LA HISTORIA NO ME PERTENECE ES DE KYŌKO MIZUKI Y YO SOLO LE TOMO PRESTADOS SUS PERSONAJES Y ALGUNAS ESCENAS SIN FINES DE LUCRO PARA DIVERTIRNOS.

CAPITULO XV

Elisa estaba muy alegre su madre por fin le había dejado hacer lo que quisiera, había pasado los terribles días de sangrado que tanto odiaba y volvía a poder ponerse sus vestidos color claro, curiosamente ese día se sentía muy coqueta, había elegido un vestido color amarillo casi naranja y estaba viéndose en el espejo como su cuerpo ya parecía el de una mujer, se puso un sombrero a juego y sonrió alegre por sentirse tan hermosa. Se esmeró en su atuendo y pidió ir de compras pues a las 2:30 de la tarde Anthony llegaría a tomar un almuerzo con ella.

La vida no podía ser mejor, el día anterior Candy había sido llamada a la sala y fue advertida que de ahora en adelante sería la mucama de los hermanos Legan. Aunque ella lo acepto sin chistar y ni siquiera lloro como Elisa quería pero no importaba ahora tenía que hacer lo que ella quisiera sin tener que soportarla como dama de compañía.

En ese momento la pelirroja salió de su habitación y caminó hasta el pasillo donde estaba la escalera, justo Candy venía entrando del jardín.

-Candy.

-Si, señorita.- dijo una Candy tranquila.

- vamos a ir a la ciudad de compras y tú irás conmigo.-dijo Elisa mandona.

-Apúrate Elisa, el auto está listo- gritó Neal desde la entrada.

Las dos niñas se subieron al auto, Elisa primero y luego Candy, al final Neal se subió y el chofer arrancó para iniciar el camino a la ciudad, Neal curiosamente vio a Candy de cerca y se sorprendió al darse cuenta que la niña era muy bonita a pesar de su vestimenta sencilla. Giro la cabeza como si se hubiera indignado por pensar semejante cosa y se puso a contemplar el panorama. Elisa mientras tanto no dejaba de sonreír pues ya estaba muy ansiosa de estar a solas con Anthony. Candy lo noto y como la veía de tan buen humor se atrevió a preguntar.

—Estas muy contenta.—dijo Candy curiosa.

—Si, me espera algo lindo el día de hoy.— dijo Elisa con tono alegre.

-¿Qué es?— la rubia no se pudo contener.

—Eso a ti no te importa.— pero Elisa siguió sonriendo y viendo alrededor mientras Candy la veía de soslayo, ya sin hacer más preguntas sin que ella se diera cuenta que también era observada discretamente por Neal.

Llegaron a la ciudad y Candy no dejaba de ver todas las tiendas. El chofer se detuvo cerca de una zapatería Los dos hermanos y Candy se bajaron a ver Elisa y Neal se disponían a entrar y cuando Candy los iba a seguir Elisa la vio feo y la misma niña decidió no entrar.

Dentro de la tienda y mientras una de las empleadas le calzaba unas zapatillas blancas a Elisa, esta le pregunto a su hermano.

-Bueno ¿y ya se te ocurrió algo para que no esté en casa al rato que llegue Anthony?

-Estaba pensando en que la dejemos aquí.-Neal no solo quería ayudar a su hermana, se sentía muy incómodo al estar cerca de la rubia y si con todo lo que iba a comprar Elisa terminaban apretujados y él quedaba más cerca de ella, eso lo ponía nervioso y no quería ni imaginarlo pues nunca había sentido algo por una chica.

Elisa lo pensó y dijo— ¿No es un poco peligroso? ¿Cómo volverá?

-Pensé que lo que querías, es que no volviera.

-Bueno si, pero y si nos regañan por dejarla aquí.

-¿Quién? Mamá fue a tomar el té con sus amigas y a jugar cartas, papá está de viaje y nadie creerá lo que digan los sirvientes, ademas podemos decir que Candy nos dejó esperando en una tienda y nunca volvió.

-Bueno tienes razón, será mejor que la perdamos aquí para que ya nunca vuelva. Tal vez mamá me compre otro vestido si se alegra de no verla nunca más.

Después de eso los dos Legan salieron de la tienda, le dieron a cargar las cajas a Candy y se dirigieron a otro establecimiento, ahí Elisa se iba a comprar un vestido. La pecosa con la carga y el sol pensó en entrar en la tienda con ellos pero justo cuando iba detrás de los hermanos Elisa se volteó y le dijo.

-Tu esperas afuera de las tiendas, recuerda que eres la mucama.

Candy suspiro y se quedó parada en la entrada.- Esto ya me lo esperaba- dijo un tanto resignada.

Así pasó la mañana Elisa entraba y salía de las tiendas con cada vez más paquetes y todos se los daba a cargar a Candy que apenas si podía ver por donde iba. Ya cuando iban a subir al auto Candy tropezó y casi se cae con todas las compras de la pelirroja.

-Con cuidado Candy, no vayas a arruinar mis cosas.

El chofer amablemente le ayudó a poner todo en el auto, Candy estaba exhausta. Pero Elisa le tenia una última encomienda.

-Candy quiero que vayas a la librería y me traigas, Elegancia y el sueño de una muñeca Francesa. Apúrate que se hace tarde.

-Iré yo señorita.- dijo el chofer servicial.

-No, que vaya Candy.

La rubia fue hasta la librería y entró. Un minuto después.

-Paul, llévanos a casa.- dijo Neal autoritario.

-Señoritos, pero la pequeña Candy no ha vuelto.

-obedece, si no le diremos a mi madre que por tu culpa llegamos tarde a nuestros compromisos y haremos que te eche.- sentenció Elisa y el chofer ya no tuvo de otra que hacer lo que se le pedía.

El auto arrancó y en ese momento Candy salió a ver cómo la dejaban, regreso a la librería y devolvió lo que había pedido, dijo que sus patrones habían tenido que marcharse y después volvían. La niña deambuló un rato por las calles y justo cuando iba caminando por un de estas se encontró a un muchacho que le hablo.

—Gracias por haber ayudado a mi hermano.

—¿Qué?

—Alister Cornwell y soy hermano de Archivald, tú debes ser Candy. Puedes llamarme Stear.

Candy se alegró y siguió conversando con el muchacho, este al escuchar su situación decidió ayudarla, así que comenzaron el camino de vuelta a casa, aunque el trayecto se volvió una peripecia debido a los inventos del joven.

Elisa llegó corriendo a casa, había comprado un corsé nuevo que estaba dividido en dos partes, llamó a Dorothy para que le ayudara a ponérselo. El corsé le quedaba muy ceñido y le marcaba claramente la cintura y unas caderas más pronunciadas, y la parte de arriba que era muy parecida a un sostén la hacía verse más grande de lo que era pues le marcaba mucho la silueta que apenas había desarrollado, se volvió a poner el vestido que tenía un poco de escote cuadrado y vio que sus pechos se veían más juntos y llenos. Se sintió satisfecha.

—Señorita, no quisiera ser inoportuna pero creo que ese vestido no es apropiado para recibir al joven Andrey y no creo que su madre lo apruebe.— dijo Dorothy dubitativa, sabía que Elisa se había molestado cuando pregunto por Candy, pero también pensó que no era correcto como estaba vestida.

—Tu no sabes nada Dorothy, ya soy mayor y puedo usar lo que quiera, ademas mi madre no está y te prohíbo decirle algo, quiero que nos sirvan jugos y bocadillos en el saloncito de mi madre.

—Señorita pero ese lugar es muy privado para que la deje sola con un muchacho.

—Te dije que no te metas y no quiero que nos molesten.

Dorothy salió a hacer lo que le dijeron y Elisa se maquilló un poquito para verse mayor. A las 2:30 en punto estaba ya lista en el saloncito y Anthony venía entrando junto con Stuart el mayor domo.

-Hola Anthony.

-Hola Elisa, te ves muy linda.

-Gracias, me arregle solo para ti, pero siéntate aquí junto a mi.

Anthony se había sentado cerca de ella pero había una distancia, ella se acercó más y su cadera tocó la cadera de Anthony, los dos se ruborizaron pues esto no estaba permitido. Pero la joven no se aparto. Comenzaron una plática trivial donde Elisa lo veía idiotizada y no dejaba de querer servirle cosas. El incómodo las aceptaba y ella se le recargaba en el hombro, haciendo que el muchacho sintiera como le sudaban las manos de nervios, nunca había visto el escote de una mujer y pensaba que mirar a Elisa de esa forma no era de caballeros.

La muchacha hablaba sin parar y le tocaba un brazo, el solo la veía moverse y de vez en cuando desviaba la mirada del rostro de la niña a su pecho.

… la tía abuela por eso apenas dará la fiesta de bienvenida a ustedes, ¿no te parece encantador?

-Decías Elisa.

-¿Por qué no me pones atención? ¿Te sientes bien?

-Si si.

-No lo pareces.- La Mila le tomo la temperatura con el dorso de su mano y Anthony por primera vez sintió algo que no entendía, lo que lo diferenciaba de ser un niño y un hombre se había despertado por la cercanía de Elisa y se sintió incómodo pues él pensaba que la muchacha le desagradaba, pero sus instintos parecían despertar con la cercanía de ella.

Después del susto que tuvo se quedó quieto y Elisa al ver que no se movía y por la cara de sorpresa que puso él al sentir por primera vez algo que desconocía, ella creyó que era un buen momento para volver a besarlo y lo hizo.

Ella se le acercó más y puso sus labios sobre los de él, el rubio dejándose llevar por sus sensaciones le regresó el beso, y la siguió besando por largo rato como si los dos fueran mucho mayores, comenzaron a explorar sus bocas y él la tomó de la mano. Ella no podía dejar de sentirse encandilada con él, estaba muy ruborizada y acalorada.

Siguieron con los besos durante toda la cita. La muchacha esperaba que Anthony hiciera más. Pues según su amiga Daisy que ya tenía 15 años y además estaba comprometida para casarse a los 16, los prometidos tienen ciertos privilegios y aveces exploran bajo los vestidos de las señoritas o hacen valer sus derechos de futuros esposos. Elisa no entendía bien eso pero supuso que tenía que dejarse hacer. Anthony por otro lado están sintiendo tal placer que le dio miedo y dejó de besarla, justo en ese momento Sarah entró pero él ya están de pie despidiéndose y depositándole un beso en la mano.

Al ver esto Sarah se sintió aliviada, pues pensó que el rubor de las mejillas de su hija era por la atención galante del rubio. Anthony se fue bastante incómodo por la sorpresa y por su nuevo despertar a la adolescencia.

—Elisa, ¿pero qué ropa es esa?

—Parece que algunos vestidos me quedan pequeños mamá.

Sarah no dijo nada pues su hija parecía haberse estado completando, estaba un poco sorprendida por lo mayor que se veía y porque su hija le contaba que parecía que Anthony si se estaba enamorando de ella, que no se percató en qué Candy llegó pasadas las seis de la tarde con la ropa empapada.

Esa noche terminada la cena los tres jóvenes Andrey estaban sentados en el salón de juego como siempre. Pero ninguno hablaba. Solo pensaban.

Stear no se podía sacar de la mente a cierta niña rubia que le alegró el día al trepar árboles con ella, después de haber caído en el lago.

Anthony estaba confundido pues le gustaba mucho la niña rubia que conoció pero siendo sincero le gustó besuquearse con Elisa pues era una sensación muy placentera que antes no conocía y se preocupó pues no sabía cómo reaccionar, ademas según lo que le habían enseñado los caballeros no podían tener esos pensamientos lujuriosos si no su alma sería condenada y él se consideraba un caballero como para faltarle de ese modo a una dama.

Archie por otro lado también estaba confundido, pues la pequeña gatita que lo salvó había sido un bálsamo refrescante para su vida y por desgracia en su visita a Annie Britter la encontró aburrida y monótona, se sentía mal por el haber estado recreando los momentos divertidos con la rubia en vez de prestar atención a la otra rubia que lo veía con adoración y se recriminaba por haber seguido su juego y prometer otra visita, pues él sabía en el fondo que ella gustaba de él pero él solo la veía como una amiga.

En la casa Legan casi todos dormían menos los dos hermanos pues Elisa daba por hecho que haber compartido más besos con Anthony ya la volvía prácticamente su mujer y no podía esperar para volver a verlo y seguir comprometiéndolo, deseaba ser mayor como su amiga Daisy para poder hacer lo que hacía la sirvienta con su esposo y después de pensar eso se persignó y se quedó dormida, mientras en la habitación de Neal, este no podía sacarse de la mente a Candy y pensaba que estaba loco por fijarse en una huérfana, pero se sintió descansado después de por primera vez haber derramado su semilla en sus pijamas, y pensó en que sería su secreto pues si alguien se enteraba sería severamente castigado por tener comportamientos tan inapropiados.