Durante la cena, todos discutieron el resultado de la caza de huevos de chocolate.

Les resultaba extraño que la tripulación de los sombrero de paja consiguieran más que huevos que las otras tripulaciones, pero las chicas repitieron cinco veces los conteos, por lo que las acusaciones de trampa o gente comiendo los chocolates no tardaron en volar.

"Tendríamos que haber apostado algo de oro" suspiró cansada Nami mientras veía como no llegaban a buen puerto

"No sé, navegante-san, el de los capitanes ha quedado inconclusa" suspiró Robin

Y es que, para sorpresa de nadie, Luffy había comido algunos de los huevos de chocolate de la línea roja y Eustass había destrozado varias, por lo que no se sabía cuál era el color de la línea, por lo que había debate de si dejar a Trafalgar como ganador o hacer algo esa noche para llegar al desempate y los dejaran dormir. Aunque ver como estaban bebiendo y no habían vuelto a sacar el gran debate de quien era el mejor capitán de los tres.

Antes de que nadie se diera cuenta, fingiendo agotamiento, Nami se disculpó con sus amigas para poder ir a la habitación de las chicas. Todos se despidieron de ella, menos él. El capitán de los Heart simplemente le dio una mirada que hizo que se erizara hasta el cabello de la nuca. Nami se había dado cuenta de como la había estado observando desde que había traído sus huevos de chocolate. Tenía sus sospechas de que Robin lo había notado, pero no recibir ninguna broma de su parte, simplemente había disimulado todo lo que le estaba provocando el capitán rival con una simple mirada de sus enigmáticos ojos grisáceos.

Casi podía jurar que la había devorado con la mirada.

En la soledad de la habitación, improviso un disfraz de conejita. Primero se puso unas medias oscuras, con las que estilizó sus largas piernas. Tenía un bodi negro al que le quitó los tirantes y adaptó con cuidado para que Trafalgar se pudiera divertir queriendo quitárselo o no durante los juego que tendría en mente. Le añadió una pequeña cola de conejo y las orejitas que tenía. Todo ello terminando con unos zapatos de tacón negros fáciles de quitar. Tapó todo ese atuendo con un largo abrigo color ceniza, por si alguien llegaba a encontrarla colándose en la habitación del cirujano de la muerte.

Dios, ni siquiera sabía como era que estaba accediendo a todo aquello.

Era por ese calor que aun sentía de sus besos y caricias. Fueron más de cinco minutos, había hecho trampa, pero no le importó. Hacía tiempo que nadie la tocaba de esa forma tan ardiente. No sabía que le había gustado más realmente: aquellos magníficos dedos conociéndola desde dentro, su juguetona lengua peleándose con la suya o la forma en la que marcaba su adorado cuello de cisne. Sin duda, sabía que lo que más le había gustado era como, solo con sus dedos, la había hecho venir en aquel maldito árbol, mojando por completo su ropa interior, diciendo aquellas cosas en un tono que le dejaba la piel de gallina.

Nami necesitaba llegar hasta el final para calmar esa necesidad que Trafalgar Law le había creado.

Espero un poco antes de escabullirse entre los navíos. Colarse en submarino fue coser y cantar, pero mucho más llegar a su camarote. Pensó que le iba a costar más, que se encontraría con alguno de sus tripulantes, pero todos seguían fuera, de fiesta.

Nada más entrar, Nami se fijó en la sencillez del lugar. Era acogedor, aunque la cama no era demasiado grande. Curiosa, se fijo en varias de las hojas que tenía encima de su escritorio. Se acercó a leerlas por encima e intentó leer por encima, pero escuchó un portazo. Sorprendida, se giró para ver como Trafalgar había sellado su única ruta de escape, con una media sonrisa que no invitaba a nada bueno.

Nami trago seco, arrepintiéndose de su decisión de hacerle caso.

Todo aquella grisácea mirada escrutarla como si fuera un snack de medianoche. Trafalgar hizo un gesto con la mano y ella simplemente obedeció, quitándose el abrigo para mostrar su pequeño disfraz de conejita.

"¿Te han cortado las orejas?" preguntó algo burlón mientras se acercaba a ella

"Idiota" le insultó mientras se daba la vuelta para colocarse la diadema con las dichosas orejas de conejo.

Fue un mal movimiento por su parte. Nami se dio cuenta tarde cuando notó como las grandes y callosas manos del cirujano de la muerte se cerraban sobre sus finas caderas. Ella dio un pequeño salto, de la sorpresa e intentó quitárselas de encima, sin lograr su cometido.

"Las manos contra el escritorio, ahora" le ordenó en un susurro a su oído.

Notar nuevamente su aliento y respiración en contra de ella, el tono grave que había usado y el calor de aquellas manos hizo que se sonrojara y obedeciera. Apoyó sus palmas contra aquel desordenado escritorio, fijándose en como no podía leer absolutamente nada por la horrible letra que tenía Law. Igualmente, no era algo a lo que le podía prestar atención, pues notaba como las manos del doctor la revisaban con sumo cuidado su esbelta figura, hasta dar con sus grandes senos. No pudo reprimir un suave gemido ante sus tocamientos con la fina tela del bodi de por medio. Quiso girarse, pero no pudo al notar como la hambrienta boca del doctor marcaba nuevamente su fino cuello, entre pequeñas lamidas y mordidas.

Luego tendría que preocuparse de los moretones y eso era lo que menos quería.

"Abre las piernas" ordenó finalmente Law antes de morder el lóbulo de su oreja.

Nami no pudo reprimir un sonoro gemido ante tal gesto. Temblando, obedeció. Aun jadeando, giró un poco su cabeza para encontrarse con los labios del cirujano, suplicando un ardiente beso. Trafalgar sonrió con cierta malicia y se la negó. Sin terminar de romper el contacto, su mano derecha fue bajando con cierta avidez mientras que la izquierda se entretenía con sus pechos.

Fue un primer tocamiento que le sacó otro sonoro gemido con el que hizo reír al cirujano de la muerte. Aquellos expertos dedos habían empezado a tocar su excitación por encima de la tela, dando unos placenteros escalofríos que no podía disimular.

"¿No tienes quién te trate en tu tripulación?" preguntó con cierto tono de burla que desagradó a la navegante. Al escuchar su mueca de desagrado, solo hizo que Law se burlara más de ella "pobre conejita…"

Claro que no. Si quería algo de diversión, le tocaba buscar a alguien que mereciera la pena y aquello escaseaba en el nuevo mundo. Sus nakamas no dejaban de ser eso, nakamas. Ella no podía tener algo romántico con alguien al que consideraba su familia y, aunque un día rompieran con esa barrera, no había candidato que aprobara las mínimas exigencias que tenía la navegante. Como mucho tenía interés por la cuarta espada de Zoro y las habilidades de esa boca, pero no terminaba de conectar con la idea.

"No pienses en otros mientras te follo" aquel comentario fue acompañado de una fuerte nalgada. De alguna manera, el doctor se había dado cuenta de que había pensado en alguien antes que en él. Al notar que ella reprimió su reacción, él no tardó en darle dos veces más, hasta arrancar una reacción.

Complacido de escuchar su voz resquebrajarse en el silencio de la habitación, se alejó para poder deleitarse un poco de la sumisa imagen que estaba dando la navegante rival; temblando, sonrojada, abierta y con una mirada ansiosa por seguir, vestida de una forma erótica.

Todo eso solo por y para él.

Solo ahí, Law se agachó y, sobre sus rodillas, de forma ansiosa, rompió las oscuras medias e hizo a un lado la gruesa tela del bodi para que sus tatuados dedos le ayudaran a tener un mejor vistazo la excitación de Nami.

Notó temblar a la peli naranja y, sin esperar un solo segundo, su lengua empezó a degustar su intimidad con cierta lentitud. No quería dejar esquina sin saborear, iniciando con unos suaves lamidas al clit y que sus dedos empezaran a jugar dentro. Nami arqueó la espalda y no pudo reprimir sus fuertes gemidos. Law podía notar su agitación ante las atenciones y las apremió para poder escuchar aquella voz romperse. La peli naranja intentó cerrar el puño o agarrar algo ante la oleada de placer que le daba aquel capitán. Algunas lágrimas se escaparon al notar la intensidad con la que el peli negro le daba las puntadas finales con las que terminaba en su boca.

Aquel grito de orgasmo debió escucharse en todo el Polar Tang.

La próxima vez, conectaría el sistema de audio para cercerciorarse de que incluso los Strawhats escucharan aquella angelical voz correrse por él.

"Dios…" solo pudo suspirar su nombre la peli naranja mientras intentaba recuperar el aliento.

El doctor quería romperla desde dentro cuanto antes.

Impaciente, se levantó y agarró sus largos cabellos, como una improvisada res. La queja de la navegante cayó en oídos sordos. Se enderezó ante tal tirón y se dejó guiar hasta la cama, en una temblorosa caminata. Se dejó caer ante las blancas sábanas. Sus zapatos volaron, pero ella le restó importancia. No podía dejar de ver al impaciente doctor. Se había quitado la camisa de un simple manotazo, sin importarle que los pequeños botones cayeran al suelo, rotos.

Solo ahí Nami se relamió los labios, completamente complacida de la imagen de ver el torso tatuado de Law. Una extraña necesidad de delinear aquella tinta se apoderó de ella, pero vio como el peli negro también la devoraba con la mirada y sus miradas se cruzaron. Ambos lo estaban deseando. Abrió más sus piernas, suplicando de forma silenciosa que entrara, mientras que veía como él se bajaba sus pantalones y el bóxer, liberando su erección.

Quiso tenerlo entre sus manos, pero ya veía como él se estimulaba mientras se inclinaba sobre ella. La punta acarició su entrada, haciendo que salieran un par de suspiros antes de entrar de golpe, sin preliminar alguno. No pudo reprimir un jadeo y apretar sus finos dedos contra las sábanas. No la dejó acomodarse a su entrada, ya inicio con un vaivén que hacía crujir los muelles de su cama. Podía escuchar como el mueble se golpeaba contra las metálicas paredes. Las manos de Law agarraron con fuerza sus caderas, queriendo llegar a aquellas esquinas que sus dedos y lengua no pudieron.

Era un pequeño llanto de placer el que se le escapó, con un par de lágrimas que dejaban complacido al cirujano, pues ella solo sabía demandar más. Sus piernas lo aprisionaron y Law no tardó en arrancarle cortos pero húmedos e intensos besos. Nami se degustó a si misma en ese intercambio de saliva. Sus uñas se clavaron en su espalda y, en esos apasionados besos, no pudo evitar gemir contra los labios de Law.

La habitación solo se llenó de lascivos ruidos, el sudor se entremezclaba y notaban el calor del otro a pesar de mantener el bodi. Ante la intensidad de las embestidas del cirujano, los senos de Nami terminaron por salirse de la pieza de ropa, quedando a mano para que succionara los sonrosados y erectos pezones de la navegante. Ambos se apremiaban, demandaban cada vez más y más.

"Más, joder" le suplicó ella mientras arañaba su marcada espalda, nublada por la pasión

"Sucia gata" gruño el cirujano apremiando sus atenciones. Notó como ella se estrechaba más y más. "córrete, mi maldita puta"

Notó como sus piernas se cerraban más fuerte sobre sus caderas, las uñas se terminaban por clavar, haciendo heridas nuevas y gritó rozando la afonía. Notó como se corría, era una sensación que quería repetir pronto. Law apremio más a su miembro inundando por completó el interior de la peli naranja. Cerró los ojos por un momento, sintiendo como ese placer lo dejaba por completo fuera de juego.

Dios, debió jugar antes con la gata ladrona. Le había dejado sin aliento, pero necesitando más de ella. Abrió los ojos y, poco a poco, fue saliendo del interior de la navegante. Parte de su leche se estaba empezando a derramar.

Dios, luego le debía dar la pastilla del día después para evitar sustos.

Aunque esa preocupación pasó a segundo lugar al ver que era lo que tenía debajo de él: una sonrojada y temblorosa Nami, con la mirada en blanco del orgasmo que acababa de sufrir, completamente llena de él. Perlas de sudor acentuaban las marcas de los chupetones que le había dejado, sus pezones seguían erectos de las atenciones y parte del disfraz de conejita se había roto, manchado o arrugado. Las diadema de las orejas, por alguna extraña razón, seguían en su sitio, mientras que la prenda necesitaría de unas puntadas y las medias, directamente, irían a la basura.

Sabía que aquella avara gata se las iba a cobrar.

Nuevamente, sería un problema que ya enfrentaría a futuro. Se tumbó a su lado, queriendo recuperar el aliento. Alargó su brazo para ayudarla con sus cabellos de fuego, las cuales se enredaban en frente de ella y daban paso a un rostro que sabía que pronto iba a pintar de blanco y obligar a gritar su nombre.

"Habrá más encuentros como este. No es un aviso, es un spoiler" dado el tono de voz que había usado el capitán rival, Nami supo que estaba condenada. Pero era una condena que quería seguir saboreando todas las noches. "eres mi puta y de nadie más"

No sabía si lo que iba a decir era por tener todavía esa electrizante sensación de la sesión de sexo que acaban de compartir, el notar como la corrida de Law se salía de su interior o tener las extrañas ganas de querer practicarle una felación a modo de agradecimiento, pero Nami ya sabía la respuesta.

"Si, mi capitán"


NA. Se que ya han pasado las pascuas, pero la pareja merece intimidad. Hasta el próximo postre!