HAZME SENTIR
(Que mi vida ha vuelto a empezar)
Por: Escarlata
Fire Emblem Three Houses/Hopes pertenecen a Nintendo e Intelligent Systems, el plot es mío.
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"Edel, sabes que nos tranquiliza mucho poder tenerte aquí y lejos de las exigencias insanas de tu tío", ¡al fin! "¿Pero no te sentirías más cómoda con Dorothea e Ingrid?" Preguntó Ferdinand luego de envolver casi a la fuerza a Edelgard en una manta y sentarla en el sofá.
Con una mochila en la espalda y lo que llevaba puesto, así tocó Edelgard la puerta del apartamento de sus amigos.
"La verdad es que sí, no te lo voy a negar… Pero no quiero quitarles privacidad", respondió Edelgard con un tono que intentaba bromear pese a la situación.
"Y supongo que está bien quitarnos privacidad a nosotros", dijo Hubert de manera juguetona mientras le ofrecía una taza de té a su amiga.
Edelgard casi rió y aceptó con sincero agradecimiento el té.
"Sí tenía pensado ir con ellas, pero mi tío sabe dónde viven y no quiero que las moleste", explicó Edelgard con más seriedad. "Ustedes recién se mudaron aquí. Lo siento, no sabía a dónde más ir".
El resto de sus amistades vivían más lejos y no quiso arriesgarse ni arriesgarlos.
"El buen señor Volkhard dejó de ponerme atención luego de graduarme y saber que tengo una relación pública con éste idiota", dijo Hubert con tono graciosamente seco, enseguida miró a su novio. "Lo digo con todo el afecto de mi corazón, lo sabes".
Ferdinand giró los ojos, ganándose una risa pequeña de parte de Hubert. La atención de ambos rápidamente regresó a su invitada.
"Aquí estarás a salvo mientras te encontramos un sitio seguro", continuó Hubert, ofreciéndole a su querida amiga de la infancia una almohada y ropa para dormir; una de sus pijamas que seguramente le quedaría grande, pero era mejor que nada. Vio que ella estaba a punto de decir algo, pero la hizo callar con un movimiento de cabeza. "Y por el dinero no tienes qué preocuparte, lo sabes".
"No quiero ser una carga en casa ajena", se quejó la chica, que decidió llevar solamente el poco efectivo que tenía y dejar las tarjetas, no quería que su tío la rastreara.
"Escucha, pensaremos en eso después, ¿de acuerdo?" Ferdinand tomó por un hombro a su amiga. "Tómate unos días para tranquilizarte, les haremos saber a los demás que estás bien y luego te ayudaremos con lo que decidas hacer".
"Cualquier cosa menos regresar a la casa de ese hombre", insistió Hubert con dureza. "Eres lista y sabes adaptarte, tampoco eres asidua a los lujos, así que estarás bien lejos de esa mansión".
"No te preocupes, Hubert, no pretendo poner un pie en esa mansión ni en ninguna propiedad de la familia de mi tío nunca más", y la palabra tío tenía un amargo sabor en su boca. Frunció el ceño. "Nunca fueron mi familia".
Hubert sonrió de manera ligera, Ferdinand sólo asintió.
"Descansa, Edel, es tarde", dijo Ferdie.
"Gracias", Edelgard se aclaró la garganta. "Oh, y en verdad lamento quitarles privacidad", sobre todo al ser consciente de lo activos que eran sus amigos.
"No te preocupes por eso", dijo Hubert con toda la tranquilidad del mundo mientras iba a apagar la luz de la sala de estar. Con la iluminación de la televisión bastaría, lo sabía. "Le taparé la boca a éste tonto de ser necesario", canturreó mientras iba directo al dormitorio.
"¡Oye…! ¡No soy ruidoso!" Reclamó un ruborizado Ferdie. "¡Ah, buenas noches, Edel! ¡Descansa!"
Edelgard se quedó en silencio luego de ver que Ferdinand iba tras Hubert y cerraba la puerta del dormitorio tras de sí. Esa es información que no necesitaba escuchar… Pensó y rió por lo bajo, rió quedito y se recargó en el sillón mientras se terminaba el té. Un hondo suspiro abandonó su cuerpo. Aún no podía creer que realmente tuvo el valor de irse de esa casa de lunáticos.
Y se sentía muy feliz por eso.
Desorientada pero feliz.
Sus amigos tenían razón, necesitaba unos días para recuperar el piso.
~o~
"¿Entonces estás bien?" Preguntó Shez por teléfono. Llamaba a Edelgard a casa de los chicos luego de que Petra le contó que Dorothea le contó que Ferdinand le contó que Edelgard AL FIN había escapado de esa horrible familia, y que ahora se estaba tomando unos días para buscar un camino propio. "¿Tu tío no es de esos que pueden rastrear tu teléfono como en las películas?"
"Hubert se encargó de eso, estoy bien, te lo aseguro. Muchas gracias por llamar, Shez", Edelgard estaba contenta de escuchar la voz de tan singular amiga. Y dicha amiga en especial pertenecía a un círculo muy distinto al resto de sus amigos.
Una manera muy amable de decir que Shez era de clase trabajadora mientras que los demás, ella misma incluida hasta hacía poco, estaban mejor acomodados económicamente. Dorothea la conoció luego de que Shez le echara una mano para quitarse a unos tipos de encima en un popular antro del centro de la ciudad de Enbarr. Dorothea sabía defenderse pero en esa ocasión la desventaja numérica le jugó en contra, Shez llegó como caída del cielo. La alegre personalidad de Shez le permitió forjar rápidamente una amistad con la cantante y bastó presentarla con sus amigos para que Shez pronto formara parte del grupo.
Siempre era bueno conocer a alguien tan despreocupada como ella.
"¿Sigues en casa de Ferdie y Hubie, verdad?" Preguntó Shez pero no le dio tiempo a Edelgard de responder. "No salgas de ahí, Dorothea me contó que ha visto a los hombres de tu tío rondando su zona los últimos tres días".
Edelgard frunció el ceño, hizo bien en no ir con ellas. Lo último que quería era ponerlas en peligro.
"Gracias por avisarme", la joven suspiró. "Aunque preferiría estar en otro sitio donde no arriesgue la seguridad de mis amigos", y donde no le quite privacidad a los chicos; eso último no pensaba decirlo en voz alta. "Necesito un trabajo y un sitio para quedarme donde a mi tío no se le ocurra buscarme".
Hubo silencio al otro lado de la línea.
"¿Shez?"
"Oh, lo siento, pensaba en algo… Um… ¿Es seguro para ti salir de casa de los chicos?"
"Pues… Sí. Creo que sí mientras no me exponga mucho", Edelgard se llevó una mano al cabello. "¿Tienes algún plan?"
"¡Sí! Conozco a alguien que podría recibirte, es una gran amiga mía. Es genial y terriblemente sexy, y si no le hubiera entregado ya mi corazón a Petra, créeme que me lanzaría encima de ella", dijo la muy ladina.
Edelgard no pudo evitar una pequeña carcajada. Shez era bastante divertida.
"Bueno, si es una amiga tuya y hablas así de ella, entonces debe ser alguien confiable".
"Muy, muy confiable, créeme. Vive en Ochs, en la Caleta de San Cichol", informó Shez.
Dicho lugar era una zona recreativa para buceo y pesca, también pesca recreativa, que contaba con una afluencia de visitantes muy respetable que permitía una economía estable para los habitantes de la zona. O al menos eso recordó Edelgard, gajes de haber estudiado una especialidad en Economía y Finanzas en la Universidad de Enbarr.
"Es en donde vive tu mamá, ¿verdad?" Por supuesto que Edelgard recordaba ese dato, su amiga amaba hablar de su madre, y lo que sabían de la mujer era que tuvo que mudarse a nivel de mar por cuestiones de salud. Y también hasta donde sabía, la madre de su amiga vivía bien y se mantenía sana y fuerte. "Shez, ¿está bien que me ofrezcas lugar con una persona que no me conoce? No me gustaría causar molestias", dijo Edelgard de repente.
"¡Pfft! ¡Para nada! Sin querer le conté que tenía una conocida que quería alejarse de su terrible familia política y…"
"¿¡Cómo que sin querer!?"
"Estaba ebria y le llamé ayer a las dos de la mañana, pero no es tan malo como suena. Y además no dije tu nombre", se defendió Shez de inmediato. "Le conté algunos detalles y entonces dijo que podía llevar a esa amiga, o sea a ti, a donde ella vive y pensé que era una gran idea. ¡A nadie de tu familia se le ocurriría buscarte ahí!" Concluyó Shez con voz orgullosa.
Edelgard parpadeó un par de veces antes de darse cuenta que, sí, era una gran idea de hecho. Se aclaró la garganta.
"¿Crees que pueda conseguir trabajo allá con tu amiga?"
"¿Bromeas? Lo que hace falta son manos. Mi amiga y su papá tienen un bote pesquero para turistas y también una tienda. A veces les ayudo a atender las reservaciones en temporadas vacacionales. Seguro que una trabajadora no-temporal les caerá mejor. Y si no quieres tener nada qué ver con el agua salada y los peces, entonces no faltarán lugares donde puedas trabajar, incluso con mi mamá".
"De acuerdo, deja lo hablo con Hubert y Ferdinand y te llamo".
"¡Genial! Avísame para hacérselo saber a mi amiga".
"Muchas gracias, Shez".
La llamada terminó unos minutos después.
Edelgard estaba francamente emocionada con la idea. Además, su tío y el resto de su familia política no sabían nada de Shez, esa gente le ponía poca y ninguna atención a aquellos que no eran de su mismo estatus social elevado. Incluso Dorothea estaba en la mira de sus familiares desde que su fama iba en ascenso.
Apenas Hubert y Ferdinand llegaron de sus respectivos trabajos, Edelgard les hizo saber sobre la propuesta de Shez.
"La idea es buena y a ellos no se les ocurriría ir a buscarte a un sitio a siete horas de aquí", comentó Hubert luego de escuchar todo. "A pesar de ser una zona turística, no es el tipo de sitio lujoso al que cualquiera del círculo de los Arundel les guste ir".
"Además conocerás un lugar nuevo y estarás con personas que no saben nada de ti, eso será un buen cambio", agregó Ferdinand, él era más que consciente de que a Edelgard no le faltaban oportunistas que trataban de ganar su favor y conseguir conexiones con los Arundel por medio de ella. "Y si se trata de una amiga de Shez, entonces son más puntos a favor".
Edelgard comenzó a jugar sus dedos entre sí. "La idea de dejar la capital me pone nerviosa, y estar lejos de ustedes será difícil… Pero es lo mejor si quiero que esa gente deje de usarme como si fuera un objeto".
Concertar un matrimonio para ella sin que la misma Edelgard estuviera enterada fue la gota que derramó el vaso. ¡Y además pensaban casarla con un tipo que podría ser su abuelo! Daba igual que fuera el Director General de una importantísima cadena de bancos del país.
"Y además, ustedes no estarán en peligro", agregó Edelgard. "Admito que los voy a extrañar".
"No es como si fuéramos a perder el contacto", fueron las palabras de consuelo de Ferdinand. "¿Te parece si llamamos a Shez y nos ponemos de acuerdo?"
"Mejor le mando un mensaje para pedirle que nos llame en cuanto le sea posible", dijo Hubert de inmediato mientras mandaba dicho mensaje. "La conocen, cuando está en modo de trabajo, no escucha otra cosa que no sea esa basura que ella llama música", y Hubert puso una mala cara al decir eso.
Ferdinand rió. "La música que Shez escucha no es tan mala".
"No sé tú, pero yo no puedo distinguir los diez subgéneros de la música punk como esa punk de Shez", gruñó Hubert. "Todo suena a ruido y gritos".
"En realidad son alrededor de setenta subgéneros", comentó Edelgard con una sonrisa pequeña.
Todos tuvieron que esperar hasta que Shez terminara de trabajar. La chica era una tatuadora bastante reconocida en su zona y su talento era indiscutible, además estaba en una pandilla que, más que matones de callejón, en realidad eran una especie de patrulla vecinal muy querida y respetada en la comunidad.
Shez les llamó alrededor de las diez de la noche. De hecho hicieron una llamada grupal e incluyeron a Dorothea en la conversación. Era importante coordinar todo de manera cuidadosa para poder llevar a Edelgard a salvo hasta Ochs. La solución fue simple y directa: Shez se ofreció a llevar a Edelgard a su destino, y de paso visitaría a su madre.
Y aunque era por todos sabido que el sentido de la orientación de Shez era tan malo que podría ser considerado un objeto de museo, irían en autobús y eso era un alivio. Además, la madre de Shez siempre iba a recogerla a la Central de Autobuses, por lo que era virtualmente imposible que se perdieran en el camino.
Lamentablemente no podrían ir a despedirse de Edelgard en persona, corrían el riesgo de que alguien indeseado los siguiera, así que lo mejor era hacer todo de la manera más discreta posible.
Edelgard se estaba emocionando cada vez más con esa aventura.
~o~
Ignorando las tres horas que Shez estuvo roncando contra su oreja y babeando su hombro, el viaje en autobús desde Enbarr hacia Ochs fue agradable. El cambio de temperatura se hizo evidente en el último tramo del camino, Ochs era una zona mucho más cálida y húmeda.
La Central de Autobuses era un hormiguero lleno de personas que iban y venían, pero Edelgard no tuvo tiempo de marearse siquiera, una mujer de agradables facciones fue a su encuentro.
"¡Mamá!" Shez se volvía otra cuando platicaba de su madre, pero ni qué hablar cuando estaba con ésta. Su actitud normalmente brusca y descuidada desaparecía y se volvía infantil, fue evidente por el amoroso abrazo que le prodigó a su madre. "¡Me alegra verte!"
"A mí también me alegra verte", la madre de Shez rápidamente fijó su atención en la acompañante de su hija. "Mucho gusto, debes ser Edelgard, amiga de mi Shez, ¿verdad? Un gusto conocerte, soy Berling", se presentó, educada.
"El gusto es todo mío, muchas gracias por venir a recibirnos", agradeció Edelgard, cómoda con la agradable presencia de la mujer. Vivir en la costa le había caído bien al cuerpo, su cuerpo se notaba fuerte, su piel tenía un sano color tostado y sus ojos brillaban de vitalidad.
"Shez me contó que quieres conseguir trabajo e irás a visitar a los Eisner", continuó la mujer mientras las tres salían de la Central de Autobuses.
"Sí, necesito un cambio de aires y comenzar de nuevo", explicó Edelgard de manera escueta. No necesitaba angustiar a la amable mujer con sus problemas familiares.
"Oh, te irá bien con ellos, te lo aseguro. Sólo te advierto que…" Enseguida, Berling miró a su hija, que seguía pegada a su brazo cual niña pequeña. "Shez, le contaste cómo son los Eisner, ¿verdad?"
"¿Eh?" Shez puso cara de confusión. "Le dije que Byleth es genial", asintió muchas veces. "Y que su papá la recibirá bien".
"Hablo de lo otro", dijo enseguida la madre mientras negaba con la cabeza y miraba a Edelgard. "Te pondré sobre aviso, Jeralt ama la cerveza y la bebe más que el agua. El hombre es tosco pero de buen corazón, y nunca pero nunca lo acompañes a beber a un bar, siempre se le olvida pagar", advirtió la mujer de manera seria.
Shez se echó a reír. "Una vez yo tuve que pagar su cuenta porque lo acompañé a beber y él se fue mientras yo iba al baño".
Edelgard asintió con graciosa seriedad. "Oh, comprendo".
"Y en cuanto a Byleth", continuó Berling. "Ella es un encanto, es una gran chica pero es muy callada y casi no gesticula. No vayas a confundir sus silencios con desagrado o indiferencia, Byleth es más fácil de leer de lo que parece… Y también puede beber tanta cerveza como su padre, nunca compitas contra ella".
"Una vez lo hice y me dio una congestión alcohólica, terminé en el hospital", contó Shez.
"Y nunca te ofrezcas a invitarles nada. Comen y beben mucho", agregó Berling.
Ésta vez Edelgard no contuvo una risa pequeña. "Anotado, muchas gracias por los tips".
"Y si necesitas algo, no dudes en llamarme", dijo la mujer y enseguida le miró de manera más suave, con esa dulzura maternal que hacía mucho Edelgard no recibía. "Has pasado por muchos problemas, ¿verdad?"
"Ah, yo…" Pese a la calma y seguridad que mostraba siempre, la pobre chica quedó desorientada por la repentina sensación de sentirse protegida por adultos amables. "Sí, señora…"
"No digas más, pero si alguna vez necesitas hablar, puedes acudir a mí".
"Muchas gracias".
La pequeña ciudad de la Caleta de San Cichol tenía el aroma a mar y a montaña bien marcado. No había edificios tan grandes salvo un puñado de hoteles de las cadenas hoteleras de costumbre, nada extremadamente lujoso por cierto. Había un centro comercial con cines y las tiendas de moda, y varios mercados locales más pequeños ofrecían su mejor producto: pescado. Las casas eran coloridas, las calles estaban hechas de piedra y roca y no de concreto, los hoteles más pequeños que regentaban los locales tenían un aire cálido. Había bares, desde luego, además de antros donde los más jóvenes iban a divertirse.
Edelgard sonrió al ver que el taxi iba directo a lo que era propiamente la costa. Pudo ver los barcos pesqueros, también los ferris pequeños, yates y botes no-pesqueros que daban servicio a los turistas.
"La casa de los Eisner está por allá", señaló Shez hacia una linda zona apartada del puerto principal.
Lo primero que saltó a la vista fue una tienda de artículos de pesca que estaba en la planta baja, también había un bote pesquero de vela en excelentes condiciones anclado en el solitario muelle. La planta alta obviamente era la casa donde vivían padre e hija.
"Quiero asegurarme antes de hacer una pregunta insensible", dijo Edelgard antes de que llegaran propiamente a su destino. "Mencionaron al padre y a la hija, pero no me han dicho nada de una madre…"
"Oh, verás, ella murió poco después de que Byleth naciera, así que no la recuerda y tampoco sabe mucho de ella porque Jeralt casi no la menciona", respondió Berling de inmediato.
"Muchas gracias por avisarme, no me gustaría causarles un disgusto a mis anfitriones".
"¿Ves? Te dije que Edel es genial", dijo Shez con una sonrisa inmensa.
"Sí, lo es", murmuró Berling, dándole un maternal cariño en la cabeza a la visitante.
Edelgard no evitó un sonrojo. ¿Tanto echaba de menos tener una figura materna? Y no, Ferdinand no contaba como figura materna…
Llegaron a la tienda de artículos de pesca de los Eisner y Edelgard se sorprendió al ver a un hombre de gran tamaño sentado en el porche, tenía una cerveza en la mano. Apostaba lo poco que llevaba consigo a que ese hombre era Jeralt.
"¡Shez, me alegra verte! ¡Ven acá, pequeña buscapleitos!" Saludó Jeralt con fuerte voz.
"¡Señor Jeralt!"
Edelgard nunca había visto a un nombre tan grande, lucía mucho más grande y fuerte que su tío Volkhard. Cabello rubio atado en una trenza adornaba la cabeza del enorme hombre, un estilo de peinado único, también tenía una densa barba desalineada que combinaba con su perfil, su piel tenía cicatrices y arrugas propias de la edad; pero pese a todo eso lucía fuerte y más entero que un oso.
Edelgard sonrió al ver que Shez se lanzaba sobre el hombretón y le daba un brusco abrazo.
"Es bueno tenerte de visita, pequeña buscapleitos", saludó Jeralt con una sonrisa apenas notoria mientras prácticamente cargaba a Shez con un brazo.
"¿Al menos ya comiste?" Preguntó Berling con tono severo mientras señalaba la botella.
"Sí, croquetas de pescado que hizo Byleth, aún hay por si vienen con la barriga vacía", respondió Jeralt y enseguida posó su mirada en la chica que no conocía. "Oh, tú debes ser Edelgard, la amiga de mi buscapleitos favorita".
"Un placer conocerlo, señor Jeralt. Muchas gracias por recibirme, soy Edelgard von Hres…" Edelgard se mordió la lengua para dejar de hablar y se regañó a sí misma por semejante tropezón en su primera presentación. Pero, para sorpresa de la joven, sintió una enorme mano en su cabeza dándole una brusca caricia en el cabello. Al levantar el rostro, sólo vio el gesto serio pero tranquilizador del hombre. "Lo siento… Yo…"
"No necesito que me cuentes más de ti, sólo si sabes usar una computadora y un teléfono moderno", dijo Jeralt con voz dura. "No soy muy bueno con la tecnología, a veces me siento como un dinosaurio", gruñó al decir eso.
"Oh, pero si a usted le encanta el juego del ninja de las frutas", comentó Shez con una sonrisa.
"Es un buen juego", se defendió Jeralt y rápidamente volvió su atención a la invitada. "Ven, pasa, deben estar hambrientas luego del viaje, hay croquetas de pescado con aderezo de mi propia receta", el hombre miró a Berling. "Insisto en que te quedes a comer".
"Nunca me negaré a las croquetas de pescado de tu hija".
"¡Muero de hambre!" Exclamó Shez. "¿Y Byleth?"
"Es su turno con el grupo de limpieza de la playa, no tarda en volver", respondió Jeralt.
El acceso a lo que era propiamente el hogar de los Eisner eran unas escaleras al fondo de la tienda. Edelgard miró todo con curiosidad. Había cañas de pescar de varios tamaños y formas, había anzuelos de todo tipo y más mercancía que no supo identificar; y también fotos de Jeralt posando con unos enormes peces… ENORMES peces, tan grandes como él. ¿Acaso en una de esas fotos había un tiburón? ¡Jeralt Eisner tenía una foto con un tiburón en el mar! ¡Un tiburón vivo!
Edelgard sabía poco y nada sobre pesca y peces, pero sí sabía sobre temas militares y notó de inmediato las medallas de rango, honor y valor que adornaban el primer muro de la casa. No pudo mirarlas por mucho tiempo, pero no le sorprendería que ese hombre en su momento tuviera un rango de General. Se sentía curiosa pero no era el momento de preguntar sobre la vida de su anfitrión.
La casa estaba un poco más desordenada (pero no sucia) que el apartamento de Hubert y Ferdinand. Edelgard sonrió ante el pensamiento de que padre e hija eran muy unidos y pasaban bastante tiempo en casa, juntos.
"Shez, lleva a Edelgard al cuarto del fondo, por favor", indicó Jeralt.
"Oh, ¿al fin limpiaron ese basurero?" Preguntó Shez mientras invitaba a su amiga a seguirla.
"Byleth se encargó de todo, no puedo tomar crédito por su trabajo".
"Te ayudo a calentar las croquetas", dijo Berling mientras las chicas iban al cuarto en cuestión.
Edelgard sonrió al entrar a lo que sería su dormitorio a partir de ese día.
Era increíblemente pequeño a comparación del cuarto de la mansión donde vivía, incluso más pequeño que el cuarto de Hubert y Ferdinand, y que el cuarto donde vivía Dorothea con Ingrid. Pese al tamaño, le gustó. Los muros claramente estaban recién pintados, había un librero vacío, un tocador pequeño y un escritorio; pudo ver lo que era la puerta del guardarropa, y la cama perfectamente tendida estaba junto a la amplia ventana. Entraba tanta luz… ¡Tenía vista al mar! El ruido de las olas y los barcos predominaba en el ambiente pero no de mala manera, también podía escuchar a las gaviotas y otras aves.
El aire de mar pareció darle un cálido abrazo de bienvenida apenas abrió la ventana de par en par.
"¿Te gusta?" Preguntó Shez con una sonrisa.
"Sí… Pero no debieron tomarse tantas molestias por mí", murmuró una avergonzada Edelgard. "Ni siquiera me conocen".
"Si tienes quejas se las puedes decir al señor Jeralt, pero posiblemente te ignore y te invite una cerveza para que te calles", comentó Shez, divertida. Decidió abrazar a su amiga con fuerza. "Estarás a salvo aquí, te lo aseguro".
"Gracias, Shez, no sé cómo podré pagarte todo esto", Edelgard con trabajos correspondió el apretado abrazo.
"Yo sí sé cómo. Cuando venga de nuevo, quiero comer algo que tú hayas pescado", dijo Shez de inmediato. No estaba bromeando. "Gracias a Jeralt sé pescar y cocinar pescado, y te tocará aprender también".
"Entonces me esforzaré para cuando vengas de nuevo".
Compartieron una sonrisa y Edelgard acomodó la poca ropa que traía consigo, ropa que compró con ayuda de sus amigos, además de artículos de higiene personal, una toalla y ropa de dormir fresca que compró por consejo de Shez.
Antes de que alguna pudiera decir algo, un delicioso aroma se hizo presente en el aire. El estómago de Edelgard rugió de hambre, pero no de manera tan ruidosa como el de Shez. Ésta última se echó a reír.
"¡Anda, vamos! ¡A comer, a comer! ¡Te encantará la comida de Byleth!"
Y Shez no mintió, la comida estaba deliciosa. Edelgard no estaba acostumbrada a comer pescado, no era lo usual salvo las visitas a restaurantes de lujo donde el platillo recomendado (a veces) era pescado. Pero el sabor de esa comida era increíble, y el aderezo del que tanto presumía Jeralt daba el toque perfecto. Ninguna de las comensales se negó a acompañar la comida con una cerveza fría.
"¿Te parece si platicamos las cosas serias cuando llegue Byleth?" Le preguntó Jeralt a Edelgard y ésta asintió.
"Sí. Haré todo lo posible por no ser una carga en su casa y…"
Las serias palabras de Edelgard fueron interrumpidas por la voz de alguien que entró a la casa sin que nadie lo percatara.
"Oh, ya están aquí", dijo una voz con un tono monótono, casi aburrido.
Edelgard se giró para ver quién hablaba y casi se cayó de su silla.
La persona que entró era una joven de cabello azulado alborotado y que le llegaba debajo de los hombros, iba descalza y usaba un traje de neopreno color negro. ¡Lo peligroso era que llegó mojada y con la parte superior de su traje bajado hasta la cintura! Además, el traje le llegaba a media pierna y llevaba puesto un top deportivo, era imposible no ver lo bien trabajados que estaban sus músculos y…
Por amor a Sothis… Hasta los pensamientos de Edelgard estaban entorpecidos por culpa del abdomen de la recién llegada.
Obviamente esa persona era…
"¡Byleth!" Gritó una alegre Shez mientras se levantaba de la silla, pero enseguida puso un gesto de desagrado. "No voy a abrazarte, estás mojada y llena de arena".
Byleth mantuvo su gesto parco mientras abría los brazos. Shez puso mala cara.
"Ugh, de acuerdo".
Y el abrazo fue graciosamente incómodo a ojos ajenos. Byleth, a propósito, se refregó contra Shez con todas las intenciones de empaparla de agua de mar y llenarla de arena.
"¡Eres horrible!" Se quejó Shez antes de reír y al fin soltarse de ella. "Ven, deja te presento", la tomó del brazo y la acercó hasta la tiesa invitada. "Edelgard, ella es mi amiga Byleth de la que te platiqué".
"Mucho gusto, Edelgard", saludó Byleth con voz neutra y…
Y con un gesto extrañamente suave y gentil que hizo que Edelgard se diera cuenta que no estaba respirando correctamente. Se aclaró la garganta antes de ponerse de pie y ofrecerle la mano, Byleth correspondió la cortesía con un firme y cálido apretón de manos.
"El gusto es todo mío, Byleth. Muchas gracias por recibirme. Espero que nos llevemos bien", dijo Edelgard con recuperada seriedad y sincera jovialidad. "Y muchas gracias por arreglar el cuarto, no debiste tomarte tantas molestias".
"No fue ningún problema. Nos diste la excusa para limpiar ese cuarto al fin", respondió Byleth mientras la soltaba. Miró a su padre y luego a la mujer sentada a su lado. "Oh, buenas tardes, señora Berling".
"Buenas tardes, Byleth. Calentaré unas croquetas para que comas", dijo la madre de Shez. "Ve a darte un baño, anda".
Obediente, Byleth fue a lavarse mientras Shez y Edelgard regresaban a la mesa, ésta última aún perturbada por la maravillosa vista de ese atlético cuerpo. Ahora entendía mejor las palabras de Shez sobre lanzarse encima de Byleth; Petra era una belleza y habría que estar ciego para negarlo, pero Byleth sin duda resaltaba bastante.
Media hora después, Byleth comía con modales apenas suficientes mientras bebía cerveza, mientras todos en la mesa discutían las cosas serias que conllevaban la estadía de Edelgard en la casa de los Eisner. Byleth, por cierto, vestía un short de licra a las rodillas y una (francamente ridícula) camiseta con un pez estampado en el frente.
"Entonces… La tienda y el bote de pesca son su fuente de ingresos", dijo Edelgard y padre e hija asintieron; la hija con la boca llena, por cierto.
"Byleth y yo nos turnamos, pero a veces los pasajeros que nos piden salir a pescar son novatos o chicos alocados que pueden ponerse en peligro si no vamos los dos", explicó Jeralt con tono cansado. "A veces sólo pescan uno o dos peces antes de alcoholizarse, pero no les podemos decir que no si ya pagaron".
"Entonces, si me lo permiten, puedo ayudar en la tienda. Si me enseñan sobre los artículos de pesca podré ayudar", dijo Edelgard pero su gesto de entusiasmo se apagó al ver a Jeralt negar con la cabeza. No tuvo tiempo de poner un gesto decepcionado.
"Te enseñaremos a pescar primero antes de ponerte a vender los equipos, así podrás entender mejor el negocio", concluyó Jeralt.
"Yo… Nunca he pescado y… Y tampoco sé nadar", confesó Edelgard, apenada.
"Te enseñaré a nadar si quieres", dijo Byleth entre bocados. "También puedo llevarte a pasear en mi moto acuática".
"Y de todos modos usarás un chaleco salvavidas cuando salgas en el bote o en la moto, estarás a salvo, te lo garantizo", continuó Jeralt. "Eso si aceptas trabajar en la tienda. Pero si no te sientes cómoda en el mar, podemos tratar en otro lado".
"Yo trabajo como recepcionista en un pequeño hotel cerca de la playa", dijo Berling. "Puedo conseguirte trabajo ahí si no quieres pescar".
Edelgard negó muchas veces. "Aprenderé a pescar. No voy a rendirme antes de intentarlo".
La respuesta causó un gesto de aprobación no sólo en Jeralt, también en Byleth. Edelgard se sintió contenta.
"Aprenderás bien con ellos, ¡garantizado!" Exclamó Shez con mirada orgullosa mientras sacaba el pecho. "¡Una vez logré atrapar un atún de casi un metro!"
"El mejor atún que hemos comido", recordó Jeralt con una sonrisa y Berling y Byleth asintieron al mismo tiempo.
Edelgard dibujó una sonrisa pequeña en sus labios. Los nervios se fueron y sólo quedaba la emoción ante esa nueva aventura.
~o~
Aún no salía el sol pero Byleth ya se estaba alistando para ir a pescar al muelle con Edelgard. Lo acordaron antes de dormir. Edelgard, disciplinada por naturaleza, no tardó en alcanzar a Byleth. El calor era agradable incluso cuando no había sol y Edelgard encontró cómoda la ropa ligera que Shez le consiguió.
Shez, por cierto, pasaría los siguientes días en casa de su madre, justo como lo había planeado.
"No te muevas", indicó Byleth con su tono seco habitual mientras se acercaba a Edelgard con el chaleco salvavidas en manos. "Pescaremos en el muelle, pero suele estar resbaladizo y no quiero que te pase nada malo si caes por accidente al agua", explicó mientras ajustaba el salvavidas.
Edelgard asintió mientras sentía el agradable aroma de Byleth cerca de la nariz.
"De verdad estoy muy agradecida con ustedes por haberme recibido. Aprenderé todo lo que vayas a enseñarme", dijo Edelgard pero no pudo agregar nada más, la chica la encaró con seriedad, pero su gesto denotaba una calidez imposible de ignorar.
"No quiero que te sientas obligada a aprender, quiero que disfrutes pescar", fueron las casi tersas palabras de Byleth.
"Yo… Entiendo", Edelgard tragó saliva de manera discreta.
Byleth tomó todo el equipo que necesitarían y se adelantó a la salida. "Vamos".
Ambas fueron al muelle donde tenían anclado el barco de los Eisner y le causó curiosidad el nombre pintado en uno de los costados del mismo.
"El Quiebraespadas es un nombre muy poderoso", comentó Edelgard.
"Jeralt lo eligió, me contó que era su apodo cuando fue soldado", respondió Byleth mientras le daba a su invitada la caña de pescar para principiantes y le dejaba su bote con carnada a un lado. Por supuesto, Byleth también usaría una caña para principiantes para enseñarle mejor a su invitada. Tampoco pescarían un atún. Llevaba una lámpara consigo y la colgó en uno de los postes del muelle.
"Estoy… Nerviosa", confesó Edelgard con una sonrisa pequeña. Ya después se animaría a preguntar sobre la carrera militar de Jeralt Eisner. "Y también emocionada".
"Eso es bueno", asintió Byleth. "Ahora, comencemos", y con eso, le mostró cuánta cantidad de carnada debía colocar en el anzuelo y le explicó el funcionamiento básico de la caña. "Vamos a desayunar lo que pesquemos", anotó Byleth con seriedad.
"Entonces debo ganarme el desayuno", dijo Edelgard con la misma seriedad.
Luego de mostrarle cómo lanzar el anzuelo al agua y cómo recuperar el sedal independientemente de que picara algo o no, comenzaron a pescar.
Y el silencio se hizo.
Edelgard al principio se sintió un poco rara, no era normal para ella estar en silencio si no estaba sola. Hubert solía platicar con ella y contarle sobre su horrible día en el trabajo, o Ferdinand monopolizaba la conversación con graciosas anécdotas del día, Dorothea era una cantante y no sabía mantener la boca cerrada, y ni qué mencionar a Shez que hablaba hasta por los codos.
Pero Byleth miraba el agua con gesto imperturbable.
Sólo el sonido del mar llenaba el ambiente mientras el cálido viento salado las abrazaba. Hasta ese momento Edelgard fijó su atención en el mar y no tardó en ser atrapada por el vaivén del agua, cómo se reflejaba de manera caótica la luz de la lámpara y de la luna que aún tenían encima. El suave murmullo del mar solitario, libre de botes, barcos grandes y turistas ruidosos, era sobrecogedor. Sintió un agradable escalofrío en el cuerpo por culpa de la brisa marina y suspiró hondo.
Byleth le miró de reojo y sonrió por lo bajo, una sonrisa pequeña y apenas notoria.
Y entonces sucedió.
Edelgard sintió un jalón en el sedal y se sobresaltó.
"¡Picó uno!" Exclamó la joven con alegría y recordó lo que Byleth le explicó. "Primero, brazos y piernas firmes", comenzó a girar el carrete y a sentir la fuerza del pez que luchaba.
"Hazlo lento o se puede escapar", indicó Byleth, serena. "Siente la fuerza del pez, sabrás adaptarte".
Edelgard asintió y giró el carrete primero lento, luego lo dejó quieto y volvió a girarlo, y de pronto ya no sintió nada. Casi se fue de espaldas mientras su anzuelo saltaba del agua.
"Oh, el pez escapó", murmuró Edelgard, decepcionada.
"Lo hiciste bien", dijo Byleth con tono suave. "No siempre vas a pescar todos los peces que piquen", y de pronto su propio sedal se tensó, rápidamente su atención se fue a su caña. "Ven, sujeta la caña conmigo, para que sientas la fuerza del pez". Frunció el ceño, "éste es grande".
Edelgard obedeció y, sí, por la fuerza era fácil saber que el pez era más grande. Miró a Byleth maniobrar y pudo sentir cómo se movía el pez tan sólo con la tensión del sedal y la caña. Con un firme jalón, el pez salió del agua y comenzó a agitarse. Era uno de buen tamaño, unos treinta centímetros aproximadamente. Byleth no tardó en sacar su navaja y cortar las agallas del pez para darle un final rápido. Edelgard arrugó la nariz al presenciar eso.
"Es importante terminar rápido con ellos, se los debemos por alimentarnos", dijo Byleth mientras se enjuagaba las manos de la sangre y volvía a colocar carnada en su anzuelo. "Tira tu línea de nuevo, atraparás uno ésta vez, te lo aseguro".
"¿Cuántos pescados necesitaremos para el desayuno?" Preguntó Edelgard mientras obedecía.
"Al menos cuatro, más o menos de ese tamaño. Los más pequeños los devolvemos, aún tienen mucho por crecer".
"Entendido".
Y de nuevo se hizo el silencio, pero Edelgard se dejó abrazar por éste de manera más relajada. Pasaron alrededor de diez minutos hasta que picó otro pez y ésta vez Edelgard estaba más preparada. Se puso firme y comenzó a girar el carrete según oponía resistencia el pez. Poco a poco y sin aflojar, finalmente logró pescar su primer pez y su rostro de satisfacción y orgullo fue evidente.
"¡Lo hice!" Exclamó Edelgard mientras trataba de sujetar al pez, pero Byleth rápidamente se puso en acción y ella se encargó de matarlo. "Aún me falta más para hacer esa maniobra, ¿verdad?"
"Sí, pero aprenderás después. Lo estás haciendo bien", asintió Byleth.
Hacía mucho que Edelgard no sentía sincero orgullo por un logro.
~o~
Shez se quedó tres días en la Caleta de San Cichol antes de despedirse de sus amigas y volver a la Capital. Tenía trabajos pendientes y lo mejor era avisar a los demás que Edelgard había quedado en buenas manos. Le consiguieron un teléfono nuevo y lo mejor era dar un poco más de tiempo antes de retomar la comunicación con ella, sobre todo luego de que el propio Hubert fuera abordado en su despacho por el mismísimo Volkhard von Arundel preguntándole por el paradero de su sobrina.
Hubert, siendo un abogado sin corazón profesional, supo mantener su mentira ante el hombre:
"No he visto en persona a Edelgard desde aquella vez que usted mismo me prohibió entrar a su casa luego de su fiesta de graduación, sólo algunas llamadas, pero teníamos que cortar pronto por razones que usted mismo sabrá".
El disgusto de Volkhard fue más que evidente pero bien sabía que no sacaría nada de ese desagradable muchacho. Con Ferdinand no hubo mejor suerte, pues él también quedó vetado de la casa de los Arundel al mismo tiempo que Hubert. Dorothea también fue cuestionada pero pudo soportar el interrogatorio de tan horrible personaje, gajes del oficio.
Lo mejor era no contactar a Edelgard por las siguientes semanas. Sabían que ella estaría a salvo lejos de la capital y de ese hombre.
La única que tenía contacto vía mensajes con Edelgard era Shez y fue ella misma quien le hizo saber a Edelgard que su tío estaba empecinado en encontrarla. Lo mejor era no contactar a sus amigos hasta nuevo aviso.
Edelgard los echaba de menos, pero tampoco quería ponerlos en peligro.
Para las cuatro semanas de estadía en la casa de los Eisner, Edelgard estaba más que acomodada al ritmo de vida de padre e hija. Decidió no trabajar en ningún hotel, no quería dar datos personales que la dejaran al descubierto ante los turistas, a saber si alguno de ellos sería trabajador de las empresas de los Arundel. Mejor no arriesgarse.
Los Eisner no hacían preguntas personales y eso lo agradecía mucho. Y también le pagaban muy bien, no se quejaba.
"Me gusta cómo acomodaste los itinerarios de viaje", comentó Jeralt, viendo en su teléfono un calendario que automáticamente se llenaba cuando un cliente reservaba un viaje en bote. Además venían anotados que días no eran los adecuados para salir a la mar, dichos días no podían ocuparse. "Así no reservaremos viajes en balde por culpa de alguna tormenta".
"He estado al pendiente de los reportes del climatólogo local y enlacé la aplicación a los reportes, si el sistema detecta que el clima no es bueno, bloquea ese día", reportó Edelgard. "Hay una salida reservada para pasado mañana, dejaron un anticipo del 50%, seguramente ya lo recibió en su aplicación del banco".
"Me alegra que sepas cómo cobrar usando la computadora", agregó el hombre mientras se rascaba la cabeza. "Nunca supe mucho de esas cosas a decir verdad, normalmente espero a que lleguen y paguen en efectivo".
"Byleth me contó que a veces no pagan completo, o no llegan y ustedes pierden el día".
"Así es, ésta cosa para reservaciones que creaste es más práctico. Gracias, pequeña".
"Hice la aplicación lo más simple y práctica posible, la gente se anota en los días disponibles y paga, y tanto Byleth como usted reciben en sus teléfonos las notificaciones de los días que ya tienen reservados para viajes".
"Entonces debo darle mantenimiento y limpieza al Quiebraespadas", dijo el hombre con una sonrisa.
"Byleth me contó que ese era su apodo cuando fue soldado", comentó Edelgard sin darse cuenta de sus propias palabras, para enseguida cerrar la boca y mirar a Jeralt con marcada pena. "Lamento eso".
"No te disculpes. Fui un soldado casi toda mi vida, me dieron ese apodo porque una vez un superior que estaba ebrio me atacó con su espada ceremonial durante un evento", explicó Jeralt mientras su sonrisa se hacía más grande. "Yo estaba más ebrio y peleé contra él, es lo único que recuerdo, pero todos dicen que rompí la espada de mi Comandante en pedazos con mis propias manos y luego le pegué un puñetazo en la nariz que lo mandó al suelo", explicó y pegó tremenda carcajada. "Me dieron una golpiza y me arrestaron por dos semanas como castigo".
Edelgard no pudo contener una risa.
"Seguramente se volvió la sensación de su batallón".
Jeralt asintió y se despidió con un gesto para ir por sus herramientas y trabajar en su barco. Debía estar listo para zarpar.
Por su parte, Edelgard estaba cómoda trabajando en la tienda. Aprendió lo necesario gracias a las clases de pesca que le dio Byleth e incluso cocinó algo como agradecimiento cuando pudo pescar su primer pescado grande. Lo que también agradecía era que los Eisner estaban dispuestos a comer lo que fuera sin importar lo crudo y quemado del platillo que les ofreció aquella única vez. Era claro que Edelgard se desenvolvía bien en cualquier lugar menos en la cocina, por lo que quedó libre de la labor de cocinar.
Quien mejor cocinaba era Byleth, que justamente llegaba de hacer las compras de la semana.
"Ya llegué", se anunció la chica con su voz neutra de costumbre.
"Bienvenida. Tu padre está dándole mantenimiento al bote".
Byleth asintió. "Subiré a acomodar las compras, enseguida bajo… ¿Quieres té helado?"
"Sí, por favor".
Edelgard no podía evitar seguir a Byleth con la mirada, no cuando el sentido de la moda de Byleth iba de shorts holgados y camisetas con estampados ridículos, a shorts cortos y ajustados que permitían admirar sus piernas cubiertas por unas medias floreadas y coquetas blusas que resaltaban su generoso pecho, todo aderezado con unas botas altas de piel. El conjunto en color negro rozando un estilo Dark. No había punto medio. Siempre con su cabello limpio y brillante apenas peinado, su rostro falto de cualquier maquillaje; Byleth sólo usaba crema para evitar la resequedad de la piel por culpa del viento marino y el agua salada.
Byleth Eisner era un regalo de la diosa a los ojos, nadie podía negarlo.
"Tu papá quedó satisfecho con el nuevo sistema de reservaciones para los viajes en bote", comentó Edelgard mientras ambas bebían un delicioso té frío.
"Gracias por renovar la aplicación, yo hice lo que pude con lo que encontré en internet", dijo Byleth mientras revisaba precisamente la aplicación en su teléfono. Su voz falta de emociones como de costumbre.
"De hecho lo hiciste bastante bien, me ahorraste la mitad del trabajo, sólo tuve que escribir sobre lo que hiciste. Para no saber nada de programación, fue un gran trabajo, Byleth", dijo Edelgard con una sonrisa y de pronto notó algo en el rostro ajeno.
Una sonrisa.
Una sonrisa muy pequeña y breve, pero sonrisa al fin y al cabo. Edelgard sintió un agradable calor en el pecho.
"Gracias", respondió Byleth luego de dar un sorbo a su té. "Por cierto, ésta noche va a haber música en vivo en uno de los antros a los que me gusta ir, ¿te gustaría acompañarme? Yo invito".
La invitación tomó a Edelgard por sorpresa. No lo pensó dos veces. "Me encantaría".
Y ya con la cita concertada, siguieron con sus actividades el resto de la tarde.
La noche llegó más pronto que tarde y ambas salieron al centro de la ciudad en la camioneta de los Eisner, una belleza de más de cincuenta años de antigüedad totalmente restaurada en colores oscuros y dorados. Edelgard optó por ropa en tonalidades rojizas y oscuras, quería combinar con el sitio al que iban a ir… Mejor dicho, quería combinar con Byleth.
Llegaron a su destino en veinte minutos.
Siendo Byleth un rostro conocido en la comunidad, no tuvo problemas en encargar la camioneta con un amigo de su padre.
La música podía escucharse desde una calle antes, un grupo tocaba rock y había jóvenes fuera y dentro del antro disfrutando de cervezas y el buen ambiente. Edelgard notó que no había nadie en la entrada del antro, todos entraban y salían a capricho.
Byleth se aclaró la garganta y le ofreció su mano a Edelgard. "¿Vamos?"
Edelgard no pudo contener una sonrisa. Asintió y tomó la mano de Byleth. Su mano era cálida, podía sentir callos en su palma que seguramente eran de la caña de pescar, tenía entendido que Byleth pescaba desde que sabía caminar, Jeralt se lo contó.
"¿Quieres algo de beber?" Preguntó Byleth cerca del oído de Edelgard, lo esperado cuando la música resonaba en cada esquina del sitio, además de decenas de voces de los otros clientes que cantaban o platicaban.
Pero Edelgard sufrió un agradable escalofrío por culpa de esa simple acción… ¡No debería ser así! ¡No era el primer antro al que iba! Sus amistades también le hablaban al oído y nunca había reaccionado así, ¡ni siquiera con Dorothea cuando ésta era soltera y gustaba de provocarla con su linda sonrisa y su coquetería nivel profesional!
"Me encantaría, gracias", pudo responder Edelgard, aunque para ello fuera su turno de acercarse al oído de Byleth para hacerse escuchar. Craso error, pudo sentir el aroma de su champú y su jabón de flores favorito. Y de pronto sintió un poco más de calor, pero ese calor no era propio…
¿Acaso las orejas de Byleth se habían puesto rojas?
Quizá estaba viendo mal por culpa de las luces opacas del sitio.
Edelgard pidió un coctel y Byleth, como era de esperarse, pidió cerveza, la de mejor marca del lugar. Ambas se sentaron en una mesa que recién se había desocupado, una mesa pequeña donde sólo cabían las bebidas y quizá un plato de bocadillos, vendían pollo frito y Byleth no tardó en pedir un plato a uno de los trabajadores del sitio.
"La música es buena, ese grupo toca bien", comentó Edelgard en voz alta y con una sonrisa.
"Tocan aquí a menudo y de vez en cuando presentan canciones originales, tienen talento", respondió Byleth, procurando cercanía para poder escucharse mutuamente.
"¿Y bailas o sólo escuchas la música?"
"Bebo cerveza mientras escucho la música, no se me da bailar pero… Si me enseñas, puedo aprender".
La idea hizo sonreír a Edelgard.
"Podemos hacerlo cuando…"
El plato con pollo frito llegó.
"Cuando termines tu pollo y tu cerveza, y yo mi coctel".
"Trato".
Siguieron platicando entre bocadillos y tragos, Edelgard no se negó a comer una pieza de pollo que Byleth le ofreció directo en la boca.
"¿Sueles venir aquí con más amigos?" Preguntó Edelgard de repente.
"No", fue la simple respuesta de Byleth. "No hablo mucho con nadie, y nadie de mi edad se me acerca, creo que me tienen miedo…"
"¿Eh? ¿Miedo?" ¡Imposible! Byleth era seria pero también un encanto, además de amable y servicial. "No te creo".
"Es porque una vez me peleé con unos pandilleros", respondió Byleth con toda la tranquilidad del mundo. "Se estaban saliendo de control y uno de ellos intentó asaltar a Jeralt cuando salía de un bar. Yo había ido por él, siempre me llaman para ir por él y entonces vi cuando intentaron asaltarlo y Jeralt estaba de espaldas. Corrí y ataqué al pandillero".
"Oh, es normal que…"
"Le rompí la nariz, le tiré los dientes frontales y le quebré dos costillas".
"Oh…"
"Luego llegaron los amigos del ladrón, les dije lo que hizo su amigo pero a ellos no les cayó en gracia cómo lo dejé y me atacaron y…"
Edelgard podía imaginarse la escena. Pensar en Byleth peleando contra un montón de pandilleros y dándoles una lección era genial. No le sorprendía que supiera pelear, no si su padre fue un militar de alto rango que rompía espadas con sus propias manos.
"…Y terminé arrestada por doce horas junto con los pandilleros. En la misma celda. El dueño del bar permitió que Jeralt se quedara en el cuarto de empleados esa noche mientras yo cumplía mi arresto".
Una linda carcajada escapó de los labios de Edelgard al escuchar eso.
"¿Y qué fue de los pandilleros?"
"Se corrió la voz de que una sola persona les había pateado el trasero, eso les quitó respeto y se fueron. Otros tipos intentaron retarme pero no me ganaron. Y creo que desde entonces me tienen miedo", explicó Byleth y de pronto frunció el ceño de manera ligera, sorprendiendo nuevamente a Edelgard con sus minúsculas gesticulaciones. "No que tuviera amigos antes de llegar aquí, pero luego de esas peleas no tuve oportunidad de hacer ninguno…"
"¿Y cómo conociste a Shez?"
"Me retó a pelear y le gané".
Edelgard volvió a reír.
"Típico de ella, también es una especie de pandillera, ¿verdad?"
"Hace dos años la señora Berling llegó a la ciudad con Shez", contó Byleth con un gesto suave. "Shez escuchó de los vecinos lo que pasó con la pandilla y fue directo a la tienda a retarme. Acepté y le gané, pero ella siguió yendo a diario a retarme. A los diez días nos presentó a su madre e hicimos amistad con su familia".
"¿Y siguieron peleando?"
"Sólo un par de veces más hasta que le di lecciones de defensa personal más apropiadas".
"Tu padre te enseñó, ¿verdad?"
"Sí, Jeralt me enseñó todo lo que sabe".
"¿Por qué llamas "Jeralt" a tu padre?"
La curiosa pregunta tomó por sorpresa tanto a Edelgard como a Byleth. Se miraron un momento antes de que Edelgard fuera la primera en ceder.
"Lamento la pregunta tan insensible…"
"Él siempre ha sido Jeralt", respondió Byleth, enseguida puso un gesto pensativo. "¿Debería llamarlo papá o padre?"
Nadie te enseñó a decirle "papá", ¿verdad? Pensó Edelgard con una mueca pequeña y amarga. "Quizá se asuste si lo llamas así de repente".
"Tienes razón", murmuró Byleth antes de dejar el tema por la paz. Ya se había terminado la comida y la cerveza, Edelgard ya se había terminado su coctel. Le ofreció su mano. "¿Bailamos?"
"Me encantaría".
Para ese momento era el DJ local el que tenía puesta la música antes de la presentación de la siguiente banda, música más bailable que todos aprovechaban para bailar cerca de sus parejas o bien en grupo, cualquier paso valía.
Edelgard sabía desenvolverse en ese ambiente gracias a sus amigos, admitía que gracias a ellos aprendió a divertirse, también a distinguir cuando una bebida estaba adulterada, pero ese antro era bastante decente; seguramente porque la ciudad era pequeña y todos se conocían, un antro que pusiera en peligro a sus jóvenes quebraría más pronto que tarde.
Byleth no tardó en adaptarse a los movimientos de Edelgard y, para la mitad de la canción, ambas bailaban y se divertían.
"No te mueves nada mal", comentó Edelgard con una sonrisa, nuevamente cerca del oído de Byleth.
"Me enseñaste bien".
"Te la debo por todas las lecciones de pesca y de conocimiento marítimo que me has estado dando desde que vivo con ustedes".
Era tan lindo ver a Byleth sonreír de esa manera apenas notoria, como si esa sonrisa se la dedicara a ella y a nadie más.
La canción terminó y de pronto sonó algo más… Lento. Una canción que invitaba a todos a bailar pegados. Rápidamente se armaron las parejas mientras las luces bajaban un poco más para amenizar el ambiente.
Byleth miró a su alrededor y se fijó en cómo bailaban las demás parejas. No tardó en sujetar a Edelgard por la cintura y adoptar el paso que todos llevaban. Edelgard se tensó pero sólo por un segundo, sus manos se movieron solas hasta los hombros de Byleth. Se miraron la una a la otra y sólo Edelgard sonrió de manera visible.
"Lo dicho, te mueves bien".
"Gracias".
La tensión las abrazaba, culpa de la cercanía y del calor que seguramente era a causa de la aglomeración de parejas en la pista de baile, ¿verdad? Y también por culpa de todas esas parejas era que ellas debieran bailar más apretadas, ¿verdad?
Eso querían pensar aunque Byleth lo escondiera mejor que Edelgard.
No puedo creer que sea tan suave, Edelgard terminó por bajar la mirada un momento, detestaba lo suave y cómoda que era Byleth en esa posición. No recordaba a nadie que fuera capaz de ponerla así de nerviosa. Sentir cómo las manos de Byleth se sujetaban con más firmeza a su cintura no la ayudaban en lo absoluto.
"¿Podemos ir por un trago luego de ésta canción?" Preguntó Edelgard y Byleth asintió.
"No pensé que hiciera tanto calor en la pista de baile", comentó Byleth y Edelgard asintió.
Sí, estaban de acuerdo en que hacía mucho calor.
Luego de sobrevivir hasta el final de la canción, ambas fueron a la barra del bar y Edelgard estaba dispuesta a beber cerveza, necesitaba algo amargo con urgencia para no pensar en el dulce aroma del champú de Byleth. Y si no estuviera sumida en su propio pánico, Edelgard podría haber notado un ligero rubor en su acompañante.
Brindaron en silencio y bebieron al mismo tiempo. Y también suspiraron de alivio al mismo tiempo.
"¿A qué otros sitios sueles ir?" Preguntó Edelgard sólo para revivir la conversación.
"A la playa a nadar, también me gusta ir al cine y a comprar libros", respondió Byleth entre pequeños tragos a su botella.
"Oh, ¿te gusta leer?"
"Sí, leo lo que sea que me llame la atención, así aprendí el idioma de Brigid y el de Dagda, solemos recibir visitantes desde esos países y algunos tienen problemas en comunicarse", comentó Byleth con el desinterés de costumbre. "Hace un mes llegaron turistas de Duscur y desde entonces me doy una hora al día para estudiar su idioma, es interesante".
"¿Estás aprendiendo idiomas extranjeros por cuenta propia?" Preguntó Edelgard, francamente sorprendida. "¿Puedo preguntar qué nivel escolar tienes?"
"Nunca asistí a la escuela, aprendí en casa, sólo hice exámenes para la certificación. A los dieciséis saqué mi diploma de preparatoria".
Había piezas de la vida de Byleth que Edelgard no alcanzaba a armar. No quería ser entrometida cuando ni Byleth ni su padre la cuestionaban sobre su vida, ni siquiera le habían preguntado su apellido; a saber si Shez se los contó, pero lo dudaba. Lo mejor era seguir el tema pero desviando el rumbo de la plática.
"¿No has pensado en estudiar en la universidad? Eres lista".
Byleth se tomó su tiempo para responder. "No lo había pensado hasta que llegaste…"
"¿Uh?"
"Eres muy lista, aprendes rápido e incluso Jeralt pudo entender la aplicación que hiciste para las reservaciones del bote", listó Byleth mientras miraba con sus profundos ojos oscuros directo a Edelgard. "Digamos que… Me inspiraste a mejorar".
Edelgard se puso roja hasta las orejas, imposible ocultarlo, pero Byleth no dijo nada al respecto y lo agradeció en silencio. "Me alegra escuchar eso… Ah…" La chica se aclaró la garganta. "No debes abandonar la caleta si no quieres, hay opciones para estudiar en línea", continuó Edelgard con creciente entusiasmo. "Puedo ayudarte si quieres".
Byleth la miró largamente mientras su gesto se suavizaba un poco y sus labios dibujaban una pequeña y apenas notoria sonrisa.
"Me gustaría que me ayudaras, muchas gracias, Edelgard. Pero no puedo aceptar tu ayuda sin ofrecerte algo a cambio".
Por su lado, la sonrisa de Edelgard fue más notoria. "Te parece si me enseñas los idiomas que dominas, aprenderemos la una de la otra".
"Es un trato, Edelgard", dijo Byleth y le ofreció la mano a manera de sellar el trato.
"Es un trato", respondió Edelgard mientras estrechaba gentilmente la mano de Byleth. "Oh… Y otra cosa…"
"¿Uh?"
"Puedes llamarme Edel si quieres, así es como me llaman mis amigos".
Los ojos de Byleth se abrieron un poco más y su gesto pareció iluminarse por una obvia alegría. Edelgard se sonrojó de nuevo, pero no por ello se resistió a sonreír.
"Es un trato entonces, Edel".
El resto de su noche se fue entre cervezas, pollo frito y baile.
~o~
¿Qué hora era?
Edelgard no estaba muy segura, pero aún no amanecía si todavía no escuchaba a las gaviotas, ¿verdad?
¿Verdad?
Un momento…
La chica sintió algo sobre su pecho, algo que la rodeaba, algo cálido. Apretó los párpados antes de abrir los ojos y luchar por enfocar su mirada.
Lo primero que vio fue un par de labios entreabiertos, rosados y visiblemente suaves.
Oh…
Estaba en el cuarto de Byleth, en la cama de Byleth y entre los brazos de Byleth.
Ahora que Edelgard hacía memoria, regresaron a casa alrededor de la una de la mañana, ambas alcoholizadas pero al parecer eso no era problema para que regresaran a casa conduciendo a quince kilómetros por hora, todo mientras Byleth le repetía a Edelgard nunca beber y conducir.
Lo único cierto ahí, es que aunque Byleth no era precisamente la chica con más amigos en la caleta, los habitantes cuidaban de ella por la estima que sentían por Jeralt y porque la chica se había encargado de esos peligrosos pandilleros que estaban dando problemas en la ciudad.
Luego del lento regreso a casa de los Eisner, Byleth dijo que pensaba acompañarla a su cuarto para que llegara sin tropezar, luego Edelgard alegó que Byleth había bebido al menos diez cervezas más que ella y le tocaba ser escoltada a salvo a su cuarto. Terminaron primero en el cuarto de Byleth y ambas cayeron en la cama por culpa del alcohol. Byleth se quejó y torpemente se quitó el calzado, Edelgard hizo lo mismo y de ahí no supo más.
Obviamente se quedaron dormidas, aún tenían la ropa de anoche.
"Eres cómoda", murmuró Edelgard mientras veía el rostro dormido de Byleth.
"Tú también", respondió una adormilada Byleth, haciendo respingar a Edelgard. Su única reacción fue apretar un poco más el abrazo mientras se refregaba contra ella a propósito.
"¡Byleth!" Se quejó Edelgard mientras su ahora amiga obviamente la estaba molestando.
"Cinco minutos más, hoy le toca a Jeralt preparar el desayuno", dijo Byleth sin siquiera abrir los ojos, ahora estaba cómodamente acurrucada en el cuello de Edelgard.
"Deberíamos tomar al menos un baño, olemos a cerveza y a cigarro y así nos acostamos en tu cama… Tu cama tendida, ni siquiera la abrimos", explicó Edelgard, tratando de quitarse de encima a Byleth, no que pusiera mucho empeño en ello.
"Sí, tienes razón", respondió Byleth en voz baja, "de todos modos ya tocaba cambiar la ropa de cama", bostezó. "Hay que bañarnos, Edel".
"Sí, tenemos que bañarnos".
Hubo unos diez segundos de silencio.
"¿Te bañas conmigo?"
"¡Byleth!"
Y Byleth comenzó a reír, sorprendiendo a una enrojecida Edelgard.
"Tus bromas son terribles", se quejó Edel aún ruborizada, por suerte Byleth aún no abría los ojos.
"Mejoraré".
Finalmente se soltaron, se estiraron y sus cuerpos resintieron la esperada resaca luego de una noche de cervezas. Los síntomas no eran tan graves y bastaría con algunos antiácidos y mucha agua para rehidratarse.
"Ve a bañarte primero", dijo Byleth mientras le dedicaba una sonrisa suave a Edelgard. "Y gracias por acompañarme a salir, fue divertido… ¿Podemos hacerlo de nuevo?"
"Por supuesto".
Una hora después ambas desayunaban con Jeralt. No era sorpresa que el veterano acompañara su desayuno de arroz frito y pescado con una cerveza clara, algo ligero para el desayuno, según él. Las chicas se contentaban con jugo de fruta local.
"Entonces, ¿quieres estudiar la universidad en línea?" Preguntó Jeralt, interesado en el tema.
Byleth asintió. "Quiero aprender más".
Jeralt dibujó una sonrisa pequeña en su duro rostro. "Si es lo que deseas, adelante, y si necesitas pagar las clases o algo, sabes que tenemos dinero". El hombre suspiró hondo mientras miraba su botella de cerveza. "Nunca pude llevarte a una escuela… Que tengas un diploma universitario suena bien".
Edelgard sintió la necesidad de preguntar muchas cosas pero decidió callarse a sí misma con una cucharada de arroz frito. Estaba delicioso, por cierto. No percibió cuando Jeralt le miró de reojo.
"Byleth prometió enseñarme los idiomas que ha aprendido", comentó Edelgard para comenzar a encaminar el tema en otra dirección. "Me apena admitir que tengo una amiga de Brigid y es ella la que ha tenido que aprender el fodlandés, lo habla muy bien".
"Es muy útil cuando tienes que tratar con gente que viene de fuera del continente", comentó Jeralt y terminó su comida. "Abriré la tienda, ustedes terminen de desayunar".
Ambas chicas asintieron y el hombre dejó su plato y cubiertos en el fregadero antes de retirarse.
"Hoy me toca ir con el grupo de limpieza", avisó Byleth. "Pero prepararé la comida antes de salir".
"Yo ayudaré a tu papá en la tienda. Te echaría una mano en la cocina, pero no quiero llenar todo de humo otra vez, mejor limpio cuando tu acabes de cocinar".
"Por cierto, aún te debo las clases de natación".
Edelgard encontró adorable el ceño fruncido de Byleth. "Confieso que me gusta mucho la vista al mar, el sonido del mar mientras duermo y también salir en barco con ustedes, pero la idea de meterme en el agua aún me repele", no dejó que Byleth dijera nada a sus palabras. "Pero tampoco quiero darles un mal rato si por accidente me cayera al agua y no supiera qué hacer".
Byleth sonrió.
Edelgard también podía confesar que le gustaba mucho cuando lograba que Byleth sonriera.
"¿Te parece si comenzamos luego del viaje que ya tienen reservado? Debes estar descansada, salen temprano y es un grupo grande".
"De acuerdo".
El viaje salió bien y sin ningún incidente qué reportar. Edelgard se encargó de la tienda y siempre era agradable vender una caña profesional que ella misma recomendaba luego de estar pescando con los Eisner durante esas semanas. Estaba muy cómoda en ese sitio y con esa familia, pero tampoco podía evitar extrañar a sus amigos que se quedaron en Enbarr.
Por suerte, una noche de esas Shez llamó directamente a casa de los Eisner mientras Edelgard y Byleth veían una película en la sala de estar, ambas tumbadas en el sofá largo y en su ropa más cómoda. Edelgard no levantó el auricular, sólo activó el altavoz.
"¡Edel! ¿Cómo has estado?" Saludó Shez al otro lado de la línea. "¿Byleth está contigo?"
"Estoy muy bien, Shez, gracias. Y sí, Byleth está conmigo y está escuchando todo, tengo el altavoz. Jeralt salió con unos amigos a ver el partido de las Águilas Negras contra los Leones Azules a un bar".
"Ya me lo imaginaba", rió Shez. "Por cierto, hay alguien que quiere saludarte, pondré el altavoz. Byleth también puede escuchar".
Hubo algo de movimiento antes de que sonara una melodiosa voz.
"¡Edie!" Era Dorothea. "Gracias a la Diosa que estás bien".
"Estoy bien gracias a ustedes que cubrieron mi huida. Lamento mucho que mi tío les esté dando problemas".
Curiosa, Byleth se acercó más a Edelgard y terminó recargando su mentón en el hombro de ésta para escuchar más de cerca.
"Al fin se convenció de que no sabemos tu paradero y sus hombres han dejado de vigilarnos, por eso estamos en casa de Shez".
"¿Estamos?"
"¡Edel!" Sonó la voz de Ferdinand. "¡Mi corazón se llena de felicidad al saber que estás sana y salva! Me encantaría agradecer a las personas que te dieron la bienvenida".
Edelgard puso un gesto de alegría que no sólo se notaba en su rostro, también en su voz. "Bueno, si te sirve, una de esas personas está escuchando, es mi amiga Byleth".
"¡Que la diosa Madre Sothis te colme de cosas buenas!"
Byleth miró a Edelgard con curiosidad y musitó en voz baja. "Tu amigo habla de manera graciosa".
"Así es él", murmuró Edelgard con una risa pequeña.
"Recibimos a Edelgard con gusto, la mantendremos a salvo".
"A mí también me gustaría agradecer la ayuda que nos están prestando", fue el turno de Hubert de hablar. "Ahora que estamos un poco más libres de vigilancia, me gustaría coordinar contigo, señorita Byleth, la entrega de algunos artículos personales de Edelgard que pudimos recuperar".
Edelgard se alarmó. "¿Entraron a la mansión?"
"Me desagrada decir que tu tía sacó a la basura todas las cosas del que era tu cuarto y pudimos recuperar algunas… Con ayuda de ya sabes quién".
Dimitri… Pensó Edelgard y su gesto se suavizó. "Salí con prisa y dejé lo que no cabía en la mochila".
"De todos modos revisamos todo y no hay ningún dispositivo de rastreo, así que podemos mandarte tus cosas", agregó Hubert.
"Muchas gracias a todos. Los echo de menos", confesó Edelgard y de pronto sintió un cálido abrazo. Cerró los ojos y sujetó los brazos de Byleth.
"Aww… ¡Y nosotros a ti, Edie! No es lo mismo sin ti, pero nos importa más tu bienestar", dijo Dorothea con su voz quebrada. "Aún no sabemos si hay manera de que regreses a Enbarr de manera segura, pero quizá podamos visitarte en alguna ocasión".
"Eso… Eso me gustaría. Gracias".
Byleth abrazó un poco más fuerte a Edelgard y la dejó recargarse apropiadamente en su cuerpo. No sabía los detalles que rodeaban la huida de Edelgard, pero no importaba en ese momento.
"Hasta que ustedes puedan venir, nosotros le haremos compañía, no la dejaremos sola", intervino Byleth con voz seria mientras estrechaba un poco más fuerte a Edelgard.
"Te la encargamos mucho, Byleth", dijo Shez con su voz alegre de costumbre. "Esperaremos el mejor momento para ir y yo misma llevaré a todos".
"Muchas gracias, Shez", murmuró Edelgard mientras sujetaba los brazos de Byleth tanto como la posición se lo permitía. No tienes idea de cuánto te debo por dejarme conocerla, pensó Edelgard mientras su gesto se suavizaba.
Al notar que la plática no iba a terminar pronto, Byleth decidió que lo mejor era darle la oportunidad a Edelgard de ponerse al día con sus amistades.
"Prepararé té", le dijo al oído y lentamente la soltó.
Ninguna dijo nada cuando las manos de Edelgard parecieron no querer dejarla ir, pero eventualmente lo hicieron.
"Gracias".
La plática duró un par de horas más, tiempo que Byleth aprovechó para seguir leyendo esos increíbles libros en duscuriano que había pedido en línea la semana pasada. Ambas quedaron sentadas en el sofá, lado a lado mientras Edelgard seguía platicando con sus amigos y Byleth estudiaba en silencio, bastante cómodas la una contra el brazo de la otra.
Cerca de las once de la noche, Edelgard se despidió de sus amigos con la promesa de verse de nuevo a la primera oportunidad, la llamada terminó y la chica tuvo que levantarse del sillón para estirar un poco el cuerpo.
~o~
Salidas a más de un antro una vez por semana, sesiones de estudio juntas donde Byleth le enseñaba a Edelgard los idiomas que dominaba, clases de nado que lograron que Edelgard al menos pudiera mantenerse a flote y serena en el mar, asesoría en los cursos de la universidad en línea que estaban permitiendo a Byleth aprender administración y economía (justamente las materias que Edelgard dominaba) y lecciones de programación más avanzadas.
Fue una linda sorpresa descubrir que las cosas que mandaron desde Enbarr fueron un par de peluches y unos álbumes de fotos. El peluche favorito de Edelgard era un oso con espada, escudo y armadura completa de caballero, el otro era un peluche conmemorativo de las Águilas Negras, el equipo favorito de Edelgard.
Edelgard y Byleth aprendían mutuamente y eso era algo que ponía feliz a Jeralt, su hija era más parlanchina desde que Edelgard llegó a la casa; gesticulaba más, sonreía más seguido aunque no de manera tan visible y se notaba mucho más activa. Jeralt admitía que era su culpa que su hija no tuviera una niñez normal y que nunca hubiera convivido con gente de su edad, también fue su culpa no haberle enseñado a sonreír, el exsoldado no tenía las fuerzas para sonreír en aquellos tiempos, cuando la pérdida de su esposa se mezcló de mala manera con aquellas misiones secretas que lo alejaban de su lado más humano, cuando todo lo que regresaba a casa con la pequeña Byleth era un hombre cansado que no tenía las fuerzas para sonreír, sólo para dormir mientras la niña se acurrucaba en su pecho.
Jeralt no podía sentirse más agradecido con Edelgard. Hacía cuatro meses de la llegada de la chica y había convertido a Byleth en la persona que él nunca pudo lograr.
"¿Está haciendo su examen? ¿En serio?" Preguntó Jeralt mientras veía en dirección al cuarto de su hija. Preparaba la cena con ayuda de Edelgard, mientras ésta no se acercara a la estufa todo estaría bien. "En mis tiempos todo era con papel y pluma".
"En las universidades más modernas se usan computadoras o tablets, pero en las más tradicionales aún prevalecen el papel y el lápiz", dijo Edelgard mientras ayudaba a picar la verdura para el caldo de pescado y camarones que tan bien le salía al hombre, ¡sólo era cuestión de echar todo a la olla! "Las ventajas de la universidad en línea, es que basta con tener un teléfono con las funciones básicas e internet".
El hombre soltó una carcajada breve. "Lo haces parecer fácil, pequeña".
"Es fácil, ¿no le gustaría intentarlo?"
"No, gracias. Con la academia militar tuve", dijo Jeralt y suspiró hondo. "¿Sabes? Me gustaría mucho que Byleth estudiara en una universidad, en persona".
"¿Se lo ha dicho?" Preguntó Edelgard, sorprendida.
"Sí, pero dice que le gusta la vida aquí conmigo, cerca del mar", el exsoldado se llevó la mano libre a la barba en claro gesto de molestia. "Sé que la vida aquí es tranquila, y que incluso si no tuviéramos el bote y la tienda, viviríamos bien con mi pensión…"
"Oh…"
"Sé que no quiere dejarme sólo… Pero a Byleth le gusta aprender, es muy lista… Y gracias a ti pude confirmarlo… En serio me gustaría que saliera de éste sitio donde nunca pasa nada y que aprenda lo que su corazón desee".
Edelgard jugó un poco con el cuchillo que tenía en las manos, miró al hombre con una sonrisa pequeña y segura. "Me atrevo a pensar que me está diciendo todo esto para que anime a Byleth a volar y abandonar el nido…"
Jeralt rió.
"Pero creo que esa es una decisión que debe nacer de ella. Personalmente comparto su opinión, señor Jeralt. Byleth es increíblemente inteligente, conozco a poca gente capaz de aprender idiomas extranjeros sin tutores, también ha aprendido en estos meses lo que a mí me tomó al menos un año y con la guía de profesores prestigiosos", Edelgard se encogió de hombros. "Lo más que puedo hacer es enseñarle lo que yo sé, y aprender lo que pueda de ella… Quizá eso la motive a buscar más".
"Ayudará mucho, créeme".
Compartieron una sonrisa.
Para cuando Jeralt y Edelgard terminaron la comida, Byleth salió de su dormitorio con una expresión complicada de leer. Ambos la miraron con algo de preocupación, al menos hasta que los labios de Byleth dibujaron una sonrisa pequeña y un gesto de satisfacción.
"Pasé el examen…" Anunció con voz pequeña.
Edelgard fue la primera en abrazarla por culpa de la emoción, Jeralt no tardó en acercarse también y alborotarle el cabello a su hija.
"¡Sabía que podrías lograrlo!" Exclamó Edelgard.
"Fue complicado pero pude hacerlo. Gracias, Edel".
"Todo fue por tu esfuerzo", dijo la chica y enseguida encaró a Byleth. "Un par de exámenes más y podrás sacar tu diploma universitario". Los exámenes eran cuatrimestrales, por lo que en ocho meses más terminaría sus estudios. Edelgard no sentía envidia, el curso en línea era mucho más costoso que las clases presenciales dependiendo de la universidad. Por supuesto, la elegida fue la Universidad de Enbarr, la mejor de todo Adrestia.
Los Eisner no eran ricos pero tenían suficientes recursos como para permitirse un gasto tan severo sin caer en la quiebra.
"¿Les parece si guardamos esto para el desayuno y vamos a comer algo? Yo invito", propuso Jeralt y ambas chicas asintieron.
Byleth fue la que escogió el lugar y se decidió por una pizzería cerca de la orilla de la playa. Las pizzas de hecho eran excelentes y también vendían cerveza ligera para los mayores de edad siempre y cuando consumieran alimentos. Byleth, por ser la celebrada de la noche, se le permitió pedir una pizza completa para ella sola y toda la cerveza que su corazón deseara.
Luego de comer, los tres salieron de la pizzería y dieron una caminata por la orilla de la mar. El agradable clima permitía que incluso al anochecer y durante la madrugada hubiera gente que simplemente gustaba de estar en la arena, ya fuera pasando el rato, mirando el mar o armando una pequeña fiesta con antorchas, música y comida local.
Jeralt se encontró con un amigo y rápidamente se puso a platicar con él entre bebidas que dicho amigo traía consigo. Byleth y Edelgard lo dejaron ser, aprovecharían para pasear cerca del agua. De hecho se quitaron el calzado, la arena aún estaba tibia.
"Buen trabajo, Byleth, me siento orgullosa de ti", repitió Edelgard mientras se acomodaba el cabello. El viento de esa noche estaba especialmente juguetón.
"No me habría animado a hacerlo sin ti, Edel", respondió Byleth, sonriendo suavemente mientras miraba a su compañera.
Edelgard recordó lo que Jeralt le comentó durante la tarde. Nada perdía con intentarlo, ¿verdad?
"Oye, hablé un poco con tu padre sobre el tema y… ¿No te gustaría asistir a alguna universidad para clases presenciales? Son divertidas a su modo y los buenos profesores siempre hacen una gran diferencia", comentó Edelgard.
Byleth miró a Edelgard de reojo y casi rió. "Y yo que pensé que tomarías el tema de manera más amable".
"No es necesario perder el tiempo, ambas somos adultas", dijo la chica con un gesto propio y serio mientras se adelantaba con dos largas zancadas. "Eres una persona dedicada y lista, podrías lograr mucho".
"¿Y si sólo quisiera estar aquí en la caleta y vivir en paz pescando?" Preguntó Byleth, mirando el oscuro horizonte donde el mar y el cielo se volvían uno sólo y era imposible distinguirlos, pero su visión se vio interrumpida por el lindo rostro de Edelgard justo frente al suyo. Ese par de hermosos ojos de amatista clavados en los suyos. "¿Edel…?"
"Byleth Eisner, mírame a los ojos y dime si no quieres conocer otros lugares y aprender más cosas".
No hubo respuesta.
Byleth abrió la boca pero ninguna palabra salió de ella.
"No quiero dejar solo a Jeralt", pudo murmurar la chica y caminó hasta donde el agua le mojaba los pies solamente.
"Nadie quiere alejarse de su familia, créeme. Una parte de mí se siente feliz de que atesores tanto a tu padre y siempre quieras estar con él".
"Edel…"
Edelgard decidió sentarse en la arena, no le importaba mojarse, después de todo llevaba shorts para la playa. Invitó a Byleth a sentarse a su lado. Hombro a hombro, ambas miraban el mar siempre en movimiento. No había luna esa noche, por lo que la marea nocturna era más tranquila que de costumbre.
"Tenía a mi padre, a mi madre y a diez hermanos", contó Edelgard mientras abrazaba sus propias rodillas y su voz se perdía ligeramente, cosa que obligó a Byleth a acercarse un poco más para escucharla mejor. "Ocho mayores, dos menores", hizo silencio unos segundos más. "Los amaba mucho a todos y… Una noche los perdí. Regresábamos de una fiesta en la camioneta familiar, teníamos un chofer", continuó. "Lo último que recuerdo es que mamá me dejó dormir en su regazo porque ya era tarde y… Cuando desperté estaba en la sala de un hospital con las costillas rotas y un brazo fracturado, además de una lesión en el cráneo…"
Byleth abrió más los ojos al escuchar eso.
"Hubo un accidente. Según el reporte de la policía, el chofer estaba intoxicado y perdió el control del vehículo. Mi familia y el chofer murieron, sólo yo sobreviví. Y si sobreviví, fue porque estaba en las piernas de mamá, entre todos mis hermanos… Tenía diez años".
"Edel…"
"Un primo-hermano de mi madre ganó mi tutela, y desde entonces viví con él, pero fue terrible", dijo al fin. "Mi tío Volkhard me maltrataba con la excusa de que necesitaba disciplina y buenos modales, y que esos se ganaban con dureza. Él trabajó como administrador en una base militar, por cierto". Edelgard suspiró. "No me dejaba dibujar ni hacer algo más que no fuera estudiar y ejercitarme, tampoco podía escuchar música, ver televisión ni recibir visitas de mis amigos de la infancia… Me abofeteaba si lo miraba directo a los ojos".
"Suena a alguien a quien me encantaría conocer", musitó Byleth con los puños apretados en su propia camisa.
Edelgard sonrió débilmente. "Cuando llegó la hora de elegir una carrera universitaria, logré salirme con la mía al elegir Economía y Finanzas en la Universidad de Enbarr… A mi tío le convenía que yo estudiara eso, y cuando salí de la casa de mi tío, mi vida cambió", la sonrisa de Edelgard se hizo más grande. "Me reconecté con mis amigos de la infancia que también estaban estudiando ahí, hice más amigos e incluso tuve citas ocasionales… Nunca un noviazgo pero sí conocí más gente".
Byleth no resistió sonreír, rodear a Edelgard por los hombros y pegarla juguetonamente a su cuerpo.
"Pensé que por ser mayor de edad y una graduada universitaria al fin recobraría las riendas de mi vida, pero mi tío alegó que aún tenía poder sobre mí y que era momento de pagarle el favor que me hizo al darme techo luego de la muerte de mi familia… Me dijo que mientras trabajara para su empresa, me dejaría seguir viendo a mis amigos, y acepté…"
Y al fin iba a confesarle el motivo de su escape, Edelgard comenzó a sentirse más ligera mientras se recargaba en el cuerpo de Byleth.
"Y hace unos meses me dijo que ya había arreglado un matrimonio para mí con un socio suyo… Eso… Eso fue todo lo que pude soportar y decidí escapar. Si llegué aquí fue gracias a mis amigos", incluida Shez, desde luego.
"Estoy casi segura de que no es legal que te tenga aun en tutela, eres mayor de edad", comentó Byleth con el ceño ligeramente fruncido.
"Hubert investigó por mí, él es abogado, y al parecer hay un documento que lo hace prácticamente mi dueño mientras yo sea soltera…" refunfuñó Edelgard. "Por supuesto que no es legal, pero mi tío tiene contactos que lo hacen sentir intocable".
"Lamento que pasaras por todo eso…"
"Y lo que yo no lamento es que pasara todo eso para poder terminar aquí… Y conocerte", dijo Edelgard con recuperado tono de voz mientras miraba a Byleth. "Gracias…"
Byleth sonrió de manera suave. "Entonces…"
"¿Uh?"
"Dices que somos adultas y que no debemos perder el tiempo, ¿verdad?"
"Sí, eso dije justo antes de contarte la emocionante historia de mi vida".
"Bien, entonces no perdamos el tiempo", dijo Byleth e hizo algo que tenía muchos deseos de hacer desde hace tiempo: besó a Edelgard.
Un dulce, largo y posesivo beso.
Edelgard se quedó muda dos segundos antes de mirar a Byleth con horror, perder por completo la compostura y golpearla con sus puños de manera bastante lamentable.
"¡Pensé que tomarías éste tema de manera más amable!" Reclamó Edelgard, roja hasta las orejas.
"Es un tema que tenemos pendiente desde hace tiempo, y no debemos perder el tiempo", se defendió la chica, resistiendo los golpes de Edelgard. "Eres fuerte… Ahora sé por qué". Y decidió aprovechar la cercanía para atrapar las manos de Edelgard y ponerla de espaldas contra la arena. Le sonrió. "Lo siento, Edel, comenzaba a doler. Eres muy fuerte".
Edelgard se sonrojó más.
"No te mataría ser más romántica, Eisner", reclamó.
Por única respuesta, Byleth sonrió en pequeño y travieso gesto que hizo refunfuñar a Edelgard.
"¿Sabes? Deberías contarle a Jeralt al menos lo de tu tío y ese papel de tutela", dijo Byleth de repente, seria.
"¡Byleth Eisner, estamos teniendo un momento romántico! ¡Y tú…! ¡Argh!" Edelgard se rindió y liberó sus manos para poder rodear la cintura de Byleth.
Lo único que le daba envidia a Edelgard era que Byleth comía como cerdo y no subía ni medio kilogramo, y si es que subía algo, seguramente todo se iba a ese par de enormes pechos que se aplastaban contra los suyos. Gruñó con envidia.
"De acuerdo, le diré. Ustedes han sido maravillosos al no interrogarme y recibirme en su casa a pesar de ser una completa extraña".
Byleth asintió, visiblemente contenta. Justo cuando estuvo a nada de volver a besarla, el mar obviamente se hartó de su deficiente coqueteo y les echó una pequeña ola encima. Ambas quedaron mojadas de la cabeza a los pies y tosiendo agua de mar.
Compartieron una risa divertida mientras volvían con Jeralt.
"¿Pensarás en lo que platicamos?" Preguntó Edelgard, exprimiendo su blusa.
Byleth asintió. "Sí, lo pensaré y les haré saber a Jeralt y a ti lo que decida".
Esa respuesta bastaba, al menos por el momento.
~o~
Vivir con la que ahora era su novia en el mismo techo que el padre de su novia era incómodo solamente cuando querían ser un poco más cariñosas. Procuraban mantener toda la propiedad y respeto ante Jeralt, pero el hombre parecía bastante divertido al verlas luchar contra el deseo de al menos tomarse las manos.
Para Edelgard era ridículo que en esa época tan moderna, su tío fuera un homófobo sin remedio, mientras que Jeralt gustaba de "bromear" con Edelgard diciéndole que la dejaría salir oficialmente con su hija si pescaba un pez de mar abierto.
Edelgard tomó el reto en serio.
Los tres salieron en el Quiebraespadas a mar abierto. Luego de casi seis meses viviendo con los Eisner y aprendiendo todo lo posible bajo su tutela, Edelgard ya había recibido la aprobación de Jeralt de usar una caña de pescar profesional.
"Estás más preparada que todas las personas que han salido en éste bote en los últimos seis meses", dijo Jeralt con seriedad y puso un trozo grande de carnada en el anzuelo. "¿Lista?"
"¡Sí!" Y Edelgard comenzó a pescar.
Byleth estaba al timón del Quiebraespadas, ese asunto de la pesca era entre Jeralt y Edelgard y eso la ponía contenta. Hacía mucho tiempo que no notaba a su padre tan animado.
"¡Piernas firmes, Edel, no lo olvides!"
El único lugar donde Jeralt no bebía era en el bote, Byleth también seguía esa regla. Edelgard estaba concentrada arrastrando su línea como había aprendido, la pesca en mar abierto era un juego de paciencia y buena suerte.
Y cerca de una hora después, la suerte le sonrió a Edelgard. Un inesperado tirón en la línea la obligó a poner más fuerza en todo su cuerpo. ¡Era un pez grande! ¡Nunca había sentido tanta fuerza ni visto el sedal moverse así!
Jeralt resistió su instinto de intervenir, sólo se aseguró que Edelgard estuviera bien atada a los soportes del barco. "Afirma tus pies y recoge el sedal lentamente".
"Entendido".
El tira y afloja entre el pez y Edelgard era intenso y duró unos largos siete minutos. Una sudorosa Edelgard dio el tirón final y logró sacar lo que todos reconocieron como una barracuda. Al menos un metro de largo y que seguía sacudiéndose ferozmente. Jeralt rápidamente la ayudó a sostenerlo mientras Byleth aseguraba el curso del bote y sacaba su teléfono para tomar la foto de conmemoración.
Por supuesto, devolverían el pez al mar apenas tomaran la foto. Fue Jeralt quien liberó cuidadosamente al pez en el agua, Edelgard estaba agotada.
"Buen trabajo, pequeña", le felicitó Jeralt con entusiasmo y una brusca palmada en la espalda. "¡Esto amerita un banquete!"
Y ambas chicas celebraron.
Esa noche, luego de una abundante cena de croquetas de pescado y papas fritas, los tres regresaron a casa y Jeralt fue el primero en caer dormido en su cama, fue el único que bebió después de todo, Byleth quería manejar sobria y Edelgard no necesitaba beber cerveza seis de los siete días de la semana como los Eisner.
"Buenas noches, Jeralt", dijo Byleth con una sonrisa pequeña luego de dejar a su padre en cama, sólo le quitó las botas para que pudiera dormir bien.
Edelgard se dio una ducha para dormir fresca, Byleth después de ella y fue a buscarla apenas quedó limpia.
"Me duelen los brazos", se quejó Edelgard, tumbada de espaldas en su cama. "Respeto mucho más la vida marina ahora que peleé contra uno de sus mejores guerreros".
"Las barracudas dan mucha pelea, lo hiciste muy bien, Edel, buen trabajo", la felicitó Byleth y fue a sentarse junto a ella. No resistió y se inclinó para besarla dulce y profundamente. Los besos entre ambas no eran nuevos en lo absoluto.
"Gracias, By", dijo Edelgard entre labios y no resistió abrazar a Byleth por el cuello. "Y la pelea valió la pena, tengo la aprobación del Quiebraespadas para cortejar oficialmente a su única hija", dijo con tono orgulloso mientras abrazaba a Byleth por la cintura y la animaba a recostarse a su lado.
Ninguna lo pensó, comenzaron a besarse mientras sus manos se ocupaban en caricias que iban de las mejillas a los brazos y de regreso.
Como bien Edelgard le dijo a Byleth una vez, tuvo citas en la universidad y no era ajena a los besos… Aunque sí a la intimidad. Salvo su crush con Dorothea y las dulces provocaciones de ésta, nadie le inspiró a Edelgard el deseo de intimar más. Al menos hasta que conoció a Byleth. No era ignorante en el tema, por supuesto, pero no lo había experimentado por sí misma. Por su lado, Byleth la besaba y acariciaba con una seguridad contagiosa.
"¿Has tenido pareja antes?" Preguntó Edelgard sólo por saber, y por confirmar si podía confiarle a Byleth el control, a ella no le funcionaba la cabeza del todo en ese momento.
"No", fue la respuesta entre besos de Byleth. "Tampoco construiremos un cohete". Mordió y lamió suavemente la oreja de su novia Su pecho se sintió arder al escuchar un ahogado suspiro en Edelgard. "Pero trataré de llevarte directo a las estrellas", le dijo al oído en ronco tono que la hizo temblar.
Edelgard se debatía entre golpear a esa atrevida, o abrazarla tan fuerte hasta que se fundieran en un beso y un abrazo eterno.
La ventana estaba abierta, la brisa marina entraba cual intruso y acariciaba sus pieles ardientes. Edelgard se dejó desnudar por Byleth entre besos, entre posesivas y torpes caricias de su parte que permitieron a sus manos sentir ese abdomen firme y suave, ¡al fin!
La ropa ya estorbaba, así que comenzaron a jalar la ropa ajena de manera torpe y brusca con todas las intenciones de quitarla.
"No quiero romper tus medias por accidente, son muy lindas, quítatelas tú", pidió Edelgard apenas le retiró toda la ropa superior a Byleth. El aire casi se le atoró en el cuerpo al ver ese par de perfectos y enormes pechos. Tragó saliva, tuvo que contenerse al menos hasta que Byleth le ayudara con el resto de su ropa.
"Son mis favoritas", dijo Byleth y tuvo que levantarse de la cama. Al notar que Edelgard no la perdía de vista, sonrió por lo bajo y comenzó a quitarse el resto de la ropa de manera deliberadamente lenta, dejándole ver a su compañera cada palmo de su piel,
Edelgard olvidó cómo respirar por unos segundos. No era la primera vez que le miraba las piernas a su novia, pero esa atrevida le estaba dando un espectáculo en toda regla.
"Me vas a matar", murmuró Edelgard con un hilo de voz.
Byleth sólo le sonrió.
Edelgard no tuvo oportunidad de desnudarse por sí misma, una desnuda Byleth volvió a acomodarse encima de ella entre besos mientras sus manos le quitaban el resto de la ropa. Ambas suspiraron entre el beso cuando sus cuerpos desnudos se enredaron con brazos y piernas, entre besos profundos y amorosos. El húmedo sonido de los besos opacaba el canto nocturno del mar.
Era una suerte que Jeralt borracho durmiera como tronco, muy en el fondo ambas agradecían que al hombre podría pasarle un tren por encima y ni así despertaría.
Las manos de Edelgard buscaron su camino hasta los pechos de Byleth y finalmente pudo sentir cómo sus dedos se hundían en las suaves carnes, incluso las sensaciones de los pezones rozando sus palmas le causaba un agradable cosquilleo que le llegaba hasta el vientre. Los besos no se detenían.
"Edel…" Byleth fue directo a chupar y lamer el cuello de Edelgard.
"El…"
"¿Mmm?"
"Dime El, por favor…" Pidió Edelgard mientras abrazaba a Byleth con fuerza, deteniendo los besos y hablando contra el hombro ajeno. "Mis hermanos y mis padres me llamaban así, ya no hay nadie que me llame así… Dime El, por favor…"
Byleth sonrió.
"El… Mi El…" Le susurró Byleth al oído, sus labios rozando la linda oreja de su novia.
Edelgard sintió un escalofrío de cuerpo entero, tuvo que aferrarse al cuerpo de Byleth hasta con las uñas, porque el sentimiento que la embargó fue demasiado para su sistema. Se quedaron en esa posición unos segundos más antes de que sus labios se buscaran cual imanes.
Byleth tomó control del beso hasta que Edelgard fue la que se separó para recuperar el aliento, pero no lo logró del todo, su novia no se quedó quieta y sus labios comenzaron a descender entre besos y calientes caricias. Sin detener sus manos ni su boca, Byleth constantemente miraba el rostro de Edelgard, aprendía sus reacciones a cada caricia y buscaba hacerla sentir bien en todo momento.
Nadie le había dicho a Edelgard lo bien que se sentía que mimaran sus pechos, que Byleth devorara sus pezones con dulzura y cuidado mientras constantemente buscaba sus miradas.
Byleth no se detenía. Un par de cicatrices en la zona del costillar de Edelgard confirmó la historia del accidente, y justo ahí, Byleth la llenó de besos antes de lamer alrededor de su ombligo y hacia abajo.
"By…" Edelgard sonrió. Estaba ruborizada, su respiración era torpe pero se notaba ansiosa, deseosa, lista para sentir todo lo que Byleth quisiera provocarle.
"Si algo no te gusta o te molesta, dime, ¿de acuerdo?" Pidió Byleth con seriedad.
Edelgard sintió un cálido golpe en el corazón, era lindo tener a una pareja que procurara su comodidad y bienestar. "De acuerdo".
"Si eso pasa, solo di Barracuda y me detengo", eso lo dijo Byleth ya con una sonrisa traviesa.
Edelgard soltó una risa pequeña y asintió, para enseguida estar a punto de atragantarse con su propia saliva cuando Byleth, ni corta ni perezosa, fue directo a saborearla entre sus piernas con la boca, con su lengua, con una mano en cuidadosas caricias mientras la otra sostenía una de las piernas de Edelgard para poder hacerse espacio entre sus muslos.
"By… ¡Ah!"
"Mi El…"
Edelgard sujetó a Byleth por el cabello con una mano, su mano libre estaba aferrada a la manta de la cama y la arrugaba o la jaloneaba según la intensidad de la boca de su novia. Los dulces gemidos, los sonidos que ambas dejaban escapar hacían eco en el dormitorio.
"Voy a usar mis dedos, ¿está bien?" Consultó Byleth, haciendo una pausa breve.
"Hazlo", respondió Edelgard casi de inmediato. Se sonrojó pero no por ello alejó la mirada. "He llegado a usar mis propios dedos, pero tú estás en una posición más… Adecuada".
Byleth sonrió, asintió y regresó a lo suyo.
Un dedo entró en Edelgard y comenzó un suave masaje en busca de sus más sensibles zonas. Byleth lo hacía con cuidado pero con firmes movimientos, su lengua no se detenía, sus ojos estaban atentos y un lindo grito de Edelgard le dijo que lo estaba haciendo bien. Unos minutos más de trabajo y un segundo dedo entró como apoyo.
Edelgard, por su lado, no podía pensar, su cabeza estaba llena de Byleth, y en todo caso su cuerpo también. Lindos gritos abandonaban su boca y no hacía nada por contenerlos. Tan perdida estaba en ese mar de sensaciones que no supo cuánto tiempo pasó, sólo que Byleth hizo tal movimiento con los dedos que la hizo sentir lo que, podía asegurar, era el orgasmo más delicioso que había experimentado en su vida.
Un agudo, lindo y largo alarido le hizo saber a Byleth que había logrado lo que quería.
Edelgard, sudorosa y casi sin aliento, quedó rendida en la cama mientras recuperaba al menos la capacidad del habla. Byleth le miraba con una sonrisa triunfante en los labios.
"Fue… Ah… Me gustó, Byleth… Gracias", pudo decir Edelgard entre profundas inhalaciones. Abrió sus brazos y su novia captó el silencioso mensaje.
Se abrazaron con cariño, al menos hasta que Edelgard se recuperó y fue su turno de moverse. Se giró sobre la cama para dejar a una sorprendida Byleth contra el colchón, quedó sentada sobre las poderosas piernas de ésta.
"Oh", Byleth sonrió con emoción apenas contenida. "Es tu turno".
"Así es", Edelgard tuvo que tomar aire una vez más para recuperar el control de sí misma, ¿¡porqué Byleth se veía tan condenadamente sensual en esa posición?! "¡Ugh! ¡Detesto lo atractiva que eres, no me dejas pensar bien!"
Byleth sonrió un poco más y decidió jugar un poco con eso. Adoptó una pose más frágil, más femenina… Más vulnerable. Mordió su índice derecho mientras ladeaba un poco el rostro, no perdía de vista los ojos de Edelgard. Su sonrojo era genuino, por cierto.
"El…"
Escuchar que Byleth gemía su nombre fue fatal para la pobre Edelgard, quedó fulminada sobre el cuerpo de su novia mientras trataba de hilar una frase coherente. Byleth sólo rió mientras abrazaba a Edelgard.
El resto de la noche fue menos letal (para Edelgard) y más memorable (para ambas).
~o~
Era el turno de Edelgard de hacer las compras de la semana, necesitaban verduras y otros tipos de carnes que no fuera pescado. Le gustaba el pescado pero siempre era bueno variar. También hacía falta jabón y otras cosas necesarias para la casa. Se fue en la camioneta de los Eisner. Y hablando de los Eisner, Byleth ayudaba a Jeralt a darle mantenimiento y limpieza al Quiebraespadas.
Edelgard estaba tan relajada y contenta haciendo las compras que no notó que alguien le miraba, al menos no hasta que la persona hizo evidente su presencia.
"Así que aquí has estado", sonó una poderosa y severa voz masculina.
La sorpresa casi hizo saltar a Edelgard.
"Tío Volkhard", masculló la joven mientras encaraba al hombre.
"¿De verdad creíste que podrías escapar de tus compromisos?" Preguntó Volkhard con más dureza, con esa voz militarizada que solía hacer temblar a Edelgard cuando era niña. "Terminaron tus vacaciones, volvamos a casa", ordenó.
Edelgard no se movió, no sentía tanto temor en realidad… No cuando conocía a un hombre más grande y mucho más fuerte que él. Frunció el ceño.
"No", respondió Edelgard con la misma voz severa. "¿Quieres la parte que me corresponde por herencia de las propiedades y los activos de la empresa? Quédate con todo, obviamente a ti te hace más falta".
"Mocosa malagradecida", masculló el hombre.
"¿Tanto quieres como socio al dueño de ese banco? Cásate tú con él, es legal", continuó Edelgard con la misma voz dura. "No iré contigo a ningún lado".
Hasta ese momento Edelgard reparó en el valor que le llenaba el pecho y la cabeza. ¡Nunca había enfrentado así a su tío! Por fuera mantenía su gesto duro, por dentro no podía creerlo.
"No te estoy preguntando, mocosa. Salgamos de éste basurero y volvamos a casa", dijo Volkhard, cada vez más furioso ante el atrevimiento de su sobrina. Sabía que ella huiría a la primera oportunidad, lo mejor era no darle opción. "Podemos hacer esto de manera civilizada, o podemos hacer esto por la fuerza. Sabes lo que le pasará a cualquiera que trate de ayudarte si te atreves a oponer resistencia".
Edelgard frunció el ceño, sabía que ese hombre era totalmente capaz de cumplir su palabra. Simplemente asintió, lo que hizo sonreír de manera cruel a su tío.
"Vamos".
Volkhard fue el primero en caminar, Edelgard marchó detrás de él. La chica notó a los hombres de su tío en los alrededores que también comenzaron a moverse sin perderla de vista… Y entonces la vio, la señora Berling estaba cerca de uno de los estantes y veía todo con gesto horrorizado. Edelgard la miró de reojo y negó suavemente con la cabeza.
Berling siguió al grupo procurando no llamar la atención, notó que se iban en una enorme camioneta color negro con cristales polarizados.
Mientras, en casa de los Eisner, padre e hija reparaban los daños de la vela con cuidado y mucha concentración. Los vientos eran cada vez más fuertes, ninguna precaución estaba de más. La diferencia más notoria en esa actividad que habían repetido al menos un centenar de veces era que Byleth sonreía y hablaba más, y hacía sonreír a Jeralt mientras la escuchaba.
"¿Estás lista para tus siguientes exámenes? Son en dos semanas, ¿verdad?" Preguntó Jeralt luego de hacer memoria.
"Sí, estoy repasando los temas de la unidad, creo que no tendré problema con esos exámenes", respondió Byleth, parchando cuidadosamente los agujeros más pequeños en la tela.
Jeralt sonrió. "¿Y qué quieres hacer luego de que consigas ese diploma?"
Byleth tardó un poco en responder, frunció ligeramente el ceño. "Yo… Pensé que podría usar lo que estoy aprendiendo en la tienda pero… La tienda no necesita tanto, tampoco el bote".
El veterano negó suavemente con la cabeza. "Sabes que te apoyaré en lo que sea que decidas".
"Gracias, Jeralt".
Antes de poder darle otro consejo a su atribulada hija, el teléfono de Jeralt sonó y lo contestó de inmediato al ver en el identificador quién le llamaba.
"Hey, Berl-"
"¡Jeralt, Edel está en problemas!" Sonó la alarmada voz de la mujer al otro lado de la línea.
Padre e hija se tensaron y Byleth se acercó a su padre, éste puso el altavoz.
"¿Qué le pasó a la pequeña?" Preguntó Jeralt de inmediato.
"Un hombre grande se le acercó en el supermercado, al parecer es su tío. La amenazó y la hizo ir con él", explicó Berling, hablaba rápido por culpa de la tensión.
"¿Sabe a dónde fueron?" Intervino una tensa Byleth.
"Los seguí lo más que pude, la camioneta se detuvo en el Seasons".
El "Seasons" era el hotel más lujoso y costoso de la caleta.
"El…" Byleth no esperó más y echó a correr, Jeralt de inmediato fue detrás de ella.
No tenían la camioneta pero sí la moto acuática. El Seasons estaba cerca de la playa, llegarían más rápido por agua. Padre e hija ni siquiera recordaron los chalecos salvavidas, tenían a una persona importante qué salvar.
Mientras, en una Suit del Seasons, Edelgard encaraba a su tío. Tenía una mejilla morada por culpa de una bofetada que el hombre le propinó. Edelgard, para molestia de su tío, no lloró, no se asustó y tampoco dejó de retarlo con la mirada.
"Y yo que pensé que iríamos directo a Enbarr", comentó Edelgard con seriedad y calma. Ese había sido un gran error de parte de su tío.
No pensaba ser ella quien le dijera que todos conocían a los Eisner, y mientras que Byleth era mejor vista por los adultos que por los jóvenes de su edad, Jeralt definitivamente era querido en la ciudad y todos sabían que ella vivía con los Eisner y que era novia de Byleth.
Estaba completamente segura de que su tío Volkhard ni siquiera notó las miradas raras que todos le echaron en el camino.
No irse de inmediato de la caleta fue un craso error.
"No comas ansias, querida sobrina. Regresaremos pronto a casa, simplemente quiero discutir contigo los términos de tu… Compromiso con la empresa familiar", respondió Volkhard con una sonrisa ladina. Lo que no pensaba mencionar es que había algunos problemas en la empresa familiar a causa de unos fondos malversados que Volkhard tomó, precisamente, de la parte de la herencia que le correspondía a Edelgard.
El resto de la familia, serpientes venenosas igual que él, comenzó a cuestionarlo y enviarle abogados y contadores. Todo coincidió con la noticia de un trabajador de bajo rango de la empresa que estaba de vacaciones, y que llamó avisando que había visto a Edelgard en la Caleta de San Cichol.
El hombre ni siquiera lo pensó, salió de Enbarr con un puñado de sus guardaespaldas.
Ya que su querida sobrina había expresado con sus propias palabras que le cedería su parte de la herencia, no iba a desaprovechar la ocasión. Volvería triunfante con Edelgard para ese importante compromiso matrimonial, y también con su parte de la herencia. Una victoria absoluta.
"Volveremos a casa apenas mis hombres preparen los documentos que vas a firmar", indicó Volkhard, también debía dar más tiempo para que el resto de la familia se calmara. "Mientras, tú y yo tendremos una larga plática sobre qué has estado haciendo en éste asqueroso lugar", su mirada pareció oscurecerse. "Y haremos algo al respecto de tu inaceptable comportamiento de hace rato".
Y contrario al miedo o por lo menos los nervios que esperaba ver en el semblante de su sobrina, la vio sonreír y luego sentarse en la cómoda silla de paja cerca del balcón.
"¿Sabes? Aprendí a pescar", dijo Edelgard con voz calmada. "También aprendí a perderle un poco el miedo al agua…"
Volkhard frunció el ceño.
"Aprendí a acercarme a fuerzas más grandes que la mía, y aprendí a respetarlas", continuó la chica mientras tomaba una manzana de la canasta de fruta de cortesía y simplemente la miraba.
"Oh, entonces aceptas cuando algo es más fuerte que tú", comentó el hombre con una sonrisa malévola.
"Así es, tío. Aprendí que nada es más fuerte que el mar y sus criaturas, y que nada impone más respeto que una barracuda de metro y medio amenazando con llevarte directo al fondo del mar", continuó Edelgard. "Nada es más fuerte que una ola y nada es más fuerte que el viento de una tormenta", miró largamente a su tío. "Y tú definitivamente no eres más fuerte que una barracuda de metro y medio".
"¡Niña estúpida!" Volkhard le soltó una bofetada a la insolente, pero el golpe no conectó.
Edelgard evadió en el último segundo y se movió de la silla para ir directo al balcón. Correr a la puerta de la Suit era mala idea, los hombres de su tío resguardaban el pasillo. Sólo tenía una opción.
"¡No hagas esto más difícil!" Gritó Volkhard mientras se acercaba con pesados pasos a su sobrina.
"Oh, de hecho verás lo fácil que será saltar desde aquí", dijo Edelgard con un gesto calmo.
"¡¿Qué es lo que intentas?!"
Edelgard miró hacia abajo y notó que había personas reunidas en la entrada del hotel, que más de uno señaló hacia arriba al verla y… Vio a la señora Berling ahí. Sonrió.
"¿Que qué intento? Hacer tiempo, desde luego", respondió con calma.
De pronto, se escucharon ruidos por fuera de la Suit, ruidos de golpes y después como si algo pesado hubiera caído al suelo. La puerta fue abierta por la llave maestra de uno de los mozos del hotel, mismo que se retiró de inmediato para abrirle paso a unos enojados Eisner.
"Oh, así que tú eres el tío del que la pequeña me contó", dijo Jeralt mientras se tronaba los nudillos luego de dormir al par de guardias en la puerta con un puñetazo a cada uno.
Byleth fue corriendo hacia Edelgard sin reparar en el hombre, simplemente la cubrió con su cuerpo.
"El, ¿estás bien?" Preguntó la preocupada chica pero no le dio tiempo a su novia de responder, su ceño se frunció con furia al ver su mejilla amoratada. "¿Te lastimó mucho? ¿No te duele?"
"Estoy bien, By", dijo Edelgard con una sonrisa mientras se abrazaba a la cintura de Byleth.
"¡No tienen idea de con quién se están metiendo!" Gritó Volkhard con furia e intentó llamar al resto de sus hombres, pero nadie respondió. No lo sabía, pero no les estaban permitiendo la entrada al hotel.
"Por supuesto que lo sabemos, eres la mierda de persona que le ha hecho la vida difícil a la novia de mi hija", respondió Jeralt. "Volkhard von Arundel, asesor de la base militar de la ciudad capital de Enbarr".
Volkhard abrió los ojos como platos. "¿Y tú quién eres?"
"Jeralt Eisner, el Quiebraespadas", se presentó Jeralt mientras se acercaba a Volkhard. "Excapitán de las Fuerzas Especiales de Táctica y Rescate de Garren Mach", continuó. "Y un importante aliado de la Comandante en Jefe Rhea", agregó de manera gratuita.
"¡Edelgard, nos vamos ahora mismo!" Gritó Volkhard y miró a su sobrina, pero la hija del Quiebraespadas la cubría.
"No iré a ningún lado contigo", respondió Edelgard desde la espalda de su novia.
"Ya la escuchaste", continuó Jeralt, él a su vez cubría la única salida del cuarto con su inmenso cuerpo.
"¡Soy su tío y…!"
"Y ella es mayor de edad, ya no tienes ninguna autoridad ni responsabilidad sobre su persona", lo interrumpió Jeralt. "Escuché algo de un documento de tutela, me encantaría que mis amigos en Garren Mach verificaran la legalidad de ese documento. Después de todo, estás en los registros de la armada, y si tuviste a la pequeña bajo tu tutela y la registraste, entonces has estado recibiendo apoyo financiero mensual para ella por al menos ocho años, ¿verdad?"
Edelgard parpadeó un par de veces y miró a Jeralt con sorpresa.
"¿O sea que mi tío ha estado recibiendo dinero que era para mí por parte de la armada?" Preguntó, aún incrédula.
"Así es, pequeña, yo mismo tuve ese apoyo mientras mi Byleth era una niña y hasta la mayoría de edad".
Volkhard maldijo por lo bajo e intentó irse, sólo para ser detenido por el hombro por Jeralt.
"¡Suéltame, escoria!"
"No irás a ningún lado", Jeralt miró a las chicas, específicamente a su hija. "Llévate a la pequeña y vuelvan a casa, yo me encargo de éste tipo. Y dile a la gente que no es necesario que linchen a nadie, que mejor llamen a la policía y denuncien el intento de secuestro".
"Entendido", respondió Byleth y tomó a Edelgard de la mano. "Vamos, El".
"Sí, vamos", Edel sonrió mientras abrazaba brevemente a su novia. "Gracias por esto… Gracias, señor Jeralt".
"Hey, eres parte de la familia, y la familia se cuida", dijo Jeralt con una sonrisa. "Ve con el médico a que te revise ese golpe, anda".
Al ver que Edelgard estaba saliendo por la puerta acompañada de esa chica, Volkhard intentó abalanzarse sobre ella.
"¡Edelgard, ven acá!"
Un puñetazo de Jeralt lo sentó.
~o~
Lo sucedido ese día fue la noticia caliente de una ciudad donde casi no pasaba nada interesante.
Todos contaban sobre el intento de secuestro de la novia de Byleth por parte de un familiar incómodo que quería quedarse con una herencia. Era cierto todo lo que se decía, el tío no pudo caer en un peor cliché que ese.
Gracias a la intervención de Jeralt y a una oportuna llamada a Garren Mach, Volkhard von Arundel recibió una orden de restricción y una fuerte multa por fraude, el simple hecho de no haber malversado el dinero que recibía de la armada para su sobrina huérfana fue suficiente delito. Rhea era una mujer que apreciaba a la familia más que a nada en ese mundo y no lo dejaría pasar, ¡mucho menos si era un favor hecho a Jeralt y a Byleth!
Luego de un par de semanas, Edelgard estaba completamente libre de todo el peligro que significaba la familia de su tío. Además recibió toda su herencia en una sola cuenta bancaria a su nombre, libre de toda responsabilidad con los negocios de los Arundel.
"Me alegra mucho haberle contado todo a tu padre", dijo Edelgard mientras miraba el cielo nocturno con Byleth, ambas tumbadas en el bote. No había luna en el cielo, pero sí un montón de estrellas. "No pensé que el señor Jeralt tuviera contactos en Garren Mach".
"Ahí fue donde sirvió cuando era soldado activo", comentó Byleth mientras buscaba la mano de Edelgard para estrecharla entre la suya. "¿Sabes? Recuerdo poco de mi niñez… Sólo que viví en un sitio enorme lleno de soldados, yo era la única niña ahí… Imitaba sus ejercicios, hacía lo que ellos hacían y me aprendí las canciones que cantaban cuando marchaban, pero nunca fui una de ellos. Jeralt no lo permitió… A veces él se iba por semanas enteras", a una misión obviamente, "y quien me cuidaba era su más leal subordinado que siempre me contaba chistes malos… Alois, lo recuerdo bien. Y también me cuidaba una mujer de mirada agradable".
"Fue una infancia muy solitaria", comentó Edelgard.
"Nunca paré en que fue una vida solitaria sino hasta que nos mudamos aquí hace unos años".
"Oh", esa era la parte de la historia que Edelgard aún no conocía. Con un pequeño apretón de manos la animó a seguir. "¿Fue un cambio muy brusco?"
Byleth asintió. "Jeralt pudo jubilarse luego de una misión que le tomó casi un año. Por ese entonces yo me cuidaba sola y Alois se aseguraba que yo tuviera víveres y que no me enfermara", la chica cerró los ojos. "Cuando Jeralt regresó a la base lo vi muy cansado, más cansado de lo que nunca lo había visto, y entonces me dijo que al fin podíamos irnos de ahí y que haríamos lo que yo quisiera… Y le dije que quería pescar con él, porque a los dos siempre nos ha gustado pescar".
"¿Por eso pusieron una tienda de artículos de pesca?"
"Sí. Y además Jeralt usó parte de su pensión para comprar el barco".
"Entonces… El sitio donde viviste de niña…"
"Era Garreg Mach. Vivía en una casa… Linda… Tenía flores y nunca me faltó nada… Y cuando yo era muy, muy pequeña, alguien estuvo cuidando de mi mientras Jeralt salía en misión".
"Imagino que por ese entonces ya no tenías a tu mamá".
Byleth negó, "quien cuidó de mí fue una mujer muy amable que decía ser mi abuela… Una mujer llamada Rhea…"
Edelgard abrió los ojos como platos. "¿Tu abuela es la líder de las fuerzas armadas de Garreg Mach?"
"Apenas me enteré, también fue una sorpresa para mí".
"¿Y por qué no seguiste una carrera en la academia militar como tu papá?"
"Jeralt no quería eso para mí, quería que yo pudiera elegir qué camino seguir".
"¿Y ya elegiste?"
La pregunta obligó a Byleth a mirar a Edelgard.
"El…"
"¿Ya has elegido, By? Tienes mucho camino por delante… No cuestionaré las decisiones de tu padre, todo lo que hizo fue pensando en ti, que es lo que hace cualquier padre que ama a sus hijos", continuó Edelgard con voz casi apurada y repitió la pregunta. "¿Ya elegiste?"
Byleth estrechó un poco más fuerte la mano de su novia y asintió.
"Pero antes de decirte, quiero escuchar lo que tú vas a hacer… Ya nada te obliga a seguir escondiéndote aquí, puedes volver a Enbarr cuando lo desees".
"Sí, volveré a Enbarr y con lo que me dejaron mis padres abriré la gran tienda que mis hermanos y yo siempre soñamos cuando éramos niños".
"¿Tienda de qué?" Preguntó una curiosa Byleth.
"Té", fue la inmediata respuesta de Edel. "La familia inmediata de mi madre tenía una enorme tienda de té que ellos mismos creaban, mis hermanos y yo nos enamoramos de ese té y siempre soñamos con llevar las creaciones de mamá a todo el mundo", pero por obvias razones ese sueño ya no fue posible.
"Tienes la oportunidad de hacerlo ahora".
"Al menos retomar la tienda y las creaciones de mi madre, y de ahí hacer que crezca".
"Es un gran plan, El".
"¿Y sabes qué más necesito para llevar a cabo ese plan?"
"¿Qué?"
"Viajar y conocer el té de otros lugares, aprender todo lo posible para crear mis propias mezclas".
"¿Eso es lo que has elegido, El?"
"Sí… Y me gustaría mucho poder compartir todo eso con… Con la persona que me ha hecho sentir tantas cosas nuevas… Y que me ha enseñado tanto".
Byleth cerró los ojos y se pegó al pecho de Edelgard cual niña pequeña buscando calor y comodidad.
"Yo… Quiero terminar el curso universitario en Enbarr y hacer uso de todo lo que he aprendido. Viajar suena bien".
Edelgard no resistió abrazarla también.
"Byleth Eisner, ¿viajarías conmigo a Enbarr?… ¿Para lograr lo más que podamos? Tu dominio de idiomas extranjeros sería de mucha ayuda".
"Sí, me encantaría viajar contigo, El".
Tan feliz se sentía Edelgard de escuchar esa respuesta que su primera reacción fue buscar un abrazo completo con Byleth.
"Te amo, El".
"Ahora sí aprovechaste el momento romántico", rió Edelgard de manera linda, en bajo volumen sólo para los oídos de Byleth. "También te amo, By".
Un beso bajo la luz de las estrellas selló el acuerdo de sus planes a futuro.
Y cuando le contaron a Jeralt sobre esos planes a futuro durante el desayuno, el hombre no podía estar más feliz. Abrazó a ambas chicas y justo hasta ese momento le informó a Byleth que había estado guardando el dinero que le daba la armada para ella, lo tenía todo guardado en una cuenta de ahorro que siempre estuvo a nombre de Byleth. Jeralt sólo estuvo esperando el mejor momento para dárselo.
"Sé que no es una fortuna, pero te ayudará. Y además te mandaré dinero si lo necesitas".
"Con lo de la cuenta de ahorro estaré bien, Jeralt, podré arreglármelas".
"Y yo no la dejaré desamparada, se lo aseguro, señor Jeralt".
El hombre soltó una carcajada y palmeó la espalda de Edelgard. "Sólo dime Jeralt justo como lo hace mi hija, y sé que te la puedo confiar".
Edelgard iba a responder algo, pero no pudo callar los pensamientos que rondaban su cabeza desde la noche anterior.
"Así que… ¿Están emparentados con la líder de Garren Mach?"
Jeralt volvió a reír, pero su gesto pasó de sonriente a melancólico en menos de un segundo. "Sí, salí con la única hija de Rhea cuando era cadete… Sitri era de salud pobre desde que nació, ella misma sabía que no iba a vivir demasiado tiempo, pero quería aprovechar cada minuto de su vida haciendo todo lo que pudiera, así que salimos juntos, nos casamos y…"
Byleth miró largamente a su padre, no podía ocultar su gesto de sorpresa. Era la primera vez que lo escuchaba hablar de su madre.
"Aún le fue posible cargarte", dijo Jeralt, mirando a su hija con cariño. "Fue lo más feliz que la vi, y con esa misma felicidad se fue de éste mundo", el viejo soldado suspiró. "Rhea dijo que nos quedáramos en Garreg Mach y cuidó de ti mientras yo salía a misiones, y los dos acordamos que no queríamos que tú te metieras en asuntos del ejército".
"Ella siempre fue muy dulce conmigo", murmuró Byleth, refiriéndose a Rhea.
"Te quiso mucho, aún te quiere, eres su nieta después de todo… Pero tampoco pudo cuidarte tanto como ella quería, sigue siendo una persona terriblemente ocupada", comentó Jeralt con recuperada voz.
Byleth negó suavemente. "No la recuerdo bien, pero tengo su sonrisa en mis memorias… Y también a Alois".
"Deberías ir a visitarlos alguna vez, se pondrán felices de verte".
"Visitar Garreg Mach no suena mal, me encantaría agradecerles en persona por ayudarme a darle una lección a mi tío", comentó Edelgard con una sonrisa.
"Sí, los visitaremos cuando tengamos oportunidad".
"¿Y cuándo parten a Enbarr?"
"¿Cuándo partimos, El?"
"Cuando encontremos a alguien responsable que pueda cuidar de Jeralt y que evite que siga desayunando cerveza", respondió la aludida con toda la seriedad del mundo. "Hablo en serio, no quiero que mi suegro se enferme de los riñones".
Jeralt puso mala cara. "No soy un niño", reclamó.
Para sorpresa y alegría de ambos, Byleth comenzó a reír.
Verla feliz era muy importante.
Lo de conseguir a alguien que viviera con Jeralt era en serio, por cierto, al final la elegida fue Berling. De hecho ella misma se ofreció a mudarse con Jeralt apenas escuchó los planes de las chicas. Además Jeralt planeaba contratar a un trabajador que le ayudara en el barco, así Berling podría encargarse de la tienda.
El plan perfecto.
Una semana después de dejar todo organizado en la casa de los Eisner, Edelgard y Byleth estaban listas para abordar el autobús directo a Enbarr. Y aunque Edelgard ya no podría volver a la casa que era de su familia (su tío la vendió a la primera oportunidad) no sería complicado conseguir un piso para vivir.
Nada mejor que un hogar nuevo para comenzar de nuevo, ¿verdad?
"¿Lista, By? Te noto nerviosa".
"No te mentiré, El, lo estoy".
Un beso en la mejilla bastó para hacer sonreír a Byleth.
"Tienes derecho a estarlo, las nuevas aventuras siempre son emocionantes. Yo estaba nerviosa la primera vez que vine aquí, gracias a Shez no colapsé".
"Me encantaría visitar a Shez".
"Hagamos una fiesta cuando consigamos piso, Shez no puede faltar y también te presentaré a todos mis amigos, los vas a adorar".
"De acuerdo".
El autobús partió y la Caleta de San Cichol poco a poco quedó atrás.
Edelgard estaba lista para volver a empezar y Byleth estaba lista para vivir como nunca antes se lo imaginó.
Lo harían juntas.
FIN
