— No puede recibirla en este momento, señora Uchiha. Por favor, tome asiento.
Hinata oculto su mueca y sonrió a la joven secretaria de su marido. Se volvió y caminó hacia los grandes sillones y tomó asiento con elegancia. Puede que ella no tuviera la "refinada" educación de los Uchiha, pero los Hyuga habían tenido algo de poder. En su infancia fue educada para ser una perfecta señorita, siempre educada y amable. Las costumbres eran difíciles de derribar.
A ella le habría gustado ser educada como un hombre, ellos tenían más libertades que las mujeres. Si hubiera sido un hombre, era seguro que no estaría en esta posición, pensó con amargura. Puede que a Sasuke le hubieran obligado a casarse con ella también, pero él tenía una mejor posición. No lo estaban obligando a que la embarace, cosa que hacía difícil la tarea de Hinata.
Apretó los dedos en puños sobre su regazo, ocultando el temblor de sus manos.
Se sentía tan humillante tener que andar rogando por un poco de atención. Ella jamás rogaba, nunca había tenido problemas con atraer a un hombre. Maldijo a Sasuke por hacerle pasar esa vergüenza.
Hacia unas semanas, ella lo había esperado en la sala de la casa que compartían con un revelador camisón, esperando que eso lo impulsará al fin, a concretar su matrimonio. Tenía la esperanza de embarazarse con sólo una vez. Ella había visitado a su ginecóloga y había pedido hormonas para embarazarse. No quería volver a tocar al frío de Sasuke más de lo necesario.
Pero el bastardo sólo le dió una mirada de pies a cabeza y se marchó a la cocina. Hinata se había quedado unos segundos congelada y luego corrió trás él. Sasuke ya estaba sentado en la mesa y golpeando su largo dedo índice en la mesa.
—¿Planeas darme la cena, mujer? ¿O te quedarás ahí, como retrasada? —, le había dicho con voz indiferente.
Hinata había tomado una respiración profunda, con más ganas de golpearlo que de seducirlo. Pero se movió, sirviendo la cena y siendo lo más provocativa que podía. Nada parecía activar el líbido del idiota, no le extrañaba. Él era el hombre más frío y negro de corazón que había conocido.
Tuvo varios intentos, su vestimenta cada vez más reveladora, hasta que sólo lo recibió con una tanga. Totalmente en cueros y lista para que hiciera lo que tenía que hacer. Ella hasta se había puesto lubricante, sabiendo que no estaba excitada, sólo furiosa. Pero de nada sirvió.
Tal vez él idiota era impotente, pensó con una sonrisa...
Entonces se le ocurrió una idea y se levantó para caminar a la oficina de Itachi. Ella estaba jugando con gente peligrosa, sabía que debía jugar sucio. Los Uchiha estaban acostumbrados a eso. Se metió en el ascensor, sin dar una mirada a la gente que bajaba en ese piso, y se volvió para tocar el botón del piso de la oficina de Itachi. Pero ese ya estaba iluminado, entonces dió un paso hacia atrás y esperó.
Estaba sumergida en su mundo, por eso no noto que no estaba sola, hasta que escuchó una pequeña risa profunda, que la sobresaltó. Se volvió por puro instinto, y se quedó congelada.
Había un hombre justo atrás de ella en el espacioso ascensor. Él la observaba, con profundos ojos celestes y una sonrisa depredadora. Su largo cabello rubio estaba despeinado, haciendo una maraña en su cabeza. Pero le daba un toque de sofisticación más que de descuidado. Él era grande, alto, un espécimen de hombre que haría babear a cualquiera mujer. Llevaba una simple camisa blanca arremangada en sus antebrazos, mostrando venas prominentes y piel bronceada. Partes de sus manos estaban escondidas en sus bolsillos del pantalón negro de vestir, un caro reloj en su muñeca. Su cadera era delgada, dándole una perfecta forma de triángulo invertido a su torso, por sus anchos hombros. Su camisa tenía algunos botones abiertos, mostrando piel y un poco de bello rubio. Una cadena de oro colgaba de su musculoso cuello y se perdía por el interior de su camisa. Los ángulos de su rostro eran afilados, una mandíbula regia, pómulos un poco marcados y una nariz algo torcida. Sus labios perfectos, gruesos sin llegar a la exageración y esa sonrisa que le estaba dando sumado a los ojos celestes oscuros, sólo hizo que el vientre de Hinata se apretara.
Tragó saliva con dificultad, dando una pequeña sonrisa insegura. Sin saber si debía saludar o no. Si ella hubiera estado soltera, probablemente habría intentando coquetear y eso fue algo que le hizo desviar la mirada y fruncir el ceño. Ella amaba a Toneri, se recordó. Él había estado destrozado cuando ella lo dejó, pero no había querido meterlo en el problema con los Uchiha, por lo que no le contó el por qué. Su ex novio seguía intentando conectarse con ella, pero ella fue lo más fría posible, alejándolo del problema. Sabía que había sido una perra, pero lo había hecho porque lo amaba y lo quería a salvo.
Su nuca se erizo, siendo plenamente consciente que el hombre seguía mirándola fijamente en su espalda. Se mordió el labio cuando un suave cosquilleo bajo por su cuerpo, haciendo que sus pezones se pusieran duros. Hacia tanto que no se sentía desea, y culpó a Sasuke por esa mierda. Si él no se hiciera el quisquilloso, ella ya estaría embarazada y no tendría que andar rondando su oficina vestida como un prostituta vip.
De repente un gran brazo pasó por arriba de su hombro y tocó un botón en el panel del ascensor. Hinata se tambaleó en sus pies cuando se detuvo de golpe, aún faltaban cuatro pisos para llegar a la oficina de Itachi. Las luces tuvieron un pequeño parpadeó, como avisando que algo iba mal y Hinata se volvió, ahora asustada, hacie el rubio.
El hombre mantuvo la mano cerca del panel, apoyando su brazo allí y Hinata golpeó su espalda contra la pared del ascensor. La sonrisa del hombre se hizo más amplia mientras descendía su cara hacia ella. Hinata respiraba con agitación, sin saber si era miedo o exitacion. Él mostró dientes blancos, perfectos, y sacó la mano que aún mantenía en su bolsillo.
— Ah..— Hinata soltó un pequeño maullido cuando su dedo tocó su mejilla.
Ella se encogió, intentando ser más pequeña o que el panel la absorbiera.
— Eres hermosa, Hinata — dijo él con una voz profunda, que hizo que todos sus poros se abrieran.
Ella levantó la mirada asombrada de que supiera su nombre. Podía sentir su rostro caliente. Él no estaba mirando su rostro, sus ojos estaban clavados en sus pechos, que subían y bajaban furiosamente por su respiración en jadeos. Su dedo, comenzó a bajar por su mejilla, yendo a su barbilla hasta que lo colocó bajo esta e hizo que su rostro se levantará más. Hinata se mojó los labios resecos, sin saber qué estaba pasando. Pensó que probablemente las hormonas que estaba tomando tuvieron la culpa de como su cuerpo se volvió masilla y su coño se mojó. Estaba tan exitada que tuvo que apretar los muslos, intentando no sentirse tan vacía.
Él tenía una expresión extraña, parecía hambriento y por la forma en que la miraba, ella parecía lo único en el menú. De repente, su sonrisa volvió, con tanta fuerza que Hinata sintió palpitar su clítoris como un martillo y más humedad mojó su pequeña braga.
El hombre soltó su barbilla, bajó la mano para sacar algo de su bolsillo y se lo extendió entre sus dedos índice y medio. Hinata bajó la mirada, notando una tarjeta blanca con un Remolino anaranjado. Volvió a mirarlo, sin saber qué quería.
— Si necesitas algo. Cualquier cosa. Llámame.
El ascensor comenzó a moverse de nuevo cuando Hinata tomó la tarjeta por puro instinto. Ella aún seguía pegada al panel cuando las puertas se abrieron y él le guiñó un ojo celeste para luego alejarse como si nada y salir del ascensor.
Hinata aún respiraba agitada, sin poder moverse. Podía sentir todo su rostro caliente y sabía que no podía ver a Itachi así. Así que, ayudándose con las paredes de espejo del ascensor, se volvió y tocó el botón para bajar hasta el garage de la empresa, dónde la esperaba Kiba. Ni siquiera quería ver a Sasuke.
Ella intentó recuperarse mientras él ascensor bajaba rápidamente y se sintió orgullosa de que su rostro ya no estuviera tan sonrojada cuando bajó y caminó directo al auto.
— A casa—, le ordenó fríamente al chófer que la miró algo confundido, pero asintió.
Una vez que el panel del medio estuvo cerrado, ella movió su mano para ver la tarjeta y no pudo más que asombrarse. Había un número telefónico, pero eso no le sorprendió. Si no, el nombre...
Naruto Uzumaki
Continuará...
