Las cosas ya se pusieron muy traviesas y picantes, fufufu u Pero bueno, así es el Halloween. Si mal no recuerdo, es el turno de nuestra parejita BanxElaine, fufufu. ¿Listos para más caramelos?


—Esta fiesta es muy divertida, ¿no creen? –preguntó la pequeña rubia bamboleaba un poco, y su hermano de inmediato saltó para quitarle el vaso que llevaba en la mano.

—Elaine, deja de tomar tanto. ¡Y tú! ¡Dile algo, idiota!

—Vamos, tranquilo King —rió su novio recuperando el vaso—. Es solo su segundo trago, y además está aquí con todos nosotros. No le puede pasar nada malo.

—Debo reconocerlo, ¡esta es una de las mejores fiestas en las que he estado! —Meliodas iba por el quinto trago de la noche, y no se veía ni un poco borracho—. ¡Esto está buenísimo!

—¿Pero no creen que la gente actúa un poco rara? —A pesar de las luces y la música estridente, King se había dado cuenta de que muchos ya no estaban, y los sí, se comportaban de modo extraño. Él mismo se sentía diferente—. Tengo que ir al baño. Vuelvo en un momento.

—¿Quién es el que no aguanta el alcohol ahora, hermano?

—¡Que todo salga bien! —Ban empinó de nuevo su vaso y la dejó a lado del de Elaine—. ¡Delicioso! Y hablando de delicias. Jefe, mira quién está allí. —El rubio volteó a donde señalaba su mejor amigo, y vio a Elizabeth Liones entrando a la habitación. Como suponía, la mojigata había traído un aburrido disfraz de cuello alto, como si fuera una peregrina o algo así. Sin embargo, por alguna razón, él sintió una especie de salto en el pecho cuando la vio, y no pudo evitar preguntarse cómo sería quitarle ese vestido a mordidas.

—¡Es el momento perfecto para mi broma! Ban, Elaine, ¿me ayudarán?

—¡A la orden! —El rubio salió disparado al lado contrario de la habitación para subir al segundo piso a prepararse, mientras la pareja se acercaba a Elizabeth con falsas expresiones inocentes.

—Te ves un poco perdida, linda. ¿Quieres perderte con nosotros?

—¡Oh! Hola Ban, Elaine. No, es solo que estoy buscando a mis hermanas y no las encuentro.

—Creo que vi a Margaret en el segundo piso. —dijo la rubiecita sin poder ver a su amiga a los ojos.

—Gracias, creo que iré a buscarla —La pequeña de ojos ámbar la condujo hasta el elegante barandal y le señaló el supuesto lugar donde estaban.

—Del lado izquierdo, en la habitación del fondo.

—De acuerdo, nos vemos en un rato, ¡y feliz Halloween! —Los dos se despidieron con la mano mientras la veían adentrarse en el corredor, inconsciente de lo que le esperaba cuando llegara a su destino.

—Qué mala eres, nena.

—No Ban, no es lo que piensas. —La rubia miró al piso mientras suspiraba sonoramente—. Meliodas no es una mala persona. Creo que siente algo auténtico por Elizabeth, algo muy diferente al odio que finge todos los días. Tal vez solo necesitan un pequeño empujón para…

—¿Así que tú también lo piensas? —Ban la abrazó por los hombros, y ambos sonrieron cálidamente mientras miraban hacia arriba. Ninguno notó que, a solo unos pasos, Jericho vertía la pócima en sus vasos.

Elizabeth se había adentrado a la oscuridad del pasillo del segundo piso, y considerando lo ruidoso que estaba abajo, sintió un escalofrío al percibir tanto silencio.

—¿Ma… Margaret? —No hubo respuesta alguna, y cuando estaba por darse la vuelta, le pareció escuchar a alguien susurrando su nombre.

—Elizabeth…

—¡¿Quién está ahí?! —Ella siguió caminando hasta llegar a la habitación del fondo, donde se suponía estaba su hermana. La puerta se abrió con un rechinido, y encontró que era una espaciosa biblioteca con un gran escritorio en el centro. Le habría encantado el lugar, de no ser porque sobre el mueble había un enorme ataúd negro—. ¿Hay alguien? —La albina se acercó sigilosamente hasta el terrorífico accesorio, lo miró con detenimiento, y suspiró aliviada al ver lo falso que se veía. Y entonces…

—¡RAAAAAAAGH! —surgió el monstruo asustándola tanto que cayó de sentón. Solo dejó de gritar cuando se dio cuenta de que su atacante se reía—. ¿Te asusté, Tonteli?

—¡Meliodas! ¡Eres un desgraciado! —le gritó recuperando el sombrero que había perdido—. ¿Por qué siempre me haces el objetivo de tus bromas pesadas y trucos?

—Porque me sabe dulce, cara de ángel. ¡Uy! Hablando de dulce, ¡qué bonita ropa interior! ¿Y quién diría que bajo ese gorrito para ir a la iglesia habría un par de cuernos? —Elizabeth se ruborizó violentamente al oírle decir aquello, pero estaba tan enojada que, en vez de dejarse intimidar, se puso de pie dispuesta a enfrentar a su némesis.

—¿Eres tan inmaduro que te diviertes viendo los panties de las chicas?

—De otras sí, pero me temo que tú eres muy sosa y aburrida para mis gustos. No has cambiado nada desde que éramos niños.

—¡¿A sí?! —Ahora estaba furiosa, por lo que Elizabeth decidió que era el momento de darle una lección. Perdió todo pudor y, de un tirón, se desvistió frente a Meliodas revelando el pecaminoso traje de diablesa que tenía oculto tras la ropa de santa. Se quedó mudo de asombro, por lo que la peliplateada lo tomó como un punto en el marcador para ella y se burló de él por su expresión—. ¿Qué pasa? ¿La niñita que molestabas creció un poco? —No contestó.

De pronto su mirada había cambiado. Sus ojos verdes se volvieron negros como la noche, su respiración pareció detenerse por completo, y comenzó a caminar hacia ella de una forma extraña y amenazadora. Elizabeth estaba realmente asustada, y fue retrocediendo hasta que la tuvo acorralada contra la pared.

—Me… Meliodas, ¿Qué crees que haces? —A una velocidad imposible para un humano, el rubio la sujeto por el cuello mientras su mirada pasaba de negro a rojo y sonreía mostrándole una boca llena de colmillos—. ¡No es gracioso! ¡Meliodas!

—Elizabeth… —La forma en la que dijo su nombre hizo que la albina se estremeciera de pies a cabeza. Luego acercó el rostro a su cuello, exhalando su aliento cálido sobre la sensible piel y generándole un delicioso escalofrío que nada tenía que ver con el susto. Para ese momento ella estaba temblando, y gritó cuando sintió su lengua húmeda deslizarse desde su clavícula hasta la base de su oreja.

—¿Qué…? —Luego él hizo algo que la asustó aún más. Acercó sus rostros como si estuviera a punto de besarla. Cuando estaba a solo unos centímetros, Elizabeth recobró la cordura y lo empujó con fuerza—. ¡No! —Fue el turno del chico para caer de sentón, y eso lo ayudó a recobrar la conciencia.

—¡¿Pero qué te pasa tonta?! ¿Es que no puedes aguantar ni una broma? —Él guardó silencio en cuanto la vio. Elizabeth estaba llorando.

—Eres un idiota. ¿Cómo puedes tratarme así y decirme que me odias, para luego hacer eso y tratar de besarme? ¡Estúpido!

—¡Elizabeth! —Pero ella ya no escuchaba. Salió corriendo del cuarto lo más rápido que pudo, dejándolo con un nudo de emociones confusas y recuerdos borrosos sobre lo que acababa de pasar.

—Tiene razón. Si en verdad la odio, ¿por qué hice todo eso? ¡Auch! —Se dio cuenta que cierta parte de su cuerpo le dolía: había tenido una erección sólo por verla vestida de diablesa—. ¿Pero qué está pasándome?

—Ban, no me siento bien. —dijo Elaine auténticamente mareada, y tuvo que preguntarse si no habría sido mejor hacer caso a su hermano.

—¿Qué tienes linda? ¿Te sentó mal el ponche? —Antes de que siquiera pudiera contestar, quien había estado esperando ese momento, se acercó con la sonrisa más genuina que podía a "tratar de ayudar".

—Tal vez solo necesita tomar aire fresco. Vengan, hay un pequeño jardín privado por aquí.

—Esto… gracias. Perico, ¿verdad?

—¡Es Jericó, imbécil! —Después de dejarlos en el lugar prometido, la peliazul corrió para posicionarse en el orificio secreto a través del cual podía espiarlos sin que lo supieran. Vio cómo ambos tomaron la poción Tenebris Mallum, y ahora esperaba que ésta hiciera efecto en cualquier momento.

—Creo que al final Perico es una buena chica, ¿no crees Elaine? —preguntó ofreciéndole la botella de agua que ella les había traído—. Es muy amable y todo.

—Tal vez demasiado amable. —Los ojos de la rubiecita se habían puesto extrañamente oscuros, y ahora se movía de una forma sinuosa y siniestra—. Ban, ¿por qué te le quedas viendo? ¿Acaso tuviste algo con ella?

—¿Qué? ¡No! —Pero era obvio por la expresión de su novia que no le creía, a lo que él respondió con un gesto evasivo y una mueca antes de contarle más detalles—. Bueno, llegué a cuidarla cuando era pequeña, y ella decía que quería casarse conmigo, ¡pero eso era solo un juego! No es nada importante.

—¿Con que un juego, eh? —En ese momento el viento sopló con fuerza, revelando la luna llena en todo su esplendor, y haciendo que Ban de pronto sintiera un fuerte dolor de cabeza.

—Elaine, yo tampoco me siento bien. ¿Qué tal si vamos al sillón a recostarnos?

—Yo me siento de maravilla —El vestido de bruja de la chica de pronto se volvió más negro, su actitud, más agresiva. Y entonces, de la nada comenzó a flotar—. ¿Para qué quieres que me acueste? ¿Para qué me quede dormida y puedas ir a beber y coquetear con otras? —Un sonido ronco dejó la garganta del albino, y aquel ruido sonó muy parecido a un rugido.

—Al menos ellas sabrían beber, no tendría que estar cuidándoles la borrachera como si fueran niñas —Él había empezado a apretar los puños, y las orejas de su disfraz parecían extrañamente reales—. Y respecto a por qué quiero que te acuestes, créeme cuando te digo que no sería para dormir. Pero claro, tampoco puedo hacer "eso". Después de todo, aun eres muy niña para tu primera relación sex…

—¡Cállate! —De la nada, una liana de enredadera salió del muro y aprisiono el cuello del hombre lobo, que luchó mientras la brujita flotante se acercaba a él. Ahora su novio tenía cola.

—¡Así es! Llevamos más de un año juntos, y no me has dejado tocar más que esto. —El albino liberó una de sus manos para apretar el pequeño pecho de la rubia—. Es natural que me mirara a otras.

—¡Ya te enseñaré yo qué es natural! —Con un movimiento de la mano, Elaine ordenó a las lianas que desgarraran su propia ropa, quedando por completo desnuda frente a los ojos de Ban, cuyos iris ahora emitían un extraño brillo dorado.

—A eso me refería. —El peliblanco intentó acercar la mano de nuevo, pero la furiosa chica se lo impidió.

—¡Que te calles! —Más lianas salieron de todas partes, aprisionando sus brazos y piernas, formando una gran cruz con su cuerpo y dejándolo completamente estirado—. No tienes idea de cuánto lo he deseado, ¡de cuánto me he contenido! —Elaine sujetó su barbilla con fuerza, y antes de que alguno pudiera decir qué pasó, estaban besándose con desenfreno y voracidad; él lo único que hacía era retorcerse para tratar de liberarse, y cuando separaron los labios, vio confundido que ella estaba llorando—. Es solo que… tengo miedo. Miedo de no estar lista, de no ser suficiente para ti. Estúpido, ¡te amo!

Entonces las enredaderas comenzaron a comportarse de modo extraño. Subieron a través de las piernas de los dos, aprisionándolos y rozándolos por el lugar donde aún no habían estado mutuamente. En cuanto él sintió cómo la extraña planta aprisionaba su miembro, gimió tan alto que pareció aullar.

—Elaine, ¿por qué no lo entiendes, pequeña bruja malvada? ¡Podrían venir todas las mujeres desnudas del mundo a mi cama, y a la única que querría es a ti!

—¡Demuéstralo!

—¡Como ordenes! —Entonces, él usó toda su fuerza para romper sus ataduras y abalanzarse sobre la hermosa figura de su mujer. Ella lo recibió con los brazos abiertos, y pronto todo eran bocas, manos y cuerpos rozándose. Esos besos pasaron a mordidas descaradas, y en algún momento durante la pasión, la pequeña sintió como el velo de su virginidad era rasgado por completo.

—¡Aaaahhhh! —Al percibir el olor de su sangre, él logró detenerse y mirarla a los ojos—. Ban…

—Elaine —Luego la embistió con cuidado, disfrutando sus gemidos y de las constantes contracciones de su pequeño y apretado interior. Cuando creía que al fin había logrado un ritmo, de pronto sintió un golpe en su espalda: una de las enredaderas lo había golpeado.

—¡Más rápido! —gritó ella, y pronto él comprendió que era su bruja quien usaba aquel látigo verde para provocarlo—. ¡Más duro, Ban! —Y entonces su encuentro se volvió completamente desenfrenado. Golpe, embestida, gemido, golpe, embestida, gemido. Ninguno tenía intención de parar, y el reloj apenas estaba marcando la medianoche cuando por fin ambos alcanzaron el primer orgasmo. Jericho se apartó del lugar con la cabeza baja y el corazón roto, esperando a hacer "puff" en cualquier momento.

—Ni hablar, esos dos están tan enamorados que incluso en su versión malvada se siguen amando. No hay nada que hacer aquí.

—¿Jericho? —dijo una voz conocida interrumpiendo su monólogo—. ¿Qué tienes?

—¡Guila! —En ese momento su mejor amiga se acercaba con una mirada preocupada en su dulce rostro con ojos alargados—. Pensé que no habías venido.

—Al final sí pude, dejé a Seal con una niñera por hoy. Esta noche quería estar contigo.

—¡¿Has estado en la fiesta todo este tiempo?! ¿Y por qué no me llamaste?

—¡Lo intente! Pero creo que algo extraño ocurre con la señal de la casa. De hecho, algo extraño pasa con la casa y punto. Me hace sentir... diferente. —Los ojos de la chica brillaron un segundo con un fulgor extraño, y Jericho tragó saliva antes de hacer la pregunta a lo que ya sabía.

—¿Diferente cómo? —Su amiga se le acercó, luciendo cada una de sus curvas en su entallado traje de gato negro y, de repente, la beso.

—Mmmm... —Sus labios eran dulces y suaves, su aliento sabía a dulce de calabaza, y en menos de dos segundos, las dos jóvenes ya estaban entrelazando sus lenguas. La pelinegra subió la mano para comenzar a acariciar sus pechos, y deslizó la otra hacia atrás para apretarle el trasero. El beso se fue haciendo más intenso, más ardiente, y cuando por fin se separaron, un delgado hilo de saliva las unía.

—¿Qué dices Jericho? ¿Me darás una oportunidad? —El fuego ya se había encendido dentro de la peliazul, y como además no quería hacer "puff" y desaparecer de la fiesta, se acercó más a su amiga y metió la mano dentro de sus bragas.

—¿Por qué no? Después de todo eres mi compañera de juegos favorita. —Se sonrieron mutuamente con coquetería y, tras un par de caricias más, comenzaron un juego que efectivamente las salvaría de hacer "puff" el resto de la noche.


Y eso sería todo por ahora chicos UwU Vaya, cuántos recuerdos. Maravillosos momentos de la época más mágica y tenebrosa del año ^û^ Ahora que vuelvo a leerla y corregirla, les confieso que me da un poquito de pena, ¡escribía fatal! Les prometo que entre más nos acerquemos a mis textos recientes más magia verán, pero ahora conformémonos con un beso, un abrazo y la promesa de que, si las diosas lo quieren, nos veremos la próxima semana para más. ¡Hasta la próxima!