Una alerta rápida para comenzar: Este capítulo cuenta con descripciones gráficas sexuales y contenido que puede no ser para todos.


El Rollo Escarlata

El Último Hombre


Las puertas del elevador se abrieron y el pasillo se extendió frente a ella como una pasarela. Todo lo que tenía que hacer era caminar por ahí, pero Sakura no podía moverse. Sus músculos se habían congelado. Lo que hubiera dado porque el elevador se hubiera roto, atrapándola entre el segundo y el tercer piso, por todo el tiempo que tomara el que Konoha se olvidara de ella.

Con un suave 'ping' el panel de control se encendió, significando que alguien en el otro piso había presionado el botón para llamarlo, y las puertas comenzaron a cerrarse de nuevo con un suspiro.

Oh, ¿Qué demonios estaba esperando? La mano de Sakura se movió para detener las puertas para evitar que se cerraran sobre ella, y salió sobre la alfombra roja del pasillo. Parecía lo suficientemente simple; un paso luego de otro, de la misma manera en que había hecho toda su vida. ¿Por qué era tan difícil? ¿Por qué se sentía como si sus tacones verde follaje estuvieran hechos de cemento y plomo, y que cada paso era una batalla llena de esfuerzo para levantar su pie? ¿Por qué su vestido blanco de lentejuelas se sentía como lleno de monedas pesadas? ¿Cómo seguía encontrando el poder para seguir adelante después de todo?

No había otra opción.

Sakura se detuvo fuera de la puerta de la habitación 201 y golpeó antes de que se acobardara y tuviera que pasar otros agonizantes momentos intentando reunir el valor para hacerlo. La duda era inútil. Sólo prolongaba lo feo.

—Está abierto.

Como siempre estaba, pero cada ocasión deseaba que por algún milagro estuviera cerrada y él estuviera demasiado sordo como para escuchar su golpeteo. Empujó la manija y entró. El aire estaba incómodamente tibio y húmedo, así que al menos se había duchado antes esta vez, aunque la ofensiva peste de una colonia fuerte y el aftershave picaron su nariz. Ya se sentía enferma, pero probablemente eran más los nervios que otra cosa. Todo lo que había comido ese día eran dos mentas para el aliento y media botella de soda. Kakashi le reprendió, pero un miedo que se había ido profundizando durante el día hacía que no tuviera apetito.

La habitación estaba vacía. ¿Todavía estaría en el baño? Ya había puesto la música para 'encender los ánimos' en el viejo reproductor en la esquina, aunque lo que supuestamente le debía encontrar de relajante y sensual a la escandalosa ópera estaba perdido para Sakura. El mero sonido de la soprano lamentándose le hacía apretar los dientes, lo que era gracioso, ya que antes de venir a Otafuku Gai la ópera no tenía nada de malo. Ahora sólo quería comenzar a golpear cosas en el momento que escuchaba los primeros compases gorjeantes de una aria.

Se movió a la ventana y corrió la mano por el borde de la cortina, tentada a cerrarla. En algún lugar en esta tintura negra había una cámara, y estaba apuntando directamente a ella. una vez había intentado cerrar las cortinas, pero el infierno que le hicieron pasar sus compañeros de equipo -incluyendo Kakashi- no había valido la pena. Sus compañeros necesitaban mantener un ojo en ella. Si fuera sólo por los pervertidos, no le importaría un carajo, pero Kakashi comenzaría a preocuparse hasta la calvicie si cerraba las cortinas en caso de que las cosas salieran mal con Hiroshi y necesitara rescate como una patética damisela en apuros. Importaba muy poco. Si su cubierta caía o Hiroshi tenía la idea de asesinarla por una u otra razón, ganaría o perdería la pelea para el momento en que cualquiera en ese hotel reaccionara. No había manera de engañarla. Sabía que estaba por su cuenta.

Detrás de ella, la puerta del baño se abrió y Hiroshi emergió con una toalla alrededor de su cintura. Se encontró con su mirada en el reflejo en la ventana y él sonrió. O, mejor dicho, sonrió satisfecho.

—Mi dulce Sakura, ¿No eres un encanto?

Fue sólo con absoluta reluctancia que Sakura hubiera aceptado darle su nombre real a este hombre, y odiaba el sonido que tenía en su boca. Cuando gemía su nombre mientras gruñía y sudaba contra ella, se tenía que contener para no sacarle los ojos con los dedos.

Sus chaperones insistieron en que tenía que darle su identidad real a Hiroshi, ya que, si algo era descubierto, la aldea estaría en aprietos. Querían asegurarse de que, si la Aldea de la Nube (o cualquier otra de las aldeas a las que estaban robando) notara a futuro que uno de sus límites sanguíneos altamente exclusivos se había desviado, superan que sólo era por irresponsabilidad de sus propios ninjas al meterse en la cama con una kunoichi que ya sabían era extranjera. Podrían irse a guerra por robar límites sanguíneos, pero no por infidelidades.

Quizá lo que era peor era que estaba de moda en Otafuku Gai que las prostitutas tomaran nombres 'profesionales' derivados de flores. Había cientos de Sakuras caminando en las calles en esta ciudad, y Hiroshi parecía haberse encontrado con muchas. Tantas que, por la manera en que la trataba, a veces se preguntaba si él recordaba que ella había aceptado ser su amante, no era sólo otra zorra con el nombre de una flor.

Él se puso de pie detrás de ella, lo suficiente como para que sintiera el calor de su cuerpo a través de su ropa. Sus manos le tomaron por los brazos y le dieron la vuelta. Sólo estaban mojadas por la ducha, pero para Sakura, se sentían como moco, y tenía que apagar la urgencia de temblar.

—¿Cómo está la familia, Hiroshi? —Preguntó con calma. Había pasado más de una semana desde la última vez que lo vio, y mientras Sakura había disfrutado de enviar a Kakashi a comprar tampones, Hiroshi había regresado a su aldea.

—¿Detecto una nota de amargura? —Preguntó Hiroshi, pasando el reverso de sus dedos a través de su mejilla. Deseaba que no lo hiciera. Le tomaba mucho maquillaje y esfuerzo llevar color a la pálida plancha que era su cara, y no apreciaba que él se metiera con su arduo trabajo. —Sabes que eres la única mujer que amo.

Sakura se encogió apenas, no importándole si esta era una mentira que le decía a todas sus amantes. Sólo sentía pena por la esposa de este hombre. —Entiendo nuestro arreglo.

—Entonces, ¿Por qué te ves tan triste, mi flor? —El aliento de Hiroshi le pasó por el rostro. Sakura contuvo el suyo. —¿Por qué no sonríes para mí?

La comisura de los labios de Sakura se torció en algo que hubiera confundido a los expertos en expresión facial de todo el mundo. Era una sonrisa, algunos dirían, sin embargo, también había irritación, disgusto, ira, miedo. Desespero. Hiroshi siempre parecía ciego a todo lo que no quisiera ver. Él vio la sonrisa de Sakura y le dio a cambio una muy llena de burla. Sus pegajosos dedos se posaron alrededor de su mandíbula, sólo apenas muy apretada, forzándola a levantar la cabeza, y pasó el pulgar por sus labios. Ahí iba su lápiz labial. —Ha pasado un tiempo, mi amor.

—¿Cómo será esta ocasión, Hiroshi? —Preguntó, su voz un tono monótono tan pesado que nunca se había escuchado fuera de esta habitación.

—¿Qué tal si dejas de llamarme así, para empezar? —Dijo, apretándole la barbilla. —Sabes cómo es que me gusta.

Ella titubeó. Un brote frío de náusea se colocó en su estómago, pero no había nada que pudiera hacer. —Sí, papi.

Pesada lujuria nubló sus ojos con esa mera palabra. Ella tragó su asco y retrocedió hacia la ventana mientras él avanzaba. No parecía notar su retroceso instintivo. Sólo le apretó con más fuerza la cara, manteniéndola hacia él para poder verla a través de ojos entrecerrados. —¿Cómo está mi precioso ángel? —Murmuró. —¿Has sido buena mientras no estaba? Te traje un regalo.

Sakura suprimió un profundo suspiro. Ahora tenía que trabajar con más esfuerzo para hacer una demostración de gratitud convincente para satisfacer su ego. Al menos le dio un diminuto momento para respirar con libertad cuando se movió y sacó algo de su bolsa cerca de la cama: una caja de terciopelo. Más joyería genérica.

—Creo que combina con tus ojos hermosamente. —Dijo, excepto que este collar de ópalo era azul, no verde. Sakura se quedó viendo lánguidamente por un momento, antes de obligarse a sonreír. No tenía idea de dónde sacó la fuerza para agradecerle e inclinar su cabeza para que él pudiera ponerle el collar en su cuello como si fuera una cadena.

—Lucirá mejor en ti sin todo 'esto'. —Hiroshi dijo. Por 'esto' debería referirse a su ropa, porque en el siguiente momento él le bajó los tirantes de los hombros, empujándole la prenda hasta la cintura. Sakura se puso fraccionalmente rígida. Extrañamente, estaba más preocupada por la ventana detrás de ella que por los avariciosos ojitos de Hiroshi recorriendo sus pechos.

—Encantador. —Murmuró él, avanzando hacia ella una vez más. Su boca estaba muy cerca. La peste de su aliento estaba amenazando con hacerla vomitar.

—Sin besos. —Le recordó ella, más cortante de lo que un hombre esperaría de una mujer a la que le acaba de dar un costoso regalo.

Algo de resentimiento se arrastró en su expresión llena de lujuria. Su labio se curveó. Repentinamente Sakura fue empujada hacia la ventana y terminó apretada entre ésta y su cuerpo. —Para alguien tan barata, —Le reprendió. — sí que eres una perrita muy apretada.

Él apretó uno de sus pechos expuestos con dedos rudos, mientras la otra mano se metía bajo la falda del vestido para arrancarle la ropa interior. No le importaba que sus uñas dejaran profundas líneas por sus muslos. De hecho, probablemente intentaba hacer eso.

—Cerca de la ventana no. —Jadeó ella. —Por favor.

Y tal vez porque ella había dejado en claro que no quería hacerlo cerca de la ventana, él se había convencido de que éste era el lugar correcto. Cuando ella intentó moverse, él le tomó de la nuca y estrelló su cara contra el vidrio. Su frente golpeó contra el panel con un crujido, con la suficiente fuerza como para arder, pero no tanta como para romper algo. —Has sido traviesa. —Gruñó. —Sé buena y acepta el castigo de papi como una niña grande.

Al menos, pensó ella, se terminaría pronto.


Jin estaba frotándose por encima de sus pantalones de nuevo, y Kakashi estaba intentando con mucha fuerza no verlo y mantener su mente en los papeles extendidos en el suelo frente a él. El Hokage había puesto algunas situaciones extremadamente desagradables en esta misión, pero sentarse en una habitación oscura con dos animales era extrañamente la menor de sus preocupaciones justo ahora.

—¿Dónde está el archivo médico de Suda? —Kakashi preguntó, pasando a través de hojas que detallaban su objetivo.

—No podíamos traer todo con nosotros. —Ari dijo. Él estaba ajustando el foco de la cámara mientras Jin se inclinaba en el alfeizar con los binoculares.

—Por favor dime que al menos recuerdas lo que estaba en él. —Kakashi suspiró.

—¿Por qué? No había nada importante ahí.

—Estamos en una misión eugénica. —Kakashi apuntó. —Uno creería que la salud y la fertilidad del hombre en cuestión son importantes.

Ari le miró frunciendo el ceño. —Déjame adivinar- Sakura te dijo que Suda es estéril, y estás mordiendo el cebo como si fueras un pececito. Supéralo. Está mintiendo.

Kakashi bajó de golpe los papeles al suelo. —¿Cómo sabes si no tienes el archivo médico?

—Porque mientras tú, el cara de mierda imbécil que eres, puede asumir que sus compañeros no pueden atarse los lazos de los zapatos sin supervisión, nosotros sabemos cómo hacer nuestros trabajos. Los archivos médicos son la primera cosa que el Hokage revisa. La fertilidad de Hiroshi es mejor que la del promedio, y esa es una de las razones por las que fue elegido. Su cuenta era de noventa millones, y eso es probablemente mayor que la de los tres juntos.

—Habla por ti mismo. —Jin reclamó con rapidez. —La mía es cincuenta millones.

—Setenta millones. —Ari dijo tan rápido como él.

Ambos miraron a Kakashi.

—Ciento noventa millones. —Respondió.

—Jódete. —Ari replicó. —Al menos hazlo realista si vas a mentir. Y como sea, no es como si el número contara, es cómo se mueven.

Kakashi se encogió de hombros, no importándole la casi literal competición midiéndose el pene. —¿Cuán viejos eran esos archivos?

—De seis meses. No hay nada malo con el tipo. ¿Cuántos sujetos has observado hasta ahora? ¿No te das cuenta que esas perras dirán lo que sean para zafarse de sus responsabilidades?

Kakashi ni siquiera sabía por dónde comenzar con la irracionalidad de ese comentario, aunque no era el primero de este tipo. Mientras estos dos ridiculizaban con libertad a Sakura por ser una 'zorra' o una 'puta', al menos deberían admitir de la misma manera que estaba aquí contra su voluntad y que era resistente de una manera horrible a las cosas que le estaban obligando a hacer. Estaba condenada sin importar lo que hiciera o sintiera. Lo que hacía peor que, una vez que Suda Hiroshi le hubiera dicho sobre su infertilidad, ella hubiera ido con Ari primero.

Tal vez ¿Si había sido una mentira después de todo…? Y, entonces, ¿Si no era verdad? Si una mentira podía zafar a Sakura del agarre de Hiroshi, al menos valía la pena tener pruebas. Sin esos archivos médicos, sin embargo, no tenía evidencia.

—Algo pudo haber sucedido en seis meses. —Dijo. —No creo que no podamos descartar que haya un problema con el objetivo. Quizá sea lo mejor regresar a Konoha y-

—Ser regresados con rapidez. —Ari suspiró, dándole la espalda a Kakashi. —Probablemente terminará preñada antes del final de mes, y si no lo hace, será reasignada eventualmente, entonces, ¿Por qué preocuparse?

—¿Y para qué apresurarse a ser reasignados? —Jin preguntó. —¿Y si el siguiente tipo es peor? Lo último que escuché fue que otro nombre estaba siendo considerado como un donante potencial antes de que nos enviaran… Azuka Renji, de la Aldea de la Roca. No es mal parecido, pero ya mató a su esposa a golpes y a tres de sus amantes. Si le dices de ese tipo, tal vez comience a apreciar lo caballeroso que Suda Hiroshi es…

—No es muy caballeroso para mí. —Ari dijo, la sonrisa satisfecha muy obvia en su tono.

Kakashi no pudo detenerse. Miró a través de la ventana e inmediatamente deseó no haberlo hecho. Incluso desde aquí podía ver la silueta de dos figuras en el cuadro de luz que venía de la habitación de hotel del objetivo, y no podía retirar la mirada. La vista no le paralizó con excitación de la manera en que hacía con los otros dos hombres. En lugar de eso, nausea correó a través de él. ¿Cómo alguien podría encontrar eso excitante? Estaba atestiguando la total degradación de una compañera cercana; de una amiga.

Pero ¿Quitar la vista era tan bueno como intentar hacerse el ciego sobre lo que le estaba sucediendo a ella, egoístamente, por su propio confort? Ciertamente el que viera o no esas escenas no hacia diferencia alguna por Sakura y su bienestar mental y emocional. Entonces, de nuevo, si no hacia diferencia, ¿Por qué debía torturarse?

Kakashi retiró la mirada del monitor y avanzó hacia la puerta. —Me adelantaré para recogerla. —Dijo.

—Ella no está ni cerca de terminar. —Ari dijo.

Kakashi ni siquiera dignificó eso con una respuesta. Vagar cerca de la entrada del hotel en el frío era infinitamente preferible que quedarse en una habitación llena de hombres lujuriosos que no entendían lo que era la empatía ni siquiera si les pateaba en los dientes -algo que Kakashi no estaba tan seguro de poder contenerse de hacer si permanecía más tiempo en esa habitación. Así que caminó hacia el hotel, listo para cuando Sakura saliera, y listo para ayudarla a recomponerse luego de otra noche.


Incluso cuando se había acabado, no estaba terminado. Hiroshi estaba cansado y profundamente relajado como solo un hombre podía estar luego del sexo, pero él no la dejaba levantarse todavía. Había sido arrastrada al suelo luego de que sus piernas le fallaran, y ahora estaba de rodillas con el repugnante hombre todavía envuelto a su alrededor, dentro de ella, y sus dedos agarrando el alfeizar como si estuviera aferrándose a la vida. Ya no podía contener los temblores, aunque con suerte él los malinterpretaba por sacudidas de placer que normalmente quedan al terminar.

—Mi dulce Sakura, eres algo especial. —Dijo, moviéndole el cabello para que ella sintiera cada jadeo de su acre aliento contra el costado de su cuello. Dio su mayor esfuerzo para no levantar su hombro y alejarse, pero cuando su mano se deslizó por su tenso brazo hacia su muñeca y hacia el brazalete rojo y rosado que Kakashi le había dado, ella se movió con rapidez, metiendo su brazo contra su estómago y cubriendo el brazalete con la otra mano. Demasiado obvio. No debió hacer eso, pero lo sintió detenerse y ponerse rígido. Siempre era fría con él, pero hasta el momento había conseguido evitar el retirarse físicamente.

Pero este era un regalo de Kakashi. No podía dejar que Hiroshi lo manchara con la misma suciedad con la que le había manchado permanentemente a ella.

—Así que, ¿Tienes otro hombre que también te está pagando con baratijas, huh? —Gruñó. —¿Audicionando para prostituta?

Podría estarlo haciendo. Preferiría que él le diera dinero directamente en lugar de joyería sin gusto que no podía gastar.

—Pero tú no eres como esas otras putas, Sakura. —Hiroshi dijo, envolviendo la mano alrededor de su garganta y presionando las yemas de sus dedos en su yugular con la suficiente fuerza como para que se sintiera amenazante. —Todas esas avariciosas mujeres pueden venir y tomar todo lo que les dé con una sonrisa sucia porque su dignidad es un precio justo a pagar por el dinero. Pero a ti no te importa el dinero, ¿O sí? Y tú te aferras a los trozos que quedan de tu dignidad como lo haces a tus vestidos. ¿Para qué te molestas cuando ya no tienen remedio?

¿Estaba hablando de sus vestidos o su dignidad?

—Eres algo raro de encontrar en una ciudad así. —Continuó, moviendo las manos alrededor de sus pechos como si tuviera derecho de hacerlo. —Ha pasado mucho desde que me crucé con una chica que dejaría el prestigio de una kunoichi detrás para venir a este putrefacto agujero de almas, ¿Y para qué? ¿Para hacerte de centavos abriendo las piernas? ¿Por qué harías eso? ¿Qué tienen en tu contra? ¿Están amenazando a tu familia? ¿Tienes deudas que pagar? No llevas mucho haciendo esto porque tu espíritu todavía no está roto, así que dudo que tengas muchos otros hombres. Entonces, ¿Por qué estás aquí, Sakura? Mi dulce Cereza.

Esto estaba demasiado cerca de la verdad como para que a Sakura le gustara. Su estómago ardió con incomodidad, e intentó levantarse y alejarse de él. —Me tengo que ir. —Murmuró.

Él la apretó, manteniendo su espalda contra su pecho. —Amo cuando se retuercen y ruegan y piden y gritan por compasión e indulto. Pero es sólo un acto. Sólo pretenden que lo odian -pero contigo… es genuino. Sakura, no se puede pagar por una cosa tan hermosa como tú.

Estaba poniéndose duro de nuevo. Podía sentirlo hincharse dentro de ella una vez más, e inmediatamente comenzó a luchar. —Tengo que irme. —Dijo. —Tengo que estar en otro sitio.

—Tu otro amante tendrá que esperar. —Él la empujó contra el suelo para frenar su intento de escape y descansó su peso en sus brazos, atrapándola completamente. Comenzó a penetrarla, vocalizando su deleite con altos y rítmicos gemidos.

Y Sakura se congeló. La gran, poderosa kunoichi que quizá era la más fuerte de su aldea, se congeló bajo el violento ataque. Siempre lo hacía. En misiones ordinarias, nunca titubeaba o se estancaba, siempre reaccionaba a las amenazas y ataques con rapidez, a veces incluso antes de que supiera a qué estaba respondiendo. Esa era la naturaleza del combate y entrenamiento; perfeccionar el cuerpo y la mente para que pelear y defenderse se volvieran tan cercanos a habilidades instintivas como respirar y caminar -algo que se podía hacer sin pensar.

Pero aquí, ahora, siendo cogida por un poderoso hombre de otra aldea que se maravillaba en su resistencia, que ya había deducido que estaba aquí contra su voluntad, y cuyo conocimiento de su mera identidad podía provocar otra guerra mundial y, ultimadamente su muerte, ella se congelaba. Su mente se puso en blanco y todo lo que sabía hacer era soportar. Sólo soportar. Su entrenamiento nunca la preparó para esto, y todo lo que podía pensar en hacer era nada. Se terminaría pronto.

Sus penetraciones se volvieron más rápidas y sus gemidos más altos. Sakura se hubiera cubierto las orejas para bloquearlo si sus manos no estuvieran atrapadas, pero no había manera de escapar de esos sonidos animalescos, ni de ignorar el goteo de su húmedo final dentro de ella. Quería gritar, retorcerse y convulsionar con furia. Podía lavarse su sudor fuera de la piel y tallar su olor fuera de la ropa, pero siempre estaría ahí. Cargaría con su mancha por días, e incluso si su esterilidad significaba que estaría atrapada en este lugar por meses… no podía negar que estaba contenta por no poder engendrar hijos de él.

Él se salió de ella con un gruñido satisfecho, saciado y por fin cansado. —Puedes irte. —Dijo, como si estuviera despachando a un sirviente.

Sakura no tenía ganas de moverse. Levantarse y caminar exacerbaría la sensación pegajosa entre sus piernas, haciéndola sentir más sucia y más usada de lo que ya se sentía. Sin embargo, su deseo por salir de aquí sobrepasó cualquier otro titubeo, y se levantó con rapidez, jalándose la ropa interior y alisándose la falda, empujando los tirantes de su vestido de vuelta a sus hombros.

Ella apestaba, estaba sudada y sucia y en plena necesidad de lavarse, y normalmente se hubiera quedado lo suficiente como para hacer uso de su baño antes de tener que encarar a Kakashi y al resto del equipo, pero esta noche era diferente. Él le había perturbado mucho más que en cualquier otra visita hasta el momento y tenía que irse. Ahora. Si no lo hacía, sabía que, de alguna manera, en alguna forma, se rompería.

—Tanta prisa. —Él se río de ella mientras se metía a la fuerza en su abrigo y levantaba la bolsa. —Sabes cómo hacer sentir a un hombre especial.

—Piérdete. —Susurró ácidamente por debajo de su aliento. Ya estaba marchando hacia la puerta antes de que pudiera ponerse bien los zapatos.

—Regresarás. —Gritó.

La puerta se cerró detrás de ella y se giró con prisa hacia el elevador al final del corredor. ¿Por qué se sentía como si estuviera corriendo? ¿Por qué sentía que necesitaba correr? Hiroshi nunca había ido tras ella antes y no sabía dónde encontrarla una vez que dejara el edificio, entonces, ¿Por qué se sentía como si estuviera siendo cazada?

Siempre había creído que él era espeluznante como todos, pero hasta ahora había asumido que no debía odiarlo sólo porque había tenido la mala fortuna de ser seleccionado por el Hokage para su programa de eugénica. Él creía que era una amante dispuesta. O al menos, eso era lo que Sakura creyó. No podía culparlo por las cosas que él le hacía cuando no sabía que no tenía opción en esto… pero él sabía. Le gustaba. Repentinamente las cosas que le había hecho… las cosas que le haría…

Sakura prefería morir.

La luz del elevador se encendió antes de que pudiera alcanzar a presionar el botón. Alguien ya venía, y el instinto le gritaba que era Kakashi. Él siempre veía a recogerla, y mientras encararlo era siempre un poco preocupante luego de otra noche con Hiroshi, esta vez todo dentro de ella se encogió ante el pensamiento de verlo. No se había duchado -apestaba- se veía tan mal como se sentía… y ¿Cuánto más tenía que caer a sus ojos?

Ella se giró, buscando un escape con rapidez. El otro elevador estaba en espera, y golpeó el botón para abrir la puerta y entrar. Las puertas comenzaron a cerrarse, justo cuando escuchó el elevador de Kakashi comenzar a abrirse… y él había llegado demasiado tarde; el elevador estaba descendiendo y, por ahora, al menos, estaba a salvo.

En el vestíbulo, cruzó hacia la entrada, apretando el abrigo sobre su vestido arruinado. En la calle afuera, el viento era frío y lastimaba, pero raramente parecía detener las festividades. Una multitud de oficinistas borrachos caminaron frente ella, y Sakura esperó hasta que la calle estuviera clara para avanzar.

Por supuesto, sus instintos se habían equivocado.

—¿Sakura?

Pánico y vergüenza le recorrieron en igual medida. Saltó con culpabilidad hacia el hombre que había estado de pie en un pequeño patio junto a la entrada del hotel, protegido de la ventana. Kakashi nunca había estado en ese elevador. Había estado aquí.

—¿Kakashi-sensei? —Respondió con la voz ronca, subconscientemente retrocediendo mientras él se le acercaba. —No estaba esperando que tú -quiero decir- olvídalo.

Él le miró con curiosidad, probablemente confundido por su extraño comportamiento. Entonces su mirada vagó sobre ella, de la cabeza a los pies y de vuelta, tan rápido que la mayoría de personas no lo hubiera notado, pero no Sakura. Sabía que muy poco podía engañar los agudos sentidos de Kakashi, especialmente su criminal sentido del olfato, por eso siempre era tan cuidadosa de ducharse antes de verlo. Si ella podía oler la peste del sexo, sudor y semen en ella misma, por supuesto que él también.

Sin embargo, como siempre, si Kakashi pensó o creyó algo adverso, no lo demostró. —¿Estás bien? —Él preguntó con casualidad, igual que como había hecho otras veces.

Ella asintió.

—Eso es nuevo. —Comentó, viendo a su garganta.

Las manos de Sakura volaron a ese punto, preguntándose si Hiroshi había dejado moretones cuando le había tomado por el cuello… pero no. Kakashi sólo había visto el collar de ópalo. Ella puso un gesto y lo rompió. Mientras algunos eslabones caían en el pavimiento a sus pies, dejó con rudeza el pendiente de ópalo en la mano de Kakashi. —Toma. Empéñalo y compra algo interesante.

Él deslizó el collar roto en su bolsillo como un mago desvaneciendo una moneda. No lo vería de nuevo. —¿Quieres regresar al hotel? —Preguntó.

Ella asintió de nuevo. Ahí había donde ducharse, incluso si había posibilidades fuertes de encontrarse con sus compañeros de equipo. Una vez más, la apatía entumecida que la tendría revolcándose en su propia autocompasión y suciedad fue superada por la presencia de Kakashi. Ella quería estar limpia -por él. Odiaba que tuviera que verla de esta manera.

Tanto como ella odiaba que él no parecía importarle cuán bajo había caído. Incluso ahora, mientras caminaban de vuelta al hotel, él descansó la mano ligeramente en su hombro, su brazo alrededor de su espalda, como si ella no oliera como una usada y asquerosa puta. Ella podía alejarlo. Pero hacer un alboroto ahora sólo crearía un desastre peor para el que no tenía la energía para comenzar o lidiar.

Subiendo por la tambaleante escalera del hotel, ambos echaron miradas furtivas por el corredor a la habitación que Kakashi compartía con los dos idiotas, y juzgando por el silencio y la oscuridad al final del piso, era seguro decir que ya se habían marchado a su obligado recorrido nocturno por las casas de citas más baratas del distrito. Las emociones de Sakura ya eran un caos como para sentirse aliviada porque no estuvieran, aunque escuchó que Kakashi suspiró con lo que era probablemente alivio. Caminaron hacia el baño que compartían los residentes de todo este piso. Siempre estaba húmedo y olía a moho, y Sakura nunca se había metido cuando el piso no estuviera empapado y el espejo no vaporizara y salpicado de todo tipo de materiales peligrosos.

—Ve a ducharte. —Kakashi dijo. —Te buscaré una toalla.

Y entonces la dejó. Sakura tomó un profundo respiro del aire húmedo y tibio, y probablemente numerosas esporas de moho también, y se sentó, completamente vestida en el banco de madera que todavía estaba mojado del último trasero desnudo en usarlo. Con Kakashi ido, se sentía un poco mejor… un poco más libre. Pero ahora todo lo quería hacer era sentarse ahí y llorar.

Era sólo por saber que Kakashi regresaría y esperando escuchar el sonido de la ducha lo que le movió para comenzar a desvestirse fuera de su ropa sucia y abrir la vieja llave de agua caliente. El agua cayó en su cabeza. Tamborileó contra su rostro y su pecho, y cuando miró hacia el agua que se movía a través de los azulejos del suelo hacia el drenaje, esperaba que estuviera sucia… amarilla, negra o blanco pus…

En lugar de eso sólo vio un hilo rojo.

Por un instante, calmadamente asumió que estaba imaginándose cosas. Pero el profesional dentro de ella pateó antes, dándose cuenta que estaba sangrando y buscando la fuente.

Era su nariz.

Sakura nunca en su vida había tenido un sangrado nasal que no hubiera sido causado por algo menor a un puñetazo directo a la cara cuando no podía esquivarlo. Simplemente no los tenía. Pero esta noche no creía que algo hubiera tocado su nariz…

Ahora, la médico dentro de ella despertó de la hibernación en que había sido puesta desde el comienzo de esta misión ridícula. Conocía su cuerpo mejor de lo que conocía cualquier cuerpo, vivo o muerto, y sabía cuando algo no estaba bien. Un sangrado nasal espontáneo podría no ser motivo de preocupación para cualquier otro, pero este era el primero que había tenido en toda su vida y, ¿Ocurría en este preciso momento?

Sakura envió un poco de chakra de exploración a lo largo de sus venas en sus pasajes nasales y selló el sangrado de una manera mucho más efectiva que el apretarse la nariz y hacer la cabeza hacia atrás. Y luego continuó con la exploración, buscando por la causa real -la debilidad que había provocado tal ruptura inocua.

La encontró en su misma sangre y el músculo del corazón. Estaba dañado.

Las rasgaduras eran apenas perceptibles, y si Sakura hubiera sido menos médica o no tan familiar con su propio cuerpo, probablemente no lo hubiera notado. Podía arreglarlas en un instante, pero lo que le impresionaba es que no eran síntoma de enfermedad o dolencia. Su corazón estaba en perfecto estado cuando había despertado en la mañana, y todo lo que había sucedido entre ese instante hasta ahora era el encuentro con un poderoso shinobi que, con el mero sonido de su voz, podía destruir órganos internos.

El ensordecedor siseo del agua golpeando los azulejos fue interrumpido por un suave golpe a la puerta. —Te dejo tus toallas y tu bata para dormir aquí afuera. —Escuchó decir a Kakashi del otro lado.

Pero Sakura no entendió ni una palabra. Su corazón estaba golpeando en sus orejas con la implicación de lo que había descubierto.

Una vez que se talló lo suficiente como para al menos engañar a su propia nariz y hacerle creer que olía como sí misma de nuevo, se vistió en el yukata que Kakashi le había dejado y avanzó hacia su habitación para encontrarlo ahí, sentado en el alfeizar con la ventana abierta. Con el hotel siendo tan viejo, las ventanas en las habitaciones no tenían vidrio, y para mirar al exterior, uno tenía que empujar el panel de madera. Además de una lámpara tenue y desgastada en la esquina de la habitación, la ventana y las deslumbrantes luces del exterior eran lo que proveían su habitación de cualquier luz.

Cuando entró, Kakashi la cerró, y la habitación repentinamente se sumió en un brillo naranja relajante, cortesía de la valiente lámpara. —¿Te sientes cansada? Puedo irme si quieres dormir.

Sakura sacudió la cabeza sin decir nada y se movió para sentarse en su futón. Él había doblado las mantas por ella, y las sábanas estaban limpias. Debió haberlas cambiado mientras ella se bañaba, y una punzada dolorosa de gratitud se posó en su pecho, haciéndole difícil respirar. Cuán absurdo, que luego de todo lo que había sufrido en las pasadas semanas, eran los gestos de Kakashi -como hacerle la cama- lo que le acercaba más a derramar las lágrimas.

Pero Sakura no había estado luchando por tanto tiempo con sus tormentosas emociones como para dejarse ahora, y mantuvo el rostro y la voz tan neutrales como siempre. —Puedes quedarte. —Dijo suavemente. —No estoy cansada.

Él parecía saber que algo era diferente esta noche, pero también que preguntar si algo estaba mal era tonto, porque la única respuesta a eso era sí. Todo. Y ya que no se podía hacer nada al respecto, ninguno de los dos lo hablaba. Así que cuando él habló, sus palabras parecían articuladas con mucho cuidado. —Si fue demasiado, —Comenzó con lentitud. — podemos pedir unos días. Podemos decirles a los dos idiotas que te enfermaste de algo… no pueden obligarte.

Sakura sonrió, pero era pura agonía. ¿Era lo mejor que podían hacer? ¿Fingir una enfermedad y esperar que le brindaran un par de días? Esa excusa patética no podía utilizarse.

La peligrosa idea que había estado corriendo en silencio en su mente desde hacia algún tiempo estaba arrastrándose hacia el frente de sus pensamientos, recordándole que, si era lo suficientemente valiente, si era lo suficientemente inteligente, si ya no tenía nada más que perder, había una manera de escapar de esta ciudad. Sería un sacrificio increíble, pero cada día de sus otras alternativas parecían más monstruosas. Cuando el mero pensamiento de vivir para ver otra noche como esta le hacia retorcer el estómago y retorcerse con asco real -con miedo real- supo que se había quedado sin alternativas.

Decidió que ese era el momento, y su convicción le aterrorizó.

—No voy a regresar. —Le dijo.

Kakashi estaba educadamente confundido. —¿A dónde…?

—Con Hiroshi. —Le dijo. —No voy a verlo de nuevo.

Su ceño se profundizó. —¿Qué estás diciendo?

¿Qué estaba diciendo? Podía decirle que había sido amenazada el día de hoy, había estado en peligro hoy más que nunca, y que sospechaba que Hiroshi había usado su límite sanguíneo contra ella -no como para herirla significativamente o con un propósito- pero el mero riesgo sería suficiente como para que decidera terminar con la misión.

Excepto que sabía que no lo sería. Si Sakura les decía a los dos idiotas sobre esto, asumirían de nuevo que estaba mintiendo y no tenía más prueba que su propio instinto de que Hiroshi le estaba haciendo daño, y entonces, ¿Le dejarían? Incluso si le creyeran, sólo significaría que le reasignarían otro hombre y la pesadilla comenzaría de nuevo.

Había tomado su decisión, y la fatalidad y pura enormidad de ello quemaba toda la lógica y raciocinio que quedaba en la punta de su lengua, lista para decirlo todo.

—No voy a salir de aquí hasta que conciba, —Le dijo débilmente a Kakashi. —y ambos sabemos que eso no va a pasar con Hiroshi.

—Entonces… ¿Qué? ¿Quieres abandonar la misión y empezar a huir? —Le miró con cuidado, y su cuerpo se puso totalmente rígido. Él sentía que su decisión era importante, incluso si no la entendía.

—Danzou ha puesto tantos hombres y dinero directamente en ANBU, no veo cómo sobreviviría hasta el viernes. —Dijo. Tal vez estaba subestimándose… sabía que al menos podía sobrevivir hasta el domingo. —No pienso huir.

La expresión de Kakashi se nubló con cautela. —No puedes simplemente quedarte sentada y rehusarte a hacer la misión. Te llevarán a casa y te tratarán como desertora. —Le advirtió. —Probablemente eso es lo que Danzou espera que hagas, así él tendría una excusa para meterte a prisión y haría todo a su alcance para que te cuelguen por traición. Él ha buscado la oportunidad de usar como ejemplos a los partidarios de Naruto y Tsunade desde que asumió el título.

—Tampoco planeo ser usada cómo ejemplo. —Dijo, su voz ni de cerca de ser tan fuerte como su resolución.

—Entonces ¿Qué estás planeando? —Demandó.

—Simplemente completaré la misión. Me embarazaré.

—Pero acabas de decir que Hiroshi-

—¡Hay muchos más hombres que Hiroshi en esta ciudad, sensei! —Interrumpió. —Cualquiera de ellos podría ser capaz de cumplir con los requisitos.

Su cabeza retrocedió apenas una fracción, sorprendido. —Sabes que esa es la razón por la que Jin y Ari fueron asignados como escoltas, ¿No? Son chaperones. Están aquí precisamente para evitar ese tipo de 'engaño'.

Él lo dijo como si ya todo estuviera dicho. Sakura se encogió de hombros y levantó las manos, sus palmas hacia arriba, invitándole a ver a su alrededor. —Entonces es una suerte que ellos sean los chaperones menos confiables para asignarle a alguien. ¿Dónde están ahora?

Justo en ese preciso momento, Jin y Ari estaban del otro lado de Otafuku Gai, sentados en un bar oscuro con música tan escandalosa que las mujeres sin ropa ni siquiera podían escuchar los gritos hacia ellas mientras tomaban su dinero y giraban las caderas para su entretenimiento. Para ser escoltas, eran particularmente inútiles, y aunque habían dado protestas al comienzo de la misión sobre que ella tuviera su propia habitación lejos de ellos, rápidamente decidieron que era demasiado aburrida de cuidar todo el tiempo y demasiado tonta como para tener éxito al 'engañarlos'.

Ahora, la mayoría de estos días, apenas los veía, pasaba todo el tiempo fuera con Kakashi, apenas disfrutando del entretenimiento más familiar que tenía la ciudad por ofrecer o simplemente pasando el rato en la privacidad de su propia habitación. Ya había tenido muchas oportunidades para subvertir la directiva de la misión, y sin duda tendría muchas más.

Kakashi, sin embargo, no parecía entusiasmado con su plan. —No creo que esto sea posible. —Dijo con voz plana. —Si te atrapan, puedes despedirte de tu libertad, y quienquiera que contrates para que te ayude no puede ser informado de lo que buscas o de lo contrario se convertirá en una responsabilidad, pero una falta de discreción de su parte podría ser una responsabilidad aún mayor. Entonces, ¿Qué, vas a ir eligiendo hombres de la calle? ¿Vas a llevarlos a casa y a tener tanto sexo sin protección como sea posible hasta que estés embarazada? Este es Otafuku Gai -la mitad de los hombres en esta ciudad debe tener algún tipo de enfermedad venérea. No puedo imaginar algo más riesgoso que-

—No lo haría, incluso si pudiera. —Sakura interrumpió en alto, su estómago hundiéndose con rapidez ante su condena tajante. —No soy alguien que simplemente puede ir con extraños y pedirles tener sexo de manera tan casual y sencilla como esa. —Ella contuvo las ganas de agregar 'como tú', aunque la imagen de la voluptuosa Madame Wisteria con su hermosa cara sonriente estaba alojada en su mente, junto con la imagen inventada de un Kakashi más joven en su puerta con un puño lleno de dinero. Tal vez no había sido así, y no era justo acusarlo de ser fácil. Todo lo que sabía es que ella nunca tendría las agallas de acercarse a una prostituta, ni siquiera a los masculinos.

Y si no podía hacer eso, sabía que intentar elegir a un hombre al azar para ayudarle a concebir sería algo cercano a lo imposible. Luego de Hiroshi, se sentía un poco más miedosa de solicitar sexo de hombres de los que no sabía nada, y no es como si no lo fuera antes.

—Necesito a alguien, —Comenzó lentamente, sus dedos comenzando a temblar escondidos en su regazo. — quien conozca los riesgos y entienda la necesidad de discreción. Necesito a alguien en quien pueda confiar.

Kakashi siempre había sido un hombre muy inteligente. Y justo ahora sus brazos que habían estado cruzados a través de su pecho como una barrera se dejaron caer y se le quedó viendo con espanto. Sakura no podía verlo a los ojos; estaba demasiado avergonzada. En el momento en que sus palabras dejaron su boca supo que había ido muy lejos.

—No. —Dijo, una silaba que delataba su disgusto.

—Tú dijiste que sólo tenía que pedirlo, y me ayudarías con cualquier-

—No eso. Jamás. —Dijo cortante. —¿Cómo se te ocurrió pedirme eso?

Era demasiado tarde ahora para retirar las palabras y encerrarlas en la jaula de su dentadura. Había reunido el valor para decirlas al menos e incluso si él le había rechazado con tanta rapidez y dureza, sabía que tenía que continuar. —No puedo salir de aquí hasta que esté embarazada. —Rogó. —¿A quién más se supone que-?

—Estás agotada y estás molesta. —Le interrumpió. —No estás pensando claramente y no te das cuenta que es… que no va a pasar, Sakura. Sólo descansa un poco y mañana nos olvidaremos de eso.

Fría ira recorrió sus nervios ante su plano rechazo como para contemplar su petición, y elevó los ojos para verlo con enojo. —Parecías listo para morir conmigo no tanto tiempo atrás. —Apuntó. —Pero no-

—¡Esto es muy diferente! —Protestó. —Morir es sencillo, pero…

Él dejó esa horrible sentencia incompleta, así que Sakura apretó la mandíbula y la terminó por él. —Dormir conmigo es peor que la muerte.

—No es sólo eso- ¿Si es-? —Se interrumpió a sí mismo. —Estamos hablando de un niño. No puedes simplemente esperar que alguien se comprometa a algo así de enorme de la nada. Eso es… eso es…

Eso era exactamente lo que se esperaba de Sakura. No tenía que apuntarlo, porque él ya se estaba dando cuenta también de cuán hipócrita era objetar cuando ella nunca había tenido una opción en esto. Sakura, sin embargo, no era como Danzou. Ella no lo obligaría, ni siquiera si tuviera el poder para ello.

Todo lo que podía hacer era pedirlo. —Por favor. No sé qué más hacer. —Dijo, su voz era apenas un tímido ruego. —Sólo escucha-

—No ahora. En la mañana… —Kakashi se giró, caminando a lo largo de la corta habitación, incómodamente, como si no supiera qué hacer con su cuerpo. No lo consideraría. Ni siquiera por un segundo. —Descansa. —Dijo con triste finalidad; la conversación estaba terminada y su mano en la puerta. —Te sentirás mejor en la mañana.

Sin darle otra oportunidad para responder, se deslizó a través de la puerta como un fantasma, desvaneciéndose en silencio y con tanta rapidez en la oscuridad que se preguntó si él había estado aquí en primer lugar. Entonces todo lo que podía escuchar era un golpeteo de algún ritmo musical en un bar del otro lado de la calle. ¿O era el latido de su propio corazón en sus orejas?

Él había huido de ella. Él era la única persona manteniéndola cuerda en este infierno, y en un minuto ella lo había alejado completamente. Por supuesto que él nunca haría eso… era demasiado pedirle a alguien sacrificarse.

Era demasiado…

Sakura lentamente levantó las manos y las presionó firmemente contra sus orejas hasta que todo lo que podía escuchar era el bajo zumbido tranquilizador de la nada, como si estuviera sentada en un acantilado hacia un vacío tan grande en el que podría esconderse ahí por siempre si lo elegía. Fuera del alcance de Hiroshi. Fuera de la vista de los dos idiotas. Escondida del disgusto de Kakashi y su impresión por el hecho de que ella le sugiriera que él le diera un hijo y una salida fácil.

Lentamente, bajó las manos para ver las líneas que se cruzaban en su palma, las que se decían marcaban el futuro de alguien, y detalles de la vida que uno conduciría. Pero desde algún tiempo, su corazón, su destino y las líneas de vida habían sido cambiadas por tejido cicatricial. Lo que fuera que sus palmas una vez hubieran mostrado ahora no existía, pero recordaba muchas ocasiones como niña en que se había sentado en los prados con flores salvajes con Ino durante sus clases como kunoichi, y habían interpretado sus palmas de acuerdo a ninguna autoridad particular más allá del capricho. Sakura simplemente había visto lo que ella quería ver -que viviría mucho tiempo, sería asquerosamente exitosa, y que se casaría con un hombre guapo y tendría tres hijos.

Había renunciado a tal sinsentido romántico e idealizado muchos años atrás, pero siempre había asumido que al menos sería feliz, y que las decisiones que afectaran su vida serían siempre suyas. Pero ahora, se daba cuenta un poco aturdida, que había renunciado a ello enteramente. No había más ilusiones de un hermoso esposo para darle hijos hermosos en un pintoresco hogar detrás de algún tipo de valla. Ahora actuaba simplemente para sobrevivir. Un niño era una herramienta; una pareja masculina, un mal necesario.

Era la única manera de luchar por tener control en su vida. No le daría a Danzou lo que quería -no un niño idealizado genéticamente, tampoco una excusa para firmar su pena de muerte. Si Kakashi no estaba dispuesto a ayudarla luego de todas sus promesas de caminar en carbones ardientes por ella, tendría que buscar a alguien más. No era el único hombre que podría ayudarla, y no necesitaba su aprobación o permiso para buscar a alguien más tampoco.

Pese a estarse tranquilizando, algo de desespero volvió a invadirla- ¿En qué tipo de penoso estado estaba que podía ser tranquilizada por esos pensamientos? Kakashi siempre había sido su esperanza, no porque él fuera el mejor espécimen masculino disponible, sino porque él era seguro. Él era alguien en quién confiar.

Él era su amigo.

Pero, tal vez… ¿También eso le había sido arrancado?


Notas de traducción:

Hola, como tal hoy no hay ninguna pero decidí actualizar hoy porque mañana estaré ocupada y encima me dio gripe (o lo que espero sea), así que mejor lo hago de una vez que estoy más consciente. Muchas gracias por leer el fic ^^ Espero pasen felices fiestas y nos leemos en enero ^^