Polonia, 1940
Una mujer de cabello verde preparaba el desayuno mientras su único hijo de seis años esperaba pacientemente en la mesa por su alimento.
Al terminar, sirvió la comida en un plato y de mala gana se lo entregó al menor.
-Cómete eso y te vas a trabajar-comentó con frialdad-no regreses si no has vendido todo lo de la canasta
-¿Pero qué pasa si no logro vender todo antes del toque de queda?
-No es mi problema-se retiró de nuevo a la cocina
El menor suspiró con pesadez y solamente probó algo de comida para salir a vender.
Durante toda la mañana y la tarde ofrecía sus productos a los transeúntes para poder llevar dinero a casa.
Desafortunadamente, solamente había logrado vender la mitad de lo que tenía en la canasta.
Observó el reloj de la catedral notando que faltaba poco para el toque de queda.
Se apresuró a llegar a casa sin embargo notó con extrañeza y algo de miedo que varios camiones con soldados alemanes llegaron a la ciudad.
Aceleró el paso hacia su casa y al llegar notó que su madre aún no cerraba las puertas de la casa.
-Mamá...-entró y cerró las puertas
-¿Por qué llegaste temprano?-se acercó a él completamente molesta
-Llegaron soldados alemanes a la ciudad
-¿Qué? Eso es imposible. Pobre de ti que me estés mintiendo porque si no...-su reclamo quedó interrumpido al escuchar explosiones y los gritos de la gente-maldita sea
Cerró ventanas y aseguró las puertas para evitar por lo menos que entraran tan pronto.
Caminó hacia el sótano donde prendió la luz e identificar el pequeño bunker que había construido su esposo hace años.
El menor la siguió sin embargo, lo empujó con fuerza.
-Tú no vas a entrar. Te quedarás afuera para vigilar que nadie entre-el niño le miró asustado con ojos llorosos
-Mamá, tengo miedo-intentó abrazarla pero volvió a empujarlo
-¡Me importa una mierda!-se encerró en el sitio justo cuando los bombardeos se hicieron más fuertes
La casa tembló lo cual hizo que el menor golpeara con fuerza la puerta del bunker llorando porque lo dejara entrar.
Escuchó una explosión cerca y salió corriendo hacia su habitación y entrar a su armario a esconderse. El miedo no le dejó razonar que ese sitio era uno de los más inseguros para refugiarse.
De pronto escuchó que derribaron la puerta junto el sonido de varios soldados que entraron estrepitosamente a la casa.
Pasaron unos minutos cuando escuchó los gritos de su madre quien había sido descubierta en su bunker secreto. Mientras eso pasaba, notó que alguien entró a su habitación ya que la puerta estaba abierta.
Se encogió en su lugar con miedo abrazando a su oso de peluche. La sombra de la persona se vio por la ranura debajo de las puertas del mueble lo que provocó que estuviera a punto de llorar.
Vio con terror cómo las puertas del armario se abrieron lentamente hasta que al ser abiertas completamente vio con miedo a una mujer rubia con el uniforme alemán.
-Hola pequeño-dijo con una sutil sonrisa poniéndose de cuclillas para estar a la altura del menor-¿Por qué te escondiste aquí?
Vio al niño encogerse en su lugar con miedo.
-Tranquilo, no te haré nada-retiró la ropa colgada a un lado para verlo mejor-tu madre debió de cuidarte en vez de salvar su propio pellejo
Se sentó en sus piernas para que el menor le tomara confianza.
-Ven conmigo, no te haré nada-le ofreció su mano-si no sales, vas a quedar enterrado bajo los escombros de este lugar
El peliverde sabía que si no le hacía caso, podía usar la fuerza para llevárselo. Lo sabía muy bien ya que ha visto lo crueles que pueden ser.
Con temor, le dio su mano para salir. La mujer sonrió complacida y se levantó para luego cargarlo en sus brazos.
-Buen niño-acarició su cabello-tienes un lindo osito, ¿cómo se llama?
-Se llama Kuku-dijo con voz bajita pero que pudo ser escuchada claramente por la rubia
-Es muy bonito-caminó con él a la salida del cuarto-mi nombre es Camie, ¿cuál es el tuyo?
-Izuku
-Fantástico, me alegra que nos estemos llevando bien-bajó por las escaleras con el pequeño aún en brazos
El peliverde notó que a su mamá la estaban ultrajando varios soldados y la golpeaban sin descanso.
-Lamento que hayas visto esto Izuku. Mis soldados pueden ser bastante...entusiastas-siguió su camino hasta la salida mientras miraba al niño de reojo quien por alguna razón ni se inmutó por lo que le hacían a su progenitora
Subió a su coche y con una señal ordenó a su chofer que saliera de ahí.
Casi al dar vuelta, el peliverde notó a su madre inconsciente mientras le disparaban e incendiaban la casa.
Recorrieron un largo camino hasta llegar a una enorme mansión donde el menor llegó a la conclusión que pertenecía a la mujer.
-Hemos llegado señorita
-Gracias por traerme-salió del vehículo con el menor tomado de su mano y entró siendo recibida por sus sirvientes
Llevó al menor a su habitación donde en la cama había una muda de ropa limpia para él.
-Hay que bañarnos. Fue un día bastante agetreado, ¿no lo crees?-lo vio asentir-puedes dejar a Kuku en la cama
La mujer comenzó a desvestirse dejando algo confundido al menor. La rubia le sonrió y le ayudó a quitarse la ropa.
Ambos estaban desnudos. El peliverde notó que la rubia tenía un cuerpo muy tonificado, grandes senos y con sorpresa notó que ella poseía lo mismo que él en su zona íntima pero el de ella era enorme.
-Que este sea nuestro secreto pequeño-le guiñó el ojo y tomó su mano para bañarse
Ambos entraron en la bañera para quitarse la suciedad del cuerpo. Después de un rato, terminaron de asearse y salieron del baño donde fueron a cambiarse.
-A partir de ahora vivirás conmigo. Serás mi invitado especial-le sonrió al menor
-Gracias-dijo el menor con timidez
-Bueno, bajemos a cenar y mañana te diré lo que debes de hacer
Lo vio asentir sin rechistar. El pequeño por alguna razón se sintió querido y protegido por primera vez en su vida.
Continuará...
