CAPITULÓ V

Inesperadamente para Anthony la velada si llegó a su final como él lo deseaba, el padre de Elisa hizo bailar con su hija al heredero de uno de sus amigos; en el momento en que Neal la iba a dejar con Anthony para que siguieran bailando, el señor Legan que comenzaba a estar muy bebido llevo hasta su hija un joven con un poco de sobre peso, gafas y cabello color paja, que no dejaba de observar a la chica.

—Querida Elisa, te presento a Frank. Él tiene más millones que Anthony y si no fuera por la insistencia de los Andrey… bueno este sería tu prometido.— y comenzó a reír estruendosamente, al grado que varias personas a su alrededor lo miraban y Sarah corrió a llevárselo por otra copa, antes de que cometería más imprudencias.

Elisa no tuvo de otra que bailar con el muchacho, él la llevó a una parte apartada del salón, lejos de Neal y Anthony, al no verla los dos chicos se fueron a sentar con los otros dos primos. Elisa también los había perdido y Frank no hablaba mucho pero la acercaba mucho a él y la apretaba de la cintura, al ser una niña aún nadie le había enseñado a alejarse de este tipo de jovencitos que se querrían aprovechar de ella.

Frank siguió alejándola de la gente hasta que la sacó del salón a una pequeña terraza, ahí Elisa trató de hacerle plática para poder alejarse de él.

—¿Qué edad tienes Frank?—dijo Elisa nerviosa.

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—Eres muy grande para mí y para que estemos a solas, mejor regresamos.— Elisa quería caminar y Frank la atrapó contra la pared.

—Tu también ya eres grande con semejantes tetas, igual que las de las chicas del colegió — en ese momento Frank se abalanzó y le agarró con ambas manos los senos a la pequeña Elisa, fue tanto su miedo que se desmayó.

Al ver lo que hizo se asustó y la dejó tirada, rápidamente fue corriendo al salón y pidió ayuda, inventó que Elisa quizo salir a tomar aire y que se desmayó al momento. La madre de la chica causó tal alboroto que la fiesta se acabó.

Elisa fue llevada a su recámara donde la reanimaron con sales, le preguntaron lo ocurrido pero como en la habitación estaba Anthony y Neal. Ella dijo que el tal Frank le dijo algo inapropiado, y se desmayó. Su madre al verla tan indispuesta, hizo salir a todo mundo y una de las mucamas de la pelirroja la ayudo a quitarse el corset. Después de que le pusieran su camisón y su bata, la mucama salió y la niña se abrazó a una almohada llorando. No quería decir la verdad en primer lugar porque Anthony ya no querría casarse con ella, al haber sido manoseada y en segundo lugar porque le había gustado que le dijeran que se veía mayor.

AL día siguiente, en el desayuno el señor y la señora Legan no se hablaban, Sarah se veía realmente molesta por lo borracho que se puso su marido, lo culpaba por haber hecho que la fiesta terminara, la tía abuela los observaba con molestia por semejante actitud en la mesa y por haber hecho un escándalo la noche anterior. Los cuatro primos desayunaban tranquilamente, sin darse cuenta de lo que ocurría.

Elisa estaba un tanto diferentes, se había puesto el corset de nuevo y trataba de llamar la atención de Anthony mostrándole sus encantos que la naturaleza le había otorgado, pero cada que hacía una de sus movimientos se sonrojaba y hacía que todos la miraran extrañados.

Después del desayuno Anthony y Elisa fueron a dar un paseo por el jardín, no llevo chaperona aprovechando que su madre y su padre discutían en la biblioteca. Llegaron hasta el lago y lo rodearon, hasta llegar a una zona más tupida de árboles.

—¿Y que te pareció la fiesta Anthony?

—Fue buena, la comida estaba deliciosa y contrataron la mejor orquesta de Chicago.

—Mamá dijo que solo lo mejor para "la pequeña señorita Legan"

Anthony comenzó a reír, Elisa no comprendió lo que pasaba.

—¿Por qué te ríes?

—Es que es gracioso decir "pequeña señorita" o se es una señorita o una pequeña. Porque la palabra señorita es para una jovencita más grande.

—No le veo la gracia, yo soy una señorita completamente.—Elisa había pasado de ser coqueta a estar furiosa pues Anthony no entendía que quería decir con eso, además a él todavía no le daban clases de biología para entender lo que quiso decir.

—Entonces te llamaré señorita Elisa.— Anthony seguía riendo.

—Para tu información, ayer un. Muchacho me dijo que me veía mayor para solo tener once años. Y cree que puedo comportarme ya como una de esas señoritas.

Anthony se la quedó viendo un momento y Elisa dejo que la observara. En realidad si se veía más grande de once años y en la forma coqueta con la que se comportaba parecía una chica más grande. La siguió viendo y entonces observó su pequeño escote y su cinturita. Elisa era hermosa sin duda y seguramente en cuanto él estuviera más grande le gustaría. Pero en este momento no la encontraba atrayente y se le hacía una imposición de su tía abuela.

Elisa al ver que Anthony la observaba tanto, supuso que le había gustado por fin, se acercó sigilosamente, en lo que él rubio pensaba, de un momento a otro Anthony no supo qué pasó, Elisa se le contaba del cuello y la tenía tan cerca que le podía ver unas manchitas tenues en la cara, como pecas pero desteñidas y en ese momento lo sintió, Elisa pegó sus labios a los suyos y cerró los ojos. Anthony se sorprendió no sabía que hacer y no quería empujar a Elisa para no herirla, le contestó el beso y entonces Elisa se entusiasmó y abrió la boca, el también la abrió un poco y sintieron sus alientos unirse e intercambiar un poco de saliva. En ese momento escucharon pasos a lo lejos y se separaron.

Anthony estaba muy nerviosos y Elisa se había vuelto del color de su cabello.

—Elisa creo que estamos jóvenes para hacer estas cosas.

—Lo se pero fue maravilloso.

En ese momento llegaron los demás chicos.

—Hey ustedes ¿que hacen ahí? ¿Vamos a remar un rato al lago?—Grito Archie

—Si hagamos unas carreras y quien pierda me da sus caramelos— dijo Neal.

Anthony casi corrió hasta sus primos y al ver que Elisa se rezagó le preguntó

—¿No vienés Elisa?

—No, me quedaré por aquí, porque no traje sombrilla— en realidad Elisa dio esa excusa para no ir, quería estar sola y pensar en lo que había pasado entre Anthony y ella.

Los muchachos se fueron y ella se quedó viéndolos alejarse. No podía dejar de tocarse los labios y se sonrojaba, también extrañamente recordó lo que sintió cuando le tocaron los pechos y se sonrojó más, por fin había entendido que le había gustado. Y pensó en voz alta.

Ya soy una mujer.