Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 17
Edward
Si hablara de tiempo. Diría que después de las vacaciones, la paz llegó a nuestro hogar. Que cada uno fuimos tomando nuestro lugar y nos convertimos en un equipo que hoy llamamos familia, pero, claro, la paz no puede perdurar por siempre porque no le daría la sazón a la vida.
Era nuestra realidad.
Anduve a zancadas hacia mi auto. Con Benjamín siguiendo mis pasos, lo oí correr detrás de mí, no me detuve.
Seguía molesto con él. ¿Cuánto tiempo pasó para volverse a meter en problemas? ¡Apenas dos meses! El fin del ciclo escolar estaba en sus últimas semanas y él había vuelto a hacer de las suyas.
― Oye, yo solo me defendí.
Sacudí la cabeza. No quería escuchar sus excusas.
― Estás castigado ―declaré― no celular, ni videojuegos.
― Está bien, acepto mi culpa ―se puso a la par de mí―. No podía dejarme, Edward. No me gustó lo que dijo de Bella.
Me detuve en seco, mirándolo. La resolana le había vuelto el rostro rojo encendido.
― ¿Qué tiene que ver Bella?
Me hizo una cara como diciendo "te estoy diciendo que me escuches".
― Bella es la que siempre viene a las reuniones con los maestros ―me recordó―. Te conté que el papá de Andrew solo habla con ella, la busca todo el tiempo y dice cosas sin sentido para hacerse el gracioso, ¿te acuerdas?
Asentí. Aguanté mi sonrisa para no distraerlo, desde hace tiempo había descubierto que Benjamín celaba a Bella, tanto o más que yo.
― ¿Y…? ―apremié.
― Andrew dijo que su papá le pediría una cita a Bella.
Arrugué la frente. La conversación se estaba tornando interesante al igual que peligrosa.
― ¿Y tú le creíste? ―quise saber.
Benjamín asintió.
― Bueno, para mí Bella es como una hermana mayor ―susurró― tengo que defenderla.
― Benjamín, no puedes irte a los golpes solo porque te dicen algo así. Debes controlar tu mal genio y no explotar a la primera que te provocan.
― Pero, es que ese hombre se pasa coqueteando con Bella. Él está divorciado y cree que puede conquistarla.
Sonreí. Era tan absurdo lo que decía.
― Ese tipo seguro está en sus más de cincuenta años, Benjamín. ―Mi imaginación vagó hacia un hombre mayor y de pelo cano―. No debes preocuparte por nada, mi Bella nunca se fijaría en él.
― Solo mira hacia allá ―me hizo voltear.
El auto de Bella se estacionó mientras un hombre alto y fornido le ayudaba a bajar. Caminaron los dos deprisa. El tipo se miraba bastante atento, diría que exageradamente servicial al poner su estúpida mano en la cintura de mi mujer para apresurar su paso.
¿Qué…? Las palabras desaparecieron en la punta de mi lengua. ¿Qué mierda se creía ese imbécil?
Caminé hacia ellos con Benjamín a mi lado. Ahora mismo pondría en su lugar a ese hombre.
― ¡Bella! ―grité haciéndome presente.
Al diablo el ejemplo que debía dar. Mi esposa volteó hacia mí, tenía una sonrisa de asombro, ¿acaso ella no esperaba verme?
― Edward, pudiste venir ―murmuró, enfocando sus castaños ojos en Benjamín―. ¿Qué fue lo que pasó? A mí, solo me dijeron qué te habías vuelto a meter en líos.
― Y con mi hijo ―se entrometió el señor, logrando ganar mi atención.
Lo estudié de pies a cabeza. No comprendí la estúpida sonrisa que tenía en los labios, ¿qué le causaba gracia?
― Tu hijo provocó a mi hermano ―dije claro y conciso.
El hombre dejó de sonreír y por primera vez me miró a los ojos. Se notaba que apenas había notado mi presencia porque sus ojos no se habían alejado del culo de mi mujer.
Dándose cuenta que también existía, me estaba mirando fijamente.
Tiré de la mano de Bella y la acerqué a mí en una forma posesiva, rodeé su cintura con toda la confianza que tenía por ser su esposo. Ella solamente me miraba sin comprender, tenía los ojos muy abiertos y no parecía entender mi acto primitivo.
― Andrew tendrá su castigo ―dijo el hombre después de que sus ojos abandonaron mis movimientos.
― No voy a intervenir en la educación de los compañeros de mi hermano ―seguí escupiendo―. Pero en lugar de corregir a tu hijo, deberías primero rectificar tu comportamiento. Te aseguro que así tu hijo no tendrá pretextos para decir que invitarás a salir a una mujer casada.
El rostro del hombre adquirió un rojo brillante, empezó un balbuceó y sus palabras eran ininteligibles. Lo dejé ahí ahogándose en su propia rabia, y me llevé a mi esposa conmigo, jamás alejé mi mano de su redondo trasero.
Tras de nosotros escuchaba las risas de Benjamín.
― ¿Qué fue eso? ―Bella preguntó cuando abrí la puerta de mi carro para que subiera. Su cara era de absoluta sorpresa y no precisamente de la buena.
― Eso es lo mismo que yo quiero saber. ¿Desde cuándo permites confianza con desconocidos?
Las bonitas cejas de Bella se fruncieron. Sacudió la cabeza.
― Edward, hiciste un escena de celos ―comentó―. ¿En serio acabas de hacerlo o es mi imaginación?
― Sabes que ese tipo le dice a su hijo que te pedirá una cita ―revelé―. ¿Por qué nunca me lo habías nombrado?
― ¿¡Qué!? Porque ni siquiera sé cómo se llama.
― Él te habla con mucha confianza, te abrió la puerta del carro y llevaba una mano en tu cintura mientras caminaban juntos y sonrientes.
― Yo también lo vi ―dijo Benjamín―. Y no es la primera vez sucede, no deberías hablarle, eh.
Bella lo miró por unos segundos, sonrió y volvió a fijarse en mí con su rostro sereno.
― Ustedes se han vuelto locos ―nos acusó―. En serio, no pueden estar reclamando por hablarle a una persona.
― ¡Le gustas, Bella! ―Exclamé al grado de querer hacer una pataleta en el mismo estacionamiento donde el tipo nos seguía observando desde donde estaba.
― Benjamín, me alegro que todo esté bien ―replicó a mi hermano―. Porque si ambos están tan interesados en mí, eso significa que la pelea que tuviste no fue grave. Igual te quedarás una semana sin la consola de videojuegos, está claro. Y tú, Edward ―me señaló― nos vemos en la casa.
Sujeté su brazo antes de que se alejara.
― Vendrás con nosotros ―dije demandante y siendo todo un neandertal.
Me miró sin pestañear.
― No. Traigo mi propio coche ―masculló―. Nos vemos en la casa y ustedes dos me deben una explicación.
Salió de mi agarre y caminó contoneante en esos grandes tacones fue hacia su auto. Me quedé tan solo observando cómo mi mujer me había mandado a la mierda sin importarle nada.
Al menos agradecí que el hombre calvo y mayor, ya no estuviera a su acecho.
― ¿Crees que se enojó? ―Benjamín inquirió cuando vio que el auto deportivo se alejaba.
― No sabes nada de mujeres ―respondí dudoso, recordando que la última vez que le había hecho una escena de celos a mi mujer no me habló en una semana.
.
― Buenas noches, Bella ―las niñas se despidieron.
― Bien, chicas, sueñen bonito ―les besó las cabezas mientras se encontraba con ellas en las escaleras.
Una vez llegó cerca de mí, rodó los ojos deslizándose en el sofá, traía con ella su libro favorito de Cumbres Borrascosas, había perdido la cuenta de las veces que lo leía al año.
Señaló a Benjamín quien también estaba por subir.
― Acabo de guardar la consola de videojuegos, Ben. Tu castigo empieza hoy ―le recordó.
Mi hermano se detuvo, estrechó los ojos y apoyó las manos en el barandal.
― Edward también debe ser castigado ―pidió antes de subir corriendo cada escalón.
Miré a mi mujer. Ella no podía hacerme algo así.
― ¿Vas a seguir enojada? ―quise saber.
Me había convertido en su esclavo desde que llegué a casa. Benjamín y yo habíamos hecho la cena y dejado en orden la cocina para antes de dormir, incluso la estancia estaba limpia y cada objeto en su lugar. ¿Por qué se negaba a dirigirme la palabra?
Dejó el libro que leía sobre la mesilla y se cruzó de brazos.
― Edward, de verdad me haces reír con tus celos.
― Yo no estoy celoso. Solo me molestó que nunca me nombraras a ese tipo y que me ocultaras que andaba de perro faldero detrás de ti, ese fue mi coraje.
Sonrió ampliamente, abrazando sus piernas y apoyando su mentón en las rodillas. Tenía su cara lavada y vestía su conjunto pijama, me gustaba ese moño alto, despeinado que traía en su cabellera.
― Te pusiste al nivel de Benjamín ―dijo― de un chico de catorce que está intentando recuperar su niñez. Qué me cela cómo si fuese mi hijo mayor, que no no puede verme sonreír con alguien porque ya esta tratando de averiguar si lo conozco. No niego que fue muy gracioso, pero también no es prudente para los chicos, sobre todo para Benjamín que es demasiado aprensivo.
― ¿Qué querías que hiciera, nena? No creo que para ti fuera agradable verme llevando a una mujer de la cintura y sonriendo feliz de la vida.
Bella cambió su expresión y frunció el ceño poniéndose sería.
― Ni se te ocurra hacerme algo así, Edward ―advirtió, tirando de mi camisa y acercándome a ella―. Me vuelvo loca si te veo coqueteando con otra.
Negué con la cabeza, mientras sonreía.
― Para mí no hay nadie más, que no seas tú ―fui honesto―. Eres la única mujer que amo, la única que quiero sea la madre de mis hermanos y de mis hijos.
Ambos nos quedamos serios. Era la primera vez que inconscientemente nombraba la palabra hijos en una misma frase, nosotros habíamos acordado que nunca volveríamos a tener un bebé, ya habíamos tenido una perdida y no estábamos dispuestos a pasar por el mismo dolor dos veces.
Sabíamos que éramos demasiado radicales cuando tomábamos una decisión, mucho antes lo habíamos comprobado.
― Quiero un bebé ―repetí muy bajo― un hijo nuestro, de los dos.
Bella empezó a mordisquear sus labios, insegura o tal vez nerviosa. Cubrí sus manos con las mías, dispuesto a tranquilizarla.
― Habíamos dicho que no queríamos hijos.
― Sé lo que dijimos y nos prometimos, pero somos jóvenes, nena. He cambiado de opinión y quiero un bebé tuyo y mío.
― Edward, nosotros estamos saturados en casa, los niños vinieron a cambiar nuestro rumbo. Andamos siempre deprisa y metidos en reuniones escolares, llevándolos a clases extracurriculares, eventos. Les hemos prometido ir de vacaciones en verano, por ahora es su momento, solo para ellos.
― Bella ―sujeté su rostro―, escúchame.
Se quedó tan quieta, mirándome detenidamente.
― ¿Quieres un hijo sí o no? ―pregunté―. Necesito saber si también tienes el mismo anhelo que yo.
― Sí ―musitó, sus ojos se habían vuelto acuosos―. Sí quiero un bebé tuyo. Solo qué…
― Amor ―la interrumpí― no quiero que te estreses y pienses en nada.
― No… ―limpié sus lágrimas― no me estás entendiendo ―dijo―. Llevo tiempo soñando un bebé de ojos verdes ―reveló tímidamente― sé que no es Grace porque mi bebé tenía ojos marrones, es un sueño extraño porque lo tengo en brazos y lo arrullo en una mecedora, pero soy consciente que no es mi Grace, este bebé es idéntico a ti, tiene tu color de cabello y ojos.
― ¿Por qué no me lo habías dicho? ―pregunté― ¿desde cuando te pasa?
― El primer sueño surgió cuando estábamos de vacaciones en México ―confesó― desde ese tiempo siempre me aborda el mismo sueño y es el mismo bebé.
― ¿Crees qué significa algo?
― No lo sé ―susurró― tal vez es mi deseo reprimido por tener un hijo. Estoy rodeada de embarazadas. Te he comentado que mi madre no habla de otra cosa que no sea el bebé y luego Rose, que aunque nuestra amistad no es la misma, ella sigue viviendo cada cambio. Quizá me volví una envidiosa como Rose dijo.
― No eres ninguna envidiosa ―aseguré― y no quiero que vuelvas a decirte de esa forma.
La ayudé a sentarse en mi regazo y envolví su cintura.
― ¿Quieres que lo intentemos? ―volví al tema―. Es decir, podrías dejar los anticonceptivos, ¿no?
― Sí. Quiero intentarlo, pero antes debo ir con mi ginecóloga, hablar con ella y que me diga cuando es el momento.
Resoplé.
― Una ginecóloga no me dirá que días puedo tenerte ―protesté.
― No me refiero a ello. Sino que antes debe decirme si mi cuerpo es apto para procrear, ya sabes ponerme en vitaminas y eso.
― Bueno, mientras eso sucede ―me puse de pie con ella en mis brazos, Bella soltó un leve chillido― podemos empezar a practicar y hoy dejas de tomar la píldora.
― No señor, usted está castigado por hacer dramas innecesarios ―se burló.
Sabía que no me costaría tiempo convencerla. Era un buen experto en hacerla caer en mis brazos y más si se trataba de una misión: dejarla embarazada.
.
.
Bella
Organizar la última venta de la casa más costosa fue todo un logro, no negaba que necesitaba saltar de emoción. Sin embargo, nada era más gratificante ver los rostros de ellos.
― ¿Por qué estamos aquí? ―Bree reaccionó temerosa. Probablemente se estaba haciendo ideas que no eran.
Estábamos en una corte familiar. Habíamos pasado por un proceso largo y tedioso, donde completamos cada formulario con los requisitos necesarios para su adopción, inclusive habíamos recurrido a pruebas de ADN para demostrar el parentesco de Edward y sus hermanos, todo había sido evaluado por el juez. Y los resultados habían sido alentadores.
Tuvieron que pasar seis semanas para poder darles una bonita sorpresa y habíamos elegido el mismo lugar donde una vez los encontramos la primera vez.
― Vengan aquí ―Edward los abrazó―. No se trata de nada malo, al contrario es una buena noticia, lean esto ―dejó en las manos de cada uno su nuevo certificado.
Benjamín levantó la mirada al instante.
― Aquí dice Benjamín Alexander Cullen ―susurró― eso quiere decir qué … qué ―su voz se apagó antes de echarse a los brazos de Edward.
El nudo en mi garganta se hizo presente. Edward estaba llorando junto a los tres, los tenía envueltos en sus fuertes brazos sin ninguna intención de soltarlos.
Sabía lo que significaba el momento. Para él era dejar por completo a Elizabeth, agradeciéndole en silencio por dejarle a los niños, pero más que nada era un adiós a su terrible infancia, un ciclo doloroso que hoy había cerrado.
― Voy a ser quién ustedes quieren que sea ―murmuró Edward― si quieren un amigo, aquí estaré, si necesitan un hermano con mayor razón estaré para ustedes, seré confidente, protector, quizá alcahuete, pero sin ser permisivo, porque también seré regañón, les seguiré llamando la atención para que no desvíen su camino. Prometo velar sus pasos siempre… quiero que sean personas de bien, pero también que sean libres para elegir y obligados a corregir lo mal que hagan.
Limpié mis lágrimas.
― Yo quiero que seas mi mamá.
Bajé la vista. Olivia estaba mirándome con sus profundos ojos marrones. Había ganado un poco de estatura en los últimos meses, al igual que peso, era un poco llenita con una talento nato para el baile.
Tragué. Pasé saliva y mi acuclille, acariciando sus hermosas mejillas.
― Claro princesa ―pronuncié― si quieres que sea tu mamá, yo seré la más feliz.
Ella pequeña y siendo la niña más dulce se abalanzó a mis brazos, la apreté muy fuerte y cerré los ojos.
En el fondo de mi corazón sabía desde hace tiempo que era su mamá.
La mamá de mis tres chicos.
Hola, la expresión de Bella se refiere a que ella desde hace tiempo sentía que eran sus hijos. ¿Creen que es tiempo para otro bebé?
Les adelanto que estamos en la recta final de la historia, les agradezco mucho su entusiasmo y apoyo. Las invito al nuestro grupo de Facebook para que vean las imágenes que hace Li y también para más información de lo que viene.
Aquí los nombres de quienes comentaron el capítulo anterior: Jade HSos, Mickky, NarMaVeg, Rosemarie28, mrs puff, Verónica, Lizzye Masen, Adriu, Ary Cullen 85, Sindey Uchiha Hale Malfoy, Cassandra Cantu, Antonella Masen, Daniela Masen, kasslpz, Mapi13, Smedina, Lily Pattinson Stewart, Mabelli Masen Grey, Dulce Carolina, solecitopucheta, phoenix1993, Car Cullen Stewart Pattinson, The Vampire Goddess, Estefania Rivera, Valeria Sinai Cullen, Flor McCarty-Cullen, rociolujan, Pepita GY, Lilly Black Masen, miop, ALBANIDIA, Maryluna, Maiisa, patito feo, Lili Cullen-Swan, Lore562, Diannita Robles, saraipineda44, marisolpattinson y Isis Janet.
Gracias totales por leer 💥
