FUTURO EN EL PASADO
XXXI.
Miroku se alejó rápidamente de la casa, aunque hubiera querido salir corriendo en dirección a la casa a donde se encontraba Sango no podía arriesgar a su hijo recién nacido, tenía que ponerlo a salvo antes, cuando vio a Kohaku frente a él le dejó a su bebé en sus manos, no podía dejar de ir a ver lo que había ocurrido en aquel lugar. Kohaku se quedó pensativo, no podía creer que estuviesen ocurriendo tantas tragedias, volteó a ver al pequeño que dormía tranquilamente en sus brazos, se preguntó si no tendría hambre, seguramente sí, pero por alguna razón quizá hasta él podía darse cuenta de que las cosas no estaban saliendo como deberían, entró entonces a la casa esperando que no fuese necesaria su ayuda, en todo caso, estaba seguro de que su hermana querría que protegiera a sus pequeños y eso haría.
La casa estaba llena de humo, no había un solo rincón despejado, lo que hacía difícil respirar, pero sobre todo observar a su alrededor, Kagome sentía que le dolía el hombro, le punzaba incluso más que antes, quizá ahora sí que se lo había roto. Tosió un poco ahí tirada en el piso, ¿en el piso? ¿en qué momento? Claro, ahora lo recordaba, Sesshomaru se había puesto frente a ella para protegerla, aquello no lo esperaba, pero la explosión había sido tan fuerte que los lanzó a los dos al otro extremo de donde se encontraban; entrecerró los ojos intentando ver algo en aquel lugar ¿dónde estaba la habitación? ¿estarían bien Rin y Kaede? ¿y el cuerpo de Sango?
Sesshomaru avanzó al ver que no había peligro aparente, la sacerdotisa había despertado ya, se dirigió a donde segundos antes se percibía la mayor concentración de sangre, se daba cuenta de que de ahí había surgido aquella explosión, por extraño que pareciera no había llamas, no había ningún olor a quemado, no había ningún olor en absoluto a excepción de aquel humo negruzco con un aroma un tanto dulzón.
Miroku entró precipitadamente a la casa volteando en todas direcciones, en aquel lugar no se alcanzaba a ver más allá de sus propias narices, el humo salió disparado cuando abrió la puerta, se adentró en la casa de cualquier forma, tenía que hacer algo, tenía que ayudar. Cuando estuvo dentro Kagome se quejó un poco al levantarse, el hombro le estaba matando, fue entonces que Miroku se percató de su presencia y se acercó lentamente hasta donde se encontraba, estando a escasos pasos la pudo distinguir.
—Señora Kagome —el monje casi podía distinguir aquella mueca de enfado en el rostro de su amiga, más de una vez le había pedido que no la llamara de esa forma.
—Miroku —contestó a modo de saludo, sabiendo que nada ganaría con regañarlo una vez más.
—¿Qué sucedió?
Kagome sabía bien que aquella pregunta no sólo se refería a lo que acababa de ocurrir, sino a lo que había estado pasando a puertas cerradas por la madrugada, no pudo evitar tragar fuerte ante las intensas ganas de vomitar que le causaba el tener que ser ella quien le diera tan terribles noticias. Fue prácticamente salvada cuando escuchó los pasos de Sesshomaru ¿acaso la escena era tan terrible que ni siquiera él podía soportar estar en el lugar? Deseaba estar equivocada.
...
Kikyo e Inuyasha habían llegado a la aldea hacía varias horas ya y como siempre Kaede corrió a recibirlos, los aldeanos parecían contentos con el trabajo que hacía Kikyo, más aún cuando llegaba con un cargamento como aquel, pues sabían bien que Kikyo era la clase de persona que prefería quedarse con hambre con tal de que los niños de aldea comieran un poco más.
Inuyasha sonrió con verdadera admiración, sin duda Kikyo era la humana con el corazón más puro que pudiese existir, pensó en que podría estarla observando por horas y no se cansaría nunca.
Me parezco mucho a ella, por eso no te atreves a verme a la cara.
Sus ojos se abrieron con sorpresa ¿de dónde venía aquel recuerdo? No podía distinguir a la persona y la voz tampoco era clara, pero pudo sentir algo, era como si su cuerpo reconociera aquello, pero ¿quién era esa persona?
Kikyo observaba a Inuyasha, la estaba viendo y de pronto algo había cambiado en su mirada, era como si hubiera recordado algo, aquello no le gustaba para nada, tenía que hacer algo y tenía que hacerlo ya.
