-N/A: ¡Hola! ¡Cuánto tiempo! Espero que estéis muy bien :D Ha pasado mucho tiempo desde que actualicé, pero desde entonces he empezado un máster (otro) y entre eso y el trabajo no tenía mucho tiempo (ni energía) para escribir :( Pero he vuelto, así que traigo el penúltimo capítulo. ¡A leer! N/A-


LAS SEIS ETAPAS DEL AMOR


X. Enamorados (primera parte)

A los Malfoy podrían reprochárseles muchas cosas, pero nunca el mal gusto.

Su mansión, aunque siempre exquisitamente decorada, siempre había tenido un toque tenebroso, como si ser sangre pura conllevara ese toque de austeridad cromática que caracterizaba esas grandes construcciones. Sin embargo, esa vez no había ni un rincón oscuro. Desde las relucientes lámparas de araña hasta los fragantes centros de mesa, todo exudaba elegancia.

Hermione pensó que Narcissa Malfoy era la perfecta anfitriona y que ella nunca podría estar al mismo nivel.

«Pero ¿qué más da? Si nos divorciaremos en un par de años. ¿Por qué te preocupa tanto?», se recriminó. El pensamiento, por algún motivo, no la alivió, sino todo lo contrario.

—¿Estás bien? —Draco, de cuyo brazo iba cogida, le lanzó una mirada sagaz. Después, sus ojos volvieron al salón frente a ellos y a las miradas que empezaban a escrutarlos y suspiró sutilmente antes de esbozar una sonrisa perfectamente educada—. Tranquila, cuando la quinta persona a la que saludemos te felicite exactamente igual que las cuatro anteriores podrás poner el modo automático.

Hermione rio suavemente.

—Supongo que empezarán por felicitarnos…

—Luego te dirán lo hermosa que estás… —continuó Draco, inclinándose hacia ella con una sonrisa cómplice.

Que la mirara así tenía un efecto poderoso en ella, aunque no quisiera admitirlo.

—Luego, espero, te recordarán la suerte que has tenido por haber conquistado a la bruja más prometedora de nuestra generación…

Esta vez fue Draco quien rio. El sonido atrajo más miradas todavía, pero el mago pareció no darse cuenta.

—Y yo les diré que soy plenamente consciente.

La sonrisa de Hermione se ensanchó, pero pronto se vieron interrumpidos por los invitados que tenían más cerca, que les salieron al paso antes de que pudieran ser recibidos por Lucius y Narcissa.

—Enhorabuena por el compromiso —Euphemia Rowle les dedicó una sonrisa afectada, que secundó Alessandra Yaxley.

Hermione se lo agradeció mientras consideraba contar mentalmente cuántos sangre pura los felicitaban sin sentirlo de verdad. Aunque probablemente perdería pronto la cuenta.

Las dos brujas le hicieron un repaso nada disimulado a su atuendo.

—Qué vestido tan bonito, señorita Granger. Tan… rojo.

La bruja más joven parpadeó inocentemente mientras una idea cruzaba su mente. Sonrió de manera mordaz antes de responder:

—Sí, ¿verdad? Yo siempre había pensado que el dinero no compraba la elegancia, pero resulta que a veces sí lo hace. —Draco tuvo que disimular la carcajada con una tos mientras las señoras Rowle y Yaxley se quedaban sin saber qué decir—. ¡Qué afortunada soy! —añadió Hermione, parpadeando coquetamente hacia Draco.

Él meneó suavemente la cabeza.

—Oh, seguro que Draco se siente más afortunado que usted. —Hermione estaba tan maravillada ante la previsibilidad de la conversación que estuvo a punto de reír. Sin embargo, optó por escuchar educadamente—. Al fin y al cabo, no cualquiera tiene la suerte de llevarse a la mejor joya…

—Ah, estáis aquí.

Narcissa Malfoy apareció al rescate. La mujer, seguida por su pétreo marido, interrumpió la conversación de una manera muy elegante.

—Ya pensaba que os habíais retrasado. —Miró después a las dos mujeres—. Perdonadme, pero tengo que llevarme a la pareja de la noche. Todo el mundo está esperando su turno para felicitarlos.

Su futura suegra se colocó a su lado mientras los guiaba por el gran salón.

—Draco, querido, ¿cómo se te ocurre poner a Hermione a merced de esas dos? Cuando te atrapan no hay quien consiga soltarse —le confió a Hermione en tono cómplice.

—No te preocupes, madre, nos estábamos divirtiendo. —Draco se detuvo para coger dos copas de champán de una bandeja flotante y le ofreció una a Hermione—. De hecho, temía más por ellas que por nosotros.

Hermione sonrió detrás de la copa y le dio un sorbo.

—Por cierto, querida —Narcissa le tomó la mano que tenía libre y le dio un apretón cariñoso—, a riesgo de sonar repetitiva, estás preciosa. —Lanzó una mirada de advertencia a su marido, quien todavía no había despegado los labios—. ¿Verdad, Lucius?

El mago clavó en Hermione sus fríos ojos grises.

—No parece ella.

Hermione iba a ofenderse, pero en el fondo, muy a su pesar, tenía parte de razón. Draco, en cambio, no parecía tan dispuesto a dejarlo pasar.

—Padre…

—Hermione —Narcissa tomó del brazo a su futura nuera y la arrastró suavemente hacia delante—, ven conmigo. Quiero presentarte a varias personas. Vosotros podéis apañaros solos, ¿verdad? —Los dos hombres Malfoy no parecían muy conformes, pero no protestaron. Una vez las dos brujas se hubieron alejado, Narcissa suspiró—. Tendría que haber contratado seguridad. ¿Tú crees que existirá algún hechizo que repela la pasivo-agresividad?

—Me temo que si los hubiera la mitad de los invitados se verían afectados.

Narcissa rio.

—Cuánta razón tienes.

La siguiente media hora Hermione la pasó entre presentaciones y conversaciones triviales con varias personalidades famosas de países extranjeros. Tras el décimo nombre impronunciable, Hermione renunció a aprendérselos y rezó por lo tener que dirigirse a ellos directamente en lo que quedaba de noche.

Cuando iba por la tercera copa de champán y vio a quienes parecían unos dignatarios asiáticos saludar a Narcissa de lejos y hacer gesto de moverse hacia ellas, Hermione pensó que necesitaba un respiro. Se giró hacia Narcissa, pero antes de que pudiera hablar, esta le dijo:

—Nadie te molestará si vas a la sala que hay por ese pasillo, la tercera puerta de la derecha.

Hermione le dedicó una mirada agradecida y se dirigió hacia el punto indicado con paso firme y gesto impasible, rezando para que esto disuadiera a cualquiera que quisiera saludarla.

Una vez cerró la puerta, se apoyó en ella y suspiró, cerrando los ojos.

—La alta sociedad es agotadora —murmuró para sí.

Se encontraba en una sala de tamaño más bien pequeño, con un par de sillones cómodos, un aparador con un gran espejo y dos ventanales que daban al jardín. Se acercó a uno de ellos, observando la intrincada decoración de rosales y setos y, a unos cien metros, un gran laberinto que se extendía hasta a saber dónde.

Un escalofrío la recorrió; de repente se sentía insignificante.

No, más bien se sentía poco preparada. Incapaz. ¿Cómo iba a llevar una vida como aquella durante dos años?

Pero desechó la idea con una sonrisa. Draco no era así. Draco no quería que ella hiciera de perfecta esposa sangre pura. Draco la quería a ella.

Draco la quería a ella.

Esas palabras, tan simples y directas, la hicieron marearse. O tal vez fue la noción de que ella…

La puerta se abrió, sacándola de sus pensamientos. Hermione se dio la vuelta, pero su sonrisa desapareció cuando vio que el hombre que tenía delante no era quien ella esperaba.

—Lucius —saludó con seriedad—. Ya me iba.

El mago entró y cerró tras él. Hermione entrecerró los ojos, poniéndose en alerta. No le gustaba la idea de estar sola con ese hombre.

—Tengo algo para usted, señorita Granger.

La caja de terciopelo verde oscuro que le enseñó hizo que Hermione se quedara sin palabras. Frunció el entrecejo.

—¿Un regalo? —preguntó cautelosamente.

Lucius Malfoy se acercó a ella y abrió la caja. Dentro había una gargantilla de diamantes. Hermione ahogó una exclamación.

—Son dieciocho kilates de oro blanco con noventa diamantes engastados. Ha pertenecido a las mujeres de mi familia durante generaciones. —Lucius sonaba orgulloso. Se acercó al aparador, sacó la joya de la caja y dejó esta sobre el mueble—. Se lo puede tomar como un regalo de bienvenida.

Hermione volvió a su actitud vigilante.

—¿Me lo puedo tomar como un recibimiento con los brazos abiertos? —preguntó con sarcasmo.

Lucius soltó una risa burlona.

—Por supuesto que no, pero no puedo hacer nada, ¿verdad? Si va a pertenecer a esta familia, al menos puede empezar a parecerlo. —Desabrochó la gargantilla y se quedó mirando a Hermione, expectante.

La bruja estuvo a punto de decirle que podía clavarse la joya por donde le cupiera, pero cambió de idea rápidamente. No podía llevarse mal eternamente con el padre de Draco.

Lucius se colocó a su espalda, de modo que Hermione estuviera mirando hacia el espejo.

—Todavía no sé cómo ha convencido a mi hijo. —Lucius no despegó los ojos de ella mientras le abrochaba el cierre de la joya—. Pero quién sabe, quizá pronto lo descubramos —añadió.

A Hermione le pareció que sus palabras escondían algo, pero antes de que pudiera replicar, la belleza de la gargantilla que llevaba la atrapó. Se llevó una mano al cuello, sin atreverse a tocarla, y movió la cabeza ligeramente hacia los lados para poder apreciarla bien. Muy a su pesar, se había quedado boquiabierta.

Parpadeó, saliendo del embrujo de la joya. Quiso darle las gracias a Lucius, pero miró confundida a su alrededor al darse cuenta de que había desaparecido. ¿Tan absorta había estado? Le restó importancia: tampoco es que deseara pasar más tiempo del necesario con su suegro.

Respiró hondo, echó los hombros hacia atrás y se dijo que ya era hora de afrontar el resto de la velada.

Al volver al salón, la interceptó quien menos se esperaba.

—Estás preciosa. —Ron, que sostenía dos copas de champán, le ofreció una.

Hermione la tomó, no sin antes lanzar una mirada preocupada a Draco, quien los observaba a varios metros mientras charlaba con algunos magos del Ministerio. El mago no parecía especialmente contento con el encuentro, pero tampoco parecía que tuviera intención de intervenir.

—Fue Draco quien me invitó —aclaró Ron, para sorpresa de Hermione—. Supongo que quería darme la oportunidad de demostrar que puedo comportarme civilizadamente. —Ron intentó sonar gracioso, pero parecía demasiado incómodo para ello.

Hermione decidió darle tregua. Que hubiera ido a su casa a disculparse había sido un gran paso, ¿no?

—Bueno, si hacemos la comparativa con muchos de los aquí presentes, creo que saldrás ganando, así que no te preocupes. —Lanzó una mirada rápida al traje que llevaba—. Qué elegante, por cierto.

Ron enrojeció mientras se balanceaba sobre los pies. Nunca había sido de los que llevaban un traje con comodidad. Siempre parecía fuera de lugar, pero Hermione no quería ser cruel.

—Harry me lo ha prestado, aunque he tenido que darle unos cuantos centímetros más al pantalón. —Después, lanzando una mirada a la copa que Hermione todavía no había tocado, alzó la suya—. ¿Un brindis?

Hermione hizo que los cristales chocaran suavemente y bebió un sorbo mientras Ron hacía lo suyo.

—¿Harry y Ginny han venido, verdad?

—Creo que están en algún lugar hacia allá —señaló el lado opuesto de la sala— siendo torturados por Parkinson.

—No seas tan duro con ella. Si la conoces un poco se vuelve mucho más agradable —Le dedicó una sonrisa de disculpa. Ante el silencio entre ellos tomó un trago más de champán—. Bueno, será mejor que vaya a saludarlos. Creo que en un rato sacarán algo de comida, si te consuela.

Ron asintió y le dedicó una sonrisa tensa. Aunque intentara disimular, a Hermione casi siempre se le había dado bien interpretar sus gestos. Excepto cuando había decidido, erróneamente, confiar en él, pero eso ya era agua pasada.

Draco le salió al encuentro y, sin dejar de observar al pelirrojo, le preguntó:

—¿Qué tal con Ronald? —Por mucho que lo intentara, no conseguía pronunciar el nombre de Ron sin ponerle un toque de desagrado.

Hermione se encogió de hombros.

—Incómodo. Preferiría que no hubiera venido —añadió, sorprendiéndose a sí misma por la crudeza de sus palabras.

—Pensaba que querrías empezar a normalizar la situación con él. Perdona.

—Da igual. —Porque en verdad lo daba—. Ron ya no importa.

Sus palabras hicieron que el paso de Draco vacilara. La miró, buscando en su rostro algún signo que confirmara si realmente hablaba en serio.

—¿Sabes? —añadió Hermione—. A veces cuando me miras haces que parezca que no hay nadie más alrededor.

Por algún motivo, sentía que debía decírselo. Y por primera vez en mucho tiempo, Draco Malfoy se sonrojó y no supo qué decir.

Desgraciadamente, los interrumpieron.

—Draco. —Narcissa se acercaba a ellos—. Tu padre quiere pronunciar unas palabras. —Los ojos de la mujer se posaron en la gargantilla que llevaba Hermione y sonrió, pero no hizo ningún comentario.

Hermione hizo un sonido de desesperación. No había cosa que odiara más que ser el centro de atención en ese tipo de eventos. Sin embargo, se obligó a sonreír y a seguir a Draco hasta donde estaba Lucius. Una vez se colocaron a su lado, el mago pidió la atención de todo el mundo.

—Un momento, por favor. Me gustaría decir unas palabras en honor de mi hijo y su futura esposa. —Hermione lanzó una mirada de reojo a Draco, quien, pese a sonreír, estaba tenso. Se alegraba de no ser la única pasándolo mal—. Mi hijo siempre ha sido el orgullo de esta familia. El futuro de los Malfoy recae en sus manos —Hermione divisó a sus mejores amigos entre los oyentes y tuvo que contener una sonrisa cuando Harry puso los ojos en blanco, tentada de hacer lo mismo—. Cuando nos contó a quién había elegido para compartir su vida, admito que me sorprendió. —Hermione estuvo a punto de resoplar, pero lo disimuló con un carraspeo. ¿Por qué le costaba tanto comportarse con propiedad? Había bebido demasiado—. Pero si él es feliz, Narcissa y yo no podemos hacer más que alegrarnos por él. Y a la señorita Granger —Hermione se sintió observada de repente y tuvo que forzar a las comisuras de sus labios a sonreírle al hombre que hablaba—, espero que su amor por nuestro hijo sea siempre igual de fuerte que ahora.

Los ojos de Hermione se quedaron clavados en los de Lucius. Era como si esas palabras la hubieran afectado con demasiada fuerza. ¿Por qué hablaba de amor? Por supuesto que era…

…falso.

No, Hermione negó con la cabeza. ¿Por qué había tenido ese terrible pensamiento?

Era lo que debía decir, ¿verdad? Admitir delante de todos que su relación era una farsa. Sería tan liberador…

Pero no. No era falso.

No.

No.

Empezó a dolerle la cabeza. Los pensamientos se arremolinaban en su mente sin orden ni concierto, luchando unos contra otros por ver quién podía volverse verso primero.

De repente, se escucharon cristales contra el suelo y Hermione contempló horrorizada que había dejado caer su copa medio llena.

—Hermione, ¿estás bien? —Draco se había girado hacia ella y le puso una mano en el hombro y otro en la mejilla.

Hermione quiso responder, pero era incapaz de hablar. Se llevó una mano al cuello, esforzándose más porque las palabras salieran de su boca, pero cuanto más lo intentaba, más se le atragantaban.

La gente empezó a murmurar, entre curiosa y preocupada. Hermione sabía que Draco estaba hablándole y que más gente se había acercado a ella, pero sus ojos se habían desenfocado.

De repente, sintió un fuerte pinchazo en la sien. Soltó un gemido de dolor y cerró los ojos con fuerza cuando el dolor se incrementó.

Algo caliente empezó a resbalar desde su nariz. No le hacía falta verlo para saber que era sangre.

«¿Me voy a morir?», pensó.

Entonces, las piernas le fallaron y su cuerpo perdió cualquier fuerza. Impactó contra algo que le evitó la caída. Una voz la llamaba, rogándole que volviera.

Draco.

Hermione pensó que, si iba a morir, sería reconfortante hacerlo en sus brazos.


-N/A: No, tranquilas, Hermione no morirá jaja Solo os hago sufrir un poquito más ;) ¿Qué os ha parecido el capítulo? ¡Si os ha gustado, dejadme un review! No quiero hacer promesas respecto a la publicación del último capítulo, pero espero poder hacerlo durante la próxima semana :) N/A-