Sin pensarlo dos veces, Inuyasha se adelantó, corriendo con todas sus fuerzas y dejando a los demás atrás para recuperar a Kagome a como diera lugar. A pesar de las protestas de sus amigos, él no dejó pasar ni un instante para correr mientras les decía a los demás que lo alcanzaran, que sería más rápido si él se apresuraba a rastrear a Kagome y a el Youkai que se la había llevado.

Un sentimiento de desesperación inundó el corazón de Inuyasha al correr desesperado en medio del bosque. No podía evitar recordar con dolor aquella noche que había perdido a Kagome por primera vez hace cinco años. La lluvia había hecho que le perdiera la pista en aquella ocasión, y mientras miraba el cielo con preocupación, notaba que gotas heladas comenzaban a caer sobre su rostro. Tenía que encontrarla antes de que se desatara una tormenta, se rehusaba a perderla una vez más, no lo iba a permitir. No solo eso, si no que Kioshi se las iba a pagar por haberse llevado a Kagome así como así. Algo escondía, y él estaba decidido a descubrir de qué se trataba a como diera lugar.

Al seguirles el rastro, Inuyasha se dio cuenta que su captor llevaba a Kagome por el camino por el que habían llegado, de regreso a Getsu. Una vez más recordó la insistencia desesperada de Kioshi y de los aprendices de Kagome de mantenerla cerca de ellos y de el templo. Algo andaba mal si Kioshi había recurrido a escabullirse y robarse a Kagome…Inuyasha lo iba a matar!

Mientras corría con velocidad y saltaba para tener una mejor vista del panorama, pudo notar en la distancia una figura rápida a quien gracias a su aura de Youkai pudo identificar como Kioshi.

"Ya te encontré maldito"

En cuanto los tuvo al fin en vista, aumentó su velocidad para alcanzarlos sin importarle nada más. Mientras más cerraba la distancia entre el mismo y Kioshi con Kagome, pudo notar algo muy extraño. No era solo un presentimiento, si no que podía detectar algo raro con el poder espiritual de Kagome, el cual se había debilitado bastante. Una vez más entró el miedo en su corazón, preocupándose de que quizá Kioshi le había hecho algo malo a Kagome, lo cual solamente lo hizo correr con más velocidad.

Los tenía en vista, y notó como Kioshi corría con una Kagome inconsciente en sus brazos.

-¡¿A dónde crees que vas con Kagome?! -gritó Inuyasha, aterrizando justo frente a Kioshi, bloqueando su camino y haciéndolo detener abruptamente. En efecto, la chica que cargaba el Youkai dormía apaciblemente, completamente ajena a todo lo que sucedía a su alrededor, lo cual solo enfureció más a Inuyasha. Algo extraño había hecho Kioshi para poder llevarse a Kagome así de fácil, un hechizo quizá…otro de varios.

El Youkai recuperaba el aliento mientras miraba molesto, con odio a Inuyasha, como se mira a alguien que te acaba de arruinar todos los planes. Kioshi se encontraba cansado de huir, pero eso no lo iba a detener para enfrentarse a Inuyasha de ser necesario. Y parecía que si lo iba a ser. Pero claro, eso era algo que tenía que pasar tarde o temprano.

-Muévete del camino, no te lo pediré otra vez. -amenazó el Youkai a Inuyasha, aunque este sabía bien que seria inutil y que el Hanyou no lo dejaría ir tan fácilmente.

-¡Eres un cobarde! ¿Cómo te atreves a escabullirte y secuestrar a Kagome? De ninguna manera dejaré que te salgas con la tuya, ¿me oíste?

Ante la furia de Inuyasha, Kioshi suspiró cansado. Como lo sospechaba una pelea entre ellos dos era inevitable y no tenía tiempo ni ganas de explicarle sus motivos al Hanyou. Así que resignado y con cuidado, colocó el cuerpo dormido de la sacerdotisa a un lado, para reposar en la grama. Al asegurarse que ella se encontraba en un lugar seguro, Kioshi se dio vuelta para quedar cara a cara con Inuyasha una vez más y al darse cuenta que este se encontraba listo con Colmillo de Acero, el desenvainó también su propia katana.

-He esperado mucho tiempo par darte tu merecido, Hanyou…- dijo Kioshi poniéndose en posición de ataque.

-¡Callate! -le gritó su contrincante. -Nunca tuve un buen presentimiento de ti y ahora te haré pagar hasta que lamentes haberte llevado a Kagome!

-Si crees que me podrás vencer, estás muy equivocado, seré yo quien te pagar por todo lo que has hecho…

Y fue en ese momento, antes de que se desatara una pelea, cuando una suave voz los interrumpió, a tiempo de detener el primer ataque.

-¿Kioshi? ¿Inuyasha? -dijo Kagome con confusión y debilidad mientras abría lentamente los ojos. -¿dónde estamos? ¿Qué está pasando?

-Kaiya!- exclamó Kioshi, quien rápidamente guardó su katana de nuevo y se apresuró junto a la sacerdotisa. -cálmate, todo está bien. Te sentías enferma y por eso te llevaba de regreso al templo con los demás, pero todo está bien.

-¡¿Qué?! -exclamó ella molesta, más aún con su mente nublada por sueño.

-¡Chicos! -Otra voz los alcanzó mientras Sango, Miroku, Shippo, Kikyo y Kirara aparecían de pronto en la escena. -¡Al fin los encontramos! ¿Qué fue lo qué pasó? -preguntó la exterminadora.

-Joven Kioshi, en que pensaba al llevarse a la señorita Kaiya de esa forma y sin decirle nada a nadie? -exclamó molesto Miroku y los demás comenzaron a expresar su descontento por igual.

-¡Silencio! -alzó la voz el Youkai, -yo no me robé a nadie, Kaiya es mi prometida y nosotros no tenemos que darles explicaciones a nadie!

Al escuchar esas palabras erróneas, Kagome se puso de pie de inmediato, sus manos hechas puño en sus costados. Estaba molesta, no, peor que eso—sí las miradas pudieran matar, Kioshi ya estuviera muerto.

-¿¡Cómo te atreves?! -le gritó la sacerdotisa a el Youkai, su aura sin querer alterándose de nuevo. -Kioshi, a donde me llevabas?! Cual es tu problema?!

-Yo solo te llevaba al templo de Getsu…-trató de defenderse Kioshi pero Kagome alzó la voz una vez más.

-No tenias derecho de hacer eso! Me insististe mucho en regresar y cada vez te dije que no, ¿y ahora haces esto? ¿Qué fue lo que hiciste para que no despertara? ¿Acaso te atreviste a hechizarme? ¿Me diste algo?

-Kaiya, -dijo Kioshi desesperado, tristeza y preocupación eran evidentes en su rostro -creeme que solo te estoy tratando de ayudar!

-Nadie pidio tu ayuda! -gritó esta vez Inuyasha, y fue entonces cuando Kagome se dio la vuelta y comenzó a caminar lejos de todos los demás.

-¿A donde vas? -le preguntó Kioshi a la sacerdotisa. -No hemos terminado aquí, ¡tenemos que hablar! Tienes que dejar que te lo explique…

Kagome lo ignoró para seguir su camino, lo único que hizo fue anunciar que necesitaba estar sola, y que no quería que nadie se atreviera a seguirla. Y a juzgar por el disparo involuntario de su energía espiritual, la advertencia venía bastante en serio. Kagome se había molestado, y bastante. Todos se quedaron helados en su lugar, sin atreverse a llevarle la contraria o seguir a la chica.

Faltaba poco para la medianoche, pero parece ser que las cosas solo iban a empeorar antes que saliera el sol.


Después que Kagome se alejó, Inuyasha y Kioshi volvieron a los gritos, y a culparse el uno al otro. Los demás habían tomado asiento en la grama, aburridos de escuchar al Hanyou y al Youkai discutir sin sentido alguno.

-Ah, ya me cansé de esto! -se quejó Sango mientras cubría su rostro con sus manos.- Qué estás esperando, Inuyasha? Ve y siguela!

-Sango tiene razón Inuyasha, esta es una buena oportunidad para que hables con ella, -concordó Miroku desde su lugar apoyado contra el cuerpo de la exterminadora y Shippo en su regazo.

-¿Ninguno de ustedes escuchó? -Respondió Kioshi alzando la voz lleno de rabia mientras sus palmas creaban llamas amenazantes. -¡No quiere que nadie la moleste!

-¿Y de quién es la culpa, idiota? ¡Tú eres quien la secuestró y le mintió, si hay alguien a quien no querrá ver es a ti!

-Hanyou, te lo advierto…-las llamas se hicieron más grandes, y todos se sobresaltaron ante los poderes amenazantes del Youkai, excepto Inuyasha, quien se rehusaba a dejarse intimidar.

-Y te lo advierto yo también. -le contestó Inuyasha en el mismo tono. -Sango y Miroku tienen razón, voy a verla, te guste o no. Y no intentes lastimar a cualquiera de mis amigos, no querrás saber que te pasará si lo haces. Ya se que no me tienes miedo, pero si les haces algo a ellos, Kagome jamás te perdonará.

Con eso, a regañadientes las llamas alrededor del Youkai desaparecieron lentamente, dejándolo indefenso ante un desafío que Kioshi sabía que nunca podría enfrentar.

-Asegúrense de que no nos moleste -fue lo último que dijo Inuyasha a sus amigos antes de darse la vuelta y seguir el inconfundible olor de Kagome.


El Youkai con el dorado cabello otoñal y el fuego en su corazón gruñó impotente, mientras golpeaba con su puño el árbol más cercano y lo quemaba hasta convertirlo en cenizas en un abrir y cerrar de ojos.

-Miren, parece alguien está enfadado... -comentó sarcásticamente el pequeño Kitsune desde su lugar seguro en el hombro de la Taijiya.

-Si...pero sabes qué, no lo culpo, después de todo cuando se trata de la mujer que uno ama, uno seria capaz de crear un caos capaz de romper el mundo entero y se podría decir que esta noche el joven Kioshi perdió a su prometida- dijo Miroku con un tono desaprobador, negando con la cabeza.

-Estoy aquí, ¿saben? Y puedo escucharlos! ¡Y si creen que me voy a rendir después de esta noche, pues están muy equivocados! -Incendió a otro árbol dejando sólo cenizas en su lugar en menos de un segundo, y luego a otro —y a otro más.

-Sabes, todo este tiempo pensé que Kioshi parecía más maduro y calmado que Inuyasha, pero míralo ahora, supongo que estaba equivocado.

-Es verdad, Shippo, pero es mejor que Kioshi detenga esta rabieta de inmediato! Antes de que queme todo el bosque! -dijo Sango, alzando la voz para asegurarse que el Youkai no se perdiera su enojada petición.

-¡No debes preocuparte por eso, Taijiya! Puedo hacer que el fuego vaya y venga como me plazca, ¡no soy un niño! - dijo el Youkai quejándose, casi como un niño. Esta vez, cogió una enorme roca del suelo y la lanzó fuertemente hacia el cielo nocturno, solo para saltar y patearla antes de que esta cayera al suelo, destruyéndola en miles de pedazos con el impacto.

-Bueno, pues estás actuando como uno! ¡Y cuidado que terminarás lastimando a alguien! -se quejó fuertemente Sango una vez más.

-Sango tiene razón, -dijo Miroku, -como dicen algunos, cavaste tu propia tumba, mi querido Kioshi.
El demonio se detuvo de pronto a mirarlos seriemente por un instante antes de estallar en carcajadas.

-Q-que le pasa? -preguntó el Kitsune, aferrándose a Sango, quien se encontraba sin respuestas e igual de sorprendida por el repentino cambio de actitud de Kioshi.

-¿Saben que? ¡Hice lo que pude! Intenté todo para proteger a esa tonta del mitad bestia y de sí misma, ¿y así es como me paga? Pues estoy harto.

-¿Harto?

-Si! Cansado de preocuparme por ella cuando el Hanyou siempre se interpone, para colmo ella lo defiende. Además, no importa lo que suceda, esta debería ser una noche interesante, y esto ya se me salió de las manos…

Los tres amigos se miraron entre si, repentinamente preocupados por las palabras de Kioshi.

Una noche interesante…
-¿A que te refieres? -preguntó Sango.

-...Yo solo digo es que el Hanyou puede divertirse si quiere, puede pensar que ganó, pero veremos qué sucede hoy cuando la luna esté en su punto más alto, veo que no falta mucho.

Los demas levantaron su mirada al cielo para notar que en efecto, no faltaban mas que algunos minutos para la medianoche.

-¿Qué pasará entonces? -preguntó Kikyo, quien hasta ahora había estado bastante lejos de la discusión y del grupo de personas que la tenían.

Kioshi, finalmente rindiéndose con un suspiro, se sentó en la hierba, su inminente furia de antes fue reemplazada por otra cosa, por algo casi sereno. La pálida luz de la luna se reflejaba en los rasgos definidos y hermosos de su rostro cuando finalmente habló, su voz apenas un susurro, como si de un secreto se tratase.

-Cuando suceda, Kaiya, o como ustedes la llaman… Kagome, regresará corriendo hacia mí. Eso no lo duden.


La encontró al borde de un pequeño arroyo, sentada y abrazando sus piernas contra su pecho buscando consuelo en la soledad. La sacerdotisa se encontraba de espalda a él, ocultando así la expresión de tristeza que persistía en su rostro, solo su cabello azabache bailando en el viento. También podía oler la salinidad de sus lágrimas, lo cual lo hizo dudar en dar el siguiente paso por un momento.

Kagome había pedido firmemente que la dejaran sola, y había advertido a todos que no la siguieran. Inuyasha de pronto pensó quizás este no era el mejor momento para aparecer y entrometerse en los sentimientos de la chica, no quería molestarla más de lo que ya estaba.

Con cuidado, trató de retroceder unos pasos y esconderse detrás del velo de seguridad que eran los árboles del bosque antes del claro en el que lloraba la sacerdotisa, pero antes de que pudiera hacer tanto, escuchó el frío susurro de su voz.

-Inuyasha, sé que estás detrás de mí.

Al escuchar su nombre en sus labios, Inuyasha se sobresaltó, congelado en su lugar mientras maldecía mentalmente su falta de suerte. Ella ni siquiera había necesitado darse la vuelta para adivinar correctamente la presencia del intruso Hanyou.

-Yo ... no quise molestarte Kagome, ¡de verdad! -balbuceó el defendiéndose.

La chica suspiró, sonando derrotada y cansada.

-¿Tienes que llamarme así todo el tiempo? Basta, ¿No ves que las cosas ya están lo suficientemente mal así...? -A pesar de sus quejas, ella movió la mano en un gesto de invitación para que Inuyasha se sentara a su lado, Inuyasha no había esperado eso en absoluto, pero ¿quién era él para rechazar la invitación de Kagome para sentarse junto a ella bajo las estrellas?

Una vez a su lado, trató de echar un vistazo a su cara. Las lágrimas ya estaban secas. Su mirada reflejaba tristeza, concentrada en la reflexión líquida de su cara en un puchero sutil.

-¿Cómo supiste que era yo? -Inuyasha se preguntó en voz alta.

-Eh?

-Ni siquiera te giraste pero sabías que era yo quien había venido a verte.

-Oh. Bueno, -dijo ella. - Sé que Kioshi no se atrevería a venir a verme ahora mismo, no después de lo que hizo. También sé que el resto probablemente se esté preguntando por mí, pero no vendrían, porque les pedí que no lo hicieran. Pero a ti no te importa lo que quiero, eres imprudente y no escuchas, y por eso aquí estás.

-¡Oye!

Kagome suspiró. -No te ofendas, nunca dije que eso fuera algo malo. Ademas en poco tiempo he aprendido a reconocer perfectamente tu energia espiritual, aunque no estoy segura porque.

Inuyasha se sonrojó ligeramente y volteó su rostro para que Kagome no lo viera. Él estaba seguro que aunque Kagome no lo recordara, su corazón aun lo conocía. Tendría que aprovecharse de eso y de las pequeñas oportunidades para hacerla recordar todo a como diera lugar.

Estar junto a Kagome incluso en silencio lo reconfortaba. Sentía una paz y seguridad que no había sentido en cinco años sin ella. Recuerdos o no, no había nadie mas que tuviera ese efecto en él, nadie lo hacia bajar la guardia como ella.

Después de un prolongado silencio, fue ella quien habló.

-Te tengo que pedir disculpas, -dijo ella, sorprendiendo a Inuyasha. Si alguien aqui debía disculpas de algo era el, no ella.

-¿Qué dices?- le preguntó él haciendo una mueca de confusión. -¿Disculpas por qué? Tu no has hecho nada por que pedirme perdón.

-Claro que si, hace rato en la aldea yo estaba muy molesta. No contigo en realidad, pero fue a ti a quien le grite, y haberte amenazado con mi poder espiritual también estuvo muy mal…no debí hacerlo y me siento muy avergonzada porque tu no merecías eso. También te culpé por todo lo que está pasando, pero sé que eso no es verdad. Simplemente fui muy grosera.-dijo ella cabizbaja e Inuyasha no pudo evitar sonreír un poco ante las palabras de Kagome.

-Ah eso, -le contestó él en un tono despreocupado. -La verdad es que ya lo habia olvidado, no te preocupes no fue nada!

Le alegraba estar haciendo un progreso con Kagome, aunque fuera poco, pero él sabía que pronto las cosas volverían a ser como antes. O al menos eso esperaba. Ella se rió suavemente y el corazón de Inuyasha dio vuelta.

-No se si merezco que me disculpes tan facil, pero gracias de igual manera. Te preocupas por mi y me acabas de conocer, eso me hace feliz por alguna razón…-dijo ella con una sonrisa y un ligero sonrojo, lo cual provocó un sentimiento cálido en el pecho de Inuyasha.

-…Yo siempre me preocuparé por ti. -le contestó él, pero ella no dijo más. Ella solo se limitó a admirar las estrellas que brillaban sobre ellos en esa noche, tal parecía que las nubes de lluvia se habían despejado, dando paso al brillo de la luna. A su alrededor se escuchaban los sonidos calmados del bosque de noche y el agua que corría en el arroyo frente a ellos.

-Así que... sobre tu prometido - dijo Inuyasha despues de un largo pero tranquilo silencio. La palabra rencorosa casi ardía en sus labios, pero sabía que tenía que decir algo al respecto. Él tenía la razón sobre Kioshi y seguro Kagome se estaba dando cuenta de eso también.

-Tienes idea de por qué te secuestró? Por qué haría algo como eso?

Ella se encontraba profundamente concentrada en sus pensamientos, así que tardó unos instantes en responder, su estado de ánimo había vuelto a decaer, el lo pudo notar en sus ojos.

-Estoy cansada de fingir, la verdad es que él nunca fue mi prometido. -admitió ella. -Y no sé. El no me dice nada. Todo lo que sé es que estoy cansada de que todos mientan y me oculten cosas. En casa... en Getsu, Haruo y Arisu actúan de manera extraña y sobreprotectora, al igual que Kioshi y yo se que algo no está bien, pero ellos siguen mintiendo y diciéndome que no es nada, pero no es fácil creerles...Al menos ya no lo es. Estas personas han sido mi familia por algunos años, entonces sus mentiras duelen mucho.

Ella había admitido lo que él ya sospechaba. Así que en realidad no había nada formal entre Kagome y el Youkai. Inuyasha no pudo evitar sentirse bastante feliz ante esa pequeña confesión, ahora no volvería a dejar que aquel Youkai se acercara a Kagome una vez más, ya que aunque lo de su compromiso había sido falso, era obvio para cualquiera que Kioshi estaba profundamente enamorado de Kagome.

-No puedo confiar en nadie, no puedo confiar en los motivos detrás de sus extrañas acciones, todo lo que quiero son respuestas y dejar de sentirme tan perdida.

Era curioso, Inuyasha quería justamente lo mismo. Bueno, eso y que Kagome dejara de sentirse triste, parecía que en cualquier momento la sacerdotisa se echaría a llorar. Por supuesto, pero ¿qué podía hacer? Si seguían hablando, ella solo se deprimiría más, algo tenía que hacer. Después de todo él sabía que encontraría la manera de resolver todos sus problemas, de eso no había duda. También se aseguraría de que todos los que estaban haciendo sufrir el corazón de Kagome pagaran por sus acciones contra ella. Kioshi, Haruo y Arisu, todos se arrepentirán en el momento en que le quitaron a Kagome y la escondieron en las sombras de su propia memoria.

Pero los pensamientos de venganza y retribución se sentían inútiles cuando en este momento, lo único que quería era hacerla feliz y verla sonreír, o al menos deseaba que la tristeza fuera reemplazada por cualquier otra cosa.

Sin pensar mucho en lo que estaba haciendo, se dejó ir al agua y arrastró a Kagome por el brazo junto a él.

La sacerdotisa gritó sorprendida antes de caer al agua fría del arroyo, la cual afortunadamente era poco profunda.

-¡Inuyasha! ¿Por qué hiciste eso? Kagome estaba completamente empapada, ya que había caído en una posición sentada que hacía que el agua le cubriera todo el torso deteniéndose justo debajo de sus pechos.

-¿Por qué crees, tonta? ¡Quita esa cara de tristeza! -El Hanyou salpicó un poco de agua hacia ella que encontró increíblemente molesta.

-¡Detente, Inuyasha! ¡Mira, estoy empapada!

-¡Pues claro! -exclamó él con otro chapoteo.

De pie, el agua apenas llegaba a sus rodillas, pero eso no duró mucho ya que ella se lanzó hacia él y lo lanzó al agua. Antes, el Hanyou apenas hubiera estado mojado, pero ahora incluso sus orejas estaban empapadas.

-¡Oye, tú! ¡Cómo te atreves! -gritó juguetonamente el Hanyou.

-¡Eso te pasa! -le ella arrugó la nariz y le sacó la lengua. No mucho después comenzó una verdadera guerra de agua en el entre los dos, una que se podía escuchar en la distancia, así como el flujo del río, así como las risas incontrolables de Inuyasha y Kagome.

-¡Me rindo! ¡Tú ganas! gritó Kagome! - todavía riendo y sin aliento mientras cerraba sus ojos y levantaba las manos.

-Eso ya lo sé, gané en el momento en que empezaste a reírte. -El se dirigió hacia ella, con una enorme sonrisa en su rostro.

-¿Ah? ¿Así que me tiraste al agua porque querías que riera?

-Pero claro! -sonrió Inuyasha ¿Por qué más haría una cosa así?

-Eres imposible.

Ahora se encontraban cara a cara, a pocos centímetros de distancia y sus ojos parecían incapaces de dejar la mirada del otro. Parecía imposible para los dos parar de sonreír.

-Al menos funcionó… -dijo Inuyasha, enamorado perdidamente del brillo en los ojos de Kagome.

-Sí, si funcionó.

Sin pensar mucho en sus acciones, y dejándose guiar por sus emociones, las manos de Inuyasha encontraron los antebrazos de Kagome y se deslizaron lentamente para alcanzar sus manos, un movimiento el cual lanzó electricidad por el cuerpo de la chica y lo cual la hizo cerrar los ojos, dejándose sentir todas las emociones que su corazón había estado deseando desde el momento en el que lo vio. Ella posó sus manos en las de él y acariciándolas delicadamente. Kagome se concentró en la extraña familiaridad de esa simple acción y luego habló.

-Qué extraño...siento que he estado aquí antes. -susurró ella.

-¿Acaso ya habías venido a este lugar? -le preguntó él.

-No, no es el lugar. Quiero decir aquí. -Ella levantó su mirada hacia él, sus ojos castaños se encontraron con los de él una vez más, y luego apretó sus manos entrelazadas, y él supo exactamente a qué se refería.

El tiempo se congeló solo para los dos. En la intensidad del momento sus corazones ardían con fervor. Las manos de Kagome se movieron hacia su pecho y luego hacia las perlas en el cuello de Inuyasha. El Hanyou se sonrojó, su mente había dejado de funcionar ya que en un abrir y cerrar de ojos, Kagome lo había besado. La chica se había puesto de puntillas cuando sus labios se tocaron por primera vez, atrayéndolo hacia ella con su collar, y lo que había comenzado como un pequeño beso, se convirtió rápidamente en algo más. algo intenso, apasionado y hambriento. Las manos de Inuyasha había encontrado su camino hacia la cintura de Kagome y los brazos de ella estaban sobre sus hombros, abrazando su cuello y acercandolo más y más a sus labios.

Inuyasha pensó que tal vez había muerto. Tal vez estaba en el cielo porque era demasiado bueno para no ser una fantasía, pero también era demasiado real para ser solo imaginación. La intensidad de sus besos, el cálido sentimiento de su cuerpo contra el suyo, fue suficiente para hacerlo sentir completo una vez mas.

Kagome. Él estaba besando a Kagome y lo más importante, ella no lo había rechazado, ella le estaba devolviendo la intensidad del beso y cada segundo era pura gloria. Ninguno de los dos había sido besado así antes, con tanto deseo y ternura al mismo tiempo.

Eventualmente, sin embargo, esa gloria tuvo que terminar, ya que la necesidad de respirar hizo que los besos cesaran poco a poco. Ambos estaban jadeando sin aliento y sonrojándose demasiado, pero la posición de sus brazos se mantuvo, ambos perdidos en un abrazo perfecto.

La sacerdotisa en ese momento sintió que lo amaba…sintió que lo había amado durante mucho tiempo. Como si su corazón lo conociera desde antes, pero ella no encontraba sentido a esos sentimientos extraños.

-Lo siento ... -se disculpó Kagome apartando la mirada con timidez repentina.

-¡No seas tonta! No te atrevas a disculparte por besarme nunca, Kagome.

Y así, con solo esa simple palabra, todo se fue al infierno. El momento que había sido tan cuidadosamente creado con ternura y amor se rompió y explotó como una pequeña e insignificante burbuja.

Kagome parpadeó confundida y en un instante su rostro había vuelto a tener esa expresión sombría de antes y luego empujó a Inuyasha lejos de ella, deshaciendo el abrazo y se dio la vuelta, saliendo del río y volviendo a la orilla. Inuyasha, preocupado, la siguió.

-¿Kagome?

-Dente. Eso fue suficiente, no debí haber hecho eso, ¡no debí haberte besado!

-¿Por qué no?- preguntó el Hanyou, sintiéndose herido por las palabras de Kagome. - ¡Tu lo querías tanto como yo!

-¡Cállate! -alzó la voz ella con lágrimas en sus ojos. - ¡Ni siquiera sé lo que quiero!

-Quieres recordar ¿no?

Ella lo miró por un momento, sin palabras y el podría haber jurado que sintió el tiempo y todo lo demás a su alrededor, detenerse.

-¡Debes dejar de esconderte en una mentira! -insistió Inuyasha.

-Mi vida no es una mentira. -Estaba empezando a ser difícil para ella creer sus propias palabras.

-Si lo es pero nosotros podemos ayudarte, Sango, Miroku Shippo y yo.

"Tienes que dejar de esconderte en una mentira", las palabras de Inuyasha aún sonaban en su cabeza como un tambor, incesante, retumbando una y otra vez, y llenas de una verdad innegable y aterradora.

-Mi vida no es una mentira. Tu me confundes con alguien mas, y no me queres a mi, por eso fue un impulso y un error besarte, -dijo ella, casi entumecida. Sus besos con Inuyasha había movido algo inexplicable en ella, la había hecho tan feliz por un pequeño momento, pero despertó de regreso a la realidad cuando esté la llamó por un nombre al cual ella no respondía.

-Kagome—

-¡No! ¡Déjame sola!

-¡Para esto! -alzó la voz Inuyasha, mientras una brillante idea apareció en su cabeza. Haría que ella le creyera a como diera lugar. -¡Te lo puedo demostrar!

-¿Demostrar que?

-Que eres Kagome Higurashi. Todo lo que necesitas hacer es gritarme.

-Ya te estoy gritando, ¡idiota!

-No. -dijo Inuyasha. -Gritame Osuwari.

-¿Qué? ¡No! Esto es ridículo, déjame sola como te lo pedí en primer lugar. -Kagome comenzaba a alejarse cada vez más, pero Inuyasha decidido la siguió.

-Sabes en la verdad el fondo, ¿no es asi?

-¡Déjame!

-¡No te voy a dejar, Kagome!

-¡Que no me llames así!

-¡Kagome, solo hazlo! -le suplicó él, y la chica a punto de explotar, le cumplió por fin su extraña petición.

-Osuwari!

Y con un brillo púrpura, las perlas de subyugación en el cuello de Inuyasha obedecieron la orden de la voz enojada de Kagome, por primera vez en cinco años, enviando a Inuyasha directamente al suelo.

Y ella se quedó paralizada. La noche y el bosque a su alrededor se desvanecieron en su mente, y lo único que quedó fueron las palabras en el aire y un sentimiento horrible que se retorcía en su pecho como una daga.

No podía ser.

¿Cómo había sucedido eso? Se preguntaba la sacerdotisa.

Sintiendo demasiado miedo de las respuestas, y de repente, demasiado consciente de los latidos de su corazón golpeando con fuerza contra su pecho y la verdad que la enfrentaba, se dio la vuelta y corrió hacia la oscuridad del bosque, incluso antes de darle a Inuyasha la oportunidad de ponerse de pie y seguirla.


La sacerdotisa Kaiya no tenía idea de a dónde iba, pero corría con todas sus fuerzas, lo único que quería era escapar, pero ¿cómo escapar de su propia mente?
Ella no lo sabía. Todo lo que sabía era la sensación de comérsela desde adentro, como si algo dentro de ella estuviera a punto de desatarse en cualquier momento.
La tierra bajo sus pies temblaba. El mundo a su alrededor daba vueltas y el latido de su corazón resonaba fuerte contra su pecho como un tambor.

En su cabeza, voces incesantes, en coro llamaban su nombre y cantaban advertencias.

"Tienes que dejar de esconderte en una mentira"
Escuchó las inquietantes palabras de Inuyasha por encima de todo y luego lo escuchó en la vida real, en medio del bosque gritando su otro nombre en la distancia.

"Kagome" La llamaba el.

A pesar de todo, siguió corriendo a través de los árboles y la oscuridad, tratando de no ser golpeada por una rama o tropezarse con una raíz.
Ella siguió corriendo mientras sollozaba, tratando de olvidar que los últimos minutos con Inuyasha había pasado, que las perlas en el collar del hanyou habían reconocido su voz y con un destello, habían seguido su orden. Quería olvidarse de lo que eso implicaba sobre ella, sobre sus amigos de Getsu, sobre Inuyasha y Kioshi.

Todo lo que quería era seguir corriendo hasta que su cuerpo estuviera tan perdido como su mente sentía—hasta perderse en la noche. Hasta que su cabeza dejara de dolerle tanto.
Se estaba volviendo loca.
Tuvo que detenerse repentinamente mientras caía de rodillas en la tierra , ya que un dolor insoportable que se había originado en su pecho de repente se abrió camino hasta su cabeza, invadiéndola por completo.

Ella iba a morir.
En su dolor, arqueó la espalda y gritó. La luna brillante que colgaba en lo alto del cielo—como si esta se burlara de ella y todo su dolor—fue lo último que vio antes de cerrar los ojos llenos de lágrimas, hasta caer inconsciente en el piso.


No pasó mucho tiempo antes de que comenzara a volver en sí una vez más. Escuchaba voces preocupadas a su alrededor ecos distantes. Ella conocía bien esas voces.

Su corazón comenzó a latir violentamente mientras un pánico inexplicable la ahogaba.

Y por primera vez en cinco años, Kagome Higurashi abrió los ojos. Y lo recordaba todo.


Hola! Que bien al fin llegar a este capitulo! No se como no se le ocurrió a Inuyasha lo de osuwari antes lol! Espero que les haya gustado! Tambien espero poder actualizar pronto :) dejen sus comentarios, la verdad despues de este capitulo ya no tengo mucho material pre-escrito, pero espero aun asi no tardame mucho en actualizar ya que muchas de mis escenas favoritas se aproximan!

Los quiero mucho y nos vemos a la próxima!