Pozo cerrado

- Inuyasha. - pronunció la mujer, ingresando al templo. - Ya es muy tarde, ¿no piensas irte?

- Yo... lo lamento, señora. - respondió, mientras se encontraba sentado frente al pozo, mirando en su interior. - No pude hacer nada...

- Lo se. - sonrió tristemente, al mismo tiempo en que se paraba a su lado. - Ya me lo has dicho muchas veces. - él la miró, sorprendiéndose levemente de la tranquilidad que emanaba su rostro. - Seguro te estas preguntando, ¿Cómo puede mantenerse en ese estado?

- ¿He? Bu... bueno... yo...

- Kagome es fuerte, ¿lo sabes?

- Si, lo sé.

Kagome es una de las personas más fuertes que he conocido y no me refiero a esta vida

- Una madre sabe, Inuyasha.

- ¿Qué? - no comprendió.

- Una madre sabe... cuando su hijo sigue con vida, al igual que sabe cuando... ya no lo está.

- ¿Usted piensa que ella esta bien?

- No... - sonrió, mientras sus ojos se humedecían. - Sólo siento que esta con vida, aunque eso no me garantiza que la este pasando bien.

Maldición... si tan sólo hubiese podido hacer algo para salvarla.

Apretó los puños sobre la madera, aguantando sus ganas de unirse al llanto de su suegra.

- Ya esta frio... ¿no temes enfermarte?

- Hm... - sonrió levemente. - Yo no me enfermo con facilidad.

Al menos no con esta forma.

- Puedes entrar si lo deseas... dejaré la ventana de la habitación de Kagome abierta.

- Gracias. - susurró, mientras ella se retiraba lentamente.

Salió, mientras el frio viento la envolvía, enseguida sus ojos se redirigieron a la sacerdotisa, la cuál se mantenía arrodillada frente al árbol

- Kikyo. - pronunció acercándose. - Te diré lo mismo que le dije a Inuyasha, no es necesario que te quedes aquí.

- No se preocupe, señora. - sonrió levemente. - Aquí me siento un poco más tranquila.

- ¿Tu madre...?

- Ella ya lo sabe... y también sabe que no debe interferir en esto.

- Esta bien. - le devolvió la sonrisa, mientras se retiraba.

Nuevamente la joven se encontró sola frente al árbol, al mismo tiempo en que decenas de preguntas se agolpaban en su mente, preguntas que parecían no encontrar respuestas.

¿Qué sucedió aquella tarde verdaderamente? ¿Por qué se cerró el portal? ¿Por qué Kagome logró traspasar el pozo pero nadie más logró hacerlo? ¿Por qué la estrella del padre de Inuyasha ya no funciona? ¿Acaso el Jidaiju ha muerto?

- Señorita Kikyo.

Giró ante aquella conocida voz.

- Joven Miroku. - murmuró, mientras este se sentaba a su lado. - ¿Qué esta haciendo aquí?

- Lo mismo que usted. - sonrió. - Tratando de encontrar las respuestas a todas esas preguntas que, aún, no me dejan dormir.

- ¿Su familia sabe que esta aquí?

- Bueno... ante un hecho de tal magnitud como el que ocurrió aquella tarde, me vi en la obligación de revelar todo lo que sabía había vivido.

- Comprendo. - me sucedió lo mismo.

Inicio del flashback.

- Hermana, ¿segura que estas bien? - preguntó la anciana, mientras la ayudaba a alcanzar la puerta de su casa.

- Si. - respondió, mientras su respiración se dificultaba. - Esos demonios no pudieron conmigo.

Sólo necesito saber que mi madre esta con vida.

- ¡Pero estas demasiado herida! ¡Has perdido demasiada sangre!

- No me importa.

El vecindario esta destruido... sólo espero...

Antes de que ella pudiese poner su mano sobre la madera, la puerta se abrió, dejando ver el rostro de su madre completamente ensangrentado. Tapó su boca con su mano, mientras ella le sonreía.

- ¡Kikyo! - gritó.

- Mamá... estas bien. - suspiró, desvaneciéndose lentamente.

Fin del flashback.

- Cuando recuperé la conciencia, supe que era el momento de decirlo todo... ya no podía escapar más.

- Tuvimos mucha suerte, señorita... pudimos haber sido asesinados esa tarde.

- Así es. - hizo una pausa. - ¿Sango?

- Ella no está mejor. - suspiró. - Está desesperada por saber algo de su hermano.

- Entiendo... si tan sólo pudiésemos hacer algo más...

- ¿Usted que piensa?

- ¿Qué? - lo miró confundida.

- Sobre todo lo que pasó, ¿tiene alguna teoría?

- Bueno... no estoy segura pero... antes de desaparecer, el joven Suikotsu tenía un fragmento en su mano... el fragmento de una estrella.

- Recuerdo que lo mencionó luego de eso. - la miró. - También dijo que aquel fragmento comenzó a brillar segundos antes de que él se esfumara.

- Así fue... - la secuencia pasó por su mente. - Ni siquiera él tenía idea de lo que estaba sucediendo.

Yo... lo lamento, no puedo ayudarlos más...

- Podía ver en sus ojos lo mal que se sentía por estar de su lado.

- ¿Lo extraña?

- Bueno... habíamos decidido pasar más tiempo juntos... supongo que no esperaba que las cosas se dieran de esta manera.

- Nadie lo esperaba, señorita Kikyo.

Nuevamente el silencio reinó, mientras ambos estaban inmersos en sus propios pensamientos. Segundos después, el joven abrió ampliamente sus ojos.

- Señorita... ¿puedo hacerle una pregunta?

- Dígame.

- Inuyasha dijo que el fragmento de Bankotsu también comenzó a brillar antes de que desapareciera, ¿verdad? - la mujer asintió. - Y también dijo que Onigumo estaba portando una estrella morada, similar a la que su padre tenía...

- ¿Qué insinúa?

El Jidaiju del árbol fue quién le otorgó esa estrella y, junto con ella, el permiso para que el señor Taisho pudiese traspasar el portal, sin embargo, aquella tarde, el portal se cerró de un momento a otro...

- Es probable... que el portal haya sido sellado del otro lado.

- ¿Qué?

- Si... ¡cómo no lo pensé antes!

- Joven Miroku... - ambos se pusieron de pie. - No comprendo a lo que se refiere.

- El Jidaiju posee un enorme poder espiritual, sin embargo, si aquella estrella le perteneció a una deidad... su poder... hubiese podido sobrepasar su energía, sobre todo si este se encontraba débil.

- Usted sugiere que Naraku y Onigumo sellaron el portal en la época feuda, ¿no es así? - él asintió. - Pero, ¿Por qué no lo hicieron antes?

- No olvide, señorita, que el poder de un espíritu sagrado milenario puede equipararse con el de una deidad, salvo cuando se encuentra debilitado por alguna razón... en cuanto al pozo...

- Siguiendo la misma lógica, también debería estar sellado. - colocó su mano en su barbilla. -Eso significa que la única manera de atravesar sería...

- Exacto... que alguien logre romper el sello desde la época feudal.

- Tenemos que hablar con el padre de Inuyasha de inmediato.

Mientras tanto, el híbrido, quién había salido del templo, no ignoraba la presencia de los jóvenes frente al árbol, sin embargo no deseaba unírseles.

Caminó hasta quedar frente de la ventana y notó que esta se encontraba abierta. Suspiró, al mismo tiempo en que, de un solo salto, se adentraba en la habitación de ella. Se sentó en el suelo, aspirando y cerrando sus ojos.

Este lugar aún lleva todo su hermoso aroma.

- Kagome. - susurró, con una expresión de tristeza. - ¿Dónde estarás ahora?

- Sabía que estaría aquí.

- ¿Qué? - volteó, encontrándose con el joven, quien sostenía a Buyo entre sus brazos.

- Lo siento, pero no podía dormir. - ingresó, sentándose sobre la cama.

- Esta bien. - murmuró, apoyándose en ella.

- ¿No regresarás a tu casa?

- No tengo nada que hacer allá.

A decir verdad, no tengo nada que hacer en ningún lado, salvo en la otra época.

- La extrañas, ¿verdad? - comenzó a acariciar el lomo del animal.

- Keh, ¿tú que crees?

- Yo igual. - suspiró. - ¿Crees que esta viva? Mamá dice que si...

- Hazle caso a tu madre, Sota. - el niño lo miró. - Ella es quien más sabe de todos nosotros. - suspiró. - Pero... si te sirve de consuelo, prometo que la traeré de regreso.

- ¿De verdad? - por alguna razón el niño se sorprendió ante sus palabras.

- Hmhm... ahora vete a dormir, mañana tienes que ir a clases.

- Inuyasha. - sus miradas se cruzaron. - Gracias.

Sonrió antes de salir y, por un segundo, se sintió bien de haberlo tranquilizado, sin embargo, la angustia se apoderó de su pecho nuevamente, mientras sus orbes dorados se posaban en las estrellas, las cuales eran visibles a través de la ventana que seguía abierta.


Época feudal.

- ¿Hay alguna novedad? - preguntó.

- Onigumo. - miró por sobre su hombro al yokai que le daba la espalda. - ¿Acaso eres idiota?

- ¿Por qué lo dices?

- Si se trataran de buenas noticias, vendrían con la jovencita en sus manos, ¿no les parece?

Ninguno de los dos gurreros respondió ante aquella pregunta.

- ¿Tienen idea de si Mukotsu encontró a la otra niña?

- No, señor. - pronunció Ginkotsu.

- Hm... - sonrió. - Ese idiota... si tan sólo no estuviera escondido, lo hubiera decapitado en este momento.

- ¿Qué dices? - intervino. - Tú sabes donde se encuentra...

- Pero él no, Onigumo. - caminó, adentrándose en la oscuridad de la cueva.

- Demonios. - suspiró, volteando hacia los jóvenes. - ¿Dónde están los demás?

- Bankotsu y Jakotsu se encuentran cerca de la aldea donde vive la hija de esa mujer. - respondió Renkotsu. - Asumo que Kyokotsu y Suikotsu estarán buscando a ese niño.

- Entonces el imbécil de Mukotsu se encuentra solo...

- No podemos estarle cuidando las espaldas. - se encogió de hombros. - Después de todo, es momento de que se encargue de sus errores.

- Encuentren a esas personas... antes de que el jefe los mate primero. - ordenó, volteando y siguiendo el mismo camino de su compañero.

- ¿Qué te sucede? - preguntó Kyokotsu, al ver la sonrisa en el rostro del joven.

- ¿Realmente creen que ellos tienen el control sobre nosotros? - se encaminó a la salida. - Tarde o temprano encontraremos la forma de librarnos de ellos.

Mientras, el yokai se detuvo frente a una de las paredes, sonriendo ampliamente ante la imagen frente a sus ojos.

- ¿Sigues con vida, querida Kagura?

- Hm... que imbécil... si ya sabes la respuesta, ¿para que preguntas?

- No seas insolente, ¿quieres? - apretó su puño, al mismo tiempo en que aquellas cadenas venenosas se enterraban con mayor firmeza en las muñecas de la mujer. - Si me sacas de mis casillas, te rebanaré ese precioso cuello que tienes.

- ¿Y que esperas? - frunció el entrecejo, soportando el dolor. - Prefiero esto antes de que tener que seguir escuchando tu miserable voz.

- Lamento decirte... que trataré de mantenerte con vida hasta que Sesshomaru venga a buscarte, claro, eso si es que lo hace. - sonrió. - Recuerda que el único motivo por el que vendría a esa época, es por esa jovencita.

- Ja... yo no necesito que nadie me rescate, Naraku... además, tú no tienes derecho a hablar sobre algo similar... estoy segura de que correrás a buscar a esa sacerdotisa antes que el idiota que te acompaña se te adelante.

La sonrisa burlona de él se esfumo, mientras se controlaba internamente para no arrebatarle la vida en ese mismo instante.

- Tal vez seas el cadáver viviente de un demonio... tal vez ya no cargues los sentimientos de Onigumo en tu interior, pero algo te sucedió con esa mujer en tu vida anterior... y estas ansioso por cobrar lo que no pudiste.

- ¡Silencio! - gritó, mientras otra de aquellas cadenas emergía de la pared, envolviendo el cuello de la yokai.

- ¿Lo ves? El simple hecho de mencionarlo hace que no puedas soportarlo. - tartamudeó, debido a la falta de aire.

- Ya quiero ver la cara de Sesshomaru cuando te arranque los ojos frente a él.

- ¿Qué sucede?

La cadena que imposibilitaba el paso del aire desapareció, dejando pronunciados jadeos tras de si.

- Nada, sólo teníamos una amena charla, ¿no es verdad, Kagura?

Ya veo... quieres mantener tus emociones ocultas, ja... suerte con eso.

Ella no respondió, sólo se limitó a observarlo con sus ojos lleno de odio.

- ¿Irás con el jefe? - Onigumo elevó la estrella. - Dijo que quería verte.

- Hazlo. - el hombre extendió la mano, abriendo aquel portal. - Sólo trata de ser capaz de mantener en su lugar a esta mujer, luego nos encargaremos de esa loba.

Ambos desviaron la mirada hacia Ayame, quién aún seguía dormida, al mismo tiempo en que Naraku ingresaba en aquella morada luz, desapareciendo por completo.