¡Hola a todas! Aquí les dejo un capítulo más de esta historia. ¡Muchas bendiciones!
"UNA VISIÓN DE AMOR"
CAPÍTULO XXVIII
"¡¿Que iniciarán una fundación?!", se sorprendió la señora Elroy, en el despacho de la Mansión de Lakewood, el 26 de febrero.
"Así es, madame", le respondió el atento administrador de la familia Andley.
"Pero, George, ¿Anthony puede hacer ese tipo de trabajo ahora? El doctor dijo que tenía que esperar un año antes de trabajar otra vez. - William -", se volvió hacia su otro interlocutor en el salón. "Debes hablarle."
Recostado en su gran silla, a la cabeza de su escritorio, William Albert la miraba con su brazo recostado en el brazo de su sillón, y su mano sobre sus labios, su índice tocando distraídamente sus labios escuchando la conversación. Él suspiró entonces, irguiéndose, "Anthony lo sabe ya, tía." Le dijo. "Sin embargo, el proyecto será realizado por personal contratado directamente para su ejecución, la idea original es de Candy y de Anthony, y ellos velarán porque se siga la normativa y la planificación del plan de negocios en esta etapa de permisos e infraestructura. Ahora solo es revisión."
"Pero aún si es el inicio, William, esa revisión requerirá de trabajo y esfuerzo de su parte. No quisiera que por lo bien que se ha sentido las últimas semanas, Anthony olvide el cuidado que debe tener para consigo mismo. Es muy loable su idea, pero no a costa de su salud. Sabes bien que aún padece de lagunas en su memoria, y que el estrés de su mudanza el mes pasado, exigió que descansara a la siguiente semana en cama un par de días por instrucciones del doctor Miller.", dijo la elegante dama, con preocupación, sin saber la verdadera razón detrás de su cansancio. Ella misma le había ido a visitar de inmediato, al enterarse esa vez.
"De acuerdo, tía. Tiene razón. Iré a hablar con él antes de mi viaje a Chicago. Tenía planeado entregarles la documentación de los avances del proyecto este fin de semana, pero creo que mejor los visitaré esta misma tarde."
"Gracias, hijo.", dijo la anciana aliviada. Si había alguien que podía convencer a su nieto menor – al menos en cuanto a negocios se trataba –, ese era su sobrino William.
"Bien, señores Andley, yo me retiro.", dijo cortés el elegante caballero de bigote delgado y porte inglés, tomando un grupo de carpetas que el patriarca tenía ya vistas y firmadas para él y guardándolas en un gran maletín.
"Sí, muchas gracias, George," le dijo William Albert.
"Madame."
"Gracias, George.", dijo también la señora Andley. "Y buen viaje.", agregó.
"Gracias, madame."
George Johnson hizo una leve reverencia y salió del despacho rumbo a la estación, para alcanzar el tren de la tarde rumbo a Chicago, el chofer lo esperaba ya abajo, el eficiente administrador se había quedado un par de días en la mansión trayendo documentación y haciendo revisiones de los asuntos del consorcio junto con el patriarca. La señora Elroy caminó entonces hacia el alto ventanal tras el escritorio de su sobrino y se quedó pensativa viendo hacia el exterior. Todo el jardín era un blanco paisaje alrededor de la Mansión de las Rosas.
"Desde que los chicos se fueron a principios de febrero, esta casa se quedó más callada que de costumbre.", dijo la seria señora. "Y ahora tú también te irás.", dijo la anciana con añoranza.
William se sorprendió. No era común que su tía se quejara por quedarse sola por temporadas por los viajes de ellos.
"Tengo que ir a adelantar varios asuntos antes de mi boda, tía abuela. Además, recuerde, tía, que el viaje de los muchachos tiene un buen propósito."
"Eso espero.", dijo suspirando y volviéndose a verlo. William se puso de pie y fue hacia ella.
"El Consorcio tiene buenas posibilidades de expansión en ese país como usted bien sabe. Ya no queremos ser únicamente compradores, como veníamos siendo hasta ahora, sino ahora será importarte convertirnos también en inversores fuertes en el país. Canadá tiene mucho potencial para nosotros, sobre todo ahora con la guerra."
"Sabes tan bien como yo que ese no fue el propósito real del viaje de Archie y Stear a ese país, William.", dijo la dama, viéndolo con seriedad.
William Albert se quedó callado. No quería traicionar la confianza de sus sobrinos.
"No fue difícil de adivinar. El clima no es el mejor en estos momentos como para que estuvieran tan ansiosos de marcharse." Comentó la segura dama. "Espero me den la buena noticia a su regreso, cuando vengan para el nacimiento del hijo de Candy y Anthony. Lo bueno es que Annie y Patty prometieron venir también en abril, por si se adelanta el nacimiento del pequeño. Anthony dice que espera nazca hasta mayo, según lo esperado. Pero con los primerizos nunca se sabe."
William sonrió. "Eso tengo entendido, tía." Dijo hablando solo de lo último. "Pues esperemos tenga usted razón, y salga todo bien", fue el único comentario del patriarca. "Bien, terminaré con esta papelería que me falta, y luego la alcanzaré a tiempo para almorzar.", dijo el patriarca regresando a su escritorio.
"Como digas, William. Estaré en mi sala de costura si me necesitas."
William asintió. "Gracias, tía."
Horas más tarde, Anthony se encontraba revisando una papelería del personal para su proyecto, así como unos planos de construcción, cuando tres toques a la puerta de su despacho en la mansión Brower llamaron su atención.
"Adelante.", dijo distraídamente.
La puerta se abrió y Candy le sonrió abriendo la puerta completamente a una de las doncellas que venía con ella, y que llevaba una gran bandeja de plata.
"Es hora del té, amor". Le dijo su esposa con una sonrisa, mientras en una mesita la doncella colocaba la bandeja con el servicio de té para los dos en la salita aledaña dentro del despacho, junto con varios servidores altos de plata con sándwiches pequeños de pepino y pastelillos delicadamente preparados. Anthony sonrió.
"Gracias, amor." Le dijo, y poniéndose de pie, dejando la documentación, tomó su bastón y caminó hacia ellas.
"Gracias, Madeline.", dijo la rubia, despidiéndola.
"Un gusto, señora.", dijo la doncella y haciendo una pequeña reverencia se volvió, "Señor", dijo cortésmente la joven, y Anthony le sonrió.
"Gracias, Madeline.", le dijo al cruzarse con ella, y la joven lo vio con ojos sorprendidos y haciendo una rápida reverencia, aunque innecesaria porque ya había hecho una, salió del despacho, cerrando la puerta tras de sí.
"¡Qué guapo…!", se escuchó la exclamación de la joven tras la puerta, llamando la atención de ambos esposos desde el otro lado de ésta en el despacho. Candy frunció el ceño de inmediato, y Anthony volviéndose a mirarla, viendo su expresión indignada, no pudo sino reír brevemente.
"No es gracioso, Anthony", dijo enfadada la pecosa, terminando de servir la tasa de té para él y ofreciéndosela al tiempo que él se sentaba en el sillón, junto a ella.
"Es solo una niña, amor.", le dijo descartando la importancia de lo sucedido.
"Tiene 15 años, y la contraté para ayudar a la señora Aurora de las cocinas porque es su nieta y necesitan el dinero, pero no toleraré ese tipo de comportamientos.", dijo molesta tomando su taza de agua caliente y limón. Su linda pancita de casi siete meses se veía mucho más ahora, en su lindo vestido de seda y encaje blanco.
Anthony la vio con una sonrisa. "Nunca antes me había usted celado tanto, señora Brower", le dijo divertido, tomando de su té.
Candy se le quedó viendo. "¿Quién dice que no?", dijo sorprendida, "Prácticamente tuve que cambiar todo el servicio de mucamas por señoras mayores en la otra casa durante tu recuperación."
Anthony la vio sorprendido, "¿Qué hiciste qué…?", le dijo atónito.
"Me dio mucha pena con la señora Elroy, pero tuve que insistir en unos cambios al escuchar a varias de ellas hacer comentarios inapropiados a mi parecer sobre tu persona. Solo Dorothy se mostró digna de mi confianza en apoyarme en tu cuidado durante esos meses. Y… bueno, averigüé que ella ya tenía novio y que lo quería mucho", admitió apenada.
Anthony comenzó a reír ahora sí abiertamente.
"Amor, no te rías.", dijo la joven ofendida. "No es de risa."
En eso tocaron a la puerta nuevamente, y está vez, Anthony interrumpió su risa e instruyó, "Adelante.", dijo aún con una bella sonrisa, viendo a su pecosa con nuevos ojos. No sabía que fuera tan decidida.
"Señor Brower, disculpen la interrupción", dijo el mayordomo principal con seriedad, viendo que estaba acompañado. "Señora.", la saludó. Candy asintió hacia él, intentando no dejar notar su todavía molestia. "Tiene visita, señor. El señor Andley acaba de llegar y preguntó por usted."
"¿Mi tío?", dijo el rubio, "Por favor, Wilber, hazlo pasar de inmediato, lo recibiremos aquí.", dijo olvidando de pronto su conversación, y dejando su taza sobre la mesita.
"Qué extraño.", dijo la pecosa. "Creí que lo veríamos hasta el fin de semana."
"Habrá surgido algún problema con alguna documentación del proyecto", supuso su esposo.
En aquel momento entró William Albert con una sonrisa, aproximándose de inmediato a saludarlos. Candy se acercó tras levantarse con la ayuda de su esposo y le dio un breve abrazo al recién llegado y Anthony estrechó su mano. "Tío qué bueno verte. ¡Bienvenido!" Le dijo él con una sonrisa amplia. "Por favor, toma asiento."
"Nos alegra verte, William", sonrió Candy tras abrazarlo, regresando con ellos a la salita del despacho. "Y llegaste justo a tiempo para el té." Le dijo feliz, sentándose otra vez. "Wilber," dijo Candy, viendo al mayordomo que estaba aún a la puerta del despacho, esperando instrucciones, "¿Podrías, por favor, pedir a la señora Aurora que envíe otro juego de taza para el señor? Pero que envíe a la señora Magda a dejarlo, por favor.", dijo con una suave sonrisa. "Gracias."
"De inmediato, madame.", dijo el elegante mayordomo y se retiró.
"Espero no interrumpir nada," dijo William divertido al ver a los rubios entrecruzar miradas cómplices al retirarse el mayordomo, sin comprender bien su significado. Anthony solo sacudió su cabeza con una sonrisa divertida hacia la rubia, pero luego dirigió su atención de vuelta a su visita - ya hablaría con su pecosa al respecto más tarde -.
"Por supuesto que no, tío William.", dijo Anthony, volviendo a la plática. "Ésta es tu casa y lo sabes bien. Puedes venir cuando tú quieras. Pero… ¿a qué debemos el honor?", inquirió.
"Pues… en realidad, pasaba por el pueblo haciendo unas diligencias y decidí darme una vuelta por acá antes de la cena", mintió. Su mirada se desvió momentáneamente al escritorio.
Anthony siguió su mirada y comentó con una sonrisa, "Estaba revisando la curricula que George trajo esta semana sobre los posibles candidatos para las dos primeras sedes en Chicago y Michigan. Varios de ellos me parecen ser muy buenas opciones. Los costos y las posibles ubicaciones las vimos con Candy antenoche y hay varias que nos parecen viables, pero estaremos seguros hasta ver los presupuestos de remodelación."
"De hecho," dijo William, "los tengo ya, me los trajo George hace dos días."
"¡Qué bien!,", sonrió su sobrino. "Los veré tan pronto me los envíes." Le dijo.
"Y sobre eso justamente me gustaría platicar contigo, sobrino", se animó a continuar.
Dos toques a la puerta y ésta se abrió.
"Con permiso", dijo la señora Magda, una gentil señora de 52 años que, llevando una taza y platito sobre una bandejita, se aproximó a ellos.
"Gracias, Magda", dijo Candy tomando la taza. "Eso es todo, puedes retirarte. Yo lo serviré", dijo Candy dulce a la gentil empleada y ella y el mayordomo se retiraron dejándolos solos otra vez.
"Con leche y con un terrón de azúcar, ¿verdad, William?", preguntó afable la pecosa al patriarca.
"Sí, Candy, por favor. Muchas gracias.", le sonrió el rubio mayor. Y Candy se puso a preparárselo. Luego de un momento…
"Anthony…" continuó él.
"¿Sí, tío?", su sobrino lo vio con simpatía.
"Aquí tienes, William.", dijo la pecosa.
Y recibiendo la taza de té de manos de Candy, le sonrió, "Gracias.", dijo dándole luego un breve sorbo. Luego, se le quedó viendo a su sobrino otra vez, y sabiendo que él no intentaría ocultar nada a su esposa, decidió hablar de una vez. "Sabes, Anthony, estaba pensando que, talvez por estar todo aún en su fase inicial, sería conveniente que ambos, tú y Candy, le dieran un poco más de tiempo al proyecto, antes de involucrarse tan directamente en él."
Anthony se extrañó de escuchar sus palabras. "¿Por qué lo dices, tío William?" preguntó. "¿Acaso piensas que no es el momento indicado por la guerra? Hasta ahora todo ha fluido sin problemas, a pesar de eso, y los permisos por experiencia sé que tardarán en salir varios meses antes de poder iniciar oficialmente con la fundación como tal."
"Eso es cierto, sobrino, pero…", dijo William, quedándosele viendo con intenciones de inventar algunos problemas administrativos, pero conociendo la suspicacia de su sobrino, decidió irse mejor por la verdad. "Lo que sucede, Anthony, es que… la razón por la que hemos prescindido de tu ayuda hasta ahora en el Consorcio es exactamente por la necesidad de asegurar un descanso para ti."
Anthony se molestó de inmediato, viendo por dónde iba en realidad el asunto.
"No soy un impedido, tío." Le dijo Anthony firme, pero con clara serenidad. "Sufrí un accidente hace unos meses, es cierto. Pero no tengo problemas con mi lucidez. No estoy abusando en mi condición. A penas si tomo unas pocas horas para revisar la papelería que me envías.", dijo.
William solo guardó silencio, mirándolo.
"¿No será, tío, que lo que sucede en realidad aquí es que no me crees capaz de lidiar con un proyecto de semejante envergadura?", preguntó de pronto desconfiado. "¿Acaso temes que solo termine perdiendo la mitad de la herencia de mi madre? ¿y que lleve a la fundación a un vergonzoso fracaso?" Candy se preocupó de escucharlo y de ver el cambio en su actitud.
"No, Anthony. Por supuesto que no es nada de eso" respondió su tío enérgico. "Yo sé que no hay persona más capaz que tú para llevar a buen término este proyecto, pero por el momento, Anthony, no es el tiempo adecuado para ti. Luego de los permisos, como dices bien, vendrá el proceso de revisión de las propiedades y su remodelación, comenzar la asignación de responsabilidades, personal, presupuesto, estatutos, supervisión… y bueno…" suspiró. "Es un esfuerzo físico y mental que el médico nos advirtió debe limitarse para ti en este primer año."
Anthony se puso de pie de inmediato frustrado, caminando hacia su escritorio, viendo la documentación todavía explayada sobre este.
"¿Y qué aconsejas hacer entonces, tío?", habló estando de espaldas aún a ambos, tocando el escritorio con una de sus manos. "¿Que las madres solteras que tendrán problemas este año que viene mueran de hambre o abandonen a sus hijos sin contar con ningún apoyo o albergue porque yo me canso de leer y de revisar documentos? ¿Teniendo que esperar un año más para recibir algún tipo de ayuda o alivio a su pena?", dijo volviéndose a él con expresión inconforme.
"Anthony…", dijo Candy sorprendida de ver cómo le hablaba a su tío.
William se puso de pie. "No, sobrino.", le dijo él con total calma, dejando su taza sobre la mesa. "No es eso de lo que te hablo."
"¿O es que niños huérfanos deben seguir siendo recibidos en lugares sin gente preparada o abusiva, sin recursos para su manutención o asistencia médica, porque yo todavía estoy convaleciente?", insistió.
"Anthony, sabes muy bien que no me refiero a eso. - No te ofusques, por favor -", insistió el patriarca ahora enérgico también. "Y aunque sí, el propósito de ustedes es encomiable, debes admitir que pasará algún tiempo antes de que pueda alcanzar a tanta gente como ustedes pretenden. Pero para que ese día llegue, debes entender también que tú y Candy deben estar bien y en perfecta salud para que esta idea prospere. Un debilitamiento tuyo por prescindir del consejo médico ahora no es lo más recomendable para su proyecto, sin mencionar para el bienestar de tu esposa y de tu futuro hijo", le recordó.
Eso, como esperaba, hizo reaccionar de inmediato a su sobrino, al volver este su vista a la rubia que ahora también de pie le veía preocupada con su linda pancita.
"No es para molestarte que te aconsejo que lo dejes por un tiempo, Anthony." Le dijo el patriarca caminando hacia él y mirándolo a los ojos. "Nosotros con George te ayudaremos a que los trámites mantengan el ritmo que hasta ahora han llevado, si es eso lo que quieres y te preocupa que haya un atraso en su legalización. Pero sí te agradeceríamos que considerases dejarlo todo en nuestras manos por el momento, que veamos el personal, la construcción, y posibles presupuestos. Claro que consultaremos con ustedes todo, pero será solo para decisiones finales, como hacemos con la junta directiva del Consorcio. Y así, como pidiera el doctor Miller, asegurar darle un descanso a tu cuerpo de todo estrés innecesario. Y esto lo sería, Anthony. Por menor que parezca tu esfuerzo. Yo sé mejor que nadie que un asunto de negocios no termina en la mesa de negociaciones. Está presente en la mente del negociador hasta su consolidación. Compréndeme.", le dijo William, apoyando su mano sobre el hombro de su sobrino. "Solo quiero lo mejor para ti. Todos lo queremos.", le dijo.
Para su sorpresa y alivio también, el muchacho no se apartó de su toque, sino que lo miró con expresión seria y luego contrita.
"Eres muy importante para nosotros, Anthony." Se animó a continuar el patriarca. "Sabes que no hay otra razón para insistir en esto.", le dijo con sinceridad.
"Lo entiendo, tío." Le dijo Anthony, luego de un momento, exhalando con cansancio. "Perdona tú que me haya ofuscado yo tanto hace un momento, pero… es que… veo a Stear y a Archie apoyarte y yo… bueno, no es fácil para mí quedarme de brazos cruzados sin hacer algo en estos momentos difíciles para el país", admitió. "Mis primos están capacitados, lo sé. Pero me gustaría hacer más para ayudarte, no solo en este proyecto, sino para el consorcio. Sé que las empresas Andley están pasando también un momento difícil por la guerra, y que por eso Archie está en Canadá. Stear logró un contrato con el gobierno y eso ha ayudado bastante recientemente aquí, pero…"
"El consorcio está bien, Anthony. Dentro de lo que cabe. Pero está bien. Deja eso en nuestras manos. Ya me cobraré yo más tarde todos los viajes y reuniones de negocios que crees debernos ahora, y te los pasaré para más tarde." Luego sonrió, "Aunque dudo que quieras compensarlos entonces cuando su pequeño ya esté con nosotros, y no quieras ya apartarte de Candy y de él."
Eso hizo relajarse a su sobrino. "Tienes razón, tío.", le sonrió otra vez. "Quizás deba ver este descanso obligado como una oportunidad única de darle a mi familia todo mi tiempo y atención que talvez después no me sea tan fácil conseguir.", dijo mirando a Candy con amor. La pecosa de inmediato se aproximó a ellos y lo abrazó a él con una sonrisa.
"Anthony…", dijo contenta, abrazándole.
William asintió complacido ante la escena. Y Anthony sonrió, devolviendo el abrazo a su pecosa y luego, con ella a su lado, miró otra vez al patriarca.
"Gracias, tío William." Le dijo sincero. "Como siempre, te agradezco que te preocupes tanto por mí."
"Con todo cariño, sobrino.", asintió William Albert, sintiéndose doblemente aliviado de haberlo logrado convencer.
"Y por favor, dile a la tía abuela que también se lo agradezco." Agregó el joven Brower, con una sonrisa de lado.
El patriarca se sorprendió, pero sonriendo asintió otra vez. Ambos la conocían muy bien como para saber que ella también estaba detrás de su petición.
"Muchas gracias, William.", dijo entonces la pecosa. "Ahora insistiré en que te quedes a cenar con nosotros hoy, así podrás contarnos todos los pormenores de los arreglos de tu próxima boda. Recuerda que con Charlotte a penas si pudimos platicar antes de que avisara de su viaje junto a su padre a Chicago para ver todo lo de su vestido y ajuar."
William sonrió recordando a su Charlotte tan emocionada con el viaje y con el hecho de que él los alcanzaría al mes siguiente de su partida.
"Gracias sí, Candy. Por supuesto que acepto la invitación. Y aunque no lo creas, la que más sabe de mi boda es la tía abuela, así que solo te repetiré lo último que ella me ha dicho al respecto esta semana." Los tres rieron por el comentario.
Y como la familia cercana que eran, los tres departieron felizmente en el gran comedor, degustando una deliciosa cena con menú francés que Candy había programado para esa noche, y entre bromas y situaciones divertidas, la tertulia se extendió hasta entrada la noche.
Al salir finalmente de la mansión Brower, y ser despedido el patriarca por sus enamorados anfitriones, yendo ya de regreso hacia la Mansión de las Rosas en uno de los vehículos conducido por uno de sus choferes, William hizo una anotación mental de avisar a sus sobrinos en Canadá de no volver a comentarle nada estresante sobre los negocios de la familia a Anthony en el futuro, tanto en sus conversaciones como en su correspondencia con él. Le molestaba no haberlo considerado antes él mismo, pero con tanto problema en el Consorcio se le había pasado por alto. La guerra creaba incertidumbre para su país, Anthony tenía razón. Los ataques alemanes a los buques comerciales y las tropas americanas ya en Europa, convertía ese año en un año decisivo para la producción industrial del país. De hecho, se había incrementado la producción de armamento y equipo desde finales del año pasado. Y los Andley y el Consorcio Andley estaban listos, haciendo su mayor esfuerzo en apoyar los esfuerzos de guerra, tanto en su país, como ahora también, en Canadá.
Esa misma noche…
"Todo bien, amor. Ya llegó.", dijo el rubio menor entrando a la habitación casi a la medianoche.
"Qué bien.", dijo Candy pensativa. "¿En serio estás colocando la mitad de la herencia de tu madre en este proyecto, Anthony?", le preguntó la pecosa ya cambiada y recostada en los almohadones sobre la labrada cabecera de su señorial cama, viéndolo apagar la luz principal, dejando solo la luz de la lámpara sobre la mesa de noche de su lado, y el acogedor resplandor de la chimenea de la habitación. Antes de acostarse, Anthony había bajado un momento a llamar a la mansión Andley para verificar que su tío hubiese llegado con bien a pesar de la nevada que comenzó tras su partida.
"Pues…", dijo el alto joven retirando su bata color azul, y colocándola al pie de la cama, para luego entrar bajo las sábanas, y sentarse junto a ella. Él tomó su mano sobre la cubre cama, mirando su pequeña mano entre la suya, sentado y recostado también en las almohadas contra la cabecera.
"No es la mitad en realidad, Candy. Pero sí una cantidad importante.", admitió.
"¿Por qué no me lo habías dicho, amor?", dijo ella preocupada. Él le sonrió.
"No lo pensé importante en su momento. Además, a pesar del monto, tenemos lo suficiente para ponerlo en movimiento, Candy. Y como lo planeamos, el proyecto se financiará al inicio con nuestros recursos, pero como hablamos, luego estableceremos alianzas para su sostenimiento. Considerando los posibles beneficios para tantos, bien vale la pena el riesgo."
Candy sonrió viendo su mano también en la de él, estrechándola con cariño. Se sentía tan bien sentir su mano estrechando la suya, la hacía sentirse más cerca de él, más unida a él… amada… y protegida…, y… ahora tras escucharle, todavía más orgullosa.
"Está bien.", le sonrió su pecosa. "Lo haremos juntos.", le dijo feliz. Anthony le sonrió de vuelta, besando su cabello y abrazándola hacia sí.
"Me alegra que William haya venido y que se preocupe tanto por ti.", le dijo ella sincera, recostada ahora en su pecho, tras su abrazo.
Él suspiró. "Sí, yo también. Pero igual, Candy, de alguna manera me siento aún dejado un poco de lado con todo esto.", dijo sincero y un tanto cabizbajo.
Candy se incorporó. "Amor, eso no es así. Solo será por un tiempo", le dijo, tomando su mano otra vez. "Es necesario. - ¿Recuerdas que anoche te dolió mucho tu cabeza? - De seguro fue por estar revisando tanta documentación por la tarde. Igual pasó la semana pasada que trajeron los planos de la posible sede en Chicago", le recordó.
Anthony le sonrió dándose por vencido. "Está bien, amor. Lo dejaré por la paz", reconoció. "Te lo prometo."
Candy le abrazó riendo. "¡Gracias, amor!"
"Y bien… y ahora que hemos llegado a un acuerdo de no realizar trabajo de oficina… me pregunto, ¿ahora a qué dedicaré todo mi tiempo libre?", le dijo, mirándola con una sonrisa.
Candy alzó su ceja, con expresión inocente. "Pues… algo se nos ocurrirá, señor Brower…", acarició su pecho con su dedo sobre su pijama, sonriéndole seductora.
"Te recuerdo, amor, que el doctor Miller ya nos restringió eso también, a solo dos días por semana", le advirtió alzando su ceja también. "Y solo hasta fin de mes y principios de marzo, por tu embarazo. Ya en la segunda semana de marzo estaremos en restricción otra vez."
Candy hizo un lindo puchero al recordarlo. "Es verdad…" Y Anthony sonrió divertido por su olvido.
"Aunque ¿sabes?", le dijo Anthony para sacarla de su desánimo, "Hay otras cosas que podemos hacer también para distraernos."
"¿Cómo qué?", le dijo curiosa.
Anthony rió otra vez, ¡se veía tan adorable con sus lindas pecas mirándole así! y él continuó, "Pues… siempre quise aprender a pintar en acrílico o en óleo, amor."
"¿En serio?", la rubia se sorprendió.
"Y aunque Archie siempre se jactó de ser el mejor al piano, me gustaría recordar cómo tocar también. Al menos dos o tres melodías. Aprendí un poco a los siete años, pero luego lo dejé y no volví a intentarlo."
"Amor, me encantaría ayudarte con eso.", dijo entusiasta de nuevo su pecosa. "La señorita Leroy, en Londres, me dijo que tenía madera de maestra. La ayudé dos veces a enseñarle a dos de las chicas más jóvenes del colegio, cuando a veces ella tenía reunión en la dirección. O me pedía que las apoyara."
"Pues… aquí tienes tu primer alumno en América, amor.", le dijo sonriente su guapo esposo.
"Aunque aún en eso deberemos ser precavidos, Anthony. Veremos solo dos melodías sencillas que tú escojas para no sobrecargarte."
"Como usted diga, mi hermosa maestra y enfermera Brower", aceptó su esposo, besando sus labios dulcemente. El beso se extendió, pero no pasó a más a fuerza de voluntad de ambos.
Candy sonrió al concluir su romántico beso, y lo miró a sus ojos azul celeste. "¿Y con tus clases de pintura?", preguntó entonces.
"Pues… creo que Wilber mencionó que al pueblo de Lakewood había llegado hace unos meses un maestro de pintura, que había abierto un pequeño local para mostrar sus obras. Podría preguntar si estaría dispuesto a darnos clases. ¿Quizás esté interesado?"
"¡Qué bien! ¡Por supuesto que me apunto a aprender contigo!"
"Y, aun así, haciendo esas dos cosas - hasta que nazca nuestro hijo en mayo - tendré demasiado tiempo extra en mis manos, pecosa. Incluso solo hasta en abril podré hacerme cargo del rosedal de esta casa como para distraerme en eso también."
"Puedes intentar escribir algo mientras tanto, amor.", dijo la pecosa.
"¿Escribir? Pero… ¿sobre qué? -", el rubio la vio extrañado.
"Tus memorias… o una novela de misterio…. o una de amor.", le sugirió ella emocionada con su última idea. "Usted es muy romántico, mi Príncipe de las Rosas.", le sonrió enamorada, estirándose a besar con suavidad sus masculinos labios otra vez.
Anthony sonrió en medio de su beso. "¿Lo soy?", le dijo divertido, viéndola a sus verdes y enamorados ojos, sin separarse mucho de ella.
"¡Uy!", dijo ella de pronto, poniendo su mano en su pancita y agachándose con dolor.
"¡Candy! ¡¿Estás bien?!", dijo preocupado de pronto el rubio.
Continuará…
¡Gracias por leer!
Gracias como siempre por sus comentarios al capítulo anterior. Me alegra que les haya gustado. Muchas gracias, Anguie, Sharick, Guest 1, Julie-Andley-00, Mayely león y GeoMtzR por tomarse un tiempo para comentarlo.
¡Y que tengan mañana un feliz inicio de semana!
lemh2001
4 de febrero de 2024
P.D. Se actualizará el jueves 8 de febrero.
