Resultado de la decimoséptima rifa: Svetlana, Priya, Ripper, Dakota, Sanders, Sugar

D. Desastre en la cocina (Dakota x Sugar)

Dakota levantó una caja de levadura con una mueca. Nunca había visto una de esas antes, pero sabía que había hongos ahí. Entonces, ¿por qué se veía exactamente igual que la harina?

La puerta se abrió y un guardia arrastró a una chica rubia, con sobrepeso, unos enormes ojos azules, y apenas un par de años menos que ella hasta su área de trabajo. La chica apartó al guardia con un movimiento exagerado del brazo y se dejó caer en el banco al lado de Dakota. Si esa iba a ser su compañera de trabajo eso prometía ser un desastre.

—Muy bien señoritas, ahora que están todas, llegó el momento de ponerse a trabajar —dijo el enorme hombre negro con tatuajes y labial, por algún extraño motivo, que todo hacía suponer sería su instructor—. Quiero que quede muy claro para todas ustedes que su asistencia no es opcional. Ustedes están aquí como una última llamada de atención en vista de su desinterés por ser miembros útiles para la comunidad. Y antes de que vengan con sus comentarios, de cualquier índole, quejándose de porque precisamente cocina, sepan que si no triunfan en esta tarea serán enviadas a hacer trabajos forzados en las minas de litio en las lunas de Júpiter. Así que espero se tomen muy enserio todo lo que veamos aquí.

Dakota tragó saliva ruidosamente, ganándose una mirada inquisitiva de su compañera. No podía permitir que la desconocida pensara que estaba asustada.

—Mi papi es administrador de una de esas minas, así que no hay forma de que me manden ahí aunque falle aquí —le aseguró Dakota, fingiendo que no era la gran cosa.

—Bueno, pues yo fui elegida como la princesa de mi pueblo, así que también soy inmune —dijo la chica cruzándose de brazos.

Una caja llena de materiales de cocina cayó de golpe frente a ellas sobresaltándolas. Las dos se giraron para ver a su instructor que las miraba con el ceño fruncido.

—Nadie es inmune aquí, y si yo digo que son una carga para la sociedad a nadie le va a interesar quién las respalde, ¿entendido? —el hombre se inclinó entre ella de manera amenazante. Dakota tragó saliva de forma ruidosa y ambas asintieron.

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Sugar estornudó sin taparse la boca sobre los ingredientes del platillo que estaban preparando y siguió picándolos como si no hubiera pasado nada. Dakota hizo una mueca. Llevaban tres días como compañeras en el taller, y ya había decidido que una vez se graduaran se iba a asegurar de nunca comer algo que Sugar cocinara; estaba dispuesta a mudarse de nave si era necesario.

—Y… nunca me has contado como te volviste princesa de tu pueblo —comentó Dakota regresando su atención a lo que ella estaba preparando—, creí que todas las monarquías habían sido erradicadas hace mucho tiempo cuando se dieron cuenta que la humanidad no podía permitirse lujos como darle poder y complacencias a una familia solamente por existir.

—Discúlpame, pero ser una princesa implica mucho trabajo duro. No somos simples mantenidas —se quejó Sugar—. ¿Y qué hay de ti? ¿Cómo es que la sociedad si se puede permitir magnates como tu padre?

—Él trabaja mucho, es beneficioso para la sociedad.

—Pffft, él sólo da órdenes. Los que hacen el verdadero trabajo son todos los mineros que eran una carga para la sociedad antes de que tuvieran que hacer trabajos forzados.

—¡Administrar también es un trabajo esencial!

—¡Robar, querrás decir! —gritó Sugar— Y aunque lo que dices fuera cierto, él es el que administra, no tú. Al menos yo les doy esperanza y un sentido de pertenencia a mi pueblo, en cambio tú eres una completa inútil. Veremos si papi sigue pareciendo tan maravilloso cuando sea tu trabajo parte de lo que "administra".

La botella de aceite que Dakota traía en las manos se le resbaló directamente en el fuego.

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Cuando Sugar entró a la enfermería Dakota aún estaba llorando. Sus manos estaban vendadas y un olor muy penetrante a las plantas curativas que se cosechaban en el lugar del que provenía Sugar inundaban el espacio. Ella respiró hondo y se acercó a su compañera.

—Hola…

Al verla Dakota se giró a la pared. Intentó atraer sus piernas a si pero nada más intentar usar sus manos la hizo gritar y que su llanto escalara. Sugar murmuró un par de maldiciones mientras intentaba tocarla para poder consolarla, pero el lenguaje corporal claramente mostró la oposición de Dakota, así que se limitó a sentarse a su lado en la camilla.

—El doctor dijo que la piel siempre se verá un poco rara, pero que podrás recuperar la movilidad total sin ningún problema —intentó Sugar, obteniendo una reacción todo menos positiva por parte de la chica—. Mira el lado positivo, si tus manos quedan muy mal no hay forma de que te manden a la mina, serías una carga aún más grande ahí.

—¿Por qué no te largas? —le preguntó Dakota, y Sugar sintió como su corazón se aplastaba al encontrar más dolor que rabia en su voz.

—Yo, lo siento, no debí de decirte esas cosas… Si hubiera sabido que se te iba a caer el aceite yo… —balbuceó Sugar.

—Oh, vamos, no te des tanto crédito —la detuvo Dakota—. Yo fui imprudente… es mi culpa.

—Yo no soy una verdadera princesa —soltó Sugar impulsivamente, logrando que la expresión de Dakota se transformara a una de genuino interés—. Bueno… tampoco es que no lo sea… es sólo que… Vengo de una nave agrícola, la gente es supersticiosa en esos lugares. Cada ciertos años se elige una niña pequeña entre la tripulación para nombrarla la princesa de la nave, se cree que mientras la mantengan sana y contenta todo va a ir bien con la cosecha.

—Todo está perfectamente calibrado por sistemas automáticos, nunca tendría que ir nada mal con la cosecha —la interrumpió Dakota.

—No, no, pero es cierto. Yo no había nacido aún, pero la princesa anterior a la que me precedió no quiso anunciar cuando empezó a menstruar y prácticamente todos los sistemas, desde el de riego hasta la calefacción empezaron a fallar.

—¿Cómo qué menstruar, eso qué tiene que ver?

—Como te dije, la princesa representa la buena cosecha. Debe ser una niña, en la primavera de su vida —explicó Sugar, su mirada clavada en el suelo.

—Ósea que tú ya no eres la princesa de tu pueblo —dedujo Dakota.

—Al final del día es un título puramente decorativo, no es como que reinara sobre nada. Pero siempre tenía coronas de flores, y era la primera en probar la fruta que se cosechaba, todo el pueblo me amaba… Y de repente, hace cuatro años, de la nada todo desapareció. Bueno, no fue exactamente de la nada, siempre supe que algún día pasaría pero, aún así, cuando pasó fue… como si arrancaran una parte de mí. Siempre fue tan fácil sentirme útil para la comunidad, literalmente todo lo que tenía que hacer era ser bonita, y ahora…

La voz de Sugar se quebró y fue incapaz de seguir hablando. Dakota suspiró, un poco molesta por el cambio de papeles que hacía que ahora fuera ella la que tuviera que consolar a la otra. Sabía que teóricamente no era su obligación, pero algo dentro de su pecho la obligó a intentarlo.

—Si soy completamente honesta contigo la verdad es que detesto a mi papá —confesó Dakota, ganándose una mirada sorprendida de su compañera—. Yo era su princesita, así como tú eras la de tu pueblo; yo tampoco tuve que hacer nada más que ser bonita a lo largo de toda mi vida. Mi papá siempre pensó que podía usar sus influencias para conseguirme un puesto importante en alguna nave con departamento administrativo.

—Pero no pudo —asumió Sugar.

—No, claro que pudo. Pero como no iba a dejar que su niñita estuviera en cualquier trabajo me consiguió un puesto en el canal de exportación de los minerales que se extraen de sus minas. ¡Y fui terrible! Como jamás había tenido que trabajar, ni siquiera las pequeñas tareas que se les van asignando a los niños mientras creces, lo arruiné todo. No quería decepcionar a nadie, así que lo intenté, en serio lo intenté. Quizás si hubiera admitido mi derrota antes mi papi hubiera podido arreglar las cosas antes de que escalaran hasta donde escalaron, pero en su lugar… De hecho yo ya debería estar trabajando en las minas, fueron otra vez las influencias de mi papá las que permitieron que tuviera esta segunda oportunidad.

Sugar rodeó a Dakota con un brazo por los hombros, y aunque su impulso inicial fue empujarla terminó por recargar su cabeza en la de la otra rubia.

—No vamos a terminar en una mina —le prometió Sugar—. No voy a permitirlo.


Así que… el mes del amor terminó y yo no publiqué ni un One-shot de esta colección… Mhhmm… ¿Podemos hablar de cómo casi usé las 1500 palabras y no logré llegar a un punto donde hubiera interacciones románticas entre Sugar y Dakota? La idea era hacer un kinda enemies to friends to lovers, pero supongo que nos quedamos en kinda enemies to feeling empathy. Aún así espero les haya gustado.

Los quiere: yo.