Capítulo 2: Prodigios
En el anterior capítulo, Spider-Man y el Hombre de Hielo despertaron en una misteriosa clínica de acupuntura de París. Ahora avanzan a través de las calles de París buscando a un misterioso personaje conocido como "el elegido del gato" cuando, de pronto, se oyó un rugido como ninguno que hubieran oído en sus vidas. Un sonido primitivo y salvaje seguido por el retumbar de unas estruendosas pisadas en carrera.
— ¿Eso es lo que creo que es?
— Puedes apostar a que sí, Bobby. Acaba de desatarse Parque Jurásico.
La espera no duró mucho antes de que, por una calle lateral, apareciera el Tiranosaurio Rex, de un extraño color escarlata, persiguiendo a una figura pelirroja embutida en una larga capa negra con anchas mangas y un diseño de nubes rojas que saltaba como una pulga por entre los edificios evitando las dentelladas del dinosaurio.
— ¡Quieto helado, Rexy! — gritó Iceman al tiempo que lanzaba un chorro de aire frío a través de la bocacalle por la que entraba el animal, que retrocedió con un gruñido de dolor.
— ¡Guau! Ese ataque parece haberle dejado bastante tocado.
— Sí, la onda glaciar suele tener ese efecto. Aunque nunca lo había usado en un animal de ese tamaño y no digamos de sangre fría — contestó el Hombre de Hielo antes de que el recién llegado carraspera llamando su atención.
— Sois los de la consulta de acupuntura — saludó el pelirrojo con un acento que Spider-Man reconoció como japonés —. ¿Habéis venido a ayudarme?
— Sí, el dueño nos envió a buscarte. Dice que tenemos un importante papel que desempeñar en esta ciudad.
— Entendido. Me llamo Sasori. Sasori de la Arena Roja. Os agradezco que me hayáis salvado pero quizá deberíais preocuparos por los refuerzos del animal.
— ¿Refuerzos?¿Qué clase de refuerzos?
— Un samurái y dos voladores. Uno es una mujer que hace caer relámpagos del cielo y otro es un varón que vuela sin alas y dispara una especie de chorros de fuego mientras suelta unas extrañas imprecaciones — replicó el tal Sasori mientras que, de la misma dirección que había venido el T-Rex escarlata, aparecían dichos refuerzos.
El primero era un hombre de piel escarlata vestido con una máscara de halcón, un collar, una falda y anillos alrededor de los bíceps, las muñecas y las muñecas todo ello en dorado que planeaba por encima de la calle seguido por una chica con dos grandes moños, uno a cada lado de la cabeza, como dos pequeñas barras de pan que parecía surcar el aire con ayuda de un parasol bermellón. Tras ellos apareció el samurái, cuyo brazo derecho se asemejaba a una enorme espada. Todos ellos compartían la característica de llevar trajes en diferentes tonos de rojo.
— Esos villanos parece que olvidaron obedecer las leyes de la física — medio bromeó Spider-Man señalando a los voladores.
— No creo que les importe mucho respetar las leyes, la verdad, — contestó Iceman en el mismo tono.
— Si vamos a luchar, sugiero correr — dijo Sasori con su ya característico tono frío tras concluir su rápido examen de la situación —. Obligarlos a separarse y emboscarlos por entre los edificios.
— Me parece bien — repuso el arácnido —. De todos modos, combato mejor a cierta distancia.
— Sí yo también creo que lo prefiero — intervino Iceman mientras él y sus compañero echaban a correr por una calle lateral —. Me pido a la del paraguas.
— ¿Estás seguro de eso? — cuestionó el pelirrojo.
— Sí, me hago una idea de sus habilidades y es algo con lo que puedo lidiar — contestó Iceman recordando a su compañera de equipo Tormenta, la bruja del clima.
— Muy bien — contestó Sasori antes de dirigirse a Spider-Man — Kido-shin (chico araña), ¿te ocupas tú del alado de la máscara?
— Claro. No puede ser muy diferente del Buitre.
— Entonces os deseo la mejor de las suertes en vuestros combates. Me reuniré con vosotros en cuanto termine. — se despidió Sasori antes de hacer un gesto con la mano y desaparecer en una nube de humo blanco.
— ¿Era un ninja?¿Todo este tiempo?
— Eso parece, Bobby. — contestó Spider-Man antes de dar un salto y disparar una línea de telaraña hacia uno de los edificios.
— Oye, ¿qué hay de mí? — le gritó Iceman antes de que una nueva hebra de telaraña se pegara al pecho de su traje impulsándolo en el aire apenas un momento antes de que el de la máscara doblara volando la esquina seguido por sus compañeros, que proseguían la persecución a pie.
— ¿Es mucho pedir que corráis más rápido? — gritó el de la máscara sin dejar de volar — A esta velocidad no los vamos a alcanzar en esta vida.
— Somos un equipo, Faraón. — respondió la del parasol — Y Riposte se estaba quedando atrás.
— En primer lugar, dirígete a mí con el debido respeto, plebeya. Soy el Dios-Rey de Egipto Tutankamón, el que es la viva imagen de Amón. Al dirigirte a mí lo harás… — respondió un ofendido Faraón comenzando lo que parecía un largo discurso sobre el tratamiento que esperaba de sus subordinadas mientras miraba al frente.
— No tenías porque hacer esto, Tormentosa-san — dijo por lo bajo Riposte no queriendo interrumpir el discurso de su auto proclamado líder —. Puedo correr más rápido si lo necesitáis.
— No hace falta. — contestó al mismo volumen Tormentosa, a quien no podía importarle menos el discurso de Faraón — Estoy segura de que, en cuanto demos con los héroes, "su Alteza Real" no tardará en comprender que necesita nuestra ayuda para hacerse cargo de ellos.
— ¿Estás segura? He oído que es bastante poderoso.
— ¿Mis palabras os aburren, destripaterrones? — dijo de pronto un molesto Faraón dándose cuenta de que su discurso estaba siendo ignorado.
— Nooo, claro que no, su Alteza Real — replicó sarcástica Tormentosa —. Estamos más que complacidas con su abundante verbo y exquisita…
— ¡Basta! — le cortó Faraón deteniéndose en seco en el aire — Me canso de tu actitud, mujer del tiempo. Tal vez necesites una lección.
— Cuando quieras, maldito
— ¡Bomba va! — gritó el Hombre de Hielo saltando desde la azotea de un edificio cercano sobre Faraón, que pareció esperar al último momento para hacerse a un lado en el aire logrando evitar por los pelos el ataque.
— Vulgar plebeyo, ¿de veras creías que podías sorprender al Hijo de Horus, que todo lo ve? — se burló el faraón mientras el mutante usaba sus poderes para crear una montaña de nieve con la que amortiguó su caída.
— Y tú de veras creías que podías subestimar a la Araña, Kahmunrah — replicó Spider-Man en una pasable imitación de Faraón desde la fachada del edificio de enfrente. Faraón apenas tuvo tiempo de levantar la vista antes de verse atrapado en una red de telaraña.
— Maldito… — gruñó el faraón forcejeando con la red, esfuerzo que le impidió esquivar el ataque del arácnido, que se abalanzó sobre él con tanta fuerza que ambos atravesaron la ventana a espaldas del faraón, desapareciendo de la vista.
— Ha funcionado —dijo Iceman maravillado por la impecable coordinación de su compañero, que había aprovechado la distracción creada por su salto para impulsarse a la fachada del edificio de enfrente y así sorprender al de la máscara.
— Yo no estaría tan segura — dijo Tormentosa con un tono de voz que trataba de sonar intimidante mientras ella y Riposte le apuntaban con sus respectivas armas —. Ahora, levántate despacio, pon las manos en alto y no hagas ningún movimiento brusco si quieres seguir de una pieza.
— Está bien, está bien. Ya me levanto. — dijo Iceman en tono conciliador mientras obedecía despacio las órdenes (y pensaba rápidamente en la forma de salir del embrollo tal como le había enseñado el profesor Logan) cuando algo se movió con un crujido detrás de sus enemigas.
Mientras tanto, en el séptimo piso del edificio, Faraón había logrado librarse de sus ataduras y, con un fuerte puñetazo, acababa de mandar a Spider-Man a través de una pared a la sala de estar de uno de los pisos, derribando una polvorienta televisión de pantalla plana.
"Menudo mamporro me ha calzado." pensó Spider-Man llevándose la mano a la mandíbula, donde el villano le había golpeado antes de levantarse pensando "¿Era así de fuerte cuando le atrapé con mi telaraña o se ha dopado de alguna forma que no he logrado ver?"
— ¿Aún puedes levantarte? — preguntó Faraón, ligeramente sorprendido por la pronta recuperación del arácnido.
— Nada mal, has conseguido librarte de mis redes. Y menudo puñetazo ¿haces ejercicio? — dijo Spider-Man encarando a Faraón, que ahora llevaba una máscara de león cuyo fuerte pecho ahora rivalizaba con el de un toro. Un torso a juego con sus nuevos brazos y piernas, gruesos como troncos.
— Y viendo el Gran Dios-Rey Ra que su pueblo se había vuelto irrespetuoso y buscaban substituirlo con un dios de su propia elección, envió su Ojo bajo la forma de la diosa león Sekhmet para castigar su arrogancia e impiedad. — recitó el villano al tiempo que usaba su prodigiosa fuerza para ensanchar el hueco en la pared y así entrar a la estancia.
— Oye, musculitos, si la rompes, la pagas.
— Necio, he sido bendecido con el poder de los dioses de Egipto. No tienes ninguna posibilidad contra mí. — contestó Faraón mientras tensaba los músculos de forma intimidante.
— ¡Así que era eso! Tu poder es canalizar los poderes de los dioses egipcios.
— En efecto. Y si no quieres otra muestra, te recomiendo que te rindas y me des tu Prodigio. — replicó Faraón recalcando su amenaza con el crujir de sus nudillos.
— ¿¡Mi qué!? — chilló más que preguntó un desconcertado Spider-Man antes de responder sarcástico — Lo siento, pero paso de dejar que sobes mi cerebro con esas manazas.
— Tu cerebro de mosquito no. Tu amuleto de araña. El que utilizas para transformarte en superheroe.
— Creo que me has confundido con un Power Ranger.
— ¿Y cómo explicas tus poderes?
— Me picó una araña radiactiva. No creo que te interesen los detalles.
— Pues fijate que sí me… — comenzó a decir Faraón cuando, de pronto, sus ojos se iluminaron de un vivo color rojo y se quedó inmóvil como una estatua.
— ¿Tienes problemas de conexión?¿Quieres que salgamos fuera? — preguntó un sarcástico Spider-Man al cabo de un rato, cuando se hizo evidente que su oponente no pensaba continuar hablando. Apenas había terminado de preguntar cuando los ojos del enmascarado volvieron a su color blanco original mientras dejaba escapar un bufido.
— Araña. Dame el Prodigio o te lo quitaré por la fuerza.
— Ya te he dicho que no tengo ningún amuleto de transformación.
— Pues te lo quitaré por la fuerza. ¡Prepárate! — gritó Faraón avanzando hacia el joven arácnido con aire de levantador de pesas.
— Por la fuerza te voy a dar yo a ti. — replicó retador Spider-Man dando una voltereta lateral que le alejó de su oponente unos cinco metros.
— No me hagas reír — dijo Faraón abalanzándose sobre el de rojo y azul. Justo como Spidey había planeado. En una muestra más de su inhumana velocidad, dio un nuevo salto con voltereta por encima de su oponente que, al no encontrar oposición, cayó de bruces al suelo.
— Pero que… — acertó a decir Faraón cuando, aprovechando que se incorporaba, Spider-Man le lanzó un libro de una estantería cercana.
— Mucho músculo y poco cerebro no te servirán para alcanzarme.
— Tú espera a que te ponga la mano encima.— gritó Faraón volviendo a abalanzarse sobre él. Esta vez se decidió por un puñetazo que Spidey esquivó con suma facilidad haciéndose a un lado, lo que sorprendió ligeramente al de la máscara.
— Buen golpe, Leon-o. Sólo te falta darme.
La respuesta de Faraón fue una combinación de puñetazos, en la cual trató de golpear más rápido, que el arácnido esquivó con igual soltura.
— Vaya, eres bueno. Pero esto seguro que no lo esquivas. — dijo para, acto seguido, dar una poderosa palmada con ambas manos generando una onda de choque que volcó un par de jarrones y una maceta cercana ademas de mandar al arácnido contra la estantería de libros.
Sin embargo, Spider-Man no llegó a dar contra el mueble gracias a un par de cables de telaraña que lanzó mientras volaba hacia atrás, aprovechando la inercia para devolver el golpe con una patada con ambos pies que hizo retroceder al villano.
— Buen intento. Pero no es mi primer thunderclap. Ni siquiera es el más poderoso.
En otro lado, en la planta baja de un edificio en obras, Riposte se movía despacio buscando con la mirada a Akasuna no Sasori, su agresor.
Aunque nunca había sido aficionada al anime o al manga (principalmente debido a su inflexible madre, que nunca le había permitido esa clase de distracciones), conoció el mundo de Naruto a través de una compañera del colegio, Kasumi Amamiya, con la cual no tardó en compartir el gusto por las aventuras del ninja rubio y, una vez comenzó la segunda parte y la pubertad, los Akatsuki. Y de entre ellos, había desarrollado un especial gusto por Akasuna no Sasori, el frío y atormentado maestro de las marionetas; Konan, el siempre fiel ángel de Amegakure, e Itachi Uchiha, el prodigio renegado de Konoha (el único que compartía con Kasumi).
Pero debía mantener la calma porque no parecía dispuesto a charlar y, encima, las había atacado por sorpresa con una marioneta de serpiente que nunca había visto (si bien era consciente de que el manga sólo había mostrado una parte de su más que vasta colección de marionetas). Apartó a Tormentosa con un golpe de su cola mientras que a ella la atrapó entre sus anillos y se la llevó hasta aquel oscuro lugar de cemento y vigas, el cual ofrecía múltiples escondites para el artero ninja.
— Sé que está aquí, Sasori-san. Saque a sus marionetas a pelear o déjeme marchar para que pueda cumplir con la voluntad de mi señor. — dijo en japonés
— Tienes coraje, muchacha. — contestó la voz de Sasori, que parecía venir de todas partes gracias a alguna clase de truco escénico — Te preguntaré lo mismo que a tu compañero, el guerrero kabuki. ¿Qué buscáis entre estas ruinas?
En una azotea de un edificio cercano, Bobby disparaba una ráfaga de afilados cristales de hielo con las manos que la del paraguas esquivaba lo mejor que podía.
— Caray, es buena. Pero estoy seguro de que esto no se lo esperará — se dijo Bobby antes de comenzar a concentrar sus poderes helados en una esfera cuyo poder generaba una cada vez más amplia zona de frío. Pero Tormentosa no se lo iba a permitir. Tan veloz como se lo permitía el viento que empujaba su paraguas, se apresuró a aterrizar en la azotea, apuntó su paraguas y disparó un rayo eléctrico directo al pecho del joven de hielo haciendo explotar la bola de frío.
La azotea se cubrió de una fina capa de nieve y niebla baja, a través de la cual, Tormentosa pudo ver como un Bobby cubierto de escarcha le lanzaba una mirada de sorpresa antes de desplomarse.
— Una captura impecable, Tormentosa — felicitó la melosa voz de su jefe a través del vínculo mental que compartían —. Buen trabajo. Ahora consigue su Prodigio y tráemelo.
— Ha sido fácil, señor Lepidóptero. Los poderes que me ha concedido su akuma son increíbles. — contestó ella también de forma telepática mientras avanzaba hacia el desmayado héroe, tarea que se veía obligada a realizar con gran cuidado y lentitud para no resbalar en el hielo — Nunca había visto un Prodigio con poderes de hielo. ¿A qué animal cree que se corresponde?
— Me supongo que se tratará del Prodigio del Pingüino. No hay muchos animales relacionados al hielo que además vistan de negro. De todas formas, ya habrá tiempo para preguntarle al muchacho cuando me lo traigas.
— Espere, ¿quiere que se lo traiga?¿Que lo cargue a pulso a través de los edificios de París con mi paraguas?
— Por supuesto. Estoy seguro de que, de donde sea que hayan salido estos tres, hay más. Y dónde sea que estén, sin duda también estará… ella.
— Claro, por supuesto. Se lo traeré enseguida. — contestó Tormentosa a sabiendas de que Lepidóptero no iba a aceptar un "no" por respuesta. En otro tiempo, hubiera intentado negarse pero, habiendo visto lo cruel que era su jefe con los que se negaban a buscar, era mejor no provocarlo. Aunque su petición fuera una locura.
— Bueno. Veamos cómo te llevo hasta mi jefe. — dijo para sí una pensativa Tormentosa mientras examinaba el cuerpo del hombre de hielo calculando su peso cuando, de pronto, un fuerte soplo de aire helado la golpeó en la cara.
— AHH! — aulló de dolor una sorprendida y cegada Tormentosa dando, por puro instinto, un paso hacia atrás mientras se llevaba las manos a la cara en un intento de proteger sus ojos, los cuales se habían visto muy afectados por el ataque sorpresa de Iceman.
— Ese rayo ha dolido — dijo Bobby cargando un nuevo pulso de frío — Hoy a hacer que te arrepientas.
Tormentosa apenas logró recuperar la vista justo cuando su enfurecido adversario liberaba una nueva explosión de frío, la cual echó un poco para atrás a Tormentosa además de crear un enorme muro de hielo a su alrededor.
— Así me aseguro de que no sales volando — dijo Bobby antes de abalanzarse sobre ella, deslizándose sobre el hielo. Aunque había algo extraño en su voz a lo que ella apenas tuvo tiempo de prestar atención antes de intentar defenderse con un paraguazo que él esquivó agachándose y respondiendo con un fuerte puñetazo a las costillas. Dejando atrás a la dolorida Tormentosa, Iceman creo un tobogán con el que comenzó a girar más y más rápido alrededor de ella al tiempo que comenzaba a dispararle una lluvia de bolas de hielo como puños.
Tormentosa apenas tuvo tiempo de protegerse la cabeza con los brazos cuando las bolas comenzaron a golpear cada centímetro expuesto de su anatomía. Sólo su resistencia aumentada le permitió aguantar la avalancha de golpes. Pero pronto el de hielo comenzó a aumentar el tamaño y la consistencia de los proyectiles.
Primero fue una, dura como una bala de cañón, que la golpeó por detrás en una rodilla, luego otra que le acertó en la magulladura de las costillas, otra en el cogote y, finalmente, un pesado cuerpo de hielo le cayó encima junto con los restos del tobogán.
— Tormentosa, ¿estás en camino? — le llamó de pronto Lepidóptero haciendo que parte de ella recuperase la consciencia.
— Me temo que no. El Prodigioso... no estaba tan vencido como creímos. Acaba de darme una paliza. Necesito refuerzos. —
— Avisaré a Ani-Man. Tú trata de aguantar ahí.
— ¿Cree que Ani-Man está lo suficientemente recuperado para detenerlo? El ataque helado de antes lo dejó bastante tocado. O eso me pareció. —
— Lo está. Ahora haz lo que te digo. —
Entonces despertó. Aterida de frío y con la cabeza dando vueltas con el dolor, abrió los ojos pero penas hizo un esfuerzo por levantarse. El último golpe la había dejado completamente enterrada en el hielo y aún seguía un poco mareada por el dolor. Estar tan cerca del frío hacía que le doliera respirar y, aunque no pudiera ver las magulladuras, podía sentir como comenzaba a aparecer por el torso y los brazos. No oía al Hombre de Hielo pero calculaba que seguiría cerca, quizá escondido o quizá agotado como ella (porque ciertamente había hecho un gran despliegue de poder). O al menos así era hasta que, de pronto, la montaña de hielo se fundió (demasiado rápido para ser algo natural) y se volvió a solidificar antinaturalmente rápido formando una especie de ataúd de hielo alrededor de su cuerpo. Fue entonces que la cabeza del de hielo (nunca mejor dicho a juzgar por su aspecto físico) apareció en su campo de visión.
— ¿Te rindes, mujer del paraguas? — preguntó con un timbre de voz que recordaba fuertemente al estallar del hielo fino cuando lo pisas — ¿O necesitas otra zurra?
— P… P… Por supuesto — se las arregló para contestar a pesar del castañeo de sus dientes.
N.A:Y, listo. Ya son dos capítulos. A ver cuánto tardo con el siguiente, que traerá nuevos personajes y desafíos para nuestros protagonistas.
