El primer trabajo de Trad fue BC Sol.
En ese entonces era joven—no es que ahora sea un anciano—, demasiado para cualquier otro trabajo pero lo suficientemente mayor para quizás ser considerado algo viejo en el mundo competitivo del beyblading. Debió tener unos dieciséis y estaba más que soñado.
¿Cómo no estarlo?
Como la mayoría de muchachos se interesó de niño por el juego. Al principio era para no ser excluido en los recreos y porque se veía genial pero luego se enamoró del deporte.
Estuvo en el club de Bey de su escuela, participó en algunos torneos distritales y regionales según lo que viniera a él ese año. Incluso compitió en un par de nacionales para las batallas de equipos y tuvo una muy decente participación individual que solo sucedió una vez.
Se divertía. Pero hasta ahí llegó su interés en competir.
Seguía amando al Bey, claro que no dejaba de ser su pasión y su todo, pero estar todo el día, todos los días frente a la arena de amanecer a atardecer con un lanzador en la mano sencillamente no era lo suyo. Entonces para cuando se dió cuenta a alrededor de sus catorce años ya había dejado de llegar a primera hora al gimnasio y en su lugar disfrutó más de su tiempo en su habitación. Como siempre con un lanzador en la mano, pero ahora con un destornillador en la otra.
Recordaba bien que su equipo de ese entonces se preocupó escandalosamente por él en cuanto dejaron de verlo en la arena a diario, incluso pensaron seriamente que pasaba por algún tipo de depresión o algo por el estilo, pero rápidamente desistieron de su angustia al descubrir que de hecho Trad no estaba desanimado, al
contrario, estaba más entusiasmado que nunca,más rebosante de actitud y confianza que en su mejor momento como blader.
Y la vida seguía, su reputación como atleta naturalmente se desplomó, como era común que sucediera cuando un blader giraba radicalmente el rumbo de su carrera a otros lares de la industria. Pero a cambio ganó un pequeño renombre como entrenador en la ciudad que lograba mantenerlo con manos y ojos ocupados en Beys ajenos.
Trad vivía la vida tan entusiasmado que era casi tierno—algo vergonzoso, la verdad—lo desesperado que estaba por trabajar con otras personas: gente diferente a sus compañeros de siempre. Por supuesto que todo pasó en esos días.
Como buen aficionado puntualmente rondaba los parques y las plazas de Madrid bastante seguido. Muy rara vez para tirar y generalmente para admirar—Sin embargo tenía sus momentos—. Ansioso por estudiar a los bladers más jóvenes y sus Beyblades recién sacados de la caja, a los nuevos talentos, a los turistas de todas partes, pero la verdad es que los novatos eran sus favoritos—o al menos los buenos—, tan frescos que el encuentro siempre lo revitalizaba de maneras misteriosas y lo recargaba de energía para otra semana y es que genuinamente.
No era raro ni difícil para él tratar con niños, entonces cuando vio a dos nuevos novatos en la arena presumiendo su juego con ojos grandes y orgullosos, tirando con sus manos torpes y pequeñas, esa cierta parte paternal de su cerebro contra la que luchaba y amenazaba con tragárselo entero picó agradablemente en su cabeza.
—¡Vaya! ¡Eres muy bueno!—felicitó Trad al varón que batía sus pestañas llevando el orgullo de la victoria.
—¡Vaya! ¡Tienes ojos!—se regodeó el niño con naturalidad.
No iba a mentir. Eso lo sorprendió. Era muy pequeño.
Aunque el niño fue objetivamente grosero, de maneras que no entendía se las arregló para ser más simpático que molesto. Muy en el borde entre asquerosamente arrogante y definitivamente divertido. Un equilibrio gracioso para una cosita enana que no debía pasar de los siete años y con suerte.
—Palabras fuertes—se encontró regañandolo indirectamente antes de darse cuenta—. Eres impresionante, pero aún tienes cosas que pulir. Por ejemplo: intenta clavar bien esos pies en el suelo cuando lances. El equilibrio no siempre basta para un buen impulso dependiendo del tipo de bey—aconsejó por encima.
—¿Eso así?—pareció analizar silenciosamente el niño.
—¿Eres un blader?—interrogó repentinamente la chiquilla con la que el otro jugaba hace un instante.
Ella era mucho más recatada y evidentemente cautelosa con el desconocido.
Ambos eran muy diferentes físicamente para ser parientes—¿Pero qué sabía él?—. Un niño rubio con el cabello alborotado quizás haciéndole competencia al sol y una niña de cabello oscuro y ojos claros, con la camisa pulcra como si no moviera un dedo.
—Sí—afirmó con simpleza.
Decir a la ligera que era un entrenador solía levantar preguntas, todos repentinamente teniendo algo para decir. Generalmente contundente y
trivial—Casí siempre la respuesta era "limpia el polvo". No es tan difícil—que arruinaría su diversión—Como cuando las personas le mostraban la boca a un dentistas en una fiesta sin razón—. Así que para no extender la charla incómoda más de lo que quería, en aquella época solía omitir algo de información de vez en cuando. Después de todo, mentira no era. Un blader nunca dejaba de ser un blader sin importar qué.
—¡Asombroso!, ¡Un blader de Madrid!—brincaron emocionados en sincronía ambos niños.
Trad se sonrojó con una sonrisita orgullosa. He ahí otra cosa agradable de decir que era un blader. ¡El juego en el país estaba en su mejor momento! Lo que lo hacía bastante popular.
—¡Haz un lanzamiento!
—¡Enfrentame!
—¡Muéstranos tu bey!
—¡Enfrentameee!
Los dos empezaron a flotar inocentemente a su alrededor: interrogandolo con astucia, rogando sus peticiones y soltando tonterías como si fuera gratis. No pudo evitar reír nervioso.
Abrumador. Pero tierno.
—¡Ya está! ¡Free y Kristina, dejen al muchacho en paz y…!, ¡Free!, ¡Suficiente de apuntarlo con ese lanzador!—repentinamente los apaciguó de un contundente regaño un señor ya algo mayor.
Algo muy mayor. El hombre parecía estar siendo arrastrado por los años pero tenía el temple de lo que solo podía ser un domador de leones. Físicamente una mezcla interesante entre un tierno abuelito y un duro hombre con el que definitivamente no querías meterte. Con el cabello plateado como las estrellas y el rostro limpio pero con un rastro pequeño y descuidado de lo que debía ser una barba.
Y ahora estaba con ellos.
—Perdón, abuelo—se disculpó educadamente la niña.
—Lo siento, tío—el otro la siguió menos interesado, como un loro.
—Pero no es conmigo con quién se tienen que disculpar—Les recordó perspicaz el anciano.
La niña alzó las pestañas en reconocimiento y le dió rápido la vuelta del brazo al otro crío—el que estaba mucho menos preocupado sus modales—, forzandolo diligentemente a mostrar cortesía por las malas. Aunque el chico parecía más bien ajeno a todo y maleable como un muñeco.
—¡Lo sentimos, señor!—soltaron al unísono como si fueran un pequeño coro de iglesia.
—Eh, sí. Tranquilos. En realidad me gusta ayudar a los novatos—le restó importancia rojo y nervioso pero con los hombros alzados y orgullosos.
Sin embargo, no mentiría. ¡Se acicaló como un gato por ser llamado "señor"!
—Ya veo, esas son buenas cualidades para los mayores—el anciano asintió dándole su aprobación, convencido de que Trad al parecer la requería—. Pero igual son tonterías—sonrió simpático como el buen señor que era antes de al final extender su mano—. Un gusto, niño. Soy Jinbei. Soy el abuelo de Kristina: esta linda niña de aquí. Y por el momento estoy a cargo de Free, este az de acá—los presentó dinámico jaloneando a los dos.
No está seguro de necesitar toda esa información pero así de rápido van las cosas en la arena. Alguna razón habrían de tener para contarle su vida. Después de todo, estás personas desprenden olor a pueblo a kilómetros de distancia.
—El gusto es mío. Me llamo Trad—aceptó extrañado, estrechando la mano del adulto.
Jinbei asintió con un ruidito terco y gracioso de entendimiento.
—Mhm. ¿Y estas en un equipo, Trad?—quisó saber el anciano.
—Uh, ¿Sí? Estoy en AS Torres a unas calles—compartió naturalmente.
Objetivamente no era una pregunta muy íntima que digamos. Entonces estaba bien.
Entonces los ojos de Jinbei literalmente chispearon como si estrellas saltaran de ellos.
—¡Perfecto! ¡Que suerte tengo de que nos encontremos entonces! ¿Estás ocupado ahora, muchacho?—el hombre celebró alegre—Porque verás, nosotros venimos de algo lejos, de un pueblito por ahí en Barcelona, ¡Pero somos muy fans del Beyblade! Estoy
intentando que ellos conozcan a algunos equipos de la capital. ¿Por qué no nos das un recorrido bey por tu equipo y algunos lugares que te gusten?
—Bueno, verá…—Trad tanteó con duda. No sonaba necesariamente a una idea… atrayente para un adolescente.
—Te pagaré con algo de comer en la tarde, ¿Te parece?—ofreció el hombre con un guiño.
Ah, ahora suena mejor.
Trad se lo pensó. Por un lado: tenía tarea y un par de beys y lanzadores en su escritorio esperando (im)pacientemente por su atención en casa. Pero por el otro lado, sus instintos de citadino salieron por la fuerza del fondo de su mente y gritaron "¡Comida gratis de los pueblerinos por pasear!" Y tuvo que aceptar. Eran solo dos niños y un señor y AS Torres no era la gran cosa para los turistas en realidad, entonces no le hizo demasiado ruido. ¿Qué tenía de malo?
Su equipo tenía algunas buenas participaciones en la liga cada tantas temporadas, vendían lo justo en mercancía y no eran demasiado conocidos alrededor del país—mucho menos fuera—porque aunque habían sacado varias estrellas del deporte nacional y daban buenos ratings a la WBBA España cuando participaban, siempre eran opacados por los otros muchos equipos competitivos en Madrid que enloquecían dando grandes espectáculos que se tornaban más un show que un enfrentamiento oficial. Pero que hacían mucho dinero. Quizás la ciudad tenía mejores clubes para turistear, pero mala opción no eran si es que lo que buscabas es conocer la industria desde adentro.
AS Torres es bueno. Estaba orgulloso de ellos y sabía bien las joyas que tenían entre sus filas, por eso estuvo feliz de pasar la admisión
cuando dejó su club escolar. E incluso entonces seguía feliz de estar con ellos ahora, aún cuando Trad ya no competía.
Les mostró las instalaciones orgulloso y con la nariz hacia arriba y los niños rápidamente se entusiasmaron. Lanzaron en sus arenas, jugaron con algunos miembros desocupados y chocaron los cinco con un par de micro celebridades locales.
Luego recorrieron por el pueblo los estadios recreativos que a Trad le encantaban y le gustaba aprovechar y es que vamos, ¡Vivía en Madrid! La ciudad estaba equipada de tecnología de punta y calidad turística en cuanto al bey.
Durante el recorrido también se fue por algo más clásico y los guío con su sabiduría de lugareño por algunos museos y paseos de la fama, manteniendo todo bastante exprés. Y al final comieron hamburguesas en una ruidosa cadena de comida rápida y comercial que estaba ganando poder con un local en cada esquina. Una franquicia reciente que pertenecía a alguna celebridad del bey quizás demasiado astuta en el país cuyo nombre no podía recordar. Al menos se las arreglaba para ser queso real y sabor callejero.
Satisfecho y con mejor humor del que generalmente traía con la testosterona y las hormonas adolescente molestando por ahí, no le había quedado duda. ¡La pasaron increíble!
Todo fue mucho más disfrutable para él de lo que pensó que sería en primer lugar. Tal vez porque la compañía resultó ser bastante buena.
Free era un pequeño prodigio interesante y Kristina incluso entonces era una niña optimista que algo había sacado por su cuenta de la lengua plateada de su abuelo. Imposible aburrirse.
También ayudó el hecho de que su propia edad y la de los niños no estaban del todo alejadas—sin embargo quizás en realidad era que ambos son ridículamente listos para su edad, como si vinieran de un mundo absolutamente diferente al de Trad—por lo que de algo pudieron hablar.
Pero quién se llevó su atención estelar, sin duda fue Jinbei. Quien para su sorpresa resultó un genio del beyblading.
Se halló a sí mismo feliz de haberlos guiado por el día y algo triste de despedirse. Eran una pequeña familia dulce y divertida y lo habían engatusado por completo. Por eso le dió su número te a Jinbei con la esperanza de que necesitara algo y lo volviese a contactar en algún momento.
Que personas tan interesantes.
No fue hasta dos días después que Jinbei lo contactó—Trad podía jurar que no lo haría, así que esto lo hizo emocionarse—, esta vez solo para invitarlo a comer.
Como el imprudente y presuntamente inmortal adolescente que era no se lo pensó mucho y asistió.
La cena ocurrió luego de la puesta de sol en la casita que rentó el pícaro anciano, aunque cuando Trad escuchó "casita" honestamente empezó a esperar otra cosa.
Todo era sorprendentemente bonito, no es que esperara algo feo si no que con solo verlo era inútil negar la verdad evidente: todo era dolorosamente lujoso, mucho más de lo que pensó que el hombre
podría pagar siendo de las afueras y demasiado mayor para un trabajo asalariado hoy en día.
Especialmente porque Trad conoce Madrid. Este tipo de arrendados bonitos son ridículamente caros.
Al inicio supuso que tal vez Jinbei era un retirado de algún buen puesto con sólido paracaídas o quizás el padre de alguien que podía permitirles viajes bien abastecidos, pero luego de algo de conversación casual y ciertos comentarios al azar de Free y Kristina concluyó en que Jinbei era dueño de tierras y de algún negocio que permanecía activo. ¿Es este el hombre que vaga con sus nietos y paga recorridos con comida? Entonces Jinbei tiene mucha humildad, eso es seguro.
Después de comer ambos platicaban muy tarde, quizás pasadas la media noche mientras Free y Kristina correteaban entre ellos cargados de energía por lo que supone fue la azúcar del postre. Free burlándose de ella alejándose con sus cosas, Kirstina obviamente irritada y con ganas de hacer cualquier otra cosa pero demasiado torpe para atraparlo.
—Se ven muy unidos—comentó Trad casualmente—¿Cómo están emparentados?
Jinbei soltó una risotada espontánea, porque claramente lo que dijó le causó gracia y negó como si el asunto estuviera bajo llave.
—No lo están. Kristina es mi nieta y Free es un niño del pueblo al que le agarramos cariño—explicó con una sonrisa brillante que hablaba de nostalgia—. Es como un gato callejero. Él siempre estaba lanzando su bey en donde hubiera espacio. Free es bueno y Kris tiene un buen ojo para el juego así que naturalmente se gustaron y bueno, se hicieron
amigos. ¡Amigos inseparables!—le guiñó un ojo—Kris se pone como un cachorro pateado cuando no sabe de él por mucho tiempo, entonces he logrado que incluso estudien juntos y como los padres de ambos son un poco ausentes, también los llevo de paseo cuando puedo—expusó alegre, pero sus ojos eran serios.
En ese momento Trad no tenía la madurez para pensar en eso. Pero en realidad la situación era más frágil de lo que le contaba y más compleja de lo que podía entender.
—¿En serio?, ¡Wow! Eso es mucho trabajo de tú parte. Es admirable que se preocupe así, pero a su edad…
—¡Bah! ¡No digas tonterías!—se burló el hombre—¡Soy joven como una colegiala e inmortal como un vampiro! Además alguien tiene que mostrarles a esos niños que el mundo es más grande que nuestro pueblo y si sus padres no van a hacer el esfuerzo de que conozcan las montañas, el mar e incluso los edificios, pues me toca hacerlo mientras pueda.
Trad lo observó conmovido y es que así se sentía. Ese simpático viejito no paraba de estrujar su corazón como si fuera fácil ¡y puede jurar que no lo es!
—Por eso nos conocimos, Trad. Quiero que vean todo de la manera genuina. La realidad o al menos lo más cercano que pueda mostrarles. No por estar turisteando voy a permitir que nos llevemos a casa la tonta postal que las agencias quieren que veamos en lugar de la verdad de su ciudad—refunfuñó Jinbei involuntariamente chistoso, porque se sintió bastante conspiranoico la verdad.
—¿Entonces por eso le ofreces a lugareños al azar comida a cambio de guía?—Trad se atrevió a bromear enarcando una ceja hacía arriba.
Por suerte ambos rieron. Entre las risas Trad notó en el cuello de Jinbei una prenda brillar a través de la camisa fea. Una cadena delgada y sencilla, dorada y muy brillante que llamó su atención. Jinbei le guiñó un ojo antes de ocultarla bien en cuanto notó en donde estaban sus ojos. Sí. Este tipo tiene dinero.
—Fuera de broma, eres el tercero en este viaje y después de ti hubo otro, ¡Pero tú nos caíste mejor que todos ellos así que te volvimos a llamar!
—¡Jinbei!—Trad no pudo evitar regañarlo con una sonrisa, ofendido y halagado a la vez—¡Eso no suena seguro para los niños! Y me ofende un poco la verdad.
Rieron y bromearon tranquilos por otro rato, al final fue Jinbei quien volvió a dirigir la conversación.
—Trad, tú en realidad eres un entrenador, ¿Cierto?
—¿Cómo lo supo?—preguntó el chico pero los ojos astutos de Jinbei le dijeron todo. Es un observador—Sí soy un blader profesional, pero me retiré hace un tiempo y ahora estoy enfocado en el taller.
—¿Así que también armas accesorios y esas cosas?—el hombre quisó saber con curiosidad, bebiendo de su café ¡y es tan tarde!
¿Cómo alguien puede hacer eso?
—Poco. Para ser honesto, mucho menos de lo que me gustaría. Fabricar prototipos es muy caro, así que para armar nuevos intentos debo desarmar los anteriores y honestamente me da pena. Entonces evito armar algo nuevo sin tener piezas suficientes antes y eso me
lleva tiempo, así que casi siempre estoy haciendo reparaciones y mantenimiento para mi equipo en su lugar—No es que a Trad le haya echo falta alguna vez el dinero, pero invertir tanto en lo que en ese entonces era un pasatiempo estaba fuera de su alcance—. Pero tengo un par de prototipos bastante buenos, ¡Puedo mostrárselos!—ofreció emocionado por la atención de Jinbei.
—Eso sería bueno.
Fue luego durante el desayuno en la casa temporal de Jinbei cuando Trad se animó a llevarles sus prototipos para que vieran y jugarán antes de tener que irse a sus clases en la tarde. Por eso había venido con todo y el uniforme de su academia.
Él siempre fue celoso con su trabajo. La construcción amateur era algo frágil y personal, pero se puso sus pantalones de niño grande y en contra de su voluntad intentó mentalizarse todo el día anterior de que los accesorios eran para jugar y que Trad confiaba en esa familia y en su respeto por sus esfuerzos. Así que se llenó de valor y permitió que los usaran.
—¡Let it Rip!
Kristina y Free hicieron uso de ellos emocionados y con los ojos brillando del interés. Ansiosos por ver los resultados. Eso llenó el pecho de Trad con orgullo porque lo hacían sentir por primera vez que su trabajo era real y no una simple fantasía.
Sus diseños estaban siendo ocupados, quizás no aún en algún campeonato pero al menos sí para divertirse un rato.
—¡Se ven bastante bien! ¡Eres muy talentoso, muchacho!—lo felicitó Jinbei con animado golpe en la espalda que hizo al más joven tropezar.
—¿En serio lo piensa?—intentó confirmar contento y algo avergonzado por buscar más halagos.
Jinbei sabe de la industria. ¡Sí él pensaba eso sin duda era verdad!
—¡Mira como gira!—Kristina chilló a Free impresionada.
—Ah—el niño se limitó a murmurar incómodo, observando el cambio en la fuerza de rotación de su bey.
Trad se acercó intuyendo lo que sucedía.
—No te gustó, ¿Cierto?—preguntó nada ofendido en lo más mínimo.
El niño analizó su lanzador de siempre ahora con el prototipo de una agarradera conectada a él. Era obvio en sus cejas fruncidas y labios apretados que en realidad no le agradadó el cambio en lo más mínimo. Tal vez tampoco el cómo se sintió, ni el cómo resultó.
—Pero mira lo estable que es Fafnir, Free—Kristina le insistió con un punto.
—No se sintió bien—explicó el niño con seriedad.
Free era demasiado agudo para su propio bien, siempre con algo que decir. Algunos lo tildarían de imprudente y grosero pero él tenía más bien un gracioso carisma amargo, como hablar con un amigo demasiado astuto y picaron. Entonces a Trad le sorprendió que esta
vez no tuviera nada que decir. Posiblemente con mucho en la cabeza para andar de respondón ahora.
—Tranquilo. Entiendo perfectamente. Eso está bien—Trad le aseguró—. Escucha, Free. Como blader lo más importante siempre será escuchar a tu cuerpo y a tu bey. En los casos como el tuyo los instintos generalmente tendrán la razón. Así que si el equipo de apoyo no es para ti, no es para ti—desconectó la agarradera con un click—. ¿Quieres probar algo más?.
Free negó desconfiado, un poco irritado, volviendose inseguro al respecto.
Sin presionar Trad simplemente asintió en respuesta.
—¿Yo puedo seguir probandolos?—Kristina no tardó en confirmar aún interesada.
—Se cuidadosa—Trad asintió su cabeza en un acuerdo.
Kris sonrió resplandeciendo como todas las estrellas. Ser tan adorable podría ser un crimen.
—¡Juguemos juntos entonces!—ella lo retó preparando su lanzador.
Rió fuertemente porque no se lo esperaba.
—¡Solo si estás lista para perder!—bromeó sacando su propio lanzador de su bolsillo lateral.
—¡No se atrevan a dejarme fuera!—Free se unió al instante, emocionado de solo oir la palabra "jugar".
—¡Tres! ¡Dos! ¡Uno…!
Oh, la juventud es tan hermosa. Jinbei deseó con todas sus fuerzas regresar a cuando era tierno y flexible para poder lanzarse a la arena con ellos y volver a disfrutar de los enfrentamientos y la adrenalina en su pecho.
Porque Dios sabe que si intentara tomar un lanzador a su edad ¡tendría que despedirse de su cadera!
—¡Let it Rip!
Kris, Free y Trad tonteaban entre ellos con sus voces opacadas por su propio pequeño escándalo. Free era el más joven pero estaba dándoles a ambos la paliza de su vida, ese pequeño impertinente burlándose de ellos con su lengua larga. Kristina estaba mostrando su espíritu de lucha, rogando a su bey por girar unos segundos más, su juego siempre dramático y entretenido. Por eso las cámaras la adoran y Trad medio jugando, medio compitiendo. Frustrado e innegablemente arrinconado por un niño pequeño que entrenaba mucho más que él..
Realmente lo impresionaba como los tres lograron unirse y aceptarse por completo entre ellos en tan poco tiempo. Todo tan fue tan fácil y simple como Trad visitándolos seguido durante su estancia de un par de semanas en Madrid.
Casi no quería dejarlo ir. Kristina y Free le habían tomado cariño de una forma espacial y el cielo sabía que ellos no hacían eso con todos. También Trad parecía haber encontrado algo que cultivar y proteger en ellos, como un prematuro hermano mayor.
Era una pena que a sus vacaciones les quedarán tan poco tiempo.
Cuando la despedida inevitablemente llegó, Trad se sintió bastante mal.
Su pecho dolía con amargura mientras a su ritmo se mentalizaba día a día de la inherente despedida, pero cuando finalmente se encontró con la escena real y clara frente a él arrugó la cara con lástima, sintiendo en cuerpo y mente el como separarse de los "extraños" con los que se había amigado haces unas semanas dolía más de lo que inicialmente pensó que lo haría.
Agradecía tanto haberse acercado a los niños nuevos ese primer día. Hubiera sido terrible perderse de los amigos que hizo por culpa de una coincidencia tan pequeña.
En la casa temporal de Jinbei, Free se despidió de él con un choque de puños casual y un medio abrazo masculino que era quizás demasiado cool y natural para un niño de su edad. Free le dejó saber que lo consideraba su amigo e hizo uno de sus comentarios demasiado irónicos al respecto. Sin embargo Trad sabía eso que no le quitaba valor al gesto. Free es solo un niño complicado.
Por su parte Kristina era una historia diferente. No fue con pretensiones y lo abrazó directamente con todas sus fuerzas—Dolió. Físicamente—asegurandole que era una maravillosa persona a la que adoraba y admiraba y a la que esperaba ansiosa ver alguna próxima vez.
Jinbei al igual que su nieta también fue con un abrazo—que también dolió. Físicamente. Los lazos sanguíneos se evidenciaban ahí—y le exigió casí formalmente, estricto y recto como podía estando tan emocionado como lo estaba, que siguiera creciendo como entrenador.
Aconsejó que tomara cada oportunidad para cumplir sus sueños que llegara a sus manos y así, eventualmente se volverían a ver.
Por eso con el consejo de Jinbei en mente y los rostros de sus nietos bailando con nostalgia en su cabeza de vez en cuando fue que unos meses después, el día en que tuvo en sus manos una carta de reclutamiento de la mismísima BC Sol entre su correspondencia, no como miembro, si no como entrenador, que ni siquiera lo pensó—o al menos no tres veces.
Primordialmente, antes de siquiera tener que usar la cabeza no hubieron inseguridades ni tampoco dudas; solo el más puro entusiasmo y la actitud ganadora. Decidido a darlo todo en el—en ese entonces—bey club favorito del país.
Se preparó mentalmente para muchos escenarios cuando decidió que iría solo a Barcelona, pero ninguno de ellos sucedió porque todo resultó más surrealista que su misma imaginación joven y todas sus pretensiones.
Si había algo que definitivamente no esperaba era verlo a él. Que su nuevo jefe fuera Jinbei.
Jinbei Kuroda, ahora conocía su nombre completo.
¡Vaya que sí era ingenuo!
—Se… señor Kuroda.
Decir que estaba sorprendido al reconocer en la silla del dueño la cara del anciano que en más de una ocasión le sirvió amablemente el desayuno era decir poco. Encontrarlo en la oficina y detrás del escritorio lo desestabilizó, dejándolo fuera de combate y sin idea
alguna de cómo se esperaba que reaccionara, o qué era lo remotamente apropiado en este momento.
—¿Por qué me llamás así, Trad?, ¿No éramos amigos?—lo recibió simpático.
—Sí pero, ahora…—intentó explicar su situación sin llegar a ser grosero.
—¡Ah, cierto! Nuestras circunstancias se han vuelto algo diferentes. Tienes razón. Después de todo no te estoy contratando por ser mi amigo. No te contrate realmente, así que no te sientas comprometido ¿Está bien?. El gerente de AS Torres llamó hace unos meses y te sugirió para el programa de entrenadores junior. Estas entre "este chico tiene suerte" y "definitivamente deja una buena impresión" y eso no es malo—le aseguró poco impresionado con un breve asentimiento.
El anciano se levantó de su escritorio con ese gemido cansando sin mucha razón aparente, muy típico de la vejez y se dejó ver en toda su gloria. Atrás había quedado el viejecillo despreocupado que tiraba las orejas de sus nietos y andaba por la casa en camisas feas pero cómodas y ridículamente caras de alguna tienda de regalos al azar, también la barba desarreglada que escondía la sonrisa pícara y gentil de un abuelo consentidor.
No. Ahí frente a él estaba el legendario Kuroda, una leyenda en España de trayectoria inigualable, el grandioso dueño de BC Sol. Con cejas estrictas perpetuamente apuntando hacía arriba, la pulcra barba espesa y dura cubriendo perfectamente su rostro, sus hombros cansados en saco y corbata, la espalda recta. El contraste era casi cómico, porque el cambio era evidente.
—Entonces dejemos todo y pasemos a los negocios—el hombre mayor le extendió la carpeta marrón en su escritorio, con la pequeña pila de papeles para firmar listos para ser hojeados mientras Jinbei explicaba y Trad leía con el mayor cuidado que podía—. No tienes experiencia en la escena mundial, muchacho, por lo que te ofreceremos un puesto interino de asistente de entrenador y seré honesto: es una forma bonita de decir que serás un pasante sin sueldo y por si fuera poco, a prueba—le sonrió burlesco—. No eres el único en el cargo y mucho menos tras la vacante en mis filas de training, así que estarás rodeado de otros chicos que serán tus compañeros y rivales; al final de la temporada nacional nos quedaremos con uno o dos de ustedes y de quedarse empezarían a trabajar oficialmente en la nómina durante la Liga Europea—le expusó su posición.
Está Forma de hacer las contrataciones es cuánto menos… salvaje y su pensamiento debió tenerlo escrito en toda la cara porque Jinbei continuó justo hacía donde flotaba la cabeza de Trad.
—Esta es la tradición. De esta forma elegimos a nuestro club desde los tiempos en los que solo era el equipo amateur de la infancia de mi padre. ¿Ves algún problema con eso?—cuestionó con una ceja arriba, analizándolo con la mirada, siguiendo sus movimientos meticulosamente hasta reconocer los músculos en su mano tensandose uno a uno mientras el chico simplemente pasaba de página.
—No. Respeto mucho este tipo de tradiciones—Trad expresó al final.
Y no era mentira, sí lo hace.
La administración de Jinbei era famosa por ser estricta. BC Sol fue una idea de su padre de niño y luego lo disolvió. Fue Jinbei quien recuperó su nombre y como capitán y luego como dueño impuso sus
propias reglas que los hicieron legendarios. Siempre favoritos en la liga mundial.
Trad lo respetaba, lo admiraba y confiaba ciegamente en su sistema.
—Me alegra que estemos de acuerdo. Por ahora un último detalle: ¿Hablas inglés, Trad?, Somos históricamente internacionales. Para mí es muy importante que todo mi equipo sea fluido en inglés—interrogó en un perfecto inglés que lo puso nervioso por los impecable fluidez que solo puede ser resultado de años de convivir con angloparlantes.
—Sí, lo hago. Aún cuando solo era un blader y no se me pasaba por la cabeza dejar la arena, mi meta siempre fue ser parte de un equipo en Estados Unidos, así que desde entonces me he esforzado seriamente en ello—explicó también en el idioma.
Sin duda no al nivel de Jinbei. Hay admitir que estaba un poco oxidado, pero fue a un colegio bilingüe y lo entendía fácilmente. Claro que estaba dispuesto a volver a ponerle absoluta atención a sus estudios de idioma mientras permanecía y lo ocupaba en Barcelona si es que eso es lo que necesitaba.
—Ya veo. No está mal.
Trad pasó las últimas páginas en silencio mientras platicaban otros detalles en el aire. Tedioso, pero su padre era abogado y si algo le enseñó por las malas a Trad era a leer antes de firmar. Para cuando terminó satisfactoriamente, Jinbei le extendió su mano con el rostro sonriente del ágil empresario que era.
—Entonces, ¿Te estamos dando la bienvenida?—el anciano esperó por su respuesta.
—Sí. Será más que un honor trabajar con usted, señor Kuroda—estrechó su mano de vuelta cerrando simbólicamente el trato.
Volvieron a sentarse y finalmente firmaron lo necesario haciéndolo oficial. Era real.
—Solo una cosa, Trad. Llámame Jinbei.
