Joined
"¡El siguiente round empezará hoy en la tarde!"
Las palabras retumbaron en los oídos de la muchacha mientras cerraba los ojos para aplacar ese punzante dolor de cabeza que le había traído esa experiencia. No podía dejar de repasar esos sucesos más recientes.
Habían llegado en el último segundo aunque, aún así, eso no era lo que le importaba al par. Estaban más preocupados por su amigo. Hizoka, con toda la naturalidad del mundo, ya estaba parado entre la multitud con una sonrisa de oreja a oreja –una mezcla entre dicha y satisfacción– apuntando con lentitud hasta uno de los árboles cercanos. Ahí estaba Leorio, recostado, quejándose de una forma casi infantil por el dolor que sentía.
No era más que, tal y como Kurapika afirmaba, magnificar las cosas. Fuera de ese brazo herido y firmemente vendado –probable y extrañamente por las manos del mago que debieron de haber actuado mientras este se encontraba inconsciente– su rostro no era más que una inflamación de la que ni siquiera valía la pena hablar.
Aunque lo que a ella le pareció casi divertido fue el cómo su mente había bloqueado su memoria de lo ocurrido en la ciénaga. Quizás fue el aturdimiento del golpe, quizás era por su orgullo, pero él parecía no recordar absolutamente nada—como si hubiera aparecido bajo ese árbol de manera espontanea.
Por un momento se preguntó que sería de él si ella incitara tocar esos recuerdos, si es que eso daría paso a que la vergüenza y la ira se apoderen de él. No lo conocía realmente, pero podía notar ese temperamento explosivo desde la distancia y se preguntaba cuán propenso lo hacía a tomar decisiones impulsivas y estúpidas.
"Será mejor que no le digamos." Susurró Kurapika, y por cortesía Mika asintió, no dispuesta del todo a cumplir esa promesa sino a mantenerse abierta a las posibilidades según cómo se fueran dando las cosas.
Un as bajo la manga nada más.
Y las palabras que recordaba del tiempo restante le seguían retumbando, ahora unidas a la impaciencia de Leorio por la hora que aún faltaba por esperar. Le hubiera gustado agarrar un poco del sentido común del rubio sobre como era mejor lo que se pudiera cosa de tener fuerzas para defenderse. Pero una mente así de sencilla era incapaz de escuchar.
"¿De qué hablas Kurapika? ¡Si me detuviera ahora por más tiempo perdería toda la energía que tengo ahora!"
Él sabía que no valía la pena argumentar contra Leorio, que era demasiado testarudo como para ver la realidad y desmontar esa idea de que el cuerpo, una vez entrado en calor, bajo ningún motivo debería enfriarse. Es mejor evaluar las distintas opciones según el caso, pero claro, que el mayor llegara a esa conclusión sería soñar demasiado.
Sabía que era un caso perdido, y por eso prefirió alejarse un poco y recostarse a la sombra de uno de los árboles, pasándose la mano por el pelo con un leve agobio –quizás por la discusión sin sentido, quizás por la necesidad de calmarse tras haber superado la primera etapa de la prueba– y escaneó a todas las personas que habían aprobado hasta el momento.
148, ese fue el número que contó. 149 si se incluía a él mismo. Por un breve instante su mente vagó hasta el futuro cercano, sobre de qué trataría la segunda etapa. Pero sabía que eso sólo sería un desgaste psicológico innecesario, un desperdicio de energía, por lo que simplemente cerró los ojos e intentó despejar su mente.
A la distancia, ella lo observaba. Había un algo en él y su controlada calma que llamaba su atención. ¿Qué lo hizo gritar en el túnel? Lo que fuera que lo carcomía por dentro era algo que podía disimular o tapar o guardar en un cofre bajo llave con tal de maestría que le hacía parecer como si no estuviera allí— o que al menos era algo que tenía controlado. Pero ella no se creía esa charada y quería desmontarla, reducir a ese muchacho hasta la médula, hacerlo entrar en conflicto y ver esa mirada de desesperación que no tuvo la oportunidad de presenciar un par de horas atrás.
Por diversión.
Por el mero hecho de que podía hacerlo.
"Hey, ¿me puedo sentar?" Pregunta ella mientras se para frente a él, quien simplemente asintió, abriendo los ojos para observarla mientras lo hacía. "¿Cómo te sientes después de lo que ocurrió?"
Amabilidad y preocupación, eso es lo que estaba metido en su voz, un intento por parecer más cercana y sincera de lo que realmente era. La muchacha sabía que él tenía sus dudas respecto a ella, que algo no estaba del todo bien y que debía tener cuidado— al igual que como tenía con todo el mundo, pero especialmente con ella.
"Podría preguntarte lo mismo." Su tono no expresaba nada en particular, aún así, su sonrisa era una clara burla.
"Pero yo pregunté primero." Se recordó a si misma que no debía salirse de ese personaje que había creado, que la sorna y la ironía no encajaban allí.
"Supongo que más tranquilo," dijo tras un suspiro, resignado a que no valía la pena argumentar. "¿Y qué hay de ti?"
"Oye, ¿qué te llevó a querer convertirte en Cazador?" Le expresión que tenía hacía parecer como si no estuviera evitando su pregunta, sino que fue algo que le salió espontáneamente. Como si fuera algo que genuinamente le interesaba.
"Creí que era tu turno de contestar." Alzó una ceja mientras buscaba la mirada de la joven. Él sí buscaba esquivar esa pregunta, ignorarla, no recordarse el por qué al menos durante esos instantes en los que buscaba descansar, puesto que la respuesta es algo que tendría grabado en su mente por el resto de sus días.
"Oh, bueno... es como si al fin pudiera respirar tranquila," mintió descaradamente. Probablemente la mentira más grande que había dicho desde que inició el examen— aunque tampoco es como si hubiera dicho mucho desde entonces. Sabía que no estaría completamente tranquila hasta que pudiera verla de nuevo –a ella por sobre todas las personas– pero esa forma que tenía de decirlo lo hacía parecer tan real. "Te toca contestar."
"Creo que mi motivo es demasiado personal como para responderte." Volvió a pasar su vista por todos los presentes, eludiendo a la muchacha. No pretendía mentirle, eso sería un desperdicio de palabras, pero tampoco se sentía obligado a contestarle a alguien que no significaba nada en su vida.
"¿Y qué tal si yo contesto primero?" Para él eso parecía casi una broma y no pudo evitar que llamara su atención. ¿Tan interesada estaba en saberlo?
"No te aseguro nada." Se volteó para encarar a la joven. Dudaba sobre qué podría estar buscando con eso, aunque debía de admitir que sentía curiosidad por su respuesta.
"Tomaré el riesgo," dijo antes de, con un suspiro, convertir su sonrisa en una mueca amarga en sus labios. "Supe que mi madre está vinculada con este examen, que es probable que esté por algún lado por aquí. Sentí estas ganas de verla, incluso a pesar de todo el tiempo que ha pasado... es tonto querer buscarla ahora, ya van tres años."
Él sopesó la información, intrigado sobre cómo esa muchacha pudiera hablar tan abiertamente de ese tema. Su primer instinto fue preguntarle quién era su madre, pero prefirió no ser tan invasivo— al menos no de golpe, sino que quizás de una manera más sutil. Incluso siendo que no existía forma alguna de preguntar ese tipo de cosas en una forma no intrusiva.
"¿Por qué se separaron?"
"No. ahora es tu turno de contestar," su sonrisa volvió a aparecer, como si se hubiera tranquilizado por el simple hecho de dejar salir esas palabras. "Tranquilo, sé que no me aseguraste nada. Por supuesto que no estás obligado a contestar."
Eso fue lo que dijo, y sabía que con eso, con esas simples palabras, él acabaría hablando.
"Soy el último sobreviviente del clan Kuruta. Hace cinco años..." se detuvo un momento, apretando los puños de manera casi imperceptible, ya sea por el recuerdo o por el hecho de pronunciar esas palabras en voz alta. Ella no apartó la vista, observando cada una de sus reacciones. "Hace cinco años todo mi clan fue masacrado por el Genei Ryodan. Es por eso que quiero convertirme en cazador, para capturarlos."
O matarlos.
Frunció el ceño y sus ojos se entrecerraron, cosas que no pasaron desapercibidas para la muchacha. Ahí fue cuando lo supo, era eso lo que le había hecho gritar en los túneles.
Genei Ryodan... sabes que eso sería como casi un suicidio, ¿verdad?
No lo dijo por el objetivo, sino por el camino que puedas recorrer.
Dime.
¿Qué estarías dispuesto a hacer?
Le hubiera gustado tanto soltar esas palabras y ver su reacción, esa cara de confusión o desprecio que ella tanto ansiaba. Pero no, aún no era el momento; mientras más alargara esa charada a lo largo del tiempo más satisfactorio se sentiría una vez llegara, por lo que prefirió escoger mejor sus palabras.
"¿Crees que—?"
"¿Qué fue lo que ocurrió con tu madre?" Quería regresar al tema anterior, cobrar la deuda que implicaba el coste de sus palabras, pero ella cuestionaba si la interrumpió por desviar el tema o si en verdad estaba interesado en saberlo. Pero si él quería alargar el juego, que así sea.
"Creo que es algo muy personal como para responderte," se mofó de forma casi juguetona, repitiendo las palabras del muchacho, quien sonrió de medio lado. "Quizás si me contaras la razón completa."
"¿La... razón completa?"
"Sé que me estás diciendo la verdad, pero hay un algo importante en los detalles que no quieres contarme. Quizás el por qué fueron asesinados o cómo es que tú si sobreviviste, no lo sé, pero me ocultas algo. Lo veo en tus ojos."
La encontró o petulante o demasiado ingenua como para usar un motivo tan simple como forma de pretender conocerlo. Lo veo en tus ojos, sonaba casi infantil. O quizás le molestaba tanto porque le recordaba a él en el pasado, a ese algo que podía hacer con tan sólo mirar a los demás... cuando tenía alguien con quien hacerlo. Sus manos se volvieron a tensar y por un momento incluso sintió que temblaban, pero si fue así no duró mucho ya que sintió un extraño golpe de tranquilidad al momento en que ella posó su mano sobre la suya. No entendía cómo hizo para generarle tal confianza con tan poco. Realmente no tenía sentido.
"La razón por la que el clan Kuruta fue—" Ella no lo dejó terminar, llevando su mano libre hasta sus labios en señal de que guardara silencio.
"No tienes porqué." Susurró antes de recostarse completamente contra el árbol y cerrar sus ojos. Él simplemente se quedó viéndola, pensando en cómo nada de eso tenía sentido. Pensaba en cómo ella, tras haber insistido tanto en que él le contara lo ocurrido ahora simplemente había retrocedido, como si no quisiera entrar en un terreno que lo fuera a poner incómodo. Se repetía que no tenía sentido y que ella debía de estar loca. Sacudió un poco su cabeza para dejar ir el pensamiento y luego la imitó, recostándose contra el árbol y cerrando los ojos, sin caer en cuenta de que sus manos seguían en contacto.
Ella sonrió de medio lado, sabía que el muchacho acababa de entrar en su juego.
