Este fic fue parte de la actividad Cliche Bar del grupo Club de Lectura de Fanfiction

Cliché: Comodín - Embarazo sorpresa

Advertencias: Spoiler de la S3 de House M.D, Omegaverse, dolor crónico, adicción medicamentosa y sus probables efectos adversos


(Im)Probable

Greg tuvo una muy, muy mala semana, resultado de un muy mal mes. De hecho, no, no es solo un muy mal mes; los últimos meses no han sido más que un dolor de cabeza tras otro que se han acumulado poco a poco ejerciendo presión por todo su cuerpo, lo que resulta en que el dolor que usualmente siente empeora a niveles que ni el Vicodin logran mejorar.

Ok, si, tal vez lo que sucedió es, en cierta forma, su culpa y no estaría en esa posición si no hubiera fastidiado al estúpido policía dejándole un termómetro rectal por quién sabe cuánto tiempo sumado a su negativa a disculparse cuando le ordenaron hacerlo; en su defensa, si le permitieran tener una, el idiota se lo busco tras hacerlo trastabillar contra la puerta, ¿qué clase de imbécil le hace eso a un inválido?, pero ese no es el punto, ¿qué esperaban de él al ordenarle disculparse? ¿de verdad esperaban que se doblara ante él y le mostrara el cuello como el omega dócil y manejable que todos parecen desear que sea? Ridículo… aunque Cuddy parecía dispuesta a forzarlo de ser necesario, porque obviamente como beta no comprende el delicado balance que existe entre la prepotencia de los alfas promedios que se creen que pueden comerse al mundo solo porque su fisiología es la actualmente dominante y lo poco que le importa su "autoridad". Pero no, contrario a lo que podría pensar Cuddy si supiera lo mal que lo está pasando, sus problemas no iniciaron con la molesta presencia de Titter prácticamente respirando sobre su cuello inventando cualquier excusa para empujarlo al borde de humillarse públicamente y "disculparse"; tampoco lo hizo cuando su relación con Wilson empezó a verse afectada por dicha presencia empujando botones y picando nervios en su intento de hacerlo flaquear y declarar en su contra al congelar sus cuentas e imposibilitarle ejercer, aunque esos eventos tienen algo, sino es que mucho, que ver.

No, sus verdaderos problemas empezaron cuando empezó a desintoxicarse por la limitación en el consumo del Vicodin y su cuerpo traicionero decidió que ese era el momento perfecto para entrar en celo en medio de una crisis de abstinencia. Un celo que, por cierto, no se supone debería tener, pero los temblores y las náuseas por la desintoxicación le impidieron concentrarse en su sorpresa. El calor de las hormonas superó el dolor constante de su pierna, algo que en el momento agradeció muy en lo profundo de su ser, pero desgraciadamente los efectos de estas en su cuerpo hicieron que la Oxicodona que, presuntamente, tomó "prestada" se metabolizara mucho más rápido de lo habitual convirtiendo su hazaña en un acto inservible. Su mente traidora, aún drogada por los efectos de su naturaleza omega sobre su fisiología, agradece que Wilson haya llegado en el pico más alto de su celo sin anunciarse a pesar de la pelea que tuvieron, porque pasarlo con un… con su alfa, aunque estuvieran enojados el uno con el otro, fue mil veces mejor que pasarlo en soledad con un nuevo nivel de dolor que no estaba preparado para manejar; la consecuencia de ese momentáneo alivio que sintió al ver al alfa fue que el mismo se había dejado llevar por sus instintos haciendo que Wilson se pegara a él mucho más de lo que los dos estaban acostumbrados. Y, aunque no lo piensa admitir en voz alta ni bajo amenaza de suspender nuevamente su acceso al Vicodin, se reconciliaron nuevamente.

Se maldice por lo bajo por haberse concentrado en su reconciliación con Wilson, que incluyó su breve estadía en rehabilitación y su no tan involuntaria presencia en su juicio, que en la improbabilidad de tener su primer celo en más de 5 años. Si tan solo su estúpido alfa no lo hubiera mirado con tanta adoración en sus preciosos ojos achocolatados cuando finalmente pasó su celo, habría recordado que la razón por la que lleva tantos años sin abastecerse de supresores es porque se supone que ya no los necesitaba; si hubiera hecho eso, se habría dado cuenta que había algo mal con él muchísimos antes.

No fue sino hasta que el inicio de esa pésima, horrenda y estresante semana lo recibió abrazado al retrete regresando lo que fácilmente podría ser el desayuno que le preparó su madre en su cumpleaños número 8, pero es en realidad los restos de los analgésicos que tomó el día anterior, que hizo los cálculos de cuando iniciaron sus problemas actuales. La realización no llego por completo a su mente hasta que, a mediados de semana, luego de haberse enfocado en su ardid de viajar a Boston fingiendo ser un paciente oncológico, llegaron los resultados de las pruebas de rutina que se realizó bajo las narices de su equipo. El peso de la información que le brindaron los resultados de dichas pruebas no hace mella en él hasta el final de la semana, luego de haberle admitido a su equipo que no, no se va a morir de cáncer como estuvo tratando de explicarles toda la semana porque no era su archivo el que envió a Boston, cuando Wilson entra a su oficina para regañarlo como siempre lo hace, con el mismo tono de condescendencia que ambos saben no surte efecto en él, pero que Wilson se empeña en utilizar con la esperanza del momento en que finalmente lo haga, sumado al brillo de decepción en sus ojos.

Bueno, normalmente, Greg podría pasar por alto la psicología barata de Wilson sobre lo irónico que es que mientras pacientes reales de cáncer tienen menos oportunidad de sobrevivir por no tener una red de apoyo allí esta él alejando a todos aquellos que genuinamente se interesan en su bienestar, pero normalmente su cuerpo no está cargado de un montón de hormonas que creyó jamás correrían por su sangre.

—En primer lugar —interrumpe finalmente la diatriba de Wilson antes de que sus ojos se puedan llenar de lágrimas por culpa de las estúpidas hormonas, porque les echará la culpa antes de admitir que sus palabras si surten efecto en él—, yo no les dije en ningún momento que tenía cáncer. De hecho, si intentarás recordar traté de disuadirlos de seguir investigando y repetidas veces les dije que no era nada de qué preocuparse. Pero, por supuesto, mi palabra no tiene ningún peso hasta que convenientemente todos olvidan que tengo razón.

—House, no puedes pretender que…

—En segundo lugar —le corta nuevamente bajando los pies del escritorio, sacando de la primera gaveta del archivero a su lado un sobre abierto. Lo coloca en el escritorio empujándolo suavemente hacia Wilson, enlazando sus manos frente a él enderezándose lo mejor que puede en su asiento mirándolo con seriedad—. Estoy embarazado.

Una parte de él quiere apartar la vista, no causarse más daño presenciando en vivo el cambio en el rostro de Wilson al recibir la noticia; su parte más masoquista, la que lo ha empujado esos últimos años a autodestruirse sin vuelta atrás, le fuerza a quedarse en la posición que está absorbiendo cada minúscula variación en la expresión de Wilson. Desliza sus ojos por su rostro notando como la confusión poco a poco se disipa dando paso a la sorpresa y está seguro de que pronto notara como sus labios se fruncen en disgusto; por supuesto, como siempre, el estúpido que logró hacerse un espacio en su hueco corazón lo sorprende al tratar de luchar con una sonrisa que se extiende lentamente por su rostro sin ningún rastro de disgusto o molestia.

—Estás… —Wilson carraspea pasando sus manos por su cabello antes de acercarse, apoyándose contra el escritorio que los separa e inclinándose un poco bajando el tono, como si alguien más pudiera escuchar su conversación a pesar de estar completamente solos —¿Estás completamente seguro?

—¿Te parece que soy el tipo de persona que bromearía con algo así? —alza una ceja, incrédulo.

—House, nos hiciste creer por una semana que tenías cáncer —protesta el hombre luchando esta vez con una carcajada.

—No, ustedes se creyeron la historia por estar husmeando entre mis cosas. Si Cameron no hubiera abierto mi correo ni siquiera se habrían enterado de que iría a Boston… —sus palabras se detienen, niega ligeramente y suspira asintiendo. Ese no es el momento—. Estoy completamente seguro, hice la prueba tres veces—toca el sobre que puso en el escritorio para puntualizar sus palabras.

Respirando profundo Wilson se aparta lo suficiente para tomar el sobre y sacar su contenido desdoblando el papel con manos temblorosas, leyendo una y otra vez el resultado, comprobando al leer los datos que efectivamente le pertenece a Greg. Una vez satisfecho, o lo suficientemente estupefacto como para reaccionar del todo, dobla nuevamente el papel colocándolo sobre el escritorio.

—¿Cómo…? ¿qué te llevó a hacerla en primer lugar? —abre y cierra sus manos en un intento de detener el temblor en ellas, no muy seguro de que debe hacer en ese momento.

—Entre las… pruebas de rutina que pidieron de Boston, al tratarse de un paciente omega, incluía una prueba de embarazo, porque no quieren que sus preciosos números se vean arruinados por una nimie… —se detiene antes de completar la oración al notar lo rápido que se frunce el ceño del contrario y, aunque odie que sus sentidos sigan tan finos como siempre, como su aroma parece amargarse.

—¿Cuánto…?

—No lo sé, pero puedo apostar que tal vez unos… ¿dos meses? Tal vez tres si tienes tan buena puntería como aseguras tener —ambos bufan por su chiste, aunque el ambiente no se aligera ni una pisca.

—Greg —es extraño que su nombre salga de los labios del contrario, demasiado acostumbrado a ser simplemente ''House'' en cualquier contexto menos en la cama—, esto es… es algo grande. ¿Vas a…? ¿te gustaría…? —es extraño, también, no encontrar ninguna satisfacción en dejarlo sin palabras.

—Pensaba cambiar mis planes de Boston y… terminarlo —admite apartando la vista finalmente, esta vez sobrecogido por una oleada de vergüenza. No está avergonzado de haberlo considerado, ser padre nunca ha sido algo a lo que haya aspirado en ningún momento y no va a negar que cuando le informaron del daño que sufrió su cuerpo a causa del infarto redujo sus posibilidades de quedar embarazado hasta ser casi nulas el alivió que sintió no fue exactamente pequeño.

No, se siente avergonzado por dudar de su decisión por razones tan sentimentales… humanas. Sin embargo, no hay nadie más en la oficina que ellos dos, encerrados en una pequeña burbuja aislada del bullicio del hospital que empieza a aumentar a medida que más personas se integran a sus labores del día. Sumado a ello, aunque no lo admita hay algo en la simple presencia de Wilson que lo hace querer abrir su corazón y desperdigar todo lo que le aqueja en búsqueda de consuelo, una necesidad primaria que lo empuja a buscar refugio en sus brazos contra la que ha luchado desde que se conocen a pesar de que ha flaqueado en más de una ocasión. Tiene una reputación que mantener, sin importar que sus partes más vulnerables ya han sido expuestas para los ojos de este estúpido y maravilloso hombre.

—No iba a decírtelo, era solo asunto mío, pero… —se atreve a alzar la cabeza nuevamente, aunque posa su vista en un punto por encima del hombro de Wilson, negándose a ver su rostro—, pero es algo que te compete también, James.

El jadeo del contrario lo fuerza a centrar su vista en él, sobresaltándose ante la expresión en su rostro de algo que no puede nombrar por completo, o más bien que no quiere nombrar para no tener que hacer lo mismo con la emoción que se empieza a extender por todo su cuerpo mezclada con un alivio que no debería estar ahí. Sin decir nada, Wilson se aparta del escritorio para terminar de rodearlo, sorprendiéndole cuando en lugar de halarlo y abrazarlo como pensó por un segundo que haría, lo obliga a terminar de girar la silla para quedar frente a frente y procede a arrodillarse frente a él tomando sus manos entre las suyas.

—Tengámoslo —susurra Wilson apretando sus manos con suavidad, pero pronto agita su cabeza—. No, espera, no. No es una… no estás obligado si no… —una pequeña risa ahogada escapa de sus labios antes de que carraspee aclarando su garganta—. Me gustaría que intentemos tenerlo y… cuidarlo.

—James… —en el futuro, cuando revivan esa conversación al contarle a Cuddy sobre la noticia si deciden hacerlo antes de que sea demasiado obvio como para seguir ocultándolo, Greg negará con ferocidad haber llorado. Por ahora, no hace nada para detener las lágrimas que se deslizan por sus mejillas mientras regresa el apretón—. No será… eres consciente que de por si no soy una persona fácil.

—Hm y yo pensando que te convertirías en una cajita de colores y arcoíris —ambos ruedan los ojos, pequeñas sonrisas cómplices relajando sus facciones.

—Y es probable que haya… no he dejado de tomar Vicodin desde que terminó el asunto del juicio, y las probabilidades de teratogénesis son altas teniendo en cuenta la cantidad de pastillas que necesito, por lo que…

—Cruzaremos ese río cuando sea necesario —interrumpe el oncólogo alzando sus manos para dejar un beso en ellas antes de entrelazar sus dedos—. Si decides… si te gustaría intentarlo estaré contigo en todo momento, tendrás carta blanca de ser un imbécil en todo momento y no te molestaré por atormentar a tus crías…

—No son mis…

—Ambos sabemos que los adoptaste en el instante en que te llevaron la contraria, viejo cascarrabias —pellizca una de sus manos a modo de regaño, obteniendo un sonido que podría ser un gruñido si sus cuerdas vocales no estuvieran desacostumbradas a producir los sonidos propios de su fisiología—. Deja de interrumpir. Lo que quiero decir es que la decisión final es tuya. Y sea cual sea… sea cual sea no dejaré de… no dejaré de sentir lo que siento por ti.

Greg lo observa largamente, preguntándose que hizo para merecer tener a alguien como Wilson a su lado. La respuesta es que no lo merece, más de una vez múltiples personas se lo han hecho saber innecesariamente porque es plenamente consciente de que no se lo merece, pero de todas formas el testarudo decidió quedarse a su lado a pesar de todo, una y otra y otra vez, y sabe que lo seguirá haciendo hasta que simplemente diga no más. Dios, piensa tragando con fuerza, no sabes cuanto te amo.

—Podemos empezar cambiando la cita del oncólogo por una con un… urg obstetra o lo que sea —dice bajo, inclinándose lo mejor que el dolor que se dispara por su pierna ante el cambio de posición le permite. Por suerte, no tiene que llegar demasiado lejos antes de que Wilson se eleve sobre sus rodillas para encontrarlo a medio camino y unir sus labios.

El plan real era unir sus frentes o besar su nariz, o algo así de cursi y vulnerable, pero no va a quejarse por la conclusión lógica a la que llegó el hombre.

El final de su semana no está tan mal, piensa bajando de la silla con ayuda de Wilson, acomodándose entre sus piernas sin cortar el beso. Y el futuro, por ahora, se ve un poco más brillante que el día anterior.