Capitulo 1
· No hay historias tristes, sino momentos para llorar ·
¡Rin! — tomó una cucharada de cereal mientras mamá prepara el desayuno de papá y llama a la rubia de mi hermana, pero no recibe respuesta de esta — ¡ven a desayunar, Rin!
Esta mañana tiene una sonrisa en el rostro mi madre, y mi padre lee el periódico también con una sonrisa, por lo que ese llamado para Rin sale más como un gritito cantarín que como una orden.
Los ojos azules de mi padre chocan con los míos cuando sigo observando curioso esa sonrisa, pues desde el funeral del abuelo no habían vuelto a tener ese aspecto agradable, y su sonrisa se ensancha cuando comprueba mi curiosidad.
Len — dice mi nombre derrotado y cerrando el periódico con esa alegría en su rostro — termina tu cereal, sino sin darte cuenta vas a comerte un insecto...
Rinto — mamá pone el desayuno de mi padre en la mesa, y lo mira como si lo fuera a regañar, pero con esa chispa en sus ojos — no le digas eso, solo tiene 8 años...
Por eso mismo lo hago — se ríe y yo solo sonrío al mirarlos.
Perdón — tomo otra cucharada de cereal cuando escucho la voz de la niña rubia, quien entra a la cocina con dos coletas nada iguales y un vestido azul, mirando a mamá como niña buena — estaba preparando al señor conejo para el té — se sienta frente a mi y me mira con una mueca en el rostro, como cuando mamá me regaña — pero Len no me dejó terminar a tiempo porque no me dejaba vestirlo...
El señor conejo no necesita ropa, Rin — mamá deja frente a Rin un plato de huevo y tocino, y yo me inclino un poco al olor de su plato.
¿Sabe rico? — miro los ojos de mi hermana, sin perder de vista su mirada.
No te voy a compartir, Len — arruga su nariz y comienza a comer.
Meiko — papá llama a mamá y yo sigo comiendo cereal.
Lo sé — mamá se ríe y me pone un plato al igual que el de Rin, al mismo tiempo que me despeina — te comparto del mío, Len, no tienen por qué pelear.
Miro a Rin y le sonrío ladeando la cabeza al igual que ella me mira fijamente, tratando de no reírse.
·*·*·*·*·*·
La lluvia empapa poco a poco el césped junto con los abrigos negros de todos los presentes, aunque alivia un poco ese silencio penetrante y justifica las marcas en las mejillas de Rin y de la familia Shion.
De manera casi automática, miro a mis padres curioso al ver que cada una de las personas en el funeral comienzan a caminar hacia el cajón café caoba, despidiéndose del chico.
Los ojos marrones de mi madre me sonríen un poco, aunque apenas lo noto. Mi padre también me mira, y aunque él no me sonríe, sus ojos azules me invitan a volver a su lado. Cuando lo hago, no me doy cuenta de que mi madre ha caminado junto con mi hermana a despedirse del cajón. Ladeo la cabeza haciendo una pequeña mueca al escuchar los insaciables sollozos de mi hermana, quien junto con los padres de Kaito, sufren la perdida del chico.
Tu hermana esta pasando por algo muy duro, Len — la voz de papá aparece justo en el momento en el que Rin deja la rosa blanca en el cajón de madera — tal vez ya no quiera jugar o este muy sensible — levanto mi mirada hacia él, y me encuentro con una mirada triste mirando en dirección a mamá y Rin — así que, por ahora, no más juegos, ¿okey?
Hago una pequeña mueca y miro el césped bajo mis pies, tratando de comportarme como cuando vamos al museo en la escuela o cuando la directora va a nuestro salón. Suelto un suspiro, derrotado y vuelvo a mirar la cabellera rubia de mi hermana, quien se aferra a mi madre al mismo tiempo que el cuerpo de Kaito Shion deja de estar a la vista.
Tanto los padres del chico como los demás adultos, lloran en silencio al escuchar la pequeña frase que mi hermana se atreve a decir después de tanto tiempo en silencio.
Porque después del accidente de su novio, de la noche en vela en el hospital, después de haber llorado por la noticia de su muerte, apenas hoy vuelve un poco de esa niña que era antes, antes de todo esto:
Perdón...—
·*·*·*·*·*·
De camino a casa, Rin se cubre con el saco de papá, y el cabello mojado parece no molestarle. Yo la miro fijamente, demasiado curioso por todo lo que podría estar pensando. Y al parecer, mantengo mi mirada fijamente en ella hasta que su mirada vuelve a mis ojos; me sorprendo al ver esa mirada seria en ella, y pocos segundos después, arruga la nariz para luego mirar de nuevo la ventana.
Lo siento — le susurró desviando la mirada hacia la ventana para ver las gotas de lluvia y evitar volver a encontrarme con mi curiosidad y la tristeza de ella.
El camino se vuelve silencioso, y hasta que escuchamos los balbuceos de Rin, completamente dormida, mamá comienza a hablar con papá.
Rinto, sólo tiene doce años, tenemos que llevarla con un psicólogo... —
Lo sé, Meiko — suelta un suspiro mi padre y se detiene en un semáforo de la ciudad — pero no sé si todavía esta lista para ir con alguien y hablar de lo que paso, todavía es reciente...
Ambos suspiran y continúan en viaje en silencio por unos minutos, hasta que papá continua la conversación:
No sabemos como vaya a afectar, así que tienen que ir los dos... — cierro mis ojos al mismo tiempo que escucho a ultima frase, y siento la mirada de mi madre.
Pobre de Len, tal vez le afecte más perder a su hermana que Rin a Kaito... —
·*·*·*·*·*·
¿Crees que le guste? — sueltó un suspiro al terminar de escribir la carta y miro a Luka, la linda chica que cocina para mi y para Rin desde hace un año, pues nuestros padres poco a poco se volvían indispensables en su trabajo.
Estoy segura que sí — la chica de cabello rosa me sonríe y sigue cocinando, dándome la espalda de nuevo — anda, ve, el pastel que me pediste esta en el refrigerador, ve y ponle las velas...
Me pongo de pie y dejo la carta en su sobre, para luego ir al refrigerador y sacar el pequeño pastel de fresas y dejarlo en el desayunador. Miro con atención las fresas que cubren alrededor al pan, y la crema de coco que hace el trabajo de envolver el pan sabor vainilla.
Toma — Luka me extiende las velas d mientras su sonrisa se extiende en su rostro — a Rin le va a encantar.
Asiento y pongo con sumo cuidado las velas en el pastel, tomo un encendedor, la carta y el pastel para luego subir a la habitación de Rin. Luka me desea buena suerte y sigue preparando la comida.
Cuando abro la puerta de Rin, la encuentro sentada frente a la ventana, y ni siquiera se gira para ve quien entra a la habitación.
Cuando paso, cierro la puerta y enciendo las velas para celebrar nuestro décimo tercer cumpleaños, la carta la dejo en una mesa de noche junto con el encendedor, y camino hacia la rubia.
¡Feliz cumpleaños Rin! — le sonrío y me pongo a lado de ella, y por lo que veo en su perfil, apenas me ve unos segundos — traje pastel, el que te gusta...
No quiero — cierra sus ojos y arruga un poco la nariz.
Al menos tienes que soplar las velas — me animo en seguida y acerco más el pastel hacia ella, al menos con un poco de su respiración apaga las velas.
¿Que no entiendes que no quiero, Len? — su mirada choca con la mía y me borra la sonrisa que con mucho trabajo logré mostrarle hoy.
Al no recibir respuesta, se levanta para caminar hacia su cama e ignorarme, como se le había hecho costumbre.
Miro el pastel y veo como la cera de las velas poco a poco de desborda, y no me queda otra opción que apagarlas. Camino con cansancio a la mesa de noche y dejo el pastel ahí.
Sabes que yo no estaré todo el tiempo aquí, ¿verdad? — miro la carta y la tomo con la intención de tirarla como siempre lo hacia — lo sabes, ¿no?
Siempre lo haz estado, Len, ¿qué cambiaría? —siento mis ojos arder un poco y la miro en un rincón de la habitación, mirándome directamente.
Que ya me estoy cansando — tomo aire y miro la habitación desarreglada de Rin — no voy a estar esperando a que quieras salir de aquí, o cuando quieras volver a hablarme — miro la alfombra bajo mis pies y después a ella —estaré para ti, pero no aquí.
Veo sus ojos desviarse de los míos y yo me acerco a ella, quedando al pie de la cama.
¿Podemos jugar un poco otra vez? — le extiendo mi mano y ella la mira, con un gesto de desagrado — al menos en el jardín. Por mi cumpleaños...
