—Qué repulsivo.

La voz de ronca de el individuo que proyectaba una sombra imponente sobre aquella ciudad gracias a la posición que había entre él y la estrella roja que iluminaba aquél planeta. Arqueó una ceja más de disgusto que de interés al ver que aquellas creaturas a dos y cuatro patas con la suficiente inteligencia para sentir que él era peligroso, huían despavoridos.

Tontos insolentes, nadie quedaría vivo, no lograrían esquivar su ira, eso fue lo que él se dijo.

—Señor Bills, le recuerdo que sólo fue un pequeño error por parte del cocinero imperial, o eso fue lo que el mismo gobernante de este mundo dijo de rodillas… ¿no podría ver por encima del hombro solo esta vez? —. El ser de igual o mayor imponencia que lo acompañaba a su lado lanzó las palabras al aire con un tono de tranquilidad, su párpados caídos a media hasta y sus labios sonrientes relajados exclamaban que a él le daba igual todo aquél rollo.

Y era verdad.

A Whis no le importaba en lo más mínimo lo que le depararía a este mundo, y tampoco le importaba que el motivo de su avecinada perdición era por causa de una confusión en una bebida que se le había servido a su dios destructor.

—Qué extraño, osas desafiar mi resolución ¿A qué se debe tal falta de respeto? —. Preguntó el felino de tez violácea. Su mirada afilada se desplazó hasta quedar al borde de sus ojos, justo sobre el Angel de aquél universo.

Whis se encogió de hombros sin perder su postura descuida.

—Realmente me gustó ese batido de frutos silvestres que nos sirvieron, era bastante bueno de hecho, no había probado algo igual. —Aseguró, liberando un pequeño suspiro. —Es una lástima que desaparezca, no tuve tiempo de preguntar por la receta siquiera.

—Sí, era bastante bueno. —Acordó Bills, llevando una de sus manos por detrás de su cabeza, mirando al mundo bajo sus pies. —Pero les repetí varias veces que yo quería mi batido sin semillas, no me gusta la sensación áspera y firme que se produce con la mezcla de sabores dulces y exquisitos de ese batido, es lamentable pero esta vez si se ganaron su destrucción. —Frunció ligeramente el entrecejo con disgusto. —Además ese tipo se la pasó ofreciéndome todo el tiempo a su hija, ese emperador tonto, le dije que no, no me gustan las mujeres de este planeta, son bastante feas. —Observó.

—Tienen una fisionomía un tanto… radical, estoy de acuerdo. —Apoyó Whis la opinión, asintiendo levemente.

—Ya, suficiente de parloteo. —La mirada del dios destructor se oscureció de tanto en tanto, solo dejando ver la iluminación ámbar de sus escleras. —Un dios nunca debe dar razones a su acción. —Sentenció.

Alzó una garra y desde la punta emergió una circunferencia de un color mezcla rojo platinado, tan grande como una canica, la proyectó contra el cuerpo celeste bajo suyo y la impulsó con un pequeño esfuerzo que la disparó a velocidades que rasgaban las vestiduras del tiempo y el espacio. Aquella masa de poder diminuta colisionó contra la superficie del planeta y al instante, una bola de fuego se extendió sobre ella, la abrazó por completo, devorando materia y vida a su paso, convirtiendo lo que alguna vez fue próspero y habitable, en una bola infernal que estilaba exterminio, horror y un precedente para todo aquél que osara provocar de nuevo la ira de él.

El dios de la destrucción.

El espectáculo de la explosión vino apenas un segundo después, el núcleo del planeta colapsó y liberó toda su energía como latigazo, lanzando escombros y restos planetarios en todas las direcciones.

—Bueno ¿ahora qué es lo que quiere hacer, señor Bills? —.Preguntó el ángel a su lado sin perder su postura relajada, aquél cataclismo celestial no era nada nuevo para él, mucho menos siquiera impresionante, la muerte era un concepto irrelevante para sí.

—Ahora que hablábamos de semillas… recordé algo. —El felino sin pelaje se llevó una mano al mentón, alzando la mirada al paño estelar repleto de estrellas. —¿Qué no Zeno-Sama nos había dado algunas semillas que nos pidió plantáramos en mundos fértiles?.

—Es correcto, señor Bills, esas semillas las ganó usted en un juego de escondidas contra los demás dioses destructores de los otros universos, fue su recompensa por no perder, eran cuatro semillas para ser exactos. —La sonrisa del ángel se curveó un poco más. —También recuerdo que aquella tarea encomendada por el rey del todo le dio tanta pereza que la delegó a los Kaioshines.

—Mmm ¿Yo hice eso?. —Preguntó Bills, rascándose una oreja sin importarle mucho aquello. Whis asintió.

—Le dio la semilla de la magia a la supremo Kaiosama del norte y le pidió que la plantara en algún mundo. —El ángel atrajo el refractal de su báculo cerca de su rostro, donde rápidamente apareció un planeta como holograma para el observar de ambos. —Si mi información no falla, ella plantó la semilla adiamantada en este mundo, ubicado en la galaxia ochomil setecientos-setenta y uno, en el quinto octante del universo. —Explicó, cerrando un ojo para observar más de cerca. —El planeta se llama… Equus, la vida proliferó bastante gracias a esa semilla.

—Bueno ¿Y qué hay de las otras tres semillas? No recuerdo nada de eso la verdad. —Prosiguió el destructor, mirando indiferente al resto de planetas cercanos de aquél sistema solar, al parecer todos empezaron a salirse de órbita por la destrucción de aquél planeta.

Eso siempre pasaba, usualmente un sistema solar colapsaba o cambiaba radicalmente cuando se destruía uno de los planetas que lo conformaban.

—Una de las semillas, la semilla de la fuerza terminó extraviada en un mundo periférico del universo, aquella semilla capaz de dar frutos que incrementan la fuerza y energía del individuo que coma el fruto que nace de su árbol. —Whis proyectó rápidamente aquél mundo en su báculo, aquél planeta se veía árido, cenizo, carente de vida. —Pero viene a cambio de que el árbol consume toda la energía de dicho planeta, sigue ahí por lo que veo, nadie se ha enterado de sus cualidades.

—Bueno ¿Y las otras dos?. —Insistió Whis con poca paciencia, ya le estaba fastidiando el tema a pesar de que él fue el que lo puso sobre la mesa, quería ir a dormir y comer, no le importaba lo demás.

—La semilla de la vitalidad, al parecer una bastante escurridiza, no logro divisar bien su ubicación, pero no importa, esas semillas son creadas por el mismo Zeno-Sama, en su intento por crear algo cuando aún no existía nada en la realidad, no importa donde estén, no pueden ser destruídas. —Aseguró el ángel con certeza. —Podemos buscarla después si lo desea.

El dios Destructor solo chasqueó la lengua con indiferencia, no tenía tiempo para cosas tan tontas como aquellas.

—Por último, la semilla de la energía está bajo el resguardo de un gobernante en un mundo colindante a su planeta, Señor. —Whis observó con detalle el orbe de su báculo. —Al parecer es un elemento bastante codiciado en ese mundo, ha habido conflictos desde siempre por poseerla debido a sus propiedades únicas, pero son unos tontos, apenas y usan menos del uno porciento de su capacidad a pesar de que la han estudiado por más de veinte mil años. —Comentó.

—La capacidad de los mortales siempre ha sido muy inferior, son menos que insectos. —Aseguró Bills encogiéndose de hombros. —En fin, vámonos Whis, ya tengo hambre y necesito una siesta.

—Pero si acaba de despertar, es usted muy holgazán, señor. —Observó el ángel con algo de reproche, cosa que el felino ignoró por completo, provocando que este solo suspirara negando levemente con la cabeza. —Le recuerdo que Zeno-Sama le regaló esas semillas con la condición de que en algún momento debía llevarle un fruto de cada uno de los árboles que nacieran a partir de ella.

—Bueno sí, pero hasta que no lo pida no me preocuparé por eso, asi que ya, vámonos. —Insistió el felino con ligera molestia.

Justo antes de que el ángel se dispusiera a transportarlos, una carta con el sello real del rey del todo apareció frente a ellos, Bills casi la arrebata del aire, la abrió velozmente mirando nervioso su contenido, incluso comenzó a sudar, al terminar de leer se puso pálido, releyendo una y otra vez, su gesto de muerto en vida se enfocó en la sonrisa amplia y despreocupaba de Whis, quien parecía saber qué decía sin siquiera enterarse de qué era el texto de aquél papel.

*****DBS&MLP*****

Vegeta despertó abruptamente de su meditación, sudoroso y casi temblando.

—Esa marca de energía… no puede ser. —Se dijo en su mente, se puso de pie rápidamente para ver que las equinas que él enseñaba a combatir estaban entrenando, Luna con Flurry y Cocolight.

Celestia quien observaba desde las filas se percató de aquél estupor repentino del príncipe, pero supuso que era alguna cosa suya.

—Así que él existe aquí también, qué demonios digo, es obvio que existe aquí también. —Prosiguió el saiyajin en su mente, dando un par de pasos inseguros, recobrando la compostura mientras que el sudor deslizaba por su rostro. —Bills… su energía de dios… lo pude sentir hasta acá.

Observó a las equinas a través de sus energías ya que, ahora sin vista no podía interactuar con ellas visualmente.

—Tengo un muy mal presentimiento. —Murmuró con incertidumbre, mientras sentía que Luna, Flurry y Cocolight se le acercaban para tumbarlo con un abrazo.

Esta vez… ¿podría proteger esta vez la vida que le importaba? Se preguntó con temor entre los cariños de las ponis.