Inuyasha es un idiota... ¡Oiiiddd! Pensé que era diferente, pero es igual a todos los hombres.

Ingresó a la casa, dirigiéndose directamente a las escaleras, al mismo tiempo en que su hermano se asomaba.

- ¿No estaba? - ella meneó la cabeza, sin mirarlo. - Hermana...

- Sota. - sus ojos no transmitían emociones. - Estoy bien.

- Bu... bueno, no parece...

- Sólo... sólo necesito descansar, ¿de acuerdo? - continuó su camino, mientras trataba de aguantar aquellas lágrimas que amenazaban con rodar por sus mejillas.

Me siento... usada... yo... realmente confié en él.

Meneó su cabeza, mientras sostenía el pomo de la puerta.

- ¡Ya! - apretó su agarre. - Ya se fue... y, a juzgar por lo que le dijo a mi familia, no piensa regresar. - suspiró. - Tengo que olvidarme de él y lo que sucedió.

Después de todo, fue sólo una ilusión.

Abrió la puerta y se quedó inmóvil. Sus ojos se dilataron al instante, mientras sus labios se separaron ligeramente.

- Inuyasha. - murmuró al verlo sentado en la ventana.

- Tardaste en llegar. - respondió, con su mano en su barbilla.

- ¿Qué haces aquí? - su voz se oía como un susurro.

- ¡Keh! ¿Qué clase de pregunta es esa?

Frunció el entrecejo, al mismo tiempo en que apretaba sus manos y un recuerdo atravesaba su mente.

- ¡ABAJO!

El pecho del híbrido se estrelló contra el suelo, mientras su expresión de incredulidad se apoderaba de su rostro.

- ¡¿Por qué hiciste eso?!

- ¡Le dijiste a mi familia que te irías! - gritó. - ¡¿Por qué lo hiciste?!

- ¡Porque quería irme! - se puso de pie, cruzando sus brazos en sus mangas. - Pero el pozo no me dejó pasar.

- ¡Eres un idiota! - sus ojos se humedecieron, mientras se sentaba en la cama, mirando en la dirección contraria.

- ¡¿Por qué estas llorando?!

- ¡Porque me lastimaste, tonto! - sus miradas se encontraron, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. - ¡Eres un maldito mentiroso!

- ¡¿Qué?! ¡¿Por qué me llamas mentiroso?!

- ¡Porque es lo que eres! - se puso de pie, acercándose hasta quedar frente a él.

- ¡¿En que te mentí?!

- ¡EN TODO! - su expresión cambió a una notable tristeza. - Antes de que Kikyo te sellará... dijiste muchas cosas, sin embargo, ahora ni siquiera quieres hablar de ellas. - sus ojos temblaban. - Y anoche la viste a escondidas...

- ¡Ya te dije que yo no fui a buscarla!

- Y ahora planeabas regresar sin siquiera decirme nada. - hizo caso omiso a sus palabras. - Al menos dime porque...

¿De verdad le hice tanto daño?

- Kagome...

- ¿Vas a regresar con Kikyo?

- ¡¿Pero que clase de tonterías estas diciendo?!

- ¡Dime de una vez! ¡¿Por qué me usaste de esa forma?!

- ¡Estúpida! - la tomó del brazo, jalándola en su dirección, mientras la rodeaba con sus brazos. - ¿Cómo puedes pensar una cosa como esa?

Inuyasha.

- Entonces... ¿Por qué...?

- Porque tengo miedo, Kagome. - apretó su agarre en su cuerpo.

- ¿Miedo? - se sorprendió.

- Cuando desperté anoche, me sentí muy confundido. - entrecerró sus ojos. - No comprendía... porque Kikyo me había sellado sin más.

¡Muere, Inuyasha!

Aquella secuencia pasó por su mente.

- Después te volví a ver y... me sentí tranquilo por un momento, pero... rápidamente todo lo que sucedió regresó a mi mente y quise alejarme. - ella se acomodó en su pecho, mientras él colocaba su mano sobre su cabeza. - Entonces, encontré a Kikyo.

Tú me traicionaste primero.

- Yo... me siento muy culpable por... lo que pasó entre nosotros, yo... debí haber hablado con ella antes de todo esto.

- ¿Te arrepientes? - se apartó, observándolo.

- No podría arrepentirme aunque lo quisiera, Kagome. - colocó su mano sobre su mejilla.

- Entonces, ¿Qué sientes por mi?

- ¿Realmente quieres saber lo que siento? - ella asintió. - Yo... creo que me enamoré de ti.

- ¿Qué sientes por Kikyo?

- Kagome... creo que ni siquiera es necesario decirlo.

- Pues, necesito que lo digas.

- Kikyo fue la primera persona que me trató con amabilidad... de hecho, estuvo dispuesta a permanecer a mi lado... siempre y cuando me deshiciera de mi parte yokai. - ella lo escuchaba con atención. - Pero, al parecer, mi corazón no llegó a... sentir lo mismo que contigo.

- ¿Cómo puedo saber que me estas diciendo le verdad?

- Te hice mi mujer, ¿lo olvidaste?

¿Su mujer?

Aquellas palabras provocaron que sus mejillas se sonrojaran inevitablemente.

- Eras tú el que no quería hablar del tema. - frunció el entrecejo. - ¡Ya decídete de una vez! ¡Dices una cosa y haces otra!

Antes de darse cuenta, su espalda chocó contra la puerta, mientras la frente del híbrido se pegaba a la de ella.

- Lo siento. - cerró sus ojos. - Pero... hay cosas que no puedo controlar cuando estoy a tu lado. - tomó su mano, llevándola a su pecho.

Su corazón... está latiendo con demasiada fuerza.

Pensó, mientras abría ligeramente sus ojos.

- ¿Por qué querías marcharte?

- Kagome...

- ¡Dime!

- No quiero hablar de eso ahora. - murmuró, rozando sus labios con los suyos.

Maldición, ¿por qué me cuesta tanto mantener la compostura mientras estoy con ella?

- I...Inuyasha. - susurró, al mismo tiempo en que su mente se debatía entre mantener su postura o sucumbir al deseo que la estaba consumiendo.


Sesshomaru... ¿Qué estas buscando?

Pensó, mientras lo observaba alejarse lentamente. Segundos después, volteó, encontrándose con el monje y el niño, quienes la observaban a la distancia.

- Joven Miroku, pensé que se había marchado.

- No iba a dejarla sola con él, señorita Kikyo. - respondió con firmeza. - Pero, al parecer, veo que no tenía intenciones de matarla. - ella entrecerró sus ojos ante aquel comentario. - ¿Ya se conocían?

- Bueno, no se si usted esté al tanto, pero él es el hermano de Inuyasha.

- Lo sé, tuve el honor de conocerlo antes de llegar aquí... - notó la sorpresa en el rostro de la miko, aunque trató de ocultarlo bien. - Cuando llegó a salvar a la señorita Kagome.

¿Salvar a Kagome?

Apretó el agarre en su arco.

- Ya veo. - sonrió ligeramente. - Al parecer, también se conocen, al menos lo suficiente para que él decida realizar esa acción.

- No se confunda, señorita Kikyo, la señorita Kagome también estaba sorprendida de la situación.

- El joven Sesshomaru puede ser un poco impredecible a veces. - comenzó a caminar en su dirección, pasando por su lado. - O al menos eso es lo que me parece.

Él se quedó observándola, mientras se alejaba lentamente.

- Oye, Miroku. - preguntó el zorrito. - ¿Por qué le preguntaste eso?

- Llámame loco, Shippo, pero hay algo que no me cierra en todo esto.

- ¿Te refieres a ese tal Sesshomaru y Kikyo?

Él estaba enfurecido, incluso dispuesto a asesinarme, sin embargo... cuando ella apareció, no dudo ni un segundo en calmarse e irse, ¿por qué no la atacó?

- Dime. - lo miró. - ¿Alguna vez los viste juntos?

- ¿Qué estas insinuando?

- Nada, sólo quiero saber.

- Bueno, no... de hecho, Kikyo es una mujer que siempre está sola.

Sin responder, regresaron hacia el pequeño campamento que habían improvisado, en donde la comida seguía en su lugar.

- ¡Shippo! - sonrió, poniéndose de pie. - Qué bueno que estas aquí.

- ¡Rin! - el pequeño saltó del hombro del monje y corrió directo a los brazos de la mujer, quién lo abrazó fuertemente.

- Señorita Rin. - sonrió. - ¿Qué esta haciendo por aquí?

- Vine a ver porque la señorita Kikyo se demoraba tanto, Kaede estaba preocupada.

- Puede quedarse tranquila, ella ya regresó a la aldea.

- Espero que no se moleste si no me encuentra allá. - pronunció, suspirado brevemente.

- Lo dudo, después de todo, no sucedió nada malo.

- ¿Puedo preguntarle que fue lo que ocurrió?

- El hermano de Inuyasha, Sesshomaru, vino a atacarlo. - respondió el niño.

- ¿El señor Sesshomaru? - se sorprendió.

- ¿Lo conoces?

- Bueno... él... me ha ayudado mucho, de hecho, fue él quién me trajo a esta aldea.

- ¿Qué? - se mostraba genuinamente sorprendido.

- Él me dijo que la señorita Kikyo podía ayudarme.

Entonces realmente ellos se conocen desde hace tiempo.

- Rin, ¿puedo hacerte una pregunta?

- Si... por supuesto.

- ¿Alguna vez viste a Sesshomaru y Kikyo juntos?

Sus ojos se abrieron ampliamente, al mismo tiempo en que su rostro se contraía en una expresión de tristeza y desviaba su mirada, recordando aquella noche en la que los había visto a las afueras del templo, poco después de que ella sellara a Inuyasha en el árbol sagrado.

- Bueno... una noche, la señorita Kikyo había ido al templo... era demasiado tarde y fui a buscarla y... cuando llegué, ella y el señor Sesshomaru... bueno, estaban abrazados en la puerta. - hizo una pausa. - Fue la única vez que los vi.

- ¿Y crees que hay algo entre ellos?

Por alguna razón, su pregunta le molestó.

- No lo sé. - su tono se volvió serio. - ¿Por qué me pregunta estas cosas?

Entonces es verdad, entre ellos hay algo extraño, pero... la señorita Kagome dijo que Kikyo estaba enamorada de Inuyasha, ¿por qué mantener un vinculo de esa índole con su hermano?

Antes de que pudiese responderle en voz alta, un rugido proveniente del bosque se oyó, poniéndolos en alerta.

- ¡Inuyasha! - gruñó, emergiendo de entre los árboles. - ¡¿Dónde estás maldito híbrido?!

- ¡¿Qué es eso?! - gritó la joven. - aferrándose al cuerpo de Shippo.

- ¡Miroku! ¡¿Eso no es Royakan?!

- ¡¿Quién?!

- Royakan es el guardián del boque. - respondió el monje, retrocediendo en dirección de la mujer. - Pero... él es una criatura pacífica, ¿Qué le sucedió?

- ¡Kikyo! - su voz se oía visiblemente alterada. - ¡Entrégame el fragmento de la Perla de Shikon!

- ¿El fragmento de la perla? - murmuró, recordando el relato de Kagome al conocerla, en donde le había comentado sobre que la vida de la miko estaba unida a aquella pequeña parte.

¿Por qué Royakan querría atacar a Inuyasha y asesinar a Kikyo? Acaso... ¿está siendo controlado por alguien más?

Pensó, al mismo tiempo que empuñaba su cetro y sus ojos azules se encontraban con la mirada de fuego del animal.