¡Hola! ¡Buen provecho! Aquí les comparto un capítulo más. Es un Anthonyfic, y como saben, es una publicación sin fines de lucro, por puro cariño al espíritu original de la historia. ¡Les deseo un lindo domingo a cada una! Y gracias por leer. Continuamos…
"UNA VISIÓN DE AMOR"
CAPÍTULO XXV
Entre días de comidas amenas, y noches y días de gran pasión e inventiva, que los llevó a disfrutar de inolvidables e inimaginados escenarios dentro de su acogedora cabaña, los jóvenes esposos Brower amanecieron finalmente abrazados en su habitación aquella primera mañana de navidad, envueltos en la calidez de su propio abrazo y de las finas y gruesas mantas que los cobijaban.
Ambos habían disfrutado la noche anterior de una cena navideña adelantada, hecha por ellos mismos, solicitando a la señora Morris el día antes, les diera únicamente los ingredientes, y ellos cocinarían para la cena del 24 de diciembre, aprovechando que Candy había aprendido mucho en las cocinas de la mansión Britter y Andley. Así habían pasado ambos un día inolvidable cocinando juntos entre risas y situaciones divertidas, convirtiendo a Anthony en un excelente picador de verdura y Candy le había instruido para coser con hilo y aguja el pavo relleno, con grandes resultados.
La pecosa se removió un momento en el abrazo de su esposo, haciendo que Anthony despertara brevemente. Volviendo su vista hacia su dormida pecosa, a quien él mantenía abrazada sosteniendo su desnudo cuerpo junto al suyo, Anthony le sonrió adormilado. Se veía tan hermosa durmiendo con esa sonrisa suave en sus labios y su cabello suelto disperso sobre sus hombros. Con mucho cuidado acercó sus labios a su oído y murmuró, "Feliz Navidad, pecosa mía…" le dijo, suavemente, besando su mejilla, mientras acariciaba su cadera y pancita suavemente bajo las confortables sábanas, con cariño. "Feliz Navidad…"
Candy inspiró adormilada, removiéndose nuevamente, y siguiendo la amada voz que le hablaba, girando su rostro, abrió sus verdes ojos y le sonrió, "Feliz Navidad, mi amor…", le dijo, y viéndolo sonreírle de vuelta, despertándose aún más, la joven esposa se estiró para alcanzar sus apetecibles labios en un sentido e íntimo beso de celebración. Ambos sonrieron suspirando al separarse, uniendo sus rostros, acariciándose con su nariz tiernamente, sintiéndose completamente felices en medio del silencio acogedor de su habitación.
"Es Navidad, amor. Y abajo hay varios regalos que esperan porque los abramos," dijo Anthony luego de un silencio, acariciando distraídamente la espalda desnuda de su esposa, "¿Por qué no bajamos?"
Candy hizo un puchero, incorporándose para verlo. "Pero yo no te traje mis regalos, Anthony.", le dijo. "No sabía que íbamos a venir."
"No te preocupes por eso, amor," acarició su rostro con ternura con su otra mano. "Conociéndote, en realidad me sorprendió mucho que no revisaras los regalos al pie del árbol durante estos últimos días," sonrió divertido, "pero allí encontrarás algunos regalos tuyos que Dorothy me facilitó para poderlos traer y colocarlos al pie del árbol en tu nombre."
Candy lo vio sorprendida. "¡¿En serio?!"
Anthony asintió. "¡Lamento haberlo hecho a tus espaldas, amor!, pero es que tuve que averiguar con ella sobre tus regalos para que no te sintieras triste por no traerlos hoy", se disculpó el rubio.
Candy sonrió. "Usted sí que piensa en todo, ¿no es cierto, señor Brower?", le dijo con una pequeña risita.
"En realidad… solo pienso en ti, pecosa", le dijo enamorado, con una sonrisa encantadora.
"Y yo en ti.", le dijo Candy, colocando su mano sobre la de él en su rostro, en una caricia. Y mirándolo fijamente a los ojos, acercándosele, la pecosa reconfirmó sus palabras con un nuevo beso que luego de unos momentos no dio pie a más conversaciones entre ambos, más que el idioma del amor en sus caricias y la pasión de sus jóvenes cuerpos, avivada por el candor de sus enamorados corazones.
Dos horas después, tras un maravilloso encuentro matutino que duró más de lo que ambos esperaban, los esposos Brower bajaban finalmente juntos en pijama - el único día en que las estaban usando - y con sendas batas - habiendo compartido su primer baño juntos -, ahora llegaban al primer nivel, del brazo, luciendo todavía su cabello húmedo, pero felices de poder abrir juntos los regalos al pie del árbol, como toda una familia, en ese día tan especial.
Anthony sabía bien que debían volver a la mansión Andley esa misma tarde, por eso había insistido en que cocinaran una cena para el día anterior como cena de noche buena, pero le estaba resultando muy difícil tomar la decisión final de continuar con lo dicho a su tío, y no digamos comentárselo ya a Candy. Porque a pesar de haberse llegado ya la fecha, en realidad, él aún no se lo contaba a Candy, y la contenta pecosa en todos esos días ni siquiera había intentado preguntarle cuánto tiempo más se quedarían juntos en ese lugar. Se veía tan feliz y descansada junto a él en ese lugar tan privado y acogedor, que no había tenido él corazón para mencionárselo antes.
"Bien, ¡llegó la hora de los regalos!", dijo Anthony entusiasta, dejando sus inquietudes secretas para más tarde, y colocando su bastón junto al sillón principal - donde había ayudado a su esposa a sentarse hace solo un momento -, y caminando hacia el árbol de navidad, se agachó para escoger uno de los muchos obsequios que se encontraban al pie de este, pero al hacerlo, sin querer, se quejó levemente.
"¿Estás bien, amor?", preguntó Candy de inmediato preocupada, al verlo tocar brevemente su cintura.
Anthony se volvió con una sonrisa, incorporándose. "No es nada, amor. Tomaré otro analgésico después del desayuno y estaré como nuevo."
"Amor…", dijo la pecosa, sintiéndose de pronto culpable de olvidar en su felicidad que su esposo aún estaba en recuperación a pesar de la autorización del médico.
"No te aflijas, princesa", dijo el rubio regresando a su lado y sentándose junto a ella. "No es nada. Viste que antier tomé uno también."
"Por mi culpa.", dijo haciendo un lindo puchero. Anthony sonrió y se agachó hacia ella para besar ese lindo puchero y hacerlo desaparecer con su beso, dejando el regalo junto a ella en el sillón.
"Sin culpas, pecosa…", le dijo él feliz. "Recuerda que dijimos que tomaríamos las cosas como vinieran. Y esto es parte de mi recuperación, Candy. Ya descansaré yo otro día. Por lo pronto, nada me separará de mi preciosa esposa", le dijo besándola otra vez y haciéndola reír a ella en el proceso, al recostarse él más de la cuenta hacia ella, haciéndola inclinarse hasta atrás, recostándola en el respaldo del sillón.
La pecosa rió divertida. "Está bien, amor." Le dijo enderezándose, al él reincorporarse otra vez. "Pero seremos más juiciosos a partir de ahora", le dijo la pecosa nuevamente con una sonrisa.
"Como tú digas, amor.", dijo el rubio sonriéndole. Con esas hormonas, sabía él bien que ella era la primera en olvidar sus propias admoniciones. Y retomando el regalo…
"Bien… ¡Feliz Navidad, amor!", le dijo el rubio, ofreciéndole la caja grande forrada en seda roja, con una bella cinta y moño blanco, que sostenía en sus manos.
"¡Oh, amor! ¡Muchas gracias!", dijo la rubia emocionada, besando sus labios en gratitud otra vez, tras recibir la caja que de inmediato puso en su regazo. Al abrirla, tras jalar del moño y retirar la tapa con emoción, Candy encontró un papel especial y apartándolo encontró una finísima estola blanca de visón colocada delicadamente.
"¡Amor…! ¡Es preciosa!", se sorprendió la rubia llevando su mano a su corazón y luego extendió sus manos para tocar la suavidad del blanco material frente a ella, "¡Ahora estaré calientita cuando salgamos a visitar a nuestros amigos y familia, o cuando vayamos al teatro!
"Es una estola de Mink, amor, y de piel de zorro gris en los bordes." (*)
"¡Es hermosa, Anthony!", se alegró la joven señora, colocándosela de inmediato sobre los hombros. Parecía una hermosa capa blanca que se entrecruzaba al frente muy elegante y femenina, y esponjosa en los bordes y cuello. "¡Gracias, Anthony mío!", dijo la rubia besando a su esposo nuevamente en los labios, en gratitud. "¡Ahora me toca a mí!", dijo emocionada, y dejando su estola delicadamente en el sillón, se puso de pie, y fue al árbol con la alegría de una niña pequeña a ver entre los regalos. Anthony sonrió, adoraba esa frescura y alegría de su pecosa. Esperaba que muy pronto, después de que naciera su primer varoncito, comenzaran la búsqueda para tener una pequeña pecosita. Le encantaría ver a su amada princesa reflejada en una pequeñita tan vivaz y alegre como su esposa.
Candy regresó del árbol con un paquete oculto tras de sí.
"¡Feliz Navidad, mi amor!", le dijo, trayendo con cuidado el regalo al frente, ofreciéndoselo.
Anthony se puso de pie y recibió la caja blanca, envuelta en una cinta roja. "¡Gracias, preciosa!", le dijo y tras un breve beso, con cuidado comenzó a abrirla, bajo la atenta mirada de su pecosa.
"¡Cielos, Candy!", dijo el rubio sorprendido de pronto, "¡Pero ¿cómo es posible?!", dijo asombrado, sacando de la caja otra caja de madera que parecía labrada en cedro, con el símbolo de un ancla y las iniciales Cap. MB en dorado. Al tener únicamente la caja de madera en sus manos y abrirla encontró un telescopio naval de latón finamente decorado con símbolos y medidas, de la época victoriana. Anthony lo miraba con la boca abierta, sin poder creer lo que tenía en sus manos. "¡Es el telescopio naval de mi abuelo!", dijo de pronto asombrado.
Candy asintió. "¿Te gusta?", dijo con una sonrisa.
"¡Por supuesto que sí, amor!", dijo dejando la caja en el sillón y extendiendo el telescopio, quitándole el protector al objetivo o lente final. "Pero… ¿cómo lo conseguiste?", le dijo desconcertado.
"Hace algunos meses, luego de… lo que pasó,", dijo la rubia sin querer mencionar el accidente en ese día tan especial y feliz. "Hablé con tu tío David - el primo de William - luego de la misa de gracias que tuvimos con la familia en la capilla de la Mansión de las Rosas, tras tu recuperación. Y bueno, al platicarle del telescopio que tú tenías de tu padre para ver las estrellas, me comentó que, por casualidad, a él le había quedado el telescopio naval de tu abuelo, y yo le pregunté qué posibilidad había de que yo pudiera comprárselo para ti, por supuesto que no quiso aceptar ningún dinero de mi parte, pero me prometió muy gentilmente que me lo enviaría tan pronto regresara a Londres para que te lo pudiera obsequiar. Fue muy caballeroso de su parte y se lo agradezco mucho.", dijo Candy. "Tenemos que invitarlo a la casa cuando ya nos instalemos, amor."
"Por supuesto.", le dijo Anthony admirando aún el artefacto. "¡Gracias, pecosa!", le sonrió su esposo abrazándola con su brazo libre, besando agradecido sus labios, "¡Eres increíble, amor!", le dijo con emoción y gratitud.
Candy rió, "¡Me alegro mucho de que te gustara, mi cielo!", dijo feliz por su reacción.
A continuación, Anthony le entregó otro regalo, una caja muy bien empacada con listón verde y que al abrirla la pecosa encontró con emoción que contenía un óleo de tamaño mediano de la casa de campo donde se encontraban, vista en invierno, que a Candy, al verla, la hizo llorar de emoción de inmediato, y que ella aseguró mantendría siempre en la habitación de ambos como recuerdo de esos inolvidables días...
Así, tras consolar Anthony con cariño y abrazos a su sensible pecosa por su alegórico regalo, al ella tranquilizarse, ambos siguieron abriendo regalos alegremente. Tras regalarle Candy un bello suéter tejido por ella misma en suave lana azul marino, y un reloj de bolsillo grabado con la fecha del día en que se conocieron, y sus iniciales y la frase "Para siempre, amor… Tu Pecosa"; Candy se sorprendió de encontrar, no solo otros regalos más de Anthony - entre ellos una bella gargantilla de esmeraldas y un libro de primera edición de Orgullo y Prejuicio, que era su favorito -, sino también los regalos de Stear y de Archie, el de Stear - un invento para derretir sellos para sellar cartas que Anthony le aconsejó probar mejor en un ambiente más seguro (el jardín) -, una capa de invierno de parte de Archie y dos vestidos más de la tía abuela; y de parte de William Albert para ambos, las llaves de un auto nuevo Mercedes que encontraron más tarde estacionado en el garaje de esa casa, sorprendiéndolos gratamente, e incluso, también regalos de Charlotte y de Mary Ann, la novia de Charles, siendo estos una hermosa cadena de oro y cosméticos finos de la época para Candy. Los regalos de los padres de Candy para ambos también estaban presentes, siendo uno de ellos una tarjeta donde les decían que la Casa de Campo de Escocia de su Abuela ahora les pertenecía, lo cual les sorprendió grandemente.
Finalmente, viendo todas las cajas abiertas a su alrededor, de regalos abiertos por ambos de parte de su familia y de ellos mismos, "Bien…" dijo Candy. "Creo que abrimos hasta el último, amor.", le dijo contenta, sintiéndose feliz y agradecida por todo el cariño de su familia y amigos, a pesar de no estar con ellos.
"Aún no." Le dijo el rubio con una sonrisa enigmática. "Falta uno más."
"¿En verdad?", se sorprendió la pecosa.
Anthony asintió y poniéndose de pie, la convidó a hacer lo mismo y pasando con cuidado entre tanto regalo abierto, la dirigió de la mano hasta la chimenea.
Y bajo la desconcertada mirada de la rubia, el joven Brower sacó de detrás de la foto de ellos sobre la repisa de la chimenea, un pequeño regalo oculto tras ésta.
"Feliz Navidad, mi amor.", le dijo con una sonrisa, ofreciéndole una pequeña cajita, envuelta en decoración navideña.
"¡Oh, Anthony!… amor… Ya me has dado tanto...", le dijo la rubia con una tierna sonrisa, aceptándolo.
"Este es diferente, Candy. Es un regalo que tenía pensado darte desde hace mucho tiempo. En realidad, vino a mi mente la primera vez que te vi."
Candy sonrió fascinada. "¡¿En serio?! ¡¿Qué será?!", dijo curiosa como siempre, y feliz se dispuso a abrirla, retirando la tapa de la caja fácilmente. Al notar dentro de la caja de cartón una caja más fina de terciopelo, se detuvo sorprendida, y sacándola lentamente, poniendo el empaque sobre la repisa de la chimenea junto a ella, abrió la cajita de terciopelo con cuidado, quedándose de pronto viendo su contenido con una respiración contenida.
Ante ella estaba el más bello anillo que había visto en su vida, el cual brillaba con la luz del lugar, refractando en su piedra de diamante, con corte tipo marquesa, la pureza cristal de su interior. El anillo contaba también con pequeños diamantes que franqueaban la piedra mayor a ambos lados de la argolla que era de oro blanco. La joven se quedó sin palabras.
"Mi dulce Candy…", comenzó entonces el rubio con solemnidad, acercándose a ella, y colocando sus manos en su cintura con ternura, "…sé que las circunstancias de nuestro matrimonio no llevaron el orden normal que esperábamos," le dijo, viéndola fijamente a los ojos, mientras ella sostenía todavía la cajita entre sus manos. "Pero me has hecho el hombre más feliz del mundo al convertirte en mi esposa." Le dijo sincero. "Cuando te pedí matrimonio en nuestra Colina, aquella noche de agosto, lo hice de manera poco ortodoxa, Candy, y no tenía el anillo conmigo al haber sido algo que surgió de mi corazón." Dijo acariciando el dorso de una de sus manos que sostenía la cajita de terciopelo. "Y, sin embargo," continuó él, "tú en cambio, sí me diste esa noche el regalo más grande de mi vida, pecosa… un hijo, nuestro hijo." Le sonrió de manera tierna acariciando su pancita con el pulgar de su otra mano. Luego prosiguió, "El que me dijeras que sí aquella noche, amor, y que luego al tropezar ambos, cayéramos de vuelta dentro de la carpa, fue el momento más mágico y privilegiado de mi vida."
"Anthony…", dijo la rubia, con el corazón acelerado.
"Como te lo dijera esa misma noche, te lo digo hoy… Ahora me perteneces, Candy… y yo te pertenezco a ti en cuerpo y alma… "Para siempre, amor", recalcó.
"Anthony… te diste cuenta", dijo la pecosa entonces comenzando a llorar en silencio, sin apartar su mirada conmovida de él, al él repetir la inscripción en el reloj que recién le regalara. "Lo recordaste…", le dijo entonces entre lágrimas. "Mi amor, lo recordaste…"
"Sí, Candy", le confirmó su esposo con una sonrisa, secando sus lágrimas con una caricia, reviviendo junto con ella, por primera vez luego de su accidente, los instantes compartidos juntos en su primer encuentro inesperado como pareja en aquella noche de verano en agosto.
"Y ahora," continuó él, "este anillo que ya es tuyo, Candy, será el símbolo de esa promesa que te hice esa noche y del compromiso que existe ahora "¡Para siempre!" entre nosotros."
Anthony entonces tomó la cajita de sus trémulas manos y quitado el anillo de la caja y dejando ésta aparte, tomó la mano izquierda de su pecosa, y solemne se hincó en una rodilla ante ella, ganándose una pequeña exclamación de sorpresa de sus dulces labios.
"Candis Rose Britter Brower…" dijo entonces su apuesto esposo, viéndola con total amor, "Te amo. Eres todo para mí. ¿Me concedes el honor de aceptarme otra vez como tu prometido, y aceptas ser mi esposa por el resto de nuestras vidas, sabiendo que te adoro con todo mi corazón?", le dijo sincero.
Candy sonrió emocionada de escucharle y viéndole con igual amor, contestó, "Sí, Anthony. ¡Sí! ¡Por supuesto que acepto, mi amor! - ¡Y yo también te adoro! -", le dijo emocionada.
El rubio con una espectacular sonrisa colocó el anillo en su pequeño dedo anular, calzándole de manera perfecta junto a su argolla. Y poniéndose él de pie de inmediato, la besó con renovada emoción tomándola entre sus brazos.
Tras unos minutos de besos y caricias, y sonrisas en medio de lágrimas de alegría de parte de la pecosa y besos felices de Anthony por su bello rostro, ambos rieron completamente felices, y sin pensarlo, Anthony, la tomó entre sus brazos. "¡Te adoro, pecosa!", le dijo riendo, dándole dos giros en medio de la sala, riendo, olvidando su promesa de no levantarla.
"¡Anthony… tu espalda…!", dijo la rubia aferrada a su cuello, aunque sonriendo.
"Lo siento, amor.", le dijo viéndola con fascinación y besando sus labios brevemente, la bajó de inmediato.
"¿Te mareé, amor?", preguntó de pronto preocupado.
"No, cariño. Estoy bien", dijo Candy acariciando su mejilla. "¿Pero tú estás bien?"
Anthony juntó su frente a la de ella, y le sonrió, sujetando su mano a su rostro, viéndola maravillado. "Mejor que nunca, pecosa.", le dijo sincero.
Candy le sonrió conmovida de vuelta, y besó ella tierna la punta de la perfecta nariz de su marido en respuesta, haciéndolo sonreír aún más, mientras ella cerraba sus ojos junto con él, disfrutando ambos de su cercanía.
"Si esto es un sueño…" dijo la rubia luego de unos momentos, "¡no quiero despertar nunca!", sonrió.
Anthony sintió disminuir de pronto su felicidad al oírla. "No es un sueño, Candy." Le dijo gentil, abriendo nuevamente sus ojos azules, viéndola. "Pero… creo que… sí tendremos que volver con los demás muy pronto."
Candy abrió sus ojos también y lo miró extrañada. "¿Cuándo?", preguntó ella, frunciendo su terso ceño.
Anthony repensó su respuesta, antes de contestarle. "Pues, verás… en realidad le había dicho a mi tío que volveríamos en algunos días a la mansión. Pero ahora…"
Candy se quedó esperando el resto de su respuesta atenta.
"Ahora… creo que tendrán que disculparnos hasta la cena de año nuevo, amor", le sonrió de lado.
Candy sonrió también, "¡Qué bien!", dijo volviendo a verse feliz, y Anthony supo de inmediato que había tomado la decisión correcta para ambos.
"En ese caso," dijo la rubia ilusionada, "prepararé unos platillos más para complementar el resto del pavo que tenemos para la cena de navidad de esta noche. Y hay un postre que me gustaría preparar."
"Te ayudaré entonces, amor.", le dijo el rubio tomando su mano.
"Gracias, cielo. Pero primero serviré nuestro desayuno. ¿Me ayudas con los regalos por lo pronto, amor?", dijo viendo todos los paquetes abiertos y dispersos sobre el suelo y los sillones a su alrededor.
"Descuida, princesa. No te preocupes, yo me encargaré de eso."
"Gracias, Anthony.", dijo la rubia, besando de piquito los labios de su amado con una sonrisa. "Y durante el desayuno quiero que me cuentes todo de cuándo recordaste nuestra noche especial en la colina."
Anthony rió brevemente, "No hay mucho qué contar, pecosa. Lo recordé viéndote dormir la primera noche que llegamos a este lugar."
Candy se sorprendió "¿En serio?", dijo de pronto asombrada. "¿Quieres decir que lo recordaste después de-… después de que nosotros-", la pecosa se interrumpió a sí misma cambiando de expresión, sonrojándose de inmediato, mirándolo con pudorosa pena.
Anthony rió levemente, acercándola a él y abrazándola por la cintura a su pecho. "No te apenes conmigo, amor." Le dijo, viéndola luego a los ojos. "Verte dormir esa noche fue todo un sueño para mí, tal como lo fue esa primera noche de verano en nuestra colina." Le dijo suavemente. "Era imposible para mí olvidarte por mucho tiempo, pecosa, queriéndote como te quiero. Puedo soportar olvidar todo lo demás, menos a ti", le dijo con ternura, y ahora fue él quien besó la punta de su fina naricita suavemente.
Candy le sonrió enternecida. "Gracias, amor… gracias por quererme tanto", le dijo.
"Gracias a ti, pecosa. - por amarme como yo te amo. -", le dijo de vuelta sincero.
Candy sonrió tierna de escucharlo y Anthony se inclinó y la besó nuevamente.
Luego de un momento, Candy sonrió, y tras mirarse unos momentos en silencio. "Bien, prepararé el desayuno entonces.", le dijo apartándose despacio de él renuentemente.
"Y yo organizaré la sala.", le dijo el alto rubio aun sosteniéndola de la mano, sin querer realmente ambos separarse, hasta que al retroceder más ella con una sonrisa, Anthony finalmente la dejo ir.
Y yendo Candy hacia la cocina de la cabaña, Anthony sonrió y se volvió para dedicarse a su tarea de aseo en la sala. A los pocos minutos escuchó a su pecosa comenzar a tararear en la cocina una cancioncita que le había oído cantar antes, cada que ella se sentía muy contenta y tranquila.
Anthony sonrió doblemente complacido al notarlo, mientras recogía el resto de cajas y demás papeles y cintas que habían quedado de tan memorable mañana de navidad, colocando todos los obsequios de ambos alineados sobre una mesa larga que decoraba una de las paredes de la estancia, y sacando el resto de cajas de regalo a la parte trasera de la casa, pasando por la cocina donde ella cocinaba, a una caja de madera en el patio, pegada a la casa, donde colocaban la basura para ser quemada luego por los empleados. Regresando al interior de la cabaña, el joven esposo contempló con una sonrisa cómo su linda esposa colocaba, aun cantando, los cubiertos y tazas para su primer desayuno navideño juntos, luciendo su argolla y su anillo de compromiso por primera vez en su delicada mano. Contemplándola desde la puerta de la cocina, aun no podía creer su suerte. El alto muchacho se recostó en el marco de la puerta de la cocina y cruzando sus brazos, ataviado como ella, en su pijama y bata, la vio embelesado arreglar con esmero la mesa, sintiéndose agradecido con la vida por tenerla a ella y a su futuro hijo con él, en esa segunda oportunidad que sabía el cielo le había concedido de crear junto a su pecosa la vida que ambos habían soñado. Solo esperaba y pedía al Creador pudiera tomar siempre las decisiones correctas para su pequeña familia y para los proyectos que vendrían para ambos en el futuro, haciéndose merecedor de tal oportunidad.
Por otra parte, ya lidiaría él más tarde con la inconformidad de sus suegros y con los reclamos de la tía abuela por faltar a la cena familiar con los Britter y los Stewart esa noche. Aunque pensándolo bien… sí deberían enviar un aviso formal a su tío para que no se preocuparan por ellos. ¿Pero cómo?, pensó el apuesto muchacho, recordando de pronto haber visto algo familiar junto a la casa de la guardianía, al platicar con el señor Morris sobre la limpieza de la casa el día anterior.
Horas más tarde, en la Mansión Andley, uno de los elegantes mayordomos tocaba solemne a la puerta de la habitación del patriarca. Toda la mansión era un bullicio con los últimos preparativos para la cena de esa noche, la tía abuela había sido muy estricta en cuanto a que todo debía quedar perfecto para esa ocasión. Los invitados Stewart, la familia completa, estaría llegando en un par de horas, acercando a las dos poderosas familias que pronto unirían sus destinos con la boda tan esperada de Charlotte y del patriarca.
"Adelante.", se escuchó una voz despreocupada desde dentro.
El mayordomo abrió la puerta y entrando en la gran habitación, encontró al joven patriarca escribiendo unas cartas de último momento en el escritorio junto al ventanal desde donde se veía el jardín nevado. William Albert levantó la vista de lo que estaba haciendo para ver a la persona que había entrado.
"¿Sí, Wilfred?", dijo educado.
"Señor, acaba de llegar este mensaje para usted.", le dijo, aproximándose a él con una bandeja de plata con una pequeña hoja doblada que parecía estar bastante curva. William se extrañó.
"¿Es un mensaje PM?", dijo sorprendido, tomándolo.
"Sí, señor. De una de las propiedades. Llegó hace un momento."
Y al extenderlo, la expresión preocupada del patriarca fue reemplazada rápidamente por una suave sonrisa. "Me lo imaginé.", dijo entonces terminando de leerlo.
"¿Perdón, señor?", inquirió el mayordomo creyendo no haberle oído bien.
"No es nada, Wilfred.", dijo William sonriente, "Solo avísale a la señora Andley que tan pronto pueda - antes de que vengan los invitados -, necesito hablarle."
"Sí, señor. De inmediato." El empleado hizo una leve inclinación de cabeza e hizo el intento de volverse.
"Por favor, espera.", dijo William Albert de pronto. Y tomando una pequeña hoja blanca de su escritorio, se tomó un momento para escribir algo breve en él, y tras firmarlo, agregó algo más, y doblándolo, se lo dio al empleado. "Ten Wilfred, por favor, ve que envíen esto en respuesta."
"Como usted diga, señor", sonrió el mayordomo. Y tras otra reverencia, el mayordomo salió de la habitación.
El patriarca volvió entonces su atención al pequeño papel sobre su escritorio, y tomándolo, lo leyó nuevamente.
Buenas tardes, tío William:
Lamentablemente no nos será posible asistir hoy a la cena. Por favor, discúlpanos con la familia y con los invitados. Los veremos para la cena de Año Nuevo. Candy manda un afectuoso y especial saludo a sus padres. Por favor, discúlpanos también con ellos.
Con gratitud, tu sobrino,
Anthony B.
P.D. ¡Muy Feliz Navidad para todos, tío! ¡Y gracias por el auto y por ayudarme!
William sonrió.
En otro lado de la propiedad, cerca de las caballerizas, uno de los empleados tomaba a una paloma blanca que estaba gorjeando dentro del palomar protegido del frío del invierno, colocando un pequeño mensaje en su pata y caminando frente a la caballeriza, la soltaba para volar libre por los jardines nevados cercanos y luego, siguiendo su entrenamiento, dirigirse al blanco horizonte, rumbo a una cabaña no muy lejana, con un breve mensaje de su patrón.
Querido sobrino:
¡Feliz Navidad también para ustedes! ¡Qué bueno que les gustó mi regalo! No te preocupes, yo le avisaré a todos. Hablaremos sobre su proyecto a su regreso. Que pasen un feliz descanso.
Abrazos,
William A.
P.D. Me trajo muchos recuerdos recibir un mensaje tuyo por este medio. Hasta pronto.
Continuará…
¡Mil gracias por leer!
Como ven, ¡nuestros rubios se niegan a dejar su paraíso personal! ¡Ji, ji, ji! - ¡Bien por ellos! -
(*) Lamento mucho la alusión a una prenda con piel animal de visón (Mink), espero no haber ofendido a nadie, pero en esa época era algo completamente aceptado, y no había piezas sintéticas para reemplazarlas para los ricos. Y en cuanto a la piel de zorro… ¡ese sí me las debía desde la cacería original! ¡Ja, ja, ja! – No, ¡mentira! – ¡pobrecito también! ¡Ji, ji, ji!
Muchas gracias, amigas, por comentar. ¡Gracias queridas Mayely león (¡Dos veces gracias, amiga!), Anguie, Sharick, Guest 1, y Guest 2, (¡A las cuatro les agradezco de corazón!), y Mitsuki Leafa (¡Gracias por comentar otra vez, Mitsuki! Y que alegre que te animes a abrir una cuenta. Gracias por seguir esta historia que escribo, y en cuanto a qué decir al comentar, no hay pena, lo que tú quieras. Yo cuando comento en otras historias pongo cosas que me impresionaron, o gustaron de la narración o que me preocupan. Pero lo importante es leer y disfrutar. ¡Ji, ji! ¡Te envío un fuerte abrazo, amiga!) y gracias, Julie-Andley-00 (¡Con mucho cariño, Julie! Espero estés bien. ¡Un abrazo!) ¡Y saludos, Georgy!
¡Y gracias a todas y cada una de las demás lectoras por alegrarse por los rubios en estos capítulos!
¡Bendiciones a todas!
Con cariño,
lemh2001
21 de enero de 2024
P.D. Actualizaré el jueves 25 de enero. ¡Hgs!
