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Corazón de sueños.
Ellos y ella. RC.
—Tienes las orejas perforadas.
Hinata dio un respingo al escuchar la voz cerca de ella. Kiba parpadeó, mirándola con curiosidad. Le dedicó una sonrisa nerviosa mientras asentía. Él no quitó la mirada de sus orejas, bastante visibles gracias a que había recogido su cabello en una cola alta para evitar que le molestara mientras escribía.
Le gustaba hacerlo en la biblioteca, donde había mucha más luz que en su dormitorio y debía de admitir que también amaba ese silencio, porque a su vecino de piso al parecer las cosas no estaban yéndole muy bien y cada dos por tres gritaba a pleno pulmón que odiaba su trabajo.
Además, Kiba pocas veces se metía en su trabajo y la dejaba ir a su aire. Ambos se sentían cómodos con la presencia del otro.
—Y llevas un pendiente de cada color. ¿Lo has perdido?
Hinata se llevó la mano hasta el pendiente negro. El recuerdo de esa noche creó en ella escalofríos.
—No, no. Yo… —titubeó.
¿Qué pensaría Kiba si conociera la razón? No quería crear un conflicto equivocado que, claramente, iría contra las reglas que el grupo en sí había impuesto por unas condiciones muy normales, aunque le costó su relación a Naruto, por supuesto.
—Sí, me equivoqué.
—¿En qué quedamos? —cuestionó Kiba frunciendo el ceño.
—Olvídalo —suplicó cubriendo el pendiente oscuro entre sus dedos y volviendo su atención hasta los papeles frente a ella.
Kiba frunció los labios, pero se centró en esto último también.
—¿Qué haces?
Hinata se iluminó.
—Estoy revisando nuevos lugares para que actúen. Desde que llenaron la sala han llegado más peticiones. Todavía son cosas modestas, pero estoy intentando pensar de qué modo podría hacer que la ciudad se percatara de que han regresado. Lo suyo es llegar a lo más alto y ese escenario ahora mismo está muy lejos para ellos debido a su pasado.
Kiba suspiró y sacudió la cabeza de forma semejante a un perro.
—Sí, recuerdo lo que vimos en el ordenador.
—Lo sé —farfulló—. Y no creas que eso no ha creado problemas en ellos. Tuvieron que ponerse más rigurosos a la hora de buscar mánager y también, en temas personales.
Por supuesto, no le había contado a Kiba todos los detalles pero sabía que podía confiar en él y siempre tenía otro punto de vista que le iba de maravilla en ese caso.
—Estoy pensando en una cosa, pero no sé si te guste hacerlo, Hinata —sopesó Kiba frotándose el mentón con los dedos—. Tendrías que tirar del renombre de tu padre y si ellos llegaran a fastidiarla, arrastrarás a su empresa con ellos.
Hinata tardó en comprender a qué se refería.
—Hablas de…
—Sí, un padrino —confirmó—. Muchos grupos caídos tienen esa clase de suerte. Pueden tener la peor de las famas y continuar ahí gracias a un personaje importante. Dado que dudo que los altos cargos de la escuela quieran tomarlos, sólo me queda pensar en las empresas Hyûga. ¿Por qué no se lo propones?
Hinata se quedó pensativa. Había muchas cosas buenas de lograr algo así pero también muchas que podrían ir mal. No conocía del todo a los chicos como para decir un sí al instante y tampoco como para negarse.
Y, por supuesto, luego estaba su padre.
Desde que había visto que lograra parte de su sueño, su humor había mejorado hacia ella y se alegraba de que fuera capaz de caminar por buen rumbo, pero de ahí a ayudarla, no estaba segura del todo.
—Te buscan, Hinata —dijo Kiba regresándola al presente.
Parpadeó y buscó a la persona. Sasuke estaba en el umbral de la puerta, buscando con la mirada. Cuando dio con ella, parpadeó y luego levantó una mano cargada de papeles. Claramente, de partitura.
—Perdona, Kiba —se disculpó para acercarse a él—. ¿Ocurre algo, Sasuke-kun?
—Sí —respondió indiferente—. ¿Tienes sobres? Hay que enviar esto para valoración.
—¡Oh! ¿Una nueva canción?
Él asintió lentamente entregándole las hojas.
—Vale, lo enviaré ahora mismo —prometió.
Sasuke continuó sin moverse, sólo mirándola y esperando. Hinata no comprendía.
—¿Ocurre algo más?
Él volvió a asentir lentamente.
—¿Sabes algo de música?
Sintió que enrojecía.
—Estoy… intentando aprender ciertas cosas —reconoció—. Yo no iba a ser mánager de un grupo de música, así que mis calificaciones no llevaban nada de ello. Pero me pondré al día, al menos lo que pueda —prometió.
Sasuke suspiró y se llevó la mano izquierda hacia atrás, rebuscando en el bolsillo del pantalón. Un momento después sacó un pequeño mp3. Hinata lo miró con las cejas alzadas.
—Escúchala antes de enviarla. Es tu trabajo también. Si no es buena, dímelo.
—¿Decírtelo? —tartamudeó—. ¿Cómo podría saber yo si es buena? Sólo sería una espectadora…
—Precisamente por eso —recalcó él—. No sabes nada de música y si te llega a crear sentimientos, es que es buena. Si no lo hace, tira todo a la basura.
—¿Tirarlo? —exclamó dando un respingo—. No, eso es imposible.
—No lo es —negó—. Si no te gusta, no tiene sentido guardarlo.
—Claro que lo tiene —corrigió—. Puede que a mí no me guste, pero a otras personas sí. Sasuke-kun, no puedes esperar gustarle a todo el mundo. Hay gente que sigue prefiriendo la música clásica y que cuando escuche vuestro nombre no se sienta con ganas de escucharos porque no le atrae. Hay muchas opciones en el mundo como para descartar algo tan fácilmente.
Sasuke frunció el ceño mientras la escuchaba hablar. Hinata comenzó a pensar que estaba extralimitando.
—Hemos de ahondar en aquellos que sí les guste todo lo que hacéis.
—En eso estamos de acuerdo. Por eso, si no es atrayente, no sirve.
—Pero siempre habrá alguien nuevo que escuche la canción y pueda gustarle —opinó.
Sasuke frunció el ceño. Parecía no estar muy acostumbrado a que a todo le encontraran posibilidades.
—Entonces, si consideras que es mala, ponla gratis, como propaganda —espetó fríamente.
Hinata quiso protestar una vez más pero Sasuke se dio la vuelta, remarcando así su negación a más palabras entre ellos.
No tengas muy en cuenta esa frialdad suya y tampoco te lo tomes como algo personal, Hinata, le había dicho Sakura, Sasuke es difícil hasta para nosotros, que lo conocemos desde que somos niños. No sabe expresarse correctamente y tiende a dar una impresión incorrecta. Él ama la música y es un compositor increíble. Pero es muy exigente consigo mismo.
Podía asegurar que era así.
—Kiba. ¿Tienes cascos? —cuestionó volviendo con él. No tardó en ofrecerlos—. Gracias.
Se sentó junto a la ventana y le dio al play.
En su vida había tenido más ganas de llorar.
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—¿Por qué siempre que hay una pelea estás ahí?
Naruto desvió la mirada, ceñudo, cruzándose de brazos y piernas. Hinata deseó pellizcarle la mejilla hasta que gritara de dolor. ¿Cómo podía ser tan inconsciente de lo que significaba lo que había ocurrido?
Había sido llamada un momento antes por dirección. Al principio pensó que sería algo referente al grupo o la maqueta que había enviado de Sasuke, hasta que se encontró con el panorama. Dos chicos estaban en el pasillo sentados y con golpes que ya empezaban a tomar una forma morada e hincharse. Dentro de la sala, se escuchaba la voz de Naruto.
Al entrar, le descubrió gritando a la directora ante de que esta lo sentara de un soberano puñetazo en la silla.
Primero había estado sorprendida, para después, estar muy asustada. Había escuchado rumores a cuenta del carácter de la mujer, pero jamás lo había visto en persona.
—¡Y tú! —gritó la mujer señalándola y provocando que regresara al presente—. ¡Haz algo con tus muchachos! ¡Son estrellas en potencia regresando al mundo del espectáculo! ¿Qué crees que conseguirá si se pelea?
Hinata dio un respingo. Comprendía su enfado y era natural. También los motivos eran importantes. Hacía poco que habían conseguido actuar sin ser teloneros y aunque era de un bar pequeño, era un gran paso. Hasta estaba pensando cada vez más seriamente la propuesta de Kiba hasta el punto de pedirle una cita a su padre para hablarlo.
—¡Lo siento mucho! —se disculpó haciendo una reverencia respetuosa.
—No tiene que disculparse —protestó Naruto—. Fueron ellos los que estaban actuando mal.
Tsunade Senju golpeó el escritorio ante su protesta. Hinata se mordió el labio, rogando porque Naruto no continuara formando más jaleo del necesario.
—Largaos.
Antes de que se arrepintiera, Hinata estiró de su brazo para sacarlo. Por suerte, alguien se había llevado a los otros dos. Se imaginó a Naruto como un perro de pelea*, que cuando viera a los otros, era capaz de volver a enzarzarse en ella.
—¿Qué es lo que ha ocurrido? —cuestionó algo más tarde mientras caminaban en dirección al escenario reservado.
Naruto continuaba enfurruñado, con los labios apretados y las manos en los bolsillos, incluso sus hombros estaban inclinados en una postura amenazadora.
Se detuvo repentinamente, mirándola.
—Si vieras a alguien haciendo algo mal. ¿Te inmiscuyes?
—¿Qué? —preguntó.
Naruto la miró fijamente.
—Si vieras a alguien haciendo daño a otra persona o un perro. ¿Qué harías?
Ella no lo dudó.
—Teniendo en cuenta que perdería, seguramente diría algo. Con mucho esfuerzo, probablemente —reconoció.
La valentía no siempre estaba a la par que su cuerpo.
Naruto gruñó ante su respuesta.
—Pues yo no he podido quedarme quieto viendo cómo golpeaban a aquel cachorro como si nada —espetó—. Así que les hice lo mismo. Qué se jodan.
Hinata se detuvo para mirarle con la boca abierta. Naruto no se detuvo hasta darse cuenta que no caminaba con él. Enarcó una de sus rubias cejas.
—¡Naruto-kun! —exclamó—. Entiendo lo que dices, pero golpear a otras personas tampoco es bueno.
—¿Y si es bueno lo que estaban haciendo? Ese cachorro no tenía a nadie que lo protegiera de esos asquerosos.
—Lo sé, pero… Tienes que recordar quién eres —enfatizó.
Naruto golpeó la pared cercana con el puño cerrado, provocando que retrocediera.
—Si he de ser un puto hipócrita que hace la vista gorda por ser alguien importante. ¡No lo quiero! Ese no es mi sueño. No es lo que RC quiere.
Hinata tartamudeó sin encontrar las palabras. Naruto abrió mucho los ojos, retrocediendo.
—Perdona, Hinata —se disculpó—. Me adelantaré.
Ella asintió. No sabía qué decir ni qué hacer, pero estaba segura de que acababa de ver una parte del alma de Naruto en tan solo un momento.
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Sakura llamó a su puerta cargando con un paquete.
—Por favor, Hinata, tienes que ayudarme.
—Claro —aceptó haciéndose a un lado para dejarla entrar.
Sakura no tardó en aceptar la oferta y entró, dejando la caja con sumo cuidado sobre la mesita de té y hasta que Hinata no cerró la puerta, no se sentó, suspirando.
—¿Puedes dejarme un cacharro con agua? Un cuenco si tienes.
—Ah… sí.
Tras hacer su petición, Sakura abrió la caja y metió el cuenco dentro. Hinata, sin comprender, se asomó. Su rostro pasó por muchas formas antes de soltar un gritito.
—Por favor, no —suplicó Sakura—. Esto nos pondría en un aprieto.
—Pero es… —masculló.
—Lo sé. Es hermoso. ¿Verdad? Tan raro y especial.
Hinata tuvo que darle la razón mientras lo veía beber y mirarlas sin interés.
—¿Por qué? —cuestionó.
Sakura se cruzó de brazos.
—Naruto.
Puso los ojos en blanco al recordar la pelea y ahora, el porqué.
—Así que fue por él —dedujo mirando al animal—. Y yo entendí que era metafórico. Comprendo.
Sakura pareció comprenderla.
—Naruto parece un broncas, un chico que se mete en muchas peleas, pero no es por causas normales. Si lo hace, es porque hay algo importante de por medio.
—Sí, me he dado cuenta —aceptó extendiendo la mano para acariciar una de las orejas del animal. Era tan curioso, que le encantaba—. Pobre.
—Le estaban haciendo cosas crueles, por lo que me contó.
—¿Cómo es que lo tienes tú? —curioseó.
Sakura ladeó la cabeza.
—Me acerqué al oír el alboroto de la pelea. Sasuke fue quien detuvo a Naruto y aprovechó ese momento para pedirme que no le dejase morir. Fue un poco exagerado, porque por suerte no está herido. Pero al parecer los pilló colocando un petardo encima de su caja, ya sabes, algo que los niños hacían hace tiempo a pájaros, gatos y cosas así.
—No lo conozco —reconoció mirando con tristeza al animal—. Mis padres generalmente, me han cubierto algunas cosas y creo que el maltrato animal es algo que preferían que no viera, pero que tampoco hiciera.
—Es de lógica no herir a alguien —señaló Sakura colocando las manos en las caderas—. Odio que siempre vayan a por los más débiles.
Hinata estaba de acuerdo. El ser humano tenía, por desgracia, esa tendencia. Aprovecharse de los más débiles, de sus carencias o defectos. Ella misma lo había vivido en sus propias carnes.
—Pero… ¿qué haremos con él? —cuestionó mirando la caja.
Sakura siguió su mirada.
—No tengo ni idea. Y encima, el edificio prohíbe la pertenencia de animales.
—Sí…
Ambas suspiraron, completamente perdidas.
—No parece ser muy ruidoso —opinó Sakura acariciándole la cabeza—. Quizás pudiéramos mantenerlo en nuestros cuartos una noche por persona… Excepto Sasuke, no creo que sea muy dado a cuidar un animal.
—¿Y si no pudiéramos?
—Pues… sería catastrófico para Naruto. Le ha puesto hasta nombre.
Hinata estaba atónita.
—¿En serio?
Sakura asintió.
—Kurama. Se llama Kurama.
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Hiashi Hyûga enarcó una ceja y ella inclinó más la cabeza.
No podía dejarlo pasar más tiempo. A veces, las oportunidades no aparecían si no las movías tu antes. El mundo no era un camino de rosas, desde luego. Inclinarse ante su padre y pedirle tal cosa quizás estuviera siendo demasiado.
Su primo, detrás de ella, carraspeó. La había acompañado para servirle como apoyo, aunque Hinata sospechaba que también era para tener algo de información que le interesaría más tarde a su mujer.
—Levanta la cabeza —ordenó Hiashi. Ella lo hizo, confusa—. Y respóndeme a algo.
—¿Qué? —cuestionó.
—¿Lo estás pidiendo como hija o como su mánager?
Hinata parpadeó, confusa. Desde el principio había entregado la nueva tarjeta que le habían entregado como, oficialmente, Mánager de RC. Estaba segura de que la secretaria se la había entregado.
—Como su mánager —respondió ciertamente dudosa.
Hiashi abandonó las ventanas para ponerse detrás del escritorio.
—Entonces, ahora mismo estamos hablando de negocios. He de sopesar lo que me estás pidiendo. ¿Invertir en una banda que ya estuvo en alza pero cayó del pedestal? ¿Qué conseguiré a cambio? ¿Volverán a arruinar todo? ¿Qué seguridad me das como para que pueda interesarme? Necesito respuestas, señorita Hyûga.
Repentinamente, volvió a ver al hombre de negocios que la había asustado cuando era niña, antes de que, por algún motivo, su padre cambiara.
—¿Y bien? —cuestionó ante su duda—. ¿No vas a venderme a tu grupo?
—¡Sí! —exclamó—. La última vez que el grupo debutó llenó toda la sala y siendo sólo teloneros. Todavía quedan muchos fans de tiempo atrás que los apoyan y nuevos que sólo tiene que conocerles. Estoy segura que escuchándolos una sola vez vendrán a pedir más información sobre ellos. Puedes vender las entradas en tus centros también y ganar cierta comisión, por supuesto. Esta vez, yo soy su mánager, no lo arruinarán.
Intentó mantener la compostura, mostrarse tan capaz como su padre imponente tras el escritorio.
— En cuanto al grupo, te puedo explicar que se lo toman muy en serio. Sasuke, pese a que exteriormente pueda parecer que el resto le da igual, quiere llegar a todos los sentimientos de los fans. Naruto quiere que vean las cosas buenas y disfruten de ellas sin hacer mal. Y Sakura, quiere demostrar que la belleza no es todo lo que se puede aportar en un grupo de rock. Ellos no son el grupo convencional que sólo se vende sin más.
Hiashi escuchó pacientemente y volvió la pantalla del ordenador. La imagen le devolvía la misma noticia que ella viera tiempo atrás con Kiba.
—¿Y qué me dices de esto? ¿Alguna explicación? ¿Puede afectar a la reputación de mis empresas?
Hinata por un instante se bloqueó.
—No —dijo finalmente—. Esa fue la causa de una mano asquerosa colocada en el punto equivocado. Te puedo asegurar que dejó muchas secuelas en ellos pero, en lugar de convertirlos en unos crueles parásitos, los hizo evolucionar mucho más de lo maravillosos que eran.
—Además, esta vez está ella —recalcó Neji desde su espalda—. Y dudo que Hinata vaya a violar o intentar violar a alguno de ellos. Si esa chica ha podido continuar y sigue luchando, es una buena aportación al ejemplo que puede dar. Y, de salir a la luz más basura de esa, dudo que sea… ¿Sakura? —Hinata asintió—. Dudo que sea Sakura a la que acusen, excepto el típico idiota que piense que violar es el pan bueno de cada día.
Hiashi le dedicó una mirada lánguida.
—No sabía que estabas también detrás de esto.
Neji carraspeó y se encogió de hombros.
—Tenten es… fan —dijo con la boca pequeña.
Hiashi parecía esforzarse por no sonreír. Carraspeó a su vez y miró hacia su hija.
Hinata estaba expectante.
—De acuerdo. Os patrocinaré. Pero a cambio querré resultados.
Hinata no pudo evitar sonreír de oreja.
—Ah, hay algo que no necesitaremos buscar, pero necesitaré que des tu consentimiento para que nos permitan tenerlo con nosotros.
—¿De qué hablas? —se interesó Hiashi.
Hinata sacó su móvil para mostrárselo.
—La mascota del grupo: Kurama.
Sonrió, emocionada. Su padre frunció el ceño, con cejas temblorosas y una sonrisa que no logró reprimir mucho más.
Hinata acababa de ganar la batalla.
Una de las que muchas quedaban.
Continuará.
*: No apoyar esta causa. Las peleas de perros son horribles.
