimos en un abrazo—. ¡No puedo creerlo! ¿Cómo has estado?
—Estoy genial. —Me reí—. ¿Qué hay de ti? Estás hermosa, Charlotte.
—Mira quién habla. —Sonrió con suficiencia, mirándome de pies a cabeza—. La tía Renée me dice que tienes novio ahora.
Sonrojándome ligeramente, puse los ojos en blanco.
—Ella diría eso, sí.
—Y bien, ¿lo tienes? —Charlotte presionó, sus ojos brillantes.
—Así es —dije, asintiendo—. ¿Recuerdas a Alice? ¿Mi mejor amiga? Su hermano.
Charlotte frunció el ceño.
—No lo recuerdo, no. ¿Me lo mostrarás?
—Oh, los verás a los dos hoy, estoy segura —dije, justo cuando mamá se acercaba y me empujaba hacia la puerta.
—Tenemos que irnos, amor. Los chicos están en camino a la iglesia ahora —dijo ella.
—Te veré en un momento. —Charlotte sonrió, saludando ligeramente con la mano.
—¿Quién es esa, de nuevo? —preguntó Alice una vez que nos encontrábamos en el asiento trasero del coche de Pa, la pobre Rose estrujada entre nosotras.
—¿Quién? ¿Mi prima Charlotte?
—Sí —dijo Alice, entrecerrando los ojos pensativamente—. Creo que la recuerdo... ¿Su familia vino a pasar Navidad un año?
—Oh, sí, de hecho —concordé, también recordando—. Eso fue hace un tiempo.
—Hmm. —Alice sonrió con satisfacción—. Le gustaba mi hermano.
—Oh, cielos, aquí vamos —masculló Rose, dejando caer la cabeza en el reposacabezas.
—Vamos, arruinarás las flores —le reprendió Alice, deslizando sus dedos bajo el cuello de Rose para levantar su cabeza cuidadosamente.
—¿A ella le gustaba Edward? —pregunté, tratando de recordar la última vez que Charlotte había estado en la ciudad.
—No sería una boda apropiada sin drama familiar. —Rose suspiró.
—En verdad. ¿No lo recuerdas, Bella? ¿La fiesta? ¿En nuestra casa? Ella estuvo absolutamente ebria después de beber Bailey's toda la noche, e intentó besarlo en el baño.
—¿Qué? —chillé. Esto eran noticias para mí.
Alice asintió sombríamente. Rose puso los ojos en blanco y comenzó a picar sus cutículas.
—Entonces, ¿qué hizo Edward? —pregunté.
—Creo que ella la empujó hacia Emmett.
Ahora Rose la estaba fulminando con la mirada.
—Por el amor de Dios, no digas nada más.
—Em es su primo, Rose. Edward obviamente no lo sabía en ese entonces —le aseguré, antes de voltear de vuelta a Alice—. Bueno, eso es una mierda. ¡Ella fingió no recordarlos a ustedes!
Alice se encogió de hombros.
—Probablemente no lo haga; te digo que estaba completamente borracha.
—Eso es verdad —concedí.
Rose se tensó visiblemente cuando la iglesia apareció a la vista.
—¿Estás bien, Rose? ¿Te sientes nerviosa? —pregunté, dándole un apretón a su mano.
Ella asintió, respirando profundamente varias veces.
—Estará bien —murmuró Alice, dándole unas palmadas a la rodilla de Rose.
—Solo estoy jodidamente nerviosa —dijo Rose una vez que Pa estacionó el coche, su rostro más pálido de lo usual—. No sé por qué.
—Pero eso parece normal, ¿o no? —dije tranquilizadoramente, enlazando mi brazo con el suyo después de habernos bajado del asiento trasero. Los tres caminamos al interior y entonces Alice fue a sentarse con su familia, dejándonos en un pequeño cuarto a un costado del santuario principal donde esperaríamos hasta que llegara el momento.
—Estoy tan contenta que seas tú —le dije a Rose, tocando su hombro—. Tú y Emmett en verdad tienen sentido.
—No comiences ahora, Bella. Necesito sobrevivir a esto sin llorar. ¡Ya estoy muy cerca! —Se rio, frotando ligeramente su vientre. Su vestido se envolvía ligeramente por el frente en una cintura imperio, así la barriga era casi invisible.
—Lo siento —dije—, pero es verdad.
—Gracias. —Sonrió, sus ojos azules llorosos.
Hubo un golpe en la puerta, y entonces Edward la abrió ligeramente.
—¿Puedo entrar?
—¿Ya es hora? —pregunté, abriendo la puerta por completo. Mi corazón se saltó un latido ante lo apuesto que se veía en su traje.
—Lo es, sí. —Sonrió, evaluándome con sus ojos—. Me gusta tu vestido.
—Gracias. —Agaché la cabeza para esconder el tonto sonrojo y giré hacia Rose—. Pa está afuera, ni bien estés lista, sal.
—Estoy lista ahora —dijo, poniéndose de pie y tomando el ramo de narcisos que Alice le había ayudado a armar.
Edward tomó mi brazo y caminamos hacia el vestíbulo, haciendo una pausa frente a las pesadas puertas de madera en la iglesia. Podía ver a Emmett esperando en el altar, aparentemente a kilómetros de distancia, y el primer par de bancos llenos con familiares y amigos.
La verdadera razón por la que Edward y yo habíamos sido emparejados para caminar por el pasillo era porque él era el mejor amigo de mi hermano y su padrino, y como su hermana menor, lógicamente era la dama de honor de Rose. Pero mientras avanzábamos, tomados del brazos, no se me pasaba desapercibido lo apropiado que el escenario se sentía. Podía verlo sonreír por el rabillo de mi ojo, y cuando le eché un vistazo, me guiñó el ojo.
Nos separamos frente al altar así él podía ubicarse junto a Emmett. La música cambió entonces, y los invitados se pararon para ver a Pa acompañar a Rose al altar y luego entregarla.
Eché un vistazo a la multitud, curiosa por ver quién había asistido exactamente. Mamá se encontraba al frente, aferrando el brazo de Pa mientras lloraba abiertamente. No preparada para eso aún, aparté la mirada y vi a varios Provos de la brigada de Edward, incluyendo a Seamus y Donal Murry, reclinados en la última fila.
Entonces divisé a Charlotte, que estaba sentada con su hermana Irina y sus padres, su boca estaba ligeramente abierta mientras observaba a... seguí su mirada... Edward. Poniendo los ojos en blanco, lo miré, solo para encontrar que él me estaba mirando a mí, una expresión curiosa en su rostro. Sacudí la cabeza ligeramente, suponiendo que lo explicaría después.
Cuando mi padre se paró en el altar y con reverencia colocó las manos de Rose en las de Emmett, un nudo se formó en mi garganta. Llorar frente a todas estas personas era lo último que necesitaba, y afortunadamente logré contenerme hasta que el sacerdote le dijo a Em que podía besar a la novia.
Edward me sonrió mientras bajaba los escalones del altar, secando mis lágrimas con sus pulgares antes que giráramos para seguir a la pareja feliz por el pasillo.
—Sabía que llorarías —bromeó.
—Oh, cállate —dije, golpeando su brazo—. ¿No te pareció conmovedor?
—Por supuesto que sí.
—Me encantan las bodas. —Suspiré, notando que nuestros pasos estaban perfectamente sincronizados.
—Lo tendré en mente —dijo—. Ahora, ¿qué te tenía haciendo caras allí atrás?
—Oh. —Me acerqué más a él, manteniendo mi voz conspiratoria—. Mi prima Charlotte solo tiene ojos para ti.
—¿En serio? —dijo, mirando alrededor—. ¿Dónde está?
—La rubia de allí, en el vestido azul. —Asentí hacia donde se encontraba ella. Justo entonces, ella miró a Edward, enrojeciendo de un tono terriblemente tomate cuando se dio cuenta que la estábamos mirando.
—Parece que los sonrojos son de familia. —Se carcajeó Edward.
—Por favor, dime que mi rostro nunca es tan rojo así. —Fruncí el ceño—. Como sea, Alice dijo que Charlotte intentó besarte una Navidad años atrás.
—¿Qué? —Edward rio fuerte.
—Obviamente estabas igual de ebrio.
—Probablemente.
El resto del día es un borrón de comida, bebidas, y brindis para los recién casados. Era difícil creer que Emmett era un hombre casado ahora, y que pronto sería padre. Me preguntaba cómo esto iba a afectar su implicación con el IRA; Rose era dura y muy empática con la causa, pero ni siquiera ella era inmune a la realidad de estar con un voluntario. Las mismas preocupaciones que me pagaban le tenían que estar afectando también.
Al atardecer, se marcharon en el coche de Pa, yendo a una posada en el campo donde pasarían la noche. Ni bien habían desaparecido por la esquina, la celebración continuó, como sospechaba que pasaría hasta que el licor se acabara. Como había predicho, la fiesta tuvo que trasladarse dentro debido a la rápida caída de la temperatura afuera, y pasamos las siguientes horas socializando y bebiendo hasta el olvido.
No es sorprendente que, mientras más borracha se ponía Charlotte, más atrevida se volvía. Al regresar de un recado para mamá, encontré a mi prima en la cocina, cerca de Edward mientras él preparaba otro trago.
—Así que has conocido a Edward —dije, sonriendo dulcemente.
—¡Así es! —Se carcajeó ebriamente—. ¿Cuándo será la boda de ustedes?
Edward resopló, tomando un trozo de jamón de lo que quedaba en el plato y llevándoselo a la boca.
—Buena pregunta —dije, tomando lo que fuera que Edward estaba bebiendo y terminándolo yo misma. Giré hacia él, tocando su brazo—. Necesito algo de arriba.
Él asintió, esbozando una sonrisa deslumbrante a Charlotte.
—Un placer conocerte —dijo, dejándola anonadada y parpadeando detrás de él.
—Eres horrible —dije, jalándolo hacia las escaleras—. Mostrando el encanto de esa manera.
—¿Vamos a hacer lo que creo que vamos a hacer? —preguntó, colocando sus manos en mis caderas mientras avanzábamos por el pasillo hacia mi cuarto.
—No lo sé; ¿qué vamos a hacer? —Me reí nerviosamente.
—Bella.
—Sí —dije, gruñendo con molestia cuando encontré mi puerta cerrada con llave—. Ahora, ¿qué es esto?
—Quizás alguien está durmiendo —dijo Edward, girando el pomo.
—Quizás —refunfuñé, caminando de regreso hacia las escaleras.
—Pero no sé adónde crees que vas —dijo, jalándome hacia el baño y cerrando la puerta.
—Oh, por Dios. —Me reí—. No puedes hablar en serio.
Me empujó contra el lavabo, besándome torpemente y deslizando sus manos por debajo de mi vestido.
—Hablas en serio —gemí contra su boca, estremeciéndome cuando sus manos encontraron mi trasero y me levantaron hacia la encimera. Rodeándolo con mis piernas de inmediato, le devolví el beso con entusiasmo, necesitando sentirlo tan cerca como fuera posible. Enredó sus manos en mi cabello y se movió a mi cuello. Lamiendo y succionando de camino a mi pecho.
Jadeando, pasé mis dedos por su cabello, perdiéndome en las sensaciones dulces y embriagadoras de su boca y sus manos. Se prendió a mi cuello, succionando tan fuerte que dolía, y deslizó sus dedos bajo mis bragas, frotándome.
—Edward —jadeé mecánicamente, tratando de no tirar de su cabello tan fuerte con mi emoción.
—Necesito estar dentro de ti —gruñó—. Ahora mismo. —Bajándome bruscamente de la encimera, me dio la vuelta y me inclinó, así estaba mirando el grifo.
—Por favor —susurró, y escuché el sonido de su cremallera—. Así, ¿puedo...?
—Sí —susurré en respuesta, entendiendo y necesitándolo también.
Bajó mi ropa interior y de inmediato sentí su dureza contra mí. Los pensamientos borrosos de toda mi familia que estaba abajo y lo inapropiado que estábamos siendo pasaron por mi cabeza, pero entonces sus manos estaban en mis caderas y estaba empujando dentro de mí.
Podría haber sido las bebidas, o un resultado de verlo y desearlo todo el día, o quizás era porque estábamos siendo desesperadamente obscenos y dándonos en el baño de arriba... pero él se sentía tan, tan bien. Desplomándome sobre la encimera, mis ojos se cerraron mientras disfrutaba de él disfrutándome, encantada con sus gemidos y suspiros, sus manos y su cuerpo.
—Eso es... tan bueno —chillé suavemente.
—Mmm —Estuvo de acuerdo, moviendo una de sus manos así sus dedos podían jugar conmigo mientras embestía.
Me corrí fuerte, mis rodillas cedieron. Él me siguió segundos después, apenas saliéndose de mí a tiempo; difícilmente podía sentir sus dedos enterrados en mis caderas porque mis músculos estaban derretidos.
—Vaya —susurró, pasando una toalla por mis piernas antes de limpiarse a sí mismo. Tomando mis bragas en su puño, sonrió perezosamente, la viva imagen de la satisfacción. Él me inclinó, gentilmente esta vez, contra la encimera para besarme una vez más mientras yo intentaba bajar mi vestido.
Pero antes que pudiera arreglarlo, la puerta se abrió.
—Necesito... —Charlotte se detuvo, su boca abriéndose—. ¿Qué... están...? —tartamudeó sin sentido, su mirada moviéndose entre Edward y yo sin parar.
Qué bueno que no entró hace cinco minutos o hubiera sufrido un paro cardíaco.
Retorciéndome ligeramente, miré a Edward.
—Genial. No le pusiste llave.
