Capítulo 12

2 de la mañana. Campamento Mestizo.

Un escenario fantasmal. Ni una ninfa, ni un sátiro a la vista. Solo el eco de las olas rompiendo contra la costa.

Percy, con Artemisa a su lado disfrazada como su homóloga Luna, se adentraron en la cabaña de Poseidón. Ella, con un vestido blanco plateado que fluía como la seda, sandalias de gladiador y un aura celestial que la delataba como diosa a kilómetros de distancia.

Un collar de plata con un zafiro en forma de luna creciente adornaba su cuello, un juego con los aretes que brillaban bajo la tenue luz de la luna. Su cabello blanco como la nieve caía en cascada sobre su hombro izquierdo, un contraste perfecto con su piel de alabastro.

Ni una pizca de maquillaje, porque Artemisa era una diosa orgullosa de su belleza natural. En su mano, un brazalete de plata con zafiros y un anillo con la misma forma lunar.

Percy, por su parte, se tambaleaba ligeramente. El tequila había hecho mella en él, aunque la ambrosía se encargaría de borrar cualquier rastro de ebriedad al amanecer. Artemisa, en cambio, era inmune al alcohol mortal. Para ella, era como beber agua. Un pequeño detalle que alimentaba la envidia de Percy en ese momento.

Acurrucados en la cabaña, ignoraban las olas que rugían como fieras salvajes, amenazando con ahogarlos en un mar de emociones. Un silencio incómodo reinaba, roto solo por el suave crepitar de la fogata en la chimenea.

Percy, con la mirada perdida en las llamas, rompió el silencio:

"Artemisa, ¿te he dicho alguna vez que eres la diosa más hermosa del Olimpo?"

Artemisa arqueó una ceja, una sonrisa sarcástica curvando sus labios.

"¿En serio, Jackson? ¿Esa es tu mejor frase después de tres botellas de tequila? Deberías haberte quedado con el agua bendita."

Percy se sonrojó ligeramente, una mezcla de vergüenza y humor en su rostro.

"Lo siento, Rayo de Luna. Es que... me gustas mucho. Y el tequila me vuelve un poco poeta."

Artemisa se río, un sonido melodioso que llenó la cabaña de calidez.

"Tonto. No necesitas el tequila para decirme eso. Y créeme, yo también te quiero. Aunque a veces me recuerdes a un cachorro torpe que necesita entrenamiento".

Percy la miró con una sonrisa traviesa.

"Un cachorro torpe, ¿eh? Tal vez necesita una demostración práctica de mis habilidades de mis coquillas", sugirió con una sonrisa traviesa, dejando en claro que no aceptaría un rechazo como respuesta.

Artemisa le lanzó una almohada, riendo con ganas.

"¡Oh Percy! Eres incorregible. Pero me encanta tu descaro."

Se sentaron frente a frente, las piernas entrelazadas, las manos acariciándose con ternura.

Percy suspir, con una mirada melanclica en sus ojos.

"Sabes, a veces desearía que todo esto fuera más simple. Sin Annabeth, sin el Campamento, sin las profecías... solo tú y yo, vagando por el mundo como dos almas libres."

Artemisa le acarició la mejilla con su mano.

"Lo sé, mi amor. Pero la vida no es simple. Y aunque a veces desearía lo mismo, nuestro destino está entretejido con el de este mundo. Tenemos que luchar, proteger a los que amamos, cumplir con nuestro deber."

Percy ascendió, con una mirada de determinación en sus ojos.

"Tienes razón. Lucharé por ti, Artemisa. Te demostraré que nuestro amor es más fuerte que cualquier obstáculo, que cualquier sombra del pasado."

Artemisa lo miró con ternura, sus ojos brillando con una luz celestial.

"Yo también lucharé por ti, Percy. Y juntos, demostraremos que el amor puede vencer cualquier oscuridad".

Se besaron, un beso que combinaba la furia de la batalla con la ternura del amor. En ese momento, no eran un dios y una semidiós, sino dos almas que se habían encontrado en medio de una tormenta, luchando por su derecho a estar juntos.

Hace unas horas atrás

Annabeth, la titiritera maestra, tejía su red con precisión gélida. Su mente, un laberinto de cálculos despiadados, maquinaba un plan para cambiar el curso del destino, un destino que ella misma se encargaría de reescribir.

Con pasos firmes y una mirada que cortaba el aire como una espada, Annabeth se dirigió a la Casa Grande, el epicentro del poder en el Campamento Mestizo. Quirón, el centauro sabio y protector, la recibió con una mezcla de curiosidad y cautela. La mirada de Annabeth era tan penetrante como el filo de una daga, y su voz, tan firme como el acero, no admitía réplicas.

"He solicitado una asamblea extraordinaria", dijo con un tono que no dejaba lugar a dudas. "Tengo un anuncio que hará temblar los cimientos de este lugar."

Quirón, al sentir la intensidad en sus palabras, comprendió que la situación era grave. Convocó a los campistas a la fogata nocturna, utilizando ese tono autoritario que solo se empleaba en momentos cruciales. El suspense crecía como la llama que crepitaba en las antorchas, creando un ambiente de misterio que helaba la sangre. Los campistas se sentaron en círculo, expectantes, sus ojos clavados en Annabeth, esperando ansiosamente sus palabras.

Avanzando con paso decidido hacia el centro del círculo, Annabeth sonreía. Una sonrisa que combinaba la satisfacción de la victoria con un toque de locura que erizaba la piel. Era la sonrisa de una diosa vengativa, una diosa que había sido herida y que ahora buscaba sacar su sede de venganza con la sangre de sus enemigos.

"Percy Jackson, el héroe del Olimpo", dijo con una voz que sonaba como el crujir de hielo, sus ojos brillando con un fuego vengativo, "ha mantenido una relación en secreto durante el último año con... ¡Artemisa, la diosa!" ¡de la caza!"

Las palabras de Annabeth resonaron en la noche como un trueno, provocando un shock en los campistas. Un murmullo de sorpresa recorrió la multitud, seguido por un silencio sepulcral. La noticia era tan impactante como una bofetada en la cara, y todos se quedaron atónitos, sin saber qué decir o pensar.

Había logrado lo que se proponía. La semilla de la duda había sido plantada, la discordia sembrada. Ahora solo le quedaba esperar a que las olas de la confusión y la desconfianza tragaran a Percy y Artemisa, ahogando su amor en un mar de rencor y traición.

Annabeth observaba la escena con una satisfacción sádica. Su plan era perfecto, una obra maestra de manipulación y cálculo. Había utilizado su inteligencia superior para tejer una red invisible alrededor de Percy y Artemisa, una red que ahora los atrapaba sin posibilidad de escapar.

Annabeth había jugado sus cartas con astucia, utilizando su inteligencia como arma y la frialdad como escudo. Su arrogancia era tal que no contemplaba la posibilidad de fallar. En su mente, ya había ganado la batalla, dejando a Percy y Artemisa a merced de su cruel destino.

"¡Y la 'supuesta' hija de Apolo que sale con Jackson, Luna, ¡no es más que Artemisa disfrazada!", continuó Annabeth, su voz resonando en la noche como un trueno. "¡La eterna cazadora ha roto su juramento de permanecer sin pareja! Lo juro por el Estigia que mis palabras son verdad."

Un rayo cayó desde los cielos sellando el juramento…

Las palabras de Annabeth desataron un tsunami de emociones. Los campistas murmuraban, discutían, se miraban con incredulidad. Algunas chicas se sintieron traicionadas por Artemisa, la diosa que habían venerado durante años. Otros como las hijas de Afrodita se sentían intrigados por la historia prohibida, un romance entre un semidiós y una diosa, algo que solo se podía encontrar en las leyendas más antiguas.

Al día siguiente, la noticia se había esparcido como la pólvora por el mundo mitológico. Ninfas chismosas, sátiros traviesos y semidioses entrometidos se encargaron de difundir el escándalo celestial. Los mensajes por Iris, La diosa del arcoíris, volaban por doquier, avivando las llamas del rumor y la confusión.

En cuestión de horas, el nombre de Percy Jackson y Artemisa estaba en boca de todos. Desde los dioses menores del Olimpo hasta las profundidades del Inframundo, la noticia de que la diosa de la caza tiene pareja resonaba con fuerza, generando reacciones encontradas.

Cabaña de Poseidón

Percy y Artemisa, cual pareja de tortolitos en su nido de amor, se acurrucaban plácidamente, ignorantes del tsunami que se gestaba a las afueras de su puerta.

Los sueños de Percy, cual campo de batalla celestial, resonaban con voces de advertencia, presagiando un futuro incierto. Un mal presentimiento le oprimía el pecho, como una nube oscura a punto de descargar sobre su cabeza.

Al despertar, los rayos del sol se colaban por la ventana, iluminando el rostro angelical de Artemisa. Percy la contempló dormir por un instante, fascinado por su belleza serena. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de ternura y deseo que lo electrizaba.

"Buenos días, Rayo de Luna", susurró, rozando su mejilla con un dedo como si tocara una reliquia sagrada.

Artemisa abrió sus ojos, esos pozos plateados que lo absorbían por completo, y le respondió con una sonrisa que derritió cualquier atisbo de preocupación. No había escapatoria, solo la dulce perdición en la mirada de la diosa.

Punto de vista Artemisa:

No puedo evitar sumergirme en el océano de sus ojos verde esmeralda. Son como imanes, atrayéndome hacia ellos con una fuerza irresistible. Esos ojos pertenecen a un ser... no, a un hombre. ¿Su nombre? Percy Jackson. El único hombre que realmente existe. Leal, apasionado, siempre presente. El único capaz de conquistar mi confianza, mi amor, mi cordura.

Cada vez que lo veo, siento que estoy en una especie de trance. Como si bajo estuviera un hechizo del que no quiero escapar. Es como si el universo conspirara para mantenernos juntos, como si estuviéramos destinados a encontrarnos una y otra vez en esta vida caótica.

Sé que suena cursi, pero así es como me siento. Soy Artemisa, la diosa de la caza, la que debería estar enfocada en su deber y en sus responsabilidades divinas. Pero en cambio, me encontré obsesionada con él. ¿Qué clase de ironía es esta?

Cada vez que estoy cerca de Percy, siento una mezcla de emociones que me consume por dentro. Alegría, deseo, miedo... Me pregunto si alguna vez podrá controlar estos sentimientos o si siempre estará a merced de sus encantos mortales.

Y, sin embargo, a pesar de todo, no puedo evitar sonreír cuando estoy con él. Es como si todo en el mundo estuviera bien cuando estemos juntos, como si pudiera dejar de preocuparme por un momento y simplemente ser yo misma.

La diosa y el heroe

Se levantaron de la cama con una sincronización nacida de tantas noches compartidas bajo el mismo techo. Se lavaron los dientes, se arreglaron la ropa y se prepararon para afrontar un nuevo día, aunque una sensación de inquietud persistía en el interior de ambos.

Percy Jackson, el semidiós más sarcástico del mundo, se encontraba en una encrucijada. Su corazón, tan volátil como el mar en una tormenta, latía con una mezcla de emociones: amor, deseo y un ligero toque de paranoia. A su lado, Artemisa, la diosa cazadora, disfrazada como su homóloga Luna, irradiaba una belleza tan celestial que incluso el sol se sonrojaba al verla.

El plan era simple: salir de la cabaña de Poseidón como si nada, encontrando normalidad en un campamento donde la normalidad era tan escasa como la ropa interior limpia en el armario de un cíclope. La tensión se podía cortar con un cuchillo, un cuchillo bañado en sarcasmo y empapado en drama.

Cada paso era una agonía. Percy, con la mano en el pomo de la puerta, dudó. Un escalofrío le recorrió la espalda, como si un ejército de hormigas invisibles le estuviera haciendo cosquillas en la columna vertebral. Un presentimiento, tan oscuro como el Tártaro, le susurraba al oído que algo iba a salir mal.

La puerta se abrió con un crujido que resonó en el silencio del campamento. Un silencio sepulcral, tan opresivo como el abrazo de un oso grizzly.

Y entonces, el caos había comenzado.

Estoy en busca de lectores beta dispuestos a colaborar conmigo. Tengo escrito hasta el capítulo 13, pero necesitan ser revisados antes de ser subidos. Preferentemente, busco hablantes nativos del español. Sé que hay gente que habla otros idiomas que está leyendo mi fanfic. No es por discriminar ni nada, pero mis borradores pueden ser algo confusos para alguien que no sabe español de forma nativa. Estoy escribiendo a lo loco, hacía tiempo que no me inspiraba tanto.

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