La suave luz del amanecer comenzó a filtrarse por las cortinas del apartamento y de inmediato dos orbes cocoa cristalino se abrieron con aquella calidez y esplendor. Misha, con su cabello revuelto y una sonrisa de oreja a oreja, tan radiante como el ambiente matutino, se levantó con su peculiar energía contagiosa.
Esa ilusión inmensa que se echaba de ver de lejos era la que henchía su pecho y con el ímpetu propio de quien está experimentando el amor por primera vez, comenzó a revolotear por todo el apartamento, se movía con esa gracia juguetona que la caracterizaba.
Shía, quien estaba terminando de hacer el desayuno, solo observaba a lo lejos a Misha, con una sonrisa cariñosa y comprensiva, sabía a la perfección el motivo detrás de esa enérgica chica elevada a la décima potencia. No negaba que, la presencia de Kotaro despertaba algo más en ella, algo especial.
Ella dejaba ser a su amiga, incluso disfrutaba de sus ocurrencias exageradas y hasta en muchas ocasiones, invasivas. Sabía que el chico dueño de sus sentimientos la comprendía así como ella... o quizá un poco más.
Mientras tanto Misha, que no notaba lo observada que estaba por Shía, continuaba tarareando una melodía suave en lo que buscaba su atuendo de ese día. En unos minutos, la joven restregaba su largo y abundante cabello rosa entre la espuma de un buen baño tibio y apenas notó la voz de su amiga que se dirigía a ella.
—Misha... ¿Misha, me escuchas? —Ella estaba tan absorta en su ensimismamiento que dejó pasar los llamados de Shía.
Con la incesable energía, Misha se vistió con ropa fresca para el verano, un vestido celeste que tallaba su figura esbelta y resaltaba la blancura de su piel, además de unas sandalias café tan ligeras como una pluma. Esos elementos eran más que suficientes y sabía que pondría a Kotaro de cabeza, pero más añoraba sorprenderlo con el detalle que planeaba hacer para él en ese día especial.
Llegó al comedor y agradeció los alimentos tan deliciosos que Shía había puesto sobre la mesa. Al terminar la comida, se levantó y mientras se dirigía a su tocador, pensaba y suspiraba.
«Ese pastel de merengue y limón, hecho con mis propias manos, será el regalo que endulce el corazón de mi querido Kotaro», se decía a sí misma, mientras ataba todo su cabello con una coleta de conejito y ya estaba lista para lo que deparara ese gran día.
Sin más, corrió hacia la cocina para alcanzar su "Recetario celestial", ese que nunca había estrenado desde su llegada a la Tierra, pero que le daría el primer uso que coronaría esa primera semana de novios y sería fantástico.
—¡Aquí estás! —exclamó Misha, mientras elevaba el libro rosa para estrecharlo con fuerza contra su pecho y comenzó a ojearlo con cautela— ¡Perfecto! Kotaro... prepara tus papilas gustativas, porque te flecharé una vez más.
Y así Misha comenzó su ardua labor. Se colocó un delantal con pechera para no ensuciar su atuendo y se ató un pañuelo grande en la cabeza para así sacar todo lo que necesitaba. Sin embargo, luego de mezclar los ingredientes y preparar la masa, las cosas se tornaron más complicadas cada vez más.
Un olor repentino comenzó a surgir del horno no era precisamente el más agradable, más bien, era hedor a quemado. El humo no tardó en hacerse presente para comenzar a llenar cada resquicio del apartamento.
«¡Cielos! Todo por distraerme en mis pensamientos sobre Kotaro no calculé bien el tiempo de horneado —pensaba Misha, angustiada. Corrió hacia la habitación de Shía y esta no se encontraba por ninguna parte—. Shía me quería avisar que saldría y ahora estoy sola en esto ¿Qué hago? ¡¿Qué hago?!».
Misha no hacía más que entrar en pánico y con la misma apagó el horno de inmediato. Abrió de par en par las cortinas para que el olor se disipara. El humo hizo que sus ojos lloraran por la irritación y provocó que la gata Nyaa saliera corriendo en busca de aire fresco.
La jovencita cayó de rodillas, derrotada, con el corazón hundido en la miseria al darse cuenta de que su perfecto plan había culminado en un desastre fatal. Se retiró el pañuelo de la cabeza y el delantal, mientras su mente llena de ansiedad le decía con pesar lo lamentable que era la ausencia de Shía en ese momento de caos.
En medio de su desesperación, un golpeteo insistente en la puerta la sacó de sus pensamientos de manera abrupta
—Misha... ¡Misha, abre la puerta, por favor! ¡Misha! —pero si se trataba de... ¡Kotaro!, quien la estaba llamando con preocupación y sabía que no se detendría hasta entrar.
Misha se acercó y extendió su mano para abrir y encarar el desastre frente a su amado Kotaro, pero la sola idea de arruinar la sorpresa la hizo correr en sentido contrario hacia su salida de escape: la ventana de su habitación.
Desplegó sus alas con movimiento rápido y en segundos la brisa fresca del viento acarició su rostro. Se elevó por los aires, alejándose del apartamento y de aquella situación bochornosa que había creado sin querer.
«Piensa... piensa, Misha en una solución. A lo mejor lo más conveniente es que termine comprando un pastel en la tienda, pero eso no suena nada especial», se debatía con desesperación mientras volaba hacia el horizonte, cuando sus ojos se posaron en una parte de la ciudad, un restaurante.
Misha observó con detenimiento porque, a quien vió fue a Shía, que entraba en un restaurante y junto a ella estaba Ten, no podía creerlo, ¿desde cuándo estaban saliendo? Ella en ese instante comprendió que su amiga al fin se estaba dando una oportunidad para conocer a alguien y se sintió dichosa.
Luego de ese momento de dicha, la pesadumbre llegó a su pecho de nuevo. Y justo cuando estaba a punto de resignarse y cambiaba la dirección hacia la tienda de pasteles más cercana, su mirada divisó a otra personita conocida... se trataba de Koboshi que caminaba por la acera.
Un destello en forma de recuerdo iluminó la mente de Misha:
Recordó cómo Koboshi había preparado un delicioso pastel de manzana para Kotaro el año anterior. Una sonrisa se dibujó en los labios de Misha, mientras descendía de lo alto para encarar a Koboshi. Apareció frente a ella con sus brazos levantados en señal de saludo.
—¡Misha, por Dios! ¡Casi me matas del susto! —exclamó la aturdida Koboshi y se llevó la mano al pecho para calmarse.
—Lo siento... je-je —musitó Misha, mientras se rascaba la mejilla por la pena de haberla asustado—. Koboshi... ¿Podemos hablar?
La rubia la miró consternada, jamás la había visto tan seria al pedirle algo, debía ser muy importante.
—Verás, es que eché a perder un pastel muy importante. Es el detalle que prepararé para Kotaro por nuestra primera semana como novios... ¿podrías ayudarme? —pidió Misha con sus manos juntas y sus ojos apretados.
Koboshi quedó perpleja ante aquella solicitud de Misha, aun no se podía creer que ella y Kotaro fueran novios -pasó días llorando, asimilando eso que tanto le afectaba-, y estaba más que claro que la chica frente a ella, en todo ese año infernal ni siquiera había notado los sentimientos que ella tenía hacia él desde siempre, era demasiado despistada.
Apretó las manos con resignación, porque a pesar de todo, Kotaro era su mejor amigo y le deseaba la mayor felicidad, aunque no fuera a su lado. Al mismo tiempo estaba conmovida de que Misha recurriera a ella. Esbozó una sonrisa cálida y se preparó para darle una respuesta:
—Por supuesto que te ayudaré, Misha, todo sea para que Kotaro sea feliz. Te ayudaré a hacer el mejor pastel de todos —exclamó con determinación y entusiasmo.
Y así, juntas, Misha y Koboshi se dirigieron hacia la cocina de la rubia, ella tenía los ingredientes necesarios, ya que, después de su odisea con aquel pastel de manzana, había descubierto una pasión por la repostería. Estuvieron al menos tres horas en esa labor, sudando y calculando las medidas exactas para dicho postre.
Al estar terminada la obra, ambas chicas chocaron sus manos en señal de satisfacción, casi saboreando el triunfo de haberlo hecho bien. Tenía una pinta increíble. A pesar de que Koboshi sugirió dejarlo sin más adornos, Misha insistió en colocarle frambuesas para simbolizar su amor.
Misha y Koboshi llegaron al fin al apartamento, la rubia se había mareado por el repentino vuelo que habían tomado para llegar más rápido. Pero cuando entraron por la ventana se quedaron completamente sorprendidas al ver el apartamento reluciente y más al ver a un Kotaro sudoroso, terminando de limpiar.
Ambas chicas se miraron perplejas y sin comprender cómo había pasado aquello, Misha logró esconder el postre detrás de ella, y antes de que pudieran decir algo, Kotaro se levantó, claramente curioso por lo que Misha y Koboshi quisieran tramar o estuvieran escondiendo.
—Muy bien, ahora me van a explicar qué está pasando —sentenció Kotaro.
—N-nada, solo salimos a caminar por ahí —dijo Koboshi, porque Misha estaba muy nerviosa y ruborizada para formular palabra.
Aquello generó una pelea infantil que estalló entre ellos, con Kotaro insistiendo en saber los porques y Misha negándose a soltar la información. Sin embargo, el delicioso olor delator del pastel comenzó a llenar la habitación, revelando todo de golpe.
—Kotaro... ¡Era una sorpresa! —se lamentó Misha, sentimental porque las cosas al final no salieron como hubiera querido.
—Bueno, Misha —Koboshi palmeó su hombro para intentar consolarla— ¿Qué más sorpresa podría sentir Kotaro cuando casi incendias la casa?
—Buen punto, Koboshi, al final sí me sorprendí, entonces lograste tu cometido, Misha —agregó el jovencito mirando a su novia, con las mejillas tensas y los labios apretados, porque la risa se hacía presente.
El rostro de Misha se tornó de un rojo carmesí y en menos de lo que esperaba, los tres rieron juntos ante aquella situación. Justo en ese momento Shía llegó y comenzó a elogiar el delicioso olor del pastel.
Los cuatro se dirigieron al comedor y juntos celebraron la relación de Misha y Kotaro. Misha le intentaba dar pequeños bocados de pastel y Kotaro con las mejillas acaloradas y el ceño fruncido se negaba, pero al fin accedió y entre risas y conversaciones animadas la noche llegó en un ambiente de alegría y complicidad.
Aunque la sorpresa original no salió como Misha hubiera planeado, el amor y la felicidad que compartía junto a su Kotaro y sus amigas eran más que suficientes para hacer que ese día fuera más que perfecto.
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¡Hola hola! Vengo después de un largo tiempo, con un nuevo oneshot de esta bella parejita que amo con todo mi corazón. Espero que sea de tu agrado si lees y volveré pronto con uno nuevo ¡Saluditos!
