Los personajes principales le pertenecen a Stephanie Meyer la historia es mía queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización.


Capítulo 56.

Calma antes de la tormenta.

Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. – Haruki Murakami

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Cuando Isabella despertó se sintió rara; era como si hubiera dormido mucho y a la fuerza, con un dolor sordo en su pecho apretando tan fuerte que la dejaba grogui, solo recordándole que estaba allí.

Quería todo menos moverse, abrir los ojos le parecía una tortura para la que parecía no estar lista, pero claramente era obvio que nadie está dispuesto a despertar de forma abrupta solo para evitar los problemas que vienen con la vida.

Abrió los ojos y miró su mano derecha antes de mover sus dedos, cuando su cabeza no martillo protestando en resaca decidió mover su mirada alrededor de la habitación.

Alice le sonrió suavemente, fue la primera cosa que notó, luego buscó en la habitación el desastre que había causado antes de irse a México. También vió a Rosalie dormida en la silla poco cómoda que no sabía cómo habían traído a su habitación, el desorden que ella había hecho ya no estaba.

No había vidrios rotos, ni libros perdidos en el piso, no había recuerdos de la destrucción que una mujer tan herida como ella podría causar.

Por un momento recordó que gritar se había sentido bien, lanzar cosas al piso y verlas hacerse pedazos fue liberador. Ella lloró muy pocas veces en su vida, por orgullo, por estupidez, pero en momentos en los que la pérdida era más grande que cualquier cosa que el mundo podía dar a cambio, momentos como estos ella quería llorar.

Una vez escuchó que cuando la vida quita algo, esta daba a cambio algo mejor. Ella se negaba a querer algo mejor. Cómo niña pequeña embelesada con un solo sabor de caramelo ella quería a Edward de vuelta, tanto, que daría su vida entera por una caricia, una sonrisa, una mirada. Solo una más.

Pero como adicta a lo que más amaba también estaba segura que con una vez no bastaría.

Era como avisarle a la humanidad que el fin del mundo estaba cerca y poner un reloj marcando las últimas horas; el reloj sonaba en su oído de forma molesta y austera. Hubiese sido egoísta y bueno no despertar cuando eso pasara, cuando su mundo acabará, cuando el último bip anunciará la muerte de todo, de su polo tierra. Ella quería no estar, no respirar sería tan fácil. Pero había hecho una promesa. Un voto.

Para bien o para mal.

En la salud y en la enfermedad.

Malditas fueran las palabras.

Malditas fueran las promesas.

Ya lo había perdido todo. O estaba a punto de hacerlo.

Dicen que las personas que no tienen miedo a perder son aquellas que ya lo perdieron todo.

Ella estaba a punto de descubrirlo.

—Es bueno que Jasper sepa cómo evitar la resaca. Y que aún funcione en tí —le sonrió de nuevo Alice hablándole como se le habla a una niña pequeña y asustada de la que intentaba llamar su atención.

Hace muchos años, cuando ella era una adolescente, había escuchado a Emily hablar sobre las personas sin padre, los huérfanos. Escuchó sin querer el cómo estos parecían estar envueltos en capas enormes de poliestireno para protegerse de las casas de acogida en dónde podían haber personas con una vocación, o personas con un propósito.

"Las persona que hacen lo que aman, hacen las cosas por vocación Isabella " le había dicho sin dejar de ver a Quil armando un motor de un auto viejo junto a su padre.

—Isabella —cierto, Alice estaba allí esperando una respuesta. Intentando ser graciosa aunque ella sabía que carecía del sentido del humor.

—Allie —susurró de vuelta. Se aclaró la garganta y Alice se levantó para tomarle su mano de forma afectuosa poniéndola incómoda, era fácil aceptar ciertas cosas, pero habían momentos en los que el afecto removían en ella malos recuerdos de cosas que no podría jamás tener.

—Sé que si perdiera a Jasper estaría ciega de dolor, sé que el idiota se merece menos que todo ese amor que le tengo. Pero también entiendo que hay gente a mi alrededor que me vería destruirme y sufriría conmigo.

—Sabes que no puedes apelar a mi lado humano, Alice, no pierdas tu tiempo.

—Isabella, sabes que Edward estaría furioso si yo no lo intentará. Por Dios eres capaz de salvar al mundo de cualquier cosa, pero no puedes dejarnos ayudarte. No es justo —le debatió Alice antes de decirle en voz baja —. Eres mi mejor amiga por amor a Dios. Me odias, odias mis abrazos, mis muestras de cariño, lo veo en tu rostro todo el tiempo, pero has estado allí cuando mis hijos querían un estúpido trampolín, has estado allí para intentar asustar a las adolescentes hormonales que quieren con tu ahijado consentido. Y estuviste allí cuando Jasper se volvió un adicto. Isabella te amamos.

Isabella sintió un nudo en su garganta de remordimiento y evitó mirar a Alice quien continuó

—Jasper sabe de un buen psicólogo, es especialista en el luto, deberías…

—No —la cortó Isabella levantándose y soltándose del agarre de su amiga de forma brusca —. Todo lo bueno en mi vida muere Alice. No te odio, eres extrañamente la única mujer que puedo soportar después de Lauren y Rosalie, sin pensar en que tengo una obligación personal de alguna forma con ustedes. Pero sabes que no puedo ir y hablarle a un extraño sobre mi vida.

—Lo hiciste conmigo… —le dijo Rosalie llamándole la atención. Isabella se cruzó de brazos y les frunció el ceño a ambas sintiéndose repentinamente atrapada.

—Tú no me juzgaste y jugaste al doctor con cada cosa que te dije. No me analizaste como si mi mente fuera la de un ratón al que le inyectan drogas en un laboratorio. Además ¿Qué te hace creer que puedo hacerlo de nuevo? —le recalcó antes de ir al baño intentando huir.

—Isabella, estamos intentando ayudarte. Y que me toleres es mejor que nada, pero realmente deberías de hablar con alguien acerca de lo que sientes.

—Quédate lejos de esto Alice —Isabella se le acercó frustrada y molesta diciéndole —. Nadie jamás podrá cambiar lo que siento —miró a Rosalie y la señaló —. Quédense lejos de esto. No soy un proyecto de algo que pueden arreglar, el amor de mi vida está atado a una máquina y no ha despertado ni lo hará jamás. Nada de lo que yo diga va a cambiar eso —espetó de espaldas antes de encerrarse en el baño sintiéndose cansada.

Cuando Isabella salió no había nadie en la habitación así que pudo cambiarse de forma tranquila. Cuando abrió la puerta tropezó de frente con el muro de huesos de su abogado y mejor amigo.

—Sam me dijo que viste morir a Félix —Isabella se acomodo los puños de su camisa de vestir negra y asintió sin responder mientras caminaba por el pasillo a su oficina —. Es bueno que esté muerto al fin ¿No crees? —le preguntó, Emmett de nuevo. Isabella se detuvo haciendo a Emmett tropezar con ella mientras lo escuchaba maldecir y luego se giró a enfrentarlo.

—¿Que quieres?

—Jasper dijo que está haciendo pruebas nuevas en un paciente en coma, quiere que lo dejes intentarlo en Edward.

Isabella abrió la puerta de su oficina y Emmett la siguió adentro.

—Emmett, voy a desconectar a Edward.

Las palabras fueron como un hierro atravesando su garganta, pero Isabella las dijo sin mirarlo a los ojos. Emmett se sentó y le quitó los papeles de las manos, papeles que decían que el Luminix estaba listo, que ella ya solo necesitaba dejar todo en orden en la empresa y firmar la autorización que daba el aval para desconectar a Edward.

Era solo el hecho de haber hablado con Sam lo único que le hacía agregar una cosa más a su lista y necesitaba que todos dejarán de seguir fastidiandola para que pudiera cumplirlo. Por Emily, porque se lo debía.

— Estás cometiendo un error —le llamó la atención Emmett y ella sacó de su cajón las llaves del auto que odiaba conducir antes de mirar a su mejor amigo. No era que ella fuera a admitirlo en voz alta pero lo reconocía. Emmett era su amigo. Un idiota a veces demasiado engreído por su altura, pero le confiaría su vida.

—No es de tu incumbencia, pero le hice una promesa a Edward cuando nos casamos. Estoy cumpliendo mis votos. Ahora, voy a salir y nadie va a seguirme. Consíganse una vida y déjenme en paz.

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Isabella miró la constructora de Sam por dos horas antes de que su teléfono sonará llamándole la atención

—Llevo veinte minutos esperando tu llamada.

—No seas un dolor más grande del que ya eres Õjo. Quil va a odiarme por esto.

Leah se estacionó deteniéndose tras su auto antes de colgarle el teléfono. Bajó del vehículo vistiendo mucho más formal de lo que lo hacía en su casa. Llevaba un jeans roto solo en las rodillas, una camiseta que al menos le cubría el ombligo y una chaqueta negra que combinaba un poco con sus tacones negros con plumas. Al menos no llevaba una falda.

—Te ves recatada —bromeó Isabella haciendo que la chica le sacará el dedo.

—Tuve que pedirle ropa a mi madre. Ahora voy a preguntar de nuevo ¿Estás segura de esto? Porque le dije a Quil que su padre sufrió un accidente en el trabajo y que si él no estaba dispuesto a venir a verlo yo lo haría. Tuve que dejar a los niños con Mase y ella es una arpía que los deja comer dulces hasta que se duermen o vomitan.

—¿Le dijiste a Quil que Sam está enfermo? Te dije que lo trajeras diciéndole que querías una ventana francesa o algo. Y ¿Por qué sigues dejándolos con ella de todos modos?

Leah bufo y sacó una bolsa de plástico que tenía un líquido rojo dentro.

—¿Crees que Sam se enoje si lo arrojo esto en la cabeza? Es sangre de carne de res. Soy su nuera favorita de todos modos.

Una risa extraña salió de Isabella quien intentó cubrirla antes de decirle

—Eres su única nuera Leah.

Leah se encogió de hombros antes de meterse la bolsa extraña en la chaqueta y caminar a la empresa.

—Mas le vale que sea su única nuera. Le cortaría las partes nobles a mi esposo si fuera un maldito adúltero y amo sus partes nobles.

Isabella la siguió adentro sin preguntar cómo Leah había conseguido la sangre de res y la había metido en una bolsa. Y no iba a preguntar sobre las partes nobles de Quil cuando las había visto varias veces en su adolescencia cuando llegaba a cuidar del chico quien se la pasaba corriendo desnudo. Lo primero que Leah hizo después de pasar al guardia fue correr hasta la oficina de su suegro quien se levantó de su escritorio al verla abrir la puerta de forma arrebatada, luego, sorprendiendolo le dijo

—Lo siento.

Antes de golpearle el rostro con la bolsa de sangre que les explotó a ambos y los salpicó. Sam maldijo a Leah e Isabella jadeó y buscó entre sus cosas un pañuelo y sorprendentemente rápido la puerta se abrió de nuevo y un Quil pálido temblando de la preocupación entró en la oficina de Sam pareciendo un niño de pronto.

Sam buscó la mirada de Isabella quien le alzó una ceja y Leah empezó a fingir que estaba llorando.

—Suegro. Déjame llevarte al hospital.

—No creo que…

—Papá.

El mundo se detuvo para ambos hombres quienes se miraron fijamente e Isabella sonrió casi llorosa cuando Quil lo empezó a tocar buscando las heridas de su cuerpo.

—Deberías dejarnos llevarte al hospital. ¿Estás trabajando con vacas o algo así? Hueles a carne asada.

Leah bufo una risa antes de esconder su rostro entre sus manos y Isabella le dijo a Sam levantando un dedo de la mano

— Tómala, es la última.

Sam suspiró audiblemente antes de sentarse fingiendo palidecer mientras sacaba un pañuelo que no había logrado ser humedecido con la sangre y se limpiaba el rostro.

—¿Que es la última? —preguntó Quil confundido sin dejar de mirarlos a ambos y luego se levantó cruzándose de brazos

—¿Qué haces aquí?

Isabella fingió inocencia encogiéndose de hombros antes de que Sam le llamara la atención diciendo

—La llamé. Isabella conoce a un buen cardiólogo, y lo necesito.

—¡¿ Estás teniendo un ataque al corazón?!

Chilló Leah, Quil empezó a tocar a su padre de nuevo como si le fuera a hacer reanimación cardio pulmonar e Isabella sonrió dando varios pasos atrás mientras salía de la oficina. Su trabajo estaba hecho. Ahora faltaba lo más importante y luego lo difícil.

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Rosalie miró a Emmett pasearse de un lado a otro mientras sonreía al teléfono

—¿Entonces ella hizo que se reconciliaran?

Emmett asintió y se sentó sin quitarle la mirada de encima a Rosalie quien se sonrojó ligeramente haciéndolo sonreír aún más.

—Bien, gracias por avisar.

Emmett dejó el teléfono en la mesa y se acercó a Rosalie antes de tomarla en sus brazos poniéndola en su regazo mientras le hacía cosquillas haciéndola chillar y reírse.

—Mierda, estoy tan enamorado de ti

Le dijo antes de besarla en las mejillas. Isabella se aclaró la garganta y ambos saltaron sorprendidos

— Aún hay cosas que quiero contarte Rosalie. Si puedes ir conmigo a la oficina.

Rosalie se levantó de las piernas de Emmett y le dió un beso antes de decirle

—Tengo que ir por la grabadora.

Isabella asintió y cuando Rosalie se fue Emmett en cambio se cruzó de brazos y le dijo

—¿Que planeas?

—¿Cuándo vas a casarte con Rosalie?

Le cambio de tema rápidamente. Emmett lo dejo pasar puesto que Rosalie entró en la habitación y sin dejar de mirarla sonrió diciendo en respuesta

—Pronto.

Rosalie se sonrojó al sentir la mirada de Emmett y ambas se perdieron en la oficina. Cuando se fueron este levantó su celular mientras marcaba.

—Hay un problema —dijo cuando la voz al otro lado contestó.


Muy buenas! Aquí tenemos otro capítulo y por lo que vemos Isabella está intentando dejar todo cerrado, porque con la muerte de Edward ¿podrá ella continuar? Ella cree que no.

La espera es desesperante, lo sabemos, pero también tiene ahí su gracia, lo bueno se hace esperar.

Muchísimas gracias a todas las personas que nos siguen semana tras semana. Y más aún a las personas que dejan un comentario que nos dais ánimo.

Nos leemos en el siguiente capítulo (y solo quedan 4 capítulos para el final!)

Un saludo