- Necesito hablar con Piandao. - Repitió intentando modular su tono de voz frente al joven monje que lucía más alarmado a medida que su descontento aumentaba.
- ¡Eclispe! - Saludó Gyatso con una de sus características sonrisas al emerger del interior del templo. - Que gusto verte por aquí. - Declaró tomando el lugar del joven quién, dada la oportunidad, no disimuló el alivio que le provocó ser removido de la situación en la que había estado atrapado en los últimos diez minutos.
- ¿Leíste la última carta que me envió? - Preguntó innecesariamente pues sabía que Gyatso monitoreaba todo lo que el enloquecido maestro fuego garabateaba antes de aceptar entregarlo.
- La leí. - Asintió.
- Su pasado comienza a alinearse con el de Asami... - Suspiró. - No creo que sea apropiado que continúe leyendo sus cartas. - Bufó. La realidad comenzaba a condensarse a su alrededor, las historias de ambos bandos colisionaban causando un estruendo ensordecedor; resultaba doloroso conocer un lado de la verdad y ver venir a lo lejos una confesión que no quería escuchar. Si Piandao resultaba ser el responsable de la muerte de la madre de Asami ¿qué se supone que debía hacer? el hombre ya llevaba a cuestas la muerte de un Avatar, lo que le había costado un par de fuertes golpes en la cara; no quería imaginar lo que su siguiente confesión podía llegar a justificar.
- Entiendo que tú relación con Asami se ha fortalecido y que eso te haya otorgado algo de contraste, pero creo que para entender los eventos del pasado siempre es mejor conocer las perspectivas de todos los que estuvieron ahí para presenciar lo sucedido. - La calma que emanaba de su mirada solía bastar para apaciguar sus inquietudes, pero está vez era distinto ya que su preocupación no nacía de un problema personal, si no del vínculo que tenía con la persona más cercana a ella en la isla.
- Asami es mi... - Dudó por un momento sin pasar por alto el calor que sentía en el rostro y el rápido palpitar de su corazón. - Es mi esposa. - Completó con cierto titubeó, aquello era algo que aún no hablaba abiertamente pues no se sentía capaz de cumplir con el papel que le correspondía, pero sabía que su falta de memoria no eliminaba la existencia del vínculo que las unía y por ello se esforzaba por reconocer las cosas como eran.
- Es mi familia y no creo que prestarme para que Piandao desahogue sus penas sea apropiado si eso implica comprometer las emociones de Asami. - Intentó sonar lo más congruente posible; las cuestiones sentimentales solían llenarla de dudas e inseguridades, pero en esta ocasión no quería mostrarse confundida.
- ¿Asami está leyendo las cartas? - Preguntó con calma.
- No, ella respeta las reglas que ustedes le impusieron. - Volvió a suspirar. - Pero no tienes idea de lo que siento al estar con Asami. - Levantó la mirada sin saber bien como poner sus sentimientos en palabras. - Si me entero de que Piandao fue quién lastimó a su familia... no sé lo que haría - Confesó sin apartar la mirada del monje como indicación de que aquella era una declaración de la que no estaba dispuesta a retractarse.
- Entiendo. - Asintió. - Adelante, te acompañaré hasta el patio. - Comenzó a guiar el camino y ella lo siguió de cerca sintiendo algo de remordimiento. La violencia era algo que los monjes no le habían enseñado; sin embargo, había bastado la influencia de un ser querido para que ella se desviara por completo de lo que había aprendido en la isla. No la podían culpar por sentirse así, la indignación era algo de lo que no podía escapar, el contexto resultaba intolerable por sí mismo, gente intentando vivir en paz y rebeldes aprovechándose de ellos, no existía justificación alguna.
Cruzando el arco que conectaba el templo con el patio pudo distinguir a Piandao recostado contra el tronco de un árbol; con los ojos cerrados parecía estar dormido, llevaba cuatro días bajo el cuidado de los monjes, su piel lucía menos maltratada pero su rostro demacrado reflejaba el mismo gesto inconforme de siempre.
- No ha compartido mucho con nosotros, pero siempre es diferente cuando se trata de ti o alguno de los chicos. - Sonrió el monje antes de retirarse, un acto que por sí mismo hablaba de la confianza que tenía en ella y sus intenciones.
Acercándose despacio se permitió un tiempo para absorber la imagen del hombre que tenía delante, su triste figura no hacía más que despertar cierto nivel de repulsión en la morena, ahora que había leído más de sus cartas comenzaba a preguntarse ¿de qué manera este hombre había obtenido el privilegio de lastimar a tantas personas? no había nada especial sobre él, más allá de sus habilidades para manipular el fuego, Piandao no era una persona digna de admirarse o respetarse.
- Ya no voy a leer más de tus cartas. - Decretó a secas con tono firme.
- Me dijeron que te has vuelto cercana a la hija de Sato. - Murmuró y, apegándose a sus malas costumbres, mantuvo los ojos cerrados sin hacer esfuerzo alguno por mantener contacto visual con la persona que le hablaba.
- Asami. Su nombre es Asami. - Gruñó.
- Asami Sato. - Pronunció remarcando el apellido. - Ella no habría logrado nada de lo que hizo de no ser por su padre. - Añadió con amargura. El inicio de aquella conversación iba tan mal como lo había anticipado, aún no leía el resto de su historia y ya tenía ganas de castigarle la cara como Asami lo había hecho meses antes. Suspiró, su propósito no era causarles problemas a los monjes, recordó en un intento por honrar la confianza y hospitalidad de Gyatso.
- Veo que aún no has recuperado tus recuerdos. - Comentó con una pequeña sonrisa difícil de interpretar.
- ¿Eso qué importa? - Preguntó cruzándose de brazos. Su incapacidad para cumplir con su tarea como Avatar era algo que estaba demás en aquella conversación.
- Tendrías más preguntas para mí si los hubieras recuperado. - Se encogió de hombros antes de comenzar a abrir los ojos lentamente. - Veo que te has deshecho de las muletas que tallé para ti.
Eclipse apretó los ojos y negó con la cabeza. - Escucha, solo quiero pedirte que te detengas. No quiero más cartas. Asami perdió a su madre durante un ataque rebelde cuándo tenía nueve años... - Pronunció con dificultad. - No quiero leer cómo lo hiciste Piandao, no quiero saber nada de eso. - Bufó dirigiéndole una mirada amenazante.
- Ah. - El hombre bajó la mirada permaneciendo pensativo por un instante antes de atreverse a sonreír de lado. - No tenía idea. - Confesó entre contento y nostálgico.
- ¡Me enfermas! ¿Como puedes sonreír luego de escuchar eso? - Reclamó. Con los puños fuertemente apretados comenzó a controlar su respiración en un desesperado intento por evitar escalar la situación hacia algo físico.
- Yo no organicé ese ataque. - Rio por lo bajo. - Aunque tampoco lo detuve. - Razonó negando con la cabeza. - Todos los idiotas que se atrevieron a atacar a Hiroshi murieron, no hubo ningún sobreviviente. Grandes pérdidas a cambio de nada, pero Zhao no quiso escucharme a mí o a Jeong y lo hizo de cualquier manera. - Liberó otra risa, esta vez más suelta y prolongada. - Tal vez por eso Jeong me dijo que lo dejara ir, jamás entenderé lo que tenía en mente, obraba de formas misteriosas y siempre a favor de ideales que no alcancé a comprender. Guardó silencio por un momento antes de explotar con un gruñido y un golpe al suelo.
- ¡Ojo por ojo, su mujer por un colega! - Bufó alzando la mirada revelando sin querer el profundo dolor que anidaba en su pecho.
- ¡Retráctate! - Ordenó y junto a su voz vino una fuerte ráfaga de viento que azotó la figura del hombre contra el tronco, aquella era la primera vez que usaba otro elemento además del agua, y aunque hubiera sido sin querer, el viento había obedecido el deseo implícito de castigar a Piandao por su falta de consideración. - ¿Por qué me salvaste Piandao? - Pasó saliva intentando disolver el nudo que sentía en la garganta. Ninguno de los dos tuvo tiempo de sorprenderse por el repentino despliegue de aquel elemento.
- Porque no tuve alternativa. - Bufó llevándose una mano a la parte trasera de la cabeza para frotar la zona del impacto. - No dejaré de escribir las cartas, si no quieres leerlas no lo hagas, pero no vengas a interrogarme por cosas a las que solo puedo dar sentido en papel. - Exhalo lentamente volviendo a relajar la postura de sus hombros y echando la cabeza hacia atrás; lucía exhausto, incapaz de continuar la discusión que habían estado llevando hasta entonces.
No tenía caso, el pasado que cargaba sobre sus hombros pesaba más de lo que podía cargar, Gyatso lo había dicho, su historia lo consumía y, sin contar con los medios para desahogarse, solo le quedaba asfixiarse entre la culpa y remordimientos.
- Siempre es imposible hablar contigo. - Se quejó rodando los ojos y meneando la cabeza. Debía resignarse, de lo contrario terminaría cediendo a la frustración y atacando al despojo de hombre que tenía delante. - No me envíes más cartas. Si quieres confesar tu pasado compártelo con Ikem o Shoji. - Concluyó dándose la vuelta y caminando de vuelta al templo.
Ikem había vuelto a trabajar luego de haberse ausentado un par de días para cuidar del viejo, por su parte, Shoji solía visitarlo en las tardes; Piandao no estaba solo, y ahora con los monjes a su alrededor cuidándolo a lo largo del día podían sentirse seguros de que no descuidaría su ingesta de comida y agua. Aunque si lo pensaba bien, no tenía caso preocuparse por él.
¿Cómo es que el pasado de alguien podía afectarle tanto? Eclipse no recordaba la guerra o a ninguno de sus participantes, aunque sin conocerlos era fácil distinguir el lado malo del bueno, había bastado conocer la importancia de una persona en aquella historia para saber lo grave que era todo, solo le quedaba imaginar lo difícil que sería leer los relatos si pudiera recordar a más personas de su pasado que hubieran sido afectadas por Piandao y sus rebeldes. Continuar leyendo parecía una mala idea sin importar de qué manera lo viera.
Bajando las escaleras colina abajo pensaba en Korra, la situación que vivía en esos momentos no se comparaba con las experiencias que alguien pudiera tener en carne propia, Eclipse se sentía intimidada por las palabras de una carta, pero Korra se había enfrentado a situaciones difíciles, se había involucrado en peleas y le había hecho frente a personas iguales o peores que Piandao, durante años esa había sido su misión y como Avatar había sabido seguir adelante... hasta ahora; seguro el Avatar que había llegado a ser no se habría sentido tan perturbada por una estúpida carta. Bufó, sin importar todo el progreso que hubiera logrado en los últimos cinco meses, daba la impresión de que aún estaba demasiado lejos de la meta; las botas de la mujer que había sido en su pasado resultaban imposibles de llenar.
Caminando hacia la plaza se detuvo al ver a Asami interactuando con Choi, el viejo al mando de todas las actividades de teatro. De porte elegante, con cabello y barbas largas color plateado, el hombre podía llegar a lucir autoritario cuándo guardaba silencio, pero se trataba de una de las personas más entusiastas y parlanchinas del pueblo.
La ojiverde permanecía sentada frente a una mesita llena de la comida que compartirían para el desayuno, y Choi, rebosante de energía, se mantenía de pie frente a ella haciendo todo tipo de ademanes dramáticos con las manos mientras hablaba sin cesar.
Acercándose, Eclipse tomó asiento frente a Asami y saludó dándo los buenos días con una pequeña sonrisa, la verdad se sentía curiosa por saber cuál era el propósito de Choi al entretener a la forastera con sus pequeños relatos, así que optó por observar en silencio, aunque desafortunadamente la atención del viejo no tardó en desviarse hacia ella.
- ¡Ah! Eclipse, tú también nos podrías ayudar. - Señaló con un brillo especial en la mirada. - Ahora con esa pierna tan peculiar que llevas puesta pareces un espíritu misterioso. - Sonrió, sus intenciones no eran malas, pero ella aún no se acostumbraba a la apariencia del artefacto.
- ¿Ayudar con qué? - Alzó una ceja sin apartar la vista del viejo quién sin perder la oportunidad rodeó la mesa y caminó hacia ella.
- Pensaba en mejorar la presentación de las obras. - Se aclaró la garganta. - La isla no es un lugar muy grande y, como sabrás, la discreción no es algo que se nos dé bien; así que escuché sobre sus entrenamientos en la playa y hubo un día en el que pasando por ahí decidí echar un vistazo. - Pausó luciendo un tanto apenado. Eclipse aprovechó el ensimismamiento de Choi para desviar la mirada hacia Asami quién ya la observaba con una pequeña sonrisa, eso bastó para hacerla sonreír de vuelta, una interacción limitada pero suficiente para llenarle el pecho de mariposas.
- ¡Y presencié su coreografías de batalla! ¡Jamás había visto algo más hermoso! Has estado ahí para ver nuestras coreografías de pelea en las obras, y mira, tenemos excelentes actores y nuestra técnica es perfecta, pero luego de haberlas visto no puedo evitar comparar y darme cuenta de que lo nuestro parece más un baile que una pelea. - Exhaló lleno de frustración. - Entonces le decía a la señorita Sato que me gustaría que participara en la obra y nos enseñara un par de coreografías para refrescar lo que ya tenemos, darle un giro, ponerle algo de emoción ¿me explico? - La observaba con ojos expentantes y energéticos.
- Espera... - Eclipse inhalo lentamente. - ¿y mi pierna que tiene que ver en todo esto? - Preguntó alarmada.
- ¡Pues verás! Siempre hacemos las mismas obras, año trás año, creo que es momento de inventar algo nuevo, por eso le preguntaba a Asami sobre alguna leyenda que ella conociera, o historias sobre espíritus misteriosos. ¡Quiero escribir algo nuevo! He sido actor, director y escritor por más de cuarenta años, necesito inspiración para hacer algo diferente y ¿qué mejor que los forasteros para conseguir algo así? Shoji ya me ha dado un par de ideas, luego me las apañaré para hablar con Ikem... pero, ¡quiero crear una historia única! - Dejó de hablar y tomó aire luego de lo que pareció ser un tiempo excesivamente prolongado.
- Asami no es la única talentosa, he visto lo que haces a su lado y tienes una gracia única en eso de las peleas. - Concluyó sin dejar de verla.
- Nunca he participado en algo similar. - Intervino Asami con voz divertida.
- ¡Lo harán bien, ustedes cuatro son justo lo que necesito! - Celebró.
- ¿Cuatro? - Eclipse sacudió la cabeza.
- Si, a Piandao no pienso pedirle nada porque el hombre tiene la gracia de una roca. - Afirmó con tono despectivo. Asami se echó a reír negando con la cabeza.
- Jamás convenceremos a Ikem. -Eclipse objetó en voz alta.
- Tonterías, a pesar de hacerse el difícil tiene sus debilidades. - Aseguró Choi con un guiño de ojo que dejó a la morena sin palabras y alargó la risa de la ojiverde. - Bueno, quiero que lo piensen mientras yo me doy a la tarea de escribir algo merecedor de su talento. - Declaró alejándose con aire victorioso.
- ¿Le dijiste que sí? - Preguntó preocupada y la ojiverde comenzó a menear la cabeza.
- No me dió la oportunidad de decir nada. - Comentó entre risas. - Que hombre más peculiar. - Dijo haciéndolo parecer como algo positivo mientras ella se sentía al borde de un quiebre emocional.
- ¡No me voy a subir al escenario a cantar o bailar! - Declaró negando con la cabeza y azotando las manos sobre la mesa.
- Tranquila. - Le dijo sosteniendo sus manos entre las de ella. - Si entrenamos bien a los actores, tal vez logremos convencerlo de que nuestra participación no es necesaria. - Volvió a sonreír antes de apartarse del contacto y confesar que moría de hambre.
Eran las nueve y media de la mañana, habían iniciado su día a las seis para hacer sus ejercicios de acondicionamiento físico, luego de la rutina habían salido a correr y al finalizar ella había ido a visitar a Piandao mientras Asami se encargaba de la comida, algo que se habían estado turnando dese hacía un par de meses ya.
- Y aunque no logremos convencerlo, no me voy a subir al escenario. - Recalcó antes de llenarse la boca de comida. Lo que le faltaba, drama local; quiso echarse a reír al pensarlo de ese modo, porque era verdad, en la isla los problemas se presentaban de ese modo, en forma de un director frustrado en con la intención de innovar tradiciones, pues ahora buscaría víctimas para resolver su descontento y era ese uno de los insignificantes conflictos que existían en aquel tranquilo poblado.
- ¿Cómo te fue con Piandao? - Preguntó la ojiverde trayéndola de vuelta a un plano con problemas más serios.
- Como siempre, no se puede hablar con él. - Gruñó echando la cabeza hacia atrás.
- Si sus cartas te molestan solo deja de leerlas. - Sugirió la solución más obvia. Asami no sabía el motivo exacto de su descontento, pero había bastado explicar que se trataba de los crudos relatos que Piandao describía para que la mayor dejara de preguntar sobre su falta de ánimos esa mañana.
- ¿Que haría Korra en mi lugar? - Preguntó con la vaga esperanza de que, con ayuda de sus recuerdos, pudiera llegar a una respuesta más acertada que ella.
- No lo sé. - Asami respondió sin evadirle la mirada. - No eres tan distinta a ella Eclipse, confía en tu juicio. - La animó con una cálida sonrisa y ambas continuaron disfrutando de sus alimentos. No había nada que pudiera hacer para evitar la responsabilidad de decidir si continuaría leyendo las cartas o no.
Después de descansar un poco, ambas se dieron a la tarea de ayudar a Shoji y a otros pobladores en sus huertos de verduras, así convivieron con ellos hasta las seis de la tarde, cuando Asami, con cierta dificultad, la convenció de asistir sola a la práctica de meditación con los monjes bajo la justificación de que ella se ocuparía cocinando para tener algo de cenar listo a una hora apropiada, pues penosamente, durante las últimas dos semanas se habían tenido que apoyar en Ikem, Shoji, los monjes o pobladores para obtener algún aperitivo que les ayudara a saciar su apetito durante el tiempo que les llevaba preparar algo para comer antes de irse a dormir.
Con Piandao alojado en el templo, las sesiones de meditación de Eclipse se habían movido a la playa; un cambio fácil de hacer luego de que la morena hubiera exigido ser acompañada por dos monjes en vez de todo el grupo que normalmente conformaban el equipo de meditación de la isla.
El sonido del mar amenazaba con arrullarla más de la cuenta, frustrada trabajaba en mantener su respiración relajada sin llegar a quedarse dormida. Estaba cansada de siempre toparse con el mismo problema, a pesar de demostrar su capacidad de recuperarse físicamente, aún no lograba entablar una conexión espiritual, lo cual era la clave para salvar a Korra. Gruñó.
- ¡Esto no sirve! - Sacudió la cabeza luego de atraparse divagando en el inicio de un sueño.
- El bloqueo está en tu espíritu. - La amigabe voz de Pathik rompió el reso que Laghima había llevado acabo hasta el momento. - Intenta hablar con tu espíritu, el espíritu del Avatar es viejo y sabio, ha de tener sus motivos para haberte desconectado como lo hizo. - Teorizó.
- Gyatso ya me lo había dicho, hablar con el espíritu del Avatar, pero no tengo idea de como hacerlo. - Renegó. - Korra, Yangchen, Aang, ninguno ha respondido. - Bufó.
- Bueno. - Interrumpió Laghima. - Korra eres tú, no puedes llamar su espíritu como si le perteneciera a alguien más. - Corrigió.
- ¿Ah si? pues todos ustedes dicen que su espíritu se encerró por ahí y me dejó fuera. Así que ve a corregir a Gyatso por eso. - Terminó alzando la voz más de lo que había pensado, pero al monje no pareció afectarle.
- Puedes invocar tu propio espíritu, pero lo estás haciendo del modo equivocado. - Insistió. - Piensas en Korra como alguien ajeno a tí en vez de aceptarla como parte de tí. - Continuó. - Tú eres Korra, viviste un evento doloroso y muy difícil, debes hablar con tu espíritu y calmarlo, hacerle ver que las cosas están bien, que tu cuerpo está bien y que no estás sola, solo así volverá a abrirse para tí. - Pausó dirigiéndole una pequeña sonrisa. - Has llegado lejos, este es el último paso. - Le aseguró.
¿Eclipse calmando a Korra? Suspiró y asintió con la cabeza. Ahora que lo pensaba de ese modo, desde haberse enterado de su identidad como Avatar no había dejado de sentirse inferior frente a la imagen de su pasado, en verdad pensaba en aquellos recuerdos perdidos como algo ajeno a ella, como si nada de eso le perteneciera y su vida en verdad solo hubiera empezado dos años atrás.
- Inhala profundo. - Le indicó la voz de Pathik. - Exhala. - Continuó al cabo de un momento.
Asami constantemente le decía que no la veía como a una persona distinta, respetaba su falta de memoria con tal de no sujetarla a responsabilidades que no sabía como asumir, pero eso no significaba que su identidad hubiera cambiado.
- Cierra los ojos. - Continuó guiándola. - Escucha el suave murmuro del mar.
Piandao tampoco parecía ver a una persona distinta, cauteloso como siempre había sido, se cuidaba de ella y lo que su presencia representaba.
- Escucha la voz de los árboles al ser acariciados por el viento.
Sus habilidades como maestra agua habían tomado a todos por sorpresa, Ikem batallaba para seguirle el paso de vez en vez, y esa misma mañana, aunque sin querer, había logrado manipular el viento.
- Habla con tu espíritu, cuéntale de la vida que tienes aquí, de tus amigos, de tus logros y de tus victorias. - La voz de Laghima asumió el lugar del guía a medida que Pathik comenzaba uno de sus cantos.
La vida en la isla era tranquila y alegre, pensó, Ikem, Shoji y los pobladores eran gente amable que se habían puesto a su disposición desde el primer día, nadie la había hecho sentir inferior a causa de sus lesiones o su incapacidad; su existencia, aunque llena de frustraciones personales, se podía considerar como plena y abundante, había tenido mucha suerte al encontrar a aquel poblado. Aunque todo había mejorado considerablemente luego de la aparición de Asami.
- Acepta lo que te pasó y abrete a lo que la vida tiene para ofrecerte.
Con la ayuda de Asami había llegado lejos, ahora era capaz de hacer cosas que en un inicio no se habría atrevido a imaginar, su cuerpo no estaba echado a perder; sentir el corazón latirle con fuerza luego de cada entrenamiento la llenaba de satisfacción, en verdad había pocas cosas que le gustaran más que trabajar los músculos hasta sentirlos entumidos del cansancio, porque cada vez que caía rendida lo hacía luego de alcanzar una meta más lejana que la anterior, como un reto internalizado que la hacía llegar cada vez más lejos y demostrarse a sí misma las capacidades que tenía.
- Dile del amor que te rodea, de todo aquello por lo que vale la pena experimentarse como un ser libre.
Ikem y Shoji, dos espíritus guerreros que, a pesar de estar heridos como ella, le habían mostrado que el camino del amor era mucho más valioso que cualquier otro estigma o resentimiento que pesara sobre sus hombros. Gyatso, quien sabiamente sabía regalar sonrisas a las personas más necesitadas, los pobladores que siempre le abrían sus puertas para hacerle espacio entre sus cálidas familias sin tratarla como a una extraña, Pathik y Laghima con su constante perseverancia, había tantas demostraciones de amor a su alrededor. Y como si nada de aquello fuera suficiente, el destino le había devuelto a Asami, alguien para quién no le alcanzaban las palabras y definiciones, con su tierna mirada siempre comprensiva, la había envuelto en una abrumadora sensación de familiaridad para regalarle el sentido de pertenencia que ahora era tan valioso para ella.
- Aclara tus dudas y acepta que eres un solo ser.
"Yo soy Korra, maestra de los cuatro elementos, la Guerrera del Sur, líder rebelde del antiguo Reino Tierra, hija de Senna y Tonraq, jefes del mayor poblado en las Tierras Frías del Sur, el Avatar que logró romper con el legado del Avatar oscuro; víctima de una explosión que me hizo perder la memoria, Eclipse, la mujer que sobrevivió a las terribles quemaduras que cubrieron casi todo mi cuerpo, esposa de Asami Sato."
Comenzó a repetir mentalmente, porque Korra y Eclipse no eran dos personas distintas, sino una sola persona pasando por distintas etapas de su vida, suspiró.
- Permite que tu presente ayude a sanar tu pasado.
"Todo está bien Korra, sobreviviste a la explosión, salvaste a tus amigos, perdiste parte de tu cuerpo pero estás bien, te encuentras saludable, Asami está bien, sana y salva, fuerte como siempre, la vida sigue adelanta gracias a tí, tus padres salieron ilesos de la guerra."
Suspiró y un par de lágrimas le bajaron por el rostro, entonces sintió una pesadez invadirle el cuerpo, pero no se estaba quedando dormida, aquello era algo distinto.
¡Korra!
Varias voces gritaban su nombre, hombres, mujeres, cientos de ellas.
¡Korra!
¿Quién la buscaba? Suspiró intentando mantener la calma, ella era Korra, buscó recordar para evitar disosiarse de aquel aclamado nombre.
¡Korra!
Sonaban preocupados.
- Ya estás ahí, habla con tu espíritu y escuchará. - La voz del monje sonaba distante, como si de pronto se hubiera puesto de pie y se hubiera encaminado colina arriba.
¿Hablar con su espíritu? ¿qué le iba a decir?
¡Korra!
Seguían llamando las voces que parecían cada vez más cercanas.
- ¡Por favor vuelve! - Gritó, abrió los ojos y se vió envuelta en una espesa neblina.
- Al fin. - Escuchó la voz firme de una mujer y. al darse la vuelta, quedó impactada al ver una figura alta con la cara cubierta de un notorio maquillaje blanco y rojo, de cabello castaño y largo vestía una robusta armadura color verde, su mirada penetrante la observaba detenidamente, esperaba algo de ella aunque resultaba imposible adivinar lo que era.
- Tienes que volver al momento en el que te perdiste. - Le indicó extendiendo una mano hacia ella. Eclipse comenzó a negar con la cabeza y más lágrimas emanaron de sus ojos. - Yo te acompañaré. - Pronunció con tono gentil, pero Eclipse retrocedió un par de pasos sin dejar de menear la cabeza. - Todo va a estar bien. - Insistió la mujer al avanzar un paso hacia ella.
- ¡No! - Gruñó furiosa y en eso sus ojos se abrieron volviendo a revelar la playa y a los monjes bañados en la luz rojiza del atardecer.
- ¡Lo lograste! - Celebró Pathik con las manos abiertas hacia el cielo.
- Bien hecho. - La felicitó Laghima.
¿Que espíritus había sido eso? Intentó inhalar profundo con la intención de recuperar su conexión con el mundo terrenal. Agitada notó el pronunciado temblor en sus manos. ¿Un sueño? consideró luego de asegurarse que todo hubiera vuelto a la normalidad.
"Tienes que volver al momento en el que te perdiste"
Aquellas palabras hicieron eco en su mente y un escalofrío le subió por la espalda ¿por qué tenía tanto miedo? Aquella mujer no parecía haberla querido lastimar, pero su invitación había bastado para llenarla de un terror inexplicable.
- ¿Estás bien? - Laghima se acercó preocupado, ella pasó saliva y asintió con la cabeza.
- Agua. - Murmuró con voz ronca, Pathik le entregó una cantimplora de la que bebió desesperada.
El miedo que había sentido entonces no era de ella, Eclipse no tenía miedo de volver porque no tenía un pasado, la persona que había llorado y se había enojado con la propuesta de la mujer había sido su espíritu, Korra. Alcanzó a comprender luego de recuperar la calma.
-Tengo miedo de volver... - Murmuró aceptando aquella fobia como algo propio. No podía continuar separándose de ella, tenía que comenzar a soportar el peso de su pasado.
