Annie llegó dos días después de un corto viaje en tren a NY, y fue escoltada hasta la casa de Eleanor Baker. La casa, iluminada por dentro, parecía otra. En esos días, Terry y su madre se habían dedicado a limpiarla y arreglarla, en espera de una oportunidad para refinar su plan de huida. Pero mientras tanto, todo comenzó a brillar, como en otros tiempos. Cuando Annie llegó, le dio las gracias a la policía, y les entregó a ellos su pase de salida. Así, sería Annie la que le daría las buenas nuevas a Terry y su madre. Para eso, se detuvo frente a la puerta, y comenzó a tocar, primero sigilosamente, y luego un poco más fuerte. La mujer que le abrió, de unos 45 años, la miró con extrañeza. No, no la conocía, pero sus finos vestidos y elegantes ademanes, fueron suficiente para ganarse la admiración de la dama.
"Soy Annie, amiga de Candy", le dijo a la mucama en confianza.
Dora comenzó a mirar, nerviosa, afuera.
"No, señora, no se preocupe. No hay nadie afuera. Los policías que vigilaban la casa ya fueron relevados de sus puestos".
Eso tranquilizó un poco a Dora, que imaginaba los peores escenarios sobre lo que le pasaría si la policía encontraba allí a Candy. Pero también le provocaba pesar. Candy estaba en la peor situación de su vida, prisionera y sin esperanza de poder escapar del yugo de Terry y su madre.
"Señorita, le digo, es peligroso. Los señores han perdido la razón, y tienen a la señora Candy secuestrada", le advirtió en voz baja.
"No, eso no puede ser. De hecho, vengo a traerle a Candy los papeles de divorcio para que pueda liberarse del yugo de un matrimonio no deseado. Ella será libre, y podrá quedarse con Terry de ahora en adelante".
Dora la miraba extrañada, pensando que esa señora también estaba loca.
"Pero, señora Annie, si la señora Candy detesta al Sr. Terry".
"No, no, eso es por un sentido de culpa que tiene con su exesposo. Déjeme hablar con ella, y todo se aclarará", dijo Annie completamente segura de su misión. "Entréguele esta carta del Sr. Ardlay para sus señores, y todo se solucionará", le terminó Annie, dándole la carta con el sello Ardlay.
La mucama dejó que Annie entrara a la antesala.
"Espere aquí, por favor", le dijo un poco fría. La verdad es que pensó que era un plan para entrampar a los dueños de la casa, y que ella podía salir perjudicada.
De hecho, los dueños no eran tontos, especialmente con el trato que les daba Candy. Probablemente pensaran lo mismo que ella. De todos modos, fue directamente a la cocina, donde tanto Terry como Eleanor se tomaban un té. Los otros invitados estaban haciendo sus actividades en la casa.
Dora les entregó la carta. Cuando Terry vio de quien era, sintió un cosquilleo en el estómago. Su madre fue la primera en señalar que podía ser una trampa, pero Terry sabía que Albert era un hombre de honor, así que la tranquilizo. Entonces rompió el sello y abrió la carta, que comenzó a leer en voz alta.
"Estimado Terry:
Primero quiero que sepas que esto no es una trampa, por si estabas pensando en eso. Creo que me conoces lo suficiente para saber que siempre he estado para ti y para Candy. Ahora no es diferente. Quiero que sepas que Annie tiene en sus manos los papeles de divorcio para comenzar los trámites lo más pronto posible. Me parece que Candy sí quiere estar contigo, y para eso, me hago a un lado. Deja que Annie hable con ella. Creo que ella sí tiene miedo y se siente obligada conmigo. Con Annie, entenderá y dejará ir todo lo que la ata conmigo.
Tu amigo Albert.
PD: En los papeles de divorcio incluyo una cláusula de custodia compartida de nuestros hijos. Estoy seguro de que no se querrá separarse de ellos, pero soy el padre, y creo que también deben estar conmigo. Además, no creo que sea adecuado que comiencen ustedes dos su vida juntos con familia extendida. Espero que entiendas".
Terry no dejaba de sonreír mientras leía la carta de Albert. Por fin iba a poder cumplir su sueño. De hecho, Eleanor y Annie, que había entrado poco después, tampoco. Ambas lucían felices por estos acontecimientos. Terry le hizo señas a Annie que lo siguiera, y así lo hizo.
"El acomodo no ha sido el mejor, pero entenderás que lo hicimos para que no escapara. Hubiera estado en peligro… Es el tercer cuarto a la derecha".
Annie bajó con pesadez las escaleras hacia el sótano, y por un momento sintió que lo que hizo había sido un error. Pero bajo las circunstancias, entendió que no hubo remedio, y pensaba que cuando Candy supiera que podía ser libre y amar a Terry, todo ese dolor que ese lugar permeaba desaparecería para ella. Al llegar al lugar, sin embargo, y tocar, de adentro escuchó decir que podía entrar a alguien con cierta melancolía en la voz. Annie entró ante los ojos pasmados de su amiga. Ya tenía varias semanas de embarazo y comenzaba a notarse, aunque estaba algo delgada y demacrada, como si no hubiera dormido en días. De hecho, estaba recostada de lado, con las piernas en arco, hacia el lado opuesto de la puerta.
"Candy, amiga, cuánto sufrimiento has tenido".
"No lo sabes, Annie. Esos dos me han hecho la vida muy difícil, muy difícil. He tratado de escapar, pero estoy presa, en una cárcel", dijo mientras la abrazaba, luego de salir de la pose tan triste en la que estaba.
"Amiga, no más. Terry te va a permitir salir".
"¿Cierto? ¿Me puedo ir con Albert y con mis hijos?"
"¿Con Albert? No Candy, con Terry, como siempre has querido".
"¿De qué hablas?", preguntó Candy con una mezcla de curiosidad y miedo a la vez.
"De que, por fin, serás libre para amar a Terry y ser feliz".
A esto, Candy se sentó en la cama con un gesto de sorpresa.
"Quieres decirme que tú, Annie, estás ahora abogando por esos dos desquiciados, que me han privado de la libertad por meses. Yo me quiero ir a casa, con Albert y mis hijos".
"Candy, no tienes por qué disimular más. Albert te ha dejado libre para que puedas estar con Terry", le dijo Annie, con entusiasmo.
"Excepto que yo no quiero estar con Terry. Yo quiero estar con mi esposo y mi familia".
"Albert te dará el divorcio y serás libre".
"Yo no quiero ningún divorcio. Yo amo a Albert".
"No…", decía Annie tratando de convencerse de que su amiga había perdido la razón.
"Sí…", le contestaba Candy con pleno convencimiento de lo que le decía.
Annie trató de conectar sus ideas para que todo fluyera mejor.
"Candy, escúchame bien, tú amas a Terry desde siempre, y quieres estar con él. Ambos merecen una oportunidad".
"Annie, déjame explicarte esto por enésima vez. No amo a Terry, y nunca voy a estar con él. Prefiero la muerte. Y si por casualidad convenciste a Albert de que nos dejara el camino libre, desde ahora te digo que nunca ocurrirá, y algo más. Estos dos quieren llevarme a Los Ángeles y esconderme. Esto no deja de ser un secuestro, y si te prestas a sus juegos, serás cómplice. Sabes que te quiero como una hermana, pero no voy a tener reparos en meterte en la cárcel si eso es lo que toma para obtener mi libertad, y esa libertad es con mi esposo y mi familia".
Esto puso de nervios a Annie. Entonces salió por donde entró. Pero antes, dejó los papeles de divorcio sobre la mesita de noche, mientras Candy continuaba gritando que quería ser libre y salir de allí detrás de ella, como hizo con Terry días antes. Pero antes de irse, le terminó:
"Lee el acuerdo de divorcio, Candy. Creo que te ayudará a convencerte de que es lo mejor para ti. Como te dije hace tantos años, deja de pensar en los demás y hazlo en ti. Con el camino libre y una custodia compartida, como Albert te propone, podrás ser feliz, y ni siquiera tendrías que volver a verlo. Él está de acuerdo, Candy. Está de acuerdo", se fue alejando y hablando cada vez más bajito.
Candy no pudo más que ponerse a llorar. De pronto vio los papeles y con ellos, la carta de despedida de su esposo. Y en ese momento y en ese instante, odió a Terry y a su madre más que en ninguno otro de su historia.
….
Annie subió las escaleras con pesar en el alma. De pronto recordó cómo había sido su historia con ella, cómo la había despreciado varias veces, y cómo se sentía cada vez que recordaba que Candy nunca renegó de ella. Pero esto…esto era otra cosa. Cómo era posible que ella, aún amando a Terry como lo hacía, se negara esa oportunidad. Sí, ella había visto su dolor con ese inesperado rompimiento (bueno, inesperado para ella, porque la semilla de la duda siempre estuvo en los demás), y había sido Albert su consuelo, pero una cosa era el agradecimiento, y la otra era el amor, y por ese amor, valía la pena luchar.
Candy no se la había hecho fácil. La había amenazado con cárcel, como también en su tiempo los Leagan se cobraron la deuda de odio de sus padres, por las deudas que habían adquirido, deudas que los Ardlay la ayudaron a solventar. Así que, definitivamente, esa deuda existía, pero no podían cobrársela a costa de su amiga. Sí, porque ella nunca había tenido la oportunidad de sentir un amor vibrante, y aunque parecía feliz, ella muy bien sabía, por lo que ella misma había pasado, lo duro que era perder ese amor. Para ella, eso nunca se superaba. Qué le diría a Terry y a su madre cuando aterrizara con ellos. Tenía que ocurrírsele algo y rápido…
…..
Annie llegó lento y con rostro compungido de vuelta a la cocina. Eleanor le ofreció té, que ella aceptó. La verdad es que sentía unos nervios al verla así. Me dio la impresión de que no había logrado convencer a Candy de que dejara todo por mí. Y yo, yo estaba ya desesperado. Ni sabía por qué no había escuchado ese instinto interior que me decía que fuera sincero y que devolviera a Candy cuando fue el momento. Ahora estaba demasiado embarrado como para que las cosas cambiaran.
Annie se sentó en la mesa de la cocina, mientras yo le calentaba el agua. En un momento, su rostro cambio de compungido a meditativo, y así le comencé a hablar.
"Y bien…"
Annie se acomodó mejor. Parecía que esa conversación que tuvo con Candy tuvo el mismo efecto en ella que en nosotros.
"Ejem, Terry, Eleanor, no se preocupen. Ella está molesta por el encierro. Ese es todo".
"Creo…creo que debemos ubicarla en una de las habitaciones del primer nivel", dije rápido.
"Sí, pero traten de que las ventanas estén clausuradas para que no intente escapar", comentó Annie. "No, no es que se quiera ir. Es que…bueno…es que quiere ver a sus hijos. Eso la tiene desesperada. Ya le dije que están bien", mintió, y bebió un rápido sorbo, que la quemó hasta el dolor. "Mañana lo intentaré de nuevo. Bueno, pero ahora, debo irme. Necesito buscar un hotel para quedarme".
"De ningún modo", dijo Eleanor. "Aquí hay espacio suficiente. Además…además, debes estar cerca de Candy y ayudarnos con ella".
"Pienso lo mismo", mencioné. "Aquí puedes seguir hablando con ella y, mientras, estás más cerca".
"Bueno, si es así, acepto…"
Y a eso, Eleanor nunca recordó que conocía a Annie de antes, del hospital en Londres. Eso lo recordaría cuando ya era tarde…
Continuará...
NOTA: Adelanté este capítulo por la curiosidad que nos dio con esta escena. Sin embargo, les pido algo de paciencia con el próximo. Ya estoy llegando al final de lo escrito, y mi tiempo está algo comprometido. De hecho, espero no alargarme demasiado. No quiero hacer una historia extremadamente larga.
